Recuerdos: S.
Un encuentro atípico entre un hombre español y una joven italiana.
Conocí a S. a través de una conocida página de contactos, vivía cerca, era joven y las fotos que había incluido mostraban un precioso cuerpo mulato en bañador. Decía en su perfil estar interesada en algunos aspectos del bondage y de la sumisión y buscaba personas interesadas. Escueto pero suficiente para interesarme y enviar un correo. Pronto nos intercambiamos las direcciones de MSN y nos pusimos a chatear.
Enseguida me llamo la atención su madurez, sobre todo en que tenía muy claras sus fantasías y gustos sexuales y que sabía lo que quería y le apetecía. Más importante aún, sabía lo que no quería. S. era italiana, de origen brasileño, y estaba en Santiago como estudiante Erasmus quedándole sólo un mes en la ciudad. Enseguida quedo muy claro que es lo que le atraía, era una spankee, es decir que disfruta de ser azotada y le gustaban los juegos anales aunque no la penetración. El coño se lo guardaba para su novio.
Chateamos a lo largo de una semana, ella me preguntaba por mis preferencias y gustos en lo sexual, aunque también charlamos largo y tendido sobre lo mundano y lo divino. Debido a sus gustos había tenido problemas para encontrar con quien desarrollar su fantasía. Muchos decían estupideces del tipo de que las sumisas no opinan, otros la intentaban convencer de lo bien que se lo iban a pasar cuando se calentase un poco y viesen su polla, también hubo los que si llegaron a citarse con ella pero luego tenían miedo de dar un buen azote.
Poco a poco fuimos ganando confianza y ella fue dándose cuenta de que realmente yo iba a respetar sus límites, eso si su culo sería mío, más bien de mis manos. Esto no era nuevo para mí, siempre me ha gustado respetar los límites de las sumisas, jugar con ellas de manera que se sientan cómodas y confiadas, es cuando, como cualquier persona, se sueltan y por lo tanto el disfrute es mayor. Si era una novedad para mí el acordar de antemano que no habría sexo, pero la verdad es que me atraía una experiencia nueva y muy concreta.
Un mediodía se conectó y me dijo que quería encontrarse esa misma noche, que estaba muy caliente y necesitaba que la pusiesen en su sitio, palabras suyas. Acordamos encontrarnos al anochecer en su portal, recogerla en mi coche y en el buscar un sitio donde castigar su delicioso culo. No quería ni oír hablar de un hotel, me decía que le calentaba ser abusada en un coche de un extraño y que también así habría menos tentaciones que en una habitación de hotel. Había tenido malas experiencias anteriores y prefería no exponerse a repetirlas.
Al llegar a la altura de su portal, llamé, dejé sonar tres o cuatro veces y colgué, enseguida apareció por el portal, ceñida en unos vaqueros que le dejaban un trasero aún más jugoso que el de las fotos y una camiseta ceñida debajo de una blusa abierta. Entro en mi coche, se sentó y dijo:
"Andiamo"
"Alguna preferencia?" pregunté
"No, llévame a una carretera secundaria, a algún sitio apartado..."
Enfilé la carretera de salida de la ciudad, camino del aeropuerto y una vez en la zona más rural tomé un desvío a la derecha. Se hacía de noche rápido y buscaba un sitio más o menos apartado cuando dijo:
"Para aquí"
"¿Seguro?" pregunté, a lo que ella asintió.
Estábamos en un cruce de dos carreteras secundarias, pero relativamente concurridas, era probable que alguien pasara por allí. Estaba pensando en esto y en la postura en la que nos pondríamos cuando oí la puerta que se abría y S. salía afuera. Se puso delante del coche, me dio la espalda y se bajó los pantalones por debajo de sus nalgas, dejándolos ahí. Salí yo también y me dirigí directamente a su culo, al fin y al cabo era lo que buscaba. Era duro, pero no durísimo, con esa tersura que incluso los culos poco ejercitados tienen a esas edades. Y que mejor manera de saludarlo que un buen azote. La verdad es que le di con casi todas mi fuerzas, ella tuvo que dar un paso adelante para no caerse y otro al recibir un segundo azote en la otra nalga.
- "¿Suficientemente fuerte?" dije con ironía, y ella solo me miro. No diría nada más hasta dentro de un buen rato.
La verdad es que yo estaba ya terriblemente empalmado, peor empezando también a disfrutar de verdad la situación. La guié al capo del coche donde la apoyé doblándola por la cintura, dejándola en una perfecta posición para explorar su culo. Separe sus nalgas y un precioso y depilado ano me dio las buenas noches, pero fue su tierno y abultado coño sobresaliendo por entre sus muslos lo que me más atrajo mi mirada. Allí estaba yo, todo un adicto a los coños y su sabor y no podría ni olerlo. Al menos podía hacérselo pagar.
Un coche paso por el cruce, pero sin rodar por la calzada donde estábamos, decidimos entonces entrar en el coche. Eché los asientos hacia adelante dejando suficiente sitio en el asiento de atrás donde yo me senté. Ella se acostó encima de mí dejando su culo en una perfecta posición para abusar de él. En el suelo había dejado el maletín que a veces llevo con mis "utensilios". Encendí las luces interiores del coche y comencé a sobarle el culo a base de bien. Pasaba mis manos abiertas y cada tanto las cerraba, cada una aprisionando una nalga, y abría su culo, donde su abultado coño comenzaba a brillar de las viscosidades que de su raja salían.
El primer azote sonó fuertemente en el coche, y el segundo, y el tercero, encadene quince o veinte, alternando las nalgas a veces, repitiendo azote en otras. De su boca solo salieron unos breves y contenidos gemidos. Saqué entonces mis guantes de látex y me unte el dedo de lubricante, separa una de sus nalgas, coloque los dedos índice y corazón de mi mano derecha, entrelazados, sobre su esfínter anal y presioné todo lo que pude, pronto penetraban en aquél culo y ella se arqueaba, gimiendo y mordiéndose el labio. Aceleré la penetración, intensificando profundidad y ritmo, el látex de los guantes y el lubricante lo hacían todo más fácil. Saque los dedos y seguí con un juguete similar a unas bolas chinas de tamaño medio, pero unidas por un soporte semirrígido y un tirador al final del mismo.
Ya no hacía falta lubricante, ella había incidido en su deseo de ser castigada analmente y el lubricante que había quedado dentro al introducir los dedos sería suficiente. Bola a bola el consolador se iba introduciendo dentro, expandiendo el esfínter, cerrándose al pasar la bola y volviéndose a expandir cuando la siguiente presionaba para entrar. Sentía, ahora sí, su cuerpo vibrando encima de mí, balanceándose y arqueándose, realmente estaba disfrutando las sensaciones. Mi polla estaba dura como pocas veces lo ha estado, ella tenía que sentirla clavada en su vientre, presionando a la altura de su ombligo.
Follándole lentamente el culo con el consolador de bolas, levante la vista, los cristales del coche estaban todos empañados y no dejaban ver el exterior, no pude sino imaginar que se imaginaria los coches al pasar, alguno había pasado por nuestro lado ya, viendo un coche con todas las ventanas empañadas y una tenue luz en el interior, no había dudas. Mire el reloj y ya llevaba más de media hora castigando el ano de S. Deje el consolador e introduje un fino vibrador, con forma de polla pero en miniatura, se lo fui clavando con la vibración al máximo, al tiempo que notaba su primer orgasmo, lo notaba en su cuerpo y lo veía en su coño intocable, se contraía y se humedecía en la misma mesura que se me secaba la boca del deseo de morderlo, de chuparlo....
Un fuerte azote sonó en el coche y antes de darme cuenta de que había sido yo el que lo había dado, un segundo y un tercero ya había coloreado sus nalgas. Ahora ella se arqueaba y parecía sentirlos como so pollazos en el fondo de su coño fuesen, con cada azote gemía y susurraba en voz baja palabra inteligibles, de cuando en cuando dejaba de azotar y pasaba mis manos por las zonas más rojas, pellizcándolas y rozándolas con mis uñas, echando de menos un cepillo o algo así para hacerle pagar con más doloroso placer aquello de lo que ella me privaba.
Entonces ella levanto el culo un poco más, buscando más roce, y no pude sino descargar otra salva de azotes con mi mano izquierda al tiempo que con la derecha me había hecho con el fino consolador y lo hacía entrar y salir de su culo, primero deslizándolo hacia dentro y hacia a fuera, después ya sacándolo del todo y volviéndolo a introducir, una y otra vez hasta que se corrió en un orgasmo mucho más fuerte que el anterior, un orgasmo que la hacía temblar y gritar y que duro unos buenos minutos hasta que empezó a remitir y se tranquilizó.
Su culo había quedado marcado en rojo y me dolía la palma de la mano de los azotes que había dado en la última traca. Seguía empalmado como un mono, duro como una piedra, pero sin ganas de hacer nada al respecto, me sentía como si hubiese tenido un orgasmo, satisfecho y relajado. Ella se giró hacia mí y sin más me dijo, con su acento:
- "¿Nos vamos?" al tiempo que abría la puerta.
Salió se puso de pie y se levantó los pantalones y mirando mi evidente bulto me pregunto si iba a necesitar ayuda a lo que, sorprendiéndome a mí mismo, dije que no. Media hora después, ya de vuelta hacía mi casa por la autopista, aun seguía con una erección considerable, tocándola solo para verificar que estaba tan dura como la sentía, por primera vez descubrí el placer mental del sexo, el placer de sentirse satisfecho sin necesidad de que mi polla fuese el centro del mismo. No volvería a verla, pero ese día fue el primero del resto de días.