Recuerdos.... Parte 1

Nos encontramos en el año 2011 y Mario se encuentra "vacío", sólo quiere recordar... se traslada su mente al año 1976. Una primera parte carente de sexo, dedicada a los amantes de las historias que se crean poco a poco.

VERANO DEL 2011

Estoy sentado en el sofá, en la mesa sólo está el portátil y mi taza de café, recién hecho, desprendiendo un aroma que envuelve al pequeño salón de mi casa. Los rayos del sol comienzan a asomar tímidamente por mi ventana; comienza el día, aunque para mi es simplemente uno más; una nueva, pesada y larga mañana que terminará en una noche similar… Sólo el brillo del sol y la blanca luna me hacen distinguir las mañanas de las noches; ¿cuántas horas llevo sin dormir?... no lo recuerdo; ¿hasta cuando el café seguirá haciendo que mis ojos se mantengan abiertos?... no lo se; son demasiadas dudas, demasiados miedos; no quiero dormir, no quiero soñar, no quiero vivir; ahora tan sólo quiero seguir recordando…

INVIERNO DE 1976

El año comenzaba con un nuevo sentir. La gente iba por la calle entremezclando sentimientos de alegría y esperanza, pero también miedo e incertidumbre. Franco había fallecido un par de meses atrás y los españoles nos preguntábamos cómo iban a ir las cosas en adelante.

Yo era un muchacho de Madrid, joven,  de 25 años; medía 1,75 y pesaba en torno a 65 kg; la verdad que tenía un cuerpo atlético pues dedicaba en mi tiempo libre a jugar al fútbol y llevaba una vida bastante sana. De pelo oscuro y ojos verdes, era la envidia de mis hermanos, bastante menos agraciados físicamente.  En casa éramos tres hermanos, todos varones y los dos más pequeños que yo. Nuestra familia era acomodada; mi padre era un importante empresario de la capital a quien los negocios le iban viento en popa  y yo, al ser el hijo mayor, me encargaría en un futuro de seguir los negocios de la familia; por eso, mi vida consistía en estar con mi padre en su empresa, codo a codo, aprendiendo todo lo necesario para que nuestros apellidos llegaran a lo más alto.

Sin embargo, como decía en un principio, la muerte de Franco acarreó muchos cambios en el panorama español y por supuesto tambaleaban los planes de todos los que se dedicaban al mundo empresarial; viejas amistades se rompían y muchos privilegios se perdían… y así fue como quebró la empresa de mi padre, allegado al régimen franquista…

…. Y así, mi vida señorial, de lujo, caprichos, y todo lo que se me viniera en gana, se vio truncada y me vi despojado de todo….; pero así fue también como conocí a Raúl…

Alto, moreno, con el pelo alborotado y barba de varios días; su mirada penetrante podía intimidar a muchas personas, sus labios carnosos eran el deseo de varias mujeres; su aire de rebeldía eran la perdición de muchas otras; así era Raúl, un periodista de 30 años, del recién fundado “Diario 16”, un periódico que  según los fundadores, abogaba por una verdadera democracia.

Recuerdo cuando llegó a la cafetería en la que habíamos quedado. Un par de días antes acudió a mi casa; quería hacer un reportaje sobre las empresas que habían ido cayendo desde la muerte de Franco.  Mi padre se negó en rotundo a que se hiciera un reportaje así, pero dada nuestra situación, yo le convencí para que pudiéramos hacer una entrevista en la que nos alejáramos de los tiempos pasados y diéramos una nueva imagen.  Tras mucho dudar, mi padre acabó aceptando y decidió que yo debía estar al frente de esa nueva imagen que sugería.

Así fue pues que me encontraba en el café, esperando a ese “impertinente” según me habían indicado.

-          El señor Montoro, escuché tras de mi…

Me levanté y ahí estaba él…. Me sentí incómodo al verle, no sabía por qué. Le estreché la mano:

-          Puedes llamarme Mario- le dije

-          Muy bien Mario, soy Raúl, empezamos? Me voy a encender un pitillo si no te importa, ¿quieres uno? ¿qué bebes por cierto? Voy a pedir un whisky, ¿quieres uno?

Tantas preguntas seguidas comenzaban a marearme, al igual que el olor de su tabaco, fuerte seco. ..

-          Te veo un poco pasmado chaval- seguía insistiendo… Tranquilo hombre, que esto va a ir rodao…

Tengo que reconocer que Raúl me cayó mal, realmente mal… Parecía como salido de un barrio bajo de la capital, con aires típicos de chulería; rebelde, engreído… demasiados calificativos para tal personaje.

La entrevista fue llevándose poco a poco, aunque las preguntas  hacían que en el ambiente existiera un muro inflanqueable entre nosotros; y es que, las ideologías en la España del  76 dejaban de esconderse; se empezaba a hablar cada vez más fuerte y de forma clara, y eso ocurría con Raúl, que no tenía ningún problema en tachar toda mi vida y la de mi familia como de estafa y mentira en relación a la de los verdaderos trabajadores bajo el yugo franquista, según él.

Yo no sabía que me ocurría; estaba ahí sentado, escuchándole hablar, insultando todo lo que hasta en ese momento había tenido sentido en mi vida, y sin embargo no podía levantarme; me sentía hipnotizado con sus palabras; con el olor de ese tabaco que al principio tanto asco me daba y que ya me empezaba a resultar incluso familiar;  me sentía poseído por su mirada, ¿qué me pasaba?

Un par de horas después, un cenicero lleno de colillas y varios vasos de whiskys vacíos en la mesa, la reunión terminó…

-          Oye Mario, quiero disculparme contigo, he estado un poco brusco, pero entiéndeme, hemos vivido unos años muy difíciles y hay tanta gente que se ha beneficiado de tantas cosas en este tiempo… Se que tu vas a empezar de nuevo con la empresa y de verdad que deseo que te vaya bien, se te ve buen chaval.

Según terminó de decir eso puso su mano sobre mi hombro. La sensación de sus dedos fue como un escalofrío que recorría todo mi cuerpo; me sentí abochornado por sentir esa sensación tan rara…

-          No te disculpes Raúl, comprendo lo que dices, pero también tienes que entender que a mi no debes juzgarme por quien es mi padre o por con quien tratara. Yo sólo se que ahora tengo una gran carga en mi espalda, que es la de sacar a flote un barco hundido, y es algo que ni he pedido hacer; debo ocuparme yo ahora de mi familia porque mi padre está acabado y tengo que limpiar el nombre de una empresa… ¿y acaso alguien ha mostrado el menor interés por mi? ¿De lo que supone todo esto? ¿de si quiero o no hacerlo?

Todo esto salió de mi boca como un vendaval, elevando la  voz, soltando todo lo que llevaba tanto tiempo guardado y terminando en un tono roto, con la cara desencajada y los ojos empañados.

Raúl me miró sorprendido, no esperaba una reacción así; de hecho yo tampoco, el alcohol me había jugado una mala pasada…

-          Tranquilo, me dijo… vamos a tomar otra, yo invito

-          ¿por qué? Ya has terminado la entrevista.

-          Ya te he dicho que me pareces buen chaval; ¿quieres un pitillo? Dijo mientras  se encendía uno, me guiñaba un ojo y me daba un golpecito en la cintura.

Sentí que estremecía….

Las calles estaban oscuras, el viento era nuestro compañero durante el trayecto a otro bar al que Raúl insistió en llevarme. Por un lado el frío del mes en el que nos encontrábamos calaba mis huesos, por otro, una sensación de calor venida de la compañía de Raúl contrarrestaba esta sensación.

Entramos en un pequeño lugar de un barrio cercano a la Gran Vía. No habría más de dos o tres mesas ocupadas; nos sentamos en la barra.

-          Hola guapa- dijo Raúl a la camarera mientras le daba un beso en la mejilla-pon algo cargadito para mi amigo y para mi que venimos helados.

-          Anda Raúl, cada vez vienes con chicos más guapos al bar- dijo la muchacha.

No me pasó inadvertido aquel comentario; me sonrojé por el piropo pero más extrañado me quedé por la respuesta de mi acompañante:

-          Ya ves, uno que es afortunado. Venga, que lleguen esos dos tragos ya.

Durante el tiempo que estuvimos en el bar, hablamos largo y tendido, aunque he de reconocer que era yo el que hablaba y me desahogaba por tantos cambios que se estaban dando en mi vida, mientras Raúl me escuchaba pacientemente y compartía con sus gestos la conversación.  Hubo un momento de la charla en que dejé de escuchar lo que me decía y me puse a observarle…  tenía un cuerpo marcado, favorecido por  una camisa ajustada con los botones de arriba desabrochados, sus pantalones  eran ceñidos y marcaban unos muslos fuertes y un paquete abultado…,   ¿pero qué diablos hacía yo mirándole la entrepierna?.

Volví a la realidad, me sentía turbado, confundido,  y por eso, cortando en seco lo que me comentaba  le dije:

-          Lo siento, debo irme, se me ha hecho tarde.

-          Pero hombre, ¿cómo te vas así de repente?

-          En serio, yo… lo siento…  -dije  agarrando mi abrigo y saliendo rápidamente del local.

El ambiente helado de la calle me despejó; me puse el abrigo y comencé a callejear. No conocía muy bien la zona en la que me encontraba, aunque sabía que tres o cuatro calles cruzadas me llevarían a la Gran Vía.

¿Por qué me sentía así? ¿Por qué Raúl, ese hombre que había conocido unas horas atrás estaba haciendo que mi razón se perdiera?

Todos estos pensamientos recorrían mi mente y no me hicieron darme cuenta de la presencia de dos hombres apoyados en la pared, hasta que me vi asaltados por ellos…

-          Uy un señorito por aquí…,  ¿qué haces que no estás ya en casa? ¿y esas ropas tan buenas que llevas?¿ por qué no nos las enseñas mejor?

-          Dejadme en paz -pude decir mientras intentaba zafarme de uno de ellos que me había agarrado el brazo.

-          No seas tonto chaval, danos todo lo que lleves y así no habrá problemas.

-          También esa ropa buena que te gastas, dijo el otro hombre.

-          ¿pero estáis locos o qué? Fue la única contestación que salió de mi boca.

-          Mira niño, o por las buenas o por las malas- dijo el que parecía más mayor sacando una navaja-¿ o quieres que estropeemos esa carita bonita que tienes?

-          No, por favor, de acuerdo, dije mientras empezaba a quitarme la ropa que llevaba…

Sentí el contacto de mi piel con el aire de la calle, mis pezones se pusieron duros por el frío que hacía; comencé a tiritar mientras me quedaba en calzoncillos…

-          La verdad que el chaval es muy guapo – comentó el más joven de los dos-, me ha puesto hasta la polla dura con el streapteasse que acaba de regalarnos – dijo mientras se frotaba con la mano su entrepierna.

-          Ja ja ja - reía el mayor-  tal vez nos acabes dando un último regalito chaval…

Mientras el mayor me agarraba del brazo y me apuntaba con la navaja, el que era más joven se acercó a mi, me agarró del pelo y me susurró:

-          Tranquilo, que lo vas a disfrutar – mientras sacaba su polla del pantalón y tiraba de mi hacia abajo.

Me encontré con su rabo prácticamente en  mi cara; olía a orín  y a semen, como si hubiera descargado no hacía mucho. Era grande, podría medir como 19 cms y era de un grosor considerable. Sus venas latían con intensidad y su cabeza apuntaba directamente a mi boca.

-          Ahora vas a ser buena zorra y te la vas a comer entera- soltó.

Sentí que iba a llorar, nunca me había sentido tan humillado. Notaba la mano agarrándome del pelo empujando hacia ese rabo que quería entrar con fuerza por mi boca. Quería resistirme, pero sabía que no podía... Abrí la boca, comencé a chuparle el miembro torpemente, cuando escuché una voz fuerte…

-          Eh, vosotros, ¿qué hacéis con el chaval?

No sé como ocurrió pero caí al suelo, los dos hombres salieron corriendo… Sentí todo mi cuerpo  desnudo en el asfalto; me encontraba perdido.

En ese momento noté como se acercaba alguien, suponía que la persona que había gritado; vino a mi ese olor fuerte a tabaco; miré hacia arriba, esa mirada penetrante que conocía, pero esta vez  llena de compasión y temor a la vez.

Ahí estaba Raúl.

CONTINUARÁ.