Recuerdos de Madre I
Un pequeño grupo intercambia cartas con relatos verídicos de hijos con sus madres. El protagonista descubre que su padre es uno de ellos. Primera entrega de una larga saga que espero sea de su agrado. Espero sus comentarios para seguir con la serie. Todos los personajes tienen 18 o más años.
Hola, mi nombre es David. Me gustaría contaros lo que sucedió después de a mi padre le diera un súbito ataque cardíaco que le dejó casi muerto. Mi madre me pidió que me encargara de las cosas de su oficina pues ella no se veía con ánimo, y además, me comentó que cuando le decía que si lo hacía ella, se ponía muy nervioso y agitado sin saber la razón. En dos meses volvería de la universidad para las vacaciones de verano. Le dije que claro que lo haría cuando tuviera un rato libre en el verano.
Cuando volví a casa mi madre ya estaba menos angustiada que cuando ocurrió lo de mi padre dos meses y parecía muy aliviada por mi llegada. Estaba agotada de atender a mi padre pero también a familiares y amigos que llamaban o la visitaban para saber del estado de salud. Evitaba invitaciones, apenas salía, no le gustaba que le preguntaran que cómo se arreglaba con todo. Mi llegada resultó un alivio pues ya no estaría sola y la podría ayudar en el día a día. Cuando en un momento dado me dijo ”necesito que me cuides”, la verdad que no supe interpretarlo en ese momento. Más tarde me di cuenta a qué se estaba refiriendo.
Mi madre era veinte años más joven que mi padre y a la vez veinte años más vieja que yo, osea, me tuvo con veinte años. En la adolescencia me enamoré de ella y me masturbaba pensando en ella, no en vano era una mujer hermosa que de aquella estaba a la mitad de la treintena. Pero aquello no pasó de un deseo, de un sueño de adolescente.
Cuando me puse a cumplir el encargo de mi madre de ordenar el despacho, pues mi padre no se iba a recuperar nos habían dicho los médicos, algo ocurrió que hizo que estos recuerdos, que se habían quedado dormidos, volvieran a renacer hasta que encontré una caja en la oficina de mi padre. Estaba llena de cartas y escondida detrás del armario. Que estuviera escondida avivó mi interés y una primera observación me llevó a descubrir que pertenecía a un grupo de intercambio de historias muy original: historias verdaderas de las experiencias de los hijos con sus respectivas madres.
En una hoja suelta estaban escritas una serie de reglas que debía cumplir los miembros del grupo o al menos lo que querían pertenecer a él:
- Todas las historias deben ser verdaderas.
- Todos los nombres deben ser cambiados para proteger el anonimato.
- Las historias deben implicar a la madre y a su hijo.
El primer paquete de cartas pertenecía a mi padre que se llamó a sí mismo “Ron”, pero violó una de las reglas al referirse a mi abuela por su nombre real. Más tarde descubrí que no era la única regla que había roto.
Esta es la primera historia de un conjunto de ellas. La historia de mi padre.
…………………………………………………………………..
Hola a todos. Déjenme presentarme. Mi nombre es Ron. Mi nombre real no es éste pero todo lo demás es cierto. Crecí en una granja en medio de ninguna parte, pero, como casi todos ustedes, ahora vivo en una ciudad. Entonces los tiempos eran difíciles, incluso antes de la depresión. Tampoco teníamos a mano diversiones como en las ciudades. En la granja siempre había algo que hacer y sin un automóvil, demasiado lejos de cualquier sitio. Así y todo hacíamos lo que fuera por reunirnos con otras personas, así fueran de la familia o vecinos cercanos.
En casa teníamos un auto, un Ford, que usábamos básicamente para ir a comprar y a la iglesia los domingos, pues nunca habíamos viajado a ninguna parte. En cuanto tuve edad obtuve la licencia y aprovechaba para hacer todos los viajes que podía a la ciudad, casi siempre con mi madre. Mi padre no le importaba quedarse trabajando y yo le tomé el relevo como chófer. Creo que agradeció el relevo y “al menos aprendería a hacer algo”, me dijo un día con cierto desprecio. No me importó ni en aquel momento ni ahora.
Mi padre ya tenía casi sesenta años entonces y era bastante huraño, no le gustaba ir a la ciudad o al pueblo porque tenía que tratar con gente y eso para él no era algo que le apasionara. Por el contrario, yo tenía paciencia con la gente y socializaba sin esfuerzo. En cualquier caso, su vida era su trabajo y su granja. Se acostaba siempre muy temprano y se levantaba antes del amanecer, lo que hacía que el tuviera una vida y mi madre y yo otra. A ninguna parte parecía importarle y vivíamos así no voy a decir felices pero si era llevadero.
Mi madre aún no había cumplido los cuarenta años, y ahora recordando, era demasiado joven para un señor tan mayor como mi padre. Además, era muy bonita y cuando se arreglaba para ir a la iglesia tengo que decir que llamaba la atención. Era pelirroja, con el cabello largo y a veces me pedía que la ayudara a cepillarlo. Yo la verdad que lo hacía con placer.
A pesar de su edad, ya tenía alguna que otra arruga alrededor de los ojos y comisura de los labios, que se acentuaban cuando sonreía. Pasaba con ella todo el tiempo que podía y me escaqueaba lo que podía de trabajar en el campo, prefiriendo hacer tareas alrededor de la casa. Mi padre era de los que le gustaba hacer las cosas solo y me requería solo cuando no podía hacerlo por sí mismo.
Ahora recordando, mi madre era una persona solitaria. La rutina se rompía con la misa de los domingos, que le gustaba viendo la cara que ponía cada vez que íbamos. A mí aunque solo fuera por conducir, me encantaba ir a donde fuera. Con el paso del tiempo la novedad de la conducción dejó paso a que me fijara más en mi madre en cada uno de estos viajes. Lo cierto que mi madre, pasión filial aparte, era de las más por no decir la más bonita de la ciudad. Una señora con clase que solía ser recatada a la hora de vestir para supongo, no levantar pasiones en hombres que sabían que estaba casada con un viejo. Mi madre también conocía a las esposas y lo celosas que se pueden poner cuando una hembra está disponible.
La verdad que ir a la ciudad para nosotros era como una medicina. Hasta llegar allí notaba a mamá tensa, como si se tuviera que enfrentar a un juicio. Una vez allí media mucho sus pasos, sus acciones y movimientos. De camino de vuelta a casa era otra persona, le gustaba hablar, me contaba que había hablado con otras mujeres de su círculo, algunos chismes, … Poco a poco me fui convirtiendo en su confidente. Sin que fuera necesario, se acercaba a mí para decirme al oído algunos de estos chismes, me cogia del brazo y si era algo picante la noticia, esperaba a ver mi reacción muy cerca de mi.
Así que comencé a conducir más despacio en el camino de vuelta, a pesar de que como joven que era, me gustaba ir rápido y pisarle a fondo al acelerador. Alargaba adrede la vuelta a casa y ella nunca me dijo nada, al contrario, sin explicitarlo, parecía complacida de que el viaje se alargase cada vez más. Tampoco se quejó la primera vez que tomé un desvío en la vuelta a casa, ni me preguntó el porqué me desviaba. Era un dia preciosos y parecía que era lo más correcto.
Para que me hablara cerca abría la ventana y me quejaba de que la no escuchaba bien. Al principio elevó la voz pero luego se dió cuenta que era más sencillo acercarse y estar inclinada sobre mí hablándome. Yo por mi parte, lo disfrutaba inmensamente. Si que yo se lo pidiera movió las bolsas que estaban en el suelo y nos separaban, de manera que su muslo quedó pegado al mío y a la vez paso su brazo por mis hombros.
Desde esa primera vez, una vez que superábamos la primera colina a la salida del pueblo, mamá hacía el cambio de sitio de las bolsas y se colocaba a mi lado. Cuando estábamos llegando a casa hacía la operación contraria. De la misma manera, si es cierto que el tráfico era escaso, si nos cruzábamos con alguien hacía como si se echaba hacia su lado para no dar la impresión de un comportamiento inapropiado a primera vista. En cualquier caso, esto hacía que cada vez fuéramos más cómplices y amigos. Al llegar a casa me daba un beso en la mejilla y me decía con resignación: “Bueno, ya estamos en casa”. Esto hizo que los desvíos cada vez fueran más largos.
Un día hice algo que marcó un antes y un después. Abrí una vía en nuestra intimidad, por decirlo de alguna manera. Al cambiar de marcha por primera vez toqué una de sus piernas. Ese primer contacto hizo que empezara a cambiar más a menudo, sin venir a cuento, lo que me permitía multiplicar los toques. Quise explicarme antes de que me preguntara, y le dije que era necesario cambiar más de marcha porque eso era bueno para el motor y que consumía menos gasolina. Ella dio como válida la explicación con un sencillo “Oh”.
Con esta explicación y disculpa, los cambios se hicieron continuos para desgracia del embrague, y cada vez rozaba o tocaba sus piernas. Ella sin embargo no parecía prestarle atención. No sé cómo me las arreglé pero hice que separara las piernas y una de ellas la colocara al otro lado del cambio de marchas, lo que le hizo una posición un poco indecorosa. Sin embargo, ella seguía hablando como si nada, con el brazo rodeándome los hombros y las piernas abiertas y el vestido cada vez más arriba.
El cambiar a segunda me permitía abrirle más las piernas, y luego que metía tercera dejaba la mano como perezosa en el asiento entre sus piernas. Ella seguía sin parecer darse cuenta de que dejaba mi mano entre sus piernas donde por supuesto, no debería estar.
En uno de estos viajes a la ciudad, después de llegar noté un problema en el motor y le eché un vistazo mientras ella hacía compras. En cuanto pasamos la colina ella hizo el cambio de bolsas de lugar de siempre y la avisé de que si le tocaba el vestido igual la manchaba pues aun me quedaba algo de grasa en la mano. Ella no le dio importancia y se colocó como siempre y cuando se sentó, se subió el vestido más arriba para que no se manchara. Lo único que me dijo que cuando llegara a casa me lavara porque ya conocía a mi padre. Seguí conduciendo muy emocionado, por llamarlo de alguna manera, pues nunca antes había visto tanta pierna de mujer y tan cerca.
Como siempre, colocó su brazo por mis hombros y yo dejé la mano entre sus piernas como siempre. La erección que tenía era de campeonato y bien creía que iba a hacerle un hueco al pantalón. De vez en cuando miraba las piernas hasta que en un momento dado me dijo que mirase al camino a la vez que me pegaba un meneo en los hombros. Seguí conduciendo pero mi mano estaba en contacto con su pierna todo el rato. Ella seguía sin dar motivos de queja.
La semana siguiente volvía quejarme del coche. Me llamó la atención por el lenguaje que empleé pero me obedeció cuando le indiqué que debía volver a colocarse el vestido con cuidado de no mancharlo. Otra vez pase un viaje de vuelta delicioso.
La semana siguiente se me olvidó indicarle nada de las manos sucias aunque no lo estuvieran, pero ella me sorprendió cuando sin indicación alguna, se remangó de nuevo el vestido. Sin preámbulo, coloqué mi mano entre sus piernas y así seguí todo el camino.
La siguiente semana nuevamente volvió a subir el vestido sin que le dijese nada, y de nuevo volví a poner la mano entre las piernas. Sin embargo, en una de estas, al cambiar de marcha se me resbaló la mano y fue a parar entre las piernas de mama un poco más arriba de lo habitual. Ya que no dijo nada volvía cambiar de marcha y colocar la mano en ese mismo sitio, que rozaba la indecencia. Mi madre seguía sin prestar atención como si la cosa no fuera con ella. Tal era así que la mano estab medio aprisionada por sus muslos. Mi excitación era máxima y el corazón se me iba a reventar. Pero logré mantener la mano en esa posición. lo que pasó a continuación me sorprendió.
“Lo pasé muy bien en la ciudad hoy” me dijo mientras me hacía cosquillas en el cuello. “Un momento precioso” me dijo mientras seguía acariciándome el cuello y la pelvis parecía que empujaba mi mano hacia delante. La verdad es que la cabeza y lo que no era la cabeza me iba a estallar por lo que ahora pienso si no me lo estaba imaginando o de verdad lo sentía.
El viaje continuó y cada vez que mis manos volvía a sus piernas volvían al mismo arriesgado lugar. Fue hasta ese día el viaje más feliz.
Llegamos a casa y después de dejar las bolsas en la cocina tenía previsto esconderme en el granero a liberar la presión de la entrepierna, pero justo cuando iba a irme mi madre me dijo que me quedara en la cocina. Me di la vuelta y ella se sentó en una silla. Casi me da algo cuando la veo levantar de nuevo el vestido como cuando entraba al coche y llevando el borde hasta la entrepierna y me dice: “Creo que tengo un poco de grasa en la pierna”.
Tengo buena vista y no se veía nada, pero la vista no me molestaba y más si era solicitada.
“No”, dijo al final, “No veo nada … Tal vez debajo “¿Podrías mirar por mi, Ronni?” me dijo a la vez que levantaba sus piernas por las rodillas para que mirara en la parte inferior de sus muslos. Me arrodillé para mirar y disfrutar de la vista hasta que me dijo “¿Ves algo? no puedo sujetar las piernas por mucho tiempo cariño”.
Sí, pensé. Claro que veo algo, te veo las bragas y estas maravillosas piernas.
Tomando aliento y envalentonándome, adelanté una temblorosa mano hacia un punto, señalando dije “Sí, mira, aquí arriba hay una pequeña mancha”
“¿La has quitado?”
“No, la verdad es que sigue ahí.” Respondí, llevándome la mano a la boca y mojándola de saliva. Volví a la labor de eliminar la imaginaria mancha.
“¿Puedes?”
“Si, claro” y seguí sobándole el muslo poco a poco subiendo hasta la braga. Volvía a mojarme la mano y segui con el magreo.
“Es rebelde la mancha” le mentí.
“Frótala con fuerza” me dijo en tono de orden y con una voz algo desconocida. Le hice caso y comencé a magrearla con fuerza hasta el borde de la braga. El muslo estaba completamente húmedo y percibí un extraño olor.
Seguía con el magreo que cada vez subía más arriba del borde de la braga y chocando contra la entrepierna.
“Mas fuerte” jadeó mientras me lo decía como una súplica.
Obedecí sin esfuerzo, acelerando el frote. En ese momento escuchamos el ruido del tracto muy cerca de la casa e inmediatamente una puerta que se abría. De un salto mi madre me dijo que fuera a ayudar a mi padre mientras corría escaleras arriba.
Por supuesto, no fuí al encuentro de mi padre. Tampoco podía con la tremenda erección que cargaba.
Esa noche, durante la cena, mi madre le comentó que me iba a necesitar los miércoles porque iba a estar de voluntaria en la iglesia con noseque servicio a la comunidad que habían organizado. Me pilló por sorpresa, no recordaba que me mencionase nada al respecto. Por supuesto, no me quejé ni mucho menos, ni tampoco pregunté, hice como si la cosa no fuera conmigo
EL miércoles después de comer, nos pusimos en camino. Tan pronto dejamos la casa atrás, mamá se sentó hacia mi lado y se levantó el vestido. De esta forma nunca había pasado antes y menos en el trayecto hacia la ciudad. Solo la tocaba en la vuelta a casa, nunca en la ida. Simplemente llevé la mano entre sus piernas y en silencio, la empecé a acariciar. Ella tampoco dijo nada, se dejaba hacer. Empecé con una pierna y seguí con la otra, como si estuviera limpiandolas de grasa.
Seguí hasta que la mano empezó a tropezar con sus bragas con el dedo pulgar, lo que hizo que comenzara a respirar más rápidamente. Su respiración se hizo irregular según seguía frotándole el pulgar por el frente de las bragas.
En un momento dado me dijo “Hoy no quiero ir a la iglesia, rompiendo el silencio, aunque tenía la voz quebrada y le faltaba aliento. “Toma el camino de la colina, hacia donde solíamos ir de picnic”. Y siguiendo sus instrucciones, me salí del camino hacia donde me dijo. A la vez dejé de tocarla con el pulgar para masajearla con la mano completa abierta, frotando arriba y abajo.
Cuando llegamos a los árboles, cambié de mano y seguí frotándola con furia. Con la mano ahora libre la atraje hacia mí y le dije “tócame mamá, tócame tú también”. Sentí entonces su mano buscándome la bragueta, que saltó como un resorte en cuanto la liberó. Comenzó a masturbarme y estaba en el cielo, sin dejar de tocarla a ella en su sexo hasta que estalló, cerró con fuerza las piernas y me apretó el pene como si me lo fuera a romper. Cuando me lo soltó y se tiró hacia atrás le tomé el relevo y en un par de jalones comencé a eyacular como nunca en cantidad y en temperatura, pues salía hirviendo.
Quedamos los dos exhaustos durante unos minutos hasta que mamá me dijo “será mejor que recojamos todo este desastre y pongamos esto secar antes de volver a casa”. Se quitó el vestido y me pidió mi ropa.
En el arroyo pudo lavar de alguna manera la ropa y la extendió sobre la hierba para que el sol la secara. Nos tumbamos en la hierba en ropa interior entre el sol y la sombra. Mamá no llevaba sujetador, solo una especie de pieza de algodón que parecía un blusón pero que hacía que se le marcasen todos sus encantos. Luego supe que se llamaba enagua. Mamá se quedó frita en la hierba, mientras yo la contemplaba y admiraba sus curvas. A diferencia de las arrugas que ya tenía en su cara, su cuerpo aún era el de una joven.
Algo me llamó la atención y es que sus bragas también estaban secando al sol, por lo tanto, debajo de aquel vestido corto no debía llevar nada. Cuando estaba poniendo la ropa a secar solo me fije en sus piernas pero no en lo que estaba poniendo en la hierba.
Ahora estaba tumbada, con el brazo tapándole los ojos, así que aproveché para averiguar en la entrepierna a ver qué descubría. Tenía las piernas cerradas así que tuve que tirar de ingenio por lo que arranqué una hierba larga con la que hacerle cosquillas. Comencé muy levemente y a la segunda oportunidad le hice cosquillas, aunque no se quitó el brazo del rostro. Pasó un rato hasta que se dió cuenta que era yo y no un insecto el que estaba haciendo las diabluras y entonces ya se dejó hacer. No hizo falta decirle que lo que quería era que las separase y me dejara ver la magnífica vista que ocultaban.
En un momento dado debí de tocarle alguna zona sensible porque abrió las piernas del todo y el vestido ya corto, se le fue hacia arriba, dejando al aire una vista gloriosa. Por fin pude ver todo su sexo en su plenitud, a plena luz del día y brillando su interior por lo mojado que aún lo tenía.
Estaba arrodillado delante de ella cuando de nuevo cerró la piernas. Tardé en darme cuenta pues la visión que acababa de tener era demasiado intensa para dejarme reaccionar. Dejé la hierba que me había servido hasta ese momento y comencé a acariciarle la pantorrilla con las manos. En todas estas, la polla se me había salido de los calzoncillos pues podeis imaginar como estaba, a reventar.
Segui con el masaje y mamá comenzó a relajarse mas y mas, dejándose llevar y separando los muslos de nuevo, volviendo a darme esa vista que tanto buscaba de nuevo. No se si se estaba burlando de mí pero me daba igual. Era la primera vez que veía un coño al natural y lo estaba disfrutando.
Cuando ya vi que no tenía intención de juntar los muslos y que en caso de que lo hiciera, se los iba a separar, me volvió el diablillo interior a funcionar, así que tomé de nuevo la hierba que me había servido tan bien anteriormente y volví a la carga, pero esta vez me dirigí directamente a los húmedos labios vaginales que se entre abrían enfrente mio.
La primera vez que se los toqué pegó un respingo, la respiración se le entrecortó pero no dijo nada, estaba esperando que sucediera algo desde luego pero quizás no fuera eso. En cualquier caso, no hubo rechazo. Solamente comenzó a mover las piernas como intentando mitigar la sensación pero no queriendo negarla.
La hierba era fina y cuando quise introducírsela entre los labio se dobló, de manera que fue mi mano la que chocó contra su coño y mi dedo pulgar el que se hundió sin clemencia en su sexo, aunque este lo recibió como una boca que chupa un dedo.
La miré a ver la reacción de tener medio dedo metido en su vagina pero vi que apretaba los ojos y las manos abiertas se cerraban sobre la hierba. No me miraba, lo que agradecí en ese momento pues estaba aterrado de su posible rechazo a mis avances. Afortunadamente lo único que hizo además de susurrar, apretar los ojos y las manos, fue levantar un poco las rodillas. Supongo que lo interpreté como un signo de aprobación y comencé un movimiento giratorio del dede, además de sacarlo y meterlo muy delicadamente, pero sin pausa. Los gemidos que salían de su boca no invitaban más que a seguir y seguir mientras no hubiera objeción.
Saqué el pulgar y lo dejé descansar en la parte de encima, a la vez que le metía el dedo índice. No se si fue el cambio de dedo pero la reacción fue de que le gustaba el cambio, al menos esa esa mi percepción y tampoco, afortunadamente, había nadie alrededor para confirmarlo. Más tarde supe que lo que había hecho era ponerle el dedo gordo encima del clítoris y que decir tiene que le había encantado. Al dedo índice le acompañaron poco a poco hasta tres dedos, quedando fuera el gordo que seguía acariciando para mi hasta ese momento, desconocido, clítoris, y el meñique..
Seguí follándola con la mano y en ningún momento recibí ninguna queja, mas que gemidos, suspiros y grititos de placer. Mi madre se lo estaba pasando en grande y creo que más que yo, aunque no podía decir que no lo estuviera pasando de vicio. Seguí con el movimiento de mete y saca aunque también giraba los dedos, lo que hacía que el pulgar se desplazara a un lado y otro del clítoris, lo que entre uno y otra la estaba sacando de sí. A la vez, cada vez elevaba las piernas un poco más lo que yo interpretaba como que quería más, no se si más rapido o mas fuerte o las dos cosas. Yo hacía un poco de todo aunque parecía que todo la satisfacía mas o menos por igual. Me moví un poco más cerca y con las piernas que ya había elevado un poco más, me coloqué casi debajo de su trasero.
Con la mano libre le agarraba un tobillo que me permitía tenerlo levantado a la altura que yo quisiera, además de permitirme el acceso a su coño sin objeción. Se lo llevé hacia atrás de forma que le levanté aún más el trasero, además de facilitarme aún más el acceso de la mano que la estaba volviendo loca. El meñique que aún estaba fuera se unió al resto y casi le estaba hundiendo la mano entera en el encharcado coño si no fuera por el pulgar que seguí en su preciado botón.
Su respiración y sus gemidos cada vez eran más rápidos y fuertes. Se la veía tremendamente excitada y yo no estaba menos. Le levante el tobillo aún má y ella misma tomó su otra pierna y se la alzó hasta el costado. Quedó en una postura tremendamente obscena, pero a ninguno nos importaba nada en ese momento. El coño seguia encharcado y se derramaba el líquido hacia el ojete, el cual ahora estaba plenamente a mi vista y podía verlo arrugado y palpitando, y poco a poco, humedeciendose y tragando el líquido que le estaba llegando.
Coloqué las rodillas en la parte inferior de sus muslos, de manera que mi polla que sobresalía por la apertura del boxer, rozaba su culo y a veces su ojete. Ni se me ocurrió en ese momento inventar ninguna otra cosa que fuese lo que estaba haciendo, no quería poner en peligro lo ganado hasta ese momento.
Seguí pistoneándola con los dedos a la vez que yo mismo me daba gusto con la raja de su culo, ahora empapada y que me estaba masturbando con ella, si bien mi placer en ese momento era secundario.
Me pareció que ya era suficiente lo que le estaba haciendo con los dedos y no se porque lo hice, de aquella no sabía lo que hacía pero mi instinto, el olor que me embriagaba y la excitación de ambos, me provocó sacar la mano, colocarle las manos en la parte anterior de los muslos y hundir la boca en aquel maravilloso coño que tenía ante mí. Si me hubieran hablado de llevar la boca al sexo de una mujer anteriormente quizás me hubiera resultado repulsivo, pero en ese momento, me pareció lo más delicioso del mundo. Comencé a beberle todo los jugos que habían empapado el coño por fuera, a juntarlos con mi saliva, aunque eran tantos que no necesitaba saliva, al contrario, al momento tenía media cara empapada. Mientras estaba hundiendo los labios, la lengua y la nariz en su sexo, mi madre me agarró por la cabeza y me dirigía a la vez que hundía en ella. El grito que pegó nunca se me olvidará, pues quedé paralizado hasta que volvió a gritar para suplicarme que siguiera, lo que hice sin demora, hasta que me susurró que “cielo, no puedo más, para un poco que ahora está muy sensible”. Me tumbé a su lado y la abracé, la besé y la acurruqué entre mis brazos hasta que se comenzó a calmar. Me miró, me besó en los labios y me dijo “gracias mi amor, nunca había gozado tanto como hoy, pero estoy segura que me vás a hacer gozar más cuando tengas un poco más de experiencia.”
A todas estas, mi polla seguía como un mástil y antes de que mi madre se quedara dormida, pues después del orgasmo parecía que se había olvidado de todo, de quién era, dónde estaba y con quien. Sin embargo, la calentura que tenía yo me la tenía que quitar o iba me iba estallar la cabeza. Así que viéndola como estaba a mi merced, como una muñeca desmadejada e inerte, la acosté sobre su espalda, le levanté el vestido por encima del pecho y comencé a acariciarle los pechos. Ella se dejaba hacer y parecía que le gustaba, si bien no decía nada, la sonrisa no se le desdibujada de los labios. Cuando coloqué mi boca sobre uno de sus pezones se retorció un poco pero a modo de aprobación me rodeó la cabeza con el brazo y me atrajo hacia ella, con lo que durante un rato alterné una y otra teta como si de un bebé se tratara. Poco a poco me fui colocando encima de ella hasta que por fin sus piernas quedaron a los lados y mi polla encima de su coño.
Cuando comencé a mover las caderas me dijó “uhmmm está riquísimo eso que me estas haciendo pero prométeme que no me la vas a meter”. “Te lo prometo” le dije. Debió de creerme y me dejó seguir haciendo. No tardé más de unos minutos en correrme y cuando lo hice, me incorporé sobre las rodillas y con la mano, me masturbé hasta que no salió más. Cuando abrí los ojos pude ver el reguero que había esparcido por su vello púbico, por su vientre y hasta sus pechos.
No me importó, el sexo es sucio y ese episodio no había sido una excepción. Durante bastantes minutos quedamos pegados literalmente, hasta que que recuperamos la consciencia de lo que había pasado y lo que habíamos hecho. No hubo reproches ni lamentos, al contrario, nos besamos como dos adolescentes, reímos y nos volvimos a besar y acariciar. Ese día había madurado varios años sin darme cuenta y no me importaba. Seguíamos siendo madre e hijo pero también hombre y mujer. Y me encantaba.
Cuando por fín nos estiramos y de mala gana, nos levantamos, a lo lejos escuchamos el ruido de un tractor, el de mi padre casi con certeza, y en ese momento mi madre me dijo “ahí está el en su mundo y nosotros en el nuestro”.
Ya estábamos en el auto cuando mi madre me dijo: “Ronny, esta será nuestra visita a la iglesia de los miércoles, si te parece”.
“Perfecto, mamá”, le dije.
Cuatro largos días hasta el domingo. Dejé caer si había que ir a comprar algo pero mi padre dijo que no había necesidad. El domingo, comencé a sobarle el coño a mi madre según nos perdimos de vista camino a la iglesia. Mi mano voló hacia su vientre, se metío entre las bragas para buscarle el coño desnudo y comenzar el masaje. Al cabo de no mucho rato ya tenía tres dedos hundidos en su vagina. Cuando pasamos por la desviación hacia nuestro sitio de los miércoles, le hice ademán de desviarme pero no me dejó.
“No podemos perder la misa de los domingos, Ronny. Los picnics los dejamos para los miércoles.”
Mi ansiedad por volver a casa hizo que mamá se irritara con mi impaciencia, pues apenas la dejé comprar nada. Quería irme hacia el sitio del picnic cuanto antes. Tanto es así que ni esperé a meterle mano hasta alejarnos del pueblo sino que nada más salir ya le llevé de nuevo la mano al coño. Mamá no estaba de buen humor por mi comportamiento, y de hecho, se mostró molesta y enfadada, me quitó la mano de mala manera y se sentó lo más alejada de mí posible. No hubo escapada ese día.
Eso me hizo a mí también enfurruñarme el resto del día y el lunes, pero el martes ya había recapacitado y darme cuenta del error que había cometido. A mi madre le valió esta marcha atrás en mi conducta y como recompensa, el miércoles volvimos a la “iglesia”. Sin embargo, mamá se sentó de nuevo como había vuelto el último día incluso cuando llegamos al desvío, aún estaba poniendo asiento por el medio. Aunque me había levantado el castigo, parece ser que no del todo. Como no me dijo nada, no me atreví a tomar el desvío así que seguí hasta el pueblo.
Pasados unos centenares de metros desde el desvío, me dijo “Vamos a dejarnos ver por el pueblo, paras en la iglesia, nos tomamos un helado y nos volvemos a casa. ¿Estás de acuerdo, Ronny?”
“Sí, mamá” le contesté con cierto aire de sumisión, que parece que era lo que ella buscaba. De alguna manera necesitaba reafirmarse como madre, aunque hacía unos días hubiera sido también mi amante.
“Y además compraremos algunos refrescos para nuestro picnic. ¿Quieres?”
“Claro que quiero, mamá” le dije sin disimular el entusiasmo, lo que le produjo cierta gracia me pareció adivinar.
“Bien, date prisa entonces, así tendremos bastante más tiempo de sol en nuestro picnic”.
Pisé a fondo el acelerador lo que hizo que el viejo Ford crujiera. No era el modelo Bonnie & Clyde, precisamente. Mamá aún seguía en su parte del auto y bueno, no es que me complaciera mucho pero el futuro cercano parecía brillante.
Esta vez mamá no se entretuvo ni perdió el tiempo con nadie a excepción de lo del helado que nos entretuvo un poco más de lo previsto. Hizo una breve visita a la iglesia y se aseguró de que la gente nos viera. Cuando nos tomamos el helado en el exterior sentados, si que noté raro lo exagerado de sus gestos a la hora de lamer el helado cuando vio que estábamos solos y no había nadie alrededor. En la vuelta a casa todo volvió a la normalidad, se sentó a mi lado y se subió el vestido por encima de las rodillas.
“Si que me apetece un picnic, Ronny” me dijo a la vez que se echaba hacia atrás, cerraba los ojos y recostaba la cabeza sobre mi hombro.
Al rato moví la mano hacia su entrepierna, con suavidad, no quería que me volviera a montar una escenita ni cerrarme las piernas para una temporada o para siempre. Cuando logré subirlas un poco más me llevé una sorpresa: no llevaba bragas.
“uhmmmmm” ronroneó cuando empecé a masajearle el coño, suavemente y sin pausa, de arriba a abajo, introduciendo un par de dedos de vez en cuando y centrándome en estimularle el clítoris, hasta que llegáramos a nuestro sitio de reunión. Se enteró que habíamos llegado cuando apagué el motor, diciéndome sin abrir los ojos “vete a extender la manta y avísame cuando le hayas hecho”.
Como un rayo extendí la manta y volví para extenderle la mano de forma caballerosa, lo que recibió con un “Gracias, señor” reconociendo mi esfuerzo y presteza. Antes de sentarse en la manta, se desabotonó el vestido sin quitarme la vista, mirándome a los ojos con una sonrisa pícara de quien sabe lo que va a ocurrir a continuación. Tras el último botón, dejó caer el vestido a sus pies, revelando que estaba completamente desnuda bajo él.
Me hizo señas de que me levantara pues allí me había quedado como bobo, y me indicó que me desnudara, lo que hice en tiempo récord. Cuando acabé ella ya estaba recostada con las piernas abiertas, lo que interpreté como una invitación.
Cuando me acerqué a su cara me susurró “puedes hacer lo que quieras menos poner tu cosita dentro de mí, ¿lo has entendido?” “Sí, mamá” le respondí y remarqué “entendido”. Colocado como estaba ya tenía la polla extendida sobre su coño y empecé a moverla y frotarla, a lo que me dijo en tono de orden “espera, primero quiero sentir tu boca, que me lo comas como lo hiciste la otra vez. A la vez, me puso las manos en los hombros y me empujaba hacia abajo. No había duda de quién mandaba y de quien obedecía. Para mi no era ningún problema cumplir todos sus deseos, sabiendo además como se las gastaba si no lo hacía. Las manos pasaron de los hombros a la cabeza que dirigió como una herramienta a su antojo. Cuando la cabeza estuvo colocada donde ella quería, me la empujó hacia dentro como si me la quisiera meter dentro de su coño. Cuando me deshice de l presión comencé a comerle su preciado tesoro a lo que me respondió con un “así es, házmelo así, sigue, sigue, …”.
Ya sin el apuro y la novedad de la primera vez, me tomé mi tiempo. Si ella lo estaba disfrutando, yo también. Estaba descalza con las piernas abiertas y dobladas hacia dentro. Mi pollas rozó sus pies y me gustó, así que se lo coloqué de forma que me la recogieran como unas manos y poder mastrubarme con ellos mientras le comía el coño.
Como dije, me tomé mi tiempo esta vez y mientras ella se ponía cada vez más fuera de si, le comía el clítoris, se lo chupaba con los labios, jugueteaba con él con la punta de la lengua, otras veces bajaba hasta la vagina y la follaba con la lengua como si de un pequeño pene se tratara. Incluso una vez le hundí la nariz en el coño mientras le comía el ojete, lo que acabó de volverla loca y preguntarme como pudo “que me estas haciendo Ronny ….” Con las manos tampoco me quedé quieto y a veces las llevaba a la polla, otras le agarraba los pies para hacer presión y follarlos, pero la mayoría de las veces los tenía entretenidos con su coño, abriéndole lo labios para acceder mejor, o metiéndole un par de ellos y follándola con ellos a la vez que le trabajaba el clítoris.
Más tarde me confesó que no solamente la había vuelto loca con el sexo oral sino que era la primera vez que lo había experimentado.
El orgasmo que tuvo ni que decir tiene que fue espectacular y la dejó KO durante unos minutos en los que jadeando y empapada en sudor, no dejó de llamar a dios y a algún santo y virgen que deberían estar muy alejados de todo lo que pasó allí. Mi polla estaba que reventaba así que no pude más, me volví hacia ella y en unos pocos embates descargué encima de su vientre y de sus pechos el cargamento que tenía acumulado.
Cuando ambos nos recuperamos de nuestros respectivos orgasmos, le pregunté que como había sido. Me dijo que fantástico y le pregunté “¿qué se siente teniendo una boca en tus partes intimas?” a lo que me respondió “si me lo dices por lo que sentiría un hombre ¿quieres saberlo o quieres sentirlo?” Se rió y se la veía relajada, despreocupada y feliz como creo que nunca la había visto. Ya había pasado un rato desde el orgasmo y me miró, poniendo los labios en forma de O, a la vez que miró mi órgano ya medio levantado de nuevo y aún brillante del semen que se había derramado por el. Sus ojos delataban alegría y lujuria, pero también el buen rato que había pasado seguro que quería devolvérmelo pues aparte de dejarme los pies, que no se si me sintió como me divertí con ellos, su actitud había sido pasiva todo el rato, dejándose hacer y disfrutando del momento. Yo creo que ella pensó que se merecía ese rato, ese ataque de egoísmo que le hizo usarme como un objeto masturbador para su propio deleite sin dar nada a cambio.
Cerré lo ojos y sentí que se arrodillaba a mi lado: La brisa suave me impedía adivinar más, hasta que sentí en el vientre un pequeño cosquilleo de su pelo, durante un par de segundos pues debió notarlo y se lo recogió. Lo siguiente que sentí fue como unos labios humedecidos atrapaban mi capullo y una lengua se paseaba por todo alrededor de ella. Por primera vez en mi vida, sentía lo que iba a ser una gran mamada.
No iba a ser hasta pasado un rato en que ella adoptó otra postura que una de sus manos la llevó a la base de mi pene, agarrándome los huevos y apretándolos aunque solo un poco. Cuando abrí lo ojos la vi mirándome, esperando que la viera con media polla en su boca, chupando, lamiendo y apretándolo. Quería tener conexión visual conmigo y lo que hizo cuando me vió fue entonces apretar el ritmo, masturbarme sin dejar que saliera ni un centímetro de su boca. Comencé a mover la caderas hacia arriba buscando un ritmo que me gustara lo que hizo que dejara solo la boca en contacto, quitando la mano de la base. Tampoco quería durar demasiado pero hacía muy poco que me había corrido. En una de esas embestidas me pasé un poco y parece que la molesté metiendo demasiada polla en su boca lo que la hizo que me apretara con la mano que tenía en mi cadera. Bajé el entusiasmo y busque un ritmo que me hiciera acabar antes de que se cansara de la postura que para ella no era la más fácil.
Cuando ya estaba a punto dudé si correrme en su boca o avisarla y sacarla. En medio de la duda sentí que me venía ya así que aunque el primer chorro salió dentro de su boca, tuve tiempo de acabar fuera. No hubo grandes chorros esta vez aunque me sorprendí de que pudiera correrme de aquella manera dos veces en tan poco intervalo.
Cuando acabé me quise disculpar por no avisarla pero me dijo que la próxima vez no me preocupara, que podía correrme en su boca. Ambas cosas me dejaron muy tranquilo, que hubiera próxima vez y que me corriera dentro. Sin más bajó al arroyo a lavarse todo el desastre que tenía encima de antes y de ahora en la cara.
Cuando volvió con la cara ya fresca, me besó y me dijo que yo debería hacer lo mismo pues la cara me olía a su sexo. No me molestaba el olor pero a la vuelta podía ser delatador. Ya de vuelta del arroyo, nos quedamos uno al lado del otro, cogidos de la mano, exhaustos como estábamos, nos adormilamos al sol.
Ni me dí cuenta que me había dormido cuando desperté, lo primero que hice fue mirar a mi lado y allí estaba mamá boca abajo también durmiendo. Admiré su cuerpo desnudo, sin prisa, y me arrodillé a su lado para poder admirarla mejor. Su culo era fantástico, grande y redondo, de una mujer en sus cuarenta y pico de años, desde luego no era de niña, lo que me encantaba y me volvía loco. Unas nalgas grandes, redondas y firmes. Así boca abajo como estaba, me incliné para poder admirarla mejor y más cerca. La raja entre las nalgas dejaba ver su pequeño agujero trasero, cerrado y húmedo.
No me pude contener y quería ver más. Tenerla a mi merced visual era más de lo que podía desear, por lo que con mucho cuidado, le empujé un pié hacia fuera para ver si podía abrirle las piernas y disfrutar de una mejor vista. No se si se despertó o no, ni siquiera sabía si está dormida, pero me daba un poco igual. Quería ver aquello que se ocultaba entre sus piernas y quería verlo a plena luz del día. Me coloqué detrás de ella, entre sus piernas, cuando ella se movió para colocarse perfectamente boca abajo, con las nalgas ahora más apretadas. Ni que decir tiene que tenía la polla como una roca así que me incliné hacia ella y se la coloqué a lo largo de sus nalgas. Me incliné sobre su espalda y me acosté sobre ella. A la vez, comencé a moverme de manera que la polla fue avanzando entre sus nalgas hasta alinearse encima de su ojete. Si intención de entrar por ese lado, pues ni creo que me dejara ni tampoco quería volver a tenerla en mi contra, la punta comenzó a lubricar su raja lo que se tradujo en que este movimiento de adelante y hacia atrás fuera como un folleteo para mi deleite y supongo que para el suyo. Me dijo que no podía metérsela por delante, pero no mencionó nada de atrás. No iba a ponerme a tentar mi suerte y lo único que quería era tener otro revolcón antes de volver a casa.
Sin volverse y probablemente, sin abrir los ojos, pues los tenía entre sus brazos y no podía verlos, me dijo con mucha tranquilidad y sin ademán de pararme “Ronny, ¿qué estás haciendo?” aunque ella supiera perfectamente que estaba haciendo, por lo que quizás me estaba preguntando más bien que era lo que quería hacer. “No sé mamá, no me pude resistirme cuando te vía si boca abajo, parecía una invitación”. ·Está bien”, me dijo, “pero mejor así”. Se levantó un poco, abrió las piernas y llevó la mano por debajo hasta mi polla, moviéndola entre sus piernas y a lo largo de su coño. El cambio de ángulo no me desagradó por lo que interpreté que a ella también le estaba gustando la invasión. Cerró las piernas y me hizo que me deslizara entre ellas, sin que el ángulo me permitiera que se deslizara dentro de su tesoro. Sabía y tenía presente los limites, no hizo falta que me lo repitiera, por lo que me porté bien y comencé a follarla entre las piernas, llevando mi puntita a lo largo de su coño y encima de su clítoris. No se si estaba mojada de antes o volvió a mojarse, o era yo el que estaba echando lubricante natural, o era todo a la vez, el caso es que nos volvimos a correr no se si ella primero, yo después o los dos a la vez, pues ella me tocaba con su mano a la vez que se hacía un dedito, alternando ambos hasta que se corrió y alejó su mano llena de mi semen.
No podía esperar hasta el domingo y el viernes ya estaba constantemente empalmado, así me acabara de masturbar. No dejaba de pensar en lo ocurrido el miércoles con mi madre. Cuando bajé a desayunar, esperé a que se fuera mi padre y no me viera en ese estado que no podía ni disimular. Mi madre me dijo que mi padre estaba enfadado porque no había madrugado con él para ir al campo a trabajar, que me necesitaba en no sé qué labor. Me dijo que tenía que encontrarme con él en determinado sitio una vez que me hubiera desayunado, y que además, debía llevar almuerzo porque estaría fuera todo el día. Cuando me puse a marchar mi madre me vió y me dijo “no puedes irte en ese estado, ven acá”. Se rió y me dijo “no podrás ni caminar”.
Me dirigí a ella sacándome el pene y sin dejar de mirarle a los ojos y ella a mí. Aún riendo me dijo “no te da vergüenza caminar hacia mí así”. Cuando llegué a su altura me dijo “no creas que esto se va a repetir todos los días. Me la comenzó a chupar con pasión, dando todo de si, succionando como si me la fuera a arrancar de la base. Cuando me corrí en su boca, se tragó todo el semen que eché y comenzó a ablandarse, se puso de pié y me dijo que si me había gustado. Le dije que por supuesto que sí, como podía ser de otra manera. Se llevó la mano a la comisura de los labios por donde debía salir un poco de semen, se lo limpió pero se volvió y se fue al fregadero a lavarse las manos y la cara. La seguí y le levanté la falda, hundiendo mi cara en sus nalgas por encima de sus bragas y comenzando a moderla suavemente por todo su trasero. Se inclinó hacia delante, dejándome hacer, le bajé las bragas y seguí chupando y comiendo su coño empapado. Se agachó, primero se puso a cuatro patas sin dejar de lamerla y comerla, hasta que que le debieron de hacer daño las rodillas, se dió la vuelta y volví a la carga. Con mi cabeza entre sus piernas se echó hacia un lado, apretándome entre sus muslos. Seguí con cuidado de que mi nariz quedara libre pues a ella no le importaba en ese momento que me ahogara, estoy seguro. Seguí y seguí comiéndole el coño hasta que se corrió pegando un ahogado grito.
Bueno, por ahora eso es todo. Mi madre y yo seguimos teniendo relaciones hasta que mi padre murió. Seguiré contándoles historias que ocurrieron a lo largo de estos años pero de momento solo les comparto como empezamos y seguiré leyendo sus historias con sus madres.
Era muy fuerte. Mi padre casi se había follado a mi abuela. O ¿habían llegado a tener relaciones completas?. Seguí ojeando el resto de las historias contenidas en las cartas, que eran muchas, buscando más historias remitidas por mi padre. En el segundo paquete no había ninguna pero si en el tercero.
______________________________________________
Esta es la primera entrega de una larga saga de textos recuperados de un autor en lengua inglesa desaparecido de extraño nombre “Siemprequisehacer” y que, afortunadamente, pudimos recuperar sus escritos. En esta primera entrega se traduce el primer capítulo de la saga “Recuerdos de Madre”. Son 20 capítulos en los que se describen las cartas que ha recibido el padre del protagonista de una especie de secta o grupo exclusivo de hijos que cuentan sus historias respectivas con sus madres. Lógicamente está hablando de la época previa a las telecomunicaciones y por tanto, la relación en el grupo es epistolar. El padre del protagonista ejerce en principio, de líder, de manera que recibe las cartas y re-envia copia de las mismas al resto del grupo.
Los que habéis leído historias incestuosas en la red podréis comprobar que las historias de este autor están a otro nivel. La imaginación del autor para inventar situaciones y tramas es extraordinaria. No soy envidioso por naturaleza pero sí que en este caso envidio esta capacidad de creación literaria. Escritas en lengua inglesa, me he propuesto traducirlas al castellano para que disfruten de ellas quienes no tengan la habilidad de leerlas en su idioma original. Compartir esta experiencia con ustedes me parece gratificante y si desean seguir leyéndolas, me gustaría escuchar sus comentarios y por supuesto, compartan su voto con el resto de la comunidad.
He tratado de hacer una traducción libre en la medida en que respetando el hilo principal, he podido añadir algunos textos que den énfasis a situaciones, expliquen otras o simplemente me han parecido convenientes. Como he dicho, no trato de hacer una obra de literatura sino compartir lo que durante años ha sido un divertimento para mí. Si he mejorado el original en inglés al traducirlo al castellano me sentiré muy orgulloso. En cualquier caso, espero que pasen un buen rato con su lectura y yo espero pasarlo bien traduciéndolo.
Esta primera entrega es gratuita, obviamente. El resto las iré publicando en Smashwords (googleen para obtener la dirección completa). Dispondrán de ellas en formato epub, mobi, pdf, txt, … Es un trabajo que me llevará muchas horas de mi tiempo libre y si es de su agrado, espero que no les cueste contribuir a recibir el resto. Si desean recibir un cupón de descuento para la compra de la segunda entrega, solicítenmelo al email de autor (llopiswriter@gmail.com).
Espero que sea de su agrado. y en cualquier caso, agradezco sus comentarios. Por supuesto, todos los personajes que aparecen en el texto tienen 18 años o más