Recuerdos de Zolst - 05
Donde nuestra protagonista nos enseña su mejor obra y acepta su destino final.
Recomiendo encarecidamente leer las entregas anteriores si se quiere tener una visión completa del universo. Es una historia continuada por lo que se hace mención a elementos y personajes que son explicados en los capítulos previos.
—¡Ay!
—Si no te movieses tanto, no te llevarías tirones. Permanece quieta o tendré que atarte.
—Jolín, mamá, si tú tampoco podrías quedarte quieta en estas circunstancias. Aunque no me importaría que me pusieses unos buenos grilletes. ¿Mmmm?
—Ya te gustaría. Mira para delante y estate quieta.
Y retomé de nuevo la tarea que estaba realizando desde hacía un rato: domar el rebelde y larguísimo pelo de mi hija en un par de largas trenzas que caían desde su nuca hasta más abajo de su trasero. Mañana sería el dia más importante de su vida hasta el momento y quería que todo fuese perfecto. Ella es lo más bonito que había visto en mi vida, aún me costaba creerme que hubiese sido capaz de darla a luz. Todo había sido tan rápido que aún me sorprendía.
Lógicamente lo primero fue quedarme preñada y he de decir que fue la parte más sencilla y más placentera. Después de todo, acababa de empezar a servir como vaca en la estación Helms Tertius y me follaban una media de seis veces al día, más en fines de semana. En cuanto mi organismo volvíó a ovular libremente apenas necesité tres meses para quedar embarazada aunque nunca supe qué valiente soldado o tripulante había sido el padre. Quizás la gestación fue la parte más incómoda pues cuando ya estaba de siete meses me prohibieron el sexo vaginal para no dañar el feto. Me tiré dos meses en el establo sirviendo únicamente a base de mamadas y eso (no os engañéis) es un aburrimiento supino. Afortunadamente el parto, si bien doloroso como siempre son estos trances, transcurrió sin problemas.
Sin embargo, a los diez minutos de recibir a mi lloroso bebé en mis brazos fue cuando la ciencia zolstiana empezó a obrar su aterradora eficiencia. El doctor Hojo nos llevó a ambas a un tipo de vaina que nunca había visto: unos cilindros mucho más grandes de lo habitual colocados en el suelo en horizontal y sobre unos grandes sistemas de computación. A mí me introdujeron en uno y a mi pequeñina, a la que aún no le había dado el pecho, fue a la otra. Como siempre, acepté con deleite el abrazo que me daban los múltiples dispositivos y seudópodos internos de la vaina y me sumí en su sueño inducido. Para mi asombro, aquellos dispositivos servían para conectar mi mente a la de mi hija recién nacida de neurona a neurona. En aquel entorno virtual pude enseñarla a andar, a hablar y a leer. Disfruté de sus primeros balbuceos y pude comprobar, para mi deleite, que aquel entorno virtual favorecía sobremanera el aprendizaje por lo que mi niña aprendía con una velocidad inusitada. Pude enseñarle de manera teórica todos mis conocimientos sobre la sociedad zolstiana, sobre la esclavitud y servidumbre y sobre como era mi vida y probablemente sería la suya. También la instruí en todos mis conocimientos sobre el sexo aunque se me indicó tajantemente que no debía tocar ninguno de sus agujeros, ni siquiera masturbarla. Permanecimos allí muchísimo tiempo, a mí me parecieron más de diez años y nunca me extrañó ni que ninguna necesitásemos comer (supuse que la vaina se encargaba de nutrirnos como siempre) ni de que mi niña creciese a ojos vista. Decidimos de mutuo acuerdo que no recibiría un nombre ya que debían ser los amos quienes le impusiesen uno como a mí en su momento me nombraron primero 2B67K4T19 y después Naomi. Cuando una mañana nos notificaron que ya estábamos listas para dejar la vaina y salir al exterior de nuevo, las sorpresas no cesaron.
En realidad no habían pasado diez o quince años. Todo ese tiempo había transcurrido de manera acelerada en mi cabeza pero en tiempo normal llevaba seis meses nada más metida en la vaina. Ese periodo había servido para hacerme una reparación celular extensiva, de tal manera de que ahora me veía más joven, vital y lozana que nunca. Mis tetas, que a pesar de dar una leche excelente nunca habían pasado de una talla 85 ahora superaban con holgura la talla 100. Era como si aquella vaina especial me hubiese rejuvenecido hasta mis primeros veinte años. Y mi niña… mi niña había entrado en la vaina siendo un bebé aún sin destetar y había salido transformada en una hermosísima jovencita que aparentaba menos años, con un par de tetas idéntico al mío, una larguísima melena albina que llegaba más abajo de su firme culito virgen y una alegría por vivir la vida contagiosa. Nada más salir de la vaina me abrazó como dándome las gracias por haberla concebido. Por supuesto, en aquel entorno virtual del interior de la vaina habíamos hablado un millón de veces, pero me emocioné cuando escuché las primeras palabras que pronunciaba con su boca de verdad:
—Mamá ¡quiero polla!
El Amo Fried, quien por supuesto seguía dirigiendo todo el establo principal de la estación, nos explicó como estaba la situación actual. Nos contó que para fabricar esclavas sexuales de servicio y crianza como era mi caso se recurría a prisioneras de guerra, criminales y otra baja estofa femenina que abundaba a lo largo y ancho de todo el imperio. Después de todo, era obvio que con una cautiva de guerra como había sido yo lo único cabal que podía hacerse era reprogramarme el cerebro para convertirme en una buena chupapollas. Asentí con decisión ante las palabras que nos dirigía a ambas, pues tenía toda la razón y todavía repudiaba aquella etapa de mi vida en la que aún poseía pensamiento independiente. Sin embargo, las esclavas nacidas ya en esclavitud eran muchísimo más valiosas pues no dependían tanto de los nanites que controlaban mi cerebro y mi libido al haber sido instruidas ya en su papel desde la cuna. Gozaban de mayor habilidad, mayor sensibilidad y podían ser personalizadas al gusto de cada usuario. Por ello normalmente se vendían como esclavas sexuales de alta calidad y sin estrenar a políticos, militares de alto rango, héroes de guerra, altos funcionarios y otros estamentos destacados del Imperio. Dentro de tres meses, mi hija y otras dos chicas más que también hacía poco que acababan de salir de la vaina serían vendidas en subasta pública y enviadas al interior del Imperio con sus nuevos dueños. Me brotaron lágrimas de alegría por el destino que habían decidido para mi hija: ella podría ver otros mundos y las maravillas del Imperio mientras que yo difícilmente saldría alguna vez de la estación Helms Tertius.
No obstante, aún quedaban tres meses para ello y la formación de mi niña tenía que continuar así que lo habían previsto con antelación. Nos ciñeron a ambas al cuello unos collares distintos a los habituales, algo más gruesos y unidos por un cable bus de datos de unos tres metros de largo. Con su inconfundible jovialidad, el amo Fried nos describió como ese cable funcionaba de manera unidireccional transmitiendo los datos sobre todo lo que yo sintiese al sistema nervioso de mi hija con apenas unos segundos de retraso. De ese modo, ella podría aprender todas mis rutinas sexuales, acostumbrarse a las sensaciones y los sabores diversos de nuestra profesión sin arriesgar lo más mínimo su preciada virginidad. Y como el Amo Fried nunca tuvo un pelo de tonto, lo siguiente que hizo fue encadenar las manos de mi niña a su propio cuello mediante unas cortas cadenas y unas muñequeras. Así evitaba que se entusiasmase demasiado y empezase a masturbarse. No iban a correr el menor riesgo.
Y de esta guisa retomé mi antiguo puesto como retrete en los aseos del sector 157/4 (plaza B). Pasé los últimos tres meses siendo follada, sodomizada, doble y triplemente penetrada, bañada en semen y en otras cosas por soldados y tripulantes con gran alegría pues muchos de ellos se acordaban de mí y me habían echado de menos. La rutina seguía siendo la misma: 18 horas de servicio sexual y recuperarse y nutrirse en un par de vainas cercanas. Me avergüenza un poco decirlo pues una esclava no debe sentir orgullo pero cuando aquellos amos descubrieron que ahora mis tetas daban leche si las estrujaban fuerte y que todas las folladas a las que me sometían tenían como testigo morboso a mi encantadora hija hizo que mi popularidad se disparase en la estación. Pocas veces se vieron tales colas delante de los urinarios de ese sector; todos vigorosos amos de erectos penes muy dispuestos a perderse en todos is agujeros mientras mi niña se retorcía de placer y nos miraba con ojos ansiosos.
Pero todo llega a su fin. Mañana se cumplían los tres meses y el doctor Hojo ya nos había avisado que la subasta se celebraría a primera hora de la mañana. Aún estaba terminando las dos hermosas trenzas que sujetarían el pelo de mi niña para que mañana pudiese moverse sin que nada tapase su bello cuerpo cuando noté que empezaba a temblar ligeramente.
—Cariño ¿qué te pasa? ¿tienes frío?
—No, mamá. Es que… tengo un poco de miedo. Me van a separar de tí y siempre hemos estado muy unidas.
—No te preocupes hija. Es por tu bien. Si te quedases a mi sombra jamás llegarás a ser la magnífica esclava que estás destinada a ser, mil veces mejor que yo.
—Pero ¿y si no le gusto al amo que me compre? ¿Y si luego me vende a un burdel?
—Entonces le darás las gracias porque tendrás la oportunidad de probar una gran variedad de pollas de todos los sabores y colores en vez de dedicarte en exclusiva a la del amo.
—¿Y si resulta que el amo que me compra es un sádico que solo me quiere para azotarme y torturarme?
—Entonces le darás las gracias en cada azote porque te amará y torturará en toda tu plenitud en vez de deshecharte como algo inútil y asqueroso, relegándote a follar con los perros. Hija mía, no seas pesimista porque todo esto que te estoy contando ya lo sabes. No pienses en lo horrible que sería si te compra un amo malo porque no existen los amos malos. Existen las esclavas descuidadas, torpes y perezosas. Piensa en lo contenta que te pondrás cuando por fin te desvirgue por todos tus agujeros y te llene de él.
—Tienes razón, mamá. Lo siento. Creo que me puede el ansia.
—Eres un animalito en celo como lo es tu madre, no te lo echaría en cara jamás. Vamos a repasar la ceremonia de mañana. Cuando salgas de la vaina ¿qué tienes que hacer?
—Repasar delante del espejo que no tenga ningún pelo sin extraer ni ninguna mancha o lunar. La piel de una esclava debe estar siempre suave como un melocotón.
—¿Y después?
—Aguardar a que llegue un amo para llevarme a la subasta. En posición de espera: piernas abiertas, manos en la nuca, mirada al suelo. Vendrá un amo que me llevará cadena al cuello a una habitación donde habrá un comunicador y una barra vertical. Allí aguardaré a que me indiquen que puedo comenzar.
—Cuando te den la señal ¿qué harás?
—Dar las gracias a todos los amos por interesarse por esta perra, explicarles que soy joven, estoy por estrenar y tengo muchísimas ganas de obedecer sus mandatos y ser su obediente mascota. Frotarme bien los pezones y después dar la espalda al comunicador, inclinar el tronco y enseñar bien abiertos ambos agujeros prietos y tersos. Aguantar en la posición 45 segundos o hasta que me indiquen.
—Muy bien. Después te ordenarán retirarte y te dejarán atada junto a las otras esclavas en exposición mientras se produce la subasta. ¿Qué pasará si nadie puja por tí?
—Me meterán en una vaina y la semana que viene lo intentarán de nuevo. Si a las tres veces nadie se interesa mandarán la vaina en una nave a los planetas del círculo interior para que sirva en algún burdel de lujo.
—¿Y si alguien te compra?
—Me llevarán otra vez a la sala del comunicador para retransmitir en directo a mi nuevo Amo como me graban con láser en el pubis mi nuevo nombre y código de identificación asociado a sus propiedades. Es posible que también pida otras marcas en directo o bien prefiera realizarlas él cuando ya me tenga en persona. Las más comunes son los aretes en pezones, los aretes en pezones con cadena de unión, el arete en el clítoris, la bola o doble bola en la lengua, el arete en el tabique nasal, el escudo de familia grabado en láser en el muslo interior derecho o las iniciales del Amo marcadas con hierro al rojo en la nalga derecha.
—Muy muy bien. Te lo has aprendido a la perfección, hija mía. Me siento orgullosa de tí. Cuando mañana salgas de la vaina yo ya llevaré seis horas sirviendo en los aseos así que no te veré partir. ¿Me das un beso y nos metemos en la vaina a descansar?
—Claro que sí, mamá. ¿Volveré a verte algún día?
—No lo creo porque vas a ir a un sitio mucho mejor que esta estación y no creo que a mí me dejen salir de acá. Pero el destino siempre es imprevisible, puede que volvamos a comunicarnos de algún otro modo. A lo mejor algún día le das un morreo a una esclava que le comió el coño a otra esclava que me comió el coño a mí y tus nanites te avisan de ello. Ten fe y sobre todo, obedece a los amos siempre.
—Claro que sí, mamá.
No quise confesarle que era más que probable que recibiese noticias mías indirectas en un año o menos. Lo de mañana iba a ser puro teatro, sus aptitudes latentes habían impresionado tanto a un mayor de la Armada Zolstiana que se pasó a follarme hace dos semanas que ella ya estaba vendida. Disfrutaría de una vida plena en la mansión de descanso de aquel militar, donde ya residían tres esclavas y donde ya había encargado dos más aparte de ella. Todo esto me lo contó el Amo Fried la semana pasada mientras le hacía la mamada de limpieza de cortesía por haberme llevado a un chequeo médico mientras mi hija dormía en su vaina. Mañana por la mañana yo sería devuelta a los establos y puesta a follar de inmediato pues era imperativo que gestase y entrenase dos tiernas esclavitas más en el menor tiempo posible. ¿Y acaso había algo mejor que servir al Imperio y recibir en agradecimiento por tus servicios toda clase de orgasmos a cada cual más intenso?
Desde luego, a mí no me me ocurría nada. Miré por última vez el rostro plácidamente dormido de mi niña dentro de su vaina y me metí en la mía para recibir su cálido abrazo.
FIN
Pues hasta aquí hemos llegado en esta ocasión. Espero que os haya gustado esta nueva aproximación a la cultura Zolstiana, esta vez desde un prisma futurista y más enfocada al control mental que a la dominación. Una vez más, daros las gracias a todos los que me enviáis comentarios, sugerencias y críticas bien por email o por los propios comentarios. Creo que ya que hemos tenido una serie de relatos de temática fantástico-medieval y otros de temática de ciencia ficción, quizás ahora toque algo un poco más contemporáneo ¿Qué opináis?