Recuerdos del barrio (12)

Doceava entrega de los relatos sobre el despertar sexual de un adolescente con una mujer madura y... su novia, el barrio donde vive y algo más.

Recuerdos del barrio

Décima segunda entrega

XLI

Todo por culpa del "Pelón". Creo, casi estoy convencido, que todo empezó con mi encuentro con el Pelón. La escalada de fatalidades que ensombrecieron mi existencia inició al cruzarme con el Pelón. Hasta me resulta repulsivo escribir sobre él. Todo ocurrió días antes de mi cumple, y si antes no lo había relatado fue por el trabajo interior que hice para decidirme hacerlo. Del Pelón me viene a la memoria su cabeza pelada a rape, totalmente pelón, decían en la escuela que lo pelaron así por la perniciosa plaga de piojos que invadió su cuerpo… pero no recuerdo ni el nombre, es más, todos lo conocimos siempre como el Pelón, eso sí se apellidaba Del Ángel, porque era hijo de un profesor de igual apellido, que según daba clases en otra escuela, pero como pertenecía al Sindicato siempre estaba de "comisión" o como "delegado", sin aparecerse jamás por su salón de clases; el mentado Pelón fue mi maladado compañero en la primaria, y como suele suceder, yo fui una de sus principales víctimas en aquel cuarto año de primaria: me robaba las tortas de frijoles o me bolseaba los tres pesos que llevaba para gastar, so pena de sufrir sus "moquetazos", hasta que… luego de su enésima travesura encabronado le clavé la punta del compás de geometría en las nalgas, si, toda la punta filosa y metálica, con movimiento furioso y decidido.

Al instante el Pelón fue chillando con el profesor Pacheco acusándome, pero el maestro ni se dignó a escucharlo sabiendo de antemano como era el Pelón de maloso. Días después me retó fuera de la escuela y con todo mi miedo a cuestas tuve que enfrentarlo y para mi sorpresa pude meterle tremendo derechazo entre las costillas que el Pelón se fue de nalgas al piso, dolorido y llorando. Por supuesto el padre del Pelón, el profesor Del Ángel, fue a reclamar mi proceder con mi progenitor, quien ni se dignó a escucharlo, eso sí don Domingo me castigo tres domingos sin domingo, valga la redundancia, pues mi padre así se llamaba, Domingo, y el día domingo era cuando me daba la anhelada moneda de cinco pesos para gastar toda la semana.

Y pasaron los años. Mi padre se murió y mi vida cambió. O cambió para todos, o para mi o para muchos, no lo se bien. Yo seguí estudiando y el Pelón se hizo drogadicto, su comportamiento derivó a la vagancia, los pelos le crecieron hasta hacerse greñas largas y mugrosas, lo mismo su eterna vestimenta, destrozada y con lamparones de mugre y mierda apestosa, en fin se convirtió en una piltrafa; lo que quedaba de su familia vivía en una calle cerrada llena de mal vivientes y gente indeseable –pues el padre al asumir el cargo de líder de una sección sindical cambio de vida, de coche, de casa, de familia y hasta de mujer. Y aquella tarde noche lloviosa –calles inundadas y casas también— me crucé con ese tipo, hasta se me hizo gracioso verlo y tuve el impulso de saludarlo, pero él venía bien "jalado" junto con dos chavos igual de drogados: "¡quiubo pinche Beto!, ¿qué milagro?, ¿qué… le vas a entrar o que?, ¿o ya se te olvidó?, en la escuela… me tenías miedo, ¿te acuerdas?, ¿qué o que?, éntrale, ¿cuánto traes?, porque mira… traigo con que quererte, ¡ya suelta la lana!", y mostró un fierro, machete viejo, oxidado y aún tenebroso, yo todavía traté de mantener, no sé, cierta actitud conciliadora: "cálmate Pelón, ya vete pa´tu casa, vienes mal, muy mal".

-- "¡Ni madres pinche Beto!, ¡vas a valer madres!. ¡te voy a chingar, si no te pones en medio!".

Luego el recuerdo se torna nebuloso, creo que uno de los acompañantes del Pelón quiso pegarme o hizo la "finta" y el Pelón arremetió con el "fierro" y lo evadí; o fue al revés, primero esquivé al viejo "amigo" y luego le pegué a uno de sus acompañantes, pero en resumen: le había quitado el machete oxidado al Pelón y le alcancé a dar un madrazo de lado en las piernas y uno o dos golpes a sus amigos, no lo supe, creo que todo pasó demasiado rápido, pero al final yo estaba tirado en la calle con sangre en las manos y en la cara, dos de los atacantes igual sangrando y tirados y doloridos, mi hermana lloraba a gritos junto a mi, pero no se crea que consolándome, sino "¡mira nomás, cómo lo dejaste!, ¿por qué le pegaste así?, ¿por qué lo hiciste?", todo a grito abierto, y yo ahí, pendejo , sin saber que decir. Alcancé a ver la luz de una patrulla, y busqué a mis amigos con la vista, pero como suele suceder con los amigos, cuando los buscas… nunca están.

Quince minutos después y 250 pesos de por medio, la policía dio su sentencia: "El llamado Pelón recibió un golpe de machete en la parte media anterior del muslo derecho, producido por uno de sus propios acompañantes, quien trataba de mediar en una discusión callejera, herido y agresor serán remitidos a la 26ª. Agencia Investigadora del MP correspondiente, a fin de deslindar responsabilidades". Así de sencilla y exacta es la policía mexicana. La justicia clara y expedita, cuando hay dinero de por medio, claro.

Media hora después, como en peregrinación aparecieron en mi casa el Moco, el Burro, el Chuperto y dos o tres más que, junto a mi –vendaje en la cabeza por algún golpe y el ojo izquierdo apagado--, comentaban: "¡qué putazo le diste!"; "¡sí… esquivaste el machete y le zumbaste por debajo!, ¡le partiste toda la madre!"; "¡y no vieron el putazo en los huevos!". Antes de que siguiera el rosario de dichos me atreví a preguntar:

--"¿Ah, sí?, y… ¿ustedes dónde estaban?".

Todos guardaron silencio.

-- "¡Pinches putos!", dije enojado y dolorido.

Y siguieron en silencio. Y luego se fueron. Confirmé de nueva cuenta que en esta pinche vida tiene uno que "rascarse con sus propias uñas". Entendí en aquel momento que los amigos son buenos, te ayudan, te acompañan, te consolan, pero que en momentos decisivos… estás solo. Por cierto ahora que escribo, me acabo de acordar del nombre del Pelón, se llamaba Miguel… y ya se murió… de drogo.

XLII

Pero… antes, ¡la pucha de Ludy! Aquel sábado, un día antes de mi cumpleaños. Y como quedamos Luvidina me espera afuera, el puto español se regodea con el momento en pagar el salario y nosotros, como perros sabueso, saboreando el ansiando sobre con los billetes, como si se tratara de un hueso. Me se de memoria el ritual del puto español: cuenta y recuenta cada billete, rascando el papel y rumiando entre dientes, como si le costara trabajo deshacerse del dinero y los dientes le crujen al apretar las quijadas y el tipo rumia al cantar los míseros billetes que nos entregará. Así sigue por minutos que se nos hacen horas, hasta que sale de la oficina con sonrisa cínica, sabe que nos tiene en sus manos, así como los míseros sobres amarillos con el poco dinero. Y mientras entrega el salario semanal, sabemos que nos humilla y nosotros en silencio le mentamos la madre y otros le roban las llantas de los camiones, o bien le sacan gasolina a su coche o sacan provecho de la basura que deja el negocio, yo… me regocijo, pues me anduve cogiendo a su… esposa, la coja, la tullida, que estará paralítica, pero siente, le entran las ganas y no le basta con masturbarse, sino que añora la verga que su marido ya no le da, y tuve el grandísimo honor de sepultarle el miembro, pero… eso es otra historia.

Al salir de la mueblería ahí esta ella, Ludy, gordita, sonriente y tolerante, los muslos llenos y las nalgas rebosantes, parece que a Ludy todos los vestidos le quedan chicos, las chiches que se le salen de la blusa, o la falda que le queda corta, o bien ella los escoge así. Pero me gusta, sobre todo porque anda caliente por mí y ya le anda por aflojar las nalgas.

Cuando por fin llego con ella, me besa ansiosa, su boca se pega a la mía con sonoro "hummmm", le importa madre que nos vean los vecinos, o sus hermanos, o… Mita, que ya sabe de lo nuestro, o mi hermana que ha sentenciado "ponte condón", pero nos vale madre todo y la acompaño, es más… de pasada le palpo las nalgas carnosas y es más le ayudo con la canasta de la comida de la tía, ella contenta, sonriente.

Y seguimos caminando por calles llenas de hoyos, perros cagones y señoras chismosas que platican a las puertas de sus casas. Ludy amorosa me entrega un pequeño envoltorio, resulta ser un disco de 45 rpm de Roberto Carlos –y a mi que esa música no me gusta— y un librito de Neruda: "20 poemas de amor y una canción desesperada", que yo leí en la secundaria y que casi se me de memoria y dejó de gustarme por otros libros del chileno, como "Canto general", o bien otros autores más… no se… diferentes, eso y un beso ensalivado y caliente. ¡Felicidades papacito!, dice la gordita golosa de besos.

Luego de innumerables escarceos en el metro llegamos a casa de la mentada tía y… no hay tía… Ludy abrió la puerta y pasamos y "Tía… ¿tía?, creo que no está", subió la escalera y bajo en segundos, "me dejó un recado, que fue a su cita con el médico, que si quiero la espere, que regresa como a las cinco", nos miramos y al instante comprendimos que era nuestra oportunidad. Cuando la abracé y nuestras bocas se unieron en un ensalivado beso, sentí el cálido aliento de la gordita, mis manos le acariciaron el trasero, firme y gordo; mis manos vagaron sobre su pantaleta acariciando los suculentos y suaves cachetes del culo de la gordita, quien ya apretaba mi verga por sobre el pantalón, nos separamos por momentos: "te quiero Beto, te deseo, quiero hacerlo, vamos arriba", y subimos presurosos a una de las recámaras, nos apuramos a quitarnos la ropa y Ludy estupefacta me miró desnudo, "¡ay Beto, qué grande lo… tienes!, me vas a lastimar", no hice caso a su comentario, nos acostamos en la cama y pude por fin a plena luz del día quitarle el calzón de algodón blanco, su vientre quedó expuesto, mullido y algo abultado, sus muslos gorditos y su… bajo vientre combado, la pelambrera rubia, la ostensible mata de pelos cubriendo la raja, los vellos crecidos y ensortijados, como rayitos de sol vespertino; volvimos a abrazarnos apasionados y ansiosos, ella abriendo las piernas para que le acariciara la pucha peluda, agarrada con una mano de mi verga erecta, acariciando lentamente el tronco, aferrada, bien agarrada de la tranca que la hará feliz.

Mi mano se atarea con la pucha de Ludy y poco a poco descubro sus contornos, noto las carnosidades del sexo, los labios abultados e hinchados escurriendo babas viscosas, y los otros labios, crecidos, expuestos, me parece una panocha enorme, pienso, y poco a poco voy bajando mis besos, lengüeteo las enormes chiches de mi novia, tan grandes, crecidas, mullidas, suaves, de pezones rosados y aureolas enormes también sonrosadas; sigo mi camino y llego al vientre abultado de la gordita, sigo besando y ella suspira abriendo más las gordas piernas, quedo entre ellas y descubro su sexo, velludo, muy peludo y la gorda raja, rojiza, hinchada y viscosa y… los otros labios… enormes, deformes y mojados de babas; manos me faltan para abrirle a plenitud la panocha de olor penetrante, y mis dedos mantienen abierta la enorme pepa, ¡qué grande la tiene!, pienso y no puedo más, mi boca se pega como babosa a esa caverna ardiente y mojada y Ludy suspira, grita, gime complacida, mientras le chupo la panochota y mis dedos danzan afiebrados en aquella raja enorme, momentos después la gordita es incapaz de contener el orgasmo y en mi cara se embarran sus jugos calientes y salobres, sus muslos atrapan mi cara y me asfixian, pero ella sigue viniéndose; la excitación se hace insoportable, hasta que "ya Beto, ya lo quiero, dámelo, anda papacito, dame tu miembro".

Como en sueños recuerdo que me subí en ella que mantenía las piernas abiertas y los ojos cerrados, le apunté la verga en la raja, la sentí caliente y muy mojada, el glande se deslizaba lentamente entre la pucha gorda, separando los pelos rubios, Ludy suspiraba, hasta que presioné un poco y con extrema lentitud le fui metiendo la pinga, suavemente, noté la extrema estrechez de la vagina de Ludy, que volvió a suspirar profundamente al sentirse ensartada, su cuerpo temblaba y mi verga la penetraba, me extrañó la ausencia de himen, pero lo estrecho de la panocha me tenía asombrado, la carne se ajustaba sobre mi verga a la perfección, hasta que entró todo el miembro; ambos nos abrazamos y Ludy buscó mi boca, y así con las bocas pegadas, intercambiando lenguas y salivas, me la empecé a coger, suavemente, sacando poco a poco el pito para luego metérselo todo, hasta que el canal vaginal se hizo amigable y suave, mullido, más caliente aún, y las arremetidas se hicieron más fuertes, más rápidas, Ludy gemía su orgasmo, "hummm, ya, ya me viene Betito chulo, quiero más, más fuerte, hummm, sí, así, huy, papi que rico me coges, dame más, quiero todo tu… miembro, toda tu rica verga, dámela, anda dámela, más, así, así, más, sigue, no pares, no pares nunca…" y momentos después la gorda se agitaba anunciando su rico orgasmo, la cama se mecía y ella brincaba, buscando la verga que la seguía taladrando, sus grandes tetas se bamboleaban, los pezones rosados y erectos parecían esquivar mis caricias.

Y seguimos cogiendo un buen rato, ya Ludy mantenía sus muslos alzados, sus pantorrillas sobre mis hombros, suspirando y gimiendo, siempre con los ojos cerrados, sentí mi eyaculación y en el momento justo le saqué la verga para venirme sobre su mata velluda y rubia, ella abrió los ojos para ver los chorros de semen, la mirada parecía lujuriosa y "¡ay Beto, cuánta leche!, te viene mucha leche, anda papi dame tu leche así, en mis pelos papi, sí, hummm, ¿rico papacito lindo?, ¿rica tu venida, sí?, que rico echas semen, ¡cuánto semen Betito!".

Un rato después reiniciamos la cogida, Ludy me besaba el pito, lo succionaba, se metía media verga y succionaba, siempre cerrando los ojos, luego le mamé un rato el conejo, el sabor de la pucha de Ludy era extraño, salobre, muy penetrante, la gordita casi se vino al sentir como le chupaba el clítoris y le metía un dedo en el culo, y lo pidió: "ya papi, quiero venirme otra vez, dame tu pito, anda papi, ya quiero", y la puse como perra y así cogimos un largo rato, las ricas y enormes nalgas de la gordita brincaban con cada arremetida, la pucha de la gordita chapaleaba y escurría sus jugos, los suspiros se hicieron grititos de placer cuando ella se venía, apretando su vagina sobre el tronco que la taladraba, así hasta que Ludy se reponía del orgasmo y sentí que me llegaba la leche, le saqué el pito y se lo apunté en el culo, no se lo metí, me contenté con eyacular pegado al conjunto de pliegues apretados y oscuros, ella suspiró al sentir mi leche acrecentando mi propio placer. Todavía nos quedamos un rato más en la cama, pero descubrimos que ya mero llegaba la tía y nos apuramos a vestirnos y salir apresurados de aquella casa.

Cuando caminábamos rumbo al autobús, Ludy preguntó: "oye papito, ¿te fijaste que no sangré?, me dolió un poco cuando penetraste, pero no me salió sangré, ¿por qué papi chulo?".

--"No lo sé", dije pues no quería sacarla de su error, la pucha de Ludy ya no tenía himen, o sea, ella ya no era virgen, pero no quise molestarla.

--"Como sea, fue riquísimo Betito, ahora te voy a desear con más ganas, nomás voy a pensar en esa cosa enorme que me metiste, toda la metiste, ¿verdad papi?, toda me la comí", y volvió a besarme ansiosa y añadí "me gustó mucho tu pucha peluda, la tienes riquísima mamacita".

--"Y a mi me encantó todo, tu miembro tan… grande… hummm papi… me encantó chuparlo todo, ¡¡¡sabe tan rico!!!... y que lo metieras todo en mi, todo, todo, y tu… leche, nunca había visto un miembro eyacular y te sale mucha lechita, ¡y tan blanca y espesa!... papacito lindo, ¡voy a esperar ansiosa para volver a cogerte todo Betito chulo!", dijo ella suspirando.

Y pues si, Ludy resultó tragona de verga, pensé para mi. Dichosos seguimos el camino de regreso al barrio.

XLIII

La fiesta de don Vito. El día llegó, la ansiada fiesta que mis amigos esperaban se dio por fin. Al respecto no tengo mucho por contar, sólo que me aburrí bastante, sobre todo porque parece que no soy de ese tipo de ambientes, me encabrona esa gente, su forma de ser, siempre aparentando lo que no son, todos sonrientes y amables, pero de manera forzada, eso sí, luciendo sus mejores galas, aunque hayan tenido que rentar el smoking o el vestido largo, y lo peor… ¡qué música tan pinche!, escuchar aquello de que "¡A mover el culo…, a mover el culo…!" en un sonsonete que se repetía hasta la saciedad; o bien aquella de "¡Dame más gasolina, quiero la gasolina, dame la gasolina!", o aquella especie de cumbia de: "¡no te metas con mi cucu…, no te metas con mi cucu", y la gente brincando y moviendo las caderas, sobre todo las señoras gordas, que sienten que aún tienen buen cuerpo que lucir.

No se, pero creo que algo anda mal en mí o en la gente, pero más siento que soy yo quien no encaja en todo eso; no entiendo por qué no puedo contagiarme de las cosas que les gustan a los demás, disfrutar de esa música y bailar; o platicar de cosas que los otros disfrutan, pero que a mi me parecen estúpidas. Por ejemplo me gusta convivir con mis amigos, pero no soporto sus pláticas tan sosas, tan simples: que el último partido de fútbol, que las telenovelas, que la función de lucha libre y así, así. Por ello no me gustan las fiestas, termino enojado, me parecen insoportables la gente, sus comentarios, sus falsas poses de gente buena, su sonrisa fingida. Pinche gente, en la fiesta todo sonrisas, y mañana… si te ví… ni me acuerdo.

Empero… reflexiono, aquella gente se ve contenta, muchos ríen, muchos bailan, otros se emborrachan, se ríen, sobre todo don Vito, que luce enorme sonrisa de satisfacción departiendo con los invitados, contento también porque hasta el momento no ha corrido el rumor de que la quinceañera esté embarazada –como ocurrió con sus hermanas--, y eso para él es una bendición. La cena estuvo pasable y los tragos también, pero ni los disfruté por andar cuidando a mis amigos que no hicieran estropicios, pese a ello el Moco se robó una botella y el Burro y el Ruper se anduvieron fajando a las chiquillas amigas de Tere, la quinceañera. Yo sentado en una silla procuraba no perderlos de vista y seguir soportando las sobadas melodías de 15 años, el consabido vals de Strauss y las ridiculeces de los invitados ya borrachos y toda esa parafernalia, pero hubo una sabrosa compensación: Luz, la vecina calentona.

Ya casi para terminar la fiesta se acercó ella, se había teñido el pelo de rubio, su apretado vestido de noche, color… parecía entre solferino o algo así, indefinido, le ajustaba al cuerpo y hacía más rotundas sus chiches y sus grandes nalgas, en síntesis, tenía pinta de puta… y lo era, lucía sus mejores galas pero como es morena se veía fatal, me hizo plática: "oye me dijeron tus amigos que si cuando terminé la fiesta nos acompañas a echarnos unas cubas en la casa".

-- "¿Ah sí?, y quienes van a ir?".

-- "Creo que el Burro, el Moco, el Ruper, tus amigos, pero sólo si nos acompañas, no quiero que vayan solos a la casa, mi marido no está, pero no vayan a cometer alguna travesura, ya los conoces".

-- "¿Y quienes más van a ir?".

-- "A lo mejor convenzo a mi hermana, nada del otro mundo, nos tomamos unas cubas y platicamos, ponemos música y ya".

-- "Hummm", dije pensando, --"estos cabrones quieren volver a echarle montón a la puta esta, veremos".

Una hora después llegamos todos a casa de Luz. Y el ambiente se calentó de inmediato, en otras palabras Luz y su hermana andaban con ganas, y mis amigos que nomás andan viendo donde meter la pinga… pues bonita combinación. Empezamos en la sala, Luz puso música y sirvieron tragos del pomo de tequila que se había robado el Moco, yo saqué del refri de Luz una cerveza, atento a lo que podría pasar; un rato después ya el Burro abrazaba a Luz y como si nada se daban besitos, otro tanto hacía Ruper con Lucía, hermana de Luz, el Moco observaba la escena con ojos ansiosos, en el estéreo sonaba un cassette de salsa; minutos después los amigos ya metían mano: Luz recibía las caricias del Burro entre las piernas, pero la mujer en un falso gesto de pudor trató de frenar los impulsos eróticos de mi amigo: "no, espera… aquí no, mejor vamos al cuarto", en voz baja.

-- "¿Qué tiene de malo?, mejor aquí", insistió el Burro.

La hermana de Luz también trató de adoptar una pose más decente y Luz necia, esquivando los besos del Burro que ya trataba de sacarle los senos del brasiere.

-- "No, aquí no, nos van a ver todos, mejor no, además nomás vinimos a charlar, a tomarnos unas cubas y escuchar música, ¿qué va a pensar el Beto?", insistió Luz María, alzando la vista para ver mi reacción.

Yo alcé los hombros, como diciendo "¡a mi que chingaos me importa lo que hagan!", Luz me sonrió con cierta ansia, luego tomó de la mano al Burro y ambos se metieron al cuarto, Ruper y el Moco se llevaron a la hermana de Luz a la cocina, con el pretexto de "vamos a servir otros tragos". Y me quedé solo unos momentos pues Javier el Burro apareció en la sala:

--"¡No güey!, dice Luz que tú primero", dijo un tanto desconsolado.

--"¿Yo, por qué?".

--"Te trae ganas güey… anda ve, luego sigo yo", aclaró el Burro.

Con la cerveza en la mano llegué a la puerta de la recámara de Luz, cuando ella se quitaba la ropa: "pensé que no ibas a venir", dijo con falsa pose de pudor, las manos cubriéndose las chiches.

--"¿Por qué yo primero?". Tome un trago de cerveza y:

--"Mejor dime.. ¿qué piensas de mí?", dijo la morena cuando se bajaba la pantaleta roja.

--"¿Qué pienso?, pues… que eres muy puta… muy caliente… nomás andas buscando verga que meterte", le contesté cínico.

--¿Y eso te molesta?", dijo encarándome.

--"¡A mi me vale madres lo que hagas con tus nalgas!, pero ¿yo, por qué?".

--"Porque estás muy lindo, te haz puesto muy bueno, me gustas… y porque… se dicen cosas de ti… y quiero saber, sólo eso, ¿te molesta?".

--"¿Qué sabes?, ¿qué se dice?".

--"Cosas… cosas, ya sabes… que doña Mita te adora… por lo que le haces, que Ludy se quiere casar contigo y que ya probó lo tuyo, que te coges a una prima ricachona desesperada, que siempre te anda buscando y así, así…", contestó entornando los ojos.

Sólo sonreí tomando de mi botella, ella insistió: "anda… ven, la vamos a pasar bien".

--"¿Y el Burro?", aclaré.

--"¿El Burro?, es mi amigo, tiene la verga grande pero es muy torpe, me gustas tú, y quiero saber a que sabes…, anda ven, nomás poquito y lo que tú quieras, luego que venga el Burro si quiere", Luz con la lujuria pintando su cara maquillada.

--"¿Lo que yo quiera?".

--"¡Sí, lo que tú quieras, todo lo que tú quieras!", contestó Luz más que ansiosa cuando desnuda fue a cerrar la puerta de su cuarto.

Mientras me bajaba los pantalones le pregunté a la puta Luz: "o sea, todo esto lo preparaste para que estuviéramos juntos tú y yo".

--"Sí, ¿qué tiene de malo?".

--"Que te hubieras ahorrado el trabajo, si me dijeras…".

--"¿Qué quería coger contigo?, ¡estás bien loco!, ¡nunca te iba buscar para decirte "anda ven méteme el pito", eso jamás!".

De lo que siguió recuerdo trozos: Luz chupando verga sentada en la orilla de la cama, parecía que la mujer tenía bastante experiencia mamando vergas, pues colocaba el anillo de sus labios sobre el glande para luego presionar hacia abajo, obligando al prepucio a bajar, deslizando la pielecita delicada y pelar por completo el glande y succionar, con ansia, urgencia, ganas y lujuria.

Luego agarre su teñido pelo rubio y la obligué a mamar, la clavé en la verga por completo, metiendo todo el tronco dentro de ella, que sofocada trataba de sacarse el garrote de la garganta, y yo: "¿querías verga?, ¿no?, ¡pues traga!", ella sofocada y ansiosa, tratando de vomitar, y así estuvimos jugando largo rato, siempre ella con la tranca atorada en la garganta.

Minutos después ella me ofreció un condón: "anda, póntelo y mete la pinga donde quieras, por favor!", arrodillándose en la cama.

Con mirada cínica dirigí la pinga a su culo, ella miraba de lado mis acciones y cuando sintió la estocada el grito fue estruendoso, se la metí toda, de una arremetida, de un solo empujón, y Luz se sometió, sumisa, obediente, dejando que la sodomizara, que arremetiera con furia su culo floreado, apestoso, asqueroso, dolorido. Y yo, agarrado a sus nalgas morenas y firmes, arremetiendo una y otra vez, ella dejándose hacer, gimiendo, obediente, sumisa, gozando, y me verga entrando y saliendo lustrosa de líquidos apestosos.

Mi venida llegó a pausas, poco a poco, sentí el chorro de semen que se iba de mí y Luz al sentirlo: "¡no, espera!", y se quitó de inmediato arranando el condón del pito, "¡quiero tus mocos en la cara, anda, los quiero así!" y ofrecida puso su cara maquillada y morena, todavía tardé unos segundos en echar el primer chorro, pero al fin llegó, intenso, lleno, con fuerza salpicando el rostro moreno y maquillado de Luz que gemía y musitaba, "quiero más, dame más, más leche, más", y los chorros de mocos salpicando la cara de Luz, ella gozosa gemía. Cuando terminó todo me limpié el pito con una toalla y salí del cuarto, Luz alcanzó a musitar: "¿nos volveremos a ver?".

Sólo lancé sobre ella una mirada de ¿compasión?, ¿de lástima?, y salí de esa habitación.

Cuando salí de la habitación el Burro me preguntó: "¿qué le hiciste que gritaba?".

--"No sé, ve y pregúntale", y él se metió presuroso al cuarto.

Todavía me tomé otra cerveza mirando los juegos del Ruper y el Moco con la hermana de Luz, pero sentí asco de mi actitud y la de ellos y me fui llevando mi chela en la mano. Luego me fui pa´mi casa.

XLIV

El día "negro".

Salí a las 5 y media de la mañana rumbo a la escuela, despreocupado y sin saber que el cielo me caería encima. Caminé varias cuadras para esperar el camión que cuando llegó venía atestado, alcancé a subirme en el estribo cogiendo con una mano mis libros y materiales de la escuela y con la mano libre me agarré de la puerta del camión, delante de mí iba una señora obesa, también pisando sobre el estribo, cuando de repente el camión da una vuelta inesperada y al hacerlo el peso de la gorda cae sobre mi, me empuja hacia fuera, no soporto el peso y sin poder evitarlo caigo al suelo, sobre los charcos de agua y lodo, las ruedas del camión pasan a centímetros de mi cuerpo tirado, el camión atestado sigue su camino, como si nada; me levanto como puedo, aturdido, dolorido, me sale sangre de un oído y estoy empapado de lodo, los libros y libretas mojados, mi regla T destruida por las ruedas del camión; como pude regresé a mi casa a cambiarme ropa y lavarme, creo que mi hermana se asustó y me pregunta qué me pasó, trato de explicarle; ya listo de nuevo salgo corriendo a la escuela, llego tarde y pierdo el examen de física, el "Apagón", profesor de mi clase, me pone 5 por llegar media hora después, maldito viejo, culero!, digo.

Luego voy al servicio médico escolar, la doctora gorda y chaparrita, a la que llamamos "panal", por aquello de "pa´nalgotas", me revisa y me da una orden para que me saquen una radiografía del cráneo en el servicio médico del Poli; al salir de clases voy a que me saquen la radiografía, me hacen esperar dos horas y por ello llego tarde a la mueblería, el español –más enojado que de costumbre-- me despide vociferando, siempre con el apestoso puro en la boca; me quedo sin trabajo, maltrecho salgo de la mueblería mentando madres contra ese "apartida", hambreador que me descuenta el impuesto sobre la renta y las aportaciones al Seguro Social, si el desgraciado no paga impuestos y menos otorga el Seguro Social a sus empleados, me quedo sin trabajo; al salir me siento algo más de deprimido y alzo los ojos al gris del cielo como preguntando: ¿y ahora qué?, ¿qué más falta? Al llegar al departamento encuentro lo que faltaba: mi hermana que a penas contiene el llanto: el taller de costura recortó personal y ella fue una de las elegidas, se quedó sin trabajo, le explico que a mi también me corrieron y para no llorar me refugio en mi cuarto.

Más tarde, casi de noche, salgo a la calle, y como si algo faltara para completar el mal día me encuentro a Ludy fuera de la tienda, está furiosa y me encara: "¡maldito!, ya supe que te andas acostando con la argentina, ¿ella te hace más rico que yo?, ¿aprieta más?, ¿verdad?, ¡desgraciado!, ¡y yo que confiaba en ti!, me hiciste lo que quisiste, dijiste que nos íbamos a casar y ser felices…"; de repente reacciono ante los improperios, la jaló del brazo y le dijo mirándola fijamente: "¡mira hija de la chingada!, ¿yo cuándo te dije que nos íbamos a casar?, ¿qué te hice, que tu no quisieras?, ¡o te callas o te rompo el hocico!, ya tuve suficientes chingaderas hoy como para que vengas con tus pendejadas, ¡oíste!, nomás estás haciendo el ridículo!", y rompe a llorar a grito abierto y así se va, llorando, gimoteando, la gente me mira de lado al pasar, cerca están los vagos comiendo quesadillas en el puesto de doña Emma, uno se acerca y me dice: "así se hace mi Beto, pinches viejas, ¿qué se creen?, vente a cenar, la doña nos fía las quesadillas" y sin más me acerco a la bola de chamacos, uno me palmea la espalda como para consolarme, otro me acerca un plato con una quesadilla de picadillo; en eso alguien va a pedir fiado un six de Tecate a la tienda, regresa con los botes de cerveza y los empieza a repartir, y antes de que pueda dar la mordida al taco… dos patrullas con sirenas abiertas cierran el paso y corriendo se bajan cuatro policías con macanas amenazantes, parece que todos nos preguntamos "¡estos bueyes qué hacen aquí?", entre empellones y amenazas nos meten a las patrullas, no valen explicaciones, muestran los botes de Tecate como diciendo "prohibido beber en la vía pública" y nos llevan a la delegación.

Casi es media noche cuando nos sacan de la crujía, somos cinco, nos paramos frente a la barandilla del Juez Conciliador, que en este caso resultó mujer: una vieja gorda, chichona, con cara de lesbiana, que nos mira como retándonos, luego pregunta a un policía: "¿y estos piojosos qué?"; "ataques a las vías generales de comunicación; resistencia a la autoridad; faltas a la moral y beber alcohol en la vía pública, señora jueza", explica el poli poniendo su peor cara de malo; la lesbiana nos mira como pidiendo una explicación, me aclaró la garganta: "con todo respeto señora, ¿cuáles ataques a las vías de comunicación?, estábamos sentados en la banqueta comiendo quesadillas, ¿cuál resistencia a la autoridad?, si los señores policías traen macanas y nos empujaron a las patrullas y nos golpearon, ¿beber en la vía pública?, si se fija las latas de cerveza están llenas y cerradas, no les dimos ni un trago"; la vieja fea y con cara de lesbiana me mira fijamente: "¿y tú qué… niñito?, ¿quién eres?, ¿abogado de estos otros piojosos?, ¿o qué?, a ver sus identificaciones, y todo lo que traigan en las bolsas, ¡pero a la voz de ya que me están haciendo encabronar!"; sobre la mesa mugrosa queda mi credencial de la escuela y 17 pesos en monedas, nuestro único capital; la gorda mira con desdén el escueto botín y menea la cabeza: "lo dicho, ¡pinches piojosos!, tomen sus chingaderas y ¡lárguense mucho a la chingada, que me están quitando el tiempo!", y dirigiéndose al policía " y tú, cabrón, a ver si te fijas a quien cabrones traes, puro pinche jodido, no dejan ni para la cena", ya de salida el Chueco Pelaez –que debe su apodo a que luego de ser atropellado por una micro, le quedó una pierna más corta que la otra—intenta tomar los botes de cerveza, pero la jueza lo detiene de un grito: "¡dejas ahí cabrón, son el cuerpo del delito y además me las voy a cenar!". Salimos al frío de la madrugada, ha empezado a llover, es una brizna helada y continua que nos moja la cara, y caminamos rumbo a la colonia; Ruperto, mejor llamado el Chuperto dice triste "pinche día, estamos jodidos y salados" y añado: "¿salados?, tal vez, pero jodidos… eso si, y bien jodidos", y seguimos caminando entre las sombras del Eje 2 Oriente, soportando la lluvia que nos moja.

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