Recuerdos de mi primera vez
Aquí pasaré a relatarles, en tres entregas, mi debut sexual a mis 18 años...y con mamita.
Recuerdos de mi primera vez Introducción.
Esto que voy a relatarles es tan verídico que aún hoy a mis cuarenta años dos divorcios, dos hijos- vuelven aquellos recuerdos de mi primera vez con mamá, tan intensos y vívidos que aún me erizan la piel. Creo que nunca fui tan feliz como en aquel entonces Podrán creer o no este sincero relato, mucho no importa. Mamá y yo sabemos que pasó realmente y eso me basta Omitiré nuestros nombres o iniciales por simple pudor, no me gustaría que algo tan tabú y reprobado por una sociedad pacata, ocurrido hace ya tanto tiempo, lastime a alguien sin querer.
Mi familia, clase media de laburantes, estaba conformada por mis padres, ella de 46 años y él de 58. Mi hermano mayor, de 26 años y yo el menor, con 18 años recién cumplidos. Vivíamos en una casa tipo chorizo de un barrio de la Capital Federal, ese tipo de construcciones muy de una época en la que la mayoría de las habitaciones daban a un enorme patio. Algunas de esas habitaciones tenían circulación interna, es decir que se comunicaban entre ellas sin tener que salir afuera. Mi pieza que fue lugar de planchado y despensa- estaba al fondo de la casa pegada a la de mi hermano, quien en los últimos tiempos no la utilizaba ya que se había ido a vivir con su novia de aquel entonces.
Hasta los catorce compartí una habitación con mi abuela, que se encontraba contigua al dormitorio de mis padres, por un lado y al baño, por el otro. Cuando ella falleció, yo había cumplido los quince, fue el momento propicio pensaron mis padres- para que me mudase solito ya que no era bueno que un adolescente en pleno desarrollo hormonal durmiese tan cerca del dormitorio de ellos. De todas formas siempre me la rebusqué para masturbarme en mi cama apenas mi abuela comenzaba a roncar, otras veces me encerraba en el baño para hacer mi faena. Me masturbaba, casi a diario, pensando en alguna de los Ángeles de Charlie, en la Mujer Biónica y muchas veces en Emma Peel de los Vengadores
Cada miércoles o sábado cuando oía el traqueteó de la cama conyugal de mis padres, algún tibio gemido, algún gritito asordinado, me masturbaba imaginando que aquellos sonidos provenían de Farrah Fawcett o Jacklin Smith gozando como marranas mientras me las cogía.
Mi familia era bastante común pero algo estructurada. Eso influyó en mí, ya que a los 18 años seguía siendo bastante tímido con las chicas de mi edad por lo que aún no había debutado. Aunque no era un galán de cine, tenía mi pinta. Delgado, ojos verde claros y cabello castaño crespo. Obviamente que había ya salido con varias chicas pero, tal vez por la educación recibida o por timidez, no había pasado más que un intercambio de besos de lengua, y algún que otro manoseo mutuo y acabadas por debajo de sus bombachas y de mis calzoncillos. Lo veía como algo normal, parte del crecimiento ya vendría el tiempo de mi debut sexual, me decía.
Un día de fin de verano de los 80s, mamá faltó al trabajo no recuerdo porque razón. Yo me encontraba por salir a comprar unos libros cuando descubrí que el pantalón que me había puesto tenía descocido el cierre. Era el único que encontré en el placard. Corrí así, con la bragueta a medio cerrar, hasta el lavadero que daba frente a la puerta de la pieza de mi hermano y revolví el cesto de la ropa sucia. No había otro pantalón limpio y los que si lo estaban, giraban -vuelta para acá y vuelta para allá- en el lavarropas.
-¡Má, se me descosió el cierre del pantalón!- le grité desde ahí.
Al rato contestó, desde su dormitorio, donde veía una telenovela, que me pusiera otro. Le dije que no había ninguno limpio. Me respondió que se lo llevase que me lo arreglaría.
Me arrimé hasta su dormitorio. Mamá estaba sentada al borde de la cama con el costurero listo para la labor. Había enhebrado la aguja sin perderse la novela de la tarde. Al verme se sorprendió.
-No pensé que lo tenías puesto
-Me pongo un short, mientras tanto?
-No, ya está. Te lo coso puesto, no te hagas problemas- contestó y volvió su mirada al galán de la TV que entraba en el dormitorio de la prometida del hermano.
Me puso de pie frente a ella que seguía sentada al borde de la cama con su mirada puesta, de perfil, en la TV. Mi bragueta quedó a la altura de su rostro, a veinte, treinta centímetros. Ella no lo percibió o no le dio importancia. Al principio yo tampoco, pero cuando con su mano izquierda tomó la bragueta descocida del pantalón que llevaba puesto, una extraña sensación, como una electricidad, recorrió mi cuerpo. Sus dedos, con sus uñas de rojo bermellón, habían rozado sin querer mi bulto aún adormecido. Ella no pareció darse cuenta. Seguía la escena en la TV entre el galán y la prometida de su hermano en la ficción.
En verdad nunca había prestado mucha atención a mamá, es decir no como una mujer. Pero ese día la descubrí, de pronto, bastante sensual y apetecible para sus 46 años.
Aunque aquel pensamiento me perturbó no pude dejar de recorrerla con mis ojos: llevaba puesto un vestido floreado de verano, no muy suelto, que le insinuaba sus formas para mi desconocidas, hasta entonces. Mamá era más bien de baja estatura, piel blanca, cabello castaño corto y peinado de peluquería, ojos color café y unos labios rojo carmín. Era extraño, pero mamá siempre tenía sus labios pintados.
Su cuerpo asemejaba al de un guitarrón mejicano: redondas pero aún firmes tetas no demasiado grandes que el escote del vestido dejaba entrever, una cintura pequeña que terminaba en unas caderas anchas bastante anchas- que contenían un culo redondo y enorme. Como estaba sentada al borde de la cama, sus caderas parecían aún más anchas. Nada de gym ni cuidado en las comidas, a pesar de eso mantenía sus piernas rellenitas bastante bien torneadas vislumbrándose por arriba de las rodillas cubiertas por unas delicadas medias color carne. Unas sandalias con poco taco protegían unos pies pequeños con sus uñas pintadas de rojo bermellón, también. No era para darse vuelta en la calle a mirarla pero tampoco pasaba del todo desapercibida con sus 46 añitos.
En la TV el galán había tomado a la novia de su hermano, a la futura cuñada en la ficción, de los hombros y mientras le decía no sé que cosa la acercó hasta escasos centímetros de su boca, para susurrarle palabras románticas. Mamá no se dio cuenta, pero esa escena la hizo tomar más fuerte mi bragueta mientras seguía cosiendo. Mi bulto ya no contenía a aquel pichón dormido. El slip blanco, regalo de mis padres, dejaba ver claramente un bulto que empezaba a crecer a la par que cosía y cosía. De repente mamá se sorprendió de ver su mano sosteniendo la bragueta mientras un objeto no identificado la llamaba.
-Bebbeee, que pasó?- dijo entre confundida y maternal, mientras sacaba rápidamente su mano de ahí.
No les dije pero aún, con 18 años, seguía llamándome "Bebé", "Nene de mamá" o algún termino por el estilo.
-Perdón -atiné a decirle ruborizándome mal y echándome un poco hacia atrás. Se sonrió apenas y me dijo que era normal, que no era mi culpa. Que era un joven y que esas cosas pasan Que no me avergonzara. La cuestión es que el bulto seguía allí, creciendo.
-Seguro te gustó María Celeste es linda no?- María Celeste era la heroína de la telenovela, la prometida del hermano de ficción del galán protagonista.
No podía decirle que la tenía así por ella y no por esa pelotuda chupasirios de María Celeste. Me daba mucho pudor, quise salir corriendo pero vaya a saber porqué me quedé ahí paralizado.
-Si te quedás quieto termino de coserte el cierre...- dijo acercándome nuevamente a ella, a treinta centímetros de ella. Mi cosa se iba poniendo más dura.
Volvió su vista a la TV: el galán le estampaba el primer beso, un beso de aquellos, a la prometida del hermano. Fue en ese preciso instante de desatención que con la aguja, mamá, me pinchó apenas el pene.
Pegué un salto de dolor. Ella no supo como hacer, se sentía culpable por haberme lastimado. Una pequeña gotita de sangre manchaba el slip blanco a la altura de la herida. Mamá se asustó mucho. Con su otra mano atinó a agarrarme el bulto para que no continuase sangrando. La miré sorprendida. Fue, creo, un acto reflejo de ella ante el accidente. Obviamente me dolió el pinchazo, pero a decir verdad, no fue tan grave. Sin embargo para ella fue como habérmelo cortado.
-Estás bien, bebé?- dijo horrorizada mientras sin darse cuenta oprimía mi pene endurecido a través del slip para que no continuase sangrando. Era una sensación agradable, no como había sentido con las otras chicas, sino mucho, mucho más caliente.
-¡Me duele!!!- mentí un poco.
Ella intentó masajear la zona. Eso me excitaba más. Todo pasaba muy rápido. Era una situación rarísima verla ahí a mamá casi masturbándome sin que ella se diese cuenta mientras miraba otra escena de besos y confesiones del galán y María Celeste... Creí percibir como por sobre el vestido sus pezones se paraban levemente. Mi pene estaba que explotaba, la cabeza comenzó a aflorar del slip. Mamá mirando para otra parte. La novela fue al corte. Propaganda.
-Bebeeeé -quiso quitar la mano del bulto pero rápidamente reaccioné.
-Me duele mucho, má!!!- dije y le contuve su mano sobre mi bulto enorme y caliente.
Ella se ruborizó, mezcla de sorpresa y perturbación. Abrió apenas su boca rojo carmín que me recordaba la de Gina Lollobrígida y dejando apenas al descubierto unos lindos dientes blancos suspiró.
-¡Soy tu mamá!!!- dijo, no se si dándose cuenta de que ella era mi oscuro objeto de deseo en ese momento o porque una madre no podía tocar a su hijo de 18 años su pene o por no se que cosa- ¡Soy tu mamá!!!
Hubo un pequeño forcejeo entre su mano sobre mi bulto y la mía sobre la de ella que hizo que de la cabeza de mi pene descubierto saltase un fuerte chorro viscoso y blanquecino que cayó después de dar un salto extraño en el centro de su escote, en el medio de las dos tetas.
-¡Asqueroso!!!
Mi mano sostuvo como pudo su mano permitiéndome escupir otro chorro de leche que fue a parar al vestido sobre su vientre mientras ella se levantaba del borde de la cama horrorizada.
-¡Asqueroso! ¡Qué hacés!!!-gritó separándose de mi y observando avergonzadísima la escena, me pegó una estruendosa cachetada. Trato como pudo de limpiarse mi leche de sus tetas, de su vestido Eso me calentó aún más. No me pude contener, con mi mano terminé de masturbarme con la pija afuera hasta que la cabeza largó el último y potente chorro de leche sobre el borde la cama.
-¡Asqueroso!!! ¡Pervertido!!!- espantada, salió despavorida hacia el baño y allí se encerró un buen rato.
Traté de limpiarme como pude con el cubrecama, ya mojado por mí, me subí el cierre del pantalón aún descosido y salí tras ella para disculparme. ¿Disculparme, dije? Mamá no quiso saber nada de mí.
-¡Asqueroso!!! ¡Le voy a contar a tu papá!!!- dijo ahora sollozando sin abrirme la puerta.
Yo estaba confundido, no sabía bien que hacer. Corrí hacia la calle en busca de aire fresco. Deambule un buen rato por el barrio, con la bragueta a medio arreglar, imaginando la golpiza que me iba a dar papá de noche cuando retornase del trabajo