Recuerdos & Sed -Cuarta entrega-

No era superficial, como muchas otras, no; ésta era aún más importante, aún más peligrosa. Era una herida en el corazón que le mantenía viva, pero agonizante. (...) El oxígeno se había convertido en su principal enemigo, en veneno; veneno letal para su alma.

Nota: labrys28,Ingrid,Peke,Lililunita y

aurora la diosa ; gracias por leerme, valorar y comentar :) Espero que esta entrega sea de su agrado. Pdta: Ingrid , feliz 19<3

Parte VII

Recorría un camino pedregoso con rapidez, destrozando todo aquello que se le interponía. Iba, venía, volvía a irse y regresaba una vez más, como buscando algo, revoloteando cada rincón de aquel bosque espeso, olfateando de manera feroz y mostrando los dientes cada cuando alguien más, de su manada, intentaba acercarse a ella para conocer el motivo de su desesperación.

Estaba inmersa; se encontraba perdida entre sus más profundos recuerdos y el dolor causado por éstos mismos, que le hacían soltar aullidos de vez en cuando, porque a pesar del tiempo se le había hecho imposible sanar esa herida.

No era superficial, como muchas otras, no; ésta era aún más importante, aún más peligrosa. Era una herida en el corazón que le mantenía viva, pero agonizante.

Pensar en aquel ser aún le hacía daño, lo sabía, pero no podía controlarlo. Aquel lugar, en ese punto exacto, la sentía; guardaba su aroma floral, mezclado con hierro. No podía mentirse, se había cansado de hacerlo; estaba cansada de repetirse cientos, una y mil veces seguidas que aquello era simplemente improbable, absurdo; completamente inverosímil. Ella tenía que estar allí, cerca, muy cerca de allí; tal vez.

–Necesito que respires, que te calmes–le dijo Lycaon, con serenidad– pronto amanecerá y no podemos quedarnos tan cerca de la ciudad, es peligroso

Pero toda palabra era dicha al aire, sin llegar hacia sus agudos oídos. Sentía el roce del viento darle en la cara, agitándole el pelaje de manera salvaje, espontánea. Se sumergió sutilmente en las aguas cristalinas del río y gritó. Gritó con fuerza, sin darle importancia alguna al agua que empezaba a inundar su garganta y llegaba hacia su estómago. Necesitaba irse lejos, muy lejos, pero quería quedarse allí, a pesar de la tristeza que empezaba a embargarla y el aroma peculiar que no dejaba de hacerse presente cada vez que respiraba, cada cuando necesitaba sentirse viva. El oxígeno se había convertido en su principal enemigo, en veneno; veneno letal para su alma.

–Estás alertando a toda la manada, ¿qué intentas conseguir con todo esto? –Aulló Lycaon, sin tener idea alguna de lo que estaba sucediendo, de lo que sentía en aquel preciso instante

–Sólo vete, ¡váyanse todos! –Dijo, sin despegar la frente del agua –No quiero que estén aquí; no quiero que me vean así…

Lycaon se sacudió, dio media vuelta y se alejó, iniciando camino rumbo a la montaña junto al resto de lobos que le seguían el paso sin objetar nada.

–Necesito estar sola… –Susurró para sí, dejándose caer sobre el pasto verdoso que estaba bajo sus patas – quizás con ella…

Respiró hondo y se sintió aturdida. Nuevamente ese aroma en el aire, nuevamente el dolor en el pecho, nuevamente el recuerdo. Con la cabeza de lado, observando el cielo cada vez más claro, sintiendo el viento agitar las gráciles hojas de los árboles y el sentimiento de culpa que empezaba a envolverla, pensó en cómo habría sido su vida si se hubiese desprendido antes de su amo.

–Quizás… habríamos sido felices… –Balbuceó débilmente, mientras una diminuta lágrima caía y se perdía entre su abundante pelo rojizo– quizás… todo habría sido distinto y… esta guerra jamás hubiese empezado… –dijo, incorporándose – ¿y si la busco?, ¿y si está aquí? –continuó, inhalando ferozmente en busca del aroma, mientras sonreía – Sí, ¡está aquí!

Corrió hacia la ciudad, sorteando árboles y enredándose entre la maleza, guiada por una fragancia exquisita que le era imposible olvidar. No medía las posibles consecuencias de aquel arriesgado plan, aunque ya poco le importaba.

Llegó hasta el final de la colina y divisó una enorme casa blanca mientras agudizaba los oídos.

–Está allí… –susurró– y está con ella…

Parte VIII

El sol aún no terminaba de ocultarse cuando Moriel despertó, encontrándose con la mejor de las sorpresas.

–¿Cómo estás, princesa? –Preguntó María con una amplia sonrisa, mostrando sus dientes color marfil

Se acurrucó tímidamente junto a su compañera, devolviéndole la sonrisa y sintiendo una oleada de mariposas salvajes que revoloteaban en su estómago e intentaban salir de ella desesperadas, lo más pronto posible, fuese por el lugar que fuese.

–¿Estás bien, mi amor? –Preguntó preocupada– ¿te hice daño, estás cansada?

–Nou…

–Y, ¿entonces…?

–S-se… se siente bien –Respondió, con el rostro completamente rojo de vergüenza

–¿Qué se siente bien?

–Eso, que… que me digas mi amor –Susurró

–Aaw, pequeña… –Soltó María, mientras intentaba sacar a Moriel de su escondite, quien acababa de escabullirse bajo las sábanas– tienes complejo de tortuguita, mi amor. Y, sí, te lo pienso repetir eternamente: ¡mi amor, mi amor, mi amor, mi amor! –Dijo, abrazando al bultito en el que ésta se había convertido

Ambas rieron, entrelazando sus manos y dedicándose miradas cómplices entre pequeños y fugaces besos que duraron el resto de la tarde y gran parte de la noche. Se acomodaron observando el techo blanco, unas horas después, mientras Moriel usaba su magia para “preparar” la cena – si es que queremos llamarlo así, claro está –.

–Uhú, vaya, pero si cocinas muy bien –Se burló María

–Ja-já, pero mira cuánta risa me da

–Sé que soy una comediante innata

–Si tú lo dices…

–Jajaja, vamos, no te pongas así, eh

–¿Así cómo?

–¿Lo ves?

–¿Que vea cómo?

–Nada, nada; olvídalo

–Bueno… –Soltó Moriel, aún confusa.– ¿Regresaremos a casa? –Preguntó tras un breve silencio, de manera repentina, repasando cada sílaba que salía de su boca

–¿Quieres regresar?

–Este es un buen momento…

–Aún debemos terminar la misión, tú sabes que no…

–¿Quieres continuar con esto?

–Debo hacerlo

–Tan sólo mira cómo te dejó…

–Me atacó en casa, estaba indefensa, ¿qué querías que hiciera?

–Que jamás encontraras ese maldito aparato. Eso quería, ¡eso me habría gustado!

–Pero lo encontré y no me queda de otra que…

–Sí, sí te queda de otra. Puedes elegir entre tu venganza y nuestro…

–¡Era mi hermano, Moriel!

–¡Era mi mejor amigo y tú sabes mejor que nadie lo que estaba a punto de suceder!

Un silencio sepulcral inundó la habitación por completo.

–Sí…–Susurró María, mientras giraba y quedaba contra la pared, dándole la espalda a Moriel– te ibas a casar con él; ¡con él y no conmigo! –Reprochó mientras una diminuta lágrima iniciaba su recorrido hasta perderse en su cuello

–María… –Se aferró a ella con todas sus fuerzas, mientras le oía llorar de manera desconsolada y sentía cómo se le partía el corazón– Lo siento… lamento mucho haberte dicho eso…

–N-no, no tiene caso –Respondió entre sollozos– Aleve realmente te quería…

–¿Por qué lo dices?

–Te quiso desde siempre, desde que éramos niños

–Él nunca me dijo nada…

–Aleve sabía que tú me gustabas, es por eso que no se acercó

–Pero cuando decidiste escapar con Loren…  –Balbuceó Moriel, sintiendo un dolor punzante en el pecho– ese mismo día me dijo lo que sentía, ¿cierto?

–Y se encargó de cuidarte en mi ausencia

–Habría preferido que me cuidaras tú…

Nuevamente el silencio se hizo presente.

–Pero no podías… –continuó Moriel– huiste con ella a pesar de que era…

–No, no lo digas… por favor… –Dijo, girando y observando las lágrimas que recorrían las mejillas de la Hechicera– lamento haber sido tan torpe; sólo quería aventura y…

–Y ella te ofreció lo que querías…

–Piensa que ahora estoy contigo, y que no pienso separarme de ti por nada del mundo. Hoy me ha quedado claro que no he podido olvidarte, que tú tampoco has podido hacerlo en todo este tiempo.

–¿Qué haremos cuando el consejo se entere?

–Me da igual lo que piense un grupo de ancianos. Si son sabios, respetarán las decisiones que tomemos y evitarán juzgarnos

–¿Y si no?

–Tendrán que aguantarse, pues no pienso darles el gusto. Ni crean que…

–¿Me besas?

Touché –Pensó. Sonrió y, acercándose a ella, depositó sobre sus labios un beso de aquellos que no sólo te roban el aire y el alma, sino de esos tentadores que suelen robarnos el corazón– Aún no sé qué haría sin ti –Dijo, mientras se alejaba lentamente

–Ni yo sin ti, mi… mi amor…

Ambas sonrieron mientras, en el horizonte, la tenue luz de la luna iluminaba de manera directa a una figura obscura que, con sorprendente agilidad, desapareció entre la espesa maleza del bosque hasta perderse, sin dejar rastro alguno.