Reencarnación. (14)

La felicidad ha llegado a la vida de Laura, que junto a Javier, tratan de proseguir su relación amorosa en secreto, disfrutando por fin de un poco de paz.

Reencarnación  14

Ha pasado un mes. Tiempo que ha trascurrido desde que Javier y yo empezáramos a acostarnos, en que formalizamos nuestra relación y en el cual, no he dejado de ser feliz ni un instante.  Desde que esta nueva etapa ha comenzado, todo ha sido maravilloso y excitante.

Desde los largos paseos cogidos de la mano, hasta noches enteras de pasión y deseo. Es un carrusel constante de situaciones y momentos únicos que hacen que no me arrepienta en  nada de la decisión que tomamos. No llego a comprender que le ame tanto en tan poco tiempo, pero al ver cómo me mira, adorándome de tal manera que me ruboriza, no dudo que él siente lo mismo. Siente tanto amor incondicional y desinteresado que ya apenas se muestra molesto por tener que mantener la relación en secreto ante los demás, y  cada vez que hablamos de Carlos o Celia, su gesto se tuerce un poco menos.

Los únicos ratos en que nos separamos, ya sea por mi trabajo o porque él tiene que ir preparándose para regresar a la universidad, ya en el horizonte a finales del verano, logramos mantener una conexión única a través del móvil, algo que hasta ahora no había sentido jamás. Nunca he sido una fanática del teléfono, lo tenía por si me llamaban y poco más, pero ahora, me veo yendo con él a todos lados, sin separarme demasiado esperando ansiosa un mensaje suyo.

A veces creo que estoy generando una dependencia de él, y eso no es sano. No puedo estar tan pendiente de alguien y prácticamente necesitarlo todo el día a mi lado, de una u otra forma. Creo que no es bueno porque con tanto tiempo juntos, lo normal es que nos terminemos hartando el uno del otro, que alguno meta la mata y nos enfademos. Pero no es así, a su lado todo es increíble y perfecto. Eso me asusta, siempre que he sido tan feliz algo terrible ha pasado y,  después de todo lo ocurrido, la sola idea de perder a Javier me produce un dolor real y punzante en el pecho, muy cerca del corazón.

Por ahora me centro en disfrutar de lo que ocurre,  bastante hago con ello. Estoy agotada, mi vida se ha convertido en un maravilloso caos, en el cual, salvo mi empleo, el resto de las horas las paso haciendo malabarismos para pasar por mi casa y luego esfumarme con mi galán. La primera semana fue una absoluta locura, todas las noches iba a su casa a dormir. Y sí, follamos,  mucho, pero también descansamos, porque una vez que terminamos de devorarnos el uno al otro, nos quedamos dormidos como bebés, abrazados y en la gloria.

El problema llegó cuando tuve que discutir con Carlos sobre lo que hacia todas las noches fuera de casa. Me da que pensar que durante los primeros días no le importaba demasiado donde me metía, ya que Celia y él se estaban acostando y no tenerme por allí le daba carta blanca. En cuanto ella se fue al pueblo de su abuela de vacaciones, se aburre y no tiene nada mejor que hacer que intentar controlarme. Esperaba que con los días alguna otra muchacha le distrajera, pero ahora me temo que mi hijo se ha enamorado de la ex pareja de mi novio adolescente secreto. Vaya suerte la mía.

Una vez aclarado que lo que yo haga, o deje de hacer, no era asunto de nadie. Pasé más noches en casa,  sólo me iba al piso de estudiantes los fines de semana. Excusándome con que quería ir a ver a mis padres. Por suerte no son los abuelos adinerados y a mi adorable retoño no le interesan en absoluto. No está bien mentirle ¿Pero qué voy a hacer, decirle que me paso el día desnuda montándomelo como una loca con uno de sus amigos? No creo que se lo tomara bien.

Es una exageración, claro, Javier y yo tenemos una relación mucho más sana y profunda que sólo sexo. Me cuida y  me mima como más me gusta, sin ataduras ni imposiciones, sabe tratarme de una forma sutil y elegante. Paseamos con Thor, vamos al cine, a la piscina, cenamos fuera, nos quedamos viendo una película, salimos de fiesta…Lo que creo que hacen las parejas hoy en día.

Eso no cambia que en cuanto tenemos oportunidad, nos buscamos el uno al otro. Los primeros días no estaba preparada para el vendaval de fogosidad de mi chico, cuando me dijo que me tenía ganas no era un eufemismo,  lo hicimos al menos  diez veces en menos de ocho días. Es un cálculo aproximado, en muchas de esas ocasiones he llegado al orgasmo innumerables veces. Es una estimación basada en el número de veces que él se ha corrido, siempre dentro de mí, pero tampoco estoy segura, ya que gracias a su juventud, se recupera con rapidez y ya está intentándolo cuando aún no me he recuperado del anterior.

Con el paso del tiempo me he ido acostumbrando al grosor de su miembro, es vergonzoso reconocer que tuve que usar cremas íntimas debido al escozor, pero al final ya no las necesito. Es más, juraría que se me han ensanchado un poco las caderas, tras dar cabida a semejante erección dentro de mí tantas veces. Eso a Javier le encanta, que ahora casi prefiere hacerlo por detrás para disfrutar de la vista, aferrado a mi trasero. Es una leve concesión que le hago, no es gratuita, yo me he vuelto adicta al sexo oral. No sabía lo que me perdía y él me está demostrando todo lo que puedo disfrutar de su pericia recorriendo cada recoveco de mi interior, saboreándome y haciéndome delirar sin necesidad de penetrarme. Algo que es inevitable tras llevarme al clímax con su boca.  Por mi parte he intentado devolverle el favor, pero salvo el glande, no consigo meter nada más entre mis labios, a partir de ahí la ligera curvatura y un claro ensanche de su falo no me deja seguir. No creo que le importe por cómo gruñe de placer al sentir mi lengua lamiendo su piel más sensible, mientras mis manos le masturban con tenacidad.

Hoy estoy algo más nerviosa de lo habitual. Hace una semana regresaron un par de chicos del piso de estudiantes, y claro, no puedo estar tanto allí con él como nos gustaría. Así que llevamos unos días en que apenas nos vemos,  sólo para pasear con Thor, o comer juntos en algún lado. Son cuatro días desde la última vez que lo hicimos, y estoy que me subo por las paredes tras acostumbrarme a tenerle dentro de mí casi a  diario. Los besos tan brutalmente sensuales que nos damos no ayudan,  sentir su miembro duro palpitando por salir contra mí, en cada abrazo o roce, me dice que él está igual, o peor.

Voy de camino a casa tras el trabajo,  por lo que sé, Carlos ha salido a comer con Celia, que ya ha regresado de sus vacaciones. Me ha dicho algo de que está muy preocupada y que quería hablar con él por algo importante. Poco o nada me importa la relación entre ellos siempre que no afecte a la mía con mi galán. Eso me da al menos unas horas sola en casa, y en cuanto se lo he mencionado a Javier, ya ha dicho que me espera en la puerta de mi piso.

Conduzco con cuidado, a inicios de septiembre la ciudad va  recuperando a todos los que han estado fuera, y Madrid empieza a llenarse de gente, atascos, coches y contaminación, mientras el calor aún es asfixiante. Han bajado las temperaturas, pero claro, de estar por encima de cuarenta grados a rondar los treinta y cinco…pues no supone gran diferencia en una jungla de cemento y asfalto. Me he quitado la chaqueta azul, del traje con falda que llevo, y me abanico con la solapa de la camisa blanca, notando el sudor sobre mi piel pese al aire acondicionado. Aunque por la forma en que froto mis muslos, tengo la sensación de que mi sofoco tiene nombre, y está esperándome en mi portal.

Tardo más de diez minutos en llegar a mi parking y dejar el coche. Una vez lo he hecho, salgo a la calle y allí está mi galán, vestido con unos vaqueros rotos y una camiseta blanca, tan alto e imponente gracias a su robusto cuerpo, tan sexy con su peinado hacia un lado, su nariz ladeada y la media sonrisa que nace en su boca cuando me ve acercarme.

Estiramos los brazos y nos fundimos en un abrazo tierno y cálido, en el que nos apretamos unos segundos. Estamos en la calle y ambos sabemos que nos pueden ver, así que no me atrevo a darle el beso de tornillo que mi cuerpo me pide. Él lo sabe, y como me prometió, mantiene las formas de cara al público.

-JAVIER: Hola preciosa mía. – susurra a mi oído.

-YO: Hola.

-JAVIER: ¿Cómo estás? – se separa un poco, sujetándome de los hombros.

-YO: Algo cansada del trabajo y agobiada por el tráfico.

-JAVIER: Lo siento.

-YO: No es culpa tuya.

-JAVIER: Ya…aún así. – es tan tierno que acaricio su mejilla con dulzura.

-YO: No te preocupes ¿Cómo estás tú?

-JAVIER: Bien, ansioso por que empiecen las clases.

-YO: Me alegra mucho que al final te quedaras aquí.

-JAVIER: No me voy a ir a ningún sitio donde no estés tú. - al mirarme a los ojos, le brillan de sinceridad y cariño.

-YO: ¿Qué haría yo sin ti?

-JAVIER: Anda, subamos y así te relajas.

Ambos sonreímos cuando asiento. Los dos sabemos que la conversación protocolaria debe acabar, lo estamos ansiando de hecho. Lo de relajarme es un eufemismo, pero qué más da. Vamos a follar y lo estoy deseando.

Entramos al portal y subimos las escaleras. Le tiento contoneando las caderas bajo la ceñida falda ante sus narices. Le escucho reír al notarlo. Pulso el botón del ascensor y nos quedamos unos segundos mirándonos fijamente, sin decir nada y alejados un metro, para no levantar sospechas de nadie que pudiera vernos.

Una vez se abren las puertas y pasamos, esperamos a que se cierren. Es entonces cuando me rodea la cintura con sus manos, ladeándome para quedar vencida sobre su pecho, y nos besamos. Sus labios se mueven lentos, buscando la complicidad de los míos, que le siguen, hasta sentir su lengua rozar mi boca. Eso provoca un giro de cabezas muy erótico, en el que me sujeto a sus hombros y disfruto de la sensación de verme atrapada por su cuerpo contra una de las paredes.

Al sonar el timbre avisando que llegamos al segundo piso, hociquea con su nariz  y nos dedicamos un segundo de miradas lujuriosas  antes de volver a alejarnos por unos instantes caminando por el rellano. Con delicadeza, se coloca detrás de mí mientras meto las llaves en la cerradura, se pega tanto que siento su miembro rozando mi trasero. Es travieso y se contonea levemente. Antes de pasar a mi casa, echo la cadera hacia atrás, jugando a provocarle.

-YO: ¿Carlos? Estás en casa.

Grito a pleno pulmón. Javier aguarda hasta que recorro rápida el piso para comprobar que no hay nadie. Asomo la cabeza por el marco del salón y me rio al ver a mi galán  aún en la entrada, medio escondido, pero con los ojos fijos en mí, ansioso y decidido, como una bestia encerrada a la espera de que le liberen para desatar toda su furia.

Me coloco en medio del pasillo y le llamo con el dedo, es suficiente para que se adentre y cierre la puerta tras él. Avanza con paso felino, o al menos me lo parece, tensándome hasta el punto en que me quedo sin aire cuando me toma de las caderas y me encajona contra una de las paredes. Mis manos buscan su nuca y enseguida comenzamos a saborear nuestras bocas. De inmediato reconozco toda una explosión de sensaciones placenteras y delirantes al tenerle entre mis brazos, la forma en que tira de su lengua de la mía, cómo sus dedos aprietan mi cintura o su pelvis presiona mi vientre.

Tras un beso largo, que quería ser sensual y termina siendo obsceno, agacha su cabeza y busca mi cuello, algo que me derrite por dentro. Me aferro a sus hombros y dejo que casi paladeé mi piel, dando pequeños tirones con sus labios de mi yugular. Inspira profundamente el aroma de mi cabello, le apasiona perderse entre mis mechones de pelo, embriagándose del olor que encuentra en ellos. Al final desciende mordiéndome por el hombro, de un arranque pasional que le lleva a tomarme del trasero y montarme a pulso sobre sus brazos.

-YO: ¡Javier! – grito sorprendida.

-JAVIER: No sabes cuánto te he echado de menos estos días.

-YO: Se te nota…- suspiro entre sonrisas al verme arrastrada a la cocina.

El bajo de la falda no me permite rodearle con mis piernas como deseo, pero tampoco hace falta. Sujeta a su cabeza, iniciamos un leve baile en el que buscamos la boca del otro sin hallarla. Es dulce y tierno, pero lleva un componente sexual innegable.  Para cuando llegamos a la encimera, me posa con suavidad en el suelo sin dejar de tocarme como suele hacerlo, con firmeza pero delicado.

Al iniciar otro largo beso, ya no hay vuelta atrás, comenzamos a desnudarnos con prisa, en menos de unos segundos su camiseta blanca ha volado y mi camisa está desabrochada, sus grandes manos aprietan mis senos mientras recorro su poderoso pecho con mi boca, buscando sentir su corazón en mis labios. La forma en que logra remangarme la falda hasta la cintura es un misterio, pero lo que llega a continuación no lo es.

Poco a poco, besando cada centímetro de mi piel, baja desde mi cuello a mis pechos, pasando por mi ombligo y al final tira de mi tanga para dejármelo por los tobillos. Saco una pierna y, llena de pasión, rodeo uno de sus hombros con ella, a lo que él la sujeta, y se arrodilla aferrándose a mi trasero para sacar mi cadera un poco,  inhalando mi sexo, antes de cerrar su boca sobre él. Debo sujetarme a la encimera al sentir el contacto, la succión inicial seguida de su áspera lengua moviéndose en todas direcciones haciéndome gemir entrecortada.

Mi respiración se agita y noto la presión del sujetador oprimiéndome, así que en cuando Javier se toma un respiro, lo desabrocho dejándolo en suelo, junto a mi camisa y  mi ropa interior. Una de sus manos asciende acariciándome hasta sujetar uno de mis senos,  lo agarrara retorciendo el pezón duro y sensible, multiplicando la excitación que va aumentando al sentir chuparme el clítoris. Cuando uno de sus dedos empieza a penetrarme, echo la cabeza hacia atrás y tiro de su pelo con fuerza, pero no para alejarle, sólo para que sienta un poco de todo el placer que me provoca.

-JAVIER: Estás empapada. –murmura entre mis muslos.

-YO: Que bien lo haces.

Sonríe gimiendo, generando una vibración que me recorre el cuerpo entero. Aumenta el ritmo según van pasando los instantes de lujuria,  ya puedo decir que me está follando con dos dedos mientras lame mi sexo sin control.

Empiezo a temblar deseando que llegue el orgasmo, pero ya me conoce, sabe que va a llegar y se detiene de golpe. De un tirón me sienta en la encimera, poniéndose de pie entre mis piernas, me toma de la nuca y nos besamos invadiendo la boca del otro con la lengua. Pero es sólo una señal, desabrocho su cinturón y sus vaqueros, ávida por dejar salir su miembro, que en cuanto nota el tacto de mis manos sobre su bóxer ya cabecea pidiendo guerra.  Ni siquiera hablábamos, sólo bajo su ropa interior  y tomando su sexo, masturbándolo mientras nos deleitamos con las sensaciones, lo dirijo a mi entrada, que está lista para recibirle.

El glande ya entra con facilidad, pero tras varios días sin hacerlo, el resto  fricciona expandiéndome por dentro. Arqueo la espalda cuando la curvatura de su falo roza mi interior, resbalando hasta que me penetra por completo provocando un leve tirón de mi cadera por la impresión. La manera en que se queda acoplado sin moverse mientras acaricia mis senos me enloquece. Puede sentir cómo mis paredes interiores se adaptan a toda su circunferencia, hasta tenerla atrapada. Es entonces cuando me agarra de la cintura y la saca casi por completo, la sensación de vacío es abrumadora, dura  un segundo antes de una colosal embestida que me parte en dos. Tengo que apoyarme en el armario, encima de mi cabeza, para no retorcerme de placer.

Poco o nada nos importa ya. Nos colocamos en la mejor posición y se balancea lento y pasudo, hasta que el roce dentro de mi es más fluido por todo lo que emana de mi sexo. Una y otra vez, su cuerpo se tensa cuando me penetra y cuando creo que no puedo disfrutar más del ritmo, aumenta la velocidad. Es una subida gradual de todo lo que sé que puede dar, en la que nos deleitamos, nos besamos, nos acariciamos o nos miramos a los ojos, sin dejar de buscar unir nuestras pelvis.

Correspondo girando en círculos mi cadera, es tenue ya que la posición no me da para más. Extasiada, me echo un poco para atrás y mis senos quedan perfectos para que doble la espalda y los lama, chupe o llegue a  tirar con los dientes de mis pezones, sin dejar la progresión tan sensual que vuelve a llevarme a ese hormigueo previo del orgasmo. Lo siente ya que lo rodeo con las piernas por completo y busco agarrarme a sus nalgas para sentir cada envite. Se sujeta a mi cintura y a mi nuca, planta bien lo pies y da rienda suelta a su poderío.

Tras unos segundos iníciales de juego, la cosa se pone seria, mantiene el ritmo alto pero casi parece que va sumando fuerza a cada penetración. Sus ojos se inyectan en sangre y aprieta los dientes entre respiraciones. Me encanta verle en ese estado, jadeo con cada golpe de pelvis y sólo se le borra el gesto cuando sonríe. Lo hace cuando me muerdo el labio deseando más.

La sensación nace como de la nada, como si se me durmiera una parte de mi anatomía,  todo mi cuerpo tiene la misma sanación de vibración bajo la piel. Las piernas se me tensan y estiran, alargando lo dedos de los pies. De forma instintiva una de mis manos se posa en su abdomen, parece que le pido calma, pero es sólo de la impresión, en realidad que siga follándome mientras mi vagina se cierra sobre su pene, me fascina.

-YO: No pares amor mío…no pares. –jadeo.

-JAVIER: ¡Dios!

Aprieta unos segundos finales más de esfuerzo en que me deja sin aire, tras lo cual pierde el compás. Se apoya en la encimera y toma aire unos momentos en los que nos reímos, mientras yo intento no arañarle más la espalda con mis uñas, él parece hasta mareado. Ya estamos  llenos de sudor y yo siento un escalofrío por mi columna vertebral, notando cómo su miembro duro sigue presionado bajo mis espasmos vaginales.

-YO: Bájame.

Obedece, sale de mí y me toma de la cadera para dejarme en el suelo. Me fallan un poco las piernas pero casi que mejor, tomo su falo y, ya acostumbrada al sabor de la mezcla de fluidos, lamo la punta de su glande, brillante por la humedad. Me encanta verle apretar los músculos cuando lo hago, besando su piel y metiendo toda la cabeza en mi boca para chuparla con un sonido de vacío. Me deja hacer un minuto, en el que me recompongo si dejar de masturbarle y devorar esa maravilla de erección.

-JAVIER: Date la vuelta.

Me pongo en pie sonriendo, ahora le toca disfrutar a él. Le cojo de la nuca y nos fundimos en un beso lascivo y guarro, algo demencial que hace tiempo hubiera detestado ahora es el mayor manjar del mundo. Me agarra del culo y lo soba de forma grotesca y poderosa, dándole varios azotes hasta que me hace sisear de dolor, o algo similar pero que produce placer.

Me giro de un solo gesto y me aplasta contra la mesa de la cocina, mis muslos chocan con el borde. Se coloca detrás de mí  acariciando mi vientre hasta llegar a mis senos, a los que se sujeta firme. Sin escapatoria, noto cómo dobla las rodillas para agacharse y buscar la entrada a mi cuerpo con su miembro. Ni siquiera usa las manos, va tentando hasta que encuentra el espacio entre mis piernas y aprieta hasta atravesarme, separando mis labios mayores con su sexo. Luego gira la cadera hacia abajo, intentando penetrare, pero no lo logra y  la siguiente vez, una de mis manos empuja su glande para que esta ocasión si que entre.

Se abre paso sin problemas y la verdad es que tal y como retuerce mis pezones, poco me importaría que le costara. Prosigue su invasión hasta que mi trasero hace de tope, y aún así, cuando sale y entra buscando distancias, parece que la esté metiendo entera. Un vez colocado, me susurra lo mucho que me desea al oído, antes de follare a lo bestia.

Llegados a estos momentos ya he aprendido que debo dejarle hacer más que pelearme con él. Al menos es imposible, su ímpetu y sus ganas me sobrepasan, sólo disfruto de sentir que me machaca, recorriendo todo mi interior con furia, sintiendo los goles de su pelvis rebotar en mi trasero, o  la fuerza con la que aprieta mis senos para que no me mueva ni un ápice. En nada ya me tiene dando pequeños saltitos porque cada vez creo que  llega más dentro, alzo los brazos sujetándome a su nuca y grito llena de depravación que me folle más fuerte.

Por suerte la mesa está anclada al suelo, si no, ya estaría volando por los aires. Me está taladrando sin descanso, se las apaña incluso para besar mi espalda y lamer mi cuello sin perder ritmo, y una vez que ha cogido velocidad, no para. Y doy gracias  a dios porque no lo haga. Tras cada sonoro choque,  sulfura y yo jadeo, acompasados y disfrutando como locos, siento cómo su bolsa escrotal impacta  con mis muslos.

Ya no lo aguanto más, lo ha vuelto a lograr,  me venzo sobre la mesa para quedar en ángulo de noventa grados, totalmente ofrecida teniendo otro orgasmo sin que deje de percutirme. Comienzo un cómico pero sensual grito de elevación, como si ascendiera rápida a gran altura, pero es él, Javier, mi galán, el que está llevando al cielo.

Lo está disfrutando, se  ríe mientras me suelta brutales azotes que prácticamente ni siento, pero en cambio, en cuanto se aferra a las nalgas y su respiración varía, ya sé que le queda poco.  Sus penetraciones se van pausando hasta que son tan largas que producen un sonido húmedo al resbalar dentro de mí. Al poco, noto en mi interior los calientes chorros de semen inundándome, con los últimos coletazos de su cadera, apretando con cada uno de ellos.  Cuando todo acaba, respiro profundamente, saboreando el instante.

-JAVIER: No sabes cuánto te adoro.

-YO: Ummm, y yo a ti, mi galán. – se dobla sobre mí, acariciando mis costados y besando mi nuca, apartando mi cabellera rubia, susurrándome lo sexy que soy y lo mucho que le pongo.

-JAVIER: Menos mal que se ha ido tu hijo, un día más  sin tenerte y me muero.

-YO: Siento que por ahora sea así, pero ha sido fantástico. - digo cambiando de tema.

Sale de mí,  cuando se separa me doy cuenta de que estoy en vilo sobre la mesa. Apoyo los zapatos del trabajo en el suelo, que ni me he quitado, y me apoyo para colocarme de pie. En seguida me toma de la cintura y nos fundimos en un largo beso tierno y dulce. Al final, siempre, hociquea alegre.

-JAVIER: Ha sido genial.

-YO: Mucho…dios, necesito una ducha.

-JAVIER: Y yo. – le brillan los ojos.

-YO: No empieces, ya lo intentamos en el baño una vez y casi nos matamos…

-JAVIER: Vaaaale.

Su media sonrisa me cautiva, pero no estoy dispuesta a partirme la crisma. Hace dos semanas se puso muy pesado y se metió en la ducha conmigo, sólo íbamos a ducharnos, claro, pero una cosa llevó a la otra y mientras lo estábamos haciendo me resbalé y casi le tiro a él. Una locura más a sumar a mi lista de cosas que estoy descubriendo que soy capaz de hacer con Javier.

-YO: Tú al baño del pasillo,  yo al mío.

-JAVIER: No seas mala…

-YO: Javier, si viene Carlos no quiero líos. Mejor así es más rápido.

-JAVIER: Como quieras, pero nos quedamos un rato acostados en tu cama.

No da opción a replica, me besa, y recogiendo su ropa se va a ducharse. Quisiera negarme, pero quiero sentirle en mi cama de nuevo. Llevo varios días sin dormir del todo bien,  lo necesito.

Cojo mi tanga y mi sujetador junto a mi camisa del suelo,  voy a mi baño a asearme. Luego me doy una rápida ducha, limpiándome bien y palpando el agujero cerrándose entre mis piernas. Antes sentía un ligero escozor pero ahora me encanta la sensación. Una vez me seco y me pongo un tanga fino negro salgo a mi cuarto a buscar uno de mis camisones. Por poco me da un susto Javier, tumbado ya en la cama sólo con el bóxer azul oscuro encima y el pelo húmedo.

-JAVIER: Ven, te quiero así, sin nada más encima.

-YO: Javier…

-JAVIER: Sólo quiero sentirte.

Suspiro concediéndoselo, como si yo no lo estuviera deseando. Apagamos las luces y cierro la puerta por si de nuevo tenemos visita imprevista de mi hijo. Me acuesto sobre la cama  y Javier me rodea el cuerpo entero con sus brazos, nos quedamos cara a cara, acariciándonos y besándonos como los enamorados que somos.

-YO: ¿Cómo va todo?

-JAVIER: Bien, lo de la universidad es un jaleo, pero me encuentro mejor.

-YO: Me alegro mucho.

-JAVIER: ¿Y tú qué tal?

-YO: Pues es duro estar lejos de ti, es una bobada pero cuando te veo me siento más fuerte y puedo sobrellevar mejor… algunas cosas.

-JAVIER: No hace falta que andes de puntillas ya…Laura, si quieres hablar de Carlos, puedes hacerlo.- me tiene calada.

-YO: No es eso…es que no quiero que te moleste.

-JAVIER: Tengo que dejar atrás todo eso,  olvidarme de lo que ocurrió, y si tú lo tratas como un tabú, no puedo.

-YO: Lo entiendo…

-JAVIER: ¿Qué pasa con él?

-YO: No lo sé, está muy sobre protector, de repente le impronta a dónde voy y con quién, se huele que me veo con alguien.

-JAVIER: No es idiota…

-YO: Eso es lo que temo, que en algún momento se entere de que eres tú.

-JAVIER: Yo no le tengo miedo.

-YO: Yo sí. Esto no le parecerá bien.

-JAVIER: ¿Y qué?

-YO: Mi pobre galán - le acaricio la cara mientras le beso – que no sé cómo reaccionaría… ¿Y si llega el punto en que me hace elegir entre tú y él? Te amo con locura, pero es mi hijo…

-JAVIER: Comprendo – suspira preocupado – Yo te quiero, y sé que tú me quieres, con eso me basta. Si Carlos no es capaz de ver lo felices que somos juntos, tiene todo el derecho a que no le guste, pero no a imponer su criterio.

-YO: Está acostumbrado a eso conmigo.

-JAVIER: Pues eso se acabó, Laura, lo siento pero ya no eres una flor marchita a sus órdenes. Ahora eres mi pareja, una mujer fuerte y segura, que sabe lo que quiere.

-YO: ¿Y si quererte significa perder a mi único hijo? – me mira a los ojos, y noto cómo las dudas a esa pregunta le invaden.

-JAVIER: Eso es algo que debes decidir tú, si llegamos a tal caso.  Yo sólo sé que te amo y que quiero estar contigo…pero aceptaré la decisión que tomes. – muy cortés significando que no podríamos estar juntos jamás.

-YO: Ese camino me partiría el alma en mil pedazos.

-JAVIER: Lo sé. A mí también.

Por si creíamos que nos habíamos librado de nuestros propios demonios, aquí están. Las cadenas siempre están ahí, subyugándonos a su voluntad. La pesada carga de hacer lo que creemos correcto en vez de lo que deseamos. Yo no puedo cuestionarme abandonar a mi hijo, puede no ser un ejemplo de nada, pero es lo único que me queda de Luis, mi único heredero, y no quiero perderlo. Y Javier, como el magnífico hombre que es ya, me dejaría ir, abandonaría al amor de su vida sólo por respetar mi decisión.

Qué cruel puede llegar a ser el destino de la gente de buen corazón.

Hunde uno de sus brazos para rodearme por completo y abrazarme fuerte, queriendo trasmitirme la paz que tanto necesito. Es una terrible tortura que logre clamarme de esta manera,  la única persona que puede hacerme feliz es justo la que podría provocarme el mayor dolor del mundo si nos separáramos.

Ya pienso en ello lo suficiente como para seguir haciéndolo ahora. Decido olvidarme del mundo un rato, abandonarme entre los brazos de mi ser amado y sentir su cuerpo protegiendo el mío, apoyando la cabeza en su pecho y sintiéndome genial todo el tiempo que pueda.

Es inevitable, el calor corporal, las caricias y el amor nos envuelven como un manto, dejándonos dormidos profundamente sin remedio.

El leve roce de sus labios en lo míos me desvela. Me niego a abrir los ojos y persigo su boca a tientas hasta sentir su lengua. No es una sorpresa notar su miembro duro en mi vientre, agitado y preparado para continuar lo que hemos empezado en la cocina. Su mano baja a mi trasero y se agarra a él apretándolo como si fuera un melón maduro.

-JAVIER: Quiero volver a follarte.

No entiendo que el educado Javier no sea capaz de expresar lo que siente con más delicadez, aunque tampoco comprendo que eso mismo me excite. Sonrío melosa al sentir que  sus labios van besando mi cuello hasta llegar a mis senos, los cuales lame, haciendo ligeros círculos al rededor de mis aureolas.

Mi pierna se mete entre las suyas y mi mulso fricciona sutil su erección, gesto que agrace con un  ronroneo dulce tras cada profunda respiración que me eriza la piel. Girándose sobe la cama, quedando boca arriba conmigo montada de rodillas sobre su pierna derecha, proseguimos el festín. Acaricio todo su pecho mientras nos saboreamos, pero al final casi sin darme cuenta he sacado su sexo del bóxer y lo estoy masturbando al mismo ritmo que nuestras cabezas rotan buscando el mayor placer posible.

Unos segundos después me separo para coger aire,  la forma dulce con la que me mira me inspira un profundo sentimiento de gratitud. Desciendo por su muslo sintiendo en mi pubis su rodilla, hasta tener su glande a la altura idónea para darle un beso,  luego muevo mi lengua sobre él. Hago resbalar su piel mientras introduzco toda su cabeza en mi boca, cuando succiono su gemido me reverbera en los oídos como una dulce canción excitante.  Trato de fagocitar algo más de esa barra candente de carne que pide a gritos sexo, pero no puedo, en cuanto lo intento se ensancha y mi boca no da para más, así que lamo todo el largo de su tronco, manoseo sus testículos y desciendo a chupar la base con ansia, ladeando su falo para ayudarme a producirle más placer.

-JAVIER: Joder…- murmura agitado.

-YO: Tranquilo, ya voy.

Sonríe excitado. Me dejo caer sobre la cama y mi tanga es casi arrancado por mí misma. Antes de que él pueda moverse me monto encima suya, me doblo para besarle y restregar mis senos por su pecho, y de paso su erección por mi pubis. No nos damos tregua en la batalla que nuestras bocas libran, ni cuando me azota el trasero o yo araño sus hombros.

Cuando  creo que ya le he hecho esperar lo suficiente, tomo su sexo y lo dirijo a mi vulva, froto con la punta toda ni vagina, empapada ya, embadurnando su piel, antes de alzar las caderas y buscar la penetración. Ni si quiera debemos hacer fuerza, de un sólo gesto resbala dentro de mi hasta notar nuestras pelvis uniéndose.  Eso no disminuye un gramo del placer de notarle expandiéndome otra vez. Él estira el cuello en claro signo de gustarle sentirme envolviendo su pene.

Iniciamos un baile sensual ambos, en el que giramos nuestras caderas buscando un compás único de sensualidad, mientras nos acariciamos y besamos. Durante unos segundos toma mi cintura y, plantando los pies, empieza a follarme. Le dejo deleitarse con ello, me penetra tan fuerte que me alza sobre él y caigo a plomo, llegándome tan dentro que casi diría que roza la pared de mi útero.

En cuanto desciende un poco el ritmo, me alzo con un erótico gesto girando la cabeza encima de él. Quedo de rodillas montada a horcajadas, hago ondular mi pelvis al sentir sus manos aferrándose a mis senos, queriendo dominar la situación. Pero no puede, está encerrado bajo mi cuerpo, y lo sabe. Yo lo sé y es lo que más me gusta. Tomo sus manos y hago que se las ponga tras la nuca, cuando le suelto trata de agarrarme, pero vuelvo a insistir.

-YO: Ahí quieto.

Acepta a regañadientes, quedando en una postura como si descansara en una hamaca. Voy balanceándome hasta encontrar el movimiento perfecto, aquel  que le hace gemir más que cualquier otro. Entonces lo repito, despacio, saboreándolo  y aumentando la velocidad poco a poco. Su cara se va volviendo más lasciva al entender que es mío esta vez. Me apoyo en su enorme pecho con ambos brazos, subo y bajo por su miembro tan rápido que los sonidos de golpes húmedos son incesantes.

De nada le sirve tensar sus músculos cada vez que me penetra. Yo marco el tempo y los gestos, disfruto enormemente de tenerle a mi merced y de verle apretando los labios, rendido al placer que yo le proporciono. Me excita mucho recordar a mi marido Luis, cuando hacia esto mismo, cómo se derretía entre mis muslos, y al observar ahora a Javier deleitándose con ello. Nuestros cuerpos chocan y rebotamos sobre la cama hasta que casi sin querer empiezo a correrme, bañando su abdomen de mis fluidos.  Eso me saca de rueda y me doblo hacia atrás algo mareada.

-JAVIER: Laura. – es sólo mi nombre, pero la forma en que lo pronuncia me devuelve a la tierra.

-YO: Estoy bien…pero vas a tener que seguir tú.

Me acaricia la mejilla alzándose para rodearme con un brazo por la espalda, quedando sentado. Casi sin esfuerzo me hace subir por su miembro, le ayudo en la medida que mis piernas me responden, ya que tienen un temblor muy sensual en ellas. Al poco ya no importa. Ha tomado el control y  estamos de nuevo moviendo las caderas para demostrar que nos deseamos sin remedio.

Por sorpresa se levanta de la cama conmigo agarrada a su nuca. Le rodeo con las piernas antes de que me estampe, con cuidado, contra una pared. Del impacto creo que me va a partir en dos, se aferra a mi trasero para sujetarme mientras es él el que me folla salvaje, sin control alguno sobre lo que hace, salvo metérmela una y otra vez.

Del brío con que acomete cada embestida, mi espalda nota como reboto contra ella. Cuando dobla la nuca para lamer mis senos, botando ante sus ojos, empiezo a gritar de lujuria, placer y de  depravación, me siento llena y satisfecha como nunca supe que podría estarlo. Y no dejo de gemir hasta que su respiración cambia y sus penetraciones se pausan, momento en que nos fundimos en un sólo ser, abrazados. Su pelvis se sacude, con cada espasmo tras cada descarga de semen en mi interior.

Uno tras otro, los latigazos van decreciendo hasta que ya no existen. Alza la cabeza  y me mira adorándome, supongo que no menos que yo a  él, ya que nuestros labios se cosen de una forma única y especial. No dejamos de encontrar nuestras  bocas hasta que hociquea y su nariz ladeada roza mi rostro, hasta enterrarse en la maraña de pelo rubio que tanto le gusta. Me aferro a su espalda notando sus músculos en tensión y su respiración agitada, descendiendo en cadencia.

-JAVIER: Te amo Laura.

-YO: Y yo a ti, mi galán. – se me escapa una sonrisa con cada respiración.

-JAVIER: ¿Estás bien?

-YO: En la gloria, bobo…- es adorable verle preocuparse por si me ha hecho daño, cuando en realidad me ha matado de placer- ¿Y Tú?

-JAVIER: En el paraíso...junto a un ángel. No podría ser más feliz.

Me sonroja cuando besa mi cuello y se gira, llevándome al baño. No le niego cuando me posa en el suelo y se  mete en la bañera conmigo. No podría aunque quisiera, y no quiero. Nos damos un buen repaso a nuestros cuerpos, limpiándonos, pero es excitante, sensual y de milagro no follamos otra vez.

Javier sale antes y se seca, para marcharse a vestirse. Yo me quedo sentada en el urinario, rodeada con una toalla, pero agotada físicamente.  No es la primera vez que lo hacemos dos veces seguidas, pero si en la que por fin le he dominado, hasta ahora nunca me había puesto encima de él de esta manera, y me ha  encantado recordar  la sensación de poder y erotismo. Pero ya no soy la de antes, y noto cómo mis músculos de la cadera y los costados se resienten por el ejercicio, ya casi olvidado, de mandar a base de golpes de cadera a un hombre, y menos a uno como Javier, que luego me ha martirizado de gusto contra la pared.

Una vez aseda salgo al cuarto y me pongo un tanga con un camisón granate sugerente. Me siento algo ida pero lo suficiente consciente para ver que son cerca de las seis de la tarde. Carlos puede regresar en cualquier momento. Salgo al pasillo y veo a Javier comiendo algo en la cocina. Voy a por él y le ”ataco” por detrás, abrazándolo con mimo. Gira la cabeza y me besa dulce, mientras me ofrece un poco de pan con fiambre que está comiendo. Prácticamente se lo arranco de las manos y lo devoro. No me había dado cuenta de que no he comido. Él aprovecha y se da la vuelta para rodearme la cintura con sus manos, mirándome embelesado.

-JAVIER: Extraño mucho estar así contigo.

-YO: Lo sé mi amor, y yo.

-JAVIER: Una vez que empiece la universidad, nos veremos menos, y eso me mata.

-YO: Tenemos todas las tardes, puedo ir a tu piso cuando no haya nadie, o tú aquí cuando no esté Carlos.

-JAVIER: Me encantaría, pero entre las clases, los estudios  y demás….no podré dedicarte todo el tiempo que te mereces, no si debo andar a escondidas.

-YO: No me hagas sentirme peor de lo que ya me siento por ello…- me acaricia la mejilla con mimo.

-JAVIER: Lo siento, es sólo que me da rabia.

-YO: Ya encontraremos la manera, los fines de semana tenemos mucho tiempo libre.- cuando tuerce el gesto, me confunde - ¿Qué ocurre?

-JAVIER: He estado hablando con mis padres, y no llegan a todo, creo que tengo que buscarme un trabajo los sábados y domingos.

-YO: ¿Tan mal estáis de dinero? – asiente avergonzado.

-JAVIER: Y antes de que ni se te ocurra, no pienso dejar que me pagues nada.

Iba a  ofrecerme, pero claro, no es “ese” tipo de hombre. No aceptaría mi dinero, y no por machismo o sentirse inferior, quiere ganárselo por sí mismo, es su responsabilidad y él debe afrontarla sin atajos. A veces es desesperante que sea tan recto.

-YO: Bueno, lo solucionaremos.

-JAVIER: Eso espero, solo quería que supieras que si no paso más tiempo contigo en el futuro,  no es por falta de ganas – me besa fugazmente -  es por todo esto.

-YO: Lo entiendo, y no me importa.

Miento, le quiero a mi lado a cada segundo, pero las responsabilidades de los dos nos lo prohíben, y si le pido que mantenga en secreto nuestra relación, no puedo exigirle disponibilidad total. Ni aunque fuera  una relación pública  podría reclamárselo. Una cosa es la sensación de quererle cerca y otra la realidad de nuestras vidas.

Comemos un poco más mientras charlamos entre mimos. Luego se viste por completo con su camisa y vaqueros,   mientras me ayuda con un par de tareas de la casa. Es cuando el timbre de la calle suena. Extrañada porque no espero a nadie que no tenga llave, voy a coger el telefonillo y ver quién es.

-YO: ¿Diga?

-CARLOS: Mamá, soy yo… te aviso que voy a subir con Celia.- se me congela el cuerpo.

-YO: ¿Cómo?

-CARLOS: Pues eso, para que no te sorprendas al verla…

-YO: Carlos…yo...- miro a Javier, que en cuanto ha notado mi voz alterada, se ha asomado - …no sé… no estoy sola.

-CARLOS: ¿Con quién estás? – pregunta enfadado.

-YO: Ha…ha venido Javier a verme.

-CARLOS: Ah…- casi me hace gracia que cuando le digo que estoy con mi galán, se tranquiliza - …bueno…casi que mejor. – me quedo confundida. Normalmente no quiere verle ni en pintura.

-YO: ¿Por qué?

-CARLOS: Mira…mejor lo hablamos arriba todos.

Le abro la puerta y, petrificada en el pasillo, me temo lo peor. Javier se apresura a recoger cualquier evidencia que pueda haber de nuestros encuentros sexuales.

-JAVIER: Es Carlos y sube con Celia ¿No?

-YO: Sí. – ha escuchado parte de la conversación.

-JAVIER: Mira, no va a pasar nada, a mí ya no me afecta tanto verles juntos.

-YO: Ya…si eso lo sé…pero pasa algo más. Se lo noto.

-JAVIER: No sé…

-YO: Tú… tú pon un par de vasos con lo que sea en el salón y siéntate, como si estuviéramos charlando hace rato. – asiente y obedece.

Me quedo en el pasillo, angustiada. Algo me dice que esto no va a terminar bien. No es sólo que Carlos quiera ver a Javier, es que viene con Celia, y quiere que hablemos todos. Me da muy mala espina. Me cruzo de brazos y según escucho el ascensor llegar, me tenso entera. Sin saber cómo proceder, preparo mi mejor sonrisa falsa y abro la puerta.

Mi hijo sale primero al rellano, con un pantalón negro y una camiseta azul. Le sigue la adolescente, rubia y bonita, pero con la cabeza gacha, mirándose unas zapatillas, que finalizan unas piernas ataviadas con un short corto que destaca  sus voluminosas caderas,  y un top gris cubriendo su torso con un escote más abultado del que le recordaba.  Que vayan cogidos de la mano me confirma que su relación va más allá de sexo casual.

-YO: Hola…

-CARLOS: Hola.

-CELIA: Hola…- murmura con su barbilla enterrada en su pecho.

-YO: ¿Qué pasa?

-CARLOS: Ahora lo hablamos dentro, pesada.

Ambos recorren el pasillo mientas yo cierro la puerta. Camino acelerada para seguirles y nos metemos en el salón, donde Javier, al verlos, se pone en pie y se saludan cordialmente, pese a la tensión palpable del ambiente y que se acrecienta ante la intriga.

Celia se sienta en el sofá y Carlos se pone a su lado, me dedica una mirada despectiva, es fácil leerle un “podrías ir más tapada cuando hay visitas” en sus ojos. Javier acerca un sillón orientándolo hacia ellos, tomando un vaso de agua de la mesa baja ente él, y yo, sin otra opción, me quedo de pie  entre ellos, para separarles en caso de otro conato de agresión. Pero la mirada firme de mi galán me serena, que sin gustarle verlos tan cerca, respira clamado y sin furia en sus ojos.

-YO: Bueno, ya estamos aquí ¿Qué pasa?

-CARLOS: Lo primero es lo primero. Javier, te debo una disculpa en persona.

-JAVIER: Gracias.

-CELIA: Lo lamento mucho, todo.

-JAVIER: Me hicisteis mucho daño…pero ahora  me encuentro mejor, y puedo perdonaros. – es un alivio ver que todo parece una simple disculpa, puede que seguida de oficializar que mi hijo y Celia son pareja.

-YO: Me alegra que lo podáis arreglar.

-CARLOS: Genial, porque tengo que decir que Celia y yo estamos viéndonos y que entre nosotros ha surgido algo más que gustarnos. – pese a ser algo que sospechaba, la situación es tensa cuando lo afirma. Javier asiente varias veces, costándole tragarse la bola que ahora mismo tiene en la garganta.

-YO: Hijo mío…las formas en que habéis llegado a esto no son las más adecuadas, pero me alegro de que vayáis en serio

-JAVIER: Sí…bueno…quiero decir...al menos no arruinaste lo nuestro por una par de polvos…- supongo que esa puya era inevitable.

-CARLOS: Mira, yo no buscaba nada de esto, Celia es una gran chica y me parece que cometimos un error, pero ahora todo ha cambiado,  y ya que te llevas tan bien con mi madre…pienso que tenemos que llevarnos lo mejor posible.

-YO: Me parece bien.

-JAVIER: Y  a mí.

Las palabras y las frases son cordiales y acertadas. El tono y las miradas son tensas y llegan a asfixiar, pero tras pensarlo un poco en frío, todos nos damos cuenta de que es lo mejor, y que por mucho que doliera antes, ahora ya nada de aquello importa. Los hechos son los que son y nos han ayudado a pasar página a todos. ¿Para qué enfadarnos por algo que en el fondo, nos ha dado lo que queríamos?

-CELIA: Tenemos que decírselo ya…- es un susurro al oído de mi hijo.

-CARLOS: ¿Estás segura? – ella asiente y se toman de la mano. Cosa que a Javier le tensa el cuello. A mí me aterra.

-YO: ¿Hay algo más?

-CARLOS: Sí.

-YO: Maldita sea, hijo mío, no me tengas en vilo, dímelo.

-CARLOS: No es fácil… ¿Vale?

-CELIA: Yo no quiero molestar…pero esto nos incumbe a todos. – su tono lastimero hace saltar una alarma en mi cabeza.

-JAVIER: ¿A qué te refieres?

-CELIA: Yo…tengo…quiero decir…

-CARLOS: Tiene un retraso.

Es como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa. De golpe todo ha quedado en silencio, nadie habla ni se mueve, no se aprecian gestos ni se escuchan respiraciones. Sé que no es así, que en realidad estamos vivos y que no es un sueño o una alocada historia en la cabeza de un escritor malvado,  porque mi corazón empieza a latir acelerado.

-YO: ¿Cómo?

-CELIA: Bueno… no me baja la regla.

-YO: Dios…- de golpe me veo a mí misma, junta a Luis, diciéndole esto mismo a mi madre, hace casi veinte años.

-CARLOS: Eso no quería decir nada, aún…

-CELIA: Eso es… solo que no  había vuelto.

-YO: Pero eso significa algo, niña.

-CELIA: Lo sé, pensaba que era un desajuste.

-YO: ¿Aún no has ido al médico?   - niega con la cabeza.

-CELIA: Creía  que me vendría en el pueblo, pero he tenido nauseas y he vomitado, aunque  pensaba que era por el viaje. Nunca antes me ha pasado.

-CARLOS: Al contármelo hoy, hemos ido a una farmacia…y… – saca del bolsillo un predictor.

-CELIA: Sale positivo.

No me lo creo. No es una expresión, literalmente no me lo creo y tomo el test de embarazo de su mano,  lo inspecciono como una loca. Pero observo  apretando los dientes que es verdad y mi cabeza empieza a dar vueltas. Debo sentarme en el brazo del sofá.

-YO: Me dijiste que siempre usabas condón.

-CARLOS: Siempre…que yo me acuerde… en Londres al principio, hubo un par de veces en que nos levantamos de resaca desnudos…yo  supuse que lo usamos.

-YO: ¿Supones? ¡¿Pero tú eres idiota?! - no puedo evitar  gritarle y golpearle en el hombro con la mano abierta.

-CELIA: Perdónenos…fue una estupidez. – gimotea.

-YO: ¡Una estupidez es cruzar sin mirar, o robar en una tienda! Esto…esto te va a joder la vida…y  la de mi hijo ya de paso.

-CARLOS: ¡Mamá! Precisamente tú no deberías ser tan dura con ella…- le miro con odio.

-YO: ¡Precisamente yo, porque he pasado por ello, sé de lo que hablo! No sabes lo duro que fue para mí y para tu padre.

-JAVIER: Bueno, calmémonos todos, es solo un test, tienes que ir al médico para confirmarlo ¿No? – no me sorprende que sea el único calmado ahora mismo.

-YO: Cierto.

-CARLOS: Eso es.

-JAVIER: De todas formas…has dicho que esto nos atañe a  todos…y, sin querer ser cruel,  no veo en qué me afecta a mí. – un gélido escalofrío me recorre la espalda.

-YO: No…- susurro mirado a los ojos a mi galán, que aún no lo entiende - ¿Desde cuándo tienes la falta Celia?

-CELIA: Desde…desde antes de Londres.

La cara de Javier cambia de color  carne a blanco nuclear. Eso me deja claro que antes de que se fuera de viaje,  se acostaron. No debería sorprenderme, por entonces eran pareja y se iban a separar por casi un mes, yo también lo hubiera hecho.

-JAVIER: Imposible…siempre usamos condón.

-CARLOS: Eso decía yo.

-JAVIER: Pero yo nunca he estado tan borracho como para follarme a la novia de otro sin protección. – el tono severo y acusador,  no admite replica.

-CELIA: Lo he pensado…Javier y yo nunca lo hicimos sin protección…pero hubo juegos, preliminares…y   tampoco es fiable del todo, hay un porcentaje de fallos en los condones.

-JAVIER: ¡Venga no me fastidies! - se frota la cabeza, saturado.

-CARLOS: A mí tampoco me hace gracia…tengo más papeletas que tú para llevarme el premio. - Celia rompe a llorar.

-YO: ¡Maldita sea, Carlos! Que no estás hablando de un peluche.

-CARLOS: Mierda, lo siento.

-JAVIER: Esto no puede estar pasando…

Mi secreta pareja se levanta del sillón dando vueltas por el salón, negando con la cabeza. Mi hijo trata de consolar a una Celia devastada, es consciente de que ha metido la pata y ahora mismo tiene en mente la posible conversación con sus padres. Lo sé muy bien, yo pasé por ello.

Tomo el vaso de agua y le doy un largo trago para serenarme. Para una vez que me empezaban a ir bien las cosas llega esta bomba. No puedo hacerme a la idea de lo rocambolesco de todo esto, es tan injusto y tan doloroso que sólo me imagino un futuro oscuro y sombrío.

-JAVIER: Tenemos que avisar a nuestras familias…

-YO: No, aún es pronto, puede ser un falso positivo. Es mejor esperar hasta tenerlo claro – me acerco a Celia - lo primero entonces es que pidas cita con tu ginecólogo. Ya.

-CELIA: Lo haría, pero es amigo de mis padres, se lo contará en cuanto lo sepa.

-JAVIER: Tienen confidencialidad medico/paciente ¿No?

-YO: Debería.

-CELIA: No me fio.

-YO: Pues te pido cita con el mío, es de confianza y amigo mío, te doy su número y le llamas, que ya eres mayorcita para hacer esas cosas ¿No? – es otra puya inevitable.

-CELIA: De acuerdo.

Nos pasamos una hora hablando entre los cuatro. Aunque más bien es un interrogatorio al que someto a Celia, tratando de adivinar en qué momento se acostó con Javier por última vez y cuando con Carlos. No es algo sencillo de hablar con ambos presentes, siendo uno mi hijo y el otro mi novio oculto. Apenas hay tres semanas de diferencia entre los acontecimientos,  cronológicamente no sacamos nada en claro.

La adolescente está muy nerviosa, la comprendo, la idea de que tus padres te rechacen por un embarazo prematuro y no esperado es una pesadilla. En un momento dado, la separo de los demás y hablamos entre “chicas”, pese a todo el caos y los problemas que esta cría me está causando, no puedo evitar sentirme identificada con su mirada, su miedo y su inseguridad. Trato de calmarla y decirla que todo irá bien, explicándole un poco cómo fue mi experiencia. No parece muy convencida y demuestra un pavor a  la reacción de su padre, un hombre severo y de ideas antiguas por lo que me cuenta.

Una media hora después, Celia se marcha, yo insto a mi hijo a que la acompañe, parece que juntos se sienten mejor. De paso, gano un momento a solas con Javier, que parece un lobo asustado, dando vueltas sin parar, desprendiendo un poderoso aroma a peligro, imprevisible y capaz de hacer cualquier cosa. Dejo que pase un buen rato antes de hablar, sentada en el sofá, mirando a un punto vacío entre la televisión y una ventana.

-YO: ¿Puedes venir a sentarte? Me estás poniendo nerviosa de tanto moverte.

-JAVIER: Perdona…yo…- se acerca y se deja caer a mi lado, con la cabeza echada hacia atrás - …mierda.

-YO: Sí…no puedo definirlo mejor.

-JAVIER: Esto tiene que ser una broma.

-YO: No lo es, y cuanto antes lo aceptemos, podremos adaptarnos.

-JAVIER: ¿Adaptarnos a qué? Ni siquiera sabemos a qué -  le miro con ternura, no quiere aceptarlo.

-YO: Es posible, pero hasta que lo diga un médico, debemos ir haciéndanos a la idea. Por la forma en la que no dejaba de colocarse el sujetador, diría que le molestaban, a lo mejor no es nada, pero a mí al principio se me pusieron duros y más grandes.

-JAVIER: No sé cómo voy a poder soportar esto.

-YO: Lo sé, pero ya encontraremos la manera. Juntos. – gira la cabeza y por fin se da cuenta de que estoy tan asustada como él.

-JAVIER: Laura…- me toma de la mano y la besa, para dejarla en su regazo sin soltarla –… te quiero y eso no va a cambiar, pase lo que pase.

-YO: Y yo a ti, pero te conozco…no dejarías tirada a Celia.

-JAVIER: Es casi imposible que yo…

-YO: ¿Y si lo eres? Que sea muy difícil no elimina esa posibilidad. –sulfura.

-JAVIER: Haré lo que crea que es correcto. Pero no significa que tú y yo debamos dejarlo.

-YO: Eso lo dices ahora…- me toma del rostro, pese a que le huyo la mirada, y me besa con cariño.

-JAVIER: Si es verdad que me conoces, sabes que no hablo en balde. Quiero estar contigo.

-YO: Pues parece que somos los únicos que lo deseamos, porque el resto del universo no deja de ponernos trabas.

Su media sonrisa sale a relucir, mi comentario quería ser meditabundo, pero terminamos riéndonos los dos. Al final me rindo en su pecho y nos quedamos abrazados durante tanto tiempo que por unos instantes me olvido de todo, es la magia que existe entre nosotros, algo real y cuantificable.

Carlos me escribe que ya vuelve para casa. Es tarde y pese a que no deseo otra cosa que quedarme junto a Javier, llega la despedida. Ni él puede quedarse en mi cama ni yo ir a la suya. Es algo que antes parecía un problema muy grave,  ahora es sólo un mal menor en comparación con lo que nos espera en el futuro.

Nos despedidme con largos abrazos y besos en la puerta de mi casa, tramos de darnos ánimos y de alargar el momento todo lo posible. Mi galán aparenta estar más tranquilo y va asimilando la idea. Por otro lado mi mente entra en ebullición y ya me preparo para los peores escenarios posibles. La experiencia me dice que así es más fácil. Un último gesto de cariño entre nosotros antes de que se marche,  hociquea buscando el roce de nuestras frentes, susurra un “te amo” y se va. Yo me echo en la cama a llorar.

Dos semanas después, estamos los cuatro en la consulta de mi ginecólogo. Ahora también el de Celia, que tras pedir el traslado de forma discreta, vino con Carlos a los pocos días de hablar con nosotros. Le mandó la correspondiente analítica y estamos en la sala de espera, atentos a que la llamen, sentados las dos parejas enfrentados en unas butacas. Son casi las doce del medio día de un jueves, he tenido que pedir salir unas horas antes de mi trabajo, por suerte mi jefe, David, no ha puesto problema alguno.

No ha ayudado mi traje gris de secretaria seria para calmar los nervios de unos adolecentes, que me miran creyendo que yo sé lo que se debe hacer, o cómo comportarse.  Si supieran que es una fachada, una máscara que he ido practicando durante mucho tiempo, hasta que ya parece un estado natural sereno y calmado, cuando en realidad estoy a punto de echar a correr y no parar hasta desfallecer.

Javier parece el más entero a mí lado, con vaqueros negros y camisa a cuadros. Durante el tiempo transcurrido ha dejado de negar la evidencia y se ha comportado como un hombre, lo que aún no es según su edad, pero si su carácter. Ha dejado atrás todo el resentimiento al verse engañado y ha afrontado lo que hay con entereza y tranquilidad, preparado para toda eventualidad. Por otro lado, casi no hemos podido vernos a solas y ha generado alguna que otra situación incómoda entre nosotros, nada grave, y desde luego comprensible.

Carlos parece lo que es. Un engreído y egocéntrico adolescente, que se cree el rey del mundo, que lo sabe todo y que es tan seguro de sí mismo que canturrea despreocupado ante el abismo que se le presenta. Si no le conociera como su madre, diría que es más sereno de todos. El problema es que vivo con él y le escucho pasear por la casa cada noche de madrugada, no puede dormir de los nervios, que se van apoderando de un ligero temblor en su pierna.

Por su parte, Celia es la única a la que se le lee en la cara el miedo, frente a mí. Con un largo vestido vaporoso azul, recatado y hasta bonito. Eso ayuda a no fijarse en sus grandes ojeras, su pelo descuidado y la mirada gacha y perdida entre sus dedos, que juegan entre ellos ante la imposibilidad de dejarlos quietos.  Me ha llamado y nos hemos visto algún que otro día de estos. Ante no poder/querer contarle esto a nadie, me he vuelto su única amiga.

-CARLOS: Joder, cuanto tardan ¿No?

-YO: Es lo habitual, tranquilízate.

-CARLOS: Si yo estoy muy calmado, pero llevamos ya un cuarto de hora esperando.

-JAVIER: Ya nos llamaran.

-CELIA: ¿Y ahora que me van a hacer? – me mira fugazmente.

-YO: Celia, cariño, ya te lo he dicho varias veces. Ahorra te van a dar los resultados del análisis de sangre.

-CELIA: Ah…¿Y luego?

-YO: Dependiendo de lo que te digan.

-JAVIER: Tú tranquila, lo que tenga que ser será, estamos contigo y te vamos a apoyar en lo que sea. – la acaricia el hombro, provocándola un leve sonrisa apagada.

-CARLOS: Eso…no te agobies.

Es un desastre ver la comparativa entre mi hijo y mi galán. Carlos lo está intentado, pero no puede con todo esto, a todo llega tarde y mal, no sabe tomar la iniciativa en nada de lo que ocurre, y se da cuenta de ello. Algo que le enfurece, como la mirada tediosa que le dedica a Javier ahora, por aplacar los nervios de la adolescente.

La puerta color hueso, frente a los bancos, se abre. Una mujer de unos cincuenta años,  bien vestida y adinerada, sale elegante con la cabeza alta, desapareciendo por el pasillo a la derecha con su taconeo resonando como un amartillo pilón. Tras ella, aparece el doctor Pedrerol, que al reconocerme, se le escapa una amplia sonrisa.

Fue él quien, hace veinte años y siendo una gran promesa de la medicina en este país, llevó mi embarazo y los problemas derivados de él. Con el paso de los años hicimos cierta amistad, en la medida en que él disponía de tiempo, ya que hoy en día es una eminencia en la ginecología, y sólo accede a ver a clientes exclusivos en su clínica privada, de servicios nada baratos. Es curioso comparar a aquel joven entusiasta, alto, delgado y de aspecto cadavérico, haberse convertido en el maduro hombre lleno de canas y algo achaparrado, con su bata blanca y corbata sobresaliendo por las solapas,  y un aspecto afable de ojos llenos de sabiduría.

-YO: Hola doctor. – me pongo en pie, y le abrazo con cariño.

-PEDREROL: Un placer verte por aquí, Laura. No sabía que teníamos cita.

-YO: No es para mí, vengo a  acompañar a esta chica…- me giro mostrando a los tres adolecentes que se han puesto de pie a mi lado.

-PEDREROL: Entiendo, ¿Una amiga tuya?

-YO: Amiga de mi hijo, más bien. – me mira y lee perfectamente la situación, sin decirle nada.

-PEDREROL: Perfecto, pues…- mira unas hojas en un tablilla en sus manos –…Celia…pasa conmigo.

-CARLOS: ¿Puedo pasar con ella?

-PEDREROL: Claro, si ella quiere…

-CELIA: Casi…casi prefiero entrar sola.

-CARLOS: Pero…

-JAVIER: Déjala, ella decide.

-YO: ¿Estás segura? – la levanto la cara, tomándola del mentón.

-CELIA: Necesito hacer esto… sola.

-YO: Está bien, te dejo en buenas manos.

-PEDREROL: Adelante.

La adolescente toma aire, y al ver la estudiada cara amable del doctor, se adentra en la consulta. Al cerrarse la puerta, nos quedamos de pie unos instantes, pero en seguida volvemos a las butacas. Todos estamos nerviosos, se nos note más o menos, un tic en la ceja, un tamborileo con los dedos o un pie agitado en el aire. Los segundos se tornan eones de tiempo y el silencio es tan atronador que llega a hacer daño en los oídos.

Trato de mantener la mente en blanco, aunque es imposible, razonando como todos estos días, cada posible escenario, cada realidad derivada del presente, maquinado y encajando las piezas para que cuando llegue la dura realidad, no sea un golpe tan devastador. En el fondo sé que es un esfuerzo baldío, conociendo mi mala fortuna, es absurdo ilusionarme con que todo quede en un susto.

-JAVIER: Tranquila, todo irá bien. – posa su mano en mi rodilla, sacándome de mis pensamientos.

-YO: Gracias. – cojo su mano y la aprieto con fuerza.

-CARLOS: ¿Podéis dejar de hacer eso? Me saca de quicio…

-YO: ¿A qué te refieres?

-CARLOS: A eso...- señala con los ojos nuestras manos agarradas - …da grima veros.

-JAVIER: Sólo estoy tratando de animarla.

-CARLOS: ¿Y a ti que más te da? Es mi madre, por dios, deja de tratarla como a una amiguita.

Aparte de su desdén habitual, está muy alterado por la situación. No puedo culparle por estar de los nervios, pero ha provocado que Javier aparte su mano de mí y se aleje un poco. Es otra situación incómoda, derivada de mantener en secreto nuestra relación, impidiendo que ahora mismo siente el afecto y el apoyo de mi pareja.

Es una punzada directa a mi corazón, estoy segura de que mi galán necesita un abrazo tierno tanto como yo. Y en cambio, por mantener su palabra, y no decir nada, se muerde la lengua y aguanta la compostura pese a estar hecho pedazos por dentro, de la simpe idea de que algo pueda separarnos.

Empieza a nacer una idea, una semilla que brota y emerge entre las dudas. Mi realidad ha cambiado, diametralmente opuesta a todo lo que yo podría esperar, mi mundo ahora ha evolucionado y llegados a este momento, vivir mi vida escondida entre tinieblas no me va a aportar nada, no me va a proteger de lo que está por venir, ni va a ayudarme a que esto sea más fácil.

Llevo huyendo  de mis propios miedos demasiado tiempo y estoy harta de correr, de escapar siempre en la dirección opuesta a la que quiero dirigirme, tan sólo porque hay gente a la que pueda sentarle mal que yo misma decida mi destino.

Ha llegado la hora de luchar.

Me pongo en pie y doy varios paseos en círculos antes de regresar a las butacas, pero en vez de quedarme donde estaba, me siento entre Javier y Carlos.  Les cojo a ambos de las manos y miro al techo, la luz alógena de la sala de espera grisácea me ciega un instante, antes de respirar hondo y lanzarme al vacio.

-YO: Carlos…es hora de que sepas algo.

-CARLOS: ¿El qué?

-YO: Es algo muy personal y es el momento de contártelo. Quiero que pienses en esta situación, en que tú no querías que esto pasara, pero aquí estamos, es la verdad y tenemos que afrontarla.

-CARLOS: De acuerdo ¿Pero a qué te refieres?

-YO: Javier y yo…- noto de inmediato cómo mi galán aprieta mi mano - …nos llevamos genial, desde el principio, ya lo sabes.

-CARLOS: Ya lo he visto.

-JAVIER: Laura…- me giro y le miro con tanta determinación, que asiente con los ojos, trasmitiéndome la fuerza que me faltaba para continuar. Aceptando lo que va a pasar.

-YO: Durante estos meses, le he cogido mucho cariño y pese  a todo lo que ha pasado…ha sido un gran apoyo para mí.

-JAVIER: Y ella lo ha sido para mí.

-CARLOS: Me alegro por vosotros, por raro que sea. – desde luego fácil no lo va a poner.

-YO: Lo que quiero decir…es que se ha portado muy bien conmigo  y con el paso del tiempo…- cierro los ojos - … he empezado a verle de otra manera.

-CARLOS: ¿Cómo?

-YO: Carlos, llevas semanas acosándome, interrogándome de a dónde voy y con quien, insistiendo que me veía con alguien…pues ese alguien… es Javier.

-CARLOS: Ya sé que quedáis, pero no entiendo que…- es como si le hubieran dado con un martillo en la cabeza de golpe, se queda petrificado al ver cómo Javier acaricia mi mano, y de inmediato todo cobra sentido en su cabeza – No puede ser.

Es apenas un susurro, pero lo escucho y esta vez soy ya la que aprieta la mano de Javier, tanto que noto las uñas clavándose en su piel. Agradezco que pese a terrible dolor que le estoy causando, mi galán no la aparta y soporta sujetándome, siendo el eje sobre el que apoyarme.

-YO: No tienes por qué enfadarte, son cosas que pasan y en el fondo ha sido algo maravilloso para nosotros.

-CARLOS: Dime que es una broma, joder, dime que es una puta broma. – empieza a alterarse, me suelta la mano y se frota los ojos angustiado.

-JAVIER: No tienes que montar un número por esto. Somos dos adultos libres de hacer lo que queramos.

-CARLOS: Tu cállate, payaso, te…te di  una vida aquí, te ayudé a hacer amigos, te… presente a las chicas, te metí en mi casa ¡Joder ¿Y así me lo pagas?!

-YO: Cálmate Carlos, esto no tiene nada que ver contigo.

-CARLOS: ¿Y tú qué? ¿Es que necesitabas que alguien te desatascara las cañerías? – es un comentario hiriente, pero lo dejo pasar y sujeto a Javier, antes de que salte.

-YO: No me trates como a una quinceañera, soy adulta y libre…

-CARLOS: ¡Pues haberte buscado un vejestorio, joder, no follarte a este niñato! – ahora  no puedo evitar que Javier se ponga en pie hecho una furia, lo que me asusta es que mi hijo responde igual, y me veo atrapada en medio de una pelea de gallos.

-JAVIER: No vuelvas a hablarme así ¿Me has oído? Tenemos todo el derecho a estar juntos, y si no te parece bien, antes de juzgar a nadie, tú te acostaste con mi novia, la cual está ahí dentro – señala a la puerta – pasando un calvario por tu culpa.

-CARLOS: ¡O por la tuya, quien sabe, a lo mejor también has dejado preñada a mi madre!

-YO: ¡Carlos! – me pongo en pie y le cruzo la cara con tanta fuerza que me quedo a gusto – bien sabes que por parirte a ti ya no podré tener más hijos, y antes de que sigas esta pantomima de bebé cabreado, te recuerdo que soy tu madre y que me debes un respeto.

-CARLOS: ¿Y el respeto que le debes a mi padre, eh?

-YO: Me he pasado tres años llorando la muerte de Luis, me destrozó por dentro de tal manera que me he marchitado día tras día desde entonces, tú mismo me has visto tirada en casa llorando desconsolada infinidad de veces. No tienes ningún derecho a  exigirme respeto hacia él, porque no he faltado a su memoria un sólo segundo. Le amé con locura y siempre tendrá un lugar en mi corazón por haberme dado los mejores años de mi vida, pero estoy harta… – el tono, junto a una lágrima de rabia que resbala rápida por mi mejilla,  de esa última palabra, le hace retroceder – …harta de sentirme sola, de no tener a nadie a quien poder dar un abrazo, de tener un hijo egoísta y despegado que no me ha dado una sola muestra de cariño cuando más lo necesité y que sólo me habla cuando necesita algo o se mete en problemas.

-CARLOS: Eso no es así…

-YO. Es así y lo sabes, me has tenido de chofer y asistenta hasta que he dicho basta, me has alejado de tu vida y sólo me has contado las cosas cuando ya no tenias más remedio. Me enteré de lo que pasó en Londres por terceras personas y ahora nos tienes a todos aquí a la espera de que yo te solucione otro de tus líos. Me he cansado de vivir para servirte y Javier ha sido un pilar que me ha ayudado a sobreponerme tras tres años de sentirme una mierda. Ha estado cuando más débil me he sentido y pese a todo el dolor que pudieras haberle causado, me ama, y lo hace de forma sana y sincera, algo que es mucho más que lo tú puedes decir de cualquiera de las decenas de chicas con las que te he visto.

-CARLOS: Pero por dios, mamá… ¡Le sacas veinte años! –lo dice confundido, tras verme soltar todo lo que tenía guardado dentro.

-YO: A mí también me costó aceptarlo, pero tras tanto tiempo  ignorando mis sentimientos, ahora te pido que me concedas esto. No estamos jugando ni tratamos de hacerte daño, ha surgido, sin más, y  pese a que antes de Londres empecé a sentirme atraída por él, no ocurrió nada hasta que rompió con Celia. No le debemos explicaciones a nadie, nos queremos y en estos momentos tan duros le necesito  a mi lado.

-JAVIER: Carlos…– sus miradas se cruzan y echan chispas –…siento que no te guste y entiendo que es una locura, desde el primer día le he dado tantas vueltas que no supe lo que sentía hasta que ya fue tarde. Lo de Celia me dolió, pero te juro que no es una venganza, que quiero y respeto a tu madre, y que deseo estar con  ella. Si te parece mal, lo entiendo, pero no estoy dispuesto a renunciar a ella, así que espero que con el tiempo veas esto con otros ojos.

-CARLOS: Joder, es que no lo entiendo…eres mi madre…- me acerco un poco a  él, que se aleja dolido, pero no lo suficiente para que pueda  cogerle del rostro.

-YO: Y lo seguiré siendo, esto no cambia nada, tras la muerte de tu padre todo ha sido muy duro para ambos, lo hemos sobrellevado como hemos podido. Ahora es el momento en que vuelvo a ser feliz y pese a todo, tú también puedes serlo, no estamos condenados a ser infelices para siempre, no hicimos nada malo.

Debo de estar alucinando, mi hijo llora ante mí, desconsolado y sin saber dónde mirar. Durante muchos años no entendí porqué nos distanciamos, pera lo veo claro. Ambos nos sentimos culpables, echamos tanto de menos  a Luis, que nos obligamos a ser desgraciados por haberle perdido. Es un dolor tan profundo y abstracto que nunca supe definirlo en mí. Ahora me fustigo por no haber comprendido el suyo.

-YO: Todo irá bien, solo danos tiempo a todos, para acostúmbranos a todo esto.

-CARLOS: Mierda…joder….- al final  me abraza, y por un segundo noto que la conexión rota entre nosotros, renace, liviana y tenue, pero ahí está, como un chispazo.

Javier permanece detrás, a unos pasos. Pese a que siento su apoyo incondicional, ha comprendido que no es momento de meterse en medio. Es un instante madre e hijo, y acepta que es algo que no le compete.  Supongo que es un motivo más para amarle. Trato de pensar en lo estúpido que ha sido mantener esto en secreto y soltarlo aquí, justo en el peor escenario posible.

La puerta color hueso se abre. El doctor Pedrerol sale primero, con su cara de póker más trabajada, mostrando el camino para que Celia le adelante hasta salir a la sala donde nos encontramos. Su mirada es confusa, al vernos a los tres  de pie, y a Carlos sollozando entre mis brazos.  Tardo un segundo en fijarme en ella y cuando veo su posición, con sus manos cubriéndose el vientre, lo sé antes de que lo diga.

-CELIA: Estoy embarazada.

Continuará...