Reeducación sexista 3
Elena se prepara para su primera cita a ciegas con una mujer, sin saber cómo esto acelerará su caída hacia esa persona que tan poco le apetece ser.
Elena hundía sus dedos en lo más profundo de su vagina. Ya se había convertido en una tradición. Cada mañana se hurgaba a sí misma, y la doctora siempre volvía a sus pensamientos… con ese gran Strap-on… penetrándola con una intensidad gloriosa.
Estaba a punto de correrse… cuando escuchó que llamaban a la puerta. Estaba tan cerca… sólo un poco más. Seguían llamando. Apartó los dedos de su centro de placer, terriblemente frustrada, y se dirigió al armario. Se puso una bata y, antes de dirigirse a la salida, como una autómata, se acercó a su mesilla, cogió la larga peluca morena que allí se encontraba y se la puso.
Aún no había dado tiempo a que su cabello creciera, pero no se quitaba de la cabeza que debía tener el cabello largo. Así fue como se dirigió a la entrada. Cuando abrió, se encontró con un hombre que le plantó una expresión desagradable en el rostro.
Su casero era un hombre desagradable. No demasiado alto, con la coronilla calva. Tenía sobrepeso y la vida no había sido nada generosa con su físico. Además, su sonrisa le daba repelús, especialmente porque parecía tener algo entre los dientes, siempre.
_ Fred, sabes que cobro la semana que viene._ Le dijo, cruzándose de brazos._ ¿Tenemos que hacer esto todos los meses?
_ No es mi culpa que seas una morosa, Elena._ Le recalcó él.
Eso la molestó. Pero lo que más le molestaba era que ella sabía que estaba allí no por el dinero que sabía que no tenía, si no para ver su canalillo a través de su bata, como estaba haciendo.
_ Te pagaré la semana que viene, sabes que voy a hacerlo._ Le dijo ella.
Aquel hombre le daba asco. Si no fuera su casero no se molestaría en mirarle a la cara.
_ Las zorritas como tú siempre malgastáis el dinero en trapitos y luego…_ Se frotó los dedos._ Luego no tenéis para el alquiler.
_ Vete a la mierda, Fred._ Se había propasado. Hizo el amago de cerrar la puerta.
_ Volveré mañana, Elena._ Le espetó._ Y más te vale encontrar una buena manera de convencerme de que no te eche.
Elena bufó. No tenía tiempo para eso. Tenía que salir para el trabajo. Por desgracia, se le había acabado el tiempo. Ya no podría terminar de masturbarse. Así que toda su jornada, en la oficina, estuvo frustrada. Más de una vez se le pasó por la cabeza ir al lavabo y tocarse un poco. Aún le quedaban dos días para su siguiente cita con la fuente de sus masturbaciones. Se moría de ganas de ver a la doctora Harrison.
Estaba en sus pensamientos, mirando algunas prendas de ropa para comprarse… porque sentía que la que se estaba poniendo era muy insulsa, cuando le saltó un pop-up de una web de citas. Ofrecían una cita gratuita. Alzó una ceja. Nunca había hecho algo así. Pero, aunque imaginaba que su cita no saldría bien, era gratuita, así que no perdía nada y podría practicar el acercamiento a otras chicas. Después de lo que había hecho con su amiga no había tenido mucha suerte.
Hizo click y rellenó los datos. Cuál sería su sorpresa al ver pocas horas después que había alguien interesada para tener una cita con ella esa misma noche. No se lo pensó mucho y dio un punto de encuentro y una hora. El resto del día lo pasó pensando en su cita y no tanto en su deseo de toquetearse.
Estaba en el parque, a las ocho… había dado su descripción y estaba sentada en el mismo banco que había acordado. Sin embargo, cuando aquel coche paró frente a ella pensó que se trataba de un error. Cuando aquel Lamborgini Estoque de color rojo se paró frente a ella, no se lo creía. El cristal delantero bajó, y se quedó mirando a la mujer que conducía.
No le costó ver por qué alguien con un coche como aquel recurría a una web de citas. La mujer no era delgada. Pero tampoco era gorda. Tenía un rostro afable, y unos ojos muy bonitos. Su pelo recordaba a su peluca, pero de un tono castaño. Probablemente muchos la rechazaran, pero no Elena. Le pareció atractiva.
_ Así que tú eres Elena._ Le dijo._ Yo soy Alyssa.
_ Encanta, Alyssa._ Elena se subió en el asiento del copiloto, pensando que si manchaba algo no podría siquiera pagar la tintorería.
Cuando se subió… Elena pudo apreciarla bien. Mientras Alyssa conducía, no miraba el paisaje, la miraba a ella. Tal como había dicho, no era delgada, pero la grasa parecía distribuirse increíblemente bien. Su vientre no parecía demasiado hinchado y sin embargo tenía un culo muy bien relleno… Y sus pechos… Tenía unas tetas masivas. Elena no recordaba haber visto unas de ese tamaño nunca.
_ Pensaba llevarte a un restaurante._ Las palabras de Alyssa detuvieron la contemplación de sus pechos._ Pero podemos hacer otra cosa, si quieres.
_ La… la verdad…_ La sangre le estaba subiendo al cerebro._ Lo que tú quieras, está bien.
Alyssa debió entenderlo mal, porque se pasó toda la comida taciturna. Lo poco de lo que pudo enterarse Elena era que se trataba de una abogada de prestigio, que había amasado una gran fortuna, que le interesaba el arte y no gran cosa. Había evitado su mirada toda la noche.
_ ¿Qué te pasa?_ Le preguntó finalmente cuando llegaron los postres._ Llevas de morros toda la cita. ¿Es que te parezco poca cosa?
Alyssa alzó la ceja, mirándola a los ojos.
_ Si estás siendo irónica, no tiene gracia._ Suspiró._ Ya, ya lo sé. No te llamo la atención. Pero al menos espero que la cena te guste.
_ ¿Qué dices?_ Le espetó.
_ En el coche, ni siquiera me mirabas a la cara._ Le dijo._ Sé lo que pasa. Estoy gorda y no te gusto. Lo entiendo.
Elena se echó a reír. Y decidió ser sincera.
_ No te miraba a la cara porque te estaba mirando las tetas._ Se sinceró.
_ ¿Qué?_ Alyssa se quedó callada.
_ Tus tetas y tu culazo._ Le espetó Elena._ Me ponen a mil. Ya está, ¿Eso querías oír para dejar de portarte así? Estás buenorra.
Alyssa se sonrojó y hundió la cuchara en el postre. Elena se acercó y le susurró al oído.
_ Me encantará demostrártelo cuando quieras._ A Alyssa se le cayó la cuchara.
La abogada había vivido siempre una vida solitaria, nunca había llamado la atención de nadie y mucho menos le habían abordado de esa manera. Lo más cercano a una experiencia sexual que tenía a su ya avanzada edad era cuando perdió la virginidad montando a caballo. Muchas veces había sido culpa suya, como casi lo era en aquella ocasión, por su forma de expulsara a la gente. Pero nadie había sido tan directa con ella como Elena.
_ ¿Quieres demostrármelo en mi casa?_ Le costaba hablar, fingiendo una confianza que no sentía.
_ Es un trato._ Elena notaba ya su coño palpitando.
Se notaba la ansiedad de Alyssa. Tanto en cómo fue a pagar como en la forma en la que conducía. Elena fue pegada al asiento todo el camino. Como era de esperar, Alyssa vivía en una gran mansión, con puertas doradas, amplio aparcamiento y piscina.
Cogió de la mano a Elena y subieron por una escalera de caracol a una planta superior, ignorando el gran salón y otras habitaciones, directas al grano. La habitación de Alyssa era de estilo moderno, con muebles de colores blancos y negros, pero lo que llamó la atención de Elena fue la cama… en esa cama cabrían tranquilamente cuatro personas.
Sabiéndose ya en terreno adecuado, no se lo pensó mucho. La abogada pensaba hablar, pero ella no la dejó. Se arrojó sobre ella y la besó en los labios directamente, buscando aferrarse a sus nalgas. Eran muy firmes para su tamaño.
_ Vamos… quítate la ropa._ Le pidió.
_ ¿Así? ¿Sin preliminares ni…?_ Elena le puso el dedo sobre los labios.
_ Quiero acostarme contigo… tú quieres acostarte conmigo. Estoy chorreando por ti. ¿Qué más preliminares quieres?_ Le preguntó.
Alyssa no se atrevió a decirle que era su primera vez. La vergüenza la devoraría. Así que empezó a quitarse la ropa apresuradamente. Elena no tardó en estar lista, desnuda sobre la cama. Alyssa observó sus tatuajes mientras se deshacía de la falda y de su tanga rojo.
_ Para, quiero verte bien._ Elena se dio cuenta de que llevaba la batuta y le gustó esa situación.
Comenzó a andar cerca de la mujer. La ropa que llevaba la hacía parecer más gorda de lo que en realidad era. Era cierto que tenía sobrepeso… pero lo compensaba con creces. No era, en absoluto, un cuerpo feo, y Elena supo apreciarlo. Se colocó a su espalda y cogió sus nalgas, provocando que la abogada se estremeciera.
_ Esto es un buen culo._ Le dijo Elena, algo chula, mientras le daba un sonoro azote._ Y esto… un buen par de tetas.
Sin apartarse de su espalda, se las empezó a sobar. Los gemidos no se hicieron esperar. La sorpresa se combinó con el placer, y gemidos incoherentes comenzaron a salir de los labios de la mujer.
_ Vaya… eres muy sensible… eso me gusta._ Empezó a besar su cuello y ella se dejó hacer._ Vamos… a la cama.
_ Sí…_ Gimoteó.
Se arrojó en la cama y Elena se le tiró encima. Sus labios buscaron los pechos ajenos. Los mordía con intensidad, abrazaba ambos, sobrecogida por lo enormes que eran y cómo era estar entre ellos. Podría ahogarse en el escote de aquella mujer, y sería una muerte dulce… entre mordiscos, escuchando los gemidos que ella proporcionaba.
Pudo notar sobre su vientre el calor y la humedad que desprendía el sexo ajeno. La excitación de Alyssa era tan evidente como inevitable.
_ Vaya… ¿Estás cachonda? Lo que tú necesitabas era que te hicieran caso, ¿verdad?_ Elena emergió de entre aquellas dos montañas de carne y la miró._ No temas, yo te haré caso.
Descendió una vez más, hasta cruzarse con ese rincón oculto. No lo dudó, y empezó a comérselo. Se lo comía con intensidad, con deseo. Alyssa gritaba, movía las caderas indecentemente contra su boca. Ella siguió centrada en su trabajo. Sujetaba ambas piernas sobre sus hombros y comía. Comía sin parar.
Bueno, eso es una mentira. Paró poco después de que los jugos femeninos de Alyssa la golpearan en la cara. Se relamió, y observó aquel cuerpo bambolearse… Alyssa tenía los ojos entrecerrados. Estaba llorando. Elena la miró, sorprendia.
_ ¿Qué te pasa, cielo?_ Le preguntó, colocándose sobre ella.
_ Que… es la primera vez._ Se atrevió a confesar._ Y… no sé qué hacer y.
_ Tranquila._ Le dijo Elena._ Mira… ahora tú me devuelves el favor… y luego podemos dejarlo por hoy… si es que te da miedo… o estás cansada.
Elena estaba dispuesta a parar allí, pero no antes de recibir su buena recompensa. Se sentó sobre el rostro de la abogada, y ella empezó a devorarla. Elena sonreía, una sonrisa de poder, mientras se frotaba contra la nariz de la chica.
_ Sí, justo así, así me gusta. Un poco más fuerte… más a la derecha. Ahí._ Le iba indicando, entre gemidos._ Tienes… mucho que… aprender… pero se te da bien.
Elena le dio muchas indicaciones antes de correrse. Cuando lo hizo, se puso en pie y recogió su ropa. La otra mujer la miró como un cachorrito.
_ ¿Ya te vas?_ Le preguntó, A Elena le hizo gracia, le chorreaban por la cara sus fluidos.
_ Mañana trabajo, cielo._ Le dijo._ ¿Qué te parece si me recoges a la salida y lo repetimos?
_ Me gustaría.
_ Bien. Mira… sé que ahora te asusta un poco y te ves torpe… pero te enseñaré._ Elena se sentía poderosa.
Unas horas más tarde.
Un día más, el mismo ritual matutino. Los dedos de Elena hurgando en su sexo. Aunque esta vez, la fantasía era un poco diferente. La doctora no la penetraba a ella. Estaba penetrando a su buena amiga Alyssa, mientras ella se tocaba, tal como en la vida real… pero con un collar en el cuello. Estaba muy cerca del orgasmo cuando, una vez más, llamaron a la puerta.
_ ¡Hijo de puta!_ Bramó, mientras se ponía la bata y abría la puerta. Efectivamente, ahí estaba Fred._ Ya te he dicho que te pagaré la semana próxima.
_ No sé… me sigue pareciendo muy tarde. Yo también tengo gente que me presiona, sabes._ El hombre entró por la puerta._ Y tú no me das razones para confiar en tu palabra. Quizá tendrías que usar tu boca para otra cosa y así sería más compasivo.
_ ¿Estás insinuando que te si te hago una mamada me dejarás en paz hasta que te pague?_ Le espetó ella.
_ Pues eso estaría bien._ Le espetó él.
Se esperaba una buena bofetada y poder echarla, porque aquella desgraciada nunca le había caído bien. Lo que no se esperaba era que la mujer se quitara la bata y se pusiera de rodillas. Estaba atónito mientras aquella belleza le bajaba el pantalón.
_ Muy bien, trato. Te hago una mamada y mañana no me molestas._ Le dijo.
_ En el fondo siempre supe que eras una putita._ Le dijo él, con una sonrisa más siniestra que antes._ Bien. Chupa… que con esas tetazas me la has puesto dura como una roca.
Elena no entendía por qué no había llegado antes a esa conclusión. Si lo que quería era verle las tetas y que se la comiera, dárselo era la mejor forma de que la dejara en paz. Ignoró la repugnancia que el fuerte olor a orina le producía, y empezó a comerse aquella polla.
Al menos aquella mañana podría correrse. No perdió el tiempo y empezó a frotarse mientras mamaba. Tenía los ojos cerrados, mientras pensaba en la doctora Harrison y en Alyssa. Ni se inmutó cuando el hombre la cogió por el pelo y empezó a acelerar el ritmo.
_ Así me gusta zorra, que sepas cuál es tu puto sitio._ Le grito, mientras seguía empujando aquella bala de carne contra su garganta.
Ella se toqueteaba con fiereza, pero no conseguía correrse.
_ Mírame a los ojos, puta._ Como si un resorte interno hubiera tirado de ella, obedeció._ Eso es, quiero verte bien la cara. Aquí viene mi leche, trágatela.
Y de alguna forma… lo consiguió. Porque la descarga del hombre no fue precisamente escasa. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para lograrlo… y sólo entonces, se corrió. Se corrió con tal brutalidad que por poco se desmaya.
_ Buen trabajo, fulana. No te apures, no se lo contaré a los bollos de tus amiguitas. El dinero la semana que viene, no faltes.
Se guardó la polla y salió por la puerta tan campante. Elena se puso en pie y se recompuso rápidamente. Debía darse prisa o llegaría tarde al trabajo.