Reencarnación. (17)

Laura se ve entre al espada y la pared, tras una súbita perdida de control de su vida, o de lo que la rodea, deberá afrontar una decisión que pueda por fin hacerla feliz para siempre, o no.

Reencarnación 17

Es una sensación extraña. No sé muy bien cómo describirla, pero lo noto, es innegable, tangible, real, pero sin forma definida. Como esas veces que quieres recordar algo, una persona, un momento o un lugar, sabes que está escondido en algún rincón de tu cerebro, pero no logras acceder a esa información.

Voy conduciendo en automático, siento el volante sujeto por mis manos, mis pies atrapados en unos elegantes zapatos discretos pisando los pedales, el asiento friccionando con mi largo y recatado vestido negro,  la vibración del coche al avanzar por la carretera en dirección a Madrid, así como el tamborileo a mi lado de los dedos de Carlos en su rodilla, o la forma mecánica con que Celia se alisa el vestido en uno de los asientos de atrás. Y pese a ser consciente de todo eso, estoy ausente, en silencio, desconectada de lo que ocurre a mi alrededor.  Es un estado de trance en el que he caído desde que he llegado a casa de mis suegros, a las afueras.

Hace media hora estaba en una habitación con otras personas, en un salón pomposo recargado de muebles y vitrinas, sentada en una  larga mesa de caoba, coronada  con flores en un jarrón. Tengo que hacer un esfuerzo por recordarlas a todas, los padres de mi marido fallecido presidian la estancia, mi hijo y  su pareja embarazada a un costado,  al otro los padres de ella. Por mi parte quise alejarme todo lo posible de aquella pantomima protocolaria y llena de falsedades, colocándome de pie a unos metros.

En cuanto Carlos decidió decirles a sus abuelos paternos que había dejado preñada a Celia, enseguida pusieron en marcha toda la maquinaria que hace casi veinte años pusieron en práctica conmigo. Para ellos lo más importante era la apariencia y desde el principio quisieron conocer a la chica y a su familia.  En menos de una semana tuve que hacer decenas de llamadas para poder concretar una cita entre todos este sábado.

No es que me sorprendiera lo grandilocuente de la puesta en escena, con la sala impoluta, la alfombra limpia y la cristalería brillante, ni la  cubertería  de plata o la porcelana reluciente del juego de café, que servían unos criados vestidos como si fueran los años treinta. Seguro que han estudiado al milímetro cada aspecto para impresionar a los padres de la chica, y por su reacción de seriedad y amabilidad,  lo han logrado. Al fin y al cabo, la finca en la que viven es de las más lujosas que cualquier bolsillo de este país se pueda permitir. No, no fue la vestimenta de los presentes, casi parecía que fuéramos a una boda, todos con trajes elegantes o vestidos llamativos, peinados perfectos y luciendo las mejores joyas.

Sin embargo, si me he sentido desplazada y ninguneada en todo ese proceso, en ningún momento nadie se ha dirigido a mí directamente, solo comentarios vagos entre ellos, sobre lo mucho que lamentan haber llegado a esta situación, “totalmente evitable si Carlos hubiera estado mejor preparado”. En sí parece un dardo a mi hijo, que bien sabía que no tenía que abrir la boca para nada, era una puya dirigida a mí, como si no hubiera sabido educarlo. ¿Acaso Celia, o sus educadores,  no tienen culpa alguna? Me mordí la lengua y soporté el desprecio de ser ignorada. Eso no cabía que poco a poco, iba perdiendo peso lo que yo opinaba al respecto de todo, y aún  menos les interesaba saber la opinión de los futuros padres.

Y digo “futuros padres” porque ya no hay vuelta atrás. Pese a que ellos querían abortar, las presiones de unos y otros han dilatado la posibilidad hasta que han pasado ya quince semanas, legalmente en este país ya no pueden optar por esa opción, a menos que el feto presente defectos que pongan en riesgo la vida de la madre, o de sí mismo, antes de la semana veintidós. Es algo que se evidencia en la cara de los adolescentes, cada día que pasa son más conscientes de que viene un bebé y no pueden hacer nada para evitarlo.

Casi me paso el desvío para entrar a Madrid, aunque logro tomarlo y avanzar por la enorme avenida de la castellana, que prácticamente divide en dos la ciudad de norte a sur. Es parte de esa sensación de pérdida de control de la que no puedo desprenderme. Los padres de ella ya hablaban de planes para el bebé, mientras que mis suegros pedían al cielo que fuera un niño para llamarlo Luis, como a su fallecido hijo. Entre café y pastas, se contaban historias de sus propios embarazos alegremente y se debatían ya a qué colegio mandarlo…Algo a lo que les he puesto fin en cuanto han empezado a presionar a los chicos sobre dónde iban a vivir,  o con quien. No puedo culparles por estar asustados, pero me sorprende que el valiente y seguro de mi hijo Carlos no haga nada, salvo asentir a todo lo que le proponen.

Se me ha hecho muy duro, pero tras varias semanas de desgaste y discusiones con muchas personas, no me sentía con fuerzas para más altercados. Y más, cuando Javier no ha podido estar a mi lado, por obvios motivos. El principal era no sumar a la, ya de por sí difícil ecuación, el componente de que mi pareja tenga la misma edad que los adolecentes allí presentes. Es que estoy segura de que no hubiera tolerado la escena ni cinco minutos. Hasta a mí, ya acostumbrada a las sobrecargadas reuniones familiares, se me ha hecho muy complicado tragarme la bola de cursilería y catolicismo retrogrado que se respiraba en el aire.

-CARLOS: Vamos mamá, que está el semáforo en verde…

-YO: Sí, perdona.

Sacudo la cabeza aturdida, continúo la marcha repasando en mi cabeza las mil conversaciones que creo que debiera de haber tenido, haber saltado a algunas de esas puyas,  lograr imponer algo de mi criterio, o como poco, que el de Celia se lograra escuchar en las más de tres horas que ha durado la reunión. La pobre está tan saturada que es una autómata, hace lo que le dicen y punto.

Me centro en prestar atención  la carretera el tramo final, cuando aparco en el parking, apoyo la nuca en el reposacabezas y dejo salir una gran bocanada de aire, dando gracias por haber llegado sin percance alguno. Carlos sale disparado farfullando lo lenta que soy conduciendo, mientras que Celia posa su delicada mano en mi hombro y me da las gracias, recordándome el tono y timbre de su voz, el cual, hacía bastante que no escuchaba.

Subimos a casa en el ascensor, en silencio, como si tuviéramos miedo de que todavía pudieran escucharnos los de aquella sala.  Una vez entramos, acompaño a la embarazada algo mareada, a la cocina, donde se sienta sujetándose el vientre notando ya molestias normales para su estado. La doy un vaso de agua mientras me preparo un café bien cargado, necesito un chute de cafeína para espabilarme.  Mi hijo se va a su cuarto donde se le oye poner música y supongo que se desviste ara ponerse más cómodo.

-YO: ¿Te encuentras mejor? – le pregunto a la chiquilla cruzando los  brazos, apoyando la cadera en la encimera.

-CELIA: Sí, gracias.

-YO: ¿Qué te ha parecido la reunión?

-CELIA: Bien…no sé.

-YO: Hija mía, que no soy ellos, conmigo puedes hablar con libertad. – logros sacarla media sonrisa apagada.

-CELIA: Es que…son muy estirados…-al verme reír se le quitan los miedos- …Carlos me había dicho que eran ricos, pero es que parecía que iba a entrar el presidente del país en cualquier momento.

-YO: Siempre les ha gustado la puesta en escena,  querían impresionar.

-CELIA: A mis padres les han caído bien.

-YO: Sí, algo me decía que iban a congeniar…será por la edad…

-CELIA: Me alegro por ello, para mí es importante que la familia se lleve bien.

-YO: Lo sé, si no, no hubieras seguido adelante con el embarazo. –agacha la cabeza.

-CELIA: Se que querías que abortara…

-YO: No, Celia, yo no quería que abortaras, querías que decidieras tú…y al final has tomado la dedición presionada por tus padres.

-CELIA: Ya viste como se pudieron,  por más que traté de hablar con ellos, no me dieron opción.

Suspiro callándome que sí que tenia opciones, pero la mayoría terminarían con ella distanciándose de su familia. Y eso es algo que no puedo juzgar, ni bien ni mal. Una cosa es lo que yo hubiera hecho y otra lo que ella quiera hacer. Que el precio que deba pagar por mantener a sus padres en su vida sea un embarazo no deseado,  me parecerá injusto, pero quien decidió pagarlo fue ella.

-YO: ¿Quieres algo más?

-CELIA: No gracias, en cuanto se me pase un poco me voy  con Carlos a dar una vuelta y cenar.

-YO: Vale, yo me voy a cambiar.

Acaricio su cabeza antes de marcharme a mi cuarto y quitarme el vestido, que bien podría llevar en una recepción de una embajada. Al sacarme lo zapatos exhalo de gusto y me quito el juego de pendientes y gargantilla de oro que me regalaron mis suegros, al poco de casarme con su hijo.

No quiero darle muchas vueltas al hecho de que Carlos vaya a salir con Celia a cenar, no se me ha pasado por alto el sobre que le ha dado su abuelo a mi hijo, en una charla  aparte que han tenido unos minutos. No van a permitir que su “ojito derecho” vaya con calderilla por el  mundo teniendo una mujer embarazada a su cargo, así que le habrán dado una cuantiosa cantidad de dinero, o una tarjeta de crédito con fondos suficientes para todo lo que necesite. En el fondo me da la sensación de que la actitud sumisa y displicente de Carlos es sólo una estrategia para sacarles todo lo posible a sus adinerados abuelos.

Me quito el sujetador  y poniéndome un camisón, me dejo caer sobre la cama, con los brazos estirados y resoplando. Más que relajarme, la sensación que tengo es de ir retomando mi propia identidad, poco a poco dejo atrás la fachada llena de apariencias, para ser la mujer del día a día, la que, a base de sufrimiento, está logrando sacar todo adelante.  Bueno, eso es injusto, gran parte de  mi fortaleza se la debo a Javier, que pese a todos los inconvenientes posibles, es capaz de seguir haciéndome feliz a cada momento.

Eso me recuerda que hace casi cuatro horas que ni siquiera nos mandamos mensajes. Pensándolo, creo que salvo cuando dormimos, es el máximo tiempo que hemos estado sin hablarnos desde que empezáramos a ser pareja. Rápida y sedienta de saber de él, saco el móvil del bolso, leyendo casi una docena de mensajes suyos, desde los últimos deseándome suerte para la reunión, hasta un video de él  y Thor, en el que me nombra y el perro se gira como loco buscándome. No puedo evitar sonreír  y de inmediato le llamo.

-JAVIER: Hola, preciosa mía.

-YO: Dios, echaba de menos tu voz.

-JAVIER: Y yo la tuya. ¿Has salido ya de su casa?

-YO: Sí, hace ya un rato,  estoy en casa.

-JAVIER: Ah ¿Y qué tal fue?

-YO: Un asco, todos parecen encantados con la idea del bebé, menos Celia. Y a mí ni me han hecho caso.

-JAVIER: Ya me habías dicho que sería algo así.

-YO: Lo sé, pero aún así…en fin, ya ha pasado lo peor. ¿Y tú qué tal?

-JAVIER: Mal, estoy terminando un trabajo para la universidad y me queda bastante todavía.

-YO: ¿Aún? ¿No lo ibas  hacer esta tarde?

-JAVIER:   Sí, pero se ha puesto de baja un compañero y me he tenido que quedar unas horas más en el supermercado.- resoplo agotada.

-YO: No me gusta que tuvieras que buscar un trabajo.

-JAVIER: Ya, lo has dejado claro muchas veces – dice con retintín- pero mi familia no puede pagármelo todo, así al menos les quito al carga de mi habitación en el piso de estudiantes y tengo algo más de dinero para mí.

-YO: Te quita mucho tiempo…

-JAVIER: Son solo unas horas al día, tampoco me supone mucho para los estudios…

-YO: ¿Y tiempo para mí? – se ríe a carcajadas.

-JAVIER: Te quejarás de lo de anoche…

-YO: ¿Anoche? No me acuerdo de nada.-el tono travieso le hace sonreír.

-JAVIER: ¿Ah no? ¿De nada? ¿De las dos horas de paseo? ¿Ni de la cena juntos, viendo una película?

-YO: No me suena…

-JAVIER: ¿Ni de los tres polvos que nos pegamos después? Venga…si mojaste toda mi cama que hasta tuve que cambiar las sabanas….- me muerdo el labio de recordarlo.

-YO: No es culpa mía que te quedaras sólo en el piso…teníamos que aprovecharlo.

-JAVIER: Ahhhhh, sí que te acuerdas entonces.

-YO: Un poco.

-JAVIER: Quizá deba ir a recordártelo.

-YO: ¿No tienes que terminar el trabajo ese?

JAVIER: En un par de horas lo acabo.

-YO: Pues Carlos y Celia se van a cenar fuera…

-JAVIER: Genial, me avisas cuando se vayan a ir, yo llevo algo de cena y así te refresco la memoria. – cierro el puño contenta.

-YO: Vale, mi galán.

-JAVIER: Te quiero.

-YO: Y yo a ti.

Al colgar, me descubro como una adolescente, tumbada boca abajo en la cama, con los codos apoyados bajo mi cuerpo, las piernas dobladas y entrelazando los tobillos,   alegre y risueña. A estas alturas no me sorprende compórtame como una niña con su primer novio con él, ni la felicidad que me trasmite el mero hecho de saber que vamos a pasar unas horas juntos.  Me limito a disfrutarlo y dejarme de razonamientos.

Ruedo por el colchón hasta quedar boca arriba, estirando mi cuerpo al máximo unos segundos antes de destensar los músculos completamente, dejándome llevar por la acolchada sensación de ingravidez. Es reconfortante aunque no me permito demasiado relax,  a los poco minutos me pongo en marcha.

La reunión se ha alargado y tengo que poner una lavadora y recoger la cocina. Celia, que  está en el cuarto con mi hijo,  pasa bastante más tiempo en mi casa que antes, no me importa demasiado pero es una persona más en la casa,  eso lleva más trabajo. La pobre se da cuenta y quiere ayudarme, pero entre que es una adolescente que no sabe ni tender bien y que a menudo se encuentra indispuesta, no dejo que me ayude. En cambio  estoy tratando que Carlos asuma muchas más tareas, y con la baza del embarazo, logro que hasta barra y friegue la casa “para ir tomando responsabilidades.”

En menos de una hora ya tengo todo hecho y me voy directa a la ducha a quitarme la sensación de sudor tras las tareas y el calor que aún aprieta  a finales de septiembre. Me siento mejor bajo el agua tibia, logro no pensar en nada un buen rato hasta que mis dedos se arrugan por la humedad. Salgo y me seco con mimo, cepillándome el cabello para dejarlo liso y desenredado. Escojo un tanga rojo muy sexy y me coloco picardías más sensual todavía, granate de satén y encaje negro en el pecho.

Me pongo por encima una bata negra más grande, cubriéndome, ya que no quiero discusiones ni miradas reprobatorias de mi hijo si me ve con ello puesto.  Salgo al salón  me siento a ver la televisión un rato para relajarme. Una vez terminadas todas mis tareas agradezco que algún programa o película me distraiga de todos mis pensamientos. También aprovecho para escribirme con alguna amiga, que dicen extrañarme. Es normal, tras todo el frenesí de este último mes apenas he acudido al gimnasio y aún menos he quedado con nadie de mi círculo social.

Pasada una hora larga, al fin escucho ruidos por el pasillo, ya temía que al final no fueran a salir mi hijo con Celia a cenar y me fastidiaran el plan con Javier. Al poco, la joven embarazada aparece por el salón ya preparada y con una chaqueta holgada por los hombros, casi de inmediato, Carlos la rodea, ya cambiado con vaqueros y un polo blanco.

-CARLOS: Nos vamos a cenar.

-YO: Está bien. ¿A qué hora volveréis? – trato de que no se note que es un pregunta intencionada.

-CARLOS: No sé…-se gira a mirar a Celia- …depende de cómo se encuentre ella, me agobio en esta casa ya, quiero salir.

-CELIA: Si, a mí también me apetece.

Es casi tierno verla sonreír cuando él la toma de la mano. Carlos tiene muy pocos gestos de cariño hacia ella, al menos ante mí,  cuando los hace, provoca una reacción en la sonrisa de la joven, que parece ilusionarse con sentir que tiene un novio de verdad,  no un niñato engreído que la dejó embarazada.

-YO: Pasadlo bien y tened cuidado.

-CARLOS: Que sí, pesada…

-CELIA: Hasta luego. – dice despidiéndose, arrastrada por la fuerza de Carlos, que tira de ella hay hacía el pasillo.

En el fondo me da pena, no puedo evitarlo, siento lastima por esa chiquilla, pese a que todo lo que la ha pasado es por su mala cabeza y es responsabilidad de sus propias decisiones, como Carlos,  se me encoge el alma cuando la miro a los ojos y veo el pavor que tiene escondido en ellos. Quiero ser cruel y me digo que tiene lo que se merece, que se joda y que hubiera tenido más cuidado, pero en realidad no me sale ser así.

Sacudo la cabeza y alejo más pensamientos lúgubres, cojo el móvil y le mando un mensaje claro a Javier, “Ya se han ido, ven ya. ” No es muy sutil pero tras la reunión el cuerpo me pide un deshago, una vía de escape, y la he encontrado en mi pareja, un joven universitario, con trabajo, con una madurez no acorde a su edad y que para remate folla de vicio. Recibo un “Ya voy de camino” en pocos segundos y me muerdo el labio contenta y excitada. Es tan extraño que la mera idea de saber que viene a mi casa, humedezca mi ropa interior.

Me paso los siguientes veinte minutos imaginándome mil escenarios posibles. Le pienso poner las cosas fáciles y recibirle con el picardías, a partir de ahí todas la elucubraciones que pueda hacer son en balde, llegará cierto punto en que tomará el control y me hará lo que quiera, y es eso mismo lo que adoro de él, que ya podemos quedarnos abrazos sin más, o hacer el amor como locos, que consigue marcar el tempo, que me seduzca la idea, hasta hacerme feliz.

Cuando suena el timbre, acudo al trote a la puerta, ni siquiera escucho por el telefonillo, abro sin más y me quito la bata, dejándola en mi habitación, esperando en mitad del pasillo con mi mirada más sensual, mi sonrisa más amplia, colocándome el pelo sobre un hombro y queriendo ser la cosa más sexy que pueda encontrarse cuando me vea. El sonido de las pisadas subiendo las escaleras hace que mi corazón se acelere,  la lentitud con que asoma la cabeza por el marco, me exaspera.

-YO: Pasa, ya estamos solos. –apremio.

-JAVIER: Hola, precios…

Al entrar y clavar los ojos en mí, se queda sin habla, su media sonrisa sale a relucir y la forma con la que arquea las cejas me dice que le acabo de fascinar. Es tan intensa la forma en que me mira,  que me ruboriza y río nerviosa. Casi puedo escuchar cómo en su mente me silba, como haría un vulgar obrero al ver pasar a una modelo en lencería. Tras cerrar la puerta, me lanzo a sus brazos, rodeando su nuca con mis manos, plantándole un beso de bienvenida que le deja sin aire. Me rodea con uno de sus antebrazos por la cintura, apretándome contra su enorme tórax, saboreando mis labios como si llevara eones sin probarlos.

Puede que mi precepción también esté alterada, pero le encentro brutalmente atractivo hoy. Se ha cuidado más  de lo habitual, su peinado me lo dice,  se ha arreglado la barba, dejándole un rostro hermoso. Aparte, va vestido con unos vaqueros rotos y una chupa de cuero que compramos juntos cuando recibió su primer sueldo, con una camiseta roja debajo. Su nariz ladeada roza mi mejilla con cada beso suave, siento su manos resbalar por el satén en la zona lumbar y sé que no me sujeta con el otro brazo porque lleva una bolsa de comida china sujeta.

-JAVIER: Estás preciosa, mucho.

-YO: Tú también.

-JAVIER: Me gusta cómo me queda la ropa nueva, gracias por ayudarme a elegirla.

-YO: De nada. – cierro el momento con un corto beso que corresponde con su hociqueo cariñoso.

-JAVIER: Vamos a la cocina a dejar esto.

Sin previo aviso, aprieta con su brazo mi cintura y tira de mí, que de un salto rodeo su cadera con mis piernas, sujeta a sus hombros con las manos. Me salen carcajadas por la sorpresa, pero en realidad me impresiona la capacidad física de cargarme como si nada, sujetando la bolsa, y darme la completa seguridad de que no corro ningún riesgo, no en sus brazos.

Al llegar a la encimera, besa mi cuello inspirando la fragancia que adora de mí, antes de dejarme bajar al suelo. Una vez allí, me da un fuerte cachete en una nalga, al descubierto, ya que el picardías es tan corto que ya lo tenía por el vientre. Me  lo coloco un poco para no provocar que empecemos nada antes de cenar, estoy famélica ya que se me había cerrado el estómago al saber que tendría la reunión con mis suegros.

De forma metódica y casi en silencio, salvo por alguna frase insulsa sobre su trabajo o mi hijo, vamos sacando la comida de la bolsa, poniéndola en platos y llevándolos al salón, dejándolos sobre la mesa baja entre el sofá y la televisión. Mientras él se quita la chupa, colocándola doblada sobre un silla, y se  sienta, yo voy a  por las bebidas. Al regresar me toma de la cintura y tira de mí hasta sentarme en su regazo, rodeándome el ombligo con sus manos y besuqueándome la parte alta de la espalda.

-JAVIER: Qué suerte tengo contigo.

-YO: Calla bobo…no empieces, que quiero cenar tranquila. –mordisquea suavemente mi hombro, antes de soltarme.

-JAVIER: Dios, y yo, entre el turno en el supermercado y el trabajo de la universidad, no recuerdo ni si he comido algo.

Me siento a su lado, dándole un rápido beso en los labios, queriendo agradecerle la concesión. Estoy segura de que desea abrirme de piernas y follarme allí mismo. Por suerte tenemos unas horas antes de que Carlos y Celia regresen, si es que ella no se va a casa de sus padres. Prefiero empezar pausados la noche, e ir aumentando el nivel.

Degustamos unos rollitos de primavera con salsa agridulce, antes de servirnos arroz frito y el pato laqueado que nos encanta. Pruebo el  pollo al limón que pide Javier siempre, mientras que devoro la ternera con bambú y setas. Para cuando me siento llena, aún queda un poco de todo y Javier continúa comiendo algo más, antes de rendirse. No me deja ayudarle a recoger y me quedo sentada viendo el final de una comedia que ponen en la televisión mientras cenábamos.

Antes de que regrese, voy al baño a asearme y al volver al sofá, Javier ya está sentado en un extremo. Me siento de lado y estiro las piernas para dejar los pies encima de su regazo, lo que él entiende perfectamente y sus manos empiezan a masajear desde mi talón hasta el espacio entre los dedos.

-JAVIER: Bueno ¿Y en la reunión que han dicho al final?

-YO: De todo y de nada. Pensaba que se le sentaría peor que Carlos vaya a tener un  bebé, pero están encantados de la vida.

-JAVIER: ¿Y Celia que les parece?

-YO: Sinceramente, no creo ni que la hayan mirado dos veces, y como no habla pues tampoco pueden haber deducido mucho de ella.

-JAVIER: Estaría asustada.

-YO: Lo está desde hace mucho, pero como no espabile, la van a dirigir como una marioneta.

-JAVIER: Tal vez es lo que quiere, que la digan lo que hacer, así no toma decisiones y se libra de tener que decidir ella.

-YO: Puede ser…

-JAVIER: ¿Y Carlos? – me froto las sienes.

-YO: Como siempre, pero ya le habrá sacado algo a sus abuelos, parecía contento al regresar.

-JAVIER: ¿Qué te ha dicho al saber que venía a verte? –mi silencio es suficiente para que deje de masajearme los pies – no se lo has dicho.

-YO: Es que no iba a servir de nada, para tener otra discusión más...y no tengo humor para ello.

-JAVIER: Lo entiendo, pero me fastidia tener que andar a escondidas con mi pareja. – es un peso que le obligo a cargar y no es justo.

-YO: Sé que es muy duro para ti,  te estoy muy agradecida por cómo llevas todo esto.

-JAVIER: No quiero que me des las gracias por ello -niega con la cabeza- soy tu novio y creo que es lo correcto, pero lo que yo quiero es poder ir y venir sin tener que andar pendiente de terceras personas.

-YO: Lo siento, pero eso es imposible mientras Carlos no acepte lo nuestro.

-JAVIER: ¿Y para cuando será eso?- de nuevo, silencio, no tengo una respuesta que darle.

Recojo las piernas y me pongo de rodillas a su lado, tomo su cara y clavo mis ojos en los suyos, queriendo trasmitirle todo el amor que siento por él. Pese a su precoz madurez, le noto en su expresión un gesto de hastío por la situación, hemos luchado y sacrificado mucho para que tras varios meses seguíamos en la misma situación que al principio.

-YO: Te quiero, eso lo sabes, al igual que yo sé que me quieres…pero es mi hijo y aunque me amargue la vida, tengo una responsabilidad para con él.

-JAVIER: Ya tiene una edad, lo has criado lo mejor que has podido, pero a estas alturas…no vas a cambiarle Laura, ni lo hará por él mismo – suspiro -  No soy quién para decirte lo que debes hacer, pero si te diré que ya no es un niño, aquello  se terminó,  el cariño y afecto que él pudiera tenerte se ha evaporado,  lo hizo en cuanto dejo de respetarte y en cuando empezó tomar sus propias decisiones…ya no tienes que ser la responsable de él, ni Carlos quiere que lo seas.

-YO: Eso no cambia que siga siendo mi hijo.

-JAVIER: No digo que deba dejar de serlo, pero sí que dejes de tratarle como a un niño, de perdonarle todo y salir en su rescate siempre. – no grita, pero su tono de voz aumenta y es firme.

-YO: Por ahora no estoy preparada.

-JAVIER: ¿Y qué esperas que haga yo? ¿Esconderme de él?

-YO: Solo te pido más paciencia, es injusto y entiendo que no te guste, pero encontraré la manera…

-JAVIER: No hay manera de que Carlos me acepte. – le beso, porque no tengo argumento que darle.

Me abrazo su pecho y me recuesto, él rodea mi cuerpo con su brazo y me acuna en su torso, hasta encontrar la forma perfecta de encajar, de sentir la conexión real que hay entre nosotros, esa que nos clama, nos relaja  nos eleva a nuestra mejor versión. Siento sus barbilla rozar mi cabello, quedándose entrelazado algún cabello con su barba, casi peinándome, demostrándome que pese a lo que él peines, me ama,  me cuidará hasta donde pueda soportarlo. Espero que no sea demasiado tarde para entonces.

No soy capaz de medir el tiempo que pasamos así, podrían ser segundos u horas, pero necesito tranquilizarme, puede que sea la primera pelea que tenemos como pareja,  la verdad es que temía que llegara este momento. Desde el principio quise evitarlo, pero al final me he dado cuenta. Es imposible, mi hijo jamás entenderá mi relación con Javier y eso es algo que va a erosionar nuestra relación, poco a poco, este dialogo tenso pasará a ser una charla, luego varias, después enfados, separaciones….al final la magia y lo bien que estamos juntos desaparecerá, seremos dos extraños que sólo se miran con desprecio, esperando  que el otro diga algo para empezar a discutir.

Al comprenderlo, la simple idea de llegar a ese punto empieza a asustarme, noto un calor creciendo en mi pecho, mis manos  se agitan y antes de echarme a llorar, me alejo, suelto el torso de mi pareja. Algo confundida me sujeto la cabeza y cuando las manos de mi novio tratan de sujetarme las aparto, saliendo disparada a mi cuarto, directa a mi baño. Enciendo la luz y abro el grifo, echándome agua en la cara, tratando de calmar la sensación de tener la piel hirviendo. Me sujeto a la pila y trato de mantenerme firme, tengo la sensación de que si me suelto, terminaré cayendo al suelo. Me falta el aire y me concentro en pausar la respiraciones, algo complicado debido a que carezco control sobre ella.

Cuando creo que mi corazón está a punto de salir por la boca, noto unas manos firmes y rápidas rodeándome el vientre. Javier se pega a mi espalda y logra mantenme en pie. Aprieto los labios, gimoteando como un animal triste y abandonado, pero la sensación de su cuerpo envolviéndome frena en seco el descenso en caída libre en el que había entrado. Su barba rozando mi hombro, su respiración en mi mejilla, sus dedos apretando mi estómago, el apoyo en mi espalda de su pecho y su cadera pegada a mí.  Lentamente  voy encontrándome mejor, mi diafragma deja de bailar swing  dentro de mi caja torácica, el calor va remitiendo hasta desparecer y dejo de escuchar mis propios latidos al ritmo de un tambor de guerra.

-JAVIER: Laura, perdóname, no quería que te pusieras así.

-YO: Yo…no…no es culpa tuya. – recuperar mi tono de voz de resulta difícil.

-JAVGIER: Si lo es, cuando supe que te amaba, y que tú me amabas, acepté las consecuencias. Ahora te estaba presionado.

-YO: Si, pero sigue…sigue sin ser culpa tuya.

-JAVIER: No lo entiendo. – me cuesta soltar la pila, como si tuviera las manos pegadas a la loza, pero logro acariciar sus antebrazos en mi vientre. Ladeo la cabeza hasta poder mirarnos a los ojos.

-YO: Quieres ser mi pareja,  yo quiero ser la tuya, sin peros…no quiero que tengamos que escondernos ni pretendo que sigas así para  siempre, siendo ninguneado por Carlos como hace conmigo. No puedo reprocharte que quieras una relación real y no un juego de adolescentes escondiéndose de “papá”.

-JAVIER: ¿Entonces, por qué te has puesto así?

-YO: Porque no quiero discutir contigo, eres lo único bueno que tengo ahora mismo,  si empezamos a reprocharnos cosas, esto va a terminar mal.

-JAVIER: No puede ser perfecto siempre, habrá veces que no coincidamos en algo. – su tono irónico me saca una sonrisa leve.

-YO: Claro que no, pero mientras podamos ser felices juntos, y si seguimos así nunca lo seremos, no de forma plena.

-JAVIER: ¿Y qué podemos hacer para evitar estropearlo?

-YO: Tú nada, eres perfecto tal y como eres, soy yo, soy la que debe hacer algo.

-JAVIER: ¿El qué?

-YO: Cuando lo sepa, te lo haré saber. – alzo mi mano, acaricio su cara y busco sus labios, los cuales me reciben con cariño.

-JAVIER: Te quiero.

-YO: Dios, y yo a ti. No sabes cuánto.

Su beso, aunque tierno, es más largo y generoso que el mío. Quiero convencerme de que no me preocupe por él, que sigue amándome como siempre,  que lamenta haberme provocado un ataque de nervios. Es increíble todo lo que puedes averiguar de los labios de alguien, pero sólo si son los adecuados. No gastaré más saliva en intentar convencerle de que no hizo nada malo, ambos somos iguales, y nos echaremos la culpa a nosotros mismos de todas formas.

-JAVIER: ¿Quieres que me vaya?

-YO: No. – tiro de él para que vuelva a pegarse a mí el medio centímetro que se había separado.

-JAVIER: Preciosa mía –susurra a mi oído – si me quedo, no respondo de lo que vaya a hacerte.

-YO: ¿Qué me harás?

-JAVIER: De todo- el tono de su voz baja varios graves, sus labios se acercan a mi oído – haré que te corras, todas las veces que pueda, antes de desfallecer. –una corriente eléctrica sexual me atraviesa el cuerpo cuando besa el lóbulo de mi oreja.

-YO: Si te ves capaz…

Al echar la cintura hacia atrás, noto su miembro en reposo,  alzo el trasero para frotarme contra él, lo que provoca un rugido de su garganta, que reverbera hasta mi sexo.  Ya no hay vuelta atrás, los dos lo sabemos y en realidad, lo estamos deseando.

Una de sus manos desciende de mi vientre hasta rozar la fina tela de mi tanga, la otra asciende cerrándose sobre uno  de mis senos, que sin sujetador, es amasado hasta alcanzar la cima, donde sus dedos retuercen el pezón. Cuando termina sujetando mi vulva ente mis piernas, me aferro al bajo de su camiseta arqueando la espalda y jadeando al sentir sus caricias. De nada sirve resistirse, su boca descienda a mi cuello y lo que parecía una serie de besos suaves, adquieren más intensidad, llegando a mi yugular y aferrándose a ella como si fuera un vampiro.

La forma en que mi trasero se restriega contra su paquete, ya abultado, es grotesca y burda, lo que busco no es hacer el amor, ni el buen sexo que suele darme. Tras  entender que quien debe cambiar soy yo, o todo se irá a pique, mi mente me pide una prueba de que esto es real, de que no es solo una locura pasajera, un amorío de viuda desesperada, o la confusión por su extraño parecido con mi fallecido marido. Voy  a llevarnos al límite para intentar diferenciar entre pasión y amor, si es que ralamente existe esa barrera.

No es algo emocional, no es amor ni es una muestra de cariño. Ahora mismo somos sólo carne, una mujer y un hombre deseando al otro, una muestra visceral y primaria de deseo sexual, algo imparable y solo saciable tras varias horas de intenso esfuerzo físico. Eso es lo que necesitamos ¡Y qué diablos! Dicen que el sexo tras una discusión suele ser el mejor.

Su mano aprieta mi vulva y noto cómo se humedecen sus dedos a través de la escasa tela de mi prenda intima, es algo que le encanta, saber que me excita de esa manera. Acaricia de forma ovalada hasta palpar la separación entre mis labios mayores,  entonces tira hacia arriba para presionar justo en mi clítoris. Al alzar la vista nos veo reflejados en el espejo,  observo en  primer plano cómo me toca, cómo me va despojando de todo pudor o prejuicio, hasta que ya sólo queda lujuria y lascivia.  Ha captado mi idea, y el brillo de sus ojos me dicen  que le gusta.

De un fuerte tirón, me gira sobre mí misma, se aferra a mi trasero y aprieta tan fuerte que asciendo hasta su boca, la cual devoro sin miramientos, no hay tiempo ni ganas para la dulzura,  está excluida de lo que va a pasar. Su lengua se ve sobrepasada por la invasión de la mía y antes de que pueda coger aire, tiro de su camiseta sacándosela de un solo gesto.

Me tomo un segundo para admirar la maravilla de tórax de ese joven, hinchado, poderoso, viril. Recorro los pliegues de sus costillas y sus pectorales con mis dedos, hasta llegar a su cuello, el cual agarro fuerte paro hacer descender su gran cabeza y volver a besarnos. Somos puro fuego y en menos de unos segundos tira de mis glúteos para montarme encima de él. Ni siquiera soy consciente de haber dejado el baño atrás cuando noto que nos inclinamos. Me deja caer boca arriba sobre la cama, con él encima, recorriendo mi cuerpo con sus labios.

Se dedica a saborear mi piel, la punta de su lengua acaricia mis clavículas antes de dar un beso sobre esa zona, luego desciende, apretando con sus manos los pechos por dentro del picardías, recorriendo el escote y saltándose el satén para llegar a los costados o el  vientre. Con los dientes tira de mi tanga, al notar como inspira el aroma de mi sexo, siento un escalofrío que me sube por la columna vertebral,  su nariz roza la cara interna de mis muslos, y aunque me encante, no  voy a dejarle tratarme como siempre. Antes de que prosiga con su estudiado ritual, me abro completamente,  exponiéndome a sus deseos.

Casi alzo la cadera para sacarme la ropa intima, pero toma de mis rodillas doblándolas hasta mi pecho, aparta el tanga a un lado y de forma animal lame y chupa mis labios mayores. La sensación es distinta a otras, no sé muy bien el porqué, pero no me desagrada ese ligero aire violento. Cómo podría cuando su lengua se abre paso y al encontrar la entrad a  mi cuerpo succiona de un forma maravillosa, que en obliga a estirar el cuello y gemir de placer. Uno de sus dedos me acaricia por fuera, resbalando y separando mis pliegues más íntimos, hasta que encuentra el hueco y me penetra con él, presionando justo un punto que hace que todo mi cuerpo sienta un hormigueo.

Su índice juega dentro de mí mientras sus labios ascienden a mi clítoris, hinchado y sobresaliendo, al que  le dedica unos segundos de suavidad, cosa que agradezco, antes de lamerlo. No soporto mucho antes de rodear su cabeza con mis muslos,  a él parece no importarle y se arrodilla en el suelo para seguir hundiendo su rostro, pero ahora su otra mano sube hasta mis senos, apretándolos de la forma en que más me gusta.

Tengo que sujetarme a  las sábanas  cuando descubro que mi sexo  vibra, es una locura pero estoy a punto de correrme y acabamos de empezar. Me conoce y las leves contracciones le avisan, lo que provoca que me folle con su dedo, sin dejar de presionar ese punto mágico y su lengua se da un festín con todos los fluidos que salen de mí. Mis muslos tiemblan y  ya estoy gritando como una loca, con mi cuerpo retorciéndose bajo su dominio, el cual ejerce sujetándome de un seno y sin dejar de presionar mi vulva.

-YO: ¡Diossssssss!- jadeo tras cada pequeña explosión.

Mis manos se alzan como ganchos a sus hombros cuando la efervescencia de mi piel  cede in poco,  tiro de su cuerpo para hacerle subir y  su media sonrisa corona lo excitante del momento. Nos besamos como aumenticos  locos,  al sentir como su rodilla roza mi sexo, muerdo su labio inferior  de pura pasión, haciéndole daño.  Ha sido una vendaval y por mal que suene, quiero más, ir hasta el final de lo que sea esto,  no voy a dejar que se calmen las cosas.

De un giro quedo encima de él, a horcajadas, froto mi pelvis contra su notable erección encerrada en los vaqueros, que no tardan en ser desabrochados, junto con su cinturón. No pierdo el tiempo en sutilezas caigo entre sus piernas tirando de sus pantalones y bóxer, dejándoselos por los tobillos. Quiere incorporarse pero le empujo, dejándole tumbado y aunque puede mirarme, los ojos traviesos que ve en mí le hacen obedecerme.

Tomo su miembro, que descansaba duro sobre su abdomen, lo aprieto con ambas manos y hago resbalar la piel y me fijo en el  glande, que  parece a punto de estallar. Empiezo una fuete masturbación, siguiendo el guion marcado, desciendo  sus a sus testículos, donde los chupo y lamo con energía, voy subiendo por el tronco de su sexo, el cual se ladea para darme paso. Llego a la punta, la la introduzco entera en mi boca chupándola y dejando que mi lengua recorra el frenillo.

-JAVIER: uf….Laura…como me pones.

Escucharle bufar como un rinoceronte me enciende más aún. Para no saber casi nada del sexo oral hace poco, me resulta gratificante ser capaz de sacarle expresiones y gemidos de gusto. Tras lo cual, trato de meterme toda la cantidad del miembro que puedo, antes de sentir arcadas. Su mano se posa en mi cabeza, pero no me empuja ni me guía, parece sólo querer sentirme. Tras varios intentos, saco su glande de mi boca y observo un brillo de saliva recorriendo su piel, ya está preparado para penetrarme y estoy desenado ver dónde termina esto.

Sujeto el tanga para que cuando me alzo sobre la cama salga por mis pies. Monto a horcadas de nuevo a Javier, ya noto el calor de nuestros sexos buscándose, él aprovecha para sujetarme de la nuca y no separarme de él hasta que casi nos ahogamos en un beso que no parecía tener fin.  Sujeta los finos tirantes de mi picardías, haciéndolo descender a mi cintura, tras lo cual se aferra mis pechos, aprontándolos con cada ida y venida de mi cuerpo, logrando cerrar su boca sobre mis aureolas haciendo cirulos con su lengua antes de chupar los pezones, duros y salidos, apetecibles.

Una de sus manos busca su miembro y al tomarlo de la base, baja su cadera encontrando la postura para presionar mi sexo. No es a la primera, pero si a la segunda, logra meterme el glande, que debido a mi excitación pasa con relativa facilidad. Suelta mi otro pecho y se aferra a mi trasero con ambas manos, al hacerlo la postura me obliga a apoyarme en su pecho, justo un segundo antes de sentir una fuerte embestida, me penetra completarte del tirón. La sensación es intensa, poder y definitiva. Me quedo sin aire tras gritar, con la boca abierta echando  la cabeza hacia atrás, notando que mis paredes vaginales se ven obligadas a ceder espacio ante una invasión tan brutal.

-YO: ¡Madre mía, que gusto!- gimoteo sin parar.

-JAVIER: Joder, qué cerrada estás.

No lo estoy, es lo que pasa cuando no v penetras despacio a una mujer y más con un miembro tan ancho  como el suyo. Pero no voy a  parar a decírselo, es sólo una apreciación mía,  que me cruza la mente en mitad de todos los cortocircuitos que han provocado la acción en  sí.

Para cuando mi espalda deja de doblarse hacia atrás y mi cabello cae sobre su rostro, ya me está follando y   no  con suavidad o ternura. No. La mete y la saca entera, ayudado por sus fuertes brazos que me alzan la cadera a su voluntad y de paso, hacen chocar nuestros sexos produciendo un sonido de lo mas sensual. Me está taladrando de tal manera que ni siquiera trato de controlar la situación y eso que se supone que estando yo encima es mi postura dominadora.

Me quedo quieta, mientras un jadeo leve aumenta en mi pecho, que sale disparado en un grito cursi y divertido. Nos hace gracia  los dos, pero no por ello descendemos el ritmo. Una tras otra, las embestidas hacen mis senos saltar ante su lasciva mirada, rozando su cara,  cuando logra atrapar uno de ellos con su boca, me enloquece al  tirar de ellos con sus labios.

Tras lo que me parece una eternidad, su rostro enrojecido y su cuerpo sudoroso lo han dado todo, se ha calmado un poco y puedo ayudarle con mi cadera a mantener la cadencia, es dulce es generosa y es profunda. De la nada noto que mis piernas se cierran, mis músculos se tensan y llega un orgasmo fuerte, mi cuerpo trata de sacarle de mí, pero se aferra a mi cintura y me lo impide, quedando acoplados mientras parece que esté montando un toro mecánico por las sacudidas de mi torso. Es casi grosero no concederme ni un segundo de relax antes se seguir metiéndomela tras a oleada que me ha dejado exhausta.

No quiero parecer tan fácil de satisfacer, tras unos besos suaves me apoyo en sus piernas detrás de mí y doblo las rodillas para quedar de cuclillas sobre él y ahora sí, montarlo como me encanta.  Su gesto es de estar gozando al sentir que  soy yo la que hace resbalar su miembro dentro de mí, no solo en una dirección , también hago círculos   sintiendo la humedad en nuestros sexos.

Es divertido hasta que se gira sobre la cama y me tumba sobre ella. Se pone de rodillas sobre el colchón y tira de mi cadera para quedar a cuatro patas a su mereced. La forma tan sencilla con la que me penetra de nuevo debe hacerme una idea del tremendo agujero que tengo ahora mismo en mi interior, lo que aumenta mi sensación de excitación. Tras varios azotes enérgicos, vuelve a metérmela a un ritmo alto que provoca que todo mi cuerpo se estire hasta quedar de rodillas contra su pecho, sus manos se van directas a amasar mis senos, escuchando el sonido de su pelvis rebotando contra mis glúteos.

Unos minutos manteniendo la postura, me acostumbro  y mi torso desciende, doblo mis brazos sobre el colchón para exponer más mis caderas, pero Javier toma de mi cabello, lo jala haciendo una coleta y tira de él mientras percute como un martillo neumático, notándole en mis entrañas. Ha pasado a ser algo salvaje y abstracto, sin forma o normas, está haciéndome gozar como nunca y él está disfrutándolo. Tira tanto de mi pelo que acabo estirando el cuello lo cual provoca que su mano libre  de se cierre sobre mi garganta, algo que dificulta los gemidos de suplica que emiten mis pulmones. No sé muy bien si deseando que termine o que siga.

Uno tras otro, llegan pequeñas explosiones en mi sexo, no sabrían contabilizarlas, estoy medio ida, salto de un orgasmo a otro, o tal vez sea el mismo, fluctuando.  Es una sensación que me eleva a un nivel de inconsciencia, del que me lleva y trae constantemente. Cuando su brazo  desliza por  debajo de mi cuerpo, resbalando por mi pubis el mero roce de la yema de sus dedos en mi clítoris hace que explote, su miembro sale de mí y una serie de chorros se disparan, siento que caen sobre las sábanas, sus piernas y su erección, salpicando mis mulos. Javier toma su glande y lo frota contras mis labios menores, prolongando la dulce agonía unos segundos más en que me retuerzo como haría el acero candente en agua helada.

-YO: Javier….- digo con voz temblorosa.

-JAVIER: Ya voy.

-YO: Quiero mirarte a los ojos.

De inmediato me suelta, caigo sobre las sabanas casi rendida, es él quien me ladea,  poniéndome boca arriba. Se vence sobre mí, penetrándome, sujetándome de la cintura y la nuca, besándome con  una dulzura desconocida hasta ese momento hoy.

El ritmo es más pausado, va  alargando las embestidas,  cuando siento los espasmos del enésimo orgasmo que  llega sobre mí, abro los ojos para encontrarme con  los suyos, los cuales, me observan, casi adorándome. Tomo su rostro y rozo con mi pulgar sus labios, los cuales besan el dedo, justo antes de sentir el chorro de semen inundarme por dentro, su gesto de placer me envuelve cálidamente y la sensación de sus cabezadas en mi interior terminan eclosionado en el mejor colofón que haya sentido jamás, uno que nos une, en cuerpo y alma, al sentir nuestros sexos fundiéndose uno con el otro al unísono.

-YO: Más cerca.

Mis piernas y brazos se ciernen sobre su cuerpo. Javier se deja caer, aplastándome de forma cuidosa y sin que llegue a hacerme daño, pero se rinde sobre mí, besando mis labios antes de enterar su cara en mi nuca, inhalando el aroma que sé que le fascina de mi cuerpo.

-JAVIER: Te amo Laura, y aguantaré lo que sea por ti.

Es lo último que escucho de sus dulces labios, antes de quedarme profundamente dormida entre caricias y susurros. Da igual lo fuerte o violentos que queramos ponernos durante el sexo, lo acabo de comprobar tras la sensación más brutal y animal a la que he llegado. Es el ahora, el instante de comunión entre ambos lo que me  enamora de nuestra relación y es lo que no  quiero perder, algo a lo que no estoy dispuesta a renunciar.

Si existe alguna manera mejor de despertarme, que con Javier entre mis brazos, desnudos y con un aroma a sexo salvaje flotando en el ambiente, no quiero conocerla. Al abrir los ojos observo su rostro, de medio lado apoyado en mis senos, dormido aún, rodeándome con los brazos por debajo del cuerpo, ocupando el espacio entre mis piernas. Mis manos descansan sobre sus hombros, aunque de forma mecánica, una de ella se acerca a su cabeza peinando su cabello.

Antes, y eso quiere decir hace unos meses, me costaría mucho quedarme traspuesta notando la mezcla de fluidos y la sensación pegajosa del sudor sobre la pie no me hubiera dejado pegar ojo. Ahora miro al reloj  de la mesilla y me doy cuenta de que son casi las once del medio día y habremos dormido gran parte de lo que llevamos de día.  Pese a la incomodidad de mantener la postura y una terrible necesidad de acudir al baño, temo mover un solo músculo y estropear el momento.

Es  un ruido ajeno a la habitación lo que hace que Javier abra los ojos, parece que cada parpado le pesa diez toneladas, pero logra fijar la vista en mí, para regalarme una sonrisa completa, genuina y dulce, una muestra natural y gentil del amor que me procesa. Mi mano acaricia su rostro, rasando su barba. Corresponde dando un corto y lento beso justo entre mis pechos, ascendiendo un segundo después a mis labios, los cuales se abren para sentir los suyos.

-JAVIER: Buenos días, preciosa mía.

-YO: Buenos días, mi galán. – se apoya en el colchón para alzar su cuerpo, casualidad o no, su miembro totalmente duro,  roza mi sexo.

-JAVIER: Dios ¿Cuánto llevamos durmiendo?

-YO: No lo sé, cuando terminamos de…

-JAVIER: Ufff, ni lo sé ni quiero saberlo, lo de anoche fue brutal. – se me escapa una carcajada.

-YO: Si, lo fue.

-JAVIER: Mereció la pena, creo que es la primera vez que dormimos juntos desde…

-YO: Pues, desde hace semanas, nunca podemos porque está…CARLOS. – digo asustada.

-JAVIER: Mierda ¿Nos habrá visto?

YO: No lo sé.

-JAVIER: Vamos al baño.

Casi como un juego, pese a ser algo muy serio, nos alzamos de la cama,  de la mano nos metemos en mi aseo, cerrando la puerta.  Sonreiremos, pero son los nervios, otra vez nos pueden pillar juntos y pese a ser excitante, me recuerdo a  mi misma que no es esto lo que quiero, y Javier tampoco.

-JAVIER: Vamos a darnos una ducha rápida.

-YO. Vale, empieza tú, yo me voy a asomar.

Mientras se mete  a lavarse, me coloco el picardías, que aún estaba enrolladlo por mi cintura desde anoche. Abro la puerta con cuidado y al no ver a nadie al otro lado de la habitación salgo fugaz y me pongo la bata, que estaba en el suelo. No me atrevo a ir más allá, mi aspecto y mi olor me delatarían antes cualquier interacción con Carlos.

Simplemente me quedo en mitad de la nada, agudizando el oído tratando de averiguar si los ruidos son de pisadas o es que alguien se está haciendo algo de comer en la cocina. Mierda, no sé qué hacer. Cojo el móvil esperando tener noticias de mi hijo, pero nada. Regreso al baño aseguradme antes cerrar bien la puerta del  cuarto también.

Javier se está secando,  al pasar a su lado me toma de la cintura y me besa con energía, su enorme cuerpo húmedo y su miembro colgando ya inerte, me encenderían si no estuviera aterrada. Tras una palmadita en el culo, me desnudo y me doy la deseada ducha, es rápida y concienzuda, sobre todo entre mis piernas, donde noto un ligero escozor maravilloso, culpa de la follada salvaje que tuvimos anoche.

Al terminar, mi pareja ya está vestido, ha debido salir a la habitación y ponerse su ropa. Se está calzando mientras me envuelvo el cuerpo en una toalla, sin dejar de frotarme para tratar de terminar cuanto antes. Al hacerlo, me doy cuenta de que no he cogido nada de ropa limpia, así que me echo la bata de nuevo por encima.

-JAVIER: ¿Has visto a alguien?

-YO: No, tampoco me he asomado mucho.

-JAVIER: ¿Y qué hago?

-YO: Deja que mire antes, y si no hay nadie, te aviso. – asiente, pese a que  su gesto es de descontento por tener que salir a hurtadillas otra vez.

Abro la puerta del baño y salgo primero, cojo un tanga del armario y me lo pongo con naturalidad, antes de ir a la entrada de mi cuarto y asomar la cabeza tras abrir. Se oye algo de ruido en el aseo del pasillo, con la luz encendida se distinguen sombras moviéndose.

No me atrevo a darle una señal a Javier, que aguarda detrás de mí, pegado a la pared, cuando creo que hay una opción, algo se mueve y me da pánico. Un segundo después la luz se apaga y alguien sale del baño, es absurdo pero me escondo tras el marco, escuchando claramente como se cierra la puerta de la habitación de mi hijo. Es el momento y cojo de la mano a mi pareja, al que pese a todo mi dolor, le trato como a un amante cualquiera.

-YO: Vamos.

Salimos al pasillo medio agazapados,  al llegar a la puerta me giro para despedirme de él. Al verle, me doy cuenta de algo, no lleva la chupa de cuero. Al hacerle el gesto de abrigarse, lo entiende,  tira de mí en dirección al salón, donde con precaución, entramos y la cogemos de una de las sillas al lado del sofá. Regresamos al pasillo y giramos hacia la puerta, la sensación de subida de adrenalina  de haberlo logrado, no clama lo mal que me siento pro tener que mantener la farsa un solo día más.

-CARLOS: ¡No me jodas!- al escuchar esas palabras, mi corazón se para, junto con nosotros- ¿No me digas que ha pasado la noche aquí? - el tono condescendiente hurga más en la herida.

Nos ponemos rectos y nos damos la vuelta, observando a mi hijo vestido con sólo el pantalón del pijama, en la puerta de su cuarto. Por su aspecto parece recién levantado, pero sus ojos terminan abriéndose como dos platos. Al vernos cogidos de la mano, ya se le tuerce el gesto, pero ante nuestro silencio, con las cabezas gachas, no le respondemos.

-CALROS: ¡Me cago la puta!

-YO. Carlos, yo…

-CARLOS: Cállate, anda, no quiero escuchar tus mierdas. Sabes que me da asco que este venga a  mi casa. – se hace grande mientras avanza por el pasillo, señalándonos.

-YO: Es mi pareja, ya lo sabes.

-CARLOS: Y tú que eso me da igual.

-JAVIER: Oye, cálmate…

-CARLOS: Tú no abras la boca, estoy hablando con mi madre.

-YO: ¡Ya basta! No tienes que ser tan grosero.

-CARLOS: Hablo como me da la gana, que para eso vivo aquí y él no.  No me gusta vernos juntos y menos sabiendo que habéis pasado la noche juntos haciendo…lo que sea.

-YO: Si te parece me voy a un hotel, teniendo mi casa….- digo indignada, alzando la cabeza.

-CARLOS: Pues  no sería mala idea, así estarías con las mujeres de tu calaña…- solo al escucharme gemir, Javier se da cuenta que está apretando mi mano con demasiada fuerza.

-YO: No te permito que me hables en ese tono. Soy tu madre y una mujer libre de hacer lo que quiera, ya lo hemos hablado.

-CARLOS: Hablado si, pero ni mucho menos llegado a un acuerdo.- se gira, marchándose por el salón a la cocina.

Nosotros nos quedamos en el pasillo. Lo único que sé es que como suelte a Javier, irá directo a partirle la cara a mi hijo, y pese a que en algún rincón de mi cerebro la idea me encanta, no puedo permitirlo. Solo escucho nuestras respiraciones, agitadas y tensas, no es el primer enfrentamiento y la actitud de mi hijo deja claro que no será el último.

-JAVIER: Lo mejor es que me vaya. – dice tras unos segundos asfixiantes.

-YO: Si es lo que quieres.

-JAVIER: No puedo quedarme aquí, viendo cómo te trata. Cómo nos trata, tal vez lo mejor es que no vuelva a venir. – genial, nos saltamos la fase de discutir y saltamos directos al distanciamiento.

-YO: Yo no quiero eso.

-JAVIER: Ni yo. Pero no hay nada que pueda hacer.

-YO: Es cierto…soy yo. – al mirarme, se percata que es la misma conversación que tuvimos anoche.

Me pongo ante él, tardo una eternidad en alzar la vista hasta sus ojos, que desprenden cierta ira mirando al horizonte. Cuando tomo su rostro y hago que se fije en mi, se calma, posando sus manos en mi cintura. No hablamos ni hacemos nada, estamos allí, como dos estatuas de dos enamorados, dejando pasar el tiempo.

No puedo soportar la tormenta de mi cabeza, es como tener dos helicópteros, uno en cada hemisferio del cerebro, con los motores a toda velocidad. La quietud y su firmeza me resultan de gran ayuda, pero la sensación de anoche regresa, un ataque de pánico que nace del calor bajo mi piel,  del que no puedo escapar, no si sigo comportándome de la misma manera. Alguien dijo una vez que la locura es repetir siempre lo mismo, esperando un diferente resultado. Está bien,  ha llegado la hora de cambiar las cosas.

-YO: Ven.

Tomo su mano y tiro de él, que me sigue sin rechistar a la cocina. Antes de llegar tomo aire y me preparo para el fin del mundo.  Al pasar, Carlos está sentado en la mesa, desayunado un  zumo de naranja. Al vernos, sus ojos describen una parábola que acompaña su cabeza, claramente disgustado, golpea el mantel con el vaso.

-CARLOS: Joder, es que no me vais a dejar en paz –amaga con ponerse en pie- me vais a revolver el estómago.

-YO: Cierra tu bocaza y quédate ahí quieto.

-CARLOS: ¿Pero de qué…?- no le doy tiempo a terminar la frase y me pongo frente a él, sin posibilidad de levantarse son empujar, tiene la decencia de volver a sentarse.

-YO: Esto se va a terminar aquí y ahora. Vamos a zanjar esto de una vez. Javier, siéntate.

Me obedece, tal vez por cariño o porque tras lo que le ha pasado a Carlos, ha comprendido que no tendría opción.  Se coloca al otro lado de la mesa, frente a mi hijo, y yo, tras frotarme las sienes, me coloco en la silla entre medias. Tomo mi mejor pose de secretaria, entrelazo los dedos y giro la cabeza varias veces, tratando de encontrar la forma de que mis palabras salgan de mi boca.  Los dos, esperan tensos, aunque  mi hijo se cruza de brazos, hastiado.

-YO: Yo…yo ya no soporto esto más….creía que con el tiempo esto mejoraría pero no, va a peor y no estoy dispuesta a que siga así.

-CARLOS: Culpa tuya por traer a ese a  mi casa. – el manotazo en la mesa, que hace temblar el vaso de zumo, le deja sin aire.

-YO: Estoy hablando muy en serio, Carlos,  agradecería que no me interrumpieras hasta que haya terminado –le miro fijamente a los ojos - y por si se te ha olvidado, esta no es tu casa, es la mía.

Aguardo unos segundos, temiendo cualquier tipo de réplica, pero salvo apretar los labios haciendo pucheros, mi hijo se guarda su respuesta. No creo que nunca me haya visto tan enfadada, no creo haberlo estado tanto con él, nunca.

-YO: Bien, como decía, no voy a  seguir tratando a mi pareja de esta forma y menos tras haberte sido sinceros hace unos meses. Esperaba que recapacitaras pero no hay manera, no aceptas a Javier en mi vida y eso no puede seguir así. Te pregunto ¿Por qué te molesta tanto?

-CARLOS: ¿Que por qué? ¿Me tomas el pelo? Porque para empezar le sacas casi veinte años, es un amigo de la universidad…o al menos lo era… y por si fuera poco, es el ex de novia embarazada ¿Cómo cojones pretendes que lo acepte?

-YO: El tema de la edad es irrelevante, muchas mujeres tienen parejas más jóvenes y nadie las critica, no seas tan retrogrado. Que sea o fuera tu amigo solo me indica que os llevabais bien, no entiendo porqué ya no podéis. Y que sea el ex novio de tu pareja es única y exclusivamente  culpa tuya, no de Javier, tú te acostaste con su novia y para colmo la dejaste preñada mientras aún estaban saliendo, el que tendría que odiarte es él a ti.

-CARLOS: No me vengas con chorradas, eres tú la que le has metido en tu cama, no buscas excusarte por ser una asalta cunas.

-YO: ¡¿Pero cómo puedes ser tan desagradecido?! Te he cuidado y educado lo mejor que he sabido, soy tu madre y me debes un respeto.

-CARLOS: Pues lo siento, no lo tienes. –me quedo sin nada que poder decirle.

-YO: Esto es una pesadilla.

-JAVIER: No entiendo cómo puedes ser tan cabrón.

-CARLOS: Claro que no, porque mientras andáis tonteando ella ha descuidado sus responsabilidades.

-YO: ¿Y cuáles he dejado de hacer? – por un segundo balbucea.

-CARLOS: Pues… dejaste de llevarme a la universidad, y…y…bueno…

-YO: Nada, absolutamente nada. ¿Tienes diecinueve años ya y lo único que puedes reprocharme es que dejé de llevarte al cole?- me aseguro de poner voz de niña al terminar esa pregunta.

-CARLOS: No, bueno, es que así de golpe…

-YO: Lo que te pasa es que te ha acostumbrado a que yo sea tu chacha, tu chofer, tu criada…te resulta cómodo tratarme como a una empleada, no como a tu madre, y eso te da la falsa sensación de que tienes algún control sobre mí. No tienes poder  de decisión alguno sobre lo que yo pueda o no hacer con mi vida,  debería darte vergüenza para la edad que tienes que todavía tenga que ir detrás de ti arreglando tus estropicios.

-CARLOS: ¿No has arreglado nada?

-YO: ¿La chica embaraza y asustada queme trajiste es poco? – antes de que responda alzo la mano – es que no sé si esperabas que usara un vudú mágico para hacer desparecer un niño tras tu cagada. Eso era vuestra responsabilidad, no la mía.

-CARLOS: Pero los padres de ella no la dejaron otra opción.

-YO: ¿Y eso es culpa mía? – niega con la cabeza tras unos segundos estático – Pues deja de lloriquear  y empieza a comportarte como un hombre de una maldita vez. Asume tú tus responsabilidades y deja de cargármelas a mí.

-CARLOS: Tampoco hace falta que te pongas así…

-YO: Si hace falta, Carlos, te quiero y serás mi hijo siempre, pero ya no puedo seguir así, no cuando estás destrozando mi única opción de ser feliz, ya que no eres capaz de entender que Javier y yo nos queremos de verdad.

-CARLOS: Venga ya – bufa- este sólo quiere follarse a una madurita y  en cuanto se canse de ti se buscará a otra.

-JAVIER: Vete a la mierda – su cuerpo se pone rígido- no te has molestado en conocerme en todo este tiempo, no finjas saber lo que quiero o no.

-CARLOS: ¿Me vas a decir que no le pusiste los ojos encima desde el primer día que te traje?

-JAVIER: Claro que sí, porque me pareció hermosa, cualquiera que la mira lo ve, pero tras todo lo ocurrido me enamoré de ella y me da igual que me creas o no. Es así.

-YO: Y aunque no fuera así, ese es mi problema, no el tuyo. Apreciaría que te preocuparas por mí de esa forma pero ambos sabemos que te da igual lo que me pase. Me he tirado tres años abandonada y sola pese a vivir contigo, no me harás creer que ahora te importo, solo miras por ti.

-CARLOS: Esto es una mierda ¿Qué pretendes que haga? ¿Qué me guste la idea de veros juntos? No, es imposible, no puedo.

-YO: Me niego a que eso erosione mi relación con Javier.

-CARLOS: Pero por dios, es que vas a anteponerle a él antes que a tu hijo.

-YO: No quiero anteponer a nadie, pero debemos zanjar esto.

-CARLOS: No voy a  tolerar estar bajo el mismo techo ¿Qué vendrá después? ¿Que viváis juntos? ¿Cómo vamos a cuidar de un bebé así? No voy a dejarte a mi hijo con él aquí.

-JAVIER: El hijo es tuyo y de Celia, los que debéis cuidarlo sois vosotros, aunque Laura os ayudará, creo que debes recordar eso.

-CARLOS: Ah, me vas a dejar tirado, muy bonito.- la ironía me agota.

-YO: Solo dice que va a ser tu hijo, no el mío, porque das a entender que voy a cuidar de ese bebé mientras tú vas a seguir con tu vida como si nada y debes entender que eso se ha acabado. - más que enfadarse, pone la misma cara que tenía de pequeño, cuando Luis no le dejaba salir a jugar hasta que no  terminara los deberes.

-CARLOS: ¿Qué coño pasa? ¿Ahora él manda?  Ya lo que me faltaba…- se pone en pie – Mira, yo ya paso de estas bobadas, no quiero volver a verle en esta casa – me señala- tú verás lo que haces, pero ya viste a los abuelos, están desenado que me vaya con ellos y cuidar del niño.

Es el detonante, la chispa que lo incendia todo. Pese a llevar años escuchando esa amenaza, tan velada como vacía, es la primera vez que siento que me está manipulando, usa mi amor por él en mi contra y es algo que me destroza el corazón.

Miro a Javier que se mantiene firme, pero contrariado, entendiendo que por mucho que lo intentemos, Carlos no va a ceder. Solo tengo ganas de que mi hijo se marche y tratar de ser más discretos en adelante, una especie de tregua hasta la próxima confrontación.  Lo ha logrado de nuevo, se sale con la suya, pese a mi convencimiento de querer zanjar el asunto, está a punto de salir por el salón con sus aires de suficiencia intactos. Y eso es algo que me quema por dentro.

Tras tantos años una espera que sus hijos te respeten y admiren el esfuerzo que has hecho por ellos, que te demuestren el cariño y afecto que les has dado. En cambio, él usa eso mismo como baza para lograr lo que desea. Es la última vez que hará.

-YO: Hazlo.

De golpe, todos se quedan quietos, Javier se queda boquiabierto y Carlos  se frena en seco cuando ya salía de la cocina. Lo único que se mueve es una lágrima, que cae de uno de mis ojos, recorriendo la mejilla. No creo reconocer el sentimiento que me arrastra, aunque debe ser muy similar a lo que experimenta la gente que salta en paracaídas, justo antes de lanzarse al vacío.

-CARLOS: ¡¿Qué cojones dices?!

-YO: Que lo hagas.

-JAVIER: Laura…- le tomo de la mano, porque si dice una sola palabra más me vendré abajo.

-CARLOS: Te refieres a que…- se gira confundido, con el ceño arrugado.

-YO: Sí, que te largues, que te marches de esta casa.

La expresión “ver un fantasma” se queda corta, es como si los tres estuviéramos  viendo una procesión de almas en pena. Me tiembla la barbilla y me he quedado mirando fijamente el botón de la lavadora, no distingo los símbolos por la barrera acuosa que cubren mis ojos.  Javier se ha quedado blanco, observándome sin decir nada. Carlos, bueno, no me atrevo a mirarle.

-CARLOS: ¿Me…me estás echando? – dice con sonrisa burlona.

-YO: Sí, a grandes rasgos.

-JAVIER: Esto no es necesario.

-YO: Lo es, y mucho.

-CARLOS: ¡¿Vas a echarme a la calle para meter a este mierda?!

-YO: No, te echo porque no te soporto, no tiene nada que ver con Javier. Me estás amargando la vida y no te aguanto ni un segundo más.

-CARLOS: ¡¿Te has vuelto loca?! ¿Dónde narices pretendes que me meta?

-YO: Como tú bien has dicho, los abuelos están deseando que te vayas con ellos, y más  con el bebé de camino… – trato de parecer calmada pese a sentir cómo me tiembla todo –…quiero…quiero que te vayas a vivir con ellos.

-CARLOS: No quiero irme a vivir con ellos.

-YO: Ya lo sé. – se queda esperando que  continúe hablando, pero al no hacerlo, suspira nervioso.

-CALROS: Oye… mira… perdóname…pero me parece que esto es pasarse.

-YO: No, no puedo perdonarte, no mientras sigas tratándome así, no soporto más tus niñerías, tus faltas de respeto y tus aires de superioridad, creyendo que sabes de todo cuando eres un crio que no deja de meterme en líos. Mientras no cambies eso, no quiero vivir más contigo.

-CARLOS: Mamá…- se acerca, buscado mi mirada con voz temerosa, me cuesta pero logro fijar la vista en sus azulados ojos.

-YO: Me has empujado a  esto, tú no me has dejado otra salida. Eres mi hijo y te quiero, te ayudaré en lo que pueda, pero si no eres capaz de aceptar lo nuestro – aprieto la mano de Javier- y de tratarme con respeto, no me das  otra opción.

-CARLOS: Yo…- supongo que quiere decir algo, sus labios en cambio no emiten sonido alguno.

-YO: Hablaré con los abuelos, yo misma se lo explicaré.

-CARLOS: ¿Y qué pretendes decirles? ¿Que me echas a la calle porque  me porto mal y no consiento que andes  con tu pareja adolescente?

-YO: Sí, si es necesario… Sí. Y por dios, te vas a vivir a una mansión a cuerpo de rey, no te vas debajo de un puente. No te vas a quedar desatendido.

-CARLOS: ¿Así que eso es todo?

-YO: Sí. Ve haciendo las maletas y recogiendo tus cosas.

Me pongo en pie, No soy capaz de decir una sola palabra más, noto una vibración bajo mi piel, algo poderoso que tira de mí en todas direcciones. Es una mezcla de vértigo y ganas de salir corriendo hasta desfallecer. No sé cómo me mantengo firme, tal vez sea porque en  cuanto ceda un ápice me retractaré, le perdonaré y le imploraré que no se vaya. El camino que he escogido es sin retorno y si ahora me echo para atrás, Carlos dominará cada aspecto de mi vida. Y francamente, no estoy dispuesta a seguir consintiéndolo.

Aprovecho que mi hijo está inmóvil para abrazarlo, por suerte o por estar en estado de shock, no se aparta, permanece impasible hasta que le suelto y me marcho de la cocina con la poca entereza que puedo rescatar de mi interior. Me odio, es algo que tengo que aceptar, ahora mismo me desprecio y me siento la mujer más cruel que ha pisado la tierra.  ¿Qué tipo de madre echa a su hijo de casa? Acabo de descubrir la respuesta, yo.

Continuará...