Recuperando la pasión perdida
Tras un pequeño consejo de una amiga, nuestra protagonista decide recuperar la pasión que perdió con su pareja cumpliendo una fantasía de su pareja.
La pasión con mi chico estaba llegando a su fin. La verdad es que cada vez estábamos más apáticos, más parados y más distantes…el deseo poco a poco se iba apagando y eso me estaba matando. Él es la persona que más quiero en este mundo y era horrible pensar cómo nos estábamos convirtiendo en un extraño para el otro.
Llevamos juntos más de 6 años. Desde el principio me encantó porque me lo daba todo. Es gentil, gracioso, detallista y en la cama es maravilloso. Tiene unas manos, una boca y una polla que me han ofrecido sensaciones maravillosas e indescriptibles, orgasmos que me elevaban a lo más alto y que cuando acababan no sabía dónde estaba.
Parecíamos una de esas parejas de quinceañeros que está siempre pensando en sexo y que no dejan de manosearse y besarse en cada lugar, por inapropiado que fuese.
La relación empezó a enfriarse hará unos tres años, pero lo hizo de una manera tan lenta que no nos dimos cuenta hasta hace unos meses, cuando nos recordamos al inicio de la relación.
Cómo ya he dicho llevo algo más de seis años con él. Nunca había estado tanto tiempo con ningún chico así que no sabía si esta desgana era normal. Pero estaba preocupada así que hablé con mi mejor amiga, Helena, que lleva más de 8 años de noviazgo con un bombero de anchas espaldas con quien hacía una pareja perfecta. Si esta falta de pasión era normal, segura que ella la habría pasado y podría darme una solución.
-Claro que sí, tonta- dijo ella mientras se encendía un cigarro-. Y varias veces, la ultima hará un año, casi. Lo que pasa, nena, es que el sexo se ha convertido en algo rutinario, y lo rutinario, es el sinónimo por excelencia de aburrimiento. ¡Y tienes suerte que hayáis durado tanto! Mi primera crisis fue a los dos años, y María Carmen, i vecina de enfrente, a los seis meses. La mejor solución es sorprenderle con alguna fantasía sexual. O que te sorprenda él, si también está como tú. ¿Sabes lo que hizo María Carmen? Descubrió que a su marido le iba el sexo anal. Pero no dar por culo a su mujer, no, si no a él mismo. Desde entonces María Carmen se folla por detrás a su marido, y desde entonces no han tenido ningún problema. Nuestra primera crisis la solucionamos a base de intercambios de parejas, y nos fue de maravilla, y la segunda… ¿o era la tercera? La solucionamos a base de polvos en las salas de espera en los dentistas.
Así que lo único que tenía que hacer algo que él no se espere, que me comporte cómo una perra. Eso nos pondrá muy cachondos a los dos. La verdad es que sólo de pensar situaciones me ponía muy caliente.
Pero yo nunca me había comportado de ese modo, ya que yo siempre había sido la típica chica buena con cara angelical. No de esas guarras que parecían no haber roto nunca ningún plato para ser luego unas come pollas sin cuidado. Yo realmente era muy inocente.
Al principio intenté sacar ideas de lo más profundo de internet y sus navegantes, buscando cualquier tipo de fantasía sexual que haya deseado alguna pareja y que haya realizado. Encontré autenticas locuras y algunas un tanto flojas, pero aquello era un buen comienzo. En algunas las parejas compartían cama con sus mascotas, en otras se grababan mientras follaban, y en otras, lo hacía en la calle.
Tras varios días rondando ideas y mojando mis bragas de lo cachonda que me ponía decidí llevar a cabo una de esas fantasías que sabía que mi novio siempre había tenido. Sabía que le encantaría que le comiera la polla mientras el conducía. Y a mí sólo de pensar que alguien podría descubrirme mientras se la estaba chupando me ponía súper caliente. En aquel momento me pregunté cómo era que nunca habíamos realizado aquella fantasía.
Ese fin de semana habíamos quedado para comer en casa de mi hermana. Vive en un pueblecito a unos 40 kilómetros de la ciudad, apartado de la civilización y con carreteras con poca o nula circulación. Y ese sería el momento idóneo.
Y eso hice. Me esperé unos minutos hasta que saliésemos de la ciudad para empezar a frotar mi mano contra su paquete, como si estuviese frotando una lámpara mágica. Él me miró entre extrañado y cachondo. Intentó decir algo, pero yo se lo impedí. Se notaba que no sabía por qué lo estaba haciendo pero le gustaba. Ninguno de los dos decía nada, pero los dos lo estábamos deseando. Su pollón creció rápidamente dentro de su pantalón.
Mi novio estaba deseando sentir mi boca en su polla pero yo quería hacerle sufrir un poco. Notaba cómo su polla en su pantalón estaba durísima, a punto de estallar. En su cara podía notar cómo le molestaba aquel gran bulto atrapado en su pantalón. Cuando decidí que ya había sufrido bastante, me decidí a desabrocharle el pantalón. Mi novio ayudó bien gustoso. Estaba cachondísimo. Y yo estaba chorreando mis bragas, así que mi segunda mano libre empezó a descender hasta mi pequeño agujerito y empecé a jugar con él.
El interior del coche comenzó a oler a sexo rápidamente.
¡¡Dios, qué pollón!! Hacía tiempo que no se la notaba tan dura. Y hacía también mucho que no deseaba tanto comérsela. Así que se la empecé a comer como una perra en celo. Se la cogía con fuerza, se la chupaba con dureza, con pasión, mientras le pajeaba rápidamente con una mano. Todo el deseo desaparecido de estos meses estaba apareciendo de golpe, volvíamos a tener seis años menos. Y los gemidos de placer de mi novio demostraban que él estaba encantando igual que a mí.
Mi cabeza subía y bajaba con rapidez. Estaba deseosa de sentir toda su leche en mi boca. Quería comérmelo entero, saborearlo como lo perra que era. Pero me gustaba parar de vez en cuando para ver la cara de placer de mi novio. Y eso me ponía aún más cachonda y volvía a la mamada con aún más ganas. Mi felación la hacía a dos velocidades, prácticamente: la primera, con los labrios totalmente apretados y a una velocidad vertiginosa, que evidenciaba lo mojada que estaba; y una segunda velocidad, mucho más lentamente, dejando un leve descanso a mi cuello, aprovechando el momento de tener aquella polla en mi boca.
Su mano se dirigía a uno de mis pequeños pechos y los tocó y manoseó desesperadamente, pellizcándome los pezones con rabia. Mis bajos reaccionaban mojándose más y más.
Ya notaba cómo mi novio estaba a punto de correrse. Sus gemidos inundaban todo el coche, su polla estaba a punto de reventar y me preparé a saborear toda su leche. Su mano se colocó en mi cabeza, impidiéndome separarme de aquel gran mástil, aquel manjar que tenía en la boca.
-¿Pero tú crees que yo quiero desaprovechar tu leche?- pensé yo mientras seguía recorriendo mi lengua por su tronco-. ¡Quiero tu leche y la quiero ya!
¡Dios, que corrida! Creo que nunca se me olvidará el grito de placer que soltó mi novio mientras lo hacía. Parecía que estaban matando a un animal. Se hacía evidente que hacía mucho tiempo que no le daba placer. Se corrió tan abundantemente que me fue imposible tragarlo todo, y parte del semen se me cayó por la comisura de los labios, aunque luego acabé de limpiar bien aquella polla. Hacía tiempo que no lo pasábamos tan bien. Esto de ser un poco puta está muy bien. Le he cogido el gustillo a ser una perra.
Evidentemente, aquella experiencia no solucionó nuestra crisis de pareja, pero fue el inicio para arreglarla.