Reenceuntro

Historia del reencuentro de dos personas separadas años atrás que los azares de la vida les llevan a enfrentarse al pasado desde distintos puntos.

Prólogo

¿Nunca os ha pasado que escuchando un disco os ha parecido que el orden de los temas va contando una historia? ¿Recordáis los viejos discos de vinilo en los cuales había una cara A y una cara B? Escuchemos este disco y veamos qué historia nos cuenta.

Cara A

No hay peor cosa en el mundo que un viernes, justo antes de salir a una escapada de fin de semana compruebes que al ir a arrancar tu coche oigas un ruido raro y el coche no arranque. Se jodió el fin de semana, pensé. Llamé a la grúa y se llevaron el coche a un taller. El miércoles me llamaron del taller para decirme que el presupuesto de la reparación me iba a costar mucho dinero y que no merecía la pena, que me compensaba más cambiar de coche. Vaya! Meses antes me separé de mi novia después de varios años de relación y ahora me tenía que deshacer de mi viejo Opel, que tan buenos momentos me había dado.

Miré por internet varios modelos de varias marcas en el entorno de precios que estaba dispuesto a pagar. Seleccioné tres modelos de entre todos los que había visto. La siguiente tarde la dediqué a visitar concesionarios para ver los vehículos y tener presupuestos. Pasé por un par de ellos y no salí muy convencido al ver in situ los coches. Me dirigí al último de ellos, de una marca nipona. Al entrar, como en casi todos los concesionarios, había varios vehículos expuestos y al fondo un par de mesas. En una de ellas un comercial vestido con un traje con el logo de la marca estaba atendiendo a una pareja. Me entretuve mirando las características y precios de los coches que tenían allí mismo cuando oí de pronto una voz a mis espaldas.

  • Buenas tardes, le puedo ayudar en algo?

Me giré y vi una mujer de unos 30 y pico años, vestida también con un traje con el logo de la marca en la solapa de la americana y con un pañuelo en el cuello (la versión femenina de la indumentaria del comercial de la otra mesa), alta, guapa, con el pelo castaño y a capas y unos rasgos muy dulces.

  • Ah, sí, estaba buscando información sobre este modelo -respondí señalando el coche que tenía en frente.

Justo al tiempo de responder esto sentí un flash que me recorrió todo el cuerpo. Una sensación de conocer y hasta haber tenido intimidad con esa persona que tenía en frente en otra vida pasada. Al pronto, supuse que sería lo que llaman un "déjà-vu". La comercial igualmente quedó sorprendida al verme frente a ella. ¿Será que es cierto lo de la reencarnación?

Se puso a explicarme las características y otros pormenores del coche que yo ya había leído por internet. Mientras mi pensamiento no estaba en lo que me contaba sino en ella misma. Quería recordar de qué conocía a esa mujer pero no encajaba con ninguno de mis recuerdos, si bien estaba seguro de, en algún momento, haber tenido relación con ella. Sexual no, de eso me acordaría, supuse.

Tras las explicaciones fuimos a sentarnos a su mesa donde tras elegir la versión y algunos acabados me facilitó un presupuesto del coche y me comentó el plazo de entrega estimado.

Nos dimos la mano y salí del concesionario. Miré la tarjeta que había grapado a la documentación y su nombre era Paula García... ni idea, ese nombre no me sonaba de nada.

Cara B

Una hora para cerrar, menos mal -pensé. Uff, y hay que pasar por el supermercado, que tengo vacía la nevera.

Otra tarde aburrida más. Pocos clientes y ninguno al que se le viese interés por comprar. Y encima ese maldito calor que llevábamos soportando tres días desde que se estropeara el aire acondicionado y que el uniforme oficial no ayudaba a aliviar. Fui un momento a refrescarme la cara al aseo mientras mi compañero atendía a una pareja que venía preguntando por uno de los SUV de moda que tiene la casa. Tras maquillarme un poco y salir al showroom vi a un hombre que estaba mirando otro modelo. Me acerqué a él y le pregunte si le podía ayudar. Al girarse me llevé un shock. Se trataba nada más y nada menos que Luís, un amigo de juventud, quizás el único amigo de verdad que tuve.

El tiempo había pasado por él dejando un huella mínima y si cabe, corrigiendo lo que natura no le dio. Su cabello se conservaba integro, cosa que es de agradecer cuando se tienen 35 años, los mismos que yo, pero sus facciones, algo mas rudas, le hacían ser un tipo interesante. Su físico había cambiado, y mucho, pero a mejor. Ahora tenía una figura atlética e incluso a través de su camisa se dejaba notar cierta musculatura. Siempre fue el gordito de la pandilla, quizás era por eso que, junto a mí, fuéramos los excluidos del grupo ya que no encajábamos en los equipos que formábamos para jugar al futbol en la plazuela que había cerca de nuestras casas. Eso sin duda forjó nuestra amistad que nos mantuvo bastante unidos durante unos años.

Muchas veces me he arrepentido de haber desaparecido de repente sin decirle nada, pero de un tiempo atrás comprendí que lo que me pasaba era que en un cuerpo de chico, y también un poco gordito, estaba encerrada una mujer. En mi familia (sólo mi madre, ya que mi padre se separó años antes) encontré apoyo pero decidimos cambiar de barrio para que yo comenzara una nueva vida sin rémoras del pasado que me pudieran afectar. Del único que no temía rechazo era de Luís, pero mi madre me convenció de que lo mejor era dejar atrás toda mi vida anterior y no contar nada a nadie. Supe años después que lo pasó mal al quedarse sin una explicación ni despedida de su mejor amigo. Pero en fin, yo necesitaba cambiar.

Después de un tiempo de régimen alimenticio y hormonas pude por fin mostrar al mudo a la nueva Paula. Toda una mujer. Ahorré dinero para unos retoques en mi rostro que lo hacían más femenino aún. Del Francisco (o Paco como me llamaban) de mi juventud no quedaba nada, o casi nada, y vestida, Paula y Paco eran dos personas completamente distintas.

Estuve contando a Luís todo el discurso, casi aprendido, que solemos decir a los clientes que se interesan por ese modelo. Ni por un momento pensé en descubrir mi auténtica identidad. No es sólo el hecho de perder una venta, eso era lo de menos, sino que el devolver a Luís los malos recuerdos al ver al amigo que le dejó plantado sin despedirse iba a causarme bastante tristeza. Mejor dejar las cosas como estaban.

Afortunadamente, creo que no me reconoció, con lo que todo seguía bien, pero para mis adentros deseaba que no volviera por el concesionario y pasar un mal momento.

Cara A

Unos días después tras haber dedicado un rato a comparar presupuestos y características de los modelos que había visto, pero mucho más tiempo a leer sobre temas de reencarnaciones y cosas así, necesitaba volver a ver a esa tal Paula. Algo me decía que yo, en un pasado, había tenido mucha conexión con ella, pero en mi vida jamás conocí a esta mujer, de eso me acordaría seguro. No es que no haya tenido noches locas con alguna chica pero de todas ellas me acordaba, aunque fuera algún pequeño detalle, pero de esta chica seguro que me acordaría de hacer estado con ella.

Pasé por el concesionario y la chica estaba mostrando un vehículo a un hombre mayor. Me vio de rojo e inmediatamente llamó a su compañero para que me viniera a atender. Ella se fue con el cliente que estaba a una zona que escapaba de mi visión. El compañero vino amablemente para atenderme pero yo le dije que esperaba por la chica ya que fue la que me atendió días atrás. Él insistía que me podía atender él. Mantuvimos un tira y afloja hasta que vi como la chica se despedía del cliente con el que estaba y se dirigía (diría que escapaba) hacia una puerta con un cartel de "Privado". Eso me intrigó más y, no sé, me dio la sensación de que ella también me conocía y que Dios sabrá por qué motivo huía de mí. Me armé de valor y la llamé para que me atendiera ella.

  • Señorita, por favor, espere un segundo.

  • Ya le atiende mi compañero -dijo tras detenerse un instante y dudar qué decir.

  • No -dije de un modo bastante autoritario-. Si no me atiende usted me voy a otro concesionario.

Su compañero vio una venta que se podría perder y debería ser su superior ya que a un gesto suyo Paula vino cabizbaja a atenderme mientras él se alejaba mirándonos. Supuse que pensaría de mí que era el típico que prefiere ver una cara bonita a un señor con bigote a la hora de comprar un coche. En parte tenía razón.

  • Perdone que le haya llamado así -dije disculpándome en un tono de voz más bajo-, pero es que tengo necesidad de hablar con usted.

  • Si, claro -respondió de un modo muy "profesional"-, aunque el otro día le expliqué todos los detalles. Desea algún dato más?

  • Eso lo tengo bastante claro, me gusta el coche y quiero comprarlo -dije intentando que se tranquilizara-. Pero necesito saber una cosa.

  • Pues usted dirá.

  • No sé -dije-, pero tengo la sensación de haberte conocido alguna vez. Y no de vista. Seguro que piensas que estoy chalado, pero estaría casi seguro de haber tenido algún tipo de relación contigo, y el caso es que no lo recuerdo. Y te aclaro que nunca he tenido episodios de amnesia, eso seguro.

  • Pues no sabría decirle -seguía tratándome de usted-, pero a mí no me suena usted más que desde el otro día.

Plegué velas... Algo se me estaba escapando y no sabía que era. Ya metiéndonos en temas del vehículo le estuve preguntando por financiación u otros modos de pago y concertando una prueba del coche. Eso sí, y se lo dejé claro, quería tratar con ella, siempre y cuando no tuviera inconveniente, la dije, pero dejando entrever que, o con ella, o me iba a otro concesionario de la marca.

Cara B

Ver a Luís después de tantos años me hizo sentir la necesidad de desprenderme de mi pasado. Dediqué parte del fin de semana en hacer limpieza de todo aquello que no fuera mi mas absoluto presente. Aún guardaba algunas cosas de Marcos, el típico malote con el que conviví solo un mes hace ya bastante tiempo y, aunque me engañó y nunca llegó a aceptarme como soy realmente, seguía manteniéndole en mis recuerdos. Me sentí liberada.

El lunes por la tarde mientras estaba atendiendo a un caballero que no tenía especial interés en ningún modelo y pude ver como Luís entraba al concesionario. Hice un gesto a mi compañero indicándole que había un cliente y para minimizar el contacto con Luís me dirigí a una salita donde aparte de documentación, folletos y demás tenemos muestrario de equipamiento extra. Creo que el señor al que atendía yo no entendió por qué íbamos allí, pero yo necesitaba sentirme lejos de la mirada de Luís. La visita duró poco y tras despedir al hombre que estaba atendiendo traté de escabullirme yendo a los aseos. Oí de pronto como Luís me llamaba e insistía en que yo le atendiera. Al final Pedro, mi jefe, me indicó que lo atendiera. Alguna vez ha pasado que algún cliente prefiere que lo atienda yo. Posiblemente sea falta de modestia, pero me considero una mujer guapa y he de confesar que alguna vez me ha servido de cara a una venta. Este caso era muy diferente.

Traté por todos los medios de mantener la distancia de comercial a cliente, por más que Luís aseguraba conocerme. Me sentí mal cuando le tuve que negar que nos conociéramos. Recuerdo que después de la visita me tuve que ir al baño a llorar. Pero afortunadamente se recondujo la situación y hablamos de financiación, y aquí viene lo peor, quiso concertar una prueba del vehículo y me dejó muy claro que fuera yo quien le acompañase. Y de eso dependía la venta, ya que por otra parte estaba convencido de la compra. Tenía tres días para pensar en cómo actuar o como desviar las preguntas de Luís. Sí, claro, siempre me quedaba la opción de contarle la verdad, incluso a veces pensaba que Luís lo comprendería y no me guardaría rencor por ello, pero esto me generaba mucha ansiedad.

Como estaréis imaginando, lo que en su día sentía por Luís no era una simple amistad. En el fondo de mí, estuve casi enamorada de él, pero a sus ojos yo era un chico y ni en la mas remota ocasión se me hubiera ocurrido contarle cómo me sentía. De no entenderlo me hubiera quedado prácticamente sola ya que él era mi nexo de unión con el resto de la pandilla.

No podía ahora permitirme hacerle daño otra vez y aunque el nuevo Luís me gustaba, y mucho, sabía que de nuevo me tendría que alejar de él.

Cara A

El jueves a las 6 de la tarde había quedado para ir a probar el coche. Cuando llegue al concesionario Paula estaba atendiendo a una familia que veían un monovolumen. Con un gesto me indicó que esperase en unos sillones que hay a la entrada. Se me acercó el otro comercial y me dijo que si prefería, por no esperar, me acompañaba él.

  • No se preocupe. Gracias. No tengo prisa -consté muy amablemente.

Esperé mas de la cuenta ya que Paula tuvo que hacer varios presupuestos del monovolumen. Tras despedir en la puerta a los miembros de la familia se dirigió hacia mí.

  • Buenas tardes, Don Luís, cuando quiera vamos para probar el coche.

Cogió su bolso y nos dirigimos al taller. Yo la dije mi nombre, si, pero fue el primer día. O se había revisado todos los papeles o sí que era cierto que, de lo que fuera, me conocía de antes.

Entramos en el vehículo y tras explicarme como arrancarlo y alguna instrucción más subió ella en el lado del acompañante. Al acomodar el cinturón de seguridad se volcó el bolso. Su cartera salió y quedó abierta. Giré mi cabeza y lo que vi me dejó de piedra: Había una fotografía de la señora Ascen, la madre de mi amigo Paco.

  • Perdona -dije extrañado-. Esto qué es? Esta foto me refiero.

  • Ehhh -fue lo único que atinó a decir Paula-, la conoces?

  • Claro, era la madre de un amigo. Que hace en tu cartera?

  • Es mi tía, mira tú que casualidad -dijo con una sonrisa creyendo salir del aprieto.

No podía ser su tía. Tenía el mismo apellido que mi amigo, pero Garcia es demasiado común para inferir nada. No recordaba que Paco tuviera contacto con primos suyos, ya que toda su familia era de muy lejos y, según recordaba, tenían prácticamente roto el contacto. Conduje el coche unos kilómetros hasta que llegué a una zona en la que había muchas plazas de aparcamiento. Estacioné un momento el coche y la miré a los ojos.

  • Paula, que está pasando aquí? No me cuadra que sea tu tía.

  • Por favor, Luís. Si quieres a las 8, que salgo del concesionario, me esperas y te cuento todo, pero ahora, por favor, continúa.

De mala gana arranqué y volví al concesionario. Durante la vuelta no cruzamos una sola palabra. Salimos del coche igualmente serios pero al subir arriba la cara de Paula mutó por completo; era la de una comercial que estaba poniendo su mejor sonrisa. Como estaba cerca el otro comercial yo, para disimular, le agradecí el tiempo dedicado y aseguré que en un día, máximo dos, pasaría para hacer efectiva la compra, lo que produjo una amplia satisfacción a su compañero, a juzgar por la cara que puso.

Cara B

Había llegado el día que tendría que acompañar a Luís a probar el coche y no se me había ocurrido como evadir sus preguntas. Alguna suposición me había hecho de qué se estaría imaginando sobre mí, pero todo lo que sabía es que aseguraba conocerme (y tanto, si él supiera...) pero no llegaba a saber, y eso, no sé por qué motivo, le estaba preocupando. Posiblemente hubiera tenido algún episodio de pérdida de memoria y eso le tendría preocupado. Estaba atendiendo a una familia con dos chiquillos que no paraban de tocar todo e interrumpir cada una de las explicaciones que daba a sus padres. Tan aturdida me tenían que sentí alivio al ver que Luís entraba y ver como mi compañero se levantaba de su mesa pensando que vendría a relevarme. Pero no. Se dirigió a Luís que prefirió esperarme y mi jefe volvió a sentarse.

Los clientes no tenían demasiado interés, seguro sería un primer vistazo, pero no paraban de preguntar y a la hora de pedir presupuesto me hicieron calcular todas las opciones de financiación mientras de reojo miraba a los chiquillos que no rompieran nada. Por fin acabo esa condena y pude saludar a Luís y decirle que bajábamos al taller a coger el coche que tenemos para pruebas. Ahora venía lo complicado...

Subió al coche y le estuve explicando por encima los mandos y me subí a su lado. Al ponerme el cinturón de seguridad el bolso se ladeó y salió mi cartera de mano. La mala suerte quiso que no quedase abierta por el compartimento donde están las tarjetas y documentación sino donde tengo mi primera fotografía tras mis retoques en la cara, lo cual no sería preocupante ya que es mi cara con unos años menos, y una fotografía de mi madre. Al instante vi lo grave de esto.

En mi juventud mi madre cogió mucho cariño a Luís ya que era el único amigo mio y por eso vino muchas veces a mi casa y él conocía de sobra a mi madre. Al ver la cartera abierta giró la cabeza y vio su fotografía. La cara le cambió por completo y me preguntó muy serio que relación tenía yo con la mujer de la foto. Traté de salir del aprieto diciendo que era una tía mía. Sé que no se lo creyó pero sin decir palabra arrancó el coche y según mis indicaciones fue tomando la ruta que tenemos para estas pruebas. Algo no debía cuadrarle ya que se detuvo en un aparcamiento y me exigió saber quién era yo.

Ahora si que la habíamos fastidiado. Seguro que no podría ocultárselo más. Le pedí por favor que me esperara a la salida del trabajo (faltaría una hora aproximadamente) y que le contaría todo. En aquel momento no quería ningún espectáculo ni era el mejor momento para sincerarme.

Con cara de pocos amigos Luís dio por finalizada la prueba ya que volvió con gestos de conducción bastante bruscos al concesionario. Al subir desde el taller quise aparentar normalidad y Luís pareció pretender lo mismo. Comentó antes de salir que se había decidido a comprar el coche y que al día siguiente ya pasaría para comenzar trámites. Cuando salió yo por dentro quería morirme y estaba realmente destrozada. Mi jefe se acercó sonriendo y me felicitó por la venta. Me costó poner mi mejor cara para agradecerle la felicitación.

Cara A

Faltaba casi una hora para las 8. Cerca había un bar al cual entré para esperar. Pedí una cerveza y atendí algunos mensajes de whastsapp, pero no se me iba de la cabeza una cosa: ¿Quién era esa tía que tenía la foto de Ascen? ¿Que relación podría tener con la madre de Paco? Podría ser, sí, que de verdad fuera sobrina suya. Paco y su madre desaparecieron y, quien sabe, posiblemente volvieran a su tierra y, cosas del destino, la que me vende el coche es su sobrina. Pero tampoco esto tenía mucha lógica. Estaba seguro de conocer a Paula a la vez de no haber conocido a nadie de la familia de Paco (ya conté que apenas se hablaban en la época que fuimos amigos). Descarté que Paula se pareciera a su tía y eso me llevase a la confusión, ya que la señora Ascen era muy amable y muy buena conmigo, pero guapa, lo que dice guapa, no era, y por contra Paula sí que era bastante guapa. Con estas elucubraciones consumí el tiempo de espera y dos cervezas.

A la hora indicada me asomé a la puerta del bar, desde la que se veía la salida del concesionario. Vi como Paula salía y desde dentro su compañero bajaba el cierre de la puerta. Esperé un poco a que no se viera a su compañero y saliendo hice un gesto a Paula para que viniera. Venía con la misma ropa que en el concesionario a excepción del logo de la marca en la solapa. Estaba guapa, la sentaba bien esa ropa. Se acercó a mí y me dijo que mejor fuéramos a otro sitio ya que a ese bar solían ir los mecánicos y su jefe a tomar algo a la salida. Me habló de un sitio cercano al que ella iría y que la siguiese, pero no de cerca.

Mientras se marchaba pagué mi consumición y con más intriga aún fui siguiéndola unos 30 metros por detrás. Me fije en su cuerpo. Tenía un tipo envidiable y marcaba unas curvas que, sin ser muy pronunciadas, la hacían bastante atractiva. La vi entrar en otro bar y al poco rato llegué yo. Me tendió la mano para saludarla y nos dirigimos a una de las mesas del fondo.

  • Mejor aquí. No quiero que nadie piense que tengo algo con un cliente antes de una venta. Me daría una imagen pésima -me dijo.

  • Bueno, sólo estamos hablando -repliqué.

  • Es igual, tu no conoces a los del taller. Menudos son.

En ese momento se nos acerco una camarera que nos tomó nota de la consumición y volvió a la barra.

  • Y bien -dije-, ¿Quien eres? me tienes intrigado.

  • Verás -dijo al tiempo que con la mano hacía un gesto de esperar-, espera. Primero dime quien crees tú que soy?

Balbuceé, estaba confundido y no sabía qué decir realmente.

  • Pues eso es lo que no sé. Tengo la sensación de conocerte, y mucho, pero tu cara no me suena. Algún rasgo puede parecerme conocido a alguien, claro, pero así, tal y como te veo -hice un gesto de señalarla de arriba a abajo-, el caso es que no te conozco.

  • Pero -continué tras una breve pausa-, lo que no entiendo es lo de la fotografía de Ascen. De verdad eres su sobrina?

Paula cerró los ojos, esperó unos segundos para contestar. De pronto los abrió y dijo:

  • No, no soy su sobrina.

Yo quedé expectante.

  • Soy su hija!

Eso ya si que me dejó muerto!!! Estaba completamente desconcertado. Paco jamás me dijo que tuviera una hermana y esta chica estaba diciendo que lo era. No entendía absolutamente nada. En ese momento la camarera nos trajo las bebidas por lo que antes de decir nada esperé a que se fuera.

  • Pero, pero -dije balbuceando-, no entiendo. Paco era hijo único.

  • Si, lo era.

Se me quedó mirando. Yo seguía perdido.

  • Es todo muy raro. No entiendo nada.

  • Te cuento...

Hizo una pausa para poder hilar las explicaciones que me iba a dar. Continuó hablando:

  • Mira, lo primero, entenderé que te enfades conmigo por lo que te voy a contar. Te agradecería que me escucharas hasta el final. Vale?

  • Si, vale -dije sin tener idea de qué me iba a decir tan grave.

  • Paco y su madre -continuó- se tuvieron que ir de donde vivían. Paco tenía un problema y no quería que nadie se enterara, incluso su mejor amigo...

Ese era yo, pensé.

  • Es posible que alguien se sintiera mal por marcharse sin despedirse, pero era algo que tenían que hacer.

  • Y? -pregunté.

  • Paco comenzó un tratamiento para ...

  • Espera -la corté en seco-. Paco está bien? Que es de él? -caí en que no la había preguntado por el que fue el mejor amigo que he tenido nunca.

  • Si -hizo un gesto tranquilizador con la mano-, está bien. Déjame que te cuente.

  • Ok -respondí callándome.

  • El tratamiento era porque años atrás Paco no se sentía bien con cómo era. Era un chico, si, pero no se sentía así.

Yo abrí mis ojos extrañado. Estaba empezando a atar cabos, pero todo me parecía muy extraño. Preferí que se siguiera explicando.

  • Comprendes? -me preguntó tocando con su mano mi muñeca-. Si Paco ya de por sí era un chico mas bien apocado, que pensaría la gente del barrio o del colegio si de pronto Paco pasase a ser una chica?

Cómo???? Que Paco era una chica ahora? Y... Paula... ella era Paco?

  • Pero... tú? Tú eres Paco?

Paula se sintió como avergonzada, miró hacia abajo y con los ojos cerrados, casi con un susurro dijo "si".

  • Espera -dije-, no me lo creo. Tú de verdad eres Paco, o lo que sea?

  • Si, lo soy, ya te he dicho -respondió mirándome a los ojos.

  • Venga ya! Te hubiera reconocido -dije totalmente incrédulo.

  • Recuerdas que había en el póster de Michael Jackson que tenía Paco en su cuarto? En la esquina inferior izquierda?

Efectivamente Paco tenía en su cuarto, sobre su mesa de estudio un póster de Jackson en el que una esquina estaba rota ya que lo arrancó de una pared. Tantas veces había estado allí que lo recordaba perfectamente, incluso la silueta que había dejado la rasgadura, similar a una letra R. También sabia que cuando Paco se hubiera ido ese póster habría marchado con él, eso era seguro.

  • Sí, lo recuerdo. Y qué era?

  • La rotura que se hizo cuando lo arranqué de la pared del mercado.

Cuando arrancó ese cartel sólo estábamos él y yo, de noche, en una pared pegada al mercado del barrio en el que suelen pegar carteles de conciertos y demás.

  • Paco, eres tú de verdad? -pregunté ya mas convencido de que sí que lo era.

  • Si, Luís, pero ya soy Paula.

Cara B

Tenía que pensar como contaría que su amigo de hacía años ahora era yo y sin embargo tenía un cliente que atender y algunos papeles que tramitar. Al cliente se le veía con poco interés así que lo despaché rápido. Me metí en el ordenador y en menos tiempo del previsto tenía todo resuelto. Eran las 8 menos cinco. Aún disponía de cinco minutos para saber como contar la verdad, esta vez sí, a mi amigo de toda la vida.

Al salir del concesionario miré alrededor y vi a Luís en la puerta de un bar cercano en el que, tras la jornada, algunos compañeros suelen tomar una caña. Le comenté que me siguiera hasta otro pub pequeño, más íntimo y que no me constaba que nadie del trabajo fuera allá. No podía permitir que me vieran con un cliente previamente a una venta. Daría muy mala imagen. Aparte, lo que tenía que contar no era de dominio publico. Nadie en mi trabajo sospecha que mi cuerpo de mujer antes fue de hombre y que aún guarda una parte de su pasado.

Llegamos al pub y nos sentamos en una mesa apartada de la gente que había en la barra. Cuando la camarera nos trajo mi refresco y su cerveza comencé preguntándole quien creía que era. El pobre tenía un lio morrocotudo. Estaba completamente desconcertado y tengo la seguridad que jamás imaginaría que yo era su antiguo amigo. En una ráfaga de pensamiento estuve por contarle alguna historia rocambolesca que me sacase del paso y tratar de ligármelo, pero no, Luís se merecía la verdad.

Tras decirle que yo era la hija de la que vio en la foto esperaba que intuyera la verdad, pero ni por esas. Le explique el por qué tuvimos que irnos y ya por fin, con eso, cayó en quien era yo. Pero, y esto, aunque me esté mal el decirlo, me hinchó el ego un poco, no se creía que yo hubiera sido un chico. Que el mejor amigo de una chica trans no la reconozca creo que es para estar orgullosa de su nuevos aspecto, no creéis?

Hablamos de algún detalle que sólo su amigo y él conocerían. Por fin tuvo claro quien era yo. Y con ello llegaba el temido momento de su reacción.

Lo que yo creía que sería un enfado monumental resultó ser una explosión de alegría. Pero conforme pasaba el rato dudaba si lo contento de Luís era por volver a hablar con Paco o con Paula.

Cara A

  • Joderrr!!! -exclamé tan alto que varios clientes del bar giraron sus cabezas- Que alegría!!! Cuanto tiempo! Pero... cuéntame, que ha sido de tu vida?

  • Es muy largo -me dijo como queriendo aplazar las explicaciones para otro momento-, pero bueno, nos fuimos a otro barrio y comencé a transformarme en lo que soy ahora.

  • Pues estas guapísimo... guapísima, perdón.

  • Gracias -contestó con un gesto casi de vergüenza.

  • Ya, pero... es que tanto tiempo, que alegría, de verdad! -estaba aún incrédulo de tener al lado a mi amigo de toda la vida- por qué no dijiste nada?

  • Ya te he contado. No sabía cual sería tu reacción si te contaba que me sentía una chica. Y temía que si no te sentaba bien lo fueses contando por ahí.

  • Y por qué no me lo contaste al vernos, el primer día? -pregunté.

  • Mira, Luís -dijo cogiéndome, casi apretando, mi muñeca-, si algo me dolió cuando me marché del barrio fue no contarte la verdad. Supuse que estarías aún furioso conmigo.

  • Sí, la verdad es que en su día me sentó mal, pero yo que sé, pensaba que no habrías tenido tiempo o cualquier otra cosa.

  • No sé -dijo casi arrepentida-, teníamos una amistad muy especial. Me sentí muy mal por no poder volver a verte y tampoco poder contártelo.

  • Bueno, pero ya estamos de nuevo juntos -dije alegre-. Hay que recuperar el tiempo perdido.

La verdad es que la situación era muy extraña. Y no sólo el haberme enterado hacía unos minutos que mi amigo de toda la vida es una mujer atractiva. Mis recuerdos me hacían hablar con Paco, pero a quien estaba hablando era a una bella mujer.

Estuve un rato contando mi vida desde la última vez que nos vimos. Ella me estuvo contando como fue su proceso hasta conseguir ser como es ahora. Conforme iba hablando algunas expresiones sí que me iban resultando más familiares pero al tiempo sus facciones me estaban hipnotizando. Terminé dejando a un lado al amigo y me centré en la mujer que tenía delante. Seguía no obstante notando un poso de tristeza en su expresión. Según me estaba contando cosas la interrumpí:

  • Que te pasa? Me cuentas cosas y te noto como triste.

  • Triste? No, de verdad -respondió-, solo que me sentía muy mal por haberme ido sin decir nada.

  • Por que?

  • Pues no sé, Luís, te recuerdo que unos años antes de irme ya me sentía mujer y tu eras mi mejor amigo, si, pero...

  • Pero que?

  • Que no te veía solo como un amigo, no sé si me entiendes.

  • No, ¿cómo me veías?

  • Pues es muy confuso, tu eras un chico bueno conmigo y teníamos mucha complicidad y a veces me sentía enamorada de ti, otras veces me decía que eso no podía ni debía de ser. Mi punto de vista era el de una chica, recuerda.

  • Vaya! Me dejas que no sé que decir -contesté.

  • Y como puedes imaginar, el dejar de verte sin explicación pues fue duro. Por mí y por el daño que pudiera haberte hecho.

  • Tranquila, mujer -esto último lo dije remarcándolo-, ya te dije que me sentó mal, pero ahora ya está todo arreglado. Ahora podremos seguir viéndonos, si quieres, claro.

  • Claro que quiero, Luís.

Vaya! O sea, que Paco, ahora Paula, estuvo enamorada de mí. Creedme, es una sensación rara. Es decir, de Paula, pues... es alagador viniendo de una mujer que está muy bien. La pena es que era en tiempos de Paco, y eso no, ya que los hombres no me atraen en absoluto. Calibré hasta que punto quedaba algo de eso en ella ahora, aunque supuse que ya no quedaría nada.

Cara B

Poco a poco notaba como Luís me iba hablando como la mujer que soy. Es lógico por otra parte que como en sus recuerdos su amigo era un chico, parte de la conversación la orientara así. Por eso le conté como fue mi transformación, la primera vez que, ya como chica, salí a la calle. Los problemas que tuve, en fin, todas estas cosas que tanto nos cuestan. Me preguntaba que por qué estaba triste. No lo estaba realmente. Más bien estaba preocupada por que lo que un día sentí por un amigo gordito se estaba repitiendo como pequeños flashes ahora, pero por un hombre con un físico muy agradable y cuya expresión me estaba encandilando.

Al final le confesé que en su día estuve enamorada de él. Me temía un poco de rechazo pero no lo tuve en absoluto. Me hablaba súper atento conmigo y estaba encantador. Quién sabe si podríamos retomar esa amistad tan hermosa?

Pasamos a contarnos como habían sido nuestras vidas estos últimos años. Luís, por lo que me contó, estuvo varios años con una chica del barrio de la que supuestamente debía acordarme pero no recordaba. Y es que en aquella época para lo único que miraba a las niñas era para fijarme en qué llevaban puesto.

Estaba tan a gusto hablando con Luís que se nos pasaba el tiempo sin darnos cuenta. En un momento ambos nos acercamos y sentí unas ganas enormes de besarlo. Me armé de valor y le dí un beso en los labios. Él se quedó mudo, mirándome y tras unos segundos se lanzó a besarme a mí. Fueron besos dulces, pausados, cruzando nuestras miradas. Comprendí que lo que estaba pasando era mucho más que la amistad que tuvimos siendo un par de chicos.

Cara A

Seguimos hablando de todo un poco y mis sensaciones bailaban del el viejo amigo a la mujer tan sensual que tenía delante. Quizás estaban asentándose cogiendo lo mejor de cada cosa: Me sentía muy bien hablando con Paula ya que notaba mucha complicidad con ella. Trataba de escrutar que era lo que pasaba por su cabeza. Al contarme que hacía unos años estuvo con un chico supuse que lo que un día sintiese por mi ya se habría olvidado por completo y quedaba la lógica alegría por el reencuentro. Conforme pasaba el tiempo nos íbamos acercando más.

En un momento que me pilló completamente desprevenido me dio un beso. Wow! ¿Qué había pasado? Supe en ese momento qué era lo de las mariposas en el estómago. Estaba preciosa, callada, mirándome como esperando una respuesta mía, que no fue otra que acercarme a ella y besarla, tan suavemente como había hecho ella segundos antes, disfrutando del roce de nuestros labios. E insistí, una y otra vez. Lo que una hora antes era una charla entre viejos amigos ahora era puro sentimiento. Llevé una mano a su cara. Comprobé la suavidad de su piel y como se estremecía con cada beso que nos dábamos. Sus ojos me estaban pidiendo más pero comprendí que, sentados en una mesa de un bar con personas que nos rodeaban, no era el lugar adecuado.

  • Paula, te parece si nos vamos a otro sitio? -le pregunté al oído.

  • Sí, mejor -contestó al tiempo que su mirada hizo que mi imaginación volase.

Abonamos la cuenta y salimos del bar cogidos de la mano. Recorrimos el kilómetro y poco que había hasta mi casa con frecuentes paradas para besarnos. Eran besos pequeños, contenidos, pero que presentían una tormenta posterior.

Llegamos a mi casa y los abrazos y caricias se desataron. Nada más cruzar la puerta de mi casa la cogí de la cintura y la di un beso en el que, esta vez sí, mi lengua se aventuró en el interior de su boca. La suya luchaba por entrar en la mía. Parecía que querríamos quedarnos así hasta la eternidad ya que estuvimos unos cuantos minutos sin apenas movernos mientras nuestras lenguas peleaban.

Avanzamos los escasos cuatro metros que separan la entrada de mi casa de mi dormitorio. Entramos y comencé por despojar a Paula de la chaqueta de su trabajo. Bajo ella estaba la blusa blanca sin cuello, con el logo de la marca, que se ajustaba como un guante a sus curvas. Coloqué mis manos en sus hombros y sin despejar mis ojos de los suyos las fui bajando hasta llegar a sus tetas. Ella los cerró por un instante y suspiró. Aproveché ese momento para juntar nuestros labios. Mientras nuestras lenguas continuaban la pelea mis manos reconocían sus pechos con un tamaño y turgencia exactos, perfectos.

La temperatura iba subiendo por momentos. Cesamos el beso (más bien fue un alto el fuego) y comenzamos a desvestirnos mutuamente. Su ropa interior la hacía mas bella si cabe. Negra y con encajes que resaltaban con su piel blanquecina. Cuando se despojó del sujetador pude ver lo que ya había estado tanteando. Y es que aparte del volumen, sus aureolas pequeñas y un pezón puntiagudo hacían que su pecho, a la vista, resultara perfecto también. Se dejó puesto el culotte que llevaba. Así mismo, yo me dejé el boxer puesto, pero ella se sentó en la cama, frente a mí que seguía en pié y me lo fue bajando suavemente. Mi pene ya hacía un rato que había tomado cierta consistencia. Lo sujetó con una mano y acercando su boca lo besó, lamió y conforme iba creciendo lo metió en su boca. Cerré los ojos y me abandoné a las sensaciones.

Paula engullía mi polla Y su lengua hacía maravillas con ella. Comenzó a moverse alante y atrás. Desde arriba la veía y el rostro de mi amigo Paco comenzaba a evadirse de mi memoria y ser sustituido por la belleza de Paula. Estaba con la mujer mas bella con la que nunca hubiera estado y me estaba proporcionando una felación maravillosa.

Se saco la polla de la boca y con un par de palmadas en la cama me dijo que me echara. Me recosté boca arriba y como un felino saltó sobre mí y de nuevo con su boca siguió con la mamada. Traté de sujetarla la cabeza para marcar el ritmo pero con un gesto suyo separó mis manos. Las sensaciones en mi polla se incrementaban y mi excitación llegaba a niveles que hacían prever que me iba a correr sin remedio. Se lo hice saber pero hizo caso omiso, incluso siguió chupando con más intensidad.

Justo en el micro segundo antes de ese momento en el que sabes que ya no vas a poder evitar correrte sacó su polla de mi boca. Hasta ese momento tenía los ojos cerrados para disfrutar mejor las sensaciones. Los abrí de pronto sin casi saber qué había pasado. Vi la mirada de deseo de Paula, como se ponía a cuatro patas y se bajaba su culotte y me pedía que la follara. Me incorporé y me coloqué tras ella. Coloqué mi capullo en la entrada de su ano. Ella debía haberse dilatado previamente ya que apenas costó esfuerzo que la punta entrara en su cuerpo. A tenor de sus gemidos, tampoco debía de causarla ningún tipo de molestia mis avances.

Sin prisa, pero sin pausa, mi polla entró hasta el final dentro de ella. Le sujeté por la cintura y comencé a moverme. Despacio al principio y un poco más rápido después. Cuando los movimientos eran más ágiles y la excitación de Paula crecía me eché sobre ella y mis manos cogieron sus tetas. La pellizcaba los pezones al ritmo de mis embestidas. Sin palabras nos entendíamos perfectamente y en cada momento sabíamos cuando parar, cuando acelerar. Parecía que habíamos estado follando toda nuestra vida.

Llegó un momento en el que mi excitación crecía y se empezaba a hacer incontenible. Sin decirle nada ella me dijo que me corriera dentro, quería sentir como la llenaba. Fue oír esto y mi libido se disparó. Tardé poco más de un minuto en correrme abundantemente. Ella al notar el calor de mi leche en su interior dio dos espasmos y comenzó a correrse también con jadeos apenas perceptibles, como queriendo poner una sordina a su orgasmo.

Cara B

Besos. Más besos. Vuelta a mis 17 años. Estaba disfrutando lo que en mi adolescencia tanto había deseado. Y me gustaba lo que sentía, mucho. Atrás habían quedado años de dudas, miedos, separación y esfuerzo. Todo lo dí por bueno si a cambio tenía esos besos. Luís seguía siendo aquel chico dulce que en mi adolescencia deseé en secreto.

Como enamorados fuimos caminando hacia su casa, cercana de donde estábamos. Ya dentro, la pasión se disparó. Los inocentes besos de la cafetería o la calle y las miradas de complicidad ahora era un morreo casi infinito y ojos de deseo. Deseaba su cuerpo, tenía que hacer lo que años atrás tanto había deseado y no podía dejar pasar este momento.

Abrazados fuimos hasta su habitación. Nos desnudábamos pero no podía permitir que me viera mi pene. Quién sabe si eso podría matar este momento tan mágico. Cuando tanto él como yo quedamos únicamente con la parte baja de nuestra ropa interior me senté para estar mas cerca de su polla y hacerle una mamada que no olvidase. Le despojé de su bóxer y metí su polla ya morcillona en mi boca. Lamí, chupé, disfrutaba con cada uno de sus pliegues, de cada uno de sus movimientos, de ver como mi boca le estaba llevando a tal excitación. Para ralentizar la experiencia y prolongar el disfrute paré un instante y le hice tumbarse en la cama. Proseguí dándole placer con mi boca hasta que él daba signos de llegar a correrse. Pero no podía permitir que lo hiciera en mi boca. El guion de lo que tantas veces había soñado exigía que me penetrase, que se derramara en mi interior. Saqué su polla de mi boca y me puse sobre la cama. Me bajé el culotte lo justo para que mi ano quedara expuesto ocultando lo que aún me unía con mi pasado como hombre. Necesitaba que me follara y ya me había estado auto dilatando yo para que todo fuera perfecto.

Muy dulcemente fue penetrándome. Quería sentirlo en mi interior y cuando lo tuve todo dentro de mí comenzamos a movernos. Estaba en la gloria. Su fuerza contra mi ano indefenso, pero a diferencia de otros amantes que he tenido sabía que el vigor de Luís iba a darme placer y nada de dolor. Se dejó caer sobre mí y con sus manos amasaba mis tetas. Esto no estaba en mi guion pero fue una más que agradable sorpresa. Me llevó a excitarme mucho y a comenzar a sentir las oleadas de placer que te llevan a un esperado orgasmo. Apreté mi esfínter para aumentar las sensaciones de Luís. En poco rato notaba como su pene se hinchaba y descargaba en mi interior su semen caliente. Fue la gota que colmó el vaso. No pude evitar correrme como jamás lo había hecho y según mi guion, debía ser en silencio, como para no ser descubiertos; cosas de juventud, supongo. Seguimos unos minutos así abrazados mientras el pene de Luís iba perdiendo volumen. Su abrazo me transmitía que lo que habíamos hecho no era algo meramente físico. Había algo más, y no sólo por mi parte.

Nos tumbamos frente a frente en la cama. Luís me besó. Sus ojos estaban diciendo a gritos que quería estar conmigo, estaba segura. Eché mano a su pene ya más flácido. Noté como una mano suya llegaba hasta mi pene y quede expectante por ver su reacción. Lo acariciaba y me besaba en los labios. Cuando se separaron nuestras bocas le oí decir que le gustaba. Yo en ese momento estaba como a mis 17 años, enamorada de Luís, pero con mi sueño cumplido.

Cara A

Tras corrernos me abracé a ella hasta que mi polla perdió consistencia. Nos tumbamos en la cama frente a frente. Nos besamos y sentí que su mano volvía a mi polla. Ya se me había olvidado el pasado de Paula pero caí de pronto y me surgió la curiosidad. Llevé mi mano a su entrepierna. Toque por encima de su culotte que estaba arrugado y húmedo de su corrida. Pude tocar la polla que recordaba de las duchas del instituto. No tuve ninguna sensación extraña ni el más mínimo rechazo. Me agradaba ver el brillo de los ojos de Paula según la tocaba y no podía evitar el besarla.

Me gustaba esa mujer, y se lo hice saber. Me gustaba tanto como para tenerla así en mi cama todos los días. Quería tenerla así. El beso que nos dimos dio por sellado que ambos habíamos encontrado algo que llevábamos buscando hacía tiempo.

Bonus Track - Epílogo

Han pasado ya varios meses. Sobra decir que Paula y Luís son pareja. Quizás es que ambos han querido retomar el hilo de la historia desde la post-adolescencia, en el punto en el que sus trayectorias vitales se separaron y es por esto que a veces parecen un par de jóvenes que acaban de descubrir el amor. El sexo ente ellos se ha abierto a un mundo de descubrimientos para ambos y lo disfrutan cada vez más. Para el entorno de Luís, el pasado de Paula sigue siendo desconocido, pero, mejor así, quizás hubiera quien no lo entendería.

Pero... ¿Qué hubiera pasado en caso de que Paco hubiera contado a su amigo Luis su "problema"? ¿Como habría cambiado su historia?