Recuerdos de la infancia, practicando de adulta
Le vienen recuerdos de algo que su tío le enseñó siendo muy joven y lo pone en práctica
Era el primer día después de muchísimos años, que entraba de nuevo en el gran recibidor de aquella mansión que antes era posesión de su tío solterón.
Quedó impresionada por la gran escalinata, toda de mármol, exceptuando sus dorados pasamanos, tenía muy leves recuerdos, sus últimas visitas a ese lugar de ensueño fueron cuando era aún no era ni adolescente.
De aquellos lejanos recuerdos, sólo le quedó marcado uno de por vida, y lo pensaba poner en práctica en el momento en que se quedara a solas.
Tras el fallecimiento reciente de su tío, ahora la mansión pasó a formar parte de cinco miembros de la familia, todos sobrinos y sobrinas, y ella era una de las beneficiarias, cosa que no terminaba de comprender del todo, pues su relación con su tío había sido mínima, pero si se ponía a recordar, recordaba que también había sido intensa.
Entrar en esa mansión causaba en su cuerpo un inmenso placer, enseguida se encendía la pasión en su cuerpo, sobre todo cuando se sentaba a ver el televisor, mientras emitían dibujitos animados durante su niñez, de aquellas veces, que fueron muchísimas, lo que más se le venía a la mente era cuando su tío la invitaba a sentarse en su rodilla, siempre y cuando tuviera una falditas puestas, eso también lo recordaba perfectamente, tal vez porque el tío le había dicho que no se pusiera pantalones, que siendo tan pequeña no le quedaban bien...
Su tío hay que decir que era muy pícaro y sabía muy bien lo que quería, y aprovechaba el gustito que sabía darle a su sobrina, para darse después un buen meneo cuando estuviera a solas.
La cosa era que mientras la sobrina se distraía con la televisión, el tío la colocaba en su rodilla, a modo de caballito, y dando pequeños saltitos cabalgando a horcajadas, sentía como la chica se agarraba bien fuerte a los pocos minutos, por lo que intuía que se moría de placer en dicha pierna, al finalizar el orgasmo que alcanzaba, se echaba para atrás, momento que el tío aprovechaba para verificar lo mojado que había dejado el sitio donde había cabalgado su propio triángulo de placer.
En otras ocasiones, la hacía deslizarse por el pasamanos, porque ella misma se lo pedía, pero sin saber el tío que también obtenía un gran placer al terminar de caer por tan larga barra y tan lentamente.
Era evidente que era una putita en potencia.
Una de las veces que fue a disfrutar de esa mansión compartida con sus primos, que tenía piscina incluida, pero que todavía no estaba disponible y por eso no invitaba a mucha gente, se encontró al fin a solas, como ella pretendía, mientras observaba el enorme salón, totalmente inmaculado tras haber limpiado los operarios todos y cada uno de los rincones, lentamente, en el centro, como si estuviera en un espectáculo cabaretero, se fue lentamente desnudando, quitándose prenda por prenda, acariciando sus partes íntimas, ahora se tocaba un pezón, que se endurecía al contacto de sus dedos, ahora, mientras se deshacía de sus bragas, tocaba su clítoris, que se mojaba con el pequeño trato que le daba, ahora sus muslos eran los que se acariciaba, pasaba una mano por su cuello, volvía a sus senos, y hasta que se quedó esplendorosamente en cueros, su cuerpo de dieciocho años era espectacular, todavía no había sido aprovechado en su totalidad, ya tendría tiempo, y decidió ponerse manos a la obra.
Su intención era disfrutar del pasamanos, sacándose un bote de aceite corporal, mientras subía por uno de los laterales de aquella escalera curva, impregnaba todo lo que era el pasamanos con dicho líquido para que pudiese resbalar bien, su fantasía estaba a punto de cumplirse por fin con todas las de la ley, sin ropa alguna que impidiese el contacto con el frío metal.
Mientras más subía, más se mojaba, no podía evitar ir insertarse de vez en cuando un dedo de la otra mano mientras la otra la destinaba a acariciar la barra llenándola del pringoso líquido.
Mmmm, como le gustaba, cada vez estaba más y más caliente, al final llegó a su destino, la parte más alta de la escalera, se ató un arnés a su cintura, lo amarró fuertemente a la parte superior de la escalinata, por si acaso su cuerpo se balanceaba y caía al vacío, se subió a horcajadas, y sintió el primer contacto con la ansiada barra por la que se deslizaría.
Se acomodó lo suficientemente bien como para sentir sus abiertos labios contactar totalmente con la tranca por la que se deslizaría, sintió que su clítoris también la rozaba dulcemente, ese primer contacto le dio la impresión de que se meaba, era la primera señal de placer.
Empezó a bajar, ufff, qué placer sentía, y sólo era el principio, el movimiento era perfecto, nada hacía que se detuviera, sabía que al menos conseguiría un orgasmo durante la bajada de esos diez metros de “escalada”, pero quería hacerlo intenso, así que tiró de la cuerda y se elevó un poco, sintiendo que su clítoris tomaba otra postura, al mismo tiempo que sentía de nuevo un placer sin igual, se estaba volviendo loca de tanto placer, iba mejor de lo que esperaba, y siguió bajando, sintiendo la barra como le daba el gusto que tanto le complacía, sobre todo ahora que era adulta.
La bajada por la barra duró cerca de veinte minutos, sin esperarlo había alcanzado un total de cinco orgasmos, la barra no se secó en ningún momento, gracias al aceitoso líquido y en gran parte a lo mojado de su sexo, que también emitía sus fluidos sin parar.
Al llegar donde terminaba el pasamanos, su chochito topó con el adorno que tenía en ese punto final, una especie de piña, pequeñita, que tenía una forma muy particular con relieves muy apetecibles, una vez llegó, se ensañó con dicho elemento, siguió agarrada al pasamanos y empezó a moverse de manera voluptuosa en la piña, era pequeñita, como del tamaño de una bombilla vela, sus pequeños saltos hicieron que en uno de los momentos la bombilla entrara en su muy muy mojada vagina, eso no lo esperaba ella, dio un grito al sentir el frío adorno, pero una vez adentro, decidió no dar marcha atrás, se empezó a menear con el improvisado consolador dentro, y al cabo de un rato sacándoselo y metiéndoselo consiguió un nuevo tremendo orgasmo, que esta vez, le hizo temblar de puro gusto, cerró sus piernas sobre la barra, quedó con la cara mirando al cielo y dando tremendo suspiros de agradecimiento a su tío por haberle enseñado tanto placer existente en el mundo.
En cuanto pudo, se echó en los últimos escalones de la escalera y quedó totalmente dormida y relajada.