Recuerdos de una Nana (1)
Nana, esa chica que hace el aseo, que duerme en una pequeña pieza al fondo de la casa y a la que todos los patrones consideran que pueden cogerse sin pedir permiso ni dar explicaciones.
Hola, mi nombre es Angélica Nahuelpan, la mayoría de Uds. me catalogaría como Chilena, yo prefiero decir que soy Mapuche Lafkenche, nací en el campo, cerca del mar del golfo de Arauco, soy la mayor de 8 hermanos.
Para los winkas no soy ninguna belleza, morena, de rasgos indígenas, pequeña y mas bien gruesa. Pero, y aquí los machos de las distintas culturas son todos iguales, tengo cuatro atributos que me hacen muy deseable como mujer:
1º Un buen par de tetas, grandes, generosas, de pezones gordos y con una gran aureola café.
2º Tengo las caderas anchas y por lo tanto un poto (culo) grande, del cual nacen dos piernas gorditas, pero muy amistosas, que se abren con mucha facilidad ante la menor provocación, y que abrazan, aprisionando al macho y empujándolo hacia mi sexo.
3º Un sexo cubierto de vello negro y ensortijado, de labios gruesos, cálido, húmedo, acogedor, que no discrimina entre una verga pequeñita o flacida, y una grande o muy dura. A todas las recibe con cariño, con hambre de más y con sed de una leche caliente y espesa,
4º Finalmente, pero no menos importante, soy la Nana, esa chiquilla que hace el aseo, que duerme en una pequeña pieza al fondo de la casa y a quien todos piensan que pueden culiarse (cogerse) sin pedir permiso ni tener que dar explicaciones. Pero, y en eso me confieso culpable, quien piensa que más vale el pico(pene) del patrón, que lleva consigo casa y comida segura, que pasar hambre y frío en las esquinas, y terminar comiéndose el pico de un desconocido, por unos pocos pesos.
Así dadas las cosas, permitanme comenzar con mi historia:
Tenía yo unos 18 años cuando comencé a trabajar como Nana, al principio puertas afuera, pero gastaba mucho en movilización y además se me complicaba cuando los patrones llegaban tarde, así que cuando me ofrecieron pagarme un poco más por estar puertas adentro, acepté de inmediato.
La casa era más bien antigua y sin muchas comodidades, pero cada uno de los 5 hijos de los patrones tenía su propio dormitorio. Así que había bastante trabajo, sus edades iban desde los 15 a los 21 años y todos estudiaban, los mayores en la universidad y los menores en el liceo.
La Señora también trabajaba y los muchachos apenas llegaban de sus estudio comían algo y salían, así que gran parte del día estaba sola,. Sólo Antonio de 18 años era más apegado a la casa, él era muy regalón de sus padres y más bien tímido, a pesar de ser muy atractivo, no se le conocía polola (novia).
A pesar de nuestra distancia social, él era muy considerado y nos hicimos amigos, cada día conversábamos más y nos sentíamos más a gusto. Lentamente una cosa llevó a la otra y terminamos pololeando (novios), por supuesto que sin que nadie supiera, mucho menos sus padres o hermanos, y todo en un contexto de mucho respeto. Nos besábamos harto y paulatinamente comenzamos con caricias más atrevidas.
Después de un par de meses y aprovechando que casi siempre estábamos sólos habíamos avanzado bastante en nuestras caricias. Eso sí, de sexo, entendido como penetración, nada de nada, ambos eramos virgen, cosa que a mi por mi cultura me importaba lo más mínimo. Si era virgen era sencillamente porque nadie me había pedido tener sexo, y yo no era lo suficientemente osada para pedírselo a un desconocido, a pesar que mi cuerpo me lo pedía a gritos hace tiempo.
Me lo pedía sobretodo en las noches que escuchaba a Alberto en la pieza del lado, tirarse a su novia de turno con total descaro. Escucharlo, y como descubrí después, verlo, mientras tenia sexo con cualquiera de sus muchas amigas, me excitaba sobremanera, tanto como para masturbarme hasta correrme. Como Alberto follaba casi a diario, yo también me masturbaba diariamente.
Para Antonio en cambio el tema de la virginidad era muy importante, la mujer debería llegar virgen al matrimonio, y él por ningún motivo me quitaría el tesoro de la virginidad. Así dadas las cosas, nos queríamos, nos acariciamos, yo lo masturbaba, él me chupaba las tetas y me acariciaba la vagina por encima, pero ni siquiera me masturbaba, así que tenía que esperar hasta la noche para correrme masturbándome.
Alberto era el segundo hijo de matrimonio, muy parecido físicamente a Antonio, pero moralmente el polo opuesto. El dormía en la última pieza de la casa, en el primer piso, mi dormitorio seguía a continuación, pero la puerta que los unía estaba clausurada, Yo debía salir al patio e ingresar por la cocina a la casa. La puerta, pese a estar clausurada, todavía existía y tenía una chapa con esas llaves antiguas y gruesas, por la que se podía mirar de una pieza a a la otra. Eso lo descubrí por casualidad cuando cambie de lugar el único mueble que había en mi pieza.
Alberto, aprovechaba que sus padres dormían en el segundo piso, para entrar sus novias a su pieza a través de la puerta de la cocina, luego se ponían a follar como si yo no existiera. Perdón, corrijo, las muchachas tocaban la puerta suavemente y yo debía ir a abrir y conducirlas por el patio hacia mi pieza como si fueran amigas mías, sólo al asegurarme que no había nadie mirando las iba a dejar a la pieza de Alberto. Hasta en eso era un caradura y no le importaba que yo supiera lo que hacia.
Recuerdo especialmente una noche, en que se habían apoyado contra la muralla que daba a mi pieza, pude sentir claramente sus embistes contra la muralla, la voz de ella que gemía; "dame papito dame, más más más" y la voz ronca de él; "te gusta huevona, que choro (vagina) más rico tienes". Yo me masturbaba en silencio, con el ojo pegado a la cerradura, mientras veía en primer plano toda la escena.
Al día siguiente aseaba su cuarto, su cama siempre desecha completamente, una que otra mancha de semen fresco en la sábana, algunos pelos que no eran suyos. En el suelo, al lado de su cama, los preservativos usados, sin importarle que yo lo tuviera que tomar y arrojar al a basura, su slip usado que aún olía a él, me aficione a olerlos, su verga había estado allí y olían rico. Y ese olor me daba hambre, hambre de un buen macho dentro mio.
Una mañana estaba yo absorta recordando lo que había visto en la noche, ¿qué habría sentido ella?, ¿sentiría yo alguna vez eso?. Olí una vez más sus calzoncillos, ¿tendría alguna vez su verga dentro mio?, me acaricié los senos con su ropa interior, ¿nuestra muralla me escucharía alguna vez gritar de placer?, acaricie mi sexo por encima de la bata que utilizaba para hacer el aseo, masturbándome muy lentamente con su ropa interior.
¡Angélica, Angélica!, ¿qué haces?
Era Antonio quien me sorprendió en posición tan incomoda, me sonroje hasta las orejas y deje caer el calzoncillo.
Nada, nada, sólo el aseo.
Ja, ¿y porqué te sonrojas?
Nada, nada, es que me asustaste.
Niña, Antonio me decía así en forma cariñosa, tienes los pezones marcados en tu bata y vi como olías su ropa interior y como te acariciabas con ella, ¿acaso tu también eres su amante?. Su voz sonaba molesta.
!No!, como se te ocurre, yo soy virgen. Volví a sonrojarme, que respuesta tan estúpida, él sabía que para mi eso no tenía ningún valor.
Antonio me abrazo, su corazón latía muy fuerte, tanto como el mio.
¿te gusta mi hermano?
¡No!, mentí descarada mente. Aún me tenía abrazada, sólo es curiosidad, cada noche lo escucho con una mujer distinta, parecer pasarlo tan bien y yo nunca lo he hecho. Sólo es curiosidad. Curiosidad y ganas, mira mi amor, tomé su mano y la dirigí a mi conchita, ¡yo estoy lista!. él sólo me acaricio por encima de la ropa,.
Aprovechando que aún me abraza, me deje caer hacia la cama, él por supuesto cayo sobre mi, lo rodee con mi piernas abrazándolo y empujándolo más hacia mí. Su bulto presionaba mi vagina.
No seas tontito mi amor, ¡Yo te necesito!, y por lo que siento allá abajo, tú también.
Mi amor, su voz se ponía sería, tú sabes que te quiero, y porque te quiero es que no puedo aprovecharme de ti, tú eres virgen y yo nunca te quitaré tu virginidad, a menos que estemos casados.
Mi amorcito, por favor, te necesito, tú sabes que tus padres nunca permitirían que nos casáramos, y yo quiero ser tuya. Tú no me quitaras nada, yo te lo estoy regalando. Imagínate mi amor que siempre podré recordarte como el primero en mi vida, eso es algo que una mujer no olvida nunca. Me importaba un carajo quien fuera el primero, con tal que hubiera un primero y pronto,pero seguro eso lo convencería.
¡No puedo!, te quiero demasiado como eso.
Quiereme menos entonces. Mis piernas lo aprisionaban y le impedían que se parara.
¡No, tú aun eres virgen!
¿y si ya no lo fuera?.
Jajaja, sé que aún eres virgen
¿y si ya no lo fuera?. Dicen que la curiosidad mató al gato y en mi caso era él último recurso que me quedaba.
Mi amorcito, su voz era distinta, de deseo, y con una sonrisa picaresca. Si Ud. no fuera virgen, yo hace rato que habría dejado de serlo, y podría culiarte sin culpa. Se movía sobre mi como si de verdad me lo estuviera metiendo.
¡no soy virgen!
jajaja, no te creo, sólo me estas tentando.
Es en serio, tu hermano Alberto ya se encargó de eso. Mentía, pero el juego me excitaba y a él también.
Jajaja, eso tendía que verlo.
Tontito, ¿te gustaría verlo?, yo de puro imaginar a tu hermano Alberto metiéndome esa rica verga que tiene, ya lo disfruto, ¿no te darían celos?
Si y si, por supuesto que me darían celos, pero gustoso me comería mis celos, si eso elimina las barrera que nos separa y que impide que pueda amarte..
No entendía su forma de pensar, pero al menos parecía una solución. Mi amor, ¿estas seguro?, Alberto es tu hermano, ¿no prefieres que sea un extraño?, o al menos que tú no lo veas.
Por supuesto que no, para la mayoría de los hombres eso es un triunfo, y prefiero que eso lo disfrute mi hermano y no un desconocido, además, no sé como explicártelo, pero me encantaría verte haciéndolo, Si mi hermano me abre el camino, quiero verlo como te lo hace, quiero verte abierta, quiero verte como te comes su verga. La tremenda excitación con que me lo decía, sus movimientos involuntarios como si me lo estuviera haciendo y el gran chorro con que acabó sin habérmelo metido y que mojó su pantalón, me indicó que sus deseos eran sinceros.
Perdón, se levantó avergonzado por haber acabado.
Lo tomé de las caderas, ven, bajé su pantalón y su mojado calzoncillo, realmente había acabado con ganas. No tienes de que avergonzarte, déjame limpiarte. Su verga aún no se ponía totalmente flácida, de su glande escurría una gota pegajosa de su leche. Se la limpié con mi lengua.
Se estremeció de gusto, lentamente comencé a chupar la cabecita de su verga, con mi dedo como una espátula recogía su leche de su calzoncillo, luego la depositaba sobre el glande y luego se lo chupaba para dejarlo limpiecito. Yo nunca lo había echo, pero había visto a las novias de Alberto hacerlo y sabía que lo volvía loco de gusto. Antonio no era una excepción, era evidente que lo disfrutaba, rápidamente su verga estuvo dura dentro de mi boca.
Seguí lamiéndola y chupándola un buen rato, hasta sentir que estaba próximo a acabar, trató de separarse de mi pero no se lo permití, su verga se agitó dentro de mi boca y me premió con cuatro generosos chorros de su leche. Estaba exquisita, espesa, caliente.
La combinación de mi boca llena de su leche mientras su verga se desvanecía me supo a gloria. Lo miré directamente a los ojos aún con su pene en mi boca. Me miraba col los ojos mas llenos de amor que he visto. Me eche hacia atrás, apoyando mis manos en la cama, la boca abierta y mi lengua ligeramente afuera abierta. Se acercó y me beso en la boca, como siempre su lengua se introdujo en mi boca, pero ahora no la encontraba vacía, su leche estaba por todos lados.
Mientras me besaba se acostó en la cama, de manera que yo quedé encima de él. Mientras nos besábamos su leche pasó de mi boca a la suya.
¿te gustó mi amor?, le pregunté con coquetería, ya sabía la respuesta así que lo volvía a besar.
Me volteó mientras nos besábamos, de manera que ahora yo quedé abajo, ahora era mi boca que recibía su leche aún tibia desde su boca.
¡Por supuesto que si!, estuvo muy rico, volvió a besarme y a darme vuelta. Abrió su boca, me separe un poco, apenas lo suficiente para ver como su leche pasaba de mi boca a la suya, dejando unos hilos que colgaban y nos unían.
Tomé su mano y la lleve a mi vagina, su mano descubría al fin toda mi mojada conchita, ta mojada como nuestras bocas. Tomé su dedo y lo empujé hacia dentro de mi rajita, esta vez él no se resistió. Esta noche te quiero aquí, hasta la última gota, completamente adentró y sin que te guardes nada.
Se trago su propia leche. Luego me dijo con voz firme Sabes lo que tienes que hacer y quiero verlo todo.
Esta noche, esta noche mi amor lo haré, y veras como la verga de tu hermano rompe esa barrera que tanto te molesta. Pero....pero después te quiero a ti, sobre la leche de tu hermano quiero la tuya. ¡Prometido!, .....¡Prometido!.
Continuará......
10 de la noche, los patrones encerrados en su dormitorio con la televisión bien fuerte, Alberto en su habitación esperando a su novia y Antonio en la mía esperando poder ver como cumplo mi promesa y dejo que me desvirgue Alberto.
Un par de suaves golpes en la puerta, es la novia de turno de Alberto, hoy le toca a Daisy; gordita, chiquitita, pero con el par de tetas naturales más grandes que he visto. Normalmente Alberto le chupa las tetas y juega con ellas como un bebe, ella por su parte le mama la verga hasta hacerlo acabar, a él le gusta acabar sobre sus grandes tetas y llenárselas de su leche, luego ella se viste y se va, nunca he visto que de verdad la penetre. Hoy Alberto se llevará una sorpresa, fue fácil despedir a Daisy con una excusa, ahora tengo el camino libre.
Una última visita a mi habitación. Antonio me espera en ella, su nerviosismo es evidente.
¿estas seguro mi amor?
Si, seguro. su voz suena a deseo.
Me desvisto sin pudores delante de él, en mi habitación tengo una pequeña palangana con agua y una esponja, he trabajado todo el día así que me lavo escrupulosamente, el cuello, las axilas, mi sexo, el culo. Antonio me mira embobado. Un poco de colonia me refresca.
Desnuda y limpia me siento en sus rodillas, lo abrazo y beso apasionadamente. Muy seria le digo, mi amor, yo llegaré hasta donde tu quieras. Cuando quieras que me detengas me llamas y yo me detendré de inmediato. Si no me llamas, dejaré que Alberto llegue hasta donde el quiera, ¡no me negaré a ninguno de sus deseos! Sólo te pido una cosa, cuando vuelva de esa habitación tú me estarás esperando y te quiero sentir terminar lo más adentro que puedas.
Él me da una pequeña cachetada en las nalgas, ¡ya apúrate! Te esperare ansioso.
Antonio me alcanzó el sostén y me ayudo a ponerlo, es de esos que se abrochan por delante, un suave beso en cada seno y me lo abrochó. Luego el mismo me puso la pantaleta, no sin antes besarme las nalgas y mi conchita. Sólo me abrochó dos de los botones del delantal que utilizo en la casa. Ya estaba lista y él también.
Alberto esperaba a su novia como siempre, desnudo y ya acostado en la cama. Así que no fue necesario golpear para entrar a su habitación. Al no ver a Daisy me miró extrañado.
¿y Daisy?.
Le dije que no estabas, que habías salido con tu padre y que llegarían muy tarde.
¿porqué le dijiste eso?
Yo no había preparado una respuesta, no supe que decir.....un silencio incomodo, nerviosa me lleve el pulgar a la boca y me lo mordí sin darme cuenta.
Él pareció entender, ¿no querías que Daisy viniera esta noche?
Negué con la cabeza y me mordí los labios......... Alberto puso una de sus manos en mi cadera y la acarició. Yo no me moví.....llevó su mano hasta mi nalga la que acarició sin resistencia de mi parte.
Echó la sabana para atrás, estaba completamente desnudo . A pesar que cerré los ojos de inmediato no pude menos que notar su buena erección.
Se sentó en la cama, con la mano que le quedaba libre me cogió la otra nalga y se incorporó...Me beso en la boca, al principio los puros labios luego metiéndome la lengua, mientras que con sus manos me aprisionaba hacia él. Su dura verga me punzaba mi vagina a través de mi delantal.
Le respondí su beso, nuestras lenguas jugaban como si se conocieran hace tiempo. Lo tome yo de sus caderas y lo atraje hacia mí. Ya no le quedaban dudas respecto a lo que yo quería.
Me mordió el cuello. ¡Desnúdate!. No fue una petición de un enamorado a su mujer, fue una orden del patrón a su nana. Me dí vuelta entre sus brazo avergonzada, pese a todo me daba pudor. quedé de espaldas a Alberto, de frente a la rendija desde la cual me miraba Antonio y al espejo que tenía Alberto en su dormitorio. Humillada lo busque con la mirada pidiéndole ayuda, sólo el espejo me devolvió mi triste imagen.
Te dí una orden putita, las manos de Alberto amasaban mis tetas y su verga punzaba mi culo.
Obedientemente me desabroche los dos botones que faltaban de mi delantal, las manos de Alberto rápidamente me lo quitaron, quedé sólo cubierta por mi pantaleta y mi sostén. Alberto no tardó en encontrar el broche del sostén, lo abrió con facilidad. Mis grandes tetas liberadas de su prisión colgaban como dos melones maduros.
¡Que buenas tetas tienes perrita! Orgulloso se miraba al espejo mientras me amasaba las tetas con ambas manos.
No sé que es lo que más me excitaba en esa situación; los manoseos de Alberto, nuestra imagen reflejada en el espejo, él macho dominante yo hembra sumisa, su verga punzando mi culo o saber que Antonio veía todo desde la rendija al lado del espejo.
¡Ponte en cuatro patas, quiero ver como te cuelgan las tetas! Otra vez la voz del patrón dándome una orden, yo nana obediente me puse de a cuatro patas de frente al espejo. Realmente mis tetas colgaban como frutas maduras.
Alberto me montó como un perro, y pese a que aún no me sacaba las pantaletas, se movía como tal; como un perro que se culea a su perra. Sus movimientos me hacían bailar las tetas frente al espejo provocando sus risas como de niño travieso. Luego sin dejar de montarme como un perro me las apretaba, provocándome una sensación dolorosa pero de mucho placer al soltarlas.
Sabiendo que Antonio miraba todo puse la cara más caliente que pude y le lance un beso, beso que Alberto veía en el espejo y creía destinado a él.
Alberto se desmontó y se puso al lado mio de pie, entendí lo que quería de inmediato. yo también quiero ver le dije, él se puso un poco más hacia la muralla y el espejo me devolvió la imagen de la verga de Alberto mientras yo se la chupaba puesta a cuatro patas. Me esmeré en hacerlo bien, le lamía la cabeza de la verga, le besaba las bolas, todo eso mientras le lanzaba besos al espejo. Al espejo y a Antonio quien seguramente disfrutaba del espectáculo.
Con dificultad camine sobre mis rodillas hasta dejar mi culo muy cerca del borde del espejo de donde mi miraba Antonio. Yo misma me bajé las pantaletas con una mano mientras que con la otra luchaba para no caerme.
Tome a Alberto de sus testículos, presionándolos suavemente para que se tranquilizara.. Shhhh, tranquilo, mira, mirame la conchita, te tengo una sorpresa.
Torpemente Alberto me separó las nalgas y luego los labios de mi conchita, bajando el estomago paré lo más que pude el culo, así mi conchita se salía más hacia afuera, hacia el espejo.
Estas toda mojada.
Claro que si tontito, pero esa no es la sorpresa, mira bien. Me separó más los labios, ¡que rica que estas, se nota que esa conchita quiere pico!
Yo no podía verlo, pero me imaginaba la vista que tenían Albero y Antonio. Después Antonio me describió con lujo de detalles como podía ver mis piernas, mis labios muy hinchados y casi de un color morado, el clítoris asomado como un pequeño pene, mucha, mucha mucosidad por todos lados, y al centro un delicioso hoyito, tapado con una especie de cortina rosada .
Alberto o no veía bien o no sabía lo que buscar, tuve que ayudarlo. Alberto, mi amor, méteme un dedo pero bien despacito. él obediente se puso a jugar con el dedo en los labios, lubricándolo y de paso haciéndome disfrutar al intruso, casi de inmediato notó mi himen.
Me hubiera gustado ver su cara de sorpresa, se quedó quieto un rato como no sabiendo lo que hacer, luego se estiró sobre mí y me comio la conchita a besos, provocándome, al fin, un intenso placer que no provenía de mis dedos de hembra solitaria, sino de su lengua de macho que a descubierto a su perra en celo.
Vamos ala camita.
No, lo retuve, quiero que este espejo sea testigo de mi primera vez, para que cada vez que te veas me recuerdes.
él me pasó tres cojines, me senté sobre ellos de frente al espejo y a Antonio, quien veía todo en silencio. Alberto me ayudó a echarme a para atrás, con lo cual mi culo y mi sexo quedaban más altos que mi espalda, servidos como en una apetitosa vitrina,
Alberto se colocó entre mis piernas abiertas, me alzó las piernas pero yo no estaba cómoda. él alzó mis piernas afirmando una en cada hombro con lo que quede mucho más cómoda. Aunque en esa posición, si Antonio me hubiera llamado pidiéndome que me detuviera como lo habíamos acordado, creo que nada habría evitado que mi conchita se comiera la verga de Alberto hasta el fondo.
Ahora él estaba incomodo, yo estaba muy alta y no me alcanzaba poniéndose de rodillas, así que tuvo que ponerse como un perro a cuatro patas sobre mi, pero con los cuartos traseros de cuclillas y afirmado sobre su manos. Como mis piernas descansaban sobre sus hombros, mis rodillas terminaros al lado de mis costillas con lo cual me encontraba absolutamente abierta e indefensa.
Más adelante Antonio me confidenció lo mucho que lo había excitado verme así, con mi sexo completamente abierto, bien lubricado por mis propios jugos y completamente entregado a la verga de Alberto.
Mi conchita se encontraba bajo la verga de Alberto, a él le bastaron un par de intentos para encontrar mi bien lubricada entrada, jugueteo un rato con su cabeza ya bastante húmeda para asegurarse que era la entrada correcta y tanteando la resistencia que encontraría, luego aprovechando el peso de su cuerpo y la posición en que estábamos, sencillamente se dejo caer metiéndome de una sola vez su verga hasta los huevos y rompiendo para siempre esa estúpida barrera que me separaba de mi amado Antonio.
Continuara........