Reeducación Sexista 6
Elena empieza a darse cuenta de que el sexo no sólo es la forma más fácil de resolver problemas, si no algo que necesitada cada vez más desesperadamente. Y hará lo que sea por conseguirlo.
Era ya el pan de cada día. Como cada mañana, Elena se estimulaba para alcanzar un orgasmo. Fuera un día de diario, o un fin de semana, Elena no lograba empezar el día sin un orgasmo. Pero ya no usaba sus dedos. Ahora era un consolador. Un enorme vibrador de color rosa que entraba y salía de ella mientras un rugido animal escapaba de sus labios. Había tenido su orgasmo… pero no estaba satisfecha.
No era suficiente. Necesitaba otra cosa… necesitaba.
Una polla. En cuando lo pensó, la imagen de la polla de Jack, profanándola a la hora del desayuno, acudió a su mente. Pero no iba a ver a su atractivo jefe en varios días. Incluso había ignorado varias llamadas de Alyssa aquella mañana.
No tardó demasiado en llegar la idea… al recordar la polla de Fred. Fred era feo, un imbécil, pero no podía olvidar el tamaño de su polla y cómo había atravesado sus entrañas como un chuchillo de carne. Y… lo bien que sabía. Se había acostumbrado ya a hacerle mamadas todas las semanas, y se había ido poco a poco enamorando del sabor de ese rabo. Se vio a sí misma vistiéndose con su minifalda y acudiendo al piso de Fred.
_ Me gustaría hablar sobre el trato que me ofreciste ayer._ Fred lanzó una risotada.
_ Vaya, vaya… si es la orgullosa Elena. ¿Te has dado cuenta de lo mucho que te rascas el bolsillo y necesitas más pasta?
_ Fred, ¿Podemos saltarnos las burlas e ir al tema?_ Se estaba haciendo la dura, pero le ardía el coño, y sus piernas estaban empapadas._ ¿Qué es lo que quieres, exactamente?
_ Quiero follarte siempre que quiera, creía que era obvio._ Dijo Fred._ Ir a tu casa y estamparte contra la pared como la zorra que eres. Darte bien duro, como sé que te gusta.
Y la idea le gustó, porque su clítoris se incendió aún más.
_ Bueno, no suena mal, pero como comprenderás, tengo compromisos y tareas que hacer, además de mi trabajo._ Elena sonaba como si hablase de un negocio común y corriente._ Sin embargo, supongo que podría atenderte, siempre que no tenga visita ni tenga que marcharme a ningún compromiso. Como sabes, soy bastante casera. Paso mucho tiempo en casa.
Fred se quedó en silencio un rato y acto seguido lanzó una última risotada.
_ Está bien, está bien. Estoy dispuesto a hacer concesiones, pero sólo si me dejas llamarte por todos los nombres que yo quiera.
_ Está bien, siempre que estemos solos. No quiero que me llames zorra delante de mis amigos.
Fred no podía evitar encontrar divertido todo aquello. Se acercó a su ordenador, hizo unos ajustes al documento que había redactado… y lo imprimió. Se lo pasó a Elena y ella lo revisó. Encontraba completamente razonable entregar su cuerpo día y noche, siempre que no tuviera otro compromiso previo y estuviera en su casa. Todo por ahorrarse un alquiler que, todo sea dicho, era cuantioso. Firmó y dejó una de las copias sobre la mesa, quedándose con la otra.
_ Bien… no perdamos el tiempo, fulana._ Le puso las manos en el culo, y se estremeció.
_ No…_ Dijo, intentando mantener la compostura._ En el contrato dice que en mi piso.
Era duro, porque se le había hecho la boca agua sólo con ver la imponente erección que se le había formado a Fred. Pero no iba a follárselo en aquel cuchitril. Debía hacer semanas que no limpiaba.
_ Está bien, señorita, no quisiera ser yo la que rompiera las condiciones de ese contrato.
Subiendo escaleras arriba, Fred no apartaba la mirada de un culo que sabía que ya le pertenecía. Se lo tocó un par de veces, con confianza al ver que Elena no se quejaba. De hecho, ella estaba disfrutando… lejos de quejarse.
Su mente no dejaba de pensar en que ahora aquel pervertido se la follaría y probablemente la dejase satisfecha a menudo. Y tendría más dinero en la cartera. Una vez más, el sexo era la solución más práctica a todos sus problemas.
Cuando llegaron a la casa, Elena no se anduvo con tonterías, arrojó a Fred sobre el sofá y le bajó los pantalones de un solo tirón.
_ Cualquiera diría que haces esto por gusto._ Sonrió Fred.
_ Cállate, no digas tonterías._ Mintió Elena, mientras hacía sus bragas a un lado y se penetraba directamente.
Rugió de placer, espoleada por aquella sensación que le producía la vara de carne, y juntó sus labios con los de Fred, besándole con intensidad, mientras botaba sobre él como una primeriza entusiasta, ignorando el problema que la barriga de Fred le producía. Fred le cogió las nalgas y se las apretó.
_ Ni se te ocurra dejarme marcas… mi novia no puede saber nada de esto._ Dijo, aunque su voz, convertida en un susurro erótico, no perturbó a Fred.
_ Lástima que una zorrita como tú le haga estas cosas a su chica. Aunque seguro que ella es igual de puta._ Le di un azote, y ella se estremeció._ Vamos, reconócelo, esto te encanta.
_ No… es sólo…_ Le dio otro azote y se corrió al instante.
_ ¡Admítelo!
_ Sí, vale. ¡Me gusta! Me encanta tu polla._ Reconoció Elena, por fin._ ¿Era eso lo que querías oír?
_ Just…amente._ Fred se estremeció, llenándola de semen con una poderosa corrida._ ¿Ves? Así será mucho más fácil para los dos.
Elena hacía ya tiempo que tomaba la píldora, así que aquello no la preocupó. Al contrario, le encantaba que la llenaran de semen. Jack lo había hecho ya muchas veces.
_ Bien… voy a descansar un rato y luego…
Fred no pudo terminar la frase, porque Elena se había inclinado y, diligentemente, le estaba comiendo la polla una vez más. Fred la miró y le sonrió, pícaramente.
_ ¿Qué? No salgo barata como puta, precisamente._ Reconoció, metiéndosela en la boca un par de veces._ Lo mínimo es que sea dedicada.
_ Sí, desde luego._ Fred extendió la sonrisa y le colocó la mano en la nuca, apartándole la melena, para marcarle el ritmo de la mamada. Se acostumbraría a eso con facilidad.
El resto del domingo, Elena fue un juguete en manos de Fred. Su coño y su boca fueron el patio de recreo de Fred. Cuando despertó la mañana del Lunes estaba cubierta de semen reseco, con sus bragas puestas en la cara… pero innegablemente satisfecha. Se vistió con su minifalda y su blusa corta, se aseguró de que su maquillaje y su pelo estaban bien, y al abrir la puerta vio a Fred.
_ Fred… tengo que ir al trabajo.
_ Oh, vamos… tienes tiempo._ Le dijo, sobándose la polla por encima del pantalón.
_ No puedo, Fred. Tengo el coche en el taller._ Dijo, aunque no dejaba de mirarle la entrepierna._ Tengo que coger el metro.
_ ¿Qué te parece si te llevo?_ Le espetó._ ¿Y a cambio usas esos labios de mamona por el camino?
Elena ya ni se paraba a pensar aquellas decisiones. Tenía sentido, simplemente.
_ De acuerdo, pero con calma. No sabes lo que cuesta llevar bien este maquillaje.
_ Respeto tus deseos como señorita, no temas._ Fred ahogó una risa y le puso la mano en el culo de camino al garaje. Le encantaba sobarle las nalgas, Y Elena no mostraba ya ni la más mínima queja.
Se subió en el asiento del copiloto y antes incluso de salir del garaje ya le había abierto la bragueta. Elena ya no devoraba aquella polla con resignación, la devoraba con hambre y deseo. Lejos quedaban sus aspiraciones de no volver a acostarse con un hombre, de ser lesbiana, mientras aquella mole de carne entraba y salía de su boquita que, elegantemente, protagonizaba un vaivén que hacía que a Fred le costase conducir.
Pero sin duda era una escena digna de una película porno. Elena se aseguraba de que no se le corriera el maquillaje, obligándola a mantener la perfecta O de su boca, mientras se movía con los ojos cerrados, apartándose ocasionalmente el pelo. Fred se corrió poco antes de llegar al aparcamiento del trabajo de Elena, que se recompuso rápidamente y ocultó la mancha de su entrepierna.
_ Gracias por traerme._ Se despidió.
_ ¿Quieres que venga a buscarte?_ Sonrió de oreja a oreja.
_ Claro, sería genial, ¿Mismo trato?
_ El mismo, sí._ Extendió su sonrisa.
_ Encantada.
Elena, como de costumbre, fue muy poco productiva, llevaba semanas siéndolo. Por mucho que trataba de trabajar no conseguía dejar de pensar en cosas sexuales, y mirar de vez en cuando el reloj, ansiando que llegara la hora del descanso. Fue eterno, pero cuando llegó se levantó como un resorte y, como era costumbre, dio un rodeo hasta llegar al despacho de Jack, cerrando tras de sí.
_ Llegas pronto._ Dijo él, apartando las manos del teclado.
_ Lo sé, estoy muy necesitada, Jack, mi problema va a peor._ Reconoció, aunque lo hizo con un erótico susurro._ Llevo toda la mañana pensando en hacerte una cubana, sé que te encanta.
_ Bueno, Elena… no sé qué decir.
_ No digas nada, sólo bájate los pantalones._ Dijo ella, mientras se desabrochaba la blusa y le mostraba sus tetas, que parecían incluso haber crecido un poco.
Sabía que Jack no se resistía a sus tetas. Sabía que cada vez que se acostaba con su mujer pensaba en ellas. Probablemente su infidelidad fuera lo que mantenía unido el pegamento de su matrimonio.
_ Está bien… es que, quería comentarte una cosa…_ Elena le empujó sobre la silla y le estaba abriendo la bragueta.
_ No te apures, te escucho._ Comenzó a ensalivarle el sable.
_ Bueno… veraaaaaaaas._ Alargó la a al notar cómo acomodaba su polla entre sus pechos._ Es que este fin de semana iba a celebrar una fiesta y…
_ ¿Una… fiesta?_ Elena se detenía para dar pequeños besitos y succiones mientras la polla emergía de entre sus pechos.
_ Sí… verás, mi esposa tiene un congreso y va a estar fuera. Así que he quedado con unos amigos y vamos a hacer una fiesta… para adultos.
Elena apretó la polla de Jack con intensidad y él no ahogó un gemido. Se imaginó tirada en el suelo, siendo rociada por chorros de semen de desconocidos. Nunca se había sentido tan excitada.
_ Y… hemos contratado a unas chicas para que… bueno, te lo imaginas._ Elena acababa de ponerse sobre la mesa. Le agarró las tetas y empezó a penetrarla, se lo tomó con calma._ Joder, sí…
_ Jack… me gusta… mucho… que me… folles._ Gruñía y jadeaba mientras se movía rítmicamente al compás de la penetración._ Pero no voy a dejar que… todos tus amigotes… sepan… que soy tu puta.
Se estremeció, acababa de correrse y temblaba ligeramente, Jack no dejó de penetrarla.
_ Llevarás máscara… igual que las otras chicas… nadie lo sabrá._ Jack le aferró las nalgas.
_ Entonces… vale… lo haré… y ahora dame… dame duro, joder._ Le gritó.
Jack no se contuvo y empezó a bombearla con más intensidad. Ya tenía lo que quería. Elena sería su joya de la corona en aquella fiesta. Había comprobado una cosa sobre ella. Hacía muchas cosas sin cobrar por las que una prostituta te rechazaba un acuerdo.
Como lo que acababa de hacer. Correrse dentro de sus entrañas sin ningún pudor. Sacó su polla aún manchada y se sentó en el asiento. Elena, en el acto, empezó a mamar. Poco rato después la esposa de Jack volvió a pasarse para despedirse. Y Elena… siguió mamando.
El resto de la semana, para Elena, transcurrió con “normalidad”. Se despertaba, se preparaba, iba en coche con Fred y le realizaba una mamada, en las que cada vez se entregaba más. Realizaba un trabajo cada vez más mediocre hasta llegar a la hora del descanso, en la que se follaba a Jack salvajemente hasta que debía volver al trabajo y desayunar. Abotargada, muchas veces se quedaba dormida en su puesto hasta la hora de la comida, cuando volvía a acudir al despacho de Jack para volver a follarle. A veces él estaba algo cansado y le hacía un cunnilingus. Al salir del trabajo, Fred o Alyssa la recogían.
Cuando lo hacía su casero, le realizaba una mamada de camino a casa, que sólo servía de preámbulo antes de pasarse toda la tarde follando. A veces Fred quería ver una película y Elena le realizaba varias mamadas en el proceso.
Cuando era su novia, no distaba mucho de lo anterior. Alyssa le había comprado un vibrador a distancia y lo activaba de camino al lugar de su cita. En el cine, en el parque, en un restaurante, daba igual. Su novia estaba demasiado distraída jugando a estimularla para tener las conversaciones profundas que tenían cuando se conocieron. Al final solían terminar follando en un baño, en un prado o en el asiento trasero de la abogada. Elena acababa en su casa con la ropa descolocada, el rimmel corrido y las piernas encharcadas, el jueves Fred se la encontró y echaron un polvo nocturno mientras, a petición de él, le contaba cómo se había tirado a su novia en la noria.
Cuando llegó la tarde del viernes, Elena estaba lista en el salón de estar de Jack, uno lujoso y adornado con muchas estatuas que evidentemente él no había escogido. Estaba atada junto con otras chicas en el salón, sólo ataviada con un antifaz negro. Sus pechos endurecidos, sus pezones erectos… su sexo mojado. A diferencia de las otras cuatro chicas, más indiferentes, Elena estaba claramente excitada a medida que iban entrando invitados.
Cuál sería su sorpresa al ver entrar, además de la mano de Allison, la asistente de la doctora Harrison, nada menos que a su novia.