Reencarnación. (10)
Los días junto a Javier son un descenso a los infiernos para Laura, que cada día quiere profundizar más en la extraña y morbosa relación con el joven.
Reencarnación 10
Es jueves, acabo de llegar a casa tras el trabajo, y estoy dudando si hacerme algo de comer o no, antes de ir a masturbarme otra vez. Sí, porque los dos orgasmos que me arranqué anoche, y otro esta mañana, no me han sofocado nada. Me subo por las paredes desde el fin de semana, y toda la culpa de mi frustración la tiene Javier.
Desde la misma mañana del lunes, tras haber ido al cine con él, la relación entre nosotros es de marido y mujer recién casados. Tal cual. Nos despertamos juntos, abrazados, nos hacemos mimos y carantoñas hasta que debo levantarme. Mientras se ocupa de Thor yo me ducho, y me masturbo, una o varias veces dependiendo de lo juguetones que hayamos sido. Es imaginarme la de roces con su miembro totalmente duro por mis piernas o mi vientre, y cierro los ojos sin poder parar hasta notar espasmos entre mis muslos.
Muchos días, cuando salgo ya vestida de oficina, me está esperando con el desayuno ya hecho en la cocina, le ha cogido el gusto a sentarse en una banqueta alta y ponerme entre sus piernas mientras tomo el café con bollos, acariciándome y hablando entre risas, medio apoyada en él.
Luego llega el suplicio de la separación, Javier baja conmigo a la calle con ropa de deporte a pasear al perro, y mientras nos despedimos nos damos mil abrazos y caricias. Me paso seis horas trabajando, sabiendo que él está paseando o corriendo con el animal por las calles o parques de Madrid. Cuando vuelvo a casa, ya ha regresado, se ha duchado y está haciendo la comida, o ya la tiene lista.
Me cambio dejándome solo con un camisón y el tanga, para comer juntos. Él en casa ya va sólo con los bóxer desde el martes, cosa que agradezco. Charlamos y reímos de las cosas que nos han pasado durante la mañana, aunque ya nos las hayamos contado por el móvil durante nuestras largas conversaciones por mensajes. Limpiamos un poco la casa, y nos vamos al sofá a echarnos una siesta las horas más fuertes de sol del día.
Toda vez que ahora descanso por las noches, estas cabezaditas en el salón son puramente por pereza, ya que no tengo sueño, y es cuando me percato de que en realidad lo de ser su oso de peluche va en serio. Me coloca como quiere, me soba, me toca y me gira a su antojo, sintiendo sus manos recorriendo casi todo mi cuerpo por dentro o por fuera del satén. Su nariz se hunde en mi espesa melena y sus labios parece que necesitan de un constante contacto con mi piel desnuda. Las palmaditas suben a azotes fuertes, a los que respondo con igual osadía, y cuando me agarra del culo, o se empeña en besarme por el cuello, le dejo hacer a su antojo.
A eso de las seis o siete de la tarde, Thor aparece ansioso por el salón, y nos levantamos remolones. Nos ponemos algo de ropa cómoda y vamos a dar un enorme paseo con el animal, algún día nos hemos llevado algo de picar para sentarnos en algún trozo de césped, pero mayormente paseamos y jugamos con el perro. Durante todo el tiempo nuestras manos se buscan, nuestros cuerpos se atraen y las miradas osadas o caricias atrevidas no cesan. Regresamos a casa ya casi de noche, y si no nos paramos a cenar en alguna terraza, compramos algo de comida para llevar.
Muchas de las noches ni ponemos la televisión, y si la ponemos está de fondo de nuestras conversaciones, jugamos a las cartas entre nosotros o ponemos películas en su ordenador portátil, tumbados en el sofá, bien abrazados y con un goteo constante de caricias y besos por parte de ambos.
Cuando se hace algo tarde, o estamos ya muy adormecidos, nos vamos a mi habitación. Bueno, me lleva, ya que otra nueva costumbre es que me coge en brazos, a caballito o colgada de su hombro, da igual, me hace reír mientras me suelta azotes en el trasero.
Luego llega lo peor/mejor del día, me tumba en la cama y se pasa unos minutos haciéndeme cosquillas, empezó con sus manos, pero ya usa su boca también en mi cuello, la nuca o mis brazos, que van primero, pero llega un punto en que me sube el camisón hasta el pecho y repasa mis costados o mi vientre. Eso me pone muy caliente, cachonda perdida la verdad, sentir su nariz ladeada rozar mi pelvis, casi creo que inspirando el aroma que sale de mi sexo, me enciende sobremanera.
Yo trato de jugar también, le busco sus puntos débiles pero salvo la planta de eso pies no parece tener ninguno, simple y llanamente le meto mano mientras su fuerza es tal que me termina dominando a su capricho. Cosa que me vuelve aún más loca.
Cuando nos cansamos ya de torturarnos, hay una especie de tiempo muerto en el que cada uno se va a un baño a ducharse. Técnicamente es cierto, para dormir frescos y quitarnos el calor sofocante acumulado de todo el día. Lo que creo es que él se masturba tanto o más que yo en estos descansos. Me fascina la rapidez con la que, de forma natural, se ha acostumbrado a ir por casa casi desnudo, y dándole igual ya si va marcando una poderosa erección o no, cuando se separa de mí tras jugar. Si está atento, también se habrá dado cuenta de la casi continua marca húmeda de mis tangas, o al menos del hecho de tener que cambiarme dos o tres veces al día de ropa interior. No puedo asegurar que Javier haya tenido una sesión “onanística” en la ducha, como las mías, lo que sí puedo cerciorar es que el notable bulto de su entrepierna al irse, es apreciablemente inferior al que tiene cuando vuelve.
Al regresar al cuarto, los dos tenemos la misma mirada cómplice mientras nos acostamos, es un silencio lleno de confianza y relajado. Dependiendo de quien haya llegado antes, el que está en la cama espera paciente a que el otro se tumbe, para justo después abrazar el torso de quien llega.
Me gustaría decir más de lo que ocurre por la noche, pero siendo honesta no puedo, salvo la postura inicial que tomamos, con él evitando el roce directo de su paquete por mi cuerpo, es sentir sus manos acariciarme y colocarme en la postura que desee, y fuera luces. Es como si apagaran mi cerebro de golpe, caigo dormida y salvo algún gesto brusco, un ladrido poderoso de Thor, o que alguno se levante al baño, descanso del tirón hasta despertarnos.
Y así llevo casi cuatro días. Una vida de casados casi perfecta, si no fuera por la falta de sexo. Ya que cada vez que parece que va a pasar algo más que lo ya relatado, una caricia más sensual, un roce más rítmico, un chispazo en nuestras miradas…Javier se aparta y todo se enfría, desesperándome. Me divierto, y mucho, hasta donde me deja, ese era mi objetivo, pero ahora que lo he logrado, quiero más y me desespero al ver que no hay grandes avances en ningún sentido.
Me pregunto por qué no me he lanzado yo en vez de esperar que él lo hiciera, esa vez que el lunes me besó tan cerca de la boca que sólo debía girar un poco mi rostro, esa otra ayer en que solo tenía que abrirme de piernas y hundir su cara en mi sexo, o esta misma mañana cuando al despertarme podría haber acariciado la enorme erección con la que estaba bajo sus bóxer aún adormecido. Pero la respuesta es clara, si hubiera hecho alguna de esas cosas, hubiera provocado que Javier, o bien siguiera o bien parara el juego. Y por muy frustrada que esté por que desee ir hasta el final, no estoy ni remotamente preparada para perder lo que ahora mismo tengo. Me da pánico.
Hoy tengo unas horas libres para dejar de intentar lo que sea que esté tramando mi mente. El chico ha cogido las llaves de repuesto, y se ha ido esta mañana a su piso de estudiantes, llevándose a Thor. En parte tenía que ir a limpiar y comprobar que todo estuviera bien, ya que ahora mismo sólo está él en la ciudad para cuidarlo. Por otro lado, y pese a que se lava la ropa en mi casa, estaba un poco harto de ir siempre con las pocas cosas que había traído en la maleta cuando decidimos que se quedara en mi casa, así que ha ido a por más.
Termino haciéndome una ensalada ligera, me cambio por el tanga y el camisón de hoy, uno nuevo granate muy corto, y como de pie en la encimera de la cocina. El silencio en la casa es atronador, y me siento algo insegura sin nadie en el piso, así que termino de recoger rápido y me voy al sofá, donde me recuesto con la televisión puesta para escuchar alguna voz y sentir compañía.
Extraño el cuerpo de Javier a mi lado, y sus manos recorriendo el contorno de mi cuerpo. Me muerdo el labio tras unos minutos de cerrar los ojos y rememorar muchos de los instantes acontecidos estos días. Al final me decido por deslizar mis dedos entre mis muslos, acariciando mi pubis haciendo círculos llegando a mis labios mayores. Sólo del roce, jadeo. Libre de ataduras, masajeo la zona con suavidad, y al sentir mi clítoris mi cuerpo se tensa, lo palpo y le doy alguna palmadita, sintiendo el placer único que ello encierra, para seguir bajando hasta encontrar la entrada a mi sexo, húmedo y listo para recibir un miembro duro. Pero no lo hay, y ya es muy tarde para ir a buscar el insuficiente dildo. En su ausencia, dos de mis falanges valdrán, y voy introduciéndolas con cautela y tenacidad.
Tras unos minutos de cadencia, de golpe el móvil suena, me llaman.
-YO: ¿Si? –digo sin apenas prestar atención, deseando colgar para seguir con lo que estaba haciendo.
-JAVIER: Hola Laura, vaya voz ¿Que tal estás?
-YO: Bien, estaba pensando en ti. –digo cambiando el tono a uno un poco más relajado. Mi mano ha decidido por sí misma seguir masturbándome mientras hablo con él.
-JAVIER: ¿Y eso? ¿Ya estás en el sofá y me echas de menos?
-YO: Sí, ojalá estuvieras aquí. – se me escapa una sonrisa traviesa.
-JAVIER: Ya me gustaría, pero aún me queda un rato, y con Thor no me atrevo a salir con este calor.
-YO: Yo estoy ardiendo.
-JAVIER: Y yo, me sobran hasta los bóxer. – imaginarme quitárselos me retuerce de placer.
-YO: ¿Cuando vienes?
-JAVIER: En cuanto ordene algo mi habitación, que tengo todo hecho un desastre. Pero no te vas a librar, cuando vuelva te voy a dar los mimos que no he podido darte en todo el día. – su aire burlón me da igual, en este instante me suena lo más erótico del mundo.
-YO: Te gusta mi trasero. – asevero.
-JAVIER: Es una delicia, ya sabes que me encanta.
-YO: ¿Me darías un azote ahora mismo?
-JAVIER: Claro – comenta ilusionado, no entiendo cómo no puede captar lo que está pasando. Mi voz va volviéndose un susurro sensual, con mi mano deslizándose dentro de mí – De hecho, hazme un favor.
-YO: Lo que quieras.
-JAVIER: Date un azote, ya. – me sale una carcajada, pero pongo el móvil en manos libres y me ladeo, para darme una palmadita en la nalga mientras no dejo de masturbarme.
-YO: ¿La has oído?
-JAVIER: Si, pero ha sonado muy suave, más fuerte. – le obedezco.
-YO: ¿Ya?
-JAVIER: Acerca más el micro, que no se oye bien.
Me muevo rápida, me saco el tanga y pego el móvil a mi pubis, donde doy unas palmadas a mi vulva, y sigo metiéndome varios dedos a la vez.
-YO: ¿Te parece bien así?
-JAVIER: Así me gusta, suenan muy fuerte – jadeo, entre sonrisas – pero date más y más rápido. –se ríe.
-YO: ¡Vale!
Lo hago, me da igual que se escuche el chapoteo de mi vagina casi inundada, estoy a punto de correrme bajo las órdenes de Javier. Me insta, casi me ordena a darme más azotes, con una mano le obedezco pero la otra me perfora a tal ritmo que debo juntar mis piernas para evitar deshacerme como un azucarillo en el café, pero es tarde ya. Por unos instantes pierdo la noción del tiempo y el espacio, mi cuerpo ha empezado a temblar, y el epicentro es mi sexo.
-JAVIER: ¿Hola? Laura ¿Estás bien?
-YO: Dios…si…aquí estoy – me repongo y cojo el teléfono del suelo, donde ha terminado tras mis convulsiones – Perdona, se ha caído el móvil.
-JAVIER: Espero que esté bien.
-YO: Ufff, sí, está todo bien… - aún me cuesta coger aire.
-JAVIER: Bueno, así tengo que darte menos palmaditas cuando nos veamos luego.
-YO: Que bobo eres…- sonrió melosa.
-JAVIER: Hasta luego.
-YO: Por favor, ven cuanto antes…te extraño mucho.
-JAVIER: Y yo a ti, preciosa mía. – me lanza un beso de despedida que me hace pegar el teléfono a mi corazón acelerado cuando le cuelgo.
Me quedo quieta unos instantes, mis piernas se mueven como si fueran un flan en pleno terremoto. Pasa un minuto cuando empiezo a reírme, sintiendo el calor que emano por cada poro, las perlas de sudor caer por mi piel y la ligera picardía de haberme masturbado mientras estaba hablando con él.
Me logro sentar al rato y tras coger fuerzas, me pongo en pie. Me muero de vergüenza al ver una enorme mancha en el sofá, son los fluidos que han salido de mí. Tengo que coger mi tanga y la funda del asiento, que lo mío me cuesta quitársela, para echarlos a lavar. Me pongo un tanga nuevo, uno rojo muy llamativo y no tan fino, que me queda genial. Y tras poner la lavadora, me quedo sin nada que hacer, así que trato de hablar con Carlos, que tras una hora, me manda un mensaje diciendo que está bien y que no le ande molestando en sus vacaciones. Mi hijo siempre tan cortés y educado.
Me voy a la cama algo mustia, y tras el relajante “masaje” que me he dado, me quedo traspuesta. Me despierto cuando noto unas manos subir por mis pies, debería asustarme o alterarme, pero la forma en que me tocan son inconfundibles, son de Javier, lo sé.
Haciéndome la dormida de medio lado, siento sus dedos subir por mis piernas desnudas, luego sus labios empiezan a besarme desde los gemelos hasta los muslos, llegando a mi cadera. Gimo de gusto al sentir su boca en mi cintura, justo por el lateral del tanga. Luego me ladea ligeramente para remangarme el corto camisón, y continuar el camino por mi vientre plano y mis costados. Está a punto de llegar a mis senos cuando se apoya en el colchón y sube hasta la clavícula, cerrando con un espectacular apretón en mi cuello, a medio camino entre el chupetón y el mordisco. Allí ya no puedo evitarlo y me “desvelo” sonriendo como una boba, rodeando su cabeza con los brazos.
Un lametón brusco, áspero e inesperado, en el otro lado de mi cabeza, me sorprende. Thor también quería venir a saludarme y nos saca una carcajada enorme que nos altera, rompiendo la magia del momento, aunque tampoco me importa. Ha sido divertido. Y ahora el animal nos mira gimoteando, casi queriendo subirse a la cama con nosotros. Cosa que ya no hace desde que Javier duerme conmigo.
-JAVIER: Hola, preciosa mía.
-YO: Así da gusto despertar. – se tumba a mi lado, y su mano acaricia mi ombligo con ternura.
-JAVIER: Lo que da gusto es despertar a una mujer como tú de hermosa de esta manera.
-YO: Te he echado de menos.
-JAVIER: Y yo a ti, no sabes cuánto. – sus dedos se deslizan a mi cadera, me gira un poco y agarra una de mis nalgas con fuerza.
-YO: Mira que rápido vas a buscar lo que te gusta.
-JAVIER: Qué le voy a hacer, eres como una droga y me he vuelto adicto a ti.
Me rodea con el otro brazo, y me pega a su pecho, cara a cara, su mano masajea mi trasero a su gusto, bajando desde el muslo hasta la espalda, y me dedica varios besos por la frente que me hacen cerrar los ojos de pura ternura.
Mis pequeñas manos buscan su abdomen, metiéndose por dentro de su camiseta negra, abrazándole. Me aprieto tanto que siento en mis piernas sus pantalones piratas vaqueros, y su paquete creciendo. Enseguida se retira un poco, pero esta vez le busco con la pelvis, frotando suave. Se ríe dulce y me dedica un poderoso azote, que me hace sisear, arrebujándome más sobre su torso.
-YO: Dios, adoro estar así contigo.
-JAVIER: Ya te veo.
-YO: Aunque voy a tener que levantarme ya o nos quedamos así hasta la hora de cenar.
-JAVIER: Pues no sé qué decirte, preciosa mía – aparto la cabeza extrañada, siento sus dedos colocar un mechón de melena rubia tras mi oreja – son las once de la noche.
-YO: ¡¿Qué?!
Alzo la cabeza mirando el despertador, confirmando la hora. Me he debido de quedar tan tranquila tras el orgasmo que he dormido casi cuatro horas. Me mira riéndose a carcajadas, y me tapo la cara algo abochornada mordiéndome el labio.
-YO: No te rías de mí….- digo con voz aniñada.
-JAVIER: Venga, ve a darte un agua mientras hago algo de cena, nos la comemos viendo una peli en el sofá y nos acosamos, que vengo molido de recoger mi casa.
-YO: Vale.
Le obedezco aún sorprendida de la siesta tan exagerada que me he pegado. Me lavo la cara y me aseo antes de ir al salón. Allí está Javier, ya sólo con un bóxer blanco, terminando una cena de picoteo variado en la mesa frente al sofá. Voy a por las bebidas mientras él pone una película en el ordenador, y apaga las luces dejando un ambiente muy relajado, y la par que romántico.
-JAVIER: ¿Qué ha pasado aquí? – dice al sentarse y ver el acolchado expuesto del cojín.
-YO. Ah, nada, que soy una torpe y he derramado algo. Luego me ayudas a poner la funda, que no sabes lo que me ha costado quitarla.
-JAVIER: Vale, pero ahora no hay asiento para ti, así que… - me toma de la cintura y me sienta sobre su regazo.
Me revuelvo traviesa para no quedar mal puesta en una rodilla y terminar con su miembro entre mis nalgas. De nuevo me desliza a un lado con sutileza, con algo de disimulo se coloca el paquete para estar cómodos. Me rodea por detrás con un brazo para cogerme del muslo y yo me recuesto sobre su pecho de forma lateral, ofreciéndole un generoso escote del camisón con tirantes, tan corto que en cuanto me muevo se levanta hasta mi vientre.
La película es otra de la actriz secundaria cómica que me gustaba del cine del domingo. Estamos haciendo una especie de maratón de su filmografía, sabe que me encanta y me tiene como a una reina. Estoy disfrutando de algo de picar y del bamboleo de nuestros cuerpos cada vez que él se tiene que incorporar a coger algo, aprovechando para sujetarme bien del culo o darme besos largos y cariñosos por el cuello. Al terminar de cenar, Javier me cambia de uno de sus muslos al otro con aparente facilidad, recostándose sobre el sofá, yo recojo las piernas quedando acunada por su cuerpo, con la cabeza apoyada en su pecho, y abrazada a su cintura.
Al terminar los créditos, riéndonos pero bien pegados, noto sus manos acariciándome por los costados. Bajan hasta mi trasero, y allí se agarra a ambas nalgas, las aprieta y separa, para luego soltarlas y sentir como se bambolean entre sus dedos. Muevo la cadera casi ronroneando de gusto.
-JAVIER: Estoy que me caigo de sueño ¿Hacemos ya eso del sofá antes de irnos a la cama?
-YO: Como quieras.
Se alza aún sentados, y quedo casi en vilo sujeta por sus manos, busca mi garganta con sus labios y su nariz roza mi barbilla de forma muy sensual. Luego me da un azote fuerte en el trasero, que respondo mordiéndole el hombro, antes de ponernos en pie.
Mientras él recoge la mesa, yo tiendo la lavadora, regreso con la funda del asiento, deseando que no se note la mancha de mis fluidos. Intento volver a rellenarlo con el acolchado, pero no hay manera, no consigo ni meterlo por completo. Tras varios intentos desesperados, me hago daño en un dedo, y me enfado.
-YO: ¿Y ahora qué le pasa a esto?
-JAVER: Déjame a mí.
-YO: Si lo he quitado yo, es que no sé que pasa que no entra.
-JAVIER: Tú déjame…- me lo quita de las manos, y me empiezo a reír cuando no consigue meterlo él tampoco.
-YO: ¿Ves?
-JAVIER: Joder. -se ofusca, y se sienta con el cojín apoyado en sus piernas, haciendo fuerza, pero no logra encajarlo.
-YO: Deja que te ayude.
No pierdo la oportunidad y me pongo a horcajadas sobre él, apretando la funda entre nuestros cuerpos. A mí me hace mucha gracia la situación, aunque a él ya le está empezando a hacer suspirar de agobio. Cuando dice que traiga un cuchillo para sacar algo de relleno, y que así entre, me preocupa, y nos levantamos del sofá. Javier saca el otro asiento del hueco para ver cómo está puesto. Se le queda mirando por mil sitios, le da la vuelta varias veces, hasta que se le escapa una sonrisa.
-JAVIER: ¿Cómo va entrar Laura? No ves que de un lado en más largo, no son cuadrados, son rectángulos.
-YO: Ah… - nos miramos a los ojos, al cojín, luego de nuevo a los ojos y me empiezo a partir de risa.
-JAVIER: Claro boba, nosotros aquí media hora metiéndolo mal… ¿Y ahora te hace gracia?
-YO: Es que… es que…dios…lo siento…
Casi lloro, me falta el aire y me doblo por el vientre. Cada vez que logro serenarme e intentar ponerme derecha, ver su cara, con una sonrisa de medio lado, me hace volver a reír.
Consigo parar un rato después, en el que Javier ya ha sacado el acolchado de la funda, lo ha girado y lo ha vuelto a meter, ahora sí de forma correcta, y con algo de maña lo cierra. Está murmurando cosas, pequeñas maldiciones que me sacan sonrisas. Coloca los asientos en su sitio, y se asegura de que queden alineados, yo solo tengo ojos para su trasero ofrecido, abanicándome la cara por el calor en mis mejillas.
-JAVIER: Ya está, vaya lio es esto, a saber con qué lo has manchado, pero…ten más cuidado que volver a ponerlo es un suplicio.
-YO: Tienes razón, tendré más cuidado. - casi parece que me está echando la bronca mi padre y se da cuenta.
-JAVIER: Claro, te dejo sola una tarde y mira la que lías, tiras el móvil, me manchas el sofá, te quedas dormida… – bromea para relajar el ambiente.
-YO: He sido algo mala. - mis manos van directas a su trasero, que está duro y firme.
Volvemos al juego y llega mi parte favorita del día. Irnos a la cama.
Se pone firme al sentir mi cuerpo pegándose a su espalda y tras dejarse hacer, mis manos suben por su espalda hasta sus hombros, luego bajan por los costados y le rodean hasta el vientre, subiendo a sus poderosos pectorales. Acompaso nuestras respiraciones y aprieto en su corazón para sentirlo latir.
-JAVIER: Es verdad, has sido mala.
-YO: ¿Y qué vas a hacer al respecto? – le tiento, dándole un azote en el culo, se gira sorprendido.
-JAVIER: ¿Con que esas tenemos eh…? Que yo recuerde estabas en el sofá cuando te he llamado… ¿Y qué estabas haciendo? – recuerdo muy bien lo que yo hacía, pero creo que se refiere a los azotes que me pedía que me diera.
-YO: ¿Quieres que me vuelva a dar alguna palmadita?
-JAIER: No, nada de palmaditas, una buena azotaina… y te la voy a dar yo.
Se gira rápido y me sale un gritito seco tratado de huir de él. Me rio correteando por el salón, mientras me persigue. Thor sale en mi ayuda, nervioso sin saber que estamos jugando, salta ante Javier, que se medio tropieza.
Logro unos metros de ventaja, que aprovecho para irme a la cocina, me giro a mirar atrás sonriendo y me encuentro con un tren de mercancías de pelo moreno y nariz ladeada. Me toma de la cintura y acto seguido me cuelga de su hombro. Forcejeo entre risas, pidiéndole clemencia, pero ni la deseo ni la espero. Tres fuertes cachetes me dejan claro que me espera una buena.
Regresamos al salón, Thor le ladra, pero al chistarle, se sienta y se calma. Javier se agacha un poco y me deja en el suelo, se sienta en el sofá y tira de mí sin soltarme, cayendo en su regazo de cara. Me sitúa el culo a la altura idónea y me levanta el camisón hasta arriba, para cogerme el trasero mientras me mantiene inmóvil con el otro brazo. No me creo que vaya ha hacerlo, pero lo hace.
-JAVIER: Así que una chica mala eh…pues ahora verás.
Creo balbucear un “No” cuando siento un azote tan fuerte que me hace estirarme de dolor. Pero el gemido que sale de mis pulmones no es de estar sufriendo precisamente. Uno tras otro, va dándome cachetadas que van aumentado en fuerza, intercambiando las nalgas, primero sujeta una, la masajea con firmeza y luego “PLASSSS”.
-YO: Por dios…- me guardo el resto de la frase rogándole que pare, ya que no quiero que lo haga.
-JAVIER: Así castigaba el cura de mi pueblo a las niñas malas ¿Qué te parece? – “Plaaas”
-YO: Que si hacia esto mismo no era muy adecuado. – nos reímos, pero llega otro azote descomunal, me hace sacar las uñas y hundirlas en el cojín.
-JAVIER: No lo era, al final le prejubilaron o algo así, ya que varias madres se quejaron.
-YO: Es que esto no es muy decoroso. – y otro azote, esta vez más suave que el resto.
-JAVIER: Pero entre nosotros hay confianza ¿No te molesta no? - por un momento vuelve a ser el adolescente con dudas.
-YO: Para nada Javier, tranquilo, pero creo que ya he cumplido mi castigo…
-JAVIER: Todavía no.
Me coloca en posición y cogiendo fuerza, me da tal soberano azote que me hace arquear la espalda, suelto un lamento que termina siendo un gemido de gusto, tras el cual mi cuerpo empieza a tratar de bajarse de su regazo. Me rio, si, pero necesito detener esto ya, o nada va a evitar que me desnude y trate de montarlo cual semental allí mismo. Está listo para hacerlo, llevo un rato sintiendo su miembro clavándose en mi vientre.
-JAVIER: Dios…- se sacude la mano, le debe doler horrores – Ahora sí has cumplido.
-YO: Que bruto eres. – me quedo de rodillas, frotándome el trasero que noto arder en mis manos. Creo que mí tono debería ser más severo, en vez de estar riéndome.
-JAVIER: Has empezado tú eh…que conste.
Me señala con el dedo y luego me ayuda a levantarme, me rodea con sus manos por la cintura y busca con sus labios mi mejilla, le huyo un poco, pero luego le dejo colmarme de besos por donde quiera. Me toma en brazos enseguida y me lleva a la cama. Estoy deseando ver qué pasa.
Al llegar a mi cuarto, me deja sobre el colchón y me besuquea dulcemente, antes de quedarse en pie, admirándome, disfrutando de la vista de mí aún acariciando mi trasero castigado. Él está espectacular ahí parado, el pecho se le hincha de forma rítmica y poderosa, su media sonrisa me cautiva y bajo los bóxer tiene una impresionante erección que no se molesta en disimular.
-YO: Me duele el trasero. – abrumada por el silencio tenso que se ha formado, he dicho lo primero que se me ha ocurrido.
-JAVIER: Creo que me he pasado, voy a tener que darte muchos mimos para que se te pase.
-YO: Tú mismo.
Y me ofrezco entera, tumbada en la cama para él. Javier se recuesta sobre mí, y empieza a besarme por el rostro, luego va a mis orejas, dando un pequeño tirón de sus labios de mi lóbulo. Me hace sonreír, pero baja a mi cuello, chupando el ligero pliegue de mi yugular.
Cierro los ojos cuando su boca llega a mi clavícula, su nariz roza mi garganta y noto su respiración, me eriza la piel. Una de sus manos rodea mi cuerpo y tira de mí espalda arqueándola, ofreciendo mis senos a su alcance, aunque como siempre, los pasa por alto y recorre uno de mis brazos, hasta llegar a mi costado. Allí el camisón ya le molesta, lo dobla con cautela por el nacimiento de mis pechos, dejando mi vientre a su disposición. Se me escapa alguna risa por las cosquillas de su barba, pero hoy le dedica más tiempo a cada beso, más lentitud a cada caricia y juraría que siento su lengua saborear mi piel.
Cuando llega a mi ombligo, baja todo su cuerpo y empieza resoplar provocándome un escalofrío. Sus dedos bajan por mis piernas, quedándose apretando mis muslos y desliza su cabeza un poco más, llegando a rozar con su barbilla la goma del tanga, que a estas alturas aseguro que está empapado. Me muerdo el labio acariciando su cabello, sintiendo cada gesto y con mi mente deseando que me arranque la ropa y me haga el amor de mil formas distintas. Casi rezo porque incline su cara un poco más, y hunda su boca en mi sexo, para mi desgracia se salta esa zona también y prosigue por mi pelvis. Es cuando creo sentir cómo expande sus fosas nasales, e inhala el aroma a hembra que él mismo ha provocado.
-JAVIER: ¿Mejor? – el tono grave de su voz me saca de mis pensamientos carnales.
-YO: Sí, un poco. – nos reímos ambos.
-JAVIER: ¿Sólo un poco? –se sienta en la cama a mi lado.
-YO. Es que has sido muy duro conmigo.
-JAVIER: Te lo habías ganado.
-YO: No seas cruel. – me sale voz de niña. Me coloco un poco el camisón y me pongo en pie, deseando ir al baño a provocarme un orgasmo animal entre mis piernas.
-JAVIER: Perdona.
-YO: A mí no me pidas perdón, discúlpate con ellas. – me giro juguetona y me agacho un poco para mostrarle mis nalgas, que mirándome en el espejo del armario, están rojas, salvo por las marcas de su manotazos.
-JAVIER: ¿En serio? – Estalla en una carcajada cuando asiento – está bien.
Me toma de la cadera y pega su cara a mi trasero, masajea los muslos hasta subir cada mano a un cachete, los acaricia con delicadeza y para mi sorpresa, le dedica un largo y sentido beso a una.
-JAVIER: Lo siento – luego ladea su cara y repite el proceso con la otra – discúlpame tú también.
-YO: Buen chico.
Me retuerzo para no perderme detalle de su cara a escasos milímetros de la piel de mis nalgas. Luego las agita, como para destensar los músculos, o para disfrutar en primer plano de cómo se mueven. Tras lo cual, se pone en pie y me abraza por el vientre, besándome por la nuca.
-JAVIER: Dios…que cosas me haces hacer.
-YO: Pues anda que tú a mí…
-JAVIER: Cierto…en fin, necesito una buena ducha.
-YO: Y yo. ¿Nos vamos al baño y revisas que Thor tenga agua y comida para la noche?
-JAVER: Perfecto
Me giro a besarle la mejilla, tan cerca de sus labios como me deja, pegando mi cuerpo tanto al suyo que casi me atraviesa con la estaca que parece que lleva en los bóxer. Por primera vez en toda nuestra relación, me coge de las caderas y no me aleja, me acerca aún más a él, frotando su miembro contra mi abdomen. Agacha su cabeza y me chupa del cuello hasta convertirlo en un mordisco suave, que termina a la vez que creo sentir la piel de su falo deslizarse bajo la tela por la fricción.
-JAVIER: Hasta ahora.
Es casi un jadeo, con una pena que puedo sentir en el tacto de sus manos, se retira y se marcha al baño del pasillo. En cuanto sale de la habitación, me caigo de espaldas a la cama, estoy sonriendo como una boba, estoy tan excitada que me permito pensar que ese leve roce es un gran avance con Javier.
Retozo unos segundos, recreándome, luego me lanzo a por el dildo del cajón y un tanga minúsculo blanco, que me llevo al aseo de mi cuarto. Me meto en la ducha y me preparo un fugaz baño con sales y una vela aromática. Cierro la puerta, casi todos los días le dejo entreabierta por si él quiere hacer una visita inesperada, pero necesito intimidad ahora mismo. Me desnudo y me cuestiono mi universo al ver mi prenda íntima totalmente manchada de excitación, la echo al cesto de lavar y me meto en la bañera.
Mis manos se mueven veloces, no hay preliminares ni caricias previas, todo lo caliente que pueda ponerme ya lo estoy desde hace rato. Hundo el pequeño consolador dentro de mi sexo y masajeo el clítoris, que está tan hinchado que me resulta obsceno. Cada roce multiplica por mil las sensaciones de la penetración, desencadenando un leve amago de orgasmo, que queda latente unos minutos, en los que aprieto mis senos con la mano libre y llego a lamerme mis propios pezones, es una sensación extraña y placentera, siempre me ha encendido que me los chupen o succionen cuando están así de duros, pero pocas veces lo he hecho yo sola. Está claro que no es una situación normal para mí, cuando al final eclosiono entre gemidos de placer bajo el agua a los pocos minutos de empezar. Y no terminan ahí las sorpresas, no hay descanso tras la explosión de mi cuerpo, jadeo y continuo frenética alcanzado un segundo estado de inconsciencia temporal, que se alarga hasta llegar a un tercero, entre gritos ahogados, al poco tiempo.
Quedo exhausta sobre el suelo de la bañera, apenas soy capaz de mantener la cabeza apoyada en el borde, y respiro tan pesadamente que creo que se debe escuchar por toda la casa. Aunque si algo se hubiera escuchado, hubieran sido los alaridos que han salido de mi garganta.
Me relajo sintiendo cómo el relieve del agua tiembla, lo hace al son de mis piernas hundidas. Hasta que no cesa esa agitación, no me atrevo a sujetarme del toallero y salir. Me rodeo el cuerpo con una toalla y me siento en el urinario hasta que creo que soy capaz de mantenerme en pie, sin apoyarme en nada. Me seco la piel húmeda y me aplico una crema corporal para relajarme, pese al tiempo transcurrido aún noto un ligero temblor en mis manos y los músculos pélvicos. Me pongo el camisón de nuevo y el pequeño tanga limpio, que al rozar mi sexo me recuerda un tibio escozor, provocado por mis continuas masturbaciones estos días. Me pongo ante el espejo, me sereno en mi propia mirada y me echo unas gotas de agua de rosas antes de salir al cuarto.
Javier está ahí, de pie rebuscando algo de su maleta, le dedico una sonrisa amable cuando me percato de que se ha cambiado de bóxer a unos azules ¿Quizá los motivos que tenga él para cambiarse de ropa interior sean los mismos que los míos? Es una pregunta que me contengo en hacerle.
Me voy a la cama, donde me recuesto con sensualidad, esperándole. Al final saca un cable para cargar el móvil, y se sienta a mi lado, conectándolo al enchufe y dejando su teléfono en la mesilla. Se deja caer de lado y luego se gira para quedar boca arriba, quedando a la espera de que me abalance sobre su pecho, cosa que hago enseguida, me rodea con sus brazos y no pudo evitar besarle por la mandíbula un par de veces, antes de acomodar la cabeza en su pectoral.
-JAVIER: ¿Todo bien?
-YO: Si, en la gloria ¿Por qué lo preguntas?
-JAVIER: Por nada, solo quería asegurarme. – me peina con sus dedos la espesa cascada de oro de mi espalda.
-YO: ¿Tú estás bien?
-JAVIER: Sí, aún se me hace algo raro a veces esta situación, es sólo eso.
-YO: ¿Te incomoda? - digo algo temerosa.
-JAVIER: ¿El qué?
-YO: La situación, así, conmigo…- me asusta una respuesta afirmativa.
-JAVIER: Para nada…no, no, que va…. – me besa en la frente y me acaricia el hombro con delicadeza, como todo un galán –…eso es lo raro, que en muy poco tiempo tengo tanta confianza en ti que me sorprende hacer algunas cosas, ya sabes, cuando jugamos y nos damos mimos…creo que debería ser más cuidadoso, pero me siento tan cercano a ti, que puedo hacer lo que sea, y me encanta.
-YO: Lo mismo me pasa a mí Javier, y también creo que es extraño, pero he llegado a un momento de mi vida en que no me voy a cuestionar el porqué de las cosas, ya solamente las disfruto y estar así contigo, jugar y reírnos… me hace feliz.
Me abraza, ya no solo me rodea con los brazos, es una forma de transmitirme un cariño que no es capaz de expresar con palabras. Le devuelvo lo mismo, besando su pecho, dejando que me apriete contra él.
-JAVIER: Y tú a mí, Laura, eres la mujer más impresionante que he conocido, que me hayas dejado entrar así en tu vida me hace muy feliz, más que nadie, más que…
-YO: …Celia. – termino su frase.
-JAVIER: Si, bueno, es injusto, ya sé que no está aquí y la echo de menos, pero no sé, ni en nuestros mejores días he notado el nivel de complicidad que siento contigo ahora mismo.
-YO: Eres un sol.
Me rindo sobre su torso y le agarro sin querer soltarle jamás. Me ha gustado mucho que admita que le hago más feliz que su novia. Si le conozco, seguro que está comparando mi relación con ella. Para mi desgracia, también sé que cualquier oportunidad que tenga para intentar algo conmigo, pasa por que deje a Celia primero, no es capaz de engañarla, ni a ella, ni a nadie. Su código moral, pese su juventud, no se lo permitiría.
-JAVIER: Buenas noches preciosa mía.
-YO: Duces sueños mi galán. –sonreímos ambos
Se coloca un poco de lado, girando mi cadera, para quedar más cómodo, antes de besarme la mejilla y cerrar los ojos. Apago la luz y me echo el pelo a un lado, cosa que aprovecha para posar su barbilla en mi hombro, su nariz se pierde en mi cabello, rozando mi nuca. Nos preparamos para dormir.
Es inevitable y caigo dormida a los pocos minutos de caricias suaves. A veces creo que su piel emite algún tipo de feromona que me deja en estado de letargo, es sentir el calor de su cuerpo sobre el mío y todos mis problemas, preocupaciones y malestares, simplemente se desvanecen.
Lo inesperado llega cuando en mitad de la madrugada mi cuerpo se despierta sin más, trato de cerrar los ojos de nuevo y dormir, pero no lo logro, en parte debe ser por la siesta de casi cuatro horas que me he pegado, pero otra parte es sentir a Javier profundamente dormido pegado a mi espalda, su pecho respirando serenamente me relaja, con su mano cayendo dulce por mi vientre dentro del camisón y el otro brazo siendo usado como almohada por mi cabeza.
Alzo la mirada y el despertador dice que son pasadas las tres de la mañana. Me recoloco un poco, quiero seguir descansando, pero no hay manera de conciliar el sueño. Tras un rato de tener los ojos como platos, me levanto con cuidado al baño, luego voy a la cocina, trasteo con Thor que se ha desvelado conmigo y bebo un vaso de leche antes de volver a la cama. Allí Javier parece en estado de coma, ni siquiera al apartar sus manos de mí ha reaccionado. Así que me pongo de rodillas en el colchón, sin saber cómo colocarme de nuevo entre sus brazos.
El problema lo resuelve él en cuanto nota mi cuerpo tibio cerca del suyo, mi cintura se ve atrapada y tira de mí, girándose hasta quedar boca arriba, y yo de costado a su lado.
Voy a decirle alguna burla al sentir como una de sus manos va directa a agarrarme del culo, cuando me doy cuenta de que sigue en trance. Hasta en sueños no puede evitar tocar mi piel. Me da tal ternura que le beso el pecho y noto apretar mi nalga a la vez. Me retuerzo subiendo por su cuello con mi boca, hasta parece ayudarme, ya que tira de mi trasero subiéndome más por su cuerpo. Me tiene casi encima de él y sus dedos ya no agarran, masajean, lo hacen de forma muy sensual.
Casi obligada por la posición, una de mis piernas se sube a su regazo, noto la erección creciendo en mi rodilla. Sonrío traviesa, un leve gimoteo sale de sus labios, que buscan mi yugular, dedicándole unos suaves chupetones que me hacen cerrar los ojos. Sin duda está teniendo un sueño erótico, la idea de que soy yo la protagonista que está seduciendo en su mente, me enloquece.
Llega a tal punto que uno de sus dedos se mete por dentro del hilo del tanga, en la zona de los riñones, tirando de la prenda intima. Mi sexo, hipersensible al roce tras lo ocurrido en la bañera, se resiente provocándome un jadeo ahogado. Mi mano libre de estar apoyada, recorre su pecho, sube a su nuca y acaricia su barba para bajar de nuevo a su vientre. Mis uñas llegan a raspar la goma de sus bóxer la tercera vez que lo hago. Es lo máximo que han alcanzado nunca, mi cabeza duda en si debo bajar del todo, sentir en la palma de mi mano su notable erección de una maldita vez. No me parece justo que sea dormido, pero al sentir una de sus manos recorrer mi cadera y llegar al nacimiento de mis senos, solo de pasada, me decido ha hacerlo.
Susurro su nombre, esperando alguna reacción, que no llega. Mis dedos van lentamente recorriendo su piel, hasta llegar a la parte elástica de su ropa interior. Cojo aire, aguanto la respiración antes de deslizar mi mano a su marcada pelvis, me hace delirar ver y tocar esa parte el cuerpo masculino, percibiendo a oscuras la inclinación de la tela por su excitación. Un leve giro de su cadera me hace detenerme, casi salgo corriendo de miedo, aunque parece un gesto sensual de penetración.
Me quedo quieta unos segundos, antes de seguir, me permito el lujo de morderme el labio al alcanzar la cima del monte que tiene entre las piernas. Es apenas con las yemas lo que toco, con cautela, dejo vencerse los dedos y la palma, hasta que hacen la forma semi cilíndrica de su miembro, que está totalmente duro hacia la derecha.
Se me abre la boca de la impresión, no sé si por mi atrevimiento o por la súbita sensación de sorpresa. Al fin tengo su pene en mis manos, noto todo su poder, su notable anchura, su longitud, la forma en que cabecea por la presión sanguina y el calor que emana me recorre todo el brazo, pasa por mi torso y acaba ente mis piernas, naciendo una humedad nueva y distinta. Una mejor.
Instintivamente mueve su cintura, busca las caricias que por ahora no llegan. Yo estoy paralizada temiendo cualquier cosa, pero disfrutando como nunca de la emoción del momento. Aprieto los dedos ligeramente, provocándole un murmuro muy sexy, tras lo que voy un poco más allá, empiezo a amasar su miembro, lo palpo, queriendo hacerme una idea de las dimensiones, el movimiento es muy lento, pero se hace eterno, desde la base hasta lo que debe ser la cabeza redondeada del glande. Es impresionante, me dan ganas de agachar la cabeza para besar el tronco de su sexo a través de la tela del bóxer. No lo hago, pero me recreo, hasta recorrer cada centímetro de su paquete, bajando incluso a sentir sus testículos, que aparecen apretados.
Me atrevo a seguir, tomando del centro de su pene, tiro de la piel hacia atrás sintiendo como se resbala, conteniendo la emoción del roce. Se le escapa un gemido gutural que llena la estancia, es de lo más erótico que he escuchado jamás, es un sonido que me penetra los oídos y genera una descarga electica por mi columna. Luego sus labios bajan hasta mi clavícula, descienden peligrosamente a mis senos.
Mi mano sabe acariciar la erección, siento en el pulgar que hay un hueco entre la goma de la ropa interior y su piel. Me veo valiente para intentar algo, mis dedos se deslizan a su vientre, bajado al abdomen notando cómo se introducen por su pubis, por debajo de la tela, rozando con las yemas un corto y cuidado bello púbico.
De repente, Javier se revuelve, me detengo cuando ya casi he metido hasta los nudillos en su prenda íntima, estiro lo más que puedo por sentir la sensible piel de su miembro, pero le observo en la oscuridad, al menos intuyo que mueve la cabeza, agitado. De la impresión, todo mi coraje se desvanece. Retiro la mano de forma cuidadosa, dejándola descuidada sobre su vientre, bajo la pierna de encima de las suyas y con mucho temple, me recuesto apoyada en su brazo, cerrando los ojos enseguida y relajando mi respiración acelerada.
Durante unos minutos permanecemos quietos, pero Javier se termina moviendo, está exaltado, escucho una fuerte respiración que se corta, luego levanta la cabeza de la almohada. Me carcome la curiosidad al notar que está haciendo algo con la otra mano que no me rodea, pero no abro los ojos. Gime adormecido y se recoloca un par de veces, antes de soltar una maldición en voz baja. Trata de acostarme con delicadeza, para quedar liberado, ruedo un poco y me hago una bola, para así poder mirar el reflejo del espejo a oscuras.
Se ha sentado al borde de la cama unos segundos, se rasca la cabeza o la cara, es difícil saberlo, le escucho bostezar y luego ponerse en pie. Se coloca el paquete de forma natural y echa a andar al baño, trata de cerrar todo lo que puede para no hacer ruido, pero al encender la luz se ve a través de la puerta. Agudizo el oído esperando escuchar algo, pero tras el sonido de la cisterna y del agua de la pila después, regresa al cuarto, quedándose de pie a mi lado del colchón. Aprovecho para “despertarme.”
-YO: Ummm ¿Qué pasa? – digo remolona, frotándome los ojos y retorciéndome sensualmente.
-JAVIER: Nada, un sueño raro...tú descansa preciosa mía.
-YO: Ven, yo te cuido.
Sonríe por la voz de madre que pongo, estirando los brazos, a los que acude encantado tumbándose encima de mí, me besa en la cara y se deja caer hasta que siento su abrumador peso envolviéndome. Le abrazo con fuerza y dejo que inhale el aroma a rosas que sale de mi cuello. Le acaricio los hombros hasta que se le nota más relajado, aunque no puedo pasar por alto que en mi muslo su miembro reposa menos hinchado.
-JAVIER: Que a gusto, por dios, pero deja que me eche en la cama, peso demasiado.
-YO: No, tranquilo, quédate un rato así, hasta que te duermas.
-JAVIER: ¿Seguro?
-YO: Si, estoy bien, solo deja que…- libero una de mis piernas encerrada entre las suyas y así le rodeo con las mías, no es al completo, tan solo he creado un hueco donde ahora su pelvis encaja perfectamente.
-JAVIER: ¿Así mejor?
-YO: Mucho, tu duérmete, mi galán. – se ríe besándome por el cuello.
-JAVIER: Te gusta llamarme así… ¿Por qué?
-YO: Yo soy tu preciosa, tú eres mi galán.
-JAVIER: Parece justo. –dice bostezando.
Se acomoda, aprovechando para alejar un poco su paquete del peligroso roce en la tela de mi tanga que se estaba iniciando. Luego se vence del todo y pese al peso, me resulta muy cómodo y erótico tenerle sobre mí. Le acaricio la cabeza, los brazos y los costados. Masajeo su espalda, muy lento, dibujando figuras abstractas con mis dedos. Javier gime de gusto, me va dando pequeños besos o toques con la nariz a modo de agradecimiento, hasta que se queda dormido de nuevo. Me abstraigo acariciándole un buen rato, el calor de su cuerpo me va aletargando del todo y caigo en un profundo y placentero sueño.
El sonido del despertador me saca del trance, esos leves instantes recién levantado en que recuerdas lo que estabas soñando. Yo estaba en una discoteca, en una sala vip, desnuda junto a un hombre, que me hacía el amor, pero su cuerpo y su cara eran difusos, creía que era aquel boy, pero me susurraba cosas hermosas y su pelo moreno o su bello corporal no casaban con el de aquel joven.
Suspiro con desgana por tener que levantarme, pero la estampa ante mí es un lujo. Javier sigue dormido en mi pecho, su boca está en mi carótida y su nariz perdida en la maraña de pelo de mi nuca. Una de sus manos descansa sobre la cama, pero la otra está firmemente sujeta a mi cintura. Lo mejor llega cuando muevo la cadera, entumecida por mantener la posición y noto la evidente erección que tiene pegada a mi sexo. La idea de que nos separan las telas de las prendas íntimas no se me pasa por la cabeza cuando hago el gesto natural de penetración, sacándome una sonrisa perversa al sentir cómo su miembro aplasta mis labios mayores.
Suena la alarma del móvil, la he tenido que poner como refuerzo al despertador ya que estos días me costaba despertarme de lo relajada que estaba por la mañana. Este ruido si despierta a mi galán, que se revuelve amodorrado. Unos segundos después me dedica un mordisco en el hombro, le sale una carcajada maliciosa y sus manos buscan mi trasero sin contemplaciones. Agarra con fuerza de mi culo poniéndose de rodillas y tira de mí hasta quedar colgada de su nuca. Nos reímos sin parar, aunque la posición es brutalmente sexual, ha conseguido bajar mi cuerpo un poco para que mi pelvis no se roce con la suya.
-JAVIER: Buenos días, preciosa mía.
-YO: Buenos días. – le beso un par de veces por la barba.
-JAVIER: ¿Que tal has dormido?
-YO: Bien, aunque me desvelé de madrugada.
-JAVIER: Ya, creo que yo también, recuerdo haberme levantado para ir al baño y luego acostarme encima de ti.
-YO: Si, pero fue solo un instante, dijiste algo de un sueño raro…- le incito a hablar sobre a quién estaba sobando en su mente mientras hacía lo mismo con mi cuerpo.
-JAVIER: ¿Ah, sí? No me acuerdo muy bien.
Me defrauda un poco, más que por no saberlo, es porque parece que realmente no recuerda mucho. Casi mejor, hubiera sido muy incómodo que rememorara que casi le masturbo dormido.
-JAVIER: Bueno, toca desperezarse, es viernes y tenemos muchas cosas que hacer.
-YO: ¿Cuáles?
-JAVIER: Pues tú tienes que ir a trabajar, así de primeras…
-YO: No. – espeto aniñada, y me dejo caer de espaldas de nuevo a la cama. Pero él no me suelta del trasero, levitando por sus muslos, así que queda mi torso en pendiente y con el camisón tan corto que se sube hasta que mis senos hacen tope.
Su boca parece salir disparada a besar y chupar mi vientre, quiere hacerme cosquillas y lo logra cuando tira de mi piel con sus labios o sus dientes. Estos juegos me ponen a cien.
-JAVIER: Mira que te castigo otra vez como anoche. –me da una suave palmadita en una nalga y tira de mi cadera hasta el borde de la cama.
Quiere sacarme del colchón para obligarme a ponerme en pie. Lo que hago es rodearle con mis piernas, entrelazando los tobillos a su espalda. Da pequeños tirones de mí, que me aferro a las sábanas, resistiéndome ente risas, más que por el juego, porque la escena más parece de una película porno acrobática. Del último intento me quedo colgando en el aire, con la cabeza rozando el suelo, por suerte mis muslos trabajados de gimnasio logran aferrarme a su cintura y no caigo del todo. Inmediatamente, sus manos suben de mi trasero por mi espalda hasta ponerme recta, eso sí, rodeando su tórax con brazos y piernas.
-JAVIER: Venga, que te llevo al baño y todo, te quejarás.
-YO: Que dulce eres… ¿Te metes en la ducha conmigo también?- la condescendencia es evidente, deseo que diga que sí.
-JAVIER: No me tientes… debo darme una ducha y sacar a Thor, así que date prisa. Además tenemos que hablar del fin de semana.
Nos mete en el baño, donde me deja caer al fin. Se aferra a mi trasero mientras me besa el cuello, y me dedica varios azotes cariñosos, los cuales, le devuelvo clavando mis uñas en sus glúteos. Una vez se gira y sale, cierro la puerta y me desnudo contenta y feliz.
La ducha es cálida tras dejar correr el agua y no me cuesta nada empezar a masturbarme, es recordar el miembro de Javier en mi mano, sobándolo de madrugada, luego rememorar el roce de hace unos minutos en mi sexo y el orgasmo llega sin dilatarse en el tiempo.
Media hora después ya estoy arreglada y vestida, con un traje de oficina azul marino de falda de tubo y camisa blanca. El cepillado concienzudo de mi pelo, unas gotas de perfume y un maquillaje liviano, me favorecen mucho. Al salir al salón Thor me está esperando, le acaricio y le doy unos pocos mimos de camino a la cocina, donde Javier ya me está esperando. Está sentado en un taburete alto, con el pelo mojado de la ducha y vestido con una camiseta de deporte ajustada y unos pantalones cortos de un equipo de futbol. Se abre de piernas haciéndome sitio y me siento en una de ellas, cogiendo el café que me ofrece. Su mano va directa a mi cintura y su nariz se entierra en mi cuello, apoyando su barbilla en mi hombro.
-JAVIER: Dios, me encanta como hueles.
Sonrío abrumada y charlamos un poco de banalidades. Degusto un par de bollos que sobraron de ayer y me rio al ver cómo el perro, sentado a nuestro lado, devora los trozos más duros que yo no puedo masticar.
La estampa es tan cotidiana como deliciosa para mí, me siento alegre, feliz, tranquila y querida. Solo me falta el sexo en una relación casi idílica y todos mis esfuerzos en logarlo han sido en vano. El tiempo se me echa encima, a mediados de la semana que viene regresan del viaje a Londres mi hijo Carlos y Celia, la novia de Javier. Algo me dice que nos les haría gracia a ninguno ver la complicidad entres nosotros y que todo esto se evaporará en cuanto vuelvan. Me digo a mi misma que este fin de semana debo forzar las cosas todo lo que pueda.
-YO: Oye, ya que lo has dicho antes, sé que no hemos hablado nada para este fin de semana, pero me gustaría hacer algo.
-JAVIER: Y a mí, podemos volver a la piscina mañana.
-YO: Sí, claro, estaría genial – me sale un tono endeble, me encantó la experiencia, pero quiero doblar mi apuesta – ¿Algo más?
-JAVIER: También podemos salir de fiesta y a bailar, que ya sé que te lo debo.
-YO: Siiiii. – esta vez mi voz es mucho más alegre.
-JAVIER: Mira que ilusión te ha hecho…- me hace cosquillas por la tripa- Había pensado en que esta noche, tras sacar a Thor por la tarde, vayamos a dónde salías tú con mi edad, no sé, que me enseñes un restaurante para cenar y luego ir a algún sitio que te gustara.
Se me desencaja la mandíbula. La idea simplemente me fascina.
-YO: ¡Dios, claro, me encanta!
-JAVIER: Genial, no sería hasta muy tarde, al día siguiente vamos a la piscina y así vamos el sábado por la noche de fiesta hasta las tantas, a morir – me mira un segundo - bueno, si quieres, o te ves capaz… - me enfurruño un poco y pongo mi mano en la cintura, ofendida.
-YO: Anda el otro ¿Crees que no aguantaría un par de días de fiesta seguidos?
-JAVIER: Ah, no sé ¿Podrás seguirme el ritmo? – comenta altanero.
-YO: Mira renacuajo, yo ya quemaba la noche de Madrid cuando tú aún te cagabas encima…preocúpate más de si tú podrás seguir el mío.
Y cierro con un giro de cuello, haciendo que mi pelo luzca, quedando un precioso latigazo en su cara. Se parte de risa al ver mi rostro travieso y me abraza por la cadera queriendo disculparse.
-JAVIER: Vale, pues esta noche soy tuyo, me llevas donde quieras a enseñarme cómo te lo pasabas antes. Mañana piscina, y luego discoteca hasta que salga el sol. Ya descansaremos el domingo…
-YO: O no…lo mismo se me ocurre algo ¿O no te ves capaz tú? – pregunto insidiosa.
-JAVIER: Vale, vale…lo capto.
Nos ponemos en pie al terminar de desayunar, Thor ya se mueve inquieto deseando salir. Cuando se agacha a ponerle la correa le doy un par de azotes fuertes a Javier, por atreverse a cuestionar mi capacidad de aguantar de fiesta. La verdad es que yo misma me lo cuestiono, pero eso es algo que él no tiene por qué saber jamás. En mi época claro, hubo semanas en que ni pisé mi casa, pero hace tanto que no salgo varios días seguidos, que cuando bajamos los tres en el ascensor a la calle, pienso en si no abre metido la pata al dármelas de diva de la noche.
Al salir al parking, me acompañan hasta el coche, donde el animal salta queriendo que me quede con ellos, le hago unos mimos para tranquilizarlo. Luego Javier me rodea con sus manos por la cintura y me da un beso en la frente, muy tierno, cierro los ojos cada vez que lo hace. Luego me doy la vuelta para subirme al asiento y noto una palmadita amistosa en mi culo. Me saca una sonrisa, mientras le veo allí de pie, esperando que arranque y salga del estacionamiento. Cuando encaro la salida me despido con la mano y Thor me ladra al verme alejarme, tirando de él.
Voy a trabajar ya ideando todo lo que quiero hacer hoy con él. No sé de dónde ha sacado la idea pero mostrarle mi viejo mundo, mi antiguo barrio, mi zona de marcha, mi restaurante cutre favorito o el pub más hortera al que iba... Todo se agolpa en mi mente y no me veo capaz de enseñarle todo eso en una sola noche.
Una vez en el trabajo cumplo con mis deberes de forma eficaz. Al ser viernes, a mediodía ya se han marchado casi todos. Termino mis deberes con diligencia y las últimas dos horas las paso mirando en el ordenador si aún siguen abiertos los sitios a los que quiero llevar a Javier, escribiéndome con él mientras me cuenta el paseo que ha dado con el perro.
Salgo de la oficina correteando y en el coche topeteo el volante al son de canciones de rock de los 90 de la radio, recordando dónde y cuándo las escuché por última vez. Algunas me trasladan a un bar con una amiga, otras a una tarde en la casa de un chico, la mayoría son momentos vividos en discotecas o conciertos. Cuando un señor del vehículo de al lado en un semáforo se me queda mirando mientras canto, no puedo evitar sacarle la lengua y guillarle un ojo, antes de que proseguir con mi marcha. Estoy recordando lo maravilloso que era, y que vuelve a ser, el sabor de la vida.
Al llegar al parking, aún me quedo en el asiento un minuto gritando a pleno pulmón la última de las estrofas del tema que sonaba de fondo el día que me desvirgué, por unas entradas para ir a ver un concierto justo de ese grupo. Al ir al ascensor todavía estoy tarareando y subo a casa leyendo un par de mensajes de mi amiga Carmen, dice que está en La casa en la playa pasándoselo genial con su hermana.
Cuando llego al piso, Thor acude a saludarme, dándome cabezazos tan fuertes que me hacen tambalearme sobre los tacones, así que decido quitármelos y jugar con él por el pasillo.
-JAVIER: Hola, preciosa mía. – su voz sale de la cocina, lejana y amortiguada.
-YO: Ya estoy en casa cariño, voy a cambiarme. - la broma funciona y se ríe de fondo.
-JAVIER: Aquí te espero con la comida lista…mi amor.
Me devuelve con sorna, pero escucharle decirlo en alto me provoca una sensación de placer. Me voy a mi cuarto y me desnudo dejándome sólo el tanga, busco el camisón granate corto y cuando voy a ponérmelo escucho a Javier entrando en la habitación.
Por un segundo me giro alterada, cubriéndome los senos a duras penas ante él. Espero alguna reacción decorosa de su parte apartando la vista o saliendo del cuarto disculpándose, pero no la encuentro, sus ojos están clavados en mí y se acerca con unos bóxer azules y nada más. No hay atisbo de rubor o de dudas en su rostro cuando me rodea con los brazos, me olvido de todo. Sus manos recorren mi espalda desnuda y venzo mi cabeza hacia un lado notando sus besos por mi cuello. Es tan delicado como sensual.
-JAVIER: Te he echado de menos esta mañana.
-YO: Que dulce eres. Y yo a ti.
Sus dedos acarician mis costados, hasta llegar a mi cadera y me pega a su cuerpo antes de agarrarme del culo. Mordisquea mi hombro cuando masajea mis glúteos, luego tira de ellos, con tanta fuerza que apenas debo dar un salto para montarme sobre su torso. Me agarro a su nuca con un brazo, mantenido el camisón sobre mis senos a duras penas y me lleva a la cama, donde me recuesta y se tumba encima de mí. Le acojo con gusto una vez tumbada, se acopla a mí como estábamos por la mañana.
-YO: Da gusto regresar a casa.
-JAVIER: Me encanta estar así.
Su boca y sus manos recorren partes de mi cuerpo a su antojo, yo solo le acaricio la espalda tratando de abarcar todo su torso. Sus labios empiezan a bajar por mi garganta y mis clavículas, mientras me tiene sujeta del trasero con uno de sus brazos y el otro asciende por mi costado.
-JAVIER: Es raro, pero te queda genial que se te marquen un poco las costillas. –su mano palpa los huesos y alza la cabeza para apartar el satén un poco, para verlo mejor.
-YO: Siempre se me han marcado mucho, a Luis no le gustaba, decía que se me veía enfermiza.
-JAVIER: Pues a mí me parece de lo más sensual.
Su boca va directa a mi piel, noto sus labios besar varias de mis costillas, me hace sonreí, pensando lo mucho que me gusta sentirle tan cerca de mis senos. Su enorme cabeza roza con el camisón y toca mis pechos, es sin querer, pero me está volviendo loca. Su lengua ha empezado a recorrer las hendeduras intercostales y en la última de ellas, tira de un pliegue de mi piel con sus dientes.
-JAVIER: La comida ya está, pero quiero quedarme aquí un rato, contigo.
Asiento sin más, aunque no me vea, su cabeza ha terminado apoyada en mi pecho y sus manos me acarician donde le apetece, centrándose en mis costados, muy cerca del nacimiento de mis pechos. Juego con su pelo mientras siento cómo su cara se acomoda entre mis senos, sube y baja al ritmo de mi respiración, con su nariz ladeada rozando muy cerca de unos de mis pezones, que se marca totalmente descarado en la tela.
Quiero arañar sus hombros, morderle una oreja, coger su rostro y besarlo, antes de hacerle bajar hasta mi sexo y que me deleite con su boca, pera darle la vuelta y montar su miembro hasta la locura. Pero no me atrevo, en parte por si en rechaza y en parte porque si me apresuro puedo perder todo lo que hay entre nosotros. El temor a ello me lleva a atreverme tan sólo a girar mi cadera de forma sensual alguna que otra vez, esperando sentir su erección, pero en cuanto la presión de su abultado paquete me toca, se recoloca evitándolo como si fuera accidental.
Tras media hora estoy arriendo, el olor que sale de mis muslos me llega fuerte y nítido, supongo que a él también, que se mantiene quieto, sin dejar de acariciarme. Por mi parte repaso con mis dedos sus brazos, su nuca y luego su barba, cuando mi pulgar roza sus labios, le dedica un beso tierno y me arrebuja más contra su cuerpo, apretando mi corazón contra su oído. Me quedaría así de por vida, pero mi estómago tiene otros planes y ruge de hambre. Nos reímos los dos, se alza para besar mi vientre con delicadeza.
-JAVIER: Vamos, debes de tener hambre.
-YO: Un poco.
Se levanta de la cama acariciando mis piernas y luego me ofrece su mano, me tapo bien el pecho y se la tomo, quedando de pie ante él. Me da un fuerte azote en el glúteo antes de salir con una erección enorme que no esconde. Me voy al baño a echarme un poco de agua fría en la cara y ponerme el camisón.
Sopeso los motivos para que tenga estos arranques tan eróticos y no termine la faena, luego repaso en mi mente todo lo ocurrido y me respondo sola. “Solo tiene la confianza contigo suficiente para darte las caricias que necesitas y que a él le gusta dar, en ausencia de su novia.”
Cuando salgo a la cocina la mesa ya está puesta, aunque escucho a Javier en el baño. Duchándose y seguramente masturbándose. Voy a la mesa y observo a Thor devorando su cuenco, que en apenas segundos deja vacio y tras venir a buscar alguna caricia, se va a tumbarse a su rincón fresco del salón.
A los diez minutos sale duchado con otro bóxer azul oscuro y se acerca a la mesa donde estoy sentada, me rodea por detrás y me besa la nuca varias veces, sintiendo su húmedo frescor en mi piel. Luego se gira y se sienta mi lado, listo para comer.
-YO: ¿Buena ducha?
-JAVIER: Pufff, hay veces que no sé ni cómo me aguanto. – le miro perpleja, “¿Se refiere a mi?”
-YO: ¿Te aguantas… el qué?
-JAVIER: El calor…claro - sonrío dulce mientras aprieto los puños de rabia. Él acaricia mi mejilla con sus dedos – Espero que vengas con hambre, hoy me he lucido en la cocina.
-YO: Veamos.
Me cuenta sus peripecias guisando, es increíble que una simpe anécdota de cómo intenta hacer un pollo en salsa, me resulte tan hilarante. Cada vez que me hace reír aprieta con ternura mi muslo, dejando la mano ahí un rato.
Sirve una ensalada de primero, y luego se recrea con el plato principal, la verdad es que le ha quedado un sabor genial. Le felicito pellizcándole el trasero cuando pasa a mi lado, retirando la bandeja de la mesa.
-YO: Muy bien mi galán, dentro de nada podrás enseñarle a tus compañeros de piso algo de buena cocina.
-JAVIER: Pues espera, que llega lo mejor.
Le observo mordisqueándome la uña del pulgar, con una sonrisa eterna. Toma el vaso medidor de la batidora con una masa dentro, que estaba en la encimera y sacando una pequeña sartén limpia, se pone a echar el contenido y lo remueve con garbo dándome la espalda.
-YO: ¿Qué haces?
-JAVIER: Shhhh no me desconcentres.
Le miro intrigada, cuando quiero ladearme para ver qué hace, se ocupa de interponer su corpachón, hasta que termina cogiendo un palto y sacando lo que sea eso del fuego. Corre a la nevera escondiendo lo que oculta y saca un bote de nata montada, le echa una cantidad enorme a lo que ahora supongo que es un postre.
-JAVIER: Cierra los ojos.
-YO: Vale.
Un cosquilleo me recorre el cuerpo a la vez que siento que se acerca y pone el plato en mi cara. Olfateo deleitándome con el aroma, casi puedo percibir el contraste de algo caliente y frío. Huele de maravilla.
-JAVIER: Abre los ojos.
Al hacerlo me encuentro unas crepes, con tanta nata por encima que casi no se ven. Me llevo las manos a la cara, con la boca abierta y sorprendida a más no poder. Me gustan mucho y que lo haga él con tantas molestias me maravilla.
-JAVIER: Espero que estén ricas, llevo toda la mañana mirando la receta en internet y tratando de hacer la masa siguiendo las pasos con el móvil.
-YO: Seguro que están genial.
Posa el plato ante mí y se sienta expectante. Tomo con un tenedor la parte no enterrada en nata y la pruebo. Iba a poner buena cara aunque supieran a rayos, pero mis ojos se abren y hasta creo que se me dilatan las pupilas.
-YO: ¡Dios!
-JAVIER: ¿Están muy mal? - dice contrariado.
-YO: Que va, Javier, están buenísimas.
-JAVIER: ¿Sí?
-YO: Si, mira, prueba. – le corto otro pedazo y se lo ofrezco de mi mismo cubierto. Lo saborea con lentitud, entrecerrando los ojos y cuando se da cuenta de lo ricas que están, se le escapa una sonrisa que quiere disimular tapándose la boca con el puño cerrado.
-JAVIER: Joder, si que están buenas.
-YO: Claro que sí, chef. – le guiño un ojo, mientras ahora sí cojo del lado de la nata. Le mezcla en la boca es espectacular
-JAVIER: Gracias, gracias….
-YO: Ummm, da pena hasta comérselas.- le veo ansioso y le ofrezco, comiéndoselas con cara de gusto.
-JAVIER: Con nata están casi mejor…- le arrebato el plato con fuerza, y pruebo otro bocado.
-YO: Joder…me voy a correr de gusto. -me tapo al nariz cuando nos empezamos a reír, me ha salido del alma.
-JAVIER: Que bruta, pero da gusto saber que puedo hacerlo sin tocarte...
Murmuro un “Si tú supieras”, pensando en todas las veces que he tenido orgasmos gracias a él.
Voy a por un poco de sirope de caramelo de uno de los armarios de la cocina. Me quedo impresionada por sus notables mejoras en la cocina, abrazándole de lado y besando su cara cuando regreso. Él se alegra de verme feliz, se lo noto y queriendo agradecérselo, me siento en su regazo, cogiendo el plato con la mano y comiéndomelo ante su orgullosa mirada.
Trato de recordar cuando alguien hizo algo así por mí la última vez, no soy capaz de obtener una imagen clara de nada, ni de nadie.
Soy traviesa y le voy dando un poco, es una delicia mezclado con el sirope, cuando se queja de que no le doy, rebaño un excedente de nata con un dedo y me lo chupo, siendo todo lo mala que puedo, mirándole a los ojos perversa. Me aguata la mirada mientras me rodea por la cintura con sus manos y como no logro hacer que la aparte, le mancho la nariz. Me hace cosquillas como represalia, tras unos segundos le mancho la mejilla y la barba.
-JAVIER: Ya puestos, échame el sirope en la boca.
-YO: No me tientes que lo hago.
-AVIER: Tú misma. – suena a reto, y no me corto
Cojo el bote y lo vuelco entre su labios abiertos, es apenas un chorro, pero se lo traga sacudiendo la cabeza. Con un gesto le digo que si quiere más, y asiente.
-YO: ¿Con que esas tenemos ehh?
Coloca la cabeza hacia atrás y espera a que me coloque, pongo el sirope dentro de su boca y aprieto tan fuerte que la boquilla silba, tras un segundo de no dejar de presionar, el caramelo empieza a salirle por los lados. Casi se ahoga y gira la cara tosiendo, manchándole toda la barbilla y parte del cuello. Me rio a carcajadas de verle intentar tragarse el engrudo tan dulce que tiene en el paladar, pero lo consigue tras un minuto de rumiarlo.
-JAVIER: Oye, mira como me has puesto.
-YO: No haberme picado… - me rio coquea.
-JAVIER: Madre mía, que fuerte sabe… – se señala la boca.
-YO: Espera que le echo nata.
Ni me lo pienso y cojo la poca que queda en el plato en un dedo y se lo ofrezco incitándole. Me cruza un rayo cuando siento sus labios rodear toda mi falange y recrearse mientras la chupa. Cuando termina, instintivamente me chupo el mismo dedo.
-YO: Que pena, se ha acabado...- pongo voz lastimera al dejar el plato en la mesa.
-JAVIER: Si tienes ganas de más nata, tengo por toda la cara…- bromea.
Si esperaba que se la cogiera con la mano se equivoca, tomándole del rostro, paso mi lengua por su cara, se queda boquiabierto, pero luego voy a por todas, mi boca succiona su nariz ladeada, luego su mejilla y su barbilla. La mezcla con el caramelo baja por su piel, recorro con mis labios su clavícula, dedicándole ligeros chupetones por el cuello. Cuando acabo de darle lametones, me separo un poco, es adorable verle reír.
-JAVIER: Te has manchado.
Por un segundo mi mundo explota, me coge de la nuca y me cerca a su boca. Justo antes de que nuestros labios se junten, gira la cara y su lengua recorre la comisura de mis labios, cerrando con un beso muy suave.
-YO: Gracias, por todo. – acaricio su cara, pegajosa y terriblemente hermosa.
-JAVIER: No tienes que darlas, te lo mereces y así me doy cuenta de por qué eres la mujer más dulce del mundo. – me toma de la mano, chupa la yema de uno de mis dedos pringosos.
Me echaría a reír si no deseara que dijera esas cosas con ánimo de algo más. La realidad es otra, un muro contra el que me doy otra vez, cuando tras besarme el hombro me aparta de su notable erección.
-YO: Estoy llena.
-JAVIER: Ya te veo – mete su mano por dentro del camisón y repasa mi barriga con los dedos - Recogemos y nos vamos al sofá un rato, que tenemos que coger fuerzas para estos días.
-YO: Vale, tengo muchas ganas de llevarte de marcha hoy.
Él solo sonríe, sabe que me encantó la idea. Tomándome de las piernas se pone en pie, es tan fuerte que me levanta hasta su pecho y mete su cara en mi vientre, haciéndome cosquillas, lo logra tan bien que me revuelvo y por un segundo creo que me caigo al suelo, pero me sujeta y quedo sentada en la mesa de golpe, riéndome del susto, de su cara de alivio y del plato pegado a mi glúteo.
-JAVIER: Perdona, pero es que no me puedo resistir a jugar contigo.
-YO: Tranquilo, estoy bien. – le hago una carantoña en la mejilla para que se le pase el miedo.
Me pongo en pie limpiándome con una servilleta, ante su atenta mirada. Luego le ayudo a recoger todo, ya que su mejora en la cocina no implica que no manche un montón. Al acabar, nos vamos al salón. Paso por mi cuarto antes a cambiarme el tanga, lo tengo literalmente empapado y no es nata, ni sirope.
Al regresar me espera tumbado en el sofá, se pone casi en el borde y tira de mí para que le pase por encima y quedar encajada en el hueco ente el respaldo y él. Entierra su cara en mi cuello, inhala de mi pelo rubio una especie de fragancia que le encanta, me aprieta de la cadera para abrazarme y suspirar de alivio. Por mi parte me deleito besándole el hombro y recorriendo su larga espalda, hasta llegar a su trasero, duro y firme como permite su edad. Gime travieso cuando clavo mis uñas en él.
Caigo dormida queriendo sentir su paquete abultado en mi vientre y deseando que el mundo se acabe porque no creo que pudiera ser más feliz ahora mismo. Tal vez si el joven entre mis brazos me desnuda y me follara a lo bestia, pero no sería propio de él y por eso le quiero tanto. El último pensamiento que tengo antes de perderme entre mis sueños es en si de verdad acabo de pensar en que le quiero.
Un par de ladridos poderosos nos despiertan, como es costumbre Javier me ha puesto en la posición que ha querido, hoy le ha dado por tumbarse encima de mí, encajándose ente mis piernas, así está, medio adormilado sobre mi pecho. Thor está ansioso, y no le culpo, son casi las seis de la tarde y es hora de su largo paseo y ya que esta noche no podremos sacarlo debemos dar una buena vuelta.
-JAVIER: Que pringosa estás. – aún desperezándome le miro extrañada.
-YO: ¿Qué?
-JAVIER: Tu trasero… - su mano suelta mi culo y veo su piel quedándose pegada según la mueve. No se corta y lame sus dedos.- Ummm sirope.
-YO: Que asco, no hagas eso, creía que me había limpiado.
-JAVIER: Así estas más dulce.
Trato de cogerle la mano mientras se la chupa, a carcajada limpia, pero no puedo evitar que haga nada, ni cuando empieza a bajar por mi cuerpo besándome y al llegar a mi cadera me la gira. Aguanto la respiración incrédula cuando me toma de la nalga con ambas manos y empieza a lamerla, como si fuera Thor, que observa la escena, divertido.
-JAVIER: Que buena estás. – me muerde fuerte, sacándome un jadeo muy sensual.
-YO: Por dios, para, que me vas a volver loca.
Consigo cambiar la entonación de la frase casi al final, para que en vez de decir “Me pones cachonda perdida” suene a un “Que travieso eres.” Luego comienzo a pensar cómo es posible que haya logrado que me lama el culo de forma natural y que no lo vea como algo erótico, que sólo sea un juego más. Algo indecoroso y poco apropiado. Corto de raíz ese pensamiento, es de la Laura que le dijo a Javier que no podíamos continuar con nuestro “baile” y lo fastidió todo llevándole a los brazos de Celia. No, la mujer que hay ahora ante él es una dispuesta a disfrutar de todo lo que pueda obtener.
No me sorprende recibir un par de cachetes cuando por fin me suelta, yo le azoto el trasero cuando se pone en pie, queriendo hacerle daño, pero no creo que pudiera.
Javier se marcha a vestirse y yo juego con Thor un rato hasta que me voy a mi cuarto. Escojo un vestido negro largo bastante holgado y recatado, pero no paso por alto que voy sin sujetador marcando mis pezones ligeramente. Al salir al recibidor veo a mi galán con un pantalón corto vaquero y una camiseta blanca, agachado poniéndole el collar a Thor, que asegurándose que salimos los dos, encara la salida al rellano. En el ascensor Javier me abraza, esta vez no me mete mano, es uno de esos abrazos del principio de todo, dulce, cariñoso y que me hace sentir genial.
Al salir a la calle me cede al perro, que en el primer árbol suelta todo lo que había comido. Y vamos paseando por las calles hasta llegar a un parque lejano a mi casa, no muy grande, pero si con zona acotada para los perros. Allí dejamos al animal junto con otros, mientras nos sentamos en un banco, con su brazo rodeándome la cintura pegándome a él.
Hay poca conversación, todo sea dicho, pero tampoco hace falta. Con algunos mimos, carantoñas y comentarios sobre otras mascotas o unos niños jugando, la situación no requiere nada más.
Tras una hora en que vamos a una tienda a comprar algo frio de beber, ya que el calor sigue siendo sofocante, recogemos a Thor y volvemos a casa.
De camino me vuelve a dar la correa, algo me dice que es una muestra de confianza total de su parte. Sumado a que pasa su brazo por encima de mis hombros encajando casi a la perfección y caminamos como los novios idílicos de algún anuncio, me da que pensar en lo mucho que me gustaría que Javier fuera mi pareja. No es ya una obsesión por no estar sola o su parecido a mi fallecido marido, no es la necesidad imparable de tener sexo con él o que me haga feliz a cada instante…Es la sensación interna de estar segura de que no deseas nada más en el mundo, que ser su chica, novia, mujer o como sea que lo quiera llamar, es cuanto necesito para completar mi existencia.
Le abrazo por la cintura y noto su cálido beso en mi frente. No hacen falta palabras, sabe que le quiero, yo sé que él me quiere.
Continuará...