Recuerdos...xv
La verga de Juan Ramón la fue clavando dentro mío, gemí de placer, levanté un poco mi cuerpo y bajé de nuevo, clavándola de nuevo dentro, incliné mi cuerpo sobre el suyo dándole mi boca y ofreciéndole mi culo a Santiago, que se estaba masturbando,
RECUERDOS...XV
Noté un ligero movimiento delante mío, abrí los ojos y vi la espalda del joven empleado, que miraba su destrozado slip mientras sonreía, le pasé la mano por la espalda acariciándolo, se giró y dejó en voz baja ¡Buenos días! Yo respondí de igual modo ¡Buenos días! Ne acerqué a su cara y lo besé, al tiempo que susurraba: ¡Siento lo del slip, pero no pude resistirme a destrozarlo! En ése momento se levantó, cogió su ropa y comentó: ¡Me voy a duchar y preparar el desayuno del Sr. Conde y los jóvenes! Salí de la cama y recogiendo mi ropa lo seguí, fuimos a otra parte de la mansión, era su habitación, amplia no tan recargada, más sencilla, pero de buen gusto.
Se quitó el roto slip y dejando la ropa sobre la cama, entró en el baño, también dejé la mía y fui tras él, ya estaba dentro de la ducha, aparté la cortina y me colé dentro, me junté a su cuerpo y nos abrazamos, besándonos con ganas, mi boca fue deslizándose sobre su cuerpo y metí su verga que ya tomaba forma, chupé con fuerza, pero él intentaba apartar mis labios, diciendo: ¡Me vienen ganas de mear! Yo no le hice caso y seguí chupando, noté sus gemidos cuando comenzó a soltar su orina, saqué la verga de mi boca mojándome toda la cara con su caliente líquido, cayéndome de la comisura de los labios deslizándose sobre mi cuerpo, mientras yo soltaba mi orina sobre el suelo de la ducha, me incorporé mirándolo a la cara, sonriéndole y me volvió a besar diciendo: ¡Eres un viciosillo! Yo le dije: ¡Mi nombre es Jorge! Él respondió: ¡Yo me llamo Alfonso! Terminamos de ducharnos y nos vestimos.
Fuimos a la cocina, puso una cafetera y una ollita con leche en el fuego, nos sentamos mirándonos, iba a repetir lo del slip, pero él se adelantó comentando: ¡Me sorprendió la rotura del slip, pero fue genial, me pusiste a mil, fue muy erótico y morboso! ¡Me encantó! Se levantó y puso dos tazones de café con leche, acercando unos bollos, sentándose de nuevo continuó: ¡Lo que más lamento que tendré que buscar otro trabajo, seguro que el Sr. Conde no querrá tenerme por aquí! Una voz a nuestras espaldas respondió: ¡Nadie se va si no es despedido y no tengo intención de hacerlo! Era el Sr. Conde que se acercó a la mesa y nos besó a los dos, soltando: ¡Buenos días! Nosotros al unísono respondimos: ¡Buenos días Sr. Conde!
Él chasqueó la lengua soltando: ¡Sr. Conde, Sr. Conde! ¡Estoy harto de tanto título, soy Amadeo, menos en público, que me llamas Señor! ¿De acuerdo Alfonso? Asintió mientras decía: ¡Señor ahora le llevó el desayuno al comedor! Amadeo respondió: ¡Aquí se está muy bien y en compañía muy agradable! Colocó un tazón delante de él y puso en la mesa un surtido de mermeladas y mantequilla, junto a los bollos. Amadeo mirándome preguntó: ¿Te contaron mis hijos lo de las violaciones en el internado? ¡No! Respondí rápidamente, lo fui intuyendo sólo me contaron que habían estado internos en un colegio de jesuitas, hasta hace poco tiempo, pero yo sé lo que ocurre en esos internados y ahora recibían clases aquí, noté lo unidos que estaban y se apoyaban uno al otro, les presenté a unos chicos como ellos, que yo también había enseñado y se hicieron amigos, les ayudaron a mejorar en todo, creí conveniente que tuvieran amigos y parecían más contentos que el primer día que vinieron.
Amadeo hizo un gesto de cabeza, entonces le pregunté: ¿Cómo supo del local? Carraspeó y soltó, en una recepción, me acerqué a un grupo de personas y un Comandante estaba contando las maravillas, que habían hecho con sus hijos, al rato le pregunté dónde y me dio la dirección, avisándome de la inauguración y por eso vinimos. Y realmente lo lograste, con ellos y conmigo, me hiciste abrirme más a ellos y a los demás, dijo esto mirando a Alfonso, que se sonrojó.
Oímos ruido y entraron los hijos como una tromba, riendo y empujándose, se acercaron a su padre, dándole un beso en la mejilla, cada uno, mientras decían: ¡Buenos días papá y a vosotros también! Alfonso les puso delante unos tazones con leche y cacao, con más bollos, el desayuno fue placentero, nosotros mirábamos a los dos jóvenes bromear, mientras comían, no se habló de nada de la noche pasada. Al terminar, nos invitó a subir de nuevo al cuarto, mientras él se vestía, fuimos todos, se puso ropa muy informal y dijo, que daríamos una vuelta con el coche por la finca. Cuando estábamos subiendo al vehículo, vimos llegar al resto del personal del Sr. Conde, venían de misa, bajó la ventanilla, le preguntó a la cocinera si tenía alguna cosa preparada para comer, no oímos la respuesta y les dijo que tenían toda la tarde libre.
Nos fue mostrando parte de la finca, hacía muy buen día, paró el coche cerca de un bosquecillo, comencé a sospechar de sus intenciones, Amadeo se acercó a Alfonso, que iba a su lado y comenzó a besarlo, mientras desabrochaba la cremallera del pantalón de éste, sacándole la verga al exterior, Amadeo agachó su cuerpo y comenzó a chuparla, mientras abría los botones de la camisa de Alfonso, acariciándole el pecho y abdomen, los gemidos del joven empleado eran muy sensuales, también el sonido de la mamada. Santiago, me giró la cara besándome en la boca, buscando mi lengua, mientras su hermano Juan Ramón, me desabrochaba el pantalón, haciéndomelo deslizar del culo, dejándolos en mis tobillos, agachó su cuerpo y comenzó a lamerme la verga metiéndola después dentro de su boca degustándola y con su lengua la rodeaba, como si fuera un helado, fui abriendo la camisa del mayor mientras nos besábamos con placer, él fue haciendo lo mismo, apartándola dejando mi cuerpo a la vista, fue bajando chupándome los pezones, mientras acariciaba todo mi pecho y abdomen, al llegar cerca de la cabeza de su hermano, cambiaron y la boca ardiente de Santiago me devoraba la verga con ansia, mientras yo devoraba la boca de Juan Ramón, abriéndole su camisa, acariciándole.
Fui deslizando el pantalón a Juan Ramón, que se los quitó y tirando de él, le obligué a ponerse de rodillas sobre el asiento, agaché mi boca alcanzando su bonita verga, al ponerla dentro de mi boca, el joven soltó un suspiro, mi mano lo iba acariciando el cuerpo, que ya tomaba buena forma debido a la natación, no tenía grasa, pero era muy sensual, allí donde lo tocaba, gemía de placer, le fui acariciando los genitales, pasando mis dedos frotando la entrada rosada de su ano, mientras movía su culo ansioso, yo seguía chupándole la verga, mi otra mano acompasaba el ritmo de la cabeza de su hermano, mientras me seguía chupando, los huevos y la verga.
Mi mano se metió dentro del pantalón de Santiago, buscándole su ano, él se los fue bajando sacándoselos y quedando desnudo como su hermano, lo hice ponerse de rodillas a mi otro lado, encima del asiento y fui disfrutando de las dos vergas, las iba alternando, chupándolas con sumo placer, al poco rato las fui metiendo las dos de golpe dentro de mi boca, las sacaba y seguía alternándolas, puse una encima de la otra y mi lengua las fue lamiendo desde la base a la punta, mis dedos entraban dentro de ambos culos dándoles placer.
Santiago acercó su boca a la mía y se unió a mí chupando la verga del menor, ahora entraba en mi boca y al momento en la de su hermano, mientras yo iba chupando aceleró el ritmo y comenzó a soltar su semen dentro de mi boca, me lo iba tragando, pero Santiago, metió su lengua, quería tomar leche fresca, recién ordeñada, limpiamos la verga del joven, besándonos después, degustando el sabor de la corrida. Santiago se colocó de pie en el asiento, con las piernas separadas mi cuerpo en medio, su cuerpo un poco agachado, para no tocarse con el techo del coche, me clavó su verga dentro de la boca, llegándome hasta la campanilla, su hermano pequeño se colocó entre mis piernas y se tragó de golpe la mía, llegándose a atragantar y fui chupando, mientas engullían la mía, los dedos del menor entraban y salían del culo goloso del mayor, mientras sus manos separaban las nalgas, los dos fueron acelerando el ritmo, logrando que yo soltara mi esperma dentro de la boca de Juan Ramón, al tiempo que los gemidos de Santiago al soltar el suyo dentro de mi boca, continuamos chupando dejando limpias las vergas, nos sentamos agotados y miramos por encima de los asientos delanteros.
Allí se encontraban Amadeo y Alfonso, haciéndose un 69, chupándose lentamente las vergas, habían puesto la ropa entre los asientos, para estar más cómodos, los dedos de ambos entraban dentro del culo del oponente, follándose al tiempo de seguir chupando sus vergas, entonces los dos hermanos corearon: ¡Venga Alfonso, reviéntale la boca y pártele el culo en dos, con tú follada! Entonces yo dije: ¡Amadeo perfora bien su boca y taladra bien ése culo, que te pide guerra! Sin darse cuenta fueron acelerando el ritmo soltando su esperma dentro de la boca del otro, tragándose todo el semen del contrario, mientras lo saboreaban, siguieron limpiándose las vergas, al rato se sentaron y se unieron en un prolongado beso pasándose el sabor de sus corridas. Los de detrás soltamos: ¡Biennn! Aplaudiendo y Amadeo se giró soltando: ¡Pequeños cabroncetes, nos habéis puesto a cien! Nos fuimos vistiendo y una vez todo en orden fuimos a tomar algo en una terraza de la Capital.
Estábamos tomando unos aperitivos y se acercaron a nuestra mesa, el Comandante, con sus hijos Bruno y Tomás, además iba Javián y Juanjo, juntamos otra mesa uniéndose al grupo, casi al mismo tiempo pasaron por delante Ricardo y Martín, que también se añadieron a nosotros. Ricardo se colocó entre Amadeo y yo, Martín a mi otro lado, los jóvenes se pusieron juntos y Esteban, mi Comandante entre Amadeo y Alfonso, estuvimos charlando de todo un poco, pero en un momento Ricardo, acercó sus labios a mis oídos, diciéndome: ¡Gracias por tu castigo, me siento mejor cada día más y aprendo a quererlo como él a mí! Entonces el Sr. Conde preguntó: ¿Te castigó, cómo puede ser eso? ¡Tú eres más fuerte que él! Ricardo y Martín, soltaron una carcajada, mientras el primero decía: ¡Éste cabrón me agarró por la verga y los huevos mientras, que con dos dedos en mi cuello me dejó inconsciente, sin respiración! Y pasó a relatar el episodio del capítulo IV de esta serie, al terminar la historia todos me miraban, Amadeo dijo: ¡Y parecía un angelito cuando lo conocí! Ricardo añadió: ¡De verdad es un ángel! ¡Pero a veces parece que es un ángel bajado del cielo a patadas, para soltarnos una a nosotros!
Cuando los presenté, Amadeo, les dijo, que no lo llamaran por su título, si no por su nombre, les presenté a los amigos de sus hijos, repetimos otra ronda de bebidas y tapeo, estuvimos casi una hora y media, luego no fuimos separando, cogimos el coche, ya que Amadeo, no quería que me quedara, tenía que hablar conmigo y volvimos a la gran mansión, estaba desierta y nos dirigimos a la cocina, Alfonso puso la mesa para todos y las bebidas, Amadeo busco en una alacena, sacando una bandeja cubierta, al levantar la tapa vimos un pastel de puré de patatas y carne dentro, con forma de un tronco, lo iba a poner en la mesa, pero se lo impedí, les dije que tardaría poco. Cogí la batidora , con su vaso, aceite, sal, un ajo y un huevo, lo pase por la batidora, haciendo una mayonesa con ajo, lo puse por encima del tronco de puré, lo horneé un rato y coloqué trozos de aceitunas negras encima, mientras Alfonso había preparado una ensalada de lechuga, tomate, cebolletas, pimiento rojo y verde con olivas rellenas de anchoas, El tronco tenía muy buena pinta, lo fui sirviendo y les encantó a todos, no dejaron nada, me felicitaron, luego tomamos fruta de postre, café y una copa de coñac, los mayores a los chavales les puso un licor de avellanas.
Alfonso rellenó de nuevo nuestras copas, Amadeo se la terminó de un solo trago, se sintió un poco mareado y se tumbó en el sofá del salón, me senté cerca de él y le pregunté: ¿Que te atormenta tanto? Él contestó entre susurros: ¡El daño que me causaron de joven, lo he repetido con mis hijos y no quiero que sufran como yo! Me coloqué detrás de su apoyada cabeza y le fui dando unos masajes en las sienes, mientras le pedía que cerrara los ojos, se relajara y solo escuchara mi voz, a los demás les pedí silencio, mis manos bajaron de las sienes al cuello, acariciándolo, subí sobre los ojos y las cejas suavemente, volviendo a las sienes, le hablaba casi al oído pidiéndole: ¿Cuéntame tus malos recuerdos, las pesadillas que tienes? ¡Relájate y cuéntamelo todo! Comenzó con un murmullo:
Me encuentro en el pajar de la granja, tumbado sobre el heno recién cortado, su olor es delicioso, igual que las caricias que nos damos Tonino y yo mientras nos besábamos, los dos tenemos 13 años y él es peón en la granja, junto a su padre, siempre lo tenía en mi mente y un día ocurrió, desde entonces, nos encontrábamos en algún sitio, pero el heno era el mejor, teníamos las camisas abiertas y acariciábamos nuestros cuerpos, mis manos bajaron a su tosco pantalón y abriéndoselos agarré su gruesa verga acariciándola lentamente, haciéndole gemir de placer, él hizo lo mismo abriendo los míos y apretando fuertemente mi verga ¡Que gozo notar su mano agarrándome la verga y acariciándola! Y de pronto unas voces atronadoras: ¡Bastardo aparta tus manos del señor! Enfrente estaban mi abuelo, el Conde y mi padre, mirándonos con muy mala cara, mi padre cerró la puerta del establo, entre los dos cogieron a Tonino y con una cuerda le ataron las muñecas, colgándolo de un gancho, le rasgaron la camisa y los pantalones, dejándolo totalmente desnudo, sus pies no tocaban el suelo, mi padre acercó una mecedora destartalada y atándole una cuerda a cada tobillo , las sujetaron a cada lateral del respaldo de la mecedora, quedando su cuerpo suspendido inclinado sobre el aire.
Mi padre desgarró mi ropa en su totalidad, obligándome a ponerme de rodillas sobre el asiento de la mecedora, me puso los brazos a lo largo del respaldo y las ató a la misma, dejando mi cabeza apoyada sobre el respaldo, ató mis tobillos cerca del asiento, dejándome las piernas separadas y mi culo todo al aire y bien abierto, entonces mi abuelo colocándose delante de Tonino, cogió la verga del joven y después de manosearlo un rato se la metió en la boca chupándola con fuerza, logrando que se endureciera, mientras sus huesudos dedos perforaban el virginal culo del peón, forzándolo con saña, al mismo tiempo mi padre, colocándose delante de mí se abrió el pantalón y metió su verga dentro de mi boca, agarrándose en la mecedora me penetraba con su verga hasta el fondo, ahogándome, cuando se le puso dura se colocó detrás mío y me penetró de un solo golpe, causándome mucho dolor, diciendo: ¡Esto es lo que querías, es todo tuyo! Y siguió penetrándome sin parar, las lágrimas me corrían por las mejillas, por mí y Tonino, que se quejaba del dolor y sollozaba quedamente.
Mi abuelo lo descolgó y lo puso frente a mí, pasando sus manos atadas por detrás de mi nuca, quedando nuestras caras unidas, su cuerpo encorvado, le separó las piernas y abriéndole bien el culo le clavó el extremo de un bastón, para guiar al ganado muy grueso, lo sacaba y metía de nuevo, vi sangre en las piernas de Tonino y en el suelo también, antes de perder el conocimiento el peón mirándome a la cara dijo: ¡Te quiero mucho, no lo olvides nunca, Amadeo! Entonces se desvaneció quedando colgado de mi nuca y el respaldo de la mecedora, mientras mi padre, que había derramado su semen en mi espalda, había cogido una paleta de lavar ropa y me azotó las nalgas con furia, mientras soltaba: ¡Putita, no eres más que una putita! Y continuó azotándome el trasero, también me desmayé de dolor.
Al despertar, en mi cama, me dolía todo el cuerpo, las criadas no se atrevían a mirarme y menos responder mis preguntas, al cabo de unos días oí una conversación entre dos criadas y supe lo ocurrido, habían acusado a Tonino de abusar de mi repetidamente, el abuelo que lo había pillado le dio una paliza, despidiendo después al padre y al hijo, quedé desolado, estuve mucho tiempo sin hablar a ninguno de los dos causantes de mi dolor, pero mi padre dos o tres veces por semana, me ponía desnudo arrodillado en una silla de mi cuarto y poniéndome un pañuelo en la boca, me castigaba con la paleta de lavar, para que no olvidara el motivo del castigo. No he podido encontrar a Tonino. Sigo pensando en ése día.
Se quedó callado, mientras yo secaba las lágrimas de sus mejillas, miré a los hijos de Amadeo y lloraban en silencio, secándose sus propias lágrimas, Alfonso tenía los ojos enrojecidos y acuosos. Pasé unas copas más para todos, mientras pensaba la manera de ayudarlo, liberarlo de sus pesadillas, me acerqué a Alfonso y le dije, si le importaba hacer de Tonino, contestó que no le importaba, si le hacía mejorar, les advertí que no debían hablar, al terminar las copas, subimos al cuarto de Amadeo, la paleta de madera estaba cerca de la mesita de noche, cogí del armario unas corbatas, las dejé en la cama y fui desnudando a Amadeo, que estaba como un poco ido, se dejaba hacer, mientras Santiago y Juan Ramón desnudaron a Alfonso, con una de las corbatas ataron sus muñecas, cogiendo a Amadeo lo coloqué de rodillas sobre el asiento de la silla, atando sus muñecas a lo largo del respaldo, estaba sollozando.
Coloqué delante de la silla a Alfonso dándole la espalda a Amadeo y sus brazos hacía arriba, simulando estar colgado, Santiago enfrente de Alfonso y detrás de Amadeo, su hijo menor Juan Ramón, yo me puse al lado de la silla, con un pañuelo en la mano y la paleta en la otra, le mostré ambas cosas a Amadeo diciéndole: ¡Si gritas te pondré el pañuelo! Acercándome a sus caderas me incliné y le solté una palmada fuerte en las nalgas, con mis manos, pero dio un gritito, me puse a su lado y metí el pañuelo entre sus dientes mientras le decía: ¡Ahora te dolerá mucho más!
Me acerqué a Santiago y lo desnudé, mientras lo hacía, les conté lo que pretendía, los dos asintieron, Juan Ramón ya se había desnudado, al dar las palmadas en el culo de su padre y tenía la paleta en la mano, me la pasó de nuevo, en ése instante Santiago separo las piernas de Alfonso, echando el culo de éste un poco hacía atrás, muy cerca de la cara de Amadeo, mientras se agachaba y comenzaba a chupar la verga de Alfonso y una de sus manos acariciaban el agujero del empleado, Amadeo gemía, le mostré de nuevo la paleta y le quité el pañuelo, diciéndole: ¡No debes gritar, es una orden!, volví a sus caderas y le golpeé de nuevo con las palmas de mi mano, esta vez no gritó, la recompensa fue que el culo de Alfonso, quedó a la altura de su boca, sacando su lengua fue chupándolo con ansia, mientras su hijo menor comenzó a lamer el culo de Amadeo, separándole las nalgas, que no estaban dañadas.
Giré el cuerpo de Alfonso, pasando sus brazos atados con la corbata por la nuca de Amadeo, dejando su cuerpo agachado y las piernas separadas, las caras de ambos una frente a la otra, Alfonso soltó: ¡Te quiero mucho, no lo olvides, Amadeo! Y en ése momento fue penetrado por Santiago, que agarrándose a las caderas del joven embestía su verga dentro con fuerza, mientras la verga de Alfonso endurecida bamboleaba entre sus piernas, sacó su lengua tendiéndola hacía la boca de Amadeo, que tendió la suya en busca del suave sabor del joven, entonces el menor de los hijos clavó su verga dentro del culo de Amadeo, mientras palmeaba sus nalgas con suavidad y se las separaba con cada nueva embestida, ahora mientras eran penetrados por los chavales, ellos degustaban sus bocas con mucho ardor, yo me fui desnudando.
Solté las corbatas que lo ataban a la silla, también la de Alfonso, dejando sus manos libres, fui desplazando los cuerpos de Santiago y Alfonso hacía delante, mientras lo seguían perforando, ahora la verga de Alfonso, estaba en la boca de Amadeo, los brazos y manos de Alfonso acariciaban la espalda de éste, separándole las nalgas y soltándole alguna que otra nalgada, ambos gemían, a una señal mía los chavales salieron de los sendos culos y se apartaron, Alfonso se acercó a Amadeo y lo hizo bajar de la silla, le dio la vuelta y dándole un leve empujón lo sentó en la silla de nuevo, le colocó las piernas en cada apoyabrazos, dejándole el culo bien abierto y se clavó en él, Amadeo gimió de placer y Alfonso mirándole a la cara comenzó la penetración continuada, ahora los dos se miraban fijamente, Alfonso acercó su boca a su jefe, besándole, éste respondió, mientras su mano se iba masturbando.
Cogí la mano de los hermanos y los llevé al sillón, que estaba al lado de la silla, así ellos nos veían y nosotros a ellos, puse a Juan Ramón sentado en el sofá y poniendo mis rodillas a cada lado de sus caderas fui bajando mi culo mientras su hermano agarrando la verga de Juan Ramón la fue clavando dentro mío, gemí de placer, levanté un poco mi cuerpo y bajé de nuevo, clavándola de nuevo dentro, incliné mi cuerpo sobre el suyo dándole mi boca y ofreciéndole mi culo a Santiago, que se estaba masturbando, agarró su verga y acercándose por detrás la fue metiendo dentro mío, solté un gemido de dolor, pero al rato moví el trasero y continuó perforándome, una vez toda dentro se agarró a mis hombros y comenzaron las embestidas de ambos hermanos, ahora gemíamos los tres, cada vez aceleraban más el ritmo de la follada y casi al mismo tiempo soltaron su semen dentro de mi culo, mientras jadeaban.
Oímos jadeos en la silla y se estaban corriendo, Alfonso había sacado su verga del culo y soltaba su semen sobre el cuerpo de Amadeo y éste al mismo tiempo, soltó el suyo mojándose en su totalidad, ahora se estaban besando ardorosamente, frotando sus cuerpos mezclando el semen de ambos.
Por mi parte coloqué a Juan Ramón de rodillas en el suelo apoyando su cuerpo sobre el sillón Santiago con las piernas separadas y apoyando su cuerpo sobre la espalda de su hermano, me agaché y clavé mi verga en el culo del menor, perforándole repetidamente, al rato la saqué y me clavé en Santiago, me agarré a sus caderas y fui embistiéndole continuadamente, fui alternando ambos culos, ya estaba casi a punto y cuando llegó el momento saqué la verga y solté todo mi semen entre ambos culos paseando mi verga entre ellos que palpitaban golosos, mi lengua fue saciando el ardor al tiempo que sorbía mi propio semen y les lamía con deleite sus agujeros violados.
Miramos a la silla y Alfonso estaba chupando todo el semen derramado sobre Amadeo por ambos, dándose un respiro de vez en cuando se besaban y volvía a lamer el cuerpo de su jefe, yo pasé mis dedos por mi trasero sacando parte del semen de los dos hermanos y se lo hice lamer, luego se alternaron chupándome el culo, limpiándolo totalmente. Cogimos nuestra ropa y nos vestimos, bajando los tres al salón, nos pusimos unas copas y mientras charlábamos, entró su padre con Alfonso, totalmente vestidos, se tomaron unas copas. Mirando a Amadeo le pregunté: ¿Cómo te encuentras? A lo que él respondió: ¡Fantástico, me encuentro perfectamente! ¿Tenía que encontrarme mal? Yo susurré: ¡No sé, tal vez, bebiste bastante!
Amadeo añadió: ¡Alfonso pasara a ocupar la habitación contigua a la mía y a partir de ahora será mi secretario particular! Miré al joven, que estaba tan sorprendido como nosotros, éste dijo: ¿Señor cree que esto es lo correcto? ¿Qué pensará el resto del personal? Amadeo soltando una risotada soltó: ¡Que piensen lo que quieran y al que no le guste, la puerta está abierta! Miré la hora, diciendo: ¡La compañía es muy, pero que muy grata, pero tengo que volver a la Ciudad! ¿Quién me llevará? Alfonso se adelantó diciendo: ¡Te puedo llevar en mi moto! ¿Si Amadeo no se opone? Éste asintió, se acercó a mí abrazándome pegando sus labios a mi oído de dijo: ¡Sé que no era Tonino, pero le tengo mucho cariño! Tal vez con el tiempo... Yo le susurré: ¡El primer amor no se olvida fácilmente, pero el tiempo y la paciencia lo cura todo! Y añadió: ¡Gracias por intentarlo, igual ha funcionado! Me despedí de todos y nos fuimos.
La moto era una Bultaco, nos subimos y salimos en dirección a La Coruña, mis manos agarraban su cintura, él no quería correr demasiado e íbamos hablando, yo pegado a su espalda, le pregunté: ¿Lo quieres? Su respuesta fue: ¡No sé si lo quiero, pero estoy a gusto con él, me gusta su manera de ser! Yo añadí: ¡Si crees que no lo vas a querer, mejor hablarlo claramente, antes de haceros daño mutuamente! ¡Él siente algo por ti, pero no sabe lo que es, tendrás que ir con cuidado, si aceptas la relación! ¡Sé siempre honesto con él! Mis manos habían resbalado, quedándose encima de su prominente paquete, mientras lo iba apretando ligeramente, ahora los dos estábamos mudos, llegamos y me dejó frente a mi casa, bajé y él hizo lo mismo, abrí la puerta y entró detrás mío, cerrando la puerta me giró y me besó con mucho ardor.
Abrí las luces y me fue desnudando, mientras yo hacía lo mismo, al quedarnos totalmente desnudos me tendió sobre el sofá y se puso encima mío, besándonos y acariciando nuestros cuerpos, las dos vergas estaban ya endurecidas, lo hice subirse cerca de mi cara y degusté su verga, dándole una enorme chupada, como para absorberlo totalmente, mi cabeza subís y bajaba sin cesar, giró su cuerpo y se metió mi verga dentro de su boca, chupándola con frenesí, seguí acariciando su verga y mi boca fue buscando su lindo orificio, mi lengua hizo su trabajo abriéndolo, ya lo tenía palpitando le di la vuelta colocándolo debajo mío y levantando una de sus piernas me clavé dentro de él, suspiró de placer, comencé a follarlo con ganas sus gemidos eran profundos y verdaderamente me excitaban más fui apretándome más dentro de él y no pude resistir soltando mi corrida en su interior su esfínter así me lo había dicho, mientras él se corría sobre todo su cuerpo, al terminar, me agaché y chupé su anos palpitante, tragando todo el semen que iba sacando, a continuación fui bebiendo todo su semen y terminamos besándonos.
Después de un buen rato de disfrutar nos separamos, se vistió pero antes de irse le anoté el teléfono, por si necesitaba él o Amadeo hablar conmigo, entonces se marchó, ya había pasado una hora, estaba viendo la tele y sonó el teléfono, era Amadeo y dijo: ¡Gracias por tu amistad, por ser como eres, Alfonso me ha contado sus dudas y también que habéis tenido sexo! Yo iba a replicar, pero continuó: ¡No lo quiero en exclusiva para mí, pero eso me ha demostrado que siente algo por mí, al no mentirme! ¡Gracias de nuevo, cuando termines el Servicio Militar te echaremos de menos un montón! Yo acerté: ¡Aún falta un poco, para irme, ya nos veremos de nuevo, tal vez en El Club! Él añadió: ¡Seguramente...!