Reencarnación. (11)
La realidad y la ilusión se mezclan en un fin de semana completo que hará que Laura se cuestione todo su mundo, y la dirección que su relación con el joven Javier ha tomado.
De camino a casa tras el largo paseo con Thor, no puedo contener la emoción. Tras unos días en que todo fluye con Javier, cada momento juntos es más íntimo y personal, ha llegado un punto en que mi mente, quizá jugándome una mala pasada, empieza a verle como algo más que un capricho pasajero, o una necesidad temporal. La emoción o curiosidad que pudiera sentir al principio de conocernos, ha dado paso a un cálido y acogedor bienestar a su lado, que me lleva a pensar en él no como un amante fugaz, más bien como mi pareja formal.
Sopeso los pros y contras de esa conclusión agarrada a su brazo, imaginándome en mi cabeza los mil escenarios posibles que ello podría acarrear. Desde la segura discusión con mi hijo por las repercusiones con sus compañeros de universidad, pasando por cómo decirle a mi familia que tengo un novio al que le saco casi dos décadas, o terminando por presentárselo a mis amigas con sus maridos ya maduros. Es una utopía, claro ¿Por qué pienso en eso cuando ni siquiera logro un beso en los labios? Cuando soy consciente de que él no me ve como a una mujer con la que estar, es torturarme dar rienda suelta a esa realidad paralela que tanto ansío. Y aún así, lo hago deseando que pase.
Es un deseo estúpido, sé que eso no va a pasar.
Cuando me doy cuenta de toda la locura futurista en la que he caído, regreso a mi presente. En menos de una semana mi hijo Carlos regresará de Londres con su novia y con Celia, la novia actual de Javier. Me he permitido el lujo de soñar durante los días, deleitándome con cada avance en la relación tan extrañamente dulce que hemos generado y ahora el muro de la irrealidad es tan sólido que le aguarda un tren fuera de control, la realidad, sabiendo que lo que espera en un desastre colosal, y sin embargo, no haciendo absolutamente nada por detener el choque.
Lo malo es que queda poco tiempo para divertirme con él. Lo bueno es que aún queda tiempo y no pienso desperdiciarlo. Tiro de mi galán particular y de su enorme mascota, se acerca la hora de regresar al pasado.
-YO: Vamos, tenemos prisa.
-JAVIER: De acuerdo, se te ve con ganas.
-YO: Ni lo dudes, me hace mucha ilusión salir esta noche contigo y enseñarte parte de mi vida.
-JAVIER: Genial entonces, tengo curiosidad por verlo. -apura el paso a mi lado, su gran zancada enseguida iguala mi velocidad.
Al principio la idea de salir el viernes de marcha por mi viejo barrio, de antes de conocer a Luis, me fascinó, pero ahora que ya sé lo que quiero mostrarle, temo no tener suficientes horas. No si queremos irnos a casa “pronto” para ir a la piscina al día siguiente, y luego volver a salir el sábado por la noche.
Al llegar a casa, una suave película de sudor recorre mi frente, el calor y el sol aún persisten a finales del verano abrasador de Madrid, aunque son las siete y algo de la tarde ya, la marcha militar que he impuesto nos ha dejado a los tres con la lengua fuera. Ya en el ascensor me abanico las piernas con el largo de mi largo vestido negro, mientras que Javier directamente se ha quitado el polo y se lo ha echado al hombro tras secarse algo de la transpiración de su pecho. Me muerdo el labio cuando me abraza e inhalo el aroma varonil de su piel. Me da un azote tierno en el trasero para indicarme que ya hemos llegado a nuestro piso y que salga.
Entramos a toda prisa en casa, Thor se va directo a la cocina a buscar bebida, Javier le sigue para dejarle toda la comida y bebida que pueda necesitar durante la noche, ya que prevemos llegar tarde. Me voy a mi cuarto mientras y rebusco algo de ropa que diga “Laura año 1996.” Tardo en encontrar lo adecuado y colocarlo sobre la cama con cuidado, mientras escucho a mi galán entrar en la habitación y abrir su maleta al lado de la mesita de noche.
Me cojo del bajo de mi atuendo, de un tirón lo saco de forma natural por la cabeza dejándolo en mis brazos, pensando vagamente en si me valdrá todo lo que he sacado del cajón del armario. Me enredo el pelo indecisa pensando en si algo de la ropa nueva es de mi antiguo estilo, hasta que me giro y me veo reflejada en el espejo de cuerpo entero, con los senos al aire y mis pezones rosados parcialmente descubiertos entre la tela del vestido en mis manos. Me percato sorprendida de que Javier está detrás de mí, agachado mientras busca su ropa, pero dedicándome un par de miradas fugaces.
Me quedo congelada, o lo haría si no tuviera las mejillas ardiendo. Me cubro mejor de forma tranquila y me voy al baño como si nada, pero tengo el corazón a mil. Aunque fuera de medio lado me acaba de ver los pechos de forma clara, es la primera vez que lo hace y me maldigo por su no reacción. Claro, culpa mía, en vez de haber sido premeditado, me ha salido sin más, como si me estuviera cambiando delante de mi marido y no de un adolescente amigo de mi hijo.
Me tranquilizo un minuto, sin poder dejar de sonreír del apuro, pero tomando un poco las riendas, me cubro bien y regreso al cuarto, donde busco unas braguitas azules cómodas y voy a ducharme. He querido parecer distraída, pero le he visto sentado en la cama con el móvil. Me irrita un poco que parezca que no ha pasado nada para él. Será que quiere darle normalidad a una cosa que yo no deseo que la tenga.
Me desnudo del todo y me meto en la bañera aclarando mis ideas. No puedo dejar más cosas al azar, voy a tener más control sobre lo que ocurre. Me enjabono bien y me repaso las piernas con la maquinilla, luego salgo y me seco bien el cabello rubio y la piel ligeramente tostada del sol del verano. Me cepillo bien el cabello y uso una laca medio olvidada para darme un volumen amplio y poderoso, como hacía antaño. Me maquillo con un ahumado oscuro en los ojos y los labios rojo pasión, tal como hacía antes. Quizá no me vendría mal más retoques, mi piel ya no es la que era, pero hoy aspiro a ser la que fui.
Me anudo una toalla por el cuerpo y salgo al cuarto, Javier ya no está, le escucho en el baño del pasillo duchándose, así que descarto varias ideas de volver a desnudarme con el por allí y me pongo las braguitas, ya que los tangas es algo mucho más moderno que lo que nos poníamos hace años para salir de fiesta. Allí primaba la comodidad más que la estética, ya que se presuponía que nadie debía de ver tu ropa interior, a no ser que quisieras que te la quitara. El sujetador es moderno y me estiliza bastante, una cosa menos antes del problema principal.
He sacado todo lo que podría usar como ropa antigua y no me convence nada. Tras probar varias combinaciones, me decido por una camiseta de tirantes blanca ceñida, la suelo usar por dentro de alguna camisa del trabajo, y unos vaqueros altos, muy del estilo que llevaba, aunque nuevos, con un cinturón de leves picos en relieve que me gustó cuando fui de compras. No son púas pero podría colar. Tal como voy, estoy bien, pero rebuscando he sacado la chaqueta de cuero vieja, con hombreras y todo, que solía llevar mucho de joven y que aún de adulta, me la he puesto un par de veces cuando llegaba el invierno. Más que ropa es un viejo recuerdo que he cuidado, pero hoy será ambas cosas.
Al mirarme en el espejo siento un hormigueo muy especial en el estómago. Me veo a mi misma hace mucho tiempo, a mi yo salvaje, a una parte olvidada y enterrada en alguna parte de mí, que renace y quiere poseerme al menos por una noche. Me perfumo y elijo un pequeño bolso en el que meto lo indispensable. Cuando me pongo unos botines con poco tacón me siento más convencida y me guiño un ojo para desearme suerte.
-JAVIER: ¡Vaya! Estás….
-YO: ¿Cómo? – pregunto al darme la vuelta y observarle atónito en el marco de la puerta, con sólo unos vaqueros rotos puestos ya y un bóxer negro asomando por la pelvis, mientras se seca el pelo con una toalla pequeña.
-JAVIER: Diferente…pero no sé…se te ve estupenda.
-YO: Muchas gracias. – sonrío como una boba.
-JAVIER: Eres una pesadilla…
-YO: ¿Por qué lo dices?
-JAVIER: Da igual como te vistas, estás preciosa siempre, yo no luzco…así no hay manera…- nos reímos ambos.
-YO: ¿Y tú para qué quieres lucirte? Ya tienes novia…
-JAVIER: Uno también es coqueto…y le gustan los halagos y las miradas indiscretas…- pienso en su mirada indiscreta hace un rato, observando mis pechos desnudos.
-YO: Ya estoy yo para eso.
-JAVIER: Pero eso no cuenta…- lo dice ruborizándose, mientras me acerco a él y le abrazo por la cintura, clavando mis ojos en los suyos.
-YO: ¿Y por qué no?
-JAVIER: Porque eres tú, Laura. –deja claro entre líneas que no cree que yo lo haga porque me atraiga, y es sólo por cariño maternal.
-YO: Esta noche no, esta noche soy una mujer diferente.
-JAVIER: Ummm suena divertido.
Sonríe cuando le agarro del trasero y nota mis dientes por su pecho, quiero morderle pero es complicado encontrar dónde en su tersa piel. Luego me abraza con fuerza y me empuja hasta la cama, donde al final me termina sentando. Una de sus manos me acaricia del mentón con tanta dulzura que me veo obligada a apartar la mirada de enamorada que seguro que tengo.
-JAVIER: ¿Me ayudas a elegir ropa? No tengo ni idea de qué ponerme…
-YO: Claro.
Me acerca la maleta y busco entre varias de sus prendas, hasta que encuentro una camiseta negra con algún dibujo blanco en el pecho y un cinturón oscuro con hebilla de metal. Le insto a que se deje el pelo sin engominar, para darle un aire menos serio. Como todo, no es que sea muy del estilo rockero que me encantaba, pero se parece.
Al vernos ya listos en el espejo, nos veo estupendos. No es que vayamos disfrazados, pero es tan diferente a lo habitual que el choque me trasporta a otro momento de mi vida, en el que era mucho más feliz. El aroma a cuero desgastado de mi chaqueta ayuda a ello. Luego nos hacemos unas cuantas fotos, y tras despedirnos de Thor, nos vamos a la calle.
Javier me acompaña hasta el banco, donde saco dinero en efectivo suficiente. Vamos de paseo hasta mi antiguo barrio. Es más de media hora andando, pero prefiero no llevar el coche por varias razones, es una zona de difícil aparcamiento, con muchos problemas de vandalismo los fines de semana y porque tengo toda la intención de ponerme borracha como hace mucho que no hago. Tal vez así dé el paso que sobria no me atrevo con el galán a mi lado.
Tras llegar a las calles aledañas, el ambiente se asemeja mucho a lo que yo recordaba, a cada esquina me viene a la mente un momento del pasado, que voy comentando al adolescente, que aún iría con chupete cuando todo eso ocurrió. La vez que corrimos por esa avenida al huir de un policía, ese banco en que nos sentamos una amiga y yo a beber hasta caernos al suelo, o ese local, ahora tapiado, que antes era un fumadero de crack al que alguna vez fui.
Son tantas historias que doy un pequeño rodeo al barrio, hasta llegar a mi vieja casa, donde vivía con mis padres. Ellos ya no viven allí, se mudaron a las afueras hace unos diez años y el portal y la fachada están renovados, pero consigo explicarle con detalle cómo era el piso por dentro y lo más relevante que allí ocurrió. Se me escapa alguna lagrimilla al recordar las terribles broncas y enfados que tenia con mi madre. Entiendo ahora el papel tan duro que debió desempeñar al ser la mala de la película, e intentar criarme en mi época rebelde. Carlos me ha dado una lección muy dura de lo que es ser educar a un hijo indomable.
Javier escucha, no me interrumpe nunca, y tan sólo habla cuando hay algún silencio, preguntándome cosas tan concretas que me demuestran un nivel de interés y atención que me conmueven. Le observo mientras charlamos, quiero adivinar en sus ojos algún rastro de aburrimiento, hastío o tedio. Temo aburrirle con cada una de las batallitas que le cuento, pero no encuentro ni un sólo gesto, por nimio que sea, de no estar disfrutando como un niño de conocer parte de mi pasado. Por momentos le veo sorprenderse, cuando le digo que más de una vez la me llevó a casa un extraño, o que en aquella acera tuve una pelea borracha con mi mejor amiga, por quitarme a un ligue. No creo que se esperara que una secretaria con forma de muñequita estereotipada tuviera un pasado tan turbio. Y en vez de sentir que me juzga desilusionado, parece fascinado.
-YO: Y aquí está, por fin hemos llegado.
-JAVIER: ¿A dónde?
-YO: Al lugar donde hacen las mejores hamburguesas de Madrid. – me planto ante el establecimiento, posando con aires de azafata de televisión.
-JAVIER: Vaya, no parece un local muy grande…y está lleno. – le tomo del brazo y tiro de él sin compasión.
-YO: Y eso que hemos venido pronto… Tu hazme caso, si no han cambiado, te vas a volver loco. -sonríe confiando en mí.
Pasamos al local, apenas un pasillo dividido entre unas sillas altas con una pequeña barra a media altura, al otro lado la cocina con cuatro personas atendiendo al gentío agolpado. Logramos sitio entre codazos y ruido, dejo la chaqueta, que me sobra con el terrible calor del clima y la saturación del local, para tratar de acércanos a pedir.
Es una locura, un hombre sirve las bebidas mientras otros recibe las comandas a gritos. Los otros dos son los cocineros, que están en la esquina cada uno con una plancha, todos vestidos con chaleco granate, característico del local. Temo que al no ver al viejo Pedro en la cocina la calidad de la comida haya bajado, razonando, la última vez que vine fue hace quince años, pero al menos reconozco a su hijo, que se ha quedado calvo, en uno de los fogones. Encontrando un hueco pido dos hamburguesas de la casa con patatas y refrescos, logran atendernos en menos de diez minutos. Para cuando llegamos de nuevo a la barra casi nos han quitado el sitio, pero lo recuperamos mientras me rio de la cara de asombro de Javier, que ve entrar a todavía más gente.
Cuando le damos el primer bocado, todo ha merecido la pena. La verdad es que no tiene nada especial, el pan ligeramente tostado, una buena carne picada, queso fundido encima y dos tiras de beicon frito. Le comento que lo que lo hace una delicia es el condimento especial de la casa, pregunté muchas veces cual era la receta, pero el dueño siempre se negó pese a mis encantos. Deducía que era una mezcla de cebolla caramelizada con champiñones picados y algo de mostaza con miel, pero por más intentos que hice durante los años jamás logré la condimentación de aquel sitio, y es lo que le da una explosión de sabor descomunal a cada mordisco.
Javier pone la misma cara que debe poner cuando se corre a media hamburguesa, tiene un gesto muy claro de asentimiento cada vez que le miro. Devoramos la comida con gusto, mientras picoteamos las patatas le cuento otro par de historias sobre el sitio. De pasada, uno de los camareros ha salido a recoger la barra y al oírme hablar del viejo Pedro, me comenta que el pobre murió hace seis años de cáncer, pero dejando su receta para la posteridad.
Voy al baño cuando acabamos y al salir me está esperando con la chaqueta en la mano. Tenía ganas de quedarnos un rato más allí, pero empieza a haber demasiada gente. Es mejor salir ya.
-JAVIER: Madre mía, estaba increíble la hamburguesa.
-YO: Ya te lo decía yo, mira ahora toda la gente que hay…
-JAVIER: Es una locura.
-YO: Es parte de su encanto.
-JAVIER: Está bien ¿Siguiente parada?
-YO: Aún es pronto para ir a las discotecas, vamos de paseo a un parque aquí cerca al que solía ir de pequeña.
Me ofrece su brazo, al que me agarro contenta. Me percato de algo de salsa que Javier tiene en la comisura de los labios y le paso el dedo índice para quitárselo, justo después me lo chupo golosa ante su dulce mirada.
Para cuando llegamos al parque, hemos comprado un par de latas de cerveza en una tienda y nos vamos a la zona de niños, donde nos sentamos en los columpios y le cuento un poco mi vida de niña, jugando y correteando por aquella arena bajo nuestros pies, el colegio que hay enfrente del jardín ante nosotros y de mis sueños de cría de la época.
-JAVIER: Hablas con mucha nostalgia de esa época.
-YO: Bueno, me recuerda a una época sin problemas, he pensado mucho en lo que disfrutaba de niña. Lo extraño.
-JAVIER: ¿Y qué echas de menos?
-YO: Pues…es que no sé…jugar al pilla pilla…o balancearme en el columpio para ganar altura y luego saltar, son cosas de niños…
-JAVIER: No tiene por qué…
Se pone en pie, de un trago se acaba su cerveza, antes de colocarse de tras de mí, comenzando a empujarme delicadamente. No puedo evitar reírme cuando cada vez lo hace más fuerte, la velocidad aumenta y me salen cortos gritos de felicidad, rogándole que pare. Pero la adrenalina de saltar regresa, igual que hace tanto tiempo, siento unas granas irrefrenables de dejarme ir y cuando Javier me dice “Salta”, ni me lo pienso y con toda la torpeza de mundo, lo hago.
Es casi volar durante un segundo, aterrizo en el suelo de medio lado, rodando por la arena. Si me he hecho daño no lo siento, entre carcajadas llega mi chico, que parece algo preocupado pero se está riendo más que yo. Se arrodilla a mi lado y trata de ponerme en pie, pero es que no puedo, hasta que consigo respirar de forma normal de nuevo y me siento.
-YO: Vaya tontería, me gustado.
-JAVIER: Ya lo veo, estás genial ahí tirada. – le sale su media sonrisa.
-YO: Oye, no te rías, que lo digo en serio.
-JAVIER: Y yo ¿Te acuerdas cuando te dije en la piscina la semana pasada que brillabas? Pues ahora igual, irradias felicidad. – le miro con todo el cariño del mundo y estiro los brazos sin más. Me abraza con ternura y le lleno de besos por toda la cara.
-YO: Anda, ayúdame a levantarme.
Se pone en pie y me ofrece sus manos, las tomo, tira de mí con tanta fuerza que de un salto me carga en su pecho, cogiéndome del culo con todo el descaro. Empezamos a dar vueltas sin parar, mientras veo el mundo girar a nuestro alrededor, con todo su caos, sus problemas y preocupaciones, el está ahí, mirándome anonadado, siendo la tierra firme que sé que estará siempre que lo necesite, que no me fallará y no me defraudará jamás. ¿Cómo no querer a alguien así?
-YO: Para por dios, que nos vamos a caer….- digo agitada, entre carcajadas.
-JAVIER: Tranquila, yo controlo…
Justo después, se tropieza y cae de espaldas.
El golpe no es tan fuerte porque ha logrado ir cayendo paulatinamente y al final no se ha dado con la cabeza contra el suelo. Creo que me hubiera hecho más daño yo que él en las rodillas si lo hubiera hecho de otra forma, pero tras el susto inicial nos miramos, y estallamos entre risas. Es hilarante que esté montada a horcajadas encima suya y lo hagamos sea reírnos.
-YO: ¿Ves? Mira que te lo he dicho, bobo.
-JAVIER: Si la culpa es tuya, que no te dejabas de mover. – abro la boca antes esa terrible acusación.
En broma, le doy una bofetada, que pretendía ser amistosa, pero cuando me sale más fuerte de lo que esperaba, se queda petrificado.
-YO: ¡Dios…perdona! – me cubro la boca con las manos, arrepentida de inmediato. Su cara es de sorpresa total, no le he hecho daño real, pero pone cara traviesa.
-JAVIER: ¿Pero tú has visto la pedazo de hostia que me has dado? – pregunta malicioso.
-YO: No, en serio, perdona, se me ha ido la mano.
-JAVIER: Vaya que sí… -le tomo del rostro y empiezo a darle mil besos para disculparme. Todo con seriedad, lleva un tono jocoso.
-YO: ¿Mejor?
-JAVIER: Un poco, pero ahora el otro lado…- gira la cara mostrándome la otra mejilla.
-YO: Ahí no te he pegado.
-JAVIER: Yo te besé las dos nalgas anoche.
-YO: Si quieres te pego… para igualar. – le miro socarrona.
-JAVIER: Mira que eres mala. – amaga con hacerme cosquillas.
-YO: Ahhh, no. –me pongo muy seria, le cojo del cuello y en acerco tanto a sus labios que parece que voy a besarle. Le he pillado con la guardia baja y se tumba del todo sin saber dónde meterse. Me acerco lentamente a su boca y en el último segundo le pongo un dedo en la frente. – Ahí quietecito.
De un salto echo a correr, huyendo de él o de mi comportamiento, no sé cómo me he atrevido a usar mi sensualidad de esa manera, es tan propio de mi yo anterior y tan poco de mi yo actual que me descoloca.
No avanzo ni diez metros cuando Javier me alcanza, me rodea el vientre con un brazo mientras forcejeamos entre bromas. Me da dos soberanos azotes en el culo, antes de darme la vuelta y llevarme casi en volandas a un pequeño tobogán que hay cerca, donde me recuesta de espaldas y empieza la tortura de hacerme cosquillas con sus manos por mi torso, trato de alejarme pero me tiene la cadera aplastada con su pelvis. Tras unos segundos me levanta la camiseta hasta los senos, mostrando mi sujetador sin miedo, y empezando a besuquearme por el vientre, desde el diafragma a los costados, bajando por mi ombligo hasta sentir su nariz ladeada en la cintura de los pantalones altos.
-YO: Ya podrás con una tan pequeña como yo…- digo en medio de todas las sonrisas que me saca.
-JAVIER: Pequeña, pero muy resabida.
Me niego a darle replica y reconocer que he usado cierto erotismo para jugar con él. Es una baza a la que no hubiera jugado ni loca con nadie, menos con él. Quiero divertirme pero no a costa de hacerle sentir incómodo.
Por fin deja de atosigarme y me bajo la camiseta. Menos mal que es tarde y ya no quedan niños en el parque, estoy segura que algún padre o madre nos llega a ver y nos llama la atención, por unos instantes hasta yo creía que Javier estaba deseando quitarme la ropa y follarme, porque por la postura ya casi lo hacía.
Me abraza con ternura y le beso en la mejilla, ahora sí, disculpándome en serio, aunque no hace falta. Me da una fuerte palmada antes de regresar a los columpios y terminarme mi cerveza a tiempo. Son casi las doce y aún queda mucha noche por delante.
Caminamos por la calle hasta llegar a lo que se conocen como “los bajos de Arguelles”. En sí, no es más que una manzana entera, dividida en tres bloques de viviendas enormes de más de diez pisos, colocados como fichas de dominó, y en medio de ellas, dos corredores separándolas, con varias rampas, pasadizos y escaleras de cemento armado, interconectando los niveles del primero a los inferiores. A la altura de la acera, hay muchas tiendas, desde informática, autoescuelas o peluquerías, hasta varios puestos de frutos secos o fruterías. Lo interesante está más abajo, existe una parroquia, e incluso una pequeña comisaria, lo demás es una telaraña de pasadizos interiores con accesos a un parking y algún puesto de bocadillos o bollos. Cosas que chocan bastante con las decenas de bares, pubs y discotecas que los rodean.
La zona es, o era por mi época, un contraste total, con las rutinas de un barrio residencial tranquilo por la mañana, con sus ancianos paseando, la gente saliendo de misa o alguna celebración en la capilla, transeúntes o familias, con niños jugando mientras los mayores se dedican a sus recados. Pero al anochecer todo cambia, los negocios cierran con pesadas verjas y los “garitos” abren, comenzado un goteo constante de personas preparadas para una larga noche de diversión, adolescentes de la universidad cercana, moteros que vienen desde sus casas haciendo todo el ruido posible o grupos desconocidos de rock preparándose para tocar en algún escenario.
Sin pretenderlo, al llegar a uno de las escaleras laterales que dan acceso a todo el recinto, he cogido de la mano a Javier y me le he llevado al pecho. Se la aprieto con fuerza, estoy muy nerviosa por saber cómo será la zona después de tantos años. Al bajar al suelo de baldosas desgastadas que cubre todo, respiro más tranquila y empiezo a hablar sin parar, tratando de concretar todo lo posible mis comentarios. Quiero explicar tanto y tengo tan poco tiempo. Aquella tienda antes no era sí, ese local antes no tenía ese nombre, en ese pasillo vomité o por aquella rampa me caí…mi mente rememora instantes en cuanto ve algo reconocible, y me devuelve de golpe todo lo que ocurrió en cada rincón. Mi galán me mira anonadado, yo misma me noto entusiasmada e ilusionada sin poder disimularlo.
Damos un rodeo para recorrer un pasillo estrecho donde se empieza a agolpar la gente. Quiero pasarme a mirar si siguen estando mis locales favoritos, algunos han cerrado y han dado paso a locales latinoamericanos. Me desilusiono un poco pero al ver abierto uno de ellos me acerco corriendo. Con el mismo cutre cartel que hace 17 años y el mismo tipo de gente aguardando para entrar, comienzo a dar saltos de alegría, celebrándolo con mi acompañante, antes de tirar de él poseída y ponernos a la cola.
-YO: Madre mía, ni me lo creo, no sabes la de fiestas en las que he estado aquí.
-JAVIER: ¿Y venias tú sola a estos sitios? -me tiene casi que gritar debido al bullicio del ruido según nos acercamos a la puerta.
-YO: Al principio venía con amigas, con quince años o así, pero teníamos un grupito de chicos con los que salíamos.
-JAVIER: ¿Te dejaban entrar tan joven?
-YO: Las primeras veces me colaba, luego me hice muy amiga Paco, el portero de la discoteca, y me dejaba pasar…
-JAVIER: Que traviesa eras. – me giro a guiñarle un ojo.
“Coño, ese culito me suena mucho…”
Al escuchar esas palabras en un tono de voz grave y cansado, me doy la vuelta con los ojos como platos. Ahí está, casi invocado al acordarme de él, sentado en una silla alta, calvo y con una barba blanca, pero con su inconfundible chaleco de cuero.
-YO: ¡Dios santo ¿Paco, eres tú?!
-PACO: Me cago en la puta de oros ¡La ratita presumida! – se pone en pie con una sonrisa enorme, como él, que al acercarse casi le saca una cabeza a los más altos de alrededor.
-YO: ¿Pero qué haces aquí? - me envuelve en su cuerpo colosal.
-PACO: ¿Y dónde iba a estar, ratita? Esto es mi vida. La pregunta debería hacértela yo a ti, cojones.
-YO: Pues nada, que he decido venir a recordar viejos tiempos. – tras varios zarandeos, se aparta con cautela, ya que tiene una visible cojera, y le dedica una mirada curiosa a Javier.
-PACO: ¿Y este no será aquel estirado que te echaste por novio, no?
-YO: No, ni mucho menos.
-PACO: Pues se le da un aire… - sonrío, por fin otra persona lo dice.
-YO: Luis, que fue luego mi marido, falleció hace unos años de un accidente.
-PACO: Hostia puta, lo siento ratita… la vida es “mu perra”.
-YO: Pues sí – me doy cuenta de que por primera vez desde que falleció, no se me cristalizan los ojos al hablar de la muerte de mi esposo – Este es Javier…un amigo.
-JAVIER: Encantado. – le da la mano. Paco se endereza y la toma con tanta fuerza que creo debe hacerle daño.
-PACO: Un placer, ya puedes tratar bien a la rubia, o te corto en pedazos. – tras varios manotazos en su espalda, supongo que amistosos ya que no lo parecen, le hace una señal a un chico a su lado, mucho más joven y con un físico imponente – Anda, acompañada a estos dos a la barra y dile al camarero que lo que quieran, están invitados.
-YO: Gracias Paco, luego nos vemos dentro.
El pobre hombre está tan cascado, que enseguida debe sentarse de nuevo, con síntomas de fatiga, algo que es de lo más coherente. En mis tiempos cada semana terminaba detenido o en urgencias por alguna pelea o gresca, con el aroma de tabaco negro siempre rondándole.
Al pasar, casi se me ha borrado la sonrisa de ver a Paco, cuando veo que no es el único que sigue igual. La amplia pista de baile, el pequeño escenario que más bien es un escalón amplio, varias mesas altas repartidas por las paredes, el viejo sillón morado de la esquina y la barra, que es lo único que se ha remodelado, todo está en el mismo sitio que antes. Hasta el ambiente, la gente y diría que el aroma parece igual, aunque ahora el tabaco está prohibido dentro y la verdad es que es de agradecer.
Nos acompañan hasta uno de los lados, donde nos hacen un hueco al lado del camarero. Al quitarme la chaqueta, me quedo mirando todo. Estoy sin habla, tan emocionada por revivir cosas que parece que pertenecen a otra persona, de otra vida. Estoy tan feliz de estar aquí que no lo puedo evitar llorar, son lágrimas de alegría, he saboreado tanto las de tristeza que por fin puedo saborear la diferencia entre ellas.
-JAVIER: Laura ¿Estás bien? – me agarra de los hombros preocupado.
-YO: Si, Javier, estoy…es sólo…es sólo que nunca pensé que regresaría y son tantas cosas…nunca creí que me volvería a sentir…
Ni siquiera puedo acabar la frase, me derrumbo en sus brazos, me entierra en su pecho y noto cómo quiere protegerme con sus manos, cómo me rodea con su antebrazos y susurra palabras tranquilizadoras mientas sus dedos me peinan con calma.
.YO: Maldita sea, mírame, llorando como una idiota.
-JAVIER: Es culpa mía, no debí traerte. – de inmediato le tomo de la cara y le miro firme a los ojos.
-YO: Ni hablar, eso ni lo digas, esto es el mejor regalo que me has podido hacer.
Su rostro se ilumina, no puedo decirlo mejor, de alguna forma se me había olvidado que es un adolescente de diecinueve años, que todo lo que está haciendo estas semanas por hacerme feliz, necesitan un agradecimiento verbal. No es un adulto que sepa leerlo entre líneas y para mi desgracia tampoco se lo está cobrando en sexo, así que para saber que me está haciendo sentir plena, debí decírselo mucho antes. No porque necesite de aprobación infantil, es sólo que quiere hacerme sentir especial y un reconocimiento claro a sus esfuerzos
-YO: Gracias, mil gracias por esto y por todo, estas semanas contigo son lo mejor de mi vida desde hace mucho tiempo y quiero que lo sepas.
-JAVIER: No tienes porqué dármelas. – ríe burlón, es la educación la que habla, su sonrisa le delata.
Nos fundimos en un abrazo que nos trasciende a ambos. Trato de pensar en cómo he llegado a esta situación, de cómo mi aburrida y tranquila vida de viuda, destinada a envejecer y morir sola, ha cambiado de forma tan brusca. En parte se lo debo a un joven que ha logrado romper todas las barreras emocionales que me había impuesto, repitiéndome a mi misma que después de la muerte de Luis, era lo correcto, que no tenía derecho a volver a ser feliz. Y aquí estoy ahora, donde todo comenzó con mi marido, en brazos de la única persona con la que quiero estar, y es extrañamente reconfortante admitirlo de una vez. Somos dos piezas de puzles diferentes, tan alejados en el tiempo y en el espacio el uno del otro, pero de alguna forma, acabamos de encajar a la perfección, cómo si nos fundiéramos en un solo ser, formando una única y bella imagen completa.
-YO: Ya basta de llantos – me alejo acariciándole con cariño su mejilla – hemos venido a divertirnos, pues dos chupitos por aquí. - grito al camarero, secándome las lágrimas de mis ojos.
-JAVIER: Esa es mi chica.
Me rodea por detrás pegándome a la barra, besándome con ternura por el cuello, hasta que nos sirven. Nos bebemos de un trago cada vaso de tequila, gritamos de alegría y luego pedimos un “mini” de litro de cerveza fría.
Arrastro a Javier a la pista, que algo inseguro, sigue el contoneo leve de mis caderas. No estoy ni tan desinhibida ni borracha aún para empezar a bailar de verdad y el ambiente aún es relajado. Mi acompañante le da varios tragos largos a su bebida, yo no me quiero quedar atrás, el calor y el tumulto hacen que entre con gusto algo helado en el cuerpo. Para cuando el local se llena, ya nos hemos terminado la primera ronda y regresamos a pedir otra, para volver a danzar en cada vez menos espacio y más alegres.
Al inicio Javier se muestra receloso, el lugar emana problemas y cree que debe protegerme. Luego se pasa Paco y nos pasamos media hora charlando de los viejos tiempos, sin dejar de beber y reírnos los tres. En algún momento temo que mi viejo amigo se dé cuenta de la edad real de mi acompañante, ya sea por su aspecto o por su forma de ser, que le juegue una mala pasada y se delate como adolescente. Para mi tranquilidad, se muestra muy seguro y maduro, sin perder su aire natural de confianza, susurrándome cosas de vez en cuando que me hacen reír coqueta, sintiendo su mano rodeándome la cintura o en mi trasero de vez en cuando.
Cuando ya son la una de la mañana, el grupo que llevaba un rato preparándose empieza a tocar en directo, algunas canciones son propias para presentarse, pero más tarde cantan viejas canciones de rock, ya sean internacionales o como las que solían poner en mi época. Es cuando todo se sale de control. Con mi tercer litro de cerveza en la mano y el cuarto para mi galán particular, bailamos y tarareamos sin parar, estoy bastante mareada, aunque no más que mi chico, que parece no tener fondo cada vez que da un trago. Me lo estoy pasando genial.
Son pasadas las dos de la mañana cuando debo ir al baño y al regresar a la pista observo a Javier charlando con actitud dominante con otro hombre, mucho mayor que él, con pinta peligrosa, lleno de metal por toda la ropa de cuero que ostenta, botas oscuras y larga melena castaña. Cuando me acerco apenas puedo oírles, pero al verme, se interpone entre esa persona y yo. Entre la bebida y el ruido de una discusión al fondo, creo entender que le está increpando que es un niñato de papá, que se ha colado en la fiesta de mayores y que lo mejor es que se marche.
Por un instante el adolescente me recuerda a Luis el día que nos conocimos, trata de hablar con él, de hacerle entrar en razón y gastarle alguna broma, tras unos minutos tiro de su brazo para regresar a la barra sin incidentes. El hombre se aleja alardeando ante un grupo de moteros, pero no nos quita el ojo de encima. Abrazo el torso agitado de mi acompañante, sus manos buscan calmarme pese a su tensión. Pido otro par de chupitos para relajarnos y volver a bailar juntos y muy pegados.
No puedo decir que por la bebida sea mucho más sobón, o me meta más mano, sería absurdo tras lo que ocurre cada día entre nosotros. Pero si que noto, ante la evidente embriaguez de ambos, cierta animosidad más allá de las carantoñas. La forma tan sexy en que masajea mi trasero, en que mueve las caderas contra mí o en que me besa el cuello cada vez que me dice algo, pegando tanto su boca a mi yugular que me eriza la piel sentir su aliento. Estoy entregada entre sus manos, y no es para menos, tras varios amagos llevo un buen rato sintiendo su enorme paquete frotándose contra mi pelvis, o cuando me gira, en mis nalgas. Me recreo al sentir que no se aparta y disfruta de mi cuerpo a su antojo.
De golpe siento que tiran de mí, casi me tropiezo pero reboto contra un pecho, grande y masculino. Al girarme observo aterrada a tres tipos, uno de ellos con el que hemos discutido antes, que es quien me aprieta contra su torso, rodeándome por el vientre.
-JAVIER: Tú, déjala en paz, es mía. – al oírle decirlo, un escalofrió me recorre el cuerpo.
-YO: Oye, suéltame.
-MOTORISTA1: Solo quiero disfrutar un poco de lo que le estás dando a este mierdecilla.
-YO: A quien le dé lo que quiera darle es cosa mía, suéltame.- mi tono de voz rudo y firme, aunque no le intimida.
-JAVIER: Ha dicho que la sueltes.
-MOTOROSTA1: ¿O si no, qué…? Llevo toda la noche viendo cómo se te está sirviendo en bandeja, y tu ahí parado sin hacer nada, lo que necesita es un hombre de verdad que se la folle como a estas guarras les gusta. – mi cara es de odio absoluto, más que por que sea un imbécil retrogrado, porque acaba de dar justo en el centro del problema. La cara medio sorprendida de Javier así lo dicta.
-YO: No me vas a tocar ni un pelo, cerdo, suéltame de una vez.
-MOTORISTA1: Tú calla, rubita, que te va a gustar…-su mano sube de mi vientre a mis senos, estrujando uno con fuerza.
La situación se crispa cuando trato de soltarme y al no lograrlo Javier acude a ayudarme, pero los otros dos tipos le apartan a empujones. Me veo en serio peligro por unos segundos, hasta que aparece Paco de entre la multitud agolpada.
-PACO: Cacho de mierda, suelta a mi amiga. – casi juraría que el volumen del local baja hasta casi anularse.
-MOTRORISTA1: Yo sólo quiero divertirme…
-YO: Pues te buscas a otra, que yo no quiero nada contigo.
-PACO: Ya la has oído.
-MOTORTISTA1: Oblígame. – un “Ohhh” suave se oye de fondo. Uno de los camareros se acerca a Paco, casi queriendo calmarle.
Por un instante nuestras miradas se cruzan, observo a Paco, firme, autoritario y luego a Javier dispuesto a todo, apresado entre cuatro brazos, que a su vez, mira al viejo con suspicacia. Estamos hablando aunque no abramos la boca. Asiento cuando estoy lista.
Logro ladearme un poco antes de soltar un codazo directo a la nariz del que me sujeta, la explosión de sangre emana hasta el techo y del gesto al final deja de sujetarme, momento que aprovecha Paco para agarrarle de la pechera y darle un brutal cabezazo que deja al tipo echándose una siesta. Uno de los que sujetan a Javier se lanza a por él de espaldas, pero el adolescente está hábil y logra lanzarle una patada a las piernas y hacerle caer de bruces a mis pies. Mi pobre galán no se libra por su atrevimiento y el que le sujeta le zarandea hasta lograr darle un puñetazo de refilón en la trifulca. En su rescate acude Paco, tras evitar de un empujón que el del suelo se levante, agarra por detrás al tipo y tira de él hasta arrojarlo al sillón a unos metros, donde había otro grupo de hombres disfrutando del espectáculo.
Un destello en los ojos de todos, tan reconocible como el amanecer, me dice que se va a liar en cualquier momento. Acudo al lado de Javier, que no es tonto y ya tiene nuestras cosas en la mano, frotándose con el dorso de la mano la mejilla donde ha sido golpeado. Paco nos cubre con su corpachón cuando estalla la batalla campal, gritos e insultos se lanzan entre todos, para luego pasar a tirarse botellines de cristal, vasos o liarse a puñetazos unos con otros, sin motivación aparente. Salimos del local cuando una mesa alta sale volando por encima de nuestras cabezas.
-YO: ¡Dios mío, pero qué locura! – estoy asustada y alterada, pero ilusionada por la emoción.
-PACO: Joder ratita, mira la que me has liado.
-JAVIER: ¿Estáis bien?
-YO: Si.
-PACO: Joder que si, echaba de menos una buena pelea.
-YO: Lo siento mucho. – me mira sonriendo mientras se limpia unas gotas de sangre de un corte que tiene en la ceja, luego nos reímos los tres.
-JAVIER: ¿Qué hacemos?
-PACO: Iros, yo trataré de arreglar este lio. Me alegro de verte, ratita. – me da un tierno abrazo.
-YO: Y yo ti, cuídate mucho.
-PACO: Y tú -se gira a Javier - asegúrate de que llega sana y salva a casa, has demostrado ser un tío de puta madre– le da varias palmadas en el hombro – y ponte frío en el golpe.
Casi sin despedirnos se vuelve a meter al local, en el que se oyen alaridos y cosas rompiéndose. Entra como lo haría un hambriento a un buffet, dispuesto a darse un festín entre carcajadas. Echaba mucho de menos el sonido del caos.
Con una sonrisa dibujada en el rostro, Javier me lleva a una de las galerías principales. Le tiembla la mano con la que me sujeta, no puede evitarlo por la adrenalina, aún así me siento muy segura a su lado, verle pelear por mí ha hecho que me sienta todavía más atraída hacia él.
Al final terminamos en uno de los puestos de bocadillos, lleno de gente, compramos uno de jamón serrano con unos refrescos fríos y nos lo tomamos a medias sentados en el suelo del pasadizo que da al local, al que vemos que llegan tres parejas de policías a la carrera.
-YO: Si que la hemos tenido que liar. – digo con sorna.
-JAVIER: Nosotros no, ese idiota que te ha manoseado…
-YO: Cierto.
-JAVIER: Tengo ganas de volver y partirle la cara.
-YO: Ya se la ha partido Paco, no te preocupes, además no es el primero que trata de propasarse conmigo, sé lidiar con estas cosas –enseño el codo magullado- ya lo sabes, cuidado conmigo o te meterás en problemas.
-JAVIER: Ya te he visto, todo un peligro estás hecha. – sonrió mientras mastico, la forma tan dulce que tiene al arrastrar las vocales por el alcohol me encantan. Yo estoy algo más entera que él, aunque tampoco demasiado.- Tengo que preguntártelo, Paco no te dejaba de llamar ratita presumida ¿A qué viene? – me rio a carcajada limpia.
-YO: Eso es una bobada nuestra, un día de fiesta en el local unos tíos quisieron ligar con nosotras, así que me puse juguetona y les preguntaba cómo me iban a conquistar, como con el cuento, hasta que uno que me gustaba al final me sacó a bailar. Los que perdieron fueron a quejarse a Paco, que solo se podía reír de la situación. Desde entonces siempre me ha llamado así…ya casi ni me acordaba.
-JAVIER: ¿Y al final pasó algo con ese tipo? – se recuesta apoyando la cabeza en mi regazo, colocando una de las latas en su mejilla magullada.
-YO: Bailamos y luego nos dimos el lote durante toda la noche, pero al cerrar el tipo se fue con sus amigos… y me dejó con un buen caletón. – casi se lo susurro mientras le acaricio del cabello.
-JAVIER: Que idiota.
Con los dedos repaso su mejilla, en la zona en la que le han golpeado, por mí. Me agacho a besar esa parte, apenas hay marca, solo un ligero enrojecimiento, pero sisea al posar mis labios allí.
-YO: ¿Te duele mucho?
-JAVIER: Apenas. – miente, y los dos lo sabemos.
Nos quedamos un buen rato allí, hasta que empieza a sentirse mejor, más que por el puñetazo, por la cantidad de cerveza que se ha bebido. La comida le ha sentado bien y ya más tranquilos nos ponemos en pie.
Son casi las tres de la mañana y debemos irnos a casa. Nos agarramos el uno al otro para mantener el equilibrio, subimos a trompicones las escaleras que dan a la acera. Hay varios coches patrulla y una ambulancia, con las luces puestas, cortando el paso, así que bajamos hasta una de las esquinas, y allí, tras unos minutos, paramos un taxi, que nos lleva a casa. Por el trayecto Javier me pasa el brazo por encima del hombro y me pega a él, dándome tiernos besos en la cabeza, mientras yo acaricio su mano, colgando ante mi pecho.
Al llegar a casa, debemos parar unos segundos en el portal, el viaje ha sido corto pero suficiente para marearnos más aún. Damos gracias por el inventor del ascensor y al entrar a casa Thor nos ladra, casi esperándonos como una madre gruñona, por haber llegado tan tarde. Me dejo caer en el sofá mientras él se atreve a bajar a la calle unos minutos con el animal para que al menos haga algo. Reviso la comida y agua del perro antes de volver a tumbarme en el salón. Cuando regresan, creo que es el humano el que se tumba a mi lado.
-JAVIER: Dios, me da vueltas todo.
-YO: Y a mí.
-JAVIER: ¿Qué hora es?
-YO: Las tres y media casi. – digo mirando el móvil.
-JAVIER: Estoy que me muero, nos vamos a la cama ya o mañana no hay quien me levante a las diez para ir a la piscina.
-YO: Pufffff yo estoy igual, a ver cómo nos levantamos antes de pensar ir a cualquier sitio.
-JAVIER: Vamos…
Se pone en pie y tira de mi mano, me aferro a su pecho y caminamos entre tinieblas hasta el cuarto. Prácticamente nos dejamos caer sobre la cama, de inmediato me rodea con sus brazos, dándome varios azotes en el trasero, antes de enterrar su nariz en mi cabellera y coger postura para dormir.
-YO: ¿Te vas a dormir vestido?
-JAVIER: Tal vez.
-YO: Yo no…
Le beso en la frente antes de sentarme en la cama. Mis pies firmes en el suelo hacen que todo deje de dar vueltas a mi alrededor, y me saco los botines gimiendo de placer. Luego dejo la chaqueta en una silla y me quito la camiseta, desabrocho el vaquero y al ponerme en pie me los quito.
Voy al baño, donde me desmaquillo de mala manera, me quito el sujetador y me pongo el primer camisón que veo, luego me aseo y regreso a la habitación. Javier permanece en la misma posición en la que estaba, me acerco a él y le hablo o le doy con el dedo en el pecho. Parece en coma.
-YO: Venga, no te puedes dormir vestido.
-JAVIER: Ummmmmmmm - recibo como respuesta.
Me arrodillo a su lado y le quito las zapatillas, le saco los calcetines y mis manos van directas a su vientre. Consigo desabrocharle el cinturón y los vaqueros, luego tiro de sus brazos y medio erguido le retiro la camiseta a tirones. Cada esfuerzo en sobrehumano, solo tengo ganas de dormir, pero me doy cuenta de que le estoy desnudando, a él, a ese joven que me tiene loca. Mis dedos van a su cadera y tiran de los pantalones, hasta hacer salir su paquete a relucir, aprovecho todas mis fuerzas para tirar de las perneras y sacárselos del todo.
La imagen ante mi es perturbadora y erótica, un adolescente borracho, fuerte y viril casi desnudo en mi cama, con una tienda de campaña instalada en su pubis. La imagen de mí manoseándole en la cama aún está fresca y mi mente me ordena volver a tocar su miembro. Me monto a horcajadas sobre sus piernas, acaricio su pecho lentamente hasta bajar a su sexo, que esta vez sin pudor o miedo, sujeto con ambas manos. Al sentir cómo de inmediato crece, me excita, le masajeo con mimo hasta que creo que va a reventar su bóxer negro, deleitándome con su notable erección.
-YO: Madre mía, debe ser increíble que me follaras ahora mismo.
La idea de sacársela y echar mis bragas a un lado para penetrarme nace de la nada. O más bien del tequila y la cerveza de mi sangre. Me muerdo el labio deseando notar lo que hay en mis manos dentro de mí, pero no puedo hacerle esto, mejor dicho, no quiero hacerle esto, no así, quiero que sea plenamente consciente y que me folle por que quiere, no porque no puede evitarlo por estar intoxicado.
Me recuesto a su lado, le tomo del brazo y me rodeo con él, dejando que casi por instinto se acople a mi espalda, apretándome contra él. Sentir la barra candente en mis nalgas no me ayuda en nada, pero respiro profundamente antes de querer quedarme dormida.
No trascurre demasiado cuando me veo movida como un maniquí, Javier me ha tumbado boca arriba, se ha hecho el hueco entre mis piernas, para recostarse sobre mí, dejando su cabeza en mi clavícula.
-JAVIER: ¿Te molesta? Me gusta esta postura.
-YO: Para nada. – balbuceo.
-JAVIER: Estoy ardiendo ¿Tú no tienes calor?
-YO: Un poco.
-JAVIER: Creo que es el camisón.
-YO: Pues me lo quito.
Ni siquiera lo he pensado, le aparto un poco y tiro del bajo hasta sacármelo por la cabeza, arrojándolo al suelo. De inmediato tomo su cabeza y la recuesto en mis senos desnudos, que al sentir el roce en los pezones se ponen duros pidiendo ser lamidos. Javier se acomoda para quedar algo más elevado, no dice o hace nada cuando su miembro roza mi sexo. Por un instante creo que me va a chupar un pecho, pero es solo su barba acariciando mi delicada piel. Nos abrazamos con todo el cariño del mundo y cerramos los ojos para poder descansar.
A la mañana siguiente, no son los despertadores, ni la tibia luz del sol entrando por la ventana, lo que nos despierta, son los terribles martillazos de algún desalmado, que no tiene otra cosa que hacer a las doce y media de la mañana de un sábado, que ponerse a colgar cuadros. El martilleo reverbera en mi mente amplificando el dolor de cabeza que noto tras los ojos. Más que personas, nos considero zombis.
Estamos en la misma posición, con él encima de mí y ambos gimoteando y quejándonos en algún idioma que sólo entienden los que están de resaca. Al minuto de escuchar los golpes en algún muro del bloque, Javier coge una almohada y la tira contra el sonido, luego regresa a mi pecho y se arrebuja entre mis senos. Notos sus manos acariciarme por los costados y su respiración dulce erizándome la piel del cuello.
-JAVIER: Diossssssssss me duele todo.
-YO: Me encuentro fatal.
Gimoteo más que hablar, en parte es porque es mentira. Sí, me duele el cabeza y mi cuerpo pesa como diez toneladas, pero salvo por eso, estoy en el paraíso al darme cuenta de que tengo a Javier encima con una prominente erección mañanera presionado mi vulva, y su boca tan cerca de mis pezones desnudos que si saca la lengua lamerá uno de ellos.
-JAVIER: Creo que ayer nos pasamos al beber.
-YO: Mira que eres flojo. – sonreímos ambos.
-JAVIER: ¿Vamos a ir a la piscina al final?
-YO: Claro, pero vamos algo más tarde.
-JAVIER: Vale, yo necesito una ducha ya.- me dedica un suave beso en la yugular, con unas palmaditas a mis muslos antes de alzarse. - Mierda… ¿Y tu camisón?
Lo dice estupefacto, sin creerse que hasta hace nada dormía plácidamente en mi pecho desnudo, al que ahora clava la mirada anonadado. De inmediato el acto en sí me parece vergonzoso y me cubro los senos sentándome en la cama. Él se gira abochornado y queda sentado dándome la espalda. Por un segundo he creído que, como al vestirme por la tarde, no le iba a dar importancia y que sería otro avance más en la situación tan morbosa entre nosotros.
-JAVIER: Perdóname, no quería mirarte así.
-YO: No, discúlpame tú, anoche…
-JAVIER: No haría nada inapropiado ¿No? No me acuerdo de mucho… desde el taxi de vuelta. – casi sentiría una daga en mi corazón por ello, si no fuera un alivio para la situación tan tensa que hay ahora mismo.
-YO: No, por dios, nada, es sólo que teníamos calor y me sobraba el camisón. Tampoco es que me acuerde mucho. – miento, me acuerdo de todo, otra cosa es que sin la ayuda del alcohol, jamás me hubiera atrevido a hacerlo.
-JAVIER: Lo siento de veras.
-YO: No, es culpa mía – me pongo en pie cubriéndome con el camisón – lamento mucho que me hayas visto…así.- me doy lastima a mí misma. “La mirada que me ha echado al verme, dios, le he debido de parecer horrible, seguro que Celia tiene un pecho mucho más joven y bonito que el mío” – ¡Dios, qué vergüenza…!
-JAVIER: No tienes nada por lo que avergonzarte, Laura. Tan sólo me ha sorprendido.
-YO: Sí tengo motivos para estarlo, la forma en que me has mirado… horrorizado.
-JAVIER: ¡Dios, no! No me malinterpretes, me ha sorprendido, sólo eso. – camino en cirulos por la habitación, angustiada.
-YO: No seas condescendiente Javier, no te pega. – mi aire seco le deja sin habla. Cualquiera podría pensar que, consciente de que soy atractiva, me estoy haciendo la victima buscando el halago fácil, pero ahora mismo el dolor de cabeza no me deja pensar y estoy muy insegura ante él.
-JAVIER: En serio, no quiero jugar contigo.
Al final se gira, me mira a los ojos y me trasmite toda la confianza que necesito en este instante. Casi estoy a punto de echarme a llorar, pero la paz con la que me observa me serena. Luego extiende su mano, me llama a su lado y con cautela me acerco.
Toma mis dedos y me hace rodear la cama hasta quedarme frente a él, me besa el dedo anular y me abraza por la cintura, repasando mi cuerpo con calma, relajándome poco a poco. Luego aparta la cabeza un poco y coge del camisón, mirándome a los ojos con firmeza. Yo lo sujeto con miedo y no suelto, pero su media sonrisa me enamora, una dulce palmadita en el culo me hace reír, antes de soltar y dejar caer la prenda al suelo.
-JAVIER: Ves, no pasa nada preciosa mía, eres hermosa en todos los aspectos y me encanta que te muestres así conmigo.
-YO: ¿Lo dices en serio? – me cubro los senos con las manos
-JAVIER: Claro que si, por dios santo – me toma de los brazos y me los echa a los lados - mírate, tienes unos senos muy bonitos y no debes sentirte incómoda, no conmigo, ya lo sabes.
Estoy de pie, entre las piernas de un adolecente con un sólo bóxer encima, yo con sólo unas braguitas azules, mostrándome entera ante él, y me siento tranquila y a gusto cuando me observa los senos, la curvatura de los pechos, la circunferencia rosada de mis aureolas y los pezones endureciéndose ante sus ojos.
-YO: ¿De verdad te gustan?
-JAVIER: Claro que sí. – sonríe al ver cómo junto los brazos para apretar un pecho contra el otro.
-YO: ¿Más o menos que las de Celia?
-JAVIER: Mucho más, la pobre tiene un buen culo pero de tetas va muy corta. – justo lo que quería oír.
-YO: No sabes la liberación que me supone estar así, contigo.
-JAVIER: Y para mi es un placer que confíes tanto en mí y disfrutar de tu belleza. – se pone en pie, abrazándome, me colma de besos por el cuello y la clavícula, mientras mis pechos se aprietan libres contra su torso. Al final sus manos bajan a mi trasero –Aunque este es mi preferido – dice palmeando y sujetando mis nalgas.
-YO: Mira que eres bobo…- sonrió mucho más tranquila.
-JAVIER: Tu sique eres boba, anda que pensar que no me iban a gustar tus tetas.
Suspiro melosa, por un momento así ha sido, y la idea de que hubiera algo de mí que el desagradara me ha enloquecido por unos instantes. Pudiera ser que mintiera para complacerme, pero la forma tan descarada con la que las está mirando mientras tiemblan ante él me dice que no. Eso y su colosal erección en mi vientre.
-JAVIER: ¿Nos vamos a la piscina ya?
-YO: Lo que tardemos en prepararnos
-JAVIER: Me doy una ducha rápida y paseo a Thor, mientras, tú te duchas y preparas todo.
-YO: Eso está hecho, mi galán.
-JAVIER: De acuerdo, ratita. – le pongo morritos -¿Qué pasa? Creía que te haría ilusión.
-YO: Si, bueno, escucharlo ayer y ver a Paco me gustó mucho, pero aquella ratita ya no existe, ahora, para bien o para mal, soy otra persona. Me gusta mucho cómo me llamas tú y no quiero que lo cambies.
-JAVIER: Está bien, preciosa mía.
Asiento feliz tomándole de la cara, le beso tan cerca de la boca como me deja, siempre girando la cabeza en el último segundo. Se marcha al baño, mientras, yo me pongo su camiseta negra tirada en el suelo por encima, dejado de lado mi camisón, y voy al salón, donde Thor aguarda ansioso. Juego con él un poco antes de ver salir a Javier salir del cuarto. Ya con un bañador corto con motivos hawaianos y una camiseta amarilla. Tal cual, se despide de mí con la mano, coge unas gafas de sol y se pone unas chanclas, silba y el animal me lame la mano antes de acudir a la puerta e irse con su amo. Suspiro algo saturada aún, entre la resaca y la explosión de sentimientos que acabo de experimentar no ha sido mi mejor mañana.
El aroma de su camiseta me encanta, tardo un buen rato en ir al baño y quitármela. Sonrío al recordar la forma tan dulce con la que me ha tratado hace un rato.
Me doy una larga ducha y me tengo que desmaquillar de nuevo, anoche no me quité todo, pero con lo borracha que iba no lo hice mal, después salgo al cuarto totalmente desnuda. Elijo el biquini más pequeño que he comprado, uno azul de tanga, con más cordones que tela. Me pongo un vaporoso vestido blanco que me queda sobre un solo hombro y en minifalda, me echo crema para mejorar mi aspecto horrible de trasnochar y mientras la absorbo, me cepillo el cabello. Me calzo unas sandalias, cojo un bolso grande en el que echo el monedero, el móvil y alguna cosa más, junto a la crema solar, un tanga blanco de los nuevos, apenas un hilo dental, y la toalla.
Para cuando estoy lista, preparando también las cosas de su mochila, Javier regresa, con Thor dando saltos de alegría. Le acaricio la cabeza mientras desayunamos unos bollos recién hechos que acaba de subir mi galán. La verdad es que me sientan de maravilla al estómago. Bajamos a la calle dejando comida y agua suficiente para la tarde que se va a pasar el perro solo. Bajamos hasta el portal, donde el impacto del sol a la una y media de la tarde es demoledor, más tras la noche que hemos pasado. Me pongo unas grandes gafas de sol y caminamos un rato ante el asfixiante calor del sábado.
Una vez en el coche ponemos el aire acondicionado a toda potencia y charlamos de lo ocurrido en la pelea de la discoteca. Javier ladea su cara, mostrando un leve moretón en su cara, que la barba se ocupa de ocultar. Aún así le beso en la zona para agradecerle de nuevo su valentía.
A estas horas resulta mucho más fácil encontrar aparcamiento en el parking del recinto deportivo, lejos de la entrada eso sí. Nos atiende un único taquillero que dejan por si llegan rezagados como nosotros, y accedemos en menos de cinco minutos a la piscina. Es inútil buscar sitio en los merenderos, no hay tampoco sombra donde poner las toallas y apenas encontramos un rincón en el solárium en donde dejamos las cosas antes de que nos lo quiten.
Javier se quita su camiseta, mostrando su inmenso pecho, con tan sólo el bañador de pernera corta, marcando un ligero paquete, está para comérselo. Yo no me quedo atrás y al quitarme el vestido dejándolo caer al suelo, recibo varios silbidos. La mirada de quien me importa es la del adolescente a mi lado, que me come con los ojos, mientras tiene esa media sonrisa que quiere decir que tiene por compañera a la más hermosa del lugar.
-JAVIER: Anda, échame crema antes de que te traten de secuestrar otra vez…- le azoto el culo por su broma. Pero me deleito acariciando su enorme espalda.
-YO: Te toca.
Me giro coqueta y aparto mi cabellera para dejar que recorra mi piel de los hombros y la espalda con cuidado. Se siente travieso y también reparte parte de la crema por mis piernas y mi trasero. Luego ya nos echamos cada uno por brazos y cara, para quedarnos de pie unos minutos, notando el sol pegándonos con toda su furia.
-JAVIER: Dios, no aguanto más, me voy al agua.
-YO: No hemos absorbido aún toda la crema.
-JAVIER: ¿Dónde está la rebelde de ayer….? – me azota el culo entre risas, antes de salir disparado a las duchas.
Le sigo, mientras suelta gritos por el contraste del agua fría. Yo me acerco con cuidado, mojando mis manos y mi nuca primero, pero en un descuido Javier me toma por detrás. Todo su cuerpo empapado me provoca un escalofrío. Nos lleva al borde de la piscina y comienza una cuenta atrás muy rápida, en la que al llegar a cero, saltamos al agua a la vez. No es que esté fría, es que fuera de ella hace mucho calor, estamos en los cuarenta y ocho grados según el termómetro que hay junto a un enorme reloj a uno de los lados de los restaurantes. El choque térmico es brutal y noto mis pezones marcarse claramente en los pequeños triángulos en mis pechos. Al emerger debo echarme todo el pelo hacia atrás, aunque en seguida Javier me rodea con su mano por la cintura y me hunde de nuevo.
Nos pasamos un buen rato jugando a intentar ahogarnos como el otro día. Luego damos un largo paseo hasta la zona profunda, donde me subo a su torso, al llegar donde nos cubre a ambos nos acercamos al borde, donde me apoyo de espaldas y rodeo su cuerpo con mis brazos y piernas, de cara hacia mí. Nos vamos haciendo carantoñas y mimos. Es más de lo mismo que el otro día, pero mejor, porque ahora me coge del culo o yo le muerdo el pecho, él me besuquea por el cuello o yo acaricio su vientre, mientras la marea atrae nuestros cuerpos.
Cuando salgo del agua para quedarme sentada con las piernas colgando dentro de la piscina, sus manos recorren mis piernas, se agarran a mi trasero y besa con suavidad la cara interna de mis muslos. Soy plenamente consciente del efecto llamativo de mi cuerpo mojado dorándose al sol con tan escueta ropa de baño, no hay un solo hombre que no me mire, o grupos de chicos haciendo comentarios a mi alrededor. Es extraño pensar que puedo generar tal nivel de atracción en todos ellos, y el que está entre mis piernas, que duerme a mi lado cada noche medio desnudos ambos, no me folle allí mismo. Luego sopeso que si lo intentara, hasta que punto estaría dispuesta a detenerle por el decoro de que fuera en público.
Pasado un rato regreso al agua, casi me había secado por el sol, entrences es Javier el que emerge y se sienta donde yo estaba. Acudo a ponerme entre sus piernas, jugando a ver quien aparta la mirada antes. Es raro encontrar a un hombre que no aparte la vista ante el intenso azul de mis iris, pero allí está, levantando los pies para que en apoye en ellos según me acerco o me alejo. Me encanta el juego de ruborizarle, así que apoyo mis manos en el pequeño hueco del bordillo entre sus piernas y me elevo para besarle el cuello. Me quedo en el aire suspendida, esperando ver qué hace, y no es más que tomarme de la cintura y de un tirón ponerme a horcajadas sobre él. Por un instante su boca ha rozado mis senos apretados por la postura, y por fin, logro que aparte la mirada de mis ojos, para deleitarse con mis pechos, justo después se ríe a carcajadas mirando al infinito.
-YO: ¿Qué? Decías que te gustaban mis tetas…
-JAVIER: Mira que eres traviesa.- me agarra del culo y me suelta un par de azotes que me encantan.
-YO: Si tú supieras…
Me alzo un poco para ponerle mis senos en la barbilla y me pego tanto a él, que al ir bajando, casi sube la parte de arriba del bikini de la fricción contra todo su pecho. No conforme, vuelvo a subir y bajar, casi como si mis pechos fueran dos brochas enormes que pintaran la pared de su tórax.
No mentiré diciendo que ese roce no me excita, pero ver su cara, abrumado y sin saber muy bien cómo reaccionar me gusta aún más. Creo que si sabe lo que debería hacer, pero eso conllevaría cruzar la línea, una muy peligrosa que supondría ponerle los cuernos a su novia con una mujer que casi la dobla la edad, que además es la madre de su mejor amigo. Y para mi mala suerte, no es ese tipo de hombre, en su mayoría, al que eso le daría igual.
Cuando casi le saco un ojo con unos de mis pezones endurecidos, entierra su boca en mi cuello y me mordisquea mientras busca hacerme cosquillas. Luego se vence hacia delante, tanto que caemos al agua, yo de espaldas y el de cara encima de mí. Ha sido cuidadoso y no nos hemos hecho daño, al emerger sonreírnos salpicándonos, mientras un socorrista nos increpa silbato en mano.
Regresamos a la zona menos profunda y salimos al sol un rato, extendiendo las toallas y dejando que el gentío acuda ya a comer. Nosotros hemos desayunado hace poco, así que nos quedamos relajados hasta que el calor ya no nos permite seguir allí. Por suerte a estas horas la sombra se ha movido un poco y encontramos un hueco de césped al fresco. Aprovechamos que todos están ya descansado sobre las cuatro de la tarde para comer algo del puesto de bocadillos. Al acabar, vamos al baño por turnos y nos acostamos para descansar una par de horas en que el cansancio acumulado nos puede.
Una vez nos desperezamos, volvemos al agua, aunque no vamos a la zona profunda y nos quedamos jugando a bucear y hacer posturas raras bajo el agua. Terminamos peleando por hacernos aguadillas y otra vez tenemos que recolocarnos el bañador o el bikini cada vez que ocurre.
En una de tanta “peleas” trata de amenazarme con quitarme la parte de arriba si no le dejo que me hunda, a lo que yo, con una mano libre, arrastro levemente de su bañador, que descolocado, está a un simple tirón fuerte de dejarle desnudo. Por un instante nos veo a los dos en cueros en el agua, pero la guerra fría termina con ambos vestidos.
-YO: Mejor, no querrás quedarte en bolas delante de todos.
-JAVIER: ¿Y a ti te importaría enseñarle las tetas a todos?
-YO: Con lo bonitas que son…- digo con sorna.
-JAVIER: Mira que te ha gustado que te lo diga eh…- me rodea por detrás, haciéndome cosquillas, notando su miembro endurecido en mi trasero desde hace rato. Con todo su atrevimiento sus manos suben a mis senos, los cuales aprieta con energía. - …pues sí, son preciosas y me gustan tanto como tu trasero.
El leve mordisco a mi oreja me derrite, me quedo paralizada deseando que haga algo más, pero sé de sobra que no llegará. Aún no, y le tomo las manos para enseñarle un poco cómo me gusta que me las toquen. Parece nervioso por su respiración, aunque no pierde detalle de cómo masajeo circularmente mis senos con sus manos y aprieto con fuerza hasta llegar al pezón, donde retuerzo de forma ligera.
-YO: Vaya con mi galán, te gusta todo de mí.
-JAVIER: Si, para qué negarlo.
-YO: Tú no estás mal, déjame ver si también me gusta todo de ti.
En un arranque de excitación, mis manos van a mi trasero y buscan atrapar su miembro. Le escucho sonreír mientras ladea la cadera, pero si no me suelta los pechos no se puede alejar, y no lo hace. Asique tras unos amagos una de mis manos se cierra sobre la tela que rodea su pene. De inmediato me suelta y se aparta entre risas.
-JAVIER: Por dios Laura, que casi me la coges.
-YO: Ahhhh, yo también quiero “disfrutar de la belleza de tu cuerpo” – bromeo con sus propias palabras de hace unas horas, para que no se asuste demasiado.
-JAVIER: Mira que tienes peligro eh…- su forma de decir que esta batalla la he ganado yo.
Jugamos más tranquilos un rato, pero cerca de las siete nos salimos al sol. En apenas unos minutos nos hemos secado, y ya andamos planeado lo que vamos a hacer esta noche. Si queremos volver a salir, y esta vez hasta que amanezca, debemos ir ya a casa.
Recogemos rápidos y nos vamos a los vestuarios. Yo me desnudo y me pongo el tanga, con el vestido por encima sin sujetador, hoy me siento liberada. Al salir Javier me está esperando y pasamos por el borde de la piscina para llegar a la salida.
-JAVIER: ¿Preparada para una larga noche de fiesta?
-YO: Claro ¿O vas a volver a dudar de mí otra vez?
-JAVIER: No perdonas una.
-YO: Y prepárate, no vaya a ser que tengas que pegarte de nuevo por mí…- bromeo
-JAVIER: No seas mala y pórtate bien. – me azota en culo con fuerza.
-YO: Lo mismo te digo. – me lanzo a golpear su paquete, que rozo al apartarse.
-JAVIER: ¡Pero serás…!
Entre risas me arrebata el bolso, deja su mochila en el suelo con él y me carga al hombro saltando a la piscina. Cuando saco la cabeza, me encuentro a Javier ya de pie fuera, se quita con dificultad la camiseta amarilla pegada a su cuerpo y la escurre, invitándome a salir.
Si se cree que me voy a achantar es que no me conoce. Salgo del agua con el vestido empapado, marcando mi figura al milímetro, con mis pezones casi transparentándose y el tanga ayudando poco o nada. Me estrujo el pelo hacia atrás, y cogiendo mi bolso, camino digna como si no pasara nada, ante su sonrisa burlona. Cuando me abraza y me besa la mejilla, cambio el rictus serio a uno más jocoso. Esta batalla la ha ganado él.
Se me hace muy incómodo caminar sabiendo que todos me pueden radiografiar a través de la tela mojada, por suerte, el paseo hasta el parking bajo el sol que todavía emite calor, iniciando el atardecer, hace que al llegar al coche prácticamente nos hemos secado. Conduzco remangándome el vestido y charlando con Javier sobre sus planes de esta noche. No quiere decirme mucho, el misterio me atrae.
Al llegar a casa pasadas las siete y media, subimos al piso entre carantoñas, al llegar a la puerta se coloca a mi espalda, sus manos bajan a mis piernas y suben por dentro del vestido a mis nalgas, que amasa sin rubor. Contesto acariciando su enorme cabeza apoyada en mi hombro, retardando todo lo que puedo meter la llave en la cerradura.
Thor nos ladra al abrir, el pobre lleva unos días muy solo y se queja. Para compensarle salimos los dos con él a pasear. Por alguna razón el animal se siente más tranquilo cuando ambos salimos a la calle, y se dedica a husmear, marcar y tirar de nosotros durante todo el trayecto. Tras soltarlo en un parque y dejarle estirar las piernas a gusto un buen rato, regresamos con calma para que termine de echar todo lo que tenga dentro. Si ayer regresamos tarde, hoy lo haremos más y no creo que estemos en buenas condiciones para darle una vuelta al volver, o madrugar para sacarlo.
Ahora quien agarra por detrás soy yo, que al salir del ascensor al rellano, rodeo su vientre con mis manos mientras acaricio su tórax. Me siento tan conectada a él que caminamos al mismo son y cuando entramos, paso por su lado para que nos quedemos abrazados unos minutos, en los que me froto contra su pecho y él me peina con su dedos.
-YO: Me voy a la ducha y a prepararme.
-JAVIER: Y yo, dejo todo preparado para Thor y nos vamos. – sus manos me soban el culo de un forma que me enciende.
-YO: Hasta ahora mi galán. – beso su cuello mientras me alzo para restregar mi cuerpo contra su pelvis.
-JAVIER: Vale preciosa mía. – el esperado azote que me da no es una sorpresa, hasta ladeo la cadera para que me lo de.
Se lo devuelvo cuando se marcha por el pasillo, luego voy a beber algo frío antes de meterme en mi cuarto. Javier está allí rebuscando en su maleta. Al dedicarme una sonrisa fugaz, antes de cruzar de largo al baño, tiro de mi vestido hasta sacármelo y quedar con sólo un minúsculo tanga ante sus narices. Sonrío y le lanzo un bezo con los dedos cuando le escucho ronronear como a un león en celo, suspirado al observar mi figura al completo, sin poder apartar sus pupilas de mis senos mientras se ajusta el bóxer.
Al llegar a la bañera ni me lo pienso y me preparo un largo baño caliente, con sales y aromas, voy a masturbarme como una condenada si quiero aliviar todo lo que ha ocurrido y pretendo aguantar todo lo que va a pasar. Por el sonido de su garganta y la forma tan “disimulada” con la que se ha colocado el paquete hace unos instantes, deduzco que el adolescente que hay en el otro baño, también lo hará.
No merece la pena recrearme en detalles, rememoro los juegos, los roces, estar juntos desnudos en la cama, su miembro en mis manos duro y cálido. Ya hundida en el agua me penetro con varios dedos sin piedad. Es colosal que tras varios años de actos mecánicos sin emoción ni sentimientos, ahora mismo estalle en múltiples orgasmos seguidos, a cada cual más intenso y profundo. Tras el tercero, me digo que no puedo demorarme más, me repaso las piernas con una maquinilla nueva, salgo y me seco, echándome crema corporal y aceites esenciales. Uso el secador de pelo hasta que tras el cepillado me queda una lamina dorada brillante. Me enrollo una toalla por el cuerpo y salgo al cuarto.
Javier está ya sentado en la cama, de espaldas a mí, con el pelo ya peinado y engominado a la derecha como le gusta a él, con el torso desnudo y los vaqueros grises puestos sin cerrar, mientras se calza unos calcetines y luego unas botas marrones elegantes. Casi me quito la toalla sin más para deleitarle con mis senos otra vez, hasta que recuerdo que no llevo absolutamente nada debajo. Voy a echar mano del cajón de la ropa íntima cuando pienso en qué me voy a poner esta noche. Repaso tanto lo ropa antigua como la nueva que compré. De fondo escucho a Javier echarse desodorante y colonia mientras se cierra el pantalón sobre unos boxes blancos. El sonido del cinturón resbalando por su cintura me resulta tan erótico que no le quito ojo de encima. Luego se pone una camisa azul marina y recostándose sobre la cama se me queda mirando, esperando a que me vista.
-YO: ¿Ya estás?
-JAVIER: Claro, ya estoy listo.
-YO: Pues ya que te vas a quedar mirando, ayúdame a decidir, que como no me dices a dónde vamos, no sé qué llevar…- se pone en pie y se acerca a mi espalda, me rodea con sus brazos y me besa la nuca con cariño.
-JAVIER: Estás preciosa con cualquier cosa, da igual.
-YO: No da igual, quiero…quiero compensarte por todo lo bien que me tratas y quiero ir como tú quieras. – es un arranque de sinceridad que le agrada, me aprieta entre sus manos y me zarandea suavemente.
-JAVIER: No es necesario…
-YO: Insisto.
-JAVIER: Está bien, pues no sé, me gusta el rojo y te sienta bien, por lo demás, creo que ir ligera por el calor es lo mejor, así que supongo que un vestido así de fiesta que tengas. – no es muy concreto pero se me viene a la mente la imagen de las chicas de la discoteca a la que fuimos por primera vez.
-YO: Vale, creo que tengo algo así.
Me giro coqueta y le empujo hasta sentarlo en la cama. Luego escojo un culotte rojo de encaje trasparente y me lo pongo con suavidad antes de dejar caer la toalla al ponérmelo. Su risa de fondo no me desconcentra, tomo una medias finas que se adhieren a la piel de mis piernas, y sin dejar de notar su mirada clavada en mis senos, moviéndose libres, me pongo uno sujetador tipo ventosa para dejar la espalda al aire.
Rebusco el vestido entre la nueva ropa que he comprado. Ni siquiera llegué a probármelo, lo vi en un maniquí y me llamó la atención. Al ponérmelo siento la tela elástica acariciando mi piel y lo ajusto hasta que queda en su sitio. Al girarme Javier está con la boca entre abierta, sin decir nada, solo degustándose con la visión ante él.
No me queda nada mal, casi parece un bañador de cuerpo entero, pero con un amplio escote en pico por la espalda hasta la curvatura de mis riñones, mientras la parte de abajo tiene una minifalda, con algo de vuelo, que no cubre demasiado. Al girarme sobre mi misma para que me vea bien, me felicito a mi misma por la elección de ropa interior, apenas un gesto y se me ha visto todo. Javier asiente y me aplaude, sin más, no puede decir nada que sus ojos brillando de deseo no puedan decirme ya.
-YO: ¿Te gusta?
-JAVIER: Vas espectacular, eres una belleza de mujer.
-YO: Me alegro – me miro en el espejo ladeándome.
Reconociendo que estoy muchísimo más esbelta y sexy de lo que incluso yo me creía capaz al ponerme los zapatos granates con el tacón más alto que encuentro, no puedo evitar hacerme unas fotos con el móvil, estoy increíble, o así me siento. No reconozco a la mujer triste y amargada de hace unos meses, la sonrisa plena y la felicidad que irradio es tal que yo misma me noto elevada a mi máxima expresión.
Cuando Javier se pone una chaqueta negra informal por encima, tiene el mismo brillo en los ojos que observo en los míos. Le atraigo hacia mí, para que esta vez sea yo quien nos haga mil instantáneas juntos, con él abrazándome por detrás, o yo colgada de su brazo. Nos reímos al tratar de borrar alguna foto en que hayamos salido mal, pero no las hay, a mi entender, todas son ideales y perfectas, hasta en la que me besa en el cuello de tal forma que me ha captado mordiéndome el labio de forma muy sensual.
Tras salir del cuarto entre sonrisas, nos aseguramos de que Thor tiene de todo, le damos unos mismos hasta que deja detener cara de tristeza al entender que nos vamos a marchar, y tras meter el móvil y el monedero en un bolso rojo sangre de mano, salimos al rellano. Bajamos a la calle y caminamos unos metros hasta llegar a la avenida principal en la que tomamos un taxi. Subirme a él sin enseñar nada es un reto, al cruzarme de piernas el conductor no evita echarme algún vistazo, incluso cuando la mano firme y tierna de Javier se posa en ellas y las acaricia con sus dedos.
Le da una dirección del centro donde nos bajamos, andamos por unas calles, en las que el taconeo potente de mis zapatos es lo único que se oye entre nosotros. Voy agarrada de su brazo y con tan solo mirarnos sonreímos. Tras ojear varios locales, nos decidimos por sentarnos en una terraza con aire andaluz, con mesas y sillas de metal. Allí nos sirve un camarero agobiado por el ajetreo de un fin de semana, nos sirve un par de cervezas con tapas antes de proseguir con las comandas.
Charlamos animadamente sobre los grupos de personas que vienen y van a nuestro alrededor, me asombro de nuevo al ver a jóvenes con vestidos aún más cortos que el mío, y tras varios comentarios subidos de tono y un amago de disputa entre varios borrachos, Javier se sienta a mi lado, no enfrente, echándome sobre su pecho y rodeándome con el brazo. Le beso la mejilla por cuidar de mí, por esa sensación de “Cuidado, es mía.” que desprende su feroz mirada.
Tras otra ronda de cervezas y algo un poco más contundente de comer, hacemos tiempo paseando por la travesía en la que estamos, llena de vida pese a ser casi las doce de la noche, esquivando al gentío que se empieza a agolpar por las calles. El aroma de varios locales de pizza que hacen un dineral cerrando tan tarde cerca de una zona de fiesta, llena el ambiente mezclándose con el calor y el aroma del alcohol.
-JAVIER: Quiero ir luego a un local que me han recomendado que no está lejos, pero aún es pronto, así que podemos quedarnos en alguno de por aquí hasta que sea más tarde.
-YO: Como quieras, soy tuya hoy. – me acaricia la mejilla y me besa en la mano.
-JAVIER: Ese no parece muy lleno.
Tira de mí hasta que entramos, por fuera no se veía a nadie, tan sólo unas puertas de cristal, que al abrirse dan paso a una barra atestada de personas a la derecha, con varias chicas sirviendo, muy agradables a la vista y generosos escotes, el resto del lugar son sillas y sofás de diseño, con una pequeña pista de baile medio vacía al fondo.
Vamos a pedir un par de copas, el precio es caro pero no son los típicos vasos de cubata, son jarras grandes que deben ser de más de medio litro cada una. Yo elijo ron con limón mientras él toma whisky con cola. Nos sentamos en un sofá, con una mesa baja ante nosotros, para dejar el bolso con su chaqueta tapándolo, con la música de fondo, lo que se conoce como bachata: una mezcla de hit comercial y ritmos latinos.
No quiero tomar la iniciativa, ayer hicimos todo lo que yo quise y hoy quiero ser su regalo, hacer que se lo pase bien haciendo lo que él quiera, como él quiera y cuando él quiera. Así que me siento muy pegada a su cuerpo, juntando las piernas, mientras nos miramos y sonreímos. Permanecemos sentados, observando el poco ambiente del lugar, bebiendo y disfrutando de una conversación leve entre nosotros, apenas nos oímos. El lenguaje del contacto es el que predomina, conmigo apoyándome en su muslo cuando lo mueve nervioso, o él besuqueándome la oreja al no poder contenerse por lo bella que debo de parecerle ahora mismo.
No me extraña que hasta que no se llena un poco la pista, no se relaje y se atreva incluso a mover un poco los pies. Creo que está listo para sacarme a bailar, pero no se atreve, así que empiezo a frotarme de lado contra él al ritmo de la canción que suena. Me sigue un poco con los hombros y sonreímos. Pasado un rato, varios grupos de chicos han entrado, muchos de ellos me están viendo con ganas de salir a la pista, casi retándose unos a otros a pedirme bailar. Es tan evidente que Javier se acaba dando cuenta, suspira profundamente y le da un trago a su copa, tan largo que la deja por la mitad.
-JAVIER: Vamos, quiero bailar un poco. – lo dice tras levantarse y ofrecerme su mano.
-YO: Fantástico.
Se lo digo toda ilusionada como si su idea fuera genial, en vez de expresar el “Ya era hora” que se me cruza en la mente.
Tomo su mano y me pongo en pie, caminando tras él de forma sensual, meneando las caderas al ritmo de la música. No nos alejamos demasiado del sillón ya que están nuestras cosas, pero si lo suficiente para alejarnos de la mesa y tener un par de metros cuadrados libres. Javier se mantiene a un prudente espacio de mi cuerpo, no estoy segura de si es por rubor o por querer deleitarse con mis movimientos. Es un poco torpón al moverse, eso ya lo había visto cada vez que salimos, así que por el momento sólo le sigo, dando alguna que otra vuelta lenta sobre mí misma, luciéndome un poco.
Van pasando las canciones, de vez en cuando vamos a beber un poco de las copas antes de que el hielo las agüe demasiado, regresando a la pista. Al hacerlo un par de veces, Javier se va animando, yo encantada por ello, nuestras manos se juntan, me gira rápida y luego se acerca a mi espalda, para mantenerme pegada a su torso y movernos al son de mi cintura. Empieza a disfrutar, su sonrisa cambia de protocolo a gozar del baile, del calor, de la sensación sensual de una mujer pegada a su cuerpo que le va dando la seguridad que por momentos le ha faltado.
Al rato ponen algo más lento que se puede bailar agarrados, me lanzo a rodear su nuca con mis manos, sintiendo las suyas en mi cadera. No le sale dar pasos por su cuenta, aunque en cuanto me ve a mí, coge el ritmo sin problemas, dejando que sea yo quien guie un poco. A cada instante nuestras miradas se cruzan, nuestros cuerpos se juntan y al final terminamos muy unidos, conmigo echa una bola en su pecho y sus dedos luchando por no bajar a mi trasero. Me da cierta ternura que mi galán no se atreva a cogerme del culo como suele, ya ha demostrado que no tiene vergüenza para ello en casa o en la piscina, lo que creo que le frena es que no quiere hacerme parecer una más, una cualquiera, quiere respetarme para que todos sepan que soy distinta y diferente. Es tan dulce como desesperante, aprecio el gesto pero tras ser una señora durante tanto tiempo, esta noche quiero ser todo lo que él desea.
Mi táctica empieza por bajar mis manos buscando sus costados, tras un giro musical llegan a su trasero, el cual amaso en mis dedos metiéndolos en sus bolsillos traseros. Suelta una carcajada antes de arrebujarme un poco, entendiendo la idea, por fin me estruja el trasero, fuerte y varonil. Alzo la mirada complacida, beso su barba, que debido a mis taconazos queda a la altura de mi nariz, mientras el ritmo lento acompasa el dulce roce que se crea el uno contra el otro.
El vestido es tan corto que en cuanto nos acercamos el gesto hace que se me suba, son sus manos las que evitan que se me vea el culo. Eso no evita que por delante sienta la hebilla de su cinturón en mí bajo vientre y una prominente semi erección en mi pubis. Cambio el paso monótono a algo más lateral, su media sonrisa le delata al notar la fricción. En estos momentos es cuando suele apartarme de forma gentil, esta vez no, me deja hacer a mi gusto y no paro hasta apreciar que la tiene tan dura como para percibir su circunferencia en mi abdomen.
Para cuando acaba la canción, puedo escuchar su corazón alterado, casi saliéndose de su pecho. Le rodeo la cabeza con mis brazos y le doy mil besos en la cara para sentir cómo me abraza por los riñones y me hace dar una vuelta en el aire. Luego me deja en el suelo y me acaricia la cara, antes de darme un suave azote en el trasero, acompañándome hasta el sillón, para sentarnos.
-JAVIER: Madre mía ¡Qué bien bailas!
-YO: Me gusta mucho.
-JAVIER: Te creía una rockera dando saltos y girando la cabeza en el aire.
-YO: También sé, pero una mujer debe saber adaptarse. – me luzco orgullosa, sacando pecho mientras bebo un trago para calmar el fuego de mis entrañas.
-JAVIER: ¡Y qué mujer…eres una maravilla!
-YO: Tú no te mueves mal…
-JAVIER: Soy un patoso.
-YO: No digas eso, te mueves bien.
-JAVIER: Me mueves tú, que no es lo mismo. A veces creo que los demás me observan y se burlan de lo mal que lo hago.
-YO: Tal vez, no más que tú cuando les miras a ellos.
-JAVIER: Por eso no me gusta bailar en público. – de un solo trago se acaba su copa.
-YO: ¿Y si no te gusta, para qué me sacas?
-JAVIER: Porque quiero que lo pasemos bien, quiero hacer todo contigo, porque me siento genial y no quiero perder el tiempo antes de que…
-YO: ¿Antes de qué?
-JAVIER: Antes de que vuelva Celia. – el corazón me da un vuelco y me deja sin aire unos segundos.
-YO: ¿Por qué lo dices?
-JAVIER: Nada…cosas mías, voy a por otra copa ¿Quieres? – se pone en pie agitando su vaso vacío.
-YO: Si, claro.
Apuro un último sorbo antes de darle la jarra, se agacha a besarme la frente y se marcha a la barra.
Tardo unos segundos en procesar ese “nada”. Claro, he sido tan egoísta y egocéntrica que no he pensado en él. También está disfrutando, mucho, con estas semanas juntos, pero también sabe que esto tiene fecha límite, en cuanto regrese su novia y mi hijo, entiende que esto se acabará, y pese a que no lo desea, lo hará porque es lo correcto. Es por eso que está siendo tan complaciente conmigo, que me permite llegar tan lejos, quiere que disfrute de todo lo que pueda, antes de que se acabe.
Me echo las manos a la cara, casi rompo a llorar de desesperación al comprender su punto de vista, y la posición que en eso me deja. En realidad nada ha cambiado, pero saber que él piensa igual que yo, que no hay un futuro juntos en el que poder al menos saborearnos, le duele tanto como a mí. Por suerte hay bástate gente, cuando regresa con las copas, me ha dado tiempo a ir al baño a serenarme y volver a sentarme con una sonrisa enorme, bonita y falsa en la cara.
-JAVIER: Toma. -me da la copa a rebosar.
-YO: Gracias… ¿Va todo bien? – acaricio su cara cuando se sienta a mi lado.
-JAVIER: Si, tranquila, no es nada con lo que no pueda lidiar.
Toma mi mano y la besa repetidamente. Coge su vaso y al dejarlo en la mesa baja, ante nosotros, me abraza por completo, de tal forma que me recuesto en el sofá, sintiendo sus brazos rodeándome la cintura y su cabeza apoyada en mi pecho. Le acaricio la espalda y entrelazo mis dedos por su barba con la otra mano, tratando de consolarle por el mismo dolor que siento en el fondo de mí ser.
Nos pasamos un buen rato sin movernos, es casi maternal y no es algo que me apetezca especialmente ahora mismo con él. Lo necesita, va más allá de su código moral o de su carácter, tiene una guerra interna entre lo que cree que debe hacer y lo que realmente desea hacer. Es una batalla que yo misma he librado por su culpa, tuve que decidir y eso hice, ahora le toca a él tomar la decisión, y pese a la ternura con la que le acuno en mi torso, albergo al esperanza de que en mitad de esa disputa, el alcohol y presionarle con toda mi sensualidad, logren decantar la balanza por que esta noche por fin pueda pasar algo entre nosotros. Que eso me haga mejor o peor persona es un debate que no tengo ni tiempo ni ganas de establecer. Yo ya escogí lo que deseo, y lucharé por ello.
Tras un par de canciones, Javier se sienta de nuevo, bebe de su copa y toma pose más entera. Yo me recuesto a su lado, le agarro del brazo y apoyo mi cabeza en su hombro, a la espera de ver lo que hace o dice. Me acaricia el muslo con una de sus manos, el roce con las medias le gusta y lo sigue haciendo sin parar, mientras vamos bebiendo hasta que casi nos hemos terminarnos las jarras.
-JAVIER: La música se ha vuelto un poco aburrida. –dice al fin.
-YO: Si, además estoy algo saturada.
-JAVIER: Son casi las dos ¿Nos vamos a dar una vuelta al sitio donde me han dicho? Tengo ganas de seguir divirtiéndome.
-YO: Claro.
Nos ponemos en pie, mientras se pone la chaqueta yo me recoloco el ceñido vestido en el escote. El aire fresco de la calle nos viene bien, aunque la congestión por la bebida no se desvanece. Me sujeto a su brazo para poder caminar recta y damos un paseo por los alrededores. Todo está lleno de grupos de gente fumando fuera de las discotecas, de adolescentes y de algún coche de policía que pasa fugaz con las luces encendidas.
-JAVIER: Aquí es – se para ante un local con bastante gente en la entrada haciendo cola.
-YO: Pues vamos dentro.
-JAVIER: Es tarde, si estás cansada podemos irnos ya a casa. – la verdad es que los tacones me están matando, estoy mareada por el alcohol y llevo dos días sin parar, es normal que me haya notado el cansancio. El problema es que si ha tenido tal arrebato de responsabilidad no está tan borracho como necesito que esté si voy a ir a por todas, así que tomo pose con brazos en jarra.
-YO: ¿Ya estamos como ayer? No decías que no iba a poder seguirte el ritmo…
-JAVIER: Está bien, entremos.
Sonríe alegre, tiene tantas ganas como yo de estirar la noche todo lo que podamos.
Pasamos a la cola, donde muchos no me quitan los ojos de encima, ni siquiera los dos armarios empotrados que hacen de seguridad, vestidos con trajes cutres oscuros. Entramos por unas pesadas puertas de metal y llegamos a un gran pasillo, con varias columnas por medio, con una barra para servir a cada lado y el resto lleno de gente afinada pidiendo bebidas o tomándoselas mientras bailan. El ambiente es mucho más animado y divertido que el anterior local, lleno de cuadros y fotos de películas de los 80, y en cuanto encontramos un hueco, nos sentimos preparados para darlo todo.
Siento un arrebato de celos, Javier me ha dejado con su chaqueta donde nos hemos instalado y se ha ido a pedir un par de copas, una de las camareras, rubia y de gran sonrisa, saturada por tanta gente, se ha parado a charlar con él y a terminado dándole dos besos mostrando su escote palabra de honor, y frotando su hombro. Cuando regresa, me da mi vaso de cubata y me mira extrañado.
-JAVIER: ¿Y esa cara?
-YO: Que te ha dicho la camarera…
-JAVIER: Ahhh, no, nada, es una amiga de la universidad, más bien amiga de Carlos, es la que me habló de este sitio, pensaba que no trabajaba hoy.
-YO: Que bien.
Marco territorio, le acerco a mí y le rodeo la nuca para llenarle de besos por toda su cara, clavando mis ojos en esa chiquilla que me observa y siento cómo se le escapa un bufido de decepción. “Lo siento bonita, este es mío.”
-JAVIER: Vamos más al fondo.
Me toma de la cadera y nos abrimos paso hasta el final del pasillo, donde encontramos un trozo de pared sin nadie, para dejar las cosas colgando de unos ganchos a media altura y empezar a contonearnos mientras bebemos. No soy estúpida y se me escapa una sonrisa, Javier ha cambiado de sitio porque no quiere que esa chica nos vea, para que luego no diga nada a mi hijo o a nadie. Eso me indica que desea seguir pasándolo bien conmigo. No te escondes si no vas a hacer nada indecoroso.
Me suelto un poco la melena moviéndome sensual para él, a menos de un metro, se deleita con la mirada, apurando su vaso que en apenas tres tragos se ha terminado. En cuanto lo hace acude a la llamada erótica que es mi cuerpo, rodeo su cabeza y siento sus manos en mi trasero, agitándonos al son de la música y jugando a rozarnos con cada gesto. Me enciende la forma tan evidente en que me está buscando, cómo me echa el pelo tras la oreja para susurrarme cosas divertidas para luego besarme el cuello, cómo sus manos recorren mi piel.
Pasada media hora, y otra copa, ya no sólo no evita que roce su abultado paquete, es él el que inicia el contacto, friccionando su miembro contra mi pubis. Llegados a ese punto me giro y pego mi trasero a su erección, la noto ardiendo, y girando en círculos mi cadera hago que me siga. Sus manos bajan a mi cintura y suben por mi vientre hasta mis senos, creo que me los va a agarrar, pero los esquiva y terminan acariciando mi clavícula y sujetándome del cuello, sin apretar, notando su respiración en mí yugular.
El gentío, la bebida y el baile, todo se mezcla en un trascurrir borroso y saturado del tiempo. Estamos sudando los dos, se ha quitado la chaqueta y se ha abierto varios botones de la camisa. Yo no puedo hacer más que pedir una copa para intentar serenarme. Han llegado los ritmos latinos y la forma de bailarlo que tienen a mí alrededor es follar con ropa. Le incito a hacerlo con mi trasero restregándose por su entrepierna, sonríe juguetón y me ladea para darme varios azotes fuertes, se los devuelvo en la pelvis buscando su miembro
Antes de que tome represalias me escabullo a la barra, no sé cuando me he terminado mi bebida y pido otra apoyada con los brazos cruzados sacando la cadera. Al segundo llega él, que se pega a mí y me besa el hombro mientras tiento a la suerte flotándole mi trasero. No se aparta, me aprieta contra la barandilla hasta que en giro extasiada, me agarra de la cintura y se pega a mi pecho, tanto que me eleva los senos, me mira a los ojos con dulzura y se acerca a susurrarme algo que ni logro escuchar, pero al retirarse sus labios rozan los míos, es tan leve y fugaz que apenas he podido saborearlo. Me siento valiente y trato de besarle allí mismo, tomando su cara. No sé cómo lo evita, apenas ladea la cara y mi carmín queda marcado en la comisura de su boca.
-JAVIER: Dios, me lo estoy pasando genial.
-YO: Y yo.
Suspiro ofuscada, sin rendirme. Ya ni la presencia de esa amiga de la universidad evita que me meta mano de esta manera. Está muy cerca de dejar que ocurra algo.
Regresamos a bailar a nuestro sitio, aunque es un decir, son casi las cuatro de la mañana y no entiendo cómo puedo seguir en pie con tanto alcohol. Me recuesto sobre un tabique para relajarme, pero no me deja, enseguida me abraza de frente, yo me agarro a su trasero por inercia y él rodea mi cabeza, mientras nos vamos dando besitos y caricias. Doblo una rodilla para apoyar la planta del tacón en la pared, de forma instintiva se me abre la pierna para dejarle paso y sentir su sexo incidiendo sobre el mío. La sola idea de sacarle el miembro y apartar mis bragas para que me folle me enloquece. Un idea recurrente y excitante. De alguna forma lo sabe y agacha su cabeza para besar, chupar o mordisquear mis clavículas o mi cuello indistintamente.
Me veo arrastrada a la pista, tras unos minutos de tranquilidad todo se ha calmado un poco. Simplemente danzamos, como dos novios, bien pegados y juntos, pero sin obscenidades, solo damos vueltas algo cansados ya. Para cuando pide la “última copa” para él, ya que yo me niego a otra o terminaré en el suelo, ya van a cerrar.
Se va a poyarse a una columna, el local está bastante vacío ya, mientras yo voy al baño. Cuando regreso me tumbo de espaldas sobre su cuerpo, apoyo mi trasero en sus muslos y recuesto mi cabeza en su pecho, me rodea con una mano por el vientre, la cual agarro con dulzura. Siento su barbilla rascándome la coronilla, un gesto tan liviano como enternecedor.
Son las cinco y media casi, no puedo más.
-JAVIER: No ha estado mal…- tras unos segundos nos reímos ambos.
-YO: No, para nada mi galán, ha estado muy bien.
-JAVIER: No sé cómo lo haces, pero… pero logras que me lo pase genial.
-YO. ¿Yo? Eres tú el que hace salir de mi cascarón.
-JAVIER: Vaya dos…- me arrebuja en su pecho.
-YO: Bueno, ya casi va amanecer. Misión cumplida.
-JAVIER: Es verdad…oye… ¿Te gustaría que viéramos salir el sol? – me giro, torpe y perjudicada.
-YO: Necesito comer algo.
-JAVIER: Pues ya sé, compramos unos churros, creo que los venden cerca.
Me toma del brazo antes de terminarse su copa. Recogemos nuestras cosas y salimos a la calle cuando ya estaban apagando las luces del local. El choque de temperatura es leve, pero se nota, el ambiente cargado y el olor a sudor y suciedad dan paso al aire limpio y el aroma del agua refrescando el suelo que están echando unos operarios para limpiar la calle.
Paseamos por delante de varias tiendas 24h llenas de borrachos necesitados de comida. Nosotros somos unos más de esa masa abstracta que busca una churrería que hay doblando una esquina. Tras esperar turno nos sirven, compramos unas porras y un pequeño bidón de chocolate cliente, con un par de vasos de cartón. Salimos a la avenida principal, tenemos una buena caminata de unos quince minutos hasta un lugar cercano que sé que se ve amanecer bastante bien.
Conseguimos llegar cuando los primeros destellos del alba aparecen tras un gran jardín que hay al norte. La zona está despejada y tiene una ligera colina que permite ver el perfil de la ciudad. Nos sentamos en el césped, junto a otras personas que también quieren ver el espectáculo. Javier no permite que toque la hierba y me sienta en su regazo, sirve el chocolate y nos comemos una porra cada uno en silencio, observando al sol imponerse sobre los edificios. Con algo de fresco, me froto los brazos y agarro con fuerza el vaso cliente, al sentirlo me envuelve con su chaqueta por los hombros, besándome la frente con delicadeza.
-YO: Esto es fantástico.
-JAVIER: Lo es, por que estás tú, preciosa mía. – seria hermoso si no nos apestara el aliento a alcohol.
-YO: Te aprecio muchísimo Javier, mucho.
-JAVIER: Y yo a ti, no te imaginas cuánto. – me aprieta contra él, y me hace recordar el abrazo que me ha dado en el primer local, tras nombrar a su novia.
-YO: Yo también tengo miedo.
-JAVIER: ¿De qué?
-YO: Del regreso de Carlos, y de Celia. – su rictus se vuelve duro.
-JAVIER: No digas eso, es tu hijo.
-YO: Del que ya estoy harta, con su novia y sus problemas…yo ya no quiero ser sólo su madre, quiero más, y no lo siento con nadie salvo contigo.
-JAVIER: Eso es muy hermoso, pero no se tiene porqué acabar con su regreso o el de Celia.
-YO: Si, y lo sabes tan bien como yo.- su forma de actuar así lo dice.
-JAVIER: Podemos seguir viéndonos, hacer cosas juntos…
-YO: Pero no esto, ni podrás dormir conmigo, ni jugar…ellos no lo entenderían.
-JAVIER: Lo sé. – su afirmación va acompaña de una caricia a mi mejilla.
-YO: Solo quería que lo supieras, que te voy a extrañar de una forma que no entiendo.
-JAVIER: No sé qué decir, me siento my confundido con todo esto, solo tengo claro que me siento feliz a tu lado y no quiero que eso cambie.
Es cuanto necesitaba oír. Me entierro en su pecho y dejo que me acaricie la espalda y las piernas, de forma cálida y protectora.
Son casi las siete de la mañana cuando nos ponemos en pie, casi me había dormido en su regazo cuando la luz del sol empieza a calentar el aire. La luz es magnífica, logro sacar el móvil para hacernos una foto con sus labios posados en mi mejilla y mi mano acariciando su cuello.
Buscamos la calle más grande cercana, caminando con su brazo sujeto a mi cintura, cogemos a un taxi que nos lleva a casa mientras el chocolate nos hace sentirnos menos miserables. El silencio es atronador, no puedo evitar sentir el final de todo aferrada a su chaqueta envolviéndome, como si nos llevaran al matadero sin poder evitarlo.
Al llegar al piso, casi ni puedo caminar, me duelen los pies y estoy muy borracha. No sé como él se mantiene en pie, ya que ha bebido al menos tres copas más que yo, pero se las arregla para cogerme en brazos como a una princesa y subimos en el ascensor hasta casa. Thor nos labra al entrar, pero a un chiste de mis labios, regresa al salón.
Me deja en la cama con toda la suavidad de la que es capaz y me cubre con su chaqueta para arroparme. Si no fuera porque hemos comido algo caería redonda, pero solo estoy adormilada. Le escucho meterse en la ducha de mi baño, y al salir al poco tiempo enciende una lamparita de noche, me quedo observándole con sólo una toalla anudada a su cintura.
-JAVIER: Vamos preciosa mía, no te puedes quedar así.
-YO: Eso te lo dije yo anoche… -sonrío, haciendo la remolona.
-JAVIER: Y me desnudaste tú creo.
-YO: Por mí no te cortes… -“Ha llegado la hora”
-JAVIER: Está bien.
Se acerca a la cama, tomándome de la espalda me sienta en el colchón. Me quita la chaqueta dejándola en una silla colgada, luego se sienta a mi lado, me coge de los pies y los coloca en sus piernas, quitándome los zapatos. La sensación es indescriptible de placer, hasta me masajea los dedos con mimo.
Me tiembla todo cuando me recuesta y mete sus manos bajo mi falta, buscando la goma de mis medias, las cuales saca con cierta delicadeza, no mucha, pero si alguna. Luego me pone en pie, tira de mi vestido hacia arriba, pero llegando a mis pechos no pasa.
-YO: Espera…
Por debajo y busco mi sujetador de ventosa, que hace de tope, el cual desabrocho y me lo quito tirándolo al suelo. Cuando ve que tomo cierta iniciativa se sienta en la cama, y colocándome entre sus piernas me saco el vestido por la cabeza, dejando mis senos balanceándose a la altura perfecta de sus labios.
-JAVIER: Madre mía, que tetas más bonitas…- sonríe meloso mientras las observa ante sus ojos.
-YO: Vaya… ¿También te gustaría tocármelas?
-JAVIER: ¿Cómo? – sus ojos desencajados me dicen que ha sido algo atrevido, pero no me voy a echar atrás, no sabiendo lo que piensa sobre el regreso de Carlos y Celia.
-YO: Ya sabes, como mi trasero, me encantaría que me hicieras lo mismo con mis pechos.
-JAVIER: Mierda… ¿En serio?
-YO: Hazlo, mi galán.
Me pego tanto que siento su ladeada nariz en mi piel. Sus manos suben por mis piernas y agarran mi trasero, lo soban con cuidado mientras le miro a lo ojos, quiero ver el momento exacto en que decide hacerlo, y la chispa que brillan en sus pupilas le delatan. Sus dedos recorren mis costados hasta llegar a mi vientre, de ahí ascienden hasta mis senos. Su última mirada pidiendo permiso la correspondo ofreciéndoselos sin miedo.
El primer contacto es tenue, apenas las roza, me río por quitarle algo de tensión a la situación, no puedo evitar sentir la humedad entre mis piernas. Sus enormes manos se cierran sobre cada pecho, luego los giran y sostienen con dulzura. Jadeo al sentir cómo vibra mi piel, y tal como le he enseñado en la piscina termina retorciendo mis pezones, a punto de estallar.
-JAVIER: Son tan maravillosas como tú.
-YO: Las pobres has sufrido mucho hoy con ese sujetador.- no es muy sutil pero tan borrachos como estamos es suficiente.
-JAVIER: Pobrecillas, es culpa mía por hacerte poner ese vestido.
-YO: Podrías disculparte con ellas, como con mi trasero…
Su media sonrisa me cautiva, temo que en cualquier momento pare y me parte, como siempre, pero no pienso dejar que lo haga. Agarro de sus hombros y tiro de ellos hasta notar su boca en mi seno derecho. Se rinde, abre su boca y le dedica un beso suave y dulce, sujeto bien el otro pecho y, cerrando los ojos, busca el pezón con sus labios, succiona de forma evidente, provocándome que doble la espalda de placer.
-JAVIER: Dios…saben genial.
-YO: Sigue.
No me cuestiona, se aferra a cada pecho y empieza a besarlos, por todas partes, aunque al sentir las aureolas les dedica un poco de atención con chupetones ligeros. Estoy a punto de echarme encima suya cuando sus manos dejan de amasarme los senos, “Ya está, va a parar…” me lamento.
Tira de mí para que me monte a horcajadas sobre su torso, que se tumba en la cama. Su lado salvaje por fin sale a relucir y dándome fuertes azotes en las nalgas, empieza a tirar de mis glúteos estirando mi piel, sin dejar de besar mis tetas. Es delicioso, no soy capaz de describir cómo me pone sentir lo leves roces de sus dientes en mi rosados pezones, el giro de su lengua antes de chupar o los lametones que recorren mi escote.
-YO: Ummm- es apenas un murmuro, no quiero despistarlo.
Poco a poco sus caricias se vuelven más feroces y mi cadera busca su entrepierna. No tardo en sentir en mi vulva, atrapada en el culote, la toalla abultada, friccionándome justo en mi clítoris. Me libero de cualquier atadura, empiezo a restregarme de forma osada y brutal. Tras unos segundos de notar cómo resbala su miembro, deja de chuparme los senos para subir a mi cuello, dedicándome un mordico rudo clamando sexo.
No lo soporto más, le tomo del rosto y si dejarle opción nos besamos, podría haber apartado la cara, como tantas otras veces, pero hoy no, ahora mismo no. El contacto con su boca me hace estallar de alegría por dentro, sus carnosos labios se abren y cierran al ritmo que le impongo, ladeamos las cabezas buscando el mayor placer mientras todo fluye de forma natural.
Al sentir cómo una de sus manos agarra uno de mis senos, pellizcándolo, y la otra alterna darme azotes en el culo con amasarlo, me alzo victoriosa, sintiendo lo más parecido que debe sentir un alpinista al lograr alcanzar la cima del Everest. Mi cadera gira sola, cabalgándole, mientras sus dedos buscan el roce de mis pechos, observando cómo se retuerce entre mis piernas. No voy a parar, busco a tientas a mi espalda la toalla, deshago el nudo con facilidad y siento su miembro otra vez. Su gruñido de placer me eleva a los cielos, acaricio su glande cuando hago resbalar la piel de su sexo hacia atrás masturbándolo.
-JAVIER: Ohhh- susurra entre gemidos.
Echo la cadera hacia atrás y dejo pasar la gruesa vara entre mis muslos, al soltarla cae por su peso apuntando a su vientre, de inmediato caigo con mi pubis sobre ella quedando montada encima, me agacho para acariciar su barba mientras le beso apasionadamente. Quiero disfrutar de todo, puede que hasta lo exagere pero la forma en que me sujeta de la nuca, metiendo su lengua en mi boca y juega con la mía, me hace pensar en la locura que va a ser cuando me haga sexo oral.
Mi pubis se empieza a frotar contra su miembro, la delicada tela del culote fricciona de tal manera que le estoy masturbando con mi cuerpo. Disfrutamos como no creía que pudiera ocurrir nunca y al final de cada golpe de cadera noto cómo su sexo aplasta y divide mis labios mayores, emitiendo un calor asfixiante. Cada vez con un gesto más intenso y largo, su respiración se agita y verle disfrutar me vuelve loca.
-JAVIER: No…no…no puedo. – un escalofrío gélido me recorre la espina dorsal.
-YO: Vamos, solo es otro juego…
Trato de empezar de nuevo, me froto contra su cuerpo aprisionando su sexo con el mío, buscando sus labios, que me devuelven el beso con energía, pero esta se va desvaneciendo hasta que aparta el rostro. Casi me echo a llorar en cuanto persigo su boca y me huye. Tras lo que se sienta, dejándome montada de rodillas sobre él. Acaricio su rostro, rogándole nerviosa con la mirada.
-YO: ¿Qué ocurre?
-JAVIER: No…no puedo…no está bien.
-YO: Yo…yo quiero hacerlo, no estás haciendo nada malo.
-JAVIER: Si lo hago.
-YO: Me da igual que sea la madre de Carlos o que seas tan joven, si es por eso…
-JAVIER: Dios…no…no es por eso.
-YO: Por favor, dímelo, a mi ya no me importa nada.
-JAVIER: Pero a mí sí. –el tono es fuerte y rudo, es casi furia, pero no llega a ser violento.
Con mucha delicadeza me echa a un lado de la cama, se cubre la erección con la toalla, sentándose mientras se frota las sienes con brío. Yo me quedo allí, a su lado de rodillas, esperando sin saber qué hacer, repitiéndome que no puede pasarme esto, que no me haga esto el universo, porque yo no acabe de fastidiar lo que tenemos. “No me arrebates esto” le digo a un ente superior.
-YO: ¿Acaso…acaso no te parezco atractiva? – es un aullido lastimero.
-JAVIER: Laura, por dios, eres la mujer más hermosa que he visto jamás…
-YO: ¿Qué es Javier? Necesito saberlo.
-JAVIER: No puedo, no estando con alguien…- el jarro de agua fría me pilla preparada.
-YO: ¿Celia? No te merece y no te hace feliz, no tanto como yo, tú mismo lo has dicho.
-JAVIER: Eso no cambia que esté con ella, que la deba un respeto. Lo siento, lo siento muchísimo, pero no puedo ir a dónde me pides.
-YO: Pero quieres…- le acaricio un brazo, que amaga con apartar, pero al final se gira y me mira a los ojos.
-JAVIER: Quiero, no sabes cuánto, no sabes todas las veces que he soñado con este momento, desde el primer día que entré en esta casa, desde que empezamos a hablar, a quedar, a salir, desde que llegaste a mi vida, pero tras lo que ocurrió cuando empezamos...
-YO: Aquello fue culpa mía, Javier, mía, me dio miedo sentirme tan feliz, me sentía culpable por Luis, por su recuerdo, por Carlos y su forma de ser…pero ya no tengo medio, estoy preparada.
-JAVIER: Lo entiendo, pero ahora ya es tarde, estoy con Celia y no puedo seguir con esto.
-YO: ¿Acaso no te has divertido conmigo? – es una recriminación, camufla lo desesperada que estoy.
-JAVIER: Claro que si, joder, no sabes la de veces que estado a punto de arrancarte la ropa y hacerte de todo, la de veces que he deseado besarte, dios, he perdido la cuenta del número de pajas que me he hecho en los baños de tu casa después de haber estado jugando contigo…pero ya no lo soporto más, no quiero seguir así, me voy a volver loco por desearte tanto, y no poder tenerte.
-YO: Puedes tenerme, aquí y ahora, nadie lo sabrá…-se gira y me acaricia la mejilla mientras evita que me lance sobre él.
-JAVIER: Preciosa mía, tú vales mucho más que eso, que ser una cuáquera, la otra de una relación, y francamente…yo también valgo más que ser quien le pone los cuernos a su chica. Yo no soy así, no quiero ser ese tipo de hombre, no podría ser feliz así, y te ruego que no me pidas que renuncie a mis principios…porque por ti…por ti lo haría, Laura.
-YO: Javier…yo…
-JAVIER: Creo…creo que esta noche dormiré en el cuarto de Carlos. Lo siento.
Me toma del rostro, me mira fijamente antes de besar mis labios, tan dulce es el sabor que desprende como la sensación de despedida, de ser el último que me dará jamás. Observo cómo se marcha, cada paso que da es un mazazo al muro de ilusiones que me había creado, ha llegado el tren y lo ha destrozando, para cuando sale de la habitación ya no queda más que polvo en el suelo.
Me quedo petrificada en la cama, no sé qué hacer. Quiero gritar, quiero desaparecer, quiero salir corriendo detrás de él, quiero rebobinar el espacio tiempo y evitar que todo esto suceda. Nada, tan sólo respiro y me quedo mirando la puerta, esperando que regrese, pero lo sé, no va a volver.
Me levanto para ir al baño, me aseo desmaquillándome, usando mis propias lagrimas para ello. No tengo la cara desencajada ni sollozo sin control entre alaridos, siento un enorme vacío dentro de mí, y nada más, mientras gotas saladas no cesan de caer por mi rostro.
Sabía que esto iba a pasar, tal vez por eso no abro la ventana del cuarto y salto al patio interior. Pero estoy demasiado bebida, demasiado agotada física y mentalmente para razonar más a allá de eso.
Me pongo un camisón y cojo un rollo de papel para dejarlo al lado de mi mesilla. Al regresar a la cama, voy haciendo bolitas para secarme el rio incesante de lágrimas de mis mejillas, tratando de cerrar los ojos y dormir algo. No soy capaz pese a estar rendida y no dudo en ir a la baño y tomarme un par de somníferos de los que tomaba cuando murió Luis.
Lo último que hago es pedir un deseo, imploro a todo ser del universo que pueda escucharme para que mañana el alcohol borre todo, que Javier y yo podamos al menos ser amigos. Ahora mismo me conformaría con sólo eso.
Es un deseo estúpido, sé que eso no va a ocurrir.
Continuará...