Reencarnación. (15)
Tras un nuevo revés para Laura, y la revelación a su hijo, debe acostumbrarse a una época convulsa y dura, esperando saber a lo que atenerse.
Reencarnación 15
No es ninguna novedad, ni una sorpresa, que los únicos momentos de tranquilidad en unos días tan convulsos, sean los que paso abrazada a Javier, acostados durmiendo en la cama de mi dormitorio. Instantes tan serenos y pacíficos como el de ahora, ambos recostados desperezándonos rodeándosenos con algo más que los brazos, nos envolvemos en cariño y complicad, lo que le da al ambiente un aroma a normalidad de lo más revitalizante.
A mi hijo Carlos le llevan los demonios cada vez que nos ve juntos desde que le conté lo nuestro hace ya una semana. Desde que su mundo explotó, su casi novia embarazada y su madre saliendo con el ex de su chica. No puedo culparle por las miradas feroces que nos dedica cada mañana, o la forma tan poco sutil de sulfurar y marcharse de la estancia cuando se nos ocurre tener un gesto de ternura delante de él.
En cierto modo, Celia le está ayudando a sobrellevarlo, la joven le distrae debido a una necesidad de apoyo constante que precisa por su parte, y también es mucho más comprensiva a la hora de ver la relación que tengo con mi galán, ya que sus padres se llevan casi quince años de diferencia. De todas formas también entró en shock cuando lo hablaron, supongo que no es lo mismo, aún siendo una cifra similar, cuando se pasa de los cuarenta se ve diferente a que ninguno de los dos sobrepase ese número.
Tomo su rostro adormilado entre mis manos y beso sus labios. Su media sonrisa me dice algo que ya suponía, que lleva ya un rato despierto, como yo, y que tan sólo disfrutaba de la sensación tan hermosa que hay entre nosotros al estar juntos, frente a frente. Una que no logra ser tan fuerte para que logremos descansar del todo, no como antes. Los problemas derivados de todo lo ocurrido nos persiguen y pensar en ellos nos mantiene desvelados.
Por mi parte fui a casa de mis padres hace unos días y conseguí contarles que tengo una nueva pareja, que es bastante más joven que yo. Se lo tomaron bien, pese a los reparos iníciales de mí madre. A los abuelos paternos de Carlos aún no me atrevo a decirles nada, pero mi hijo ya se ha encargado de recordarme, reiteradas veces, que se irá con ellos si persisto en mi idea de estar con Javier. Me asombró la facilidad con la que mi galán, en una simple llamada por teléfono, se lo contó a su familia sin ahorrarse detalles, y hasta que hablé con ellos con el altavoz puesto. Fue extraño sentirme ya querida y apreciada por unos desconocidos, que me pidieron que cuidara de su pequeño.
Por ahora, nadie más que nosotros sabe lo del embarazo de Celia, que al día siguiente de saber que estaba encinta, se sometió a una prueba de paternidad, a la que obligué a todos a dar muestras de ADN, en el centro médico privado del doctor Pedrerol. No es que a mí me importe más una cosa que la otra, voy a ser abuela prematuramente o mi pareja tendrá un bebé de una adolecente. En cualquier caso salgo perdiendo. Pero necesito saberlo, porque estoy segura de que si es del hombre a quien estoy abrazando ahora mismo, algo va a cambiar, no podrá evitarlo ya que su maldita brújula moral siempre señala al norte, a lo correcto, y como todo buen hombre que se precie, dedicará todo su tiempo y esfuerzo en cuidar a su retoño. Aunque eso signifique dejarme de lado.
Podría decir que es por eso que desde la primera noche tras la visita al médico, le dije a Javier que se viniera a casa a dormir. Pasamos todos los días pegados el uno al otro, sin desperdiciar un sólo momento. De hecho, me he pedido unas semanas de vacaciones hasta que podamos aclararlo todo. Por extraño que pudiera resultar al principio, cada día que pasa me siento más segura y confiada en mi decisión, al pasar tanto tiempo los dos junto a Carlos, estoy segura de que no podría soportar la situación, con mi hijo machacándome a diario, Celia entrando y saliendo, con sus arranques emocionales seguidos de lloreras inconsolables, la presión añadida de una nueva relación intima, mezclada con todo el caos del miedo a que la gente la rechace.
Tuve algún pensamiento en el que dudé que pudiéramos sobrevivir como pareja a todo ello, pero fue algo fugaz, en cuanto pasamos unos días sin separarnos comprendí que unidos somos mucho más fuertes de lo que podríamos serlo separados, apoyándonos y dándonos todo el cariño que necesitamos.
Incluso temía que, por respeto o por las circunstancias, nuestros encuentros sexuales disminuyeran en número o pasión. De nuevo me equivoqué, exprimimos al máximo cada momento a solas. Cuando mi hijo y su chica salen a charlar, cuando volvemos a su piso de estudiantes de pasear a Thor y no hay nadie, o cuando hace dos días no aguantábamos más y lo hicimos en los baños de un cine, en mitad de la película que estábamos viendo. Sentados en las butacas, su mano se deslizó a acariciar mis muslos desnudos por la minifalda, cuando me quise dar cuenta, me estaba taladrando dentro de un cubículo de los aseos masculinos.
-JAVIER: Buenos días preciosa mía.
-YO: Hola Javier. –me abraza más fuerte y besa mi frente.
-JAVIER: ¿En qué piensas?
-YO: En todo y en nada… ¿Y tú?
-JAVIER: En lo mucho que me gustaría quitarte ese escueto camisón, arrancarte el tanga y follarte. – aún se me encienden las mejilla cuando lo dice.
-YO: No seas bruto, Carlos está a otro lado de la pared.
-JAVIER: Lo sé, por eso no lo hago sin más…pero me has preguntado. – se aferra a mi trasero y nos fundimos en un largo y pasional beso con lengua.
-YO: Por dios…- jadeo cuando tomo aire, acalorada - … ¿Es que anoche no te cansaste?
-JAVIER: Dos polvos rápidos mientras tu hijo acompañaba a Celia a su casa no me van a calmar.
-YO: Fueron tres…
-JAVIER: Aunque sean mil. – le sonrío pícara, sintiendo su miembro duro bajo el bóxer oprimiéndome el vientre.
-YO: Yo también lo deseo…pero…
-JAVIER: Ya lo sé, nada mientras haya gente en casa.
Le beso para agradecérselo, pese a su evidente gesto disconforme, me lo devuelve con gentileza, sin dejar de sobarme el trasero. Es en estos momentos cuando creo que podríamos tener sexo, algo sutil y discreto en silencio. Luego recuerdo cómo me pongo a gritar y él a gemir, sin control ni posibilidades de que no nos oigan. Supongo que es nuestra escapatoria, la manera en que tenemos de liberar las tensiones y dejarnos llevar hasta rozar la locura.
-YO: Voy a darme una ducha y preparar el desayuno.
-JAVIER: Vale.
El dulce beso, casi marital, que nos damos, me saca una sonrisa. Luego me giro y al levantarme siento un pequeño azote en mi trasero, antes de observar cómo se retuerce remolón en la cama. Me quedo unos segundos admirando su enorme y varonil cuerpo, con sólo la ropa interior puesta y una notable erección que me llama, lo noto entre mis muslos. Por desgracia el pudor puede más que el deseo.
Mientras voy al baño y me ducho, me reafirmo en que por ahora, con Carlos en casa, lo mejor es mantener ese límite, las cosas ya se han complicado bastante. Una vez aseada, me pongo un tanga negro junto a un camisón amarillo ceñido, que al salir, hace que Javier se me eche encima y me doble la espalda de la fuerza con la que me besa. Le palmeo el trasero para dejarle entrar a la ducha y me voy a la cocina.
Preparo un desayuno completo y para cuando tengo la mesa lista, pasadas las once de la mañana, mi galán ya ha salido de la habitación vestido con un pantalón corto negro y una camiseta roja apretada. Me rodea con sus brazos unos segundos antes de sentarse a comer. En silencio, con el sonido de la televisión de fondo y con gestos leves de ternura entre nosotros, desayunamos entre sonrisas.
A los pocos minutos el sonido del baño del pasillo, y luego unos pasos acercándose, nos tensan. Javier aparta su mano de mi muslo justo antes de que Carlos aparezca por la puerta. Le saludo con la cabeza, pero se queda un instante quieto, con cara de reprobación, antes de acercarse y sentarse lo más alejado de nosotros que puede.
-YO: ¿Qué tal?
-CARLOS: Bien.
-YO: ¿Has descansado algo?
-CARLOS: Más o menos. – parte de mi pudor a que nos escuche haciendo algo son los paseos nocturnos por la casa de mi hijo, debido a los nervios de la situación.
-YO: Podría darte unos somníferos que tengo…
-CARLOS: No, déjalo.
-YO: Te vendrían bien.
-CARLOS: Que no. – el tono ligeramente elevado de su voz, me dice que si insisto se va a enfadar.
El aire se enrarece según va pasando el tiempo, permanecemos callados y sin siquiera mirarnos, tan solo estamos allí, comiendo. Es parte de la tensión que arrastramos desde hace días, Carlos no acepta nuestra relación, por mucho que quiera o le implore, cree que es una fase y que ya se me pasará, mientras, tolera todo lo que ocurre como un mal trago que tiene que beberse.
-JAVIER: Bueno, se hace tarde y debo pasar por casa a sacar a Thor.
-YO: Me gustaría acompañarte, pero tengo que hacer tareas y recados.
-CARLOS: Eso…- dice entre dientes.
-JAVIER: No pasa nada, luego regreso.
-YO: Vale…- “mi amor” quiero decirle, pero sólo le expreso una mirada dulce.
-JAVIER: Hasta luego.
No se corta y al levantarse, me toma del rostro y nos damos una serie de besos cortos y cariñosos. Lo adoro por ello, aunque escuche de fondo los resoplidos de mi hijo, indignado. Luego mi galán se marcha y me quedo de brazos cruzados, sin atreverme a decir o hacer nada por no provocar a Carlos, que permanece quieto, noto su mirada juzgándome sin necesidad de alzar la vista.
-CARLOS: Dais asco.
-YO: Carlos, no empieces.
-CARLOS: No empieces tú ¿Es que no te da vergüenza?
-YO: ¿Por qué debería dármela?
-CARLOS: Le sacas mil años… ¿No piensas en lo que dirán los demás?
-YO: Sí lo pienso…- me levanto y empiezo a recoger, airada - …pero me importa más mi felicidad que lo que opinen otros.
-CARLOS: De verdad que no te entiendo…
-YO: Pues deberías intentarlo, soy tu madre y tendrías que querer lo mejor para mí.
-CARLOS: Eso hago, si la gente se enterara de esto, te van a crucificar.
-YO: Si esas personas no aceptan mi decisión, no las quiero en mi vida. – él se levanta, con desidia deja su plato y su vaso sucios a mi lado, en la pila de la cocina.
-CARLOS: Yo no la acepto.
Ni tan siquiera deja que le responda, se marcha con toda la suficiencia que le da el creerse con la verdad absoluta, que está en lo correcto. Me duele en el alma que no lo entienda, que luche contra algo que no puede evitar, pero no tengo otra alternativa. Si el precio que debo pagar por estar con Javier, es que mi hijo viva enfadado conmigo, lo pagaré con gusto. Me he pasado tres años viviéndolo sin motivo, teniendo que sobrellevarlo sola. Al menos ahora tiene un motivo para estar enfadado conmigo y alguien está a mi lado apoyándome. Podré con ello.
Cuando termino de limpiar la mesa, logro no echarme a llorar de la impotencia. Me centro en mis rutinas, meter la ropa sucia en la lavadora, mientras lava, barro y friego la casa, repaso las ventanas y tiendo la colada en el balcón, que al sol fuerte de inicios de septiembre, se secará en breve.
-CARLOS: Me voy. – alterada por la sorpresa, me giro en el ventanal, para ver a mi hijo ya vestido con unos vaqueros y un polo blanco.
-YO: ¿A dónde vas?
-CARLOS: Celia me ha llamado, quiere verme, me voy a sacarla de su casa a comer, dice que soporta estar con sus padres allí sin contarles todo.
-YO: Está bien.
-CARLOS: Adiós. – la forma tan despectiva con la que lo dice me duele el corazón.
-YO: Hasta luego.
Se va, dando un soberano portazo, dejándome allí, sin saber cómo proceder con mi hijo, para que logre superar que su madre tiene un novio adolecente. Me cuestiono que no juzgue tan severamente a famosas que tienen parejas aún con más diferencia de edad, pero claro, no tiene relación con ellas, ni tiene que soportar las miradas y cuchicheos cuando la gente se entere.
Me centro en terminar mis labores. Al menos tengo eso, así que no le doy más vueltas, por ahora. Cambiándome me pongo un ligero vestido verde estampado de flores, bajo a por un par de cosas que tengo que comprar en el mercado y luego por la panadería. Me sienta bien el aire fresco de la calle e interaccionar con otras personas que no son mi hijo, mi pareja o Celia. Estoy saturada de tener un circulo tan cerrado de actividad, debido a guardar un secreto que no es mío.
Al llegar a casa, tengo que apresurarme en preparar la comida. Se me ha hecho tarde y no tengo casi tiempo para preparar la mesa, mientras hago algo de pasta. Javier me ha escrito diciéndome que ya estaba de vuelta y quiero tenerlo todo listo para cuando llegue. Puede sonar a machismo, pero tengo la necesidad de complacerlo, de hacer feliz a mi hombre.
A los diez minutos mi galán llega a casa, entra con la copia de las llaves que le regalé hace poco, saluda a lo lejos mientras deja sus cosas en mi cuarto. Tras unos instantes en los que me apresuro a terminar de cocinar, se acerca y me abraza por detrás, dándome un dulce beso en la mejilla.
-JAVIER: Hola mi amor.
-YO: Ains...hola – digo ajetreada entre fogones.
-JAVIER: ¿Qué pasa?
-YO: Nada, que quería tener esto listo antes de que vinieras.
-JAVIER: No pasa nada – me gira para ponernos frente a frente, se agarra a mi cintura y me besa con energía.
-YO: Lo siento, es que me agobio con nada…- rodeo su nuca con mis manos.
-JAVIER: Te preocupas demasiado, te quiero tengas la comida lista o no. – le sonrío boba.
-YO: Lo siento…es quería que me saliera algo bien hoy.
-JAVIER: Has vuelto a discutir con Carlos cuando me he ido. ¿No?
-YO: ¿Tanto se nota?
-JAVIER: Te conozco ya…
-YO: Es que…no sé…pensaba que con los días lo iría llevando mejor, pero va a peor.
-JAVIER Eso ya no depende de ti, estás haciendo todo lo posible.
-YO: No estoy segura, tendrías que ver cómo se ha despedido al irse.
-JAVIER: ¿No está?
-YO: Celia le ha llamado, van a comer por ahí. – sonríe malvado.
-JAVIER: Es gracioso ver a Carlos, siendo como es, acudiendo como un perrito a la llamada de alguien.
-YO: Es por el miedo, no sabe qué hacer.
-JAVIER: Bueno…se lo tiene ganado.
-YO: Pues sí…
-JAVIER: Y nos da un par de horas libres…- es apenas un susurro que me enciende.
.YO: Tengo que terminar la comida… – me pega a la encimera, dándole la espalda a los fogones, los cuales apaga antes de besarme.
-JAVIER: Puede esperar, yo tengo ganas de comerte a ti.
Me muerdo el labio, deseándolo. Me aferro a su cuello antes de meter mi lengua en su boca, saboreando la lujuria naciendo en su mirada, con sus manos descendiendo por mis caderas hasta rozar mi piel bajo la falda del vestido. Es el comienzo y ninguno de los dos quiere detener al otro.
De un fuerte tirón, jala mi cabello, exponiendo mi cuello, que ataca con sus labios, chupando mi yugular y lamiendo hasta la clavícula. De poco serviría oponer resistencia, la forma en que besa mi piel abre más piernas que un ginecólogo. Me retuerzo al sentir sus manos agarrando mi trasero, masajeándolo a su antojo mientras acaricio su vientre por dentro de la camiseta. Su miembro, crece haciéndose sitio en mi abdomen, contra el que se frota con leves gesto de penetración.
Sus dedos buscan la goma de mi tanga, que sin mucho disimulo, tiran de él hasta dejarlo por mis tobillos, se agacha a besar mi escote ligero, pero en realidad me toma de la cintura y me eleva de un solo tirón para dejarme sentada sobre la mesa. Le arranco la camiseta para posar mi boca en su inmenso tórax, a lo que responde palpando mis muslos. Llena de deseo, tiro de sus hombros para sentarlo en una silla frente a mí. Clavando mis ojos en los suyos, remango lentamente la falda de mi vestido hasta que mi sexo se expone a su deleite.
De inmediato se acerca, roza la cara interna de mis piernas con sus besos, abriéndome hasta que alcanza mi vulva, e inhala el poderoso aroma de la excitación. Luego, como suele hacer, cierra su boca sobre el clítoris, haciendo ligeros círculos con su lengua, para provocarme un jadeo aferrada a su cabeza, hundiéndole aún más dentro de mí. Es la sensación de su trabajada respiración sobre mi pelvis lo que me excita más allá de la lógica, el sonido de su boca sorbiéndome la vida es un extra que me acalora hasta el punto de sacarme el vestido quedando desnuda salvo por unos zapatos con ligero tacón.
-YO: Ummm – gimoteo de placer.
-JAVIER: Me encanta devorarte.
-YO: Ufff, no pares.
Me sujeto a su cabello, sintiendo su lengua jugando a penetrarme, su ladeada nariz rozando mi cuidado vello púbico o su barba haciéndome cosquillas entre los muslos. Cuando chupa mi hinchado clítoris me derrito sobre la mesa, totalmente expuesta. Javier sabe lo que me gusta y el ritmo en que debe hacerlo, no obstante fue él quien me enseñó los placeres del sexo oral. Va aumentando la velocidad de sus labios, mientras una de sus manos ya separa mis labios mayores preparándome para ser follada.
Me resisto a la idea de que un joven me domine de esta manera. De un gesto sutil le alejo de mí, me incorporo tomando su cabeza, saboreando mi propia excitación. Una vez cosemos nuestras lenguas, mis manos descienden a su cadera, buscando su pantalón corto, que termina en el suelo, junto a su bóxer, que encerraban una colosal erección que ya apunta directa a mi entrepierna. Acaricio el glande antes de hacer resbalar la piel de su miembro, masturbándolo al ritmo de los giros de cabeza con el que danzamos al son de la pasión.
Cuando hociquea me hace sonreír, de un empujón le hago apoyarse en el respaldo de la silla. Saco la cadera y con cuidado me bajo de la mesa para fluir como un líquido espeso hasta el suelo, donde me quedo de rodillas entre sus piernas. Adoro la cara de nervios previos que le sale cuando tomo la base de su sexo y clavo mis azules ojos en los suyos, acercando la punta a mi boca, antes de lamer su delicada piel, luego introduzco la cabeza entre mis labios, chupándola como una enorme bola de helado hasta sentir como todo su cuerpo se tensa. Poco importa que le masturbe, o que recorra todo el tronco con lujuria, sólo cuando juego con su frenillo en mi lengua, le saco un jadeo de los más sensual.
-JAVIER: Joder…me vas a matar.
-YO: He aprendido rápido ¿Eh? – sonríe mientras acaricia mi nuca.
-JAVIER: Ven aquí.
Me toma de los costados y de un salto me monta a horcajadas sobe él. Debo acomodarme sujeta a sus hombros mientras nos besamos, aprovecha para cogerme del culo, lo masajea con fuerza y hasta busca desde atrás rozar con sus dedos la entrada a mi cuerpo. Estiro mi espalda hacia atrás para dejar a su disposición mis senos, los cuales estaba deseando lamer, posa sus labios entre ellos antes de buscar mis pezones, duros y salientes, que al sentir el roce y la succión, multiplican el placer.
Alzo las caderas ya desespera, lo comprende y toma su sexo, dirigiéndolo al mío. De un firme movimiento me penetra casi la mitrad, provocando un corte momentáneo de mi respiración, antes de recolocarme, apenas rozo el suelo con las yemas de los dedos de los pies. Sus grandes manos me toman de las caderas, y recostándose, me hace subir y bajar notando su erección abriéndose paso dentro de mí. Antes de poder acostumbrarme a la invasión, ya estoy botando encima de él, deseando que me llegue tan dentro como lo hace, tensando sus músculos cada vez que reboto.
Es delirante sentir cada roce, su boca alterna mi cuello con mis senos, a los que se aferra alguna que otra vez, cuando suelta por casualidad mi trasero. Sus brazos se van cansando y cuando lo hace froto mis pelvis buscando estirar la sensación de gusto que me deja al sentirle dentro. Cuando se recupera, me suelta un azote fuerte que me hace sisear de gusto, antes de continuar aferrada a su pecho, dejando que me use a su antojo. Olga decir que estoy disfrutando como una loca.
Tras unos minutos en que va cambiando de ritmo según le place, deja resbalar su cuerpo por la silla, quedando casi tumbado sobre ella. En esa posición se siente más firme y no usa los brazos salvo para sujetarme y ahora es su cadera la que me alza con fuertes embestidas que me elevan a los cielos. Le ayudo, en esta posición puedo tocar el suelo y me mantengo en vilo, pero en realidad giro la pelvis buscando chocar nuestros sexos de forma violenta y sensual.
-JAVIER: Date la vuelta.
Le obedezco sin pesar. Me salgo de él y me giro, sentada sobre su abdomen con las piernas juntas entre las suyas. Me agarra de las mulsos y me alza como si no le costara, entrelazando mis tobillos mantengo la postura mientras noto como su miembro busca volver a penetrarme cosa que logra con asombrosa facilidad. De un golpe de cadera fuerte me hace gritar de lujuria, arrancando un ritmo demencial de lascivia que me hace delirar, notando el calor de la fricción y mi sexo húmedo siendo masacrado.
No entiendo todo lo que me hace disfrutar, pero tampoco voy a pararme a pesarlo, solo gozo de ver cómo se sujeta a uno de mis senos mientras me ayuda a mantenerme en vilo, notando su respiración enterrada en mi nuca y sus besos por mi cuello o el hombro.
Me sujeto a sus caderas cuando la sensación del orgasmo llega, es leve al inicio pero al no dejar de penetrarme salvajemente, aumenta hasta que ya es inevitable y empiezo a temblar, se me doblas las rodillas y tengo la sensación de orinarme encima. Tras varias embestidas fuertes sale de mí y empiezo a correrme como nunca, un liquido trasparente y espeso sale disparado manchando la mesa, el suelo y nuestras piernas.
-YO: ¡Jooooooder!
-JAVIER: Dios….- susurra riéndose, observando como una serie de chorros más débiles salen de mi sexo.
Arqueo la espalda sobrepasada de lujuria. Siento que me desvanecía pero en cuanto vuelve a metérmela regreso a la tierra. Me asombra la capacidad física que tiene, me rodea el vientre y de un gesto me pone a cuatro patas sobre la mesa, mis rodillas resbalan con mis propios fluidos pero eso me expone aún más, cosa que me agradece a base de azotes, continuando dónde lo había dejado, aferrado a mi trasero y follándome aumentando la velocidad.
Me vuelvo a correr, siguen saliendo disparos de mi interior, me tenso y grito derritiéndome, sintiendo el temblor en mis piernas, él no deja de penetrarme, hasta que ya no puede más. Ralentiza cada embestida, derramando su semen dentro de mí, que para colmo, me produce otro orgasmo colosal que hace avergonzarme por patalear como una niña deseando que se la saquen en su primera vez.
En una serie de giros de cadera suaves, aún en mi interior, se vence sobre mí, aplastándome contra la mesa, lamiendo mis omóplatos y notando el sudor pegando nuestra piel, con mis fluidos mojando mi vientre y mis muslos. Pese a perder algo del control sobre mi cuerpo, sigo sus movimientos con mi cintura, respirado agitada y tratando de estirar la sensación hasta el limite.
-YO: Madre mía, lo siento, mira como he puesto todo…
-JAVIER: No digas bobadas, me encanta que te corras así. – me pongo colorada.
-YO: Nunca me había ocurrido.
-JAVIER: A veces pasa. – se aferra a mis costados, descendiendo por mi columna vertebral con sus labios, hasta llegar a mi trasero, saliendo de mí, notando cómo la mezcla de fluidos resbala por mis muslos y su lengua recogiéndolo todo.
-YO: Para, que asco.
-JAVIER: Me encanta como sabes.
Vuelve a cerrar su boca sobre mi sexo, hipersensible tras la penetración. El mínimo roce me hace jadear, pero la sensación de escucharle sorber mi interior me trastoca, me hace desearle aún más. Lame cada pliegue en mis muslos y cuando ya no queda nada que chupar, me da la vuelta repasando mis labios mayores hasta ir ascendiendo por mi vientre, deslizando su lengua por mi piel, llegando a mis senos, rodeando mis pezones con ella antes de succionarlos. Me recorre un escalofrío cuando asciende a mi cuello y agarra mis piernas abiertas, acogiéndole entre ellas.
-JAVIER: Creo que ya estás limpia.
-YO: No seas asqueroso…- lo dicen mis reparos, mi cuerpo se ha estremecido de gusto- ¿No te da grima?
-JAVIER: Al principio si, pero a la primera chica con la que estuve la volvía loca estas cosas.
-YO: Que raro…
-JAVIER: ¿Te incomoda?
-YO: No….no, desde luego que no, pero para mí es extraño.- tomo su rostro y nos besamos, dulce y cariñosamente.
-JAVIER: Te quiero.
-YO: Y yo a ti.
Nos abrazamos unos momentos tiernos, pese a todo, la pasión y la lujuria, son estos instantes de ternura los que me hacen sentirme mejor, me hacen pensar que todo irá bien. Es sólo una sensación, pero ya que me reconforta, puesto que no tengo nada más tangible a lo que aferrarme en este descenso a mi propio inferno, al estar enamorada de alguien que en breve podría ser el padre de una criatura con otra mujer.
Tras un par de carantoñas, decidimos ir a lavarnos. Nos damos una buena ducha juntos, algo que a Javier le encanta, enjabonarme y recorrer todo mi cuerpo le hace brillar los ojos de una forma extraña y atractiva. Le obligo a salir antes que yo para evitar que terminemos liándonos otra vez. Sale alegre por mi cuarto y, mientras se viste de nuevo, yo me seco y me pongo un tanga nuevo negro junto a un camisón más recatado, deseando no provocar a mi galán por la posible interrupción que podamos sufrir.
Casi a las cuatro de la tarde termino de hacer la comida y nos sentamos a la mesa, degustando algo de pasta fresca. Entre risas y besos, me siento casi normal, como si nada más importara. Me obligo a disfrutar y guardar en mi memoria cada segundo juntos, sin cuestionarme nada, ya que me temo que dentro de poco ya no habrá un nosotros que compartir, cómplices y felices.
Al acabar recogemos y fregamos los paltos, sin dejar de lanzarnos miraditas y darnos algún azote ocasional. Una vez cumplidas todas las obligaciones, me apetece salir a pasear, pero hace mucho calor y prefiero esperar un rato. Así que cojo a Javier y nos vamos a mi cuarto, le dejo sólo con los bóxer antes de tumbarle sobre la cama. Me quita el camisón quedando sólo con el tanga al recostarme a su lado.
Abrazados y acariciándonos, sin sueño tras dormir juntos varios días seguidos, remoloneamos y charlamos, al principio de nada serio, nos reímos de lo a gusto que nos sentimos, pero luego vamos acercándonos a temas más complejos que evitamos hablar demasiado.
-JAVIER: No quiero que te preocupes por nada, ya encontraremos la manera de que todo funcione.
-YO: No deseo otra cosa Javier, pero lo veo imposible, Carlos no aceptará nunca lo nuestro.
-JAVIER: No tiene que aceptarlo, sólo respetarlo.
-YO: Mientras nos vea juntos no podrá hacer ni eso.
-JAVIER: Ya tenemos mucho cuidado.
-YO: Pero no es justo, para nadie, me costó mucho contárselo para no escondernos ¿De qué me sirve que lo sepa si no puedo tratarte como a mi pareja si está él presente?
-JAVIER: Supongo que para nada. – al notar sus ojos tristes, le tomo del rostro y le beso.
-YO: No te fustigues, no es culpa tuya.
-JAVIER: No puedo evitar pensar que si fuera un hombre más maduro con trabajo…o una vida ya hecha…no pondría tantas pegas.
-YO: Las pondría igual, no quiere que esté con nadie que no sea su padre, prefiere verme sola que dejarme ser feliz.
-JAVIER: Pues va a tener que aprender que esto no es algo pasajero, te amo con locura y no voy a perderte.
-YO: Ni yo a ti, te querré hasta que me muera. – le abrazo enterrándome en su pecho. – tan sólo espero que el precio por hacerlo no sea perder a mi hijo.
Escucho su corazón inquieto, su potente respiración pausada y sus manos acariciando mi espalda. Es cuanto necesito para mantenerme en pie frente a todo lo que está pasando. Por la forma en que me acuna, que juega con su pie entrelazándolo con los míos y por cómo inhala el aroma de mi cabello, creo que le pasa lo mismo.
Nos guardamos nuestros pensamientos más lúgubres y nos dejamos llevar por la corriente de serenidad que nace al unir nuestros cuerpos. Nos relajamos, sin llegar a quedarnos dormidos, experimentamos una comodidad no sólo física, también emocional al vernos hablar tan abiertamente de un futuro juntos, duro y sacrificado, sí, pero juntos.
El sonido de mi móvil nos saca de la nube de vapor sensorial en la que nos hemos imbuido. Me giro para cogerlo y leer un mensaje de Carlos. “Nos ha llamado el doctor, nos ha pedido que vayamos a la consulta en una hora, ya vamos para allí, tiene los resultados de la prueba de paternidad.” Se me hiela la sangre y Javier lo nota, se alza y posa su mano en mi hombro, dándole un escueto beso.
-JAVIER: ¿Qué pasa?
-YO: Ya están los resultados…- suspira fuerte y cierra los ojos apesadumbrado.
-JAVIER: Ha llegado la hora.
-YO: Tengo…tengo miedo Javier.- estoy a punto de echar a llorar, sólo la forma en que me abraza lo evita.
-JAVIER: No debes tenerlo, eres quien menos perjudicada va a salir de esto.
-YO: No lo creo. – me aferro a su brazo que está rodeándome el cuello.
-JAVIER: No te voy a abandonar, pase lo que pase.
-YO: No dejarás a tu bebé desatendido por mí.
-JAVIER: Eso no la sabes, yo tengo pánico a que me des de lado por tu nieto. – giro la cabeza, mirándole a los ojos.
-YO: Dios… ¿Por qué todo es tan complicado?
-JAVIER: Porque somos buenas personas… tendríamos que irnos, tú y yo, dejar todo atrás y marcharnos lejos, para ser felices sin problemas ni responsabilidades, pero no somos así…
-YO: Ninguna buena acción queda sin castigo… ¿No?
-JAVIER: Algo así…– se le escapa una leve sonrisa. Ladea su imponente cuerpo y me aferro a él, queriendo sellar un pacto en silencio con Javier. Uno que nos una y sea inquebrantable.
-YO: El doctor les ha citado en una hora en la consulta…
-JAVIER: Pues vamos
Se pone de rodillas a mi lado, me alza sentándome sobre el colchón y sujetándome de la nuca, nos fundimos en un beso largo y generoso, algo casi anecdótico para lo que hemos estado haciendo, pero que lleva un peso sentimental inimaginable. La carga emocional, todo lo que queremos trasmitirnos, es demasiado grande para describirlo.
JAVIER: Te quiero, preciosa mía.
-YO: Te amo, mi galán.
Nos cogemos de la mano y nos ponemos en pie. Javier se pone su pantalón corto negro y su camiseta roja. Mientras se asea en el baño, me pongo un sujetador cómodo a juego con mi ropa interior y un largo vestido negro, con falda por debajo de las rodillas, y sin escote. Una vez me arreglo, al verme en el espejo con el peinado liso hacia atrás y unos zapatos sobrios oscuros, diría que voy perfecta para ir a un entierro.
Listos ya, bajamos al parking y en absoluto silencio, conduzco hasta la clínica, donde al aparcar, me cuesta despegar las manos del volante. Javier me ofrece su brazo cuando nos adentramos por los pasillos grisáceos del ala de ginecología, pese a que está temblando por los nervios le agradezco el apoyo, ya que estoy segura de que si me soltara, caería directa al suelo.
Al doblar una esquina, llegamos a la sala de espera, donde Carlos está de pie, su polo banco impoluto y sus vaqueros perfectos no esconden a un chiquillo asustado, tiene la media melena rubia descolocada y unas profundas ojeras. Celia, a su lado sentada en una butaca, está ida, cruzada de piernas y con sus brazos protegiendo su vientre, tarda en reconocernos, se levanta alisando su vestido azul cielo, que le da una apariencia a niña rica mimada de serie de los ochenta.
-CARLOS: Habéis tardado.
-YO: Hemos venido en cuanto nos has avisado.
-CELIA: Nos han dicho en recepción que esperemos aquí.
-JAVIER: ¿Y habéis visto al doctor? – niegan con la cabeza.
-CARLOS: No sé si está dentro. Estoy por llamar a la puerta.
-YO: Déjalo, ya nos avisarán. Sentémonos.
Javier me sigue, ocupando los asientos al lado de Celia, que agacha la cabeza, creo que está mirando un punto fijo en el suelo, aunque no sé cual. Carlos en cambio sigue de pie, de apariencia tranquila tiene un tic en la rodilla, como si le fallara. Respiro profundamente y asumo mi papel de madre segura y firme, hasta mi galán parece algo confundido. Debo ser el pilar sobre el que se apoyen.
-YO: ¿Cómo te sientes, Celia? – la tomo de la mano, provocando una reacción extraña, como si la hubiera asustado.
-CELIA: Bien…bien…en casa descansado.
-YO: ¿Has notado algún cambio, algún dolor o te sientes rara? – gira la cabeza, parece un perro intentado procesar algo complejo.
-CELIA: No, algunos mareos por la mañana, pero nada más, desde que me compré sujetadores más grandes no me incomoda tanto el pecho.
-YO: ¿Y la familia que tal?
-CELIA: Pues…no sé, están raros, pero creo que es por mí, saben que va algo mal, mi padre me mira y creo…creo que saben algo.
-YO: Solo se preocupan por ti. Por ahora necesito que seas fuerte y que sepas que no te vas a quedar sola, todos te vamos a apoyar.
-JAVIER: Eso es – dice sumándose a la conversación.
-CELIA: Te lo agradezco mucho, más sabiendo el daño que te hice.- la forma tan cariñosa con que mira a mi pareja me hace sentir incómoda.
-JAVIER: Eso es agua pasada, ahora debemos centrarnos en ti.
-CELIA: Es que no estoy bien…-llora levemente- …me siento perdida, sé que mis padres no me van a entender.
-YO: Es importante que no te alteres y te cuides.
-JAVIER: Claro, por el bebé.
-CELIA: ¿Y tan grave sería perderlo? – la forma taimada y agónica con que lo dice, me deja petrificada.
Pese a ser algo que se me ha pasado por la cabeza, que solucionaría de un plumazo mis problemas, un frío gélido me recorre la espalda. Está muy afectada y es evidente que tiene pánico a un futuro incierto, pero los matices desesperados en su rasgada voz me indican un pensamiento demasiado cruel en su cabeza.
-YO: Escúchame Celia, y hazlo bien, tienes que borrarte esas ideas de la mente, no debes hacer ninguna estupidez para intentar forzarte un aborto, o podrás en grave riesgo tu salud.
-CELIA: Lo sé… pero…
-YO: No hay “peros”, ahora vamos a saber quién es el padre y entre todos saldremos adelante, tú misma lo dijiste, nos afecta a los cuatro, de una forma o de otra. Prométeme que no intentarás nada sola, que no vas a perjudicarte tú, ni al bebé.
-JAVIER: No creo que haga falta…
-YO: Quiero oírselo decir. – mi tono imperativo la deja sin aire un segundo.
-CELIA: Está bien, lo prometo. Es sólo que no estoy preparada para esto.
-YO: Te entiendo muy bien, quiero que sepas que nos tienes para lo que necesites. – su mirada se torna más entera y menos oscura.
-CARLOS: Creo que ya viene…
Todos alzamos la cabeza y vemos al doctor Pedrerol acercarse con una carpeta en la mano, con un traje gris impoluto y elegante. De inmediato nos ponemos todos de pie y le miramos atentos. Casi parecemos sentenciados ante un pelotón de fusilamiento en el paredón. El médico, con mirada afable, hace un gesto leve de saludo con la cabeza antes de abrir con llave la puerta de su consulta, enciende las luces y nos ofrece pasar.
Como ganado al matadero, vamos entrando y sentándonos en varias sillas y una camilla que hay ante un gran escritorio de cedro, con un ordenador y muchos papeles, las paredes repletas de poster médicos, progresos de embarazos y replicas internas del útero. El dueño de todos los títulos en medicina a su nombre colgados en una de los laterales, se quita la chaqueta dejándola en un perchero y colocándose una bata blanca limpia, un hábito debido a su experiencia, antes de sentarse frente a nosotros.
-PEDREROL: Buenas chicos…Laura, un placer.
-YO: Igualmente doctor… ¿Qué tal todo?
-PEDREROL: Pues más sabio… y más viejo.- una leve broma que nos saca una sonrisa, o algo similar, a todos.
-CARLOS: Nos han llamado…
-CELIA: Sí.
-PEDREROL: Efectivamente, me han llegado los resultados al medio día, lamento la espera.
-YO: No pasa nada.
-JAVIER: ¿Y bien?
-PEDREROL: Aquí los tengo. – echa mano de un portapapeles que tiene a su derecha, sacando un sobre sellado.
-CARLOS: ¿No los ha mirado aún?
-PEDREROL: No, es información reservada y protegida, sólo ustedes pueden verlo. Yo estoy para solucionar cualquier duda, y ya que Laura es amiga mía, superviso todo para llevarlo con la mayor celeridad y discreción posible.
-YO: Muchas gracias por todo.
-PEDREROL: Un placer. Celia…
-CELIA: Dígame. - alza la mirada como un cervatillo ante un camión.
-PEDREROL: Aquí lo tienes. – le ofrece el sobre. La chiquilla se queda mirándolo, tratando de leer a través del papel.
-CELIA: Gracias.
Aturdida y muy despacio, alarga los dedos y lo coge. Le tiemblan tanto las manos que apenas puede darle la vuelta y buscar la solapa por dónde abrirlo. Una vez que lo hace, tarda lo que me parecen eones en sacar la hoja, desdoblarla y con sus bonitos ojos castaños cristalizados, se queda mirando las palabras sin entender demasiado.
-CELIA: Yo…
-PEDREROL: Es sencillo, abajo, donde tienes la letra con fondo rojo, pone sujeto A o sujeto B, dependiendo de quién sea cada uno. Os lo debieron decir a los chicos al tomar las muestras de ADN.
-JAVIER: Yo era el sujeto A.
CARLOS: Y yo el B.
-YO: ¿Y qué pone? – el ambiente es denso, inaguantable y tan asfixiante que dejamos de respirar todos.
-CELIA: Espera….- busca con sus ojos las letras con fondo rojo, una vez localizado, suspira y lo lee, lo relee y se asegura por tercera vez, secándose la fuente de lágrimas que no deja de brotar por sus mejillas – pone…pone sujeto B.
-CARLOS: Mierda…
Le fulmino con la mirada, aunque poco parece importarle, estoy segura de que esa reacción a Celia la ha hecho desmenuzarse por dentro. La cojo de la mano y le ofrezco mi hombro, sobre el cual se apoya y suelta todo lo que tenía dentro, sollozando sin parar.
Sé que ella no es la responsaba directa y enterarme de que seré abuela de esta forma no es lo más recomendable, pero tras toda la tensión acumulada, los dolores de cabeza y los futuros oscuros que se avecinaban, al cruzar mi mirada con la de Javier, le sonrío y lo hago plenamente consciente de que él está suspirando de alivio, aunque al menos ha mantenido la compostura.
-CARLOS: Esto no puede pasarme a mí, joder… ¿Seguro que están bien? – coge la hoja del regazo de Celia.
-PEDREROL: Seguro, yo mismo insistí en que repitieran la prueba varias veces. – su tono, severo, indica que está enfadado por dudar de su profesionalidad o la de su equipo.
-JAVIER: Ya basta, Carlos, compórtate.
-CARLOS: Para ti es fácil decirlo…yo no puedo ser padre…no…no he terminado la universidad, no tengo trabajo y…y soy demasiado joven…- está claramente afectado, aparte de ser un idiota, no coordina bien los movimientos de sus manos.
-JAVIER: Pues te va a tocar serlo, asúmelo y deja de portarte como un niñato asustado. Ninguno, y menos Celia, necesita esto.
La forma en que cruzan miradas podría denominarse fuego del infierno chocando. Tras varios segundos, es mi hijo quien aparta la vista y ve a Celia derrumbada literalmente sobre mí. Algo cambia en su cabeza, se le nota en la forma de sus ojos, se expanden y abre la boca dándose cuenta del lamentable espectáculo que está montado.
-CARLOS. Yo…mierda…lo siento.
-PEDREROL: Sé que es un momento de máxima tensión, es mejor que se queden y lo asimilen unos minutos, yo me marcho un rato y regresaré con toda la información y el seguimiento que mi consulta puede ofrecerles.
-CELIA: Yo…yo no tengo dinero, mi familia no puede pagar lo que vale esta clínica.
-YO: Asumiré yo los gastos.
-PEDREROL: De ninguna manera, es un gesto que deseo tener, un regalo, te aseguro que estarás en las mejores manos y que yo mismo, si me lo permites, y el mejor equipo del país, te acompañaremos por este camino para que todo vaya como la seda.
-YO: No tienes que hacerlo.
-PEDREROL: Ya está hecho, ahora, si me disculpáis, debo ausentarme.
Es una forma sutil y elegante de zanjar la conversación. Le susurro un “gracias” de corazón cuando pasa a mi lado, él apoya su mano en mi hombro y lo aprieta con dulzura, antes de salir de la consulta.
El doctor Pedrerol nunca fue un sentimental ni tiene a bien cubrir los gastos de un embarazo por pena, ni por amistad. Estoy convencida de que se siente en deuda conmigo, hace veinte años fui una de las escasas mujeres que él trató que tuvo problemas durante el parto o posteriormente. Y pese a que según los cirujanos, Carlos y yo estamos vivos y enteros gracias a sus prodigiosas manos, siempre he sentido un trato de favor por su parte, quizá su orgullo o tal vez se sienta responsable más allá de su deber. Nunca lo sabré porque aunque le preguntara, no me lo diría, pero al menos Celia tendrá los mejores cuidados que nadie pueda disfrutar.
-CARLOS: Mira Celia… – se arrodilla ante ella, acariciándola las rodillas – …perdóname, me ha pegado más fuerte de lo que creía…solo… quería que sepas que te apoyo, en todo, decidas lo que decidas.
-JAVIER: Él y todos.
-YO: Vamos mi niña, deja de llorar, ya ha pasado lo peor…– tarda en mirarme los ojos, sus mejillas rojas me conmueven.
-CELIA: No, ahora que ya sabemos quién es el padre, tengo que contárselo a mi familia…y eso…eso va a ser lo peor…mi padre...
Por una vez, Carlos toma la iniciativa, la levanta de la silla y la abraza, fuerte, llevándola a un lado la sala y la susurra que todo irá bien, tranquilizándola lo máximo posible. Por mi parte, tomo de la mano a Javier, que se sienta a mi lado y me besa en los labios, que saben a felicidad, supongo que como los míos. Es triste reconocer que nos sentimos mejor al saber que la desgracia les toca a otros, al menos en mayor medida. ¿Somos malas personas por ello?
-JAVIER: Felicidades… abuela. – le sonrío por no cruzarle la cara, es un idiota. Es mi idiota.
-YO: Esto no cambia nada…
-JAVIER: Ahora deciden ellos…has oído a Carlos ¿No? “Decidas lo que decidas” – asiento.
-YO: Es normal que hayan hablado de abortar.
-JAVIER: Va a ser terrible, su padre es un cabrón según ella. La va a machacar.
-YO. No hay que permitírselo, Celia está asustada y debe estar segura de lo que ella quiere, no hacer nada en contra de sus ideas.
-JAVIER: Esperemos a ver.
Pasan unos minutos en los que al final Celia se recompone. Nos sentamos y charlamos sobre cómo vamos a proceder con todo, aunque más bien parece intentar encontrar la manera de contarle a la familia de ella que viene un bebé. Lo de contarle a mis padres, y a los de mi fallecido marido, que serán bisabuelos, tampoco será sencillo.
Pedrerol llama a la puerta, su voz pidiendo permiso retumba por la instancia. Al pasar, trae una carpeta enorme, llena de folletos y libros que deja sobre la mesa. De forma metódica, va sacándolos y exponiéndolos sobre la mesa, explicando detalles que a mí ya me suenan, aunque muchos otros son novedosos, en veinte años la medicina ha evolucionado y mejorado de forma increíble.
Llegado un momento, el doctor nos pide a Javier y a mí salir de la sala. Comprendo que quiere charlar con los padres a solas de temas personales. No me parece mal, así que salimos a la sala de espera y nos sentamos en las butacas cogidos de la mano, dándonos tantos besos que pierdo la cuenta. La sensación es de haber esquivado a la muerte por muy poco, de querer aprovechar el regalo.
-JAVIER: Me siento…raro.
-YO: ¿Por qué?
-JAVIER: No sé…ya….ya me había hecho a la idea. – me rio de nervios.
-YO: ¿De ser padre?
-JAVIER: Sí…es decir…por un instante, me he visto con un crio en brazos y…es una tontería.
-YO: No lo es.
-JAVIER: Lo es, Laura, te amo y eso no va a cambiar…no ahora, pero en un futuro, aunque quisiéramos, tú no puedes tener hijos. – es algo sombrío en lo que no había pensado. Ni siquiera tenía pareja, nunca pensé en si quería volver a ser madre, era algo que se me había negado.
-YO: Lo siento, me gustaría algún día poder tenerlos…contigo.
-JAVIER: No…– me acaricia el rostro suave y delicado –…. no tienes la culpa de nada, por eso es una tontería, cuando sea el momento, si quieres, podremos tener un hijo, hay mil formas, adoptar, madres de alquiler u otras maneras. No te preocupes por ello.
-YO: ¡Por dios, que locura! Acabamos de enterarnos que no vas a ser padre…y ya estamos planeando tener un hijo…
-JAVIER: Sólo son ideas bobas mías….ahora toca centrarnos, Carlos y Celia van a sufrir, y debemos ayudarles.
Con un cálido beso de sus labios, asumo que esa verdad, es mil veces mejor que la alternativa. Mi hijo me exigirá ayuda, Celia necesita todo mi apoyo y todavía quedan muchos temas por resolver… la aceptación de nuestra relación a ojos de Carlos, de mi familia, o de la suya. Todo ello me preocupa, pero la realidad es que me siento aliviada. El futuro oscuro y sombrío se cernía sobre mí, un ciclón que arrancaría hasta los cimientos de todo lo que he construido durante este lento proceso de revivir mi existencia, y ahora, un leve y lejano rayo de sol se atisba por el horizonte.
Continuará...