Redescubriendo a mi marido (2)

Ya soy su presa...Yo me lo he buscado...comienza mi martirio...

  • Buenos días perrita.

Me despierto desconcertada. Reconozco la voz de mi marido. De repente recuerdo todo lo sucedido.

Desearía que todo hubiera sido un mal sueño, pero ahí estaba él, despertándome con esa frase denigrante y una sonrisa malévola de oreja a oreja.

  • Hola...

Adivino a decir algo intimidada.

  • ¿Has descansado?

  • Bueno...

  • Pues levanta que va ser un día intenso.

Se dirige a la cocina, sin dar importancia a mi contestación, y yo rezagada acudo después. V

eo que ya se está tomando su tazón de leche con cereales. Me sirvo otra y lo acompaño.

  • Pero que sexy estas por las mañanas con ese pijama tan finito. Me encanta verte con las tetas sueltas sin sujetador y esos pezones que sobresalen. Déjame ver...

Mete la mano en el escote que me hace la camiseta de tirantes y baja con fuerza dejándome con los pechos

al aire.

Mosqueada e intentando pararle, protesto.

  • ¿Piensas seguir denigrándome hasta cuando desayuno?

  • Claro, ya te dije que vas a ser mi juguetito estas vacaciones.

  • Ah ¿y te parece justo pasar así nuestras vacaciones?

  • Justo... ¿Te parece justo que me hagas pasar todos los veranos en tu pueblo, aguantando a tus padres? ¿Te parece justo que todas las navidades venga tu hermano, con los putos críos, y se tiren cinco días aquí? ¿Te parece justo que siempre seas tú la que ganes?

  • Bueno... ¿y que pretendes decirme?

Usé mis artimañas de mujer y me hice la tonta ante sus quejas, pero no funcionó.

  • Que durante dos semanas seas mi putita no te va a matar. Yo llevo casi doce años siendo un pringado.

Nunca me había hablado así. Nunca me había echado nada en cara. Pese a todo tenía razón y no supe rebatirle. Era un bonachón y yo me había aprovechado.

  • Pero cariño...

Esta vez intente ser amable para que él también sacara esa dulzura que lo caracteriza. Por la que yo me había enamorado. Tampoco dio resultado.

  • Pero nada. Estas vacaciones serás mía y punto. Después, todo volverá a ser como antes.

Sentía que debía complacerlo y más si solo iban a ser dos semanas. Hasta ahora yo había sido la más beneficiada en la relación.

  • ¡Ah! y si crees que soy duro. Recuerda que todo esto lo has provocado. Ahora metete bajo la mesa y demuéstrame que aprendiste algo anoche. Hazme una buena mamada mañanera.

Definitivamente llevaba la razón. Yo era la causante de todo este cambio. Había despertado al demonio que llevaba dentro por querer complacerlo en sus fantasías más oscuras.

Me metí bajo la mesa buscando huir de él, más que para cumplir su orden. Saqué la polla de su pantalón de pijama y me puse manos a la obra. Intenté repetir lo que él me hizo anoche.

No sé si lo conseguí. Mi esposo tampoco me forzó mucho esta vez. Recibir una mamada por la mañana ya era toda una novedad para él. Reconozco que había sido una modosita hasta ahora.

  • Basta. Ahora pajéame

Paré de chupar y empecé a mover mi mano frenéticamente sobre su polla. No sé porque razón había bajado su tazón de cereales, pero adivinando el fin, apunté a la taza para que se corriera allí.

Bañó los cereales con su corrida y cuando volví a mi asiento, lo entendí.

  • Buen apetito, por cierto, le he añadido leche especial a tus cereales.

Joder que ingenua había sido al no darme cuenta que era mi taza donde se había corrido. Obviamente me tocó comerlo todo bajo su atenta y maliciosa mirada.

" Aguanta, que sólo son dos semanas" me dije a misma para no desmoronarme ante el tazón de cereales con semen. Por increíble que parezca, en diez años, era la segunda vez que tomaba la lefa de mi mirado, contando anoche.

  • Muy bien ahora recoge todo y limpia la parte de la casa que me tocaba a mí. Yo me voy a hacer deporte.

Satisfecho de que me hubiera acabado el tazón y relevándome sus tareas, se largó de casa.

Menudas semanas de esclavitud me esperaban...

A las horas volvió y me pilló leyendo. La verdad que era poco lo que quedaba por limpiar y hasta me había dado tiempo a hacer la comida.

Se desnudó y pasó delante de mí para meterse a la ducha. Por alguna razón verlo sudado y desnudo me excitó.

Para colmo cuando comimos solo se puso un calzoncillo y lo tuve a mi lado casi desnudo y perfumado. Mis hormonas se estaban alterando.

Una vez acabada la comida y mientras veíamos una peli, me fui insinuando. Quería sexo.

  • ¿Qué pasa perrita, estas caliente?

Asentí con la cabeza sin dar importancia a como me trataba.

  • Demuéstramelo.

Se bajo los calzoncillos para que se la preparara. Le pegué buenos lametones de esos que tanto le gustaban.

  • Okey, vamos al lío. Pero no vamos a echar los polvos aburridos de siempre.

Me molesto su sinceridad, pero disimule, quería mi dosis de placer.

  • Súbete de rodillas a esa silla si quieres que te folle.

Sin comprender muy bien seguí sus pasos. Nada más subirme y quedar algo inclinada se abalanzo por detrás, me agarró del cuello y con la mano libre se deshizo de mis shorts y braguitas que llevaba para estar por casa.

Ya con la ropa por las rodillas sentí su miembro apuntando en mi coño y la metió de golpe. Suerte que estaba húmeda y me dolió menos de lo que esperaba.

Empezó a follarme sin más. Como ya dije sólo con la dotación de mi marido me volvía loca y conseguía buenos orgasmos.

Estaba ya gimiendo cuando sin parar de penetrarme estiró un brazo hasta el sofá, donde antes reposábamos, y tomo el mando de la tele.

Cambió la peli que veíamos y puso un canal porno. No me lo esperaba y él pareció excitarse aún más.

En la escena un hombre le estaba follando a cuatro patas a una mujer despampanante.

Yo no necesitaba ver eso, pero mi hombre aumentó el ritmo de las penetraciones y empecé a chillar como loca.

  • ¿Te gusta lo que te hago, puta?

-Ssssee...

Balbuceé un 'si' como pude mientras, aún agarrada del cuello, me hacía el interrogatorio.

  • ¿La tengo grande verdad?

  • Si muy grande...

No dude en responderle. La verdad que nunca se lo había reconocido.

  • ¿Quién crees que está disfrutando más, ellos o nosotros?

  • Nnnosotrosss...

Sus susurros al oído me estaban excitando mucho y ya estaba a punto de correrme.

  • ¿Quieres correrte, Cerdita?

  • Sssee...no aguanto.

  • Pues hazlo.

Dicho esto, empezó a pegarme embestidas muy fuertes. Mi cuerpo se empezó a convulsionar y me vine como nunca al recibir semejantes clavadas.

Una vez acabé, mi coño y su polla estaban plenamente empapadas.

Paró unos segundos para quitar la silla y echarme al suelo. Cuando me tuvo a cuatro patas empezó a embestirme nuevamente.

Mi coño ya no respondía más y cuando dejó de lubricar, empezó a molestarme.

  • Ahhh, para cariño que ya me duele.

  • Aguanta zorra. Tu ya te has corrido, ahora me toca a mí.

Como mi súplica no sirvió de nada recé para que acabara pronto. Al instante la note super hinchada dentro de mí.

Me giré a verlo, pero tenía la mirada fija al televisor.

Miré la tele y vi que la escena había cambiado. Ahora eran dos chicas muy jóvenes y sexys que protagonizaban una escena lésbica.

Entendí que mi marido ya no estaba conmigo. Era presa de la excitación que le causaban esas chicas, mientras que yo era el recipiente donde descarga sus embestidas y deseos.

Ahora era como una muñeca hinchable, pero viva. No supe como sentirme ni que pensar. El dolor de coño tampoco me dio mucha tregua.

Cerré los ojos y aguante hasta que por fin se produjo la inundación dentro de mí.

  • Aaaahhhh tomad mi leche furcias.

Grito a las jóvenes, como si le escucharan, y me baño el coño fantaseando con ellas.

Cuando todo terminó apagó la tele y salió de mí. Tenía tal cantidad de semen dentro que salió como una cascada y fue a parar al suelo.

  • Lámelo perrita, antes de que se seque. Esas manchas se van muy mal.

Sin fuerzas para ni siquiera quejarme, lamí. Total, ya llevaba demasiadas vejaciones, por una más...

Por suerte el resto de la tarde nos relajamos. Echamos una siesta. Terminamos la peli que dejamos a medias. Y vimos una serie, cenando, que a los dos nos gustaba.

A pesar del rato tranquilo, llegué a la cama algo fatigada y deprimida. Cada vez hacía más cosas por él, pero al parecer su imaginación no tenía límites.

Al ver que me giraba para intentar dormir sin decirle nada, me interrumpe.

  • ¿Ni si quiera me vas a dar las buenas noches, perrita?

  • Estoy cansada, eso es todo.

  • Entiendo que estés saciada de follar, pero... ¿Por qué no te tomas el biberón antes de a ir dormir?

No entiendo cómo puede tener más ganas de que se la chupe. Físicamente es imposible que le quede más leche en sus huevos, después de toda la acción del día.

  • ¡Escúchame...estoy cansada y creo que ya te estas pasando conmigo!

  • ¡No, escúchame tú estúpida! Fuiste tú quien me dijo que no me contuviera. Fuiste tú la que me dijiste que no te infravalorara. Y lo más importante...Eres tú la que está jugando con mis ilusiones.

No sé si estaba sobreactuando, pero era todo verdad. Todas esas frases habían salido de mi boca y yo ni las recordaba ya...

  • Sabes que...mejor lo dejamos ya. Volvamos a ser la supuesta pareja feliz y aburrida que éramos. Está claro que yo no tengo derecho a elegir nada en esta relación.

La mezcla de queja y enojo que en estos últimos días estaba usando me debilitaban. Sacaban la parte sumisa que yo desconocía en mí. Enseguida me hacía sentir culpable y quería suplicarle clemencia.

-No cariño, no te enfades. Tienes toda la razón. Ha sido todo culpa mía, no he debido reaccionar así.

  • No sé. Siento que no estas a gusto con esta situación. Te supera.

  • Reconozco que un poco. Quizá es porque no estoy acostumbrada. Pero sé que puedo hacerlo. No quiero defraudarte.

  • ¿Seguro, amor?

Que por fin me tratara con cariño, me armo más de valor y me hizo reconocer a mi esposo, a quien daba por perdido en estos últimos días.

  • Si cariño, déjame compensártelo.

Rápidamente me puse entre sus piernas y bajándole el pantalón del pijama fui directa a jugar con sus genitales.

Mientras le hacía una paja suave para despertar su erección, le comía con ganas los huevos. El efecto no tardó en notarse.

Sin pensarlo, una vez dura, engullí con todas mis fuerzas su aparato hasta hacerlo desaparecer en mi boca.

Tras unos segundos volví atrás, suavemente, para volver a ensartármela. A la vez acariciaba sus huevos, con la lengua, para aumentar el placer en él.

Los elogios no tardaron en llegar.

  • ¡Oohh joder...! Así sí. Sigue nena.

Yo misma me estaba atragantando con una brutalidad que superaba a la de él cuando me dio mi primera lección. Tenía una erección monstruosa que me estaba costando la vida tragar, pero no cedía en mi empeño.

  • Eso es...demuéstrame que vales. Saca la puta que llevas dentro.

Motivada por sus ánimos, para más inri, me senté sobre mis piernas, eché las manos atrás en señal de sumisión y volví a la carga.

Perforé mi garganta mientras mi mirada chocaba con la suya. Su cara de excitación era inexplicable. Solo acertaba a gemir e insultarme.

  • Ves cómo te mereces todo lo que te hago. Sólo eres una puta de mierda.

Lejos de enfadarme seguí aumentando el ritmo de la mamada, orgullosa por fin de cumplir con sus expectativas, lista para el golpe de gracia.

Cuando noté que se empezaba a hinchar más de la cuenta, engullí por última vez y me quedé esperando a recibir mi premio.

Sin esperarlo, recibí un fuerte tirón del pelo que sacó su polla de mi boca y me hizo arquearme. Entonces comprendí cómo quería acabar.

  • Toma cerda, que hoy no te has bañado.

Empezó a dispararme enormes chorros de lefa que impactaban contra mi cara y mis pechos. A los segundos quedé bañada en semen. Seguí sin comprender como podía expulsar aún semejante cantidad, pero lo hizo.

Una vez acabada la lluvia blanca, me dio la última orden del día.

  • No te limpies. Túmbate boca arriba y espera a que tu piel absorba toda esa cremita.

  • De acuerdo cariño.

Respondí con voz de niña buena, pegué unas lamidas a su polla para dejarla limpia y obedecí.

Mientras él se dio la vuelta para dormir, yo me quedé bocarriba esperando a secarme. Sintiendo el pringue de su esperma en toda mi piel, y sin darme cuenta, también me venció el sueño.