Recuerdos de cine, ya en casa.
Fueran a donde fueran, no importaba qué sucediera, siempre acababan haciendo el amor frenéticamente allí donde primero pescaban...
Mati suspiró, profundamente, como si se le escapara el alma, como si estuviera a punto de desmayarse de agotamiento, y se dejó deslizar, casi caer más bien, junto a Daniel. Ambos sudaban y jadeaban como si acabaran de correr la maratón… "pero una maratón de orgasmos", pensó confusamente Daniel, buscando a tientas entre las sábanas la mano de Mati, para apretarla. Mati gimió dulcemente al sentir la mano de su compañero y le miró a los ojos con cariño, pero no pudo ni balbucear un "te quiero"; estaba agotada. Daniel, que había estado debajo esta vez, sacó fuerzas de flaqueza (porque a pesar de eso, estaba igualmente cansado), y la abrazó recostándola sobre él. Mati le besó en el pecho fugazmente, luchando por no quedarse dormida, pero cuando Daniel empezó a acariciarle el pelo suavemente, ella no pudo resistirse más al sueño y se adormiló sobre su pecho, con una dulce expresión en su rostro…
Daniel adoraba que ella se quedase dormida sobre él, o al menos, agarrados de cualquier modo, en parte por cuestiones románticas, en parte porque así a ella le resultaría más difícil escaparse sin despertarle, aún cuando ya no quisiera escapar. Pero en algunas ocasiones, sí que lo había hecho. Con una sola mano, Daniel se acercó la cajetilla de tabaco y el cenicero, que dejaba previsoramente en la mesilla; en realidad no fumaba mucho y no le gustaba fumar en la cama, pero el cigarrito "de después", no lo perdonaba… bueno, ahora que lo pensaba, tal vez sí fumase mucho… Mientras hacía anillos de humo, no pudo evitar recordar aquéllas veces en las que el miedo de Mati era superior a su razón, y se obstinaba en separarse de su lado.
Después de aquélla primera noche, Daniel se había sentido el dueño del mundo entero. No podía imaginar nada mejor, absolutamente nada que desease más que lo que había obtenido, y Mati parecía realmente feliz con él. No es que se instalase directamente en su casa, pero él le ofreció cajones, un armario, sitio en las alacenas, en el mueble del cuarto de baño… le abrió su vida, y Mati empezó tímidamente a ocuparla, muy poquito a poco. Y de pronto, apenas dos semanas de convivencia después, Daniel llegó a casa después del trabajo, y se encontró una nota que decía "Eres muy bueno, Daniel. Por eso, no puedo seguir con esto. He sido muy feliz contigo. Mati", y se le cayó el alma a los pies.
De inmediato, la llamó a su casa, para ver qué sucedía. Casi no lo dejó sonar, Mati debía estar poco menos que sentada al lado del aparato… pero no le explicó mucho más, sólo lo que decía en la nota. Daniel le pidió que se vieran, y en principio ella se negó, pero finalmente quedaron para verse la semana siguiente. En el trabajo, Mati, cuando lo veía, le sonreía, pero apenas él se acercaba, ella ponía cara de susto y huía. Él no entendía una palabra, ¿qué había pasado? No se lo explicaba, ¿qué había hecho mal…? Cuando la cita se materializó la semana siguiente, Daniel intentó sonsacarla una vez más, pero Mati insistía que no era culpa de él, que había sido la mejor persona con la que jamás había estado, pero precisamente por eso, tenía que abandonarle… debía hacerlo ahora que aún podía, por el bien de los dos.
-Pero… ¿pero porqué? No entiendo porqué… - Daniel la abrazó por los hombros, y Mati buscó palabras que siguió sin encontrar, sólo fue capaz de balbucir, muy bajito, "te echo de menos…". Apenas se la oyó, como si ella misma no quisiera decir aquello, pero Daniel supo qué quería decir y la estrechó contra él… y antes de que se dieran cuenta, estaban arrancándose la ropa el uno al otro, besándose entre risitas y finalmente no fueron capaces de llegar al dormitorio y acabaron revolcándose por el brillante suelo de parquet. A la mañana siguiente, Mati ahogó un grito y se cubrió con la camiseta que había llevado la noche anterior.
-¡NO! ¡Esto otra vez, no… lo he vuelto a hacer! – gimió, sujetándose la cabeza con las manos. Daniel intentó preguntar qué sucedía, pero ella prácticamente lo echó de casa, llorando. Daniel se encontró en el descansillo con los pantalones sin abrochar, la camisa abierta y la corbata y chaqueta en las manos, preguntando qué ocurría… pero sin obtener respuesta.
Cuando llegó a casa, tenía un mensaje en el contestador, en el que Mati le pidió perdón por haberlo echado de aquéllas maneras… pero sin darle opción a volver. Desde entonces, simplemente habían sido compañeros de trabajo… Daniel la seguía buscando, y Mati seguía desconfiando, mostrándose muy tímida, pero no podía retirarse por completo de su lado, por más que lo intentaba. Daniel lo notaba, y por eso insistía. En algunas ocasiones, había accedido a quedar con él fuera del trabajo, pero después de cuatro o cinco veces, prefirió que hablaran sólo dentro de la empresa… porque fueran a donde fueran, no importaba qué sucediera, siempre acababan haciendo el amor frenéticamente allí donde primero pescaban: en los lavabos de un restaurante donde fueron a almorzar, en el coche de Daniel a pesar de que no tenía cortinas en las ventanas y era la una de la tarde en un aparcamiento público de superficie… en las escaleras que llevaban al apartamento de Daniel…
Fue poco después cuando por fin Daniel se enteraría de lo que motivaba el miedo de su pareja. Cuando su padre murió, Daniel tuvo que pedir el permiso de defunción de familiar directo para ocuparse de todo, tenía cinco días por tratarse de su padre, y cuando llegó a su casa, el piloto del contestador automático parpadeaba. Encendió el aparato, con la esperanza de que fuese de Mati (a ella no le gustaba llamarlo al móvil; conversaciones telefónicas, soportaba las imprescindibles), y sonrió al oír, efectivamente, esa voz de ratita que tanto le gustaba:
"Hola, Daniel… me he enterado de lo de tu padre. Lo siento mucho, ¿estás bien,…? – A Daniel le dio un vuelco el estómago, porque Mati no había llegado a decirlo, pero el "cielo" que había estado a punto de pronunciar, estaba ahí… casi lo había dicho. Y él, casi lo había oído. - No te preocupes, nadie más por aquí lo sabe, Ernesto no se ha ido de la lengua. Es sólo que vi que le habías pedido días por "problema familiar grave", y quise ver qué sucedía, y como no me lo dijo, lo miré yo misma. Estaba preocupada… (hubo una pausa, y finalmente, Mati continuó). Si quieres… tal vez podemos vernos. Puedes venir a casa esta noche, no sé si te apetecerá… puedo hacerte algo de cena… pero te garantizo, que no va a haber sexo. Hasta luego, si vienes".
Daniel casi no llegó a oír el final del mensaje, en cuanto oyó la invitación salió disparado. Lo cierto es que él no sentía un gran afecto por su padre, cuando era muy pequeño los había abandonado a su madre y a él para irse de guerrillero nada menos que con el Che Guevara, y no había regresado hasta pocos años atrás. Daniel sabía que su padre lo despreciaba por llevar la vida gris que llevaba, mientras que él era un aventurero… pero el sentimiento, era recíproco. Resulta muy difícil querer o simplemente tener un mínimo de respeto filial hacia alguien que te ha demostrado que le importaba más una revolución en la otra punta del mundo que su propia familia que necesitaba de él, pero bendito fuera su padre mil veces si le daba la ocasión de volver a ver a Mati a solas… aunque ésta le recalcase que no iba a haber sexo, como lo hizo apenas entró por la puerta. Abrió, le dio dos besos, Daniel le sonrió, y debió hacerlo de un modo muy especial, porque ella repitió el aviso:
-Te recuerdo: Nada de sexo.
-De acuerdo, seré bueno… - Mati lo advertía, porque era Daniel el que siempre pedía. No podía evitarlo, pero apenas estaban solos, sus manos parecían pensar sin él, y se lanzaban a acariciar la cintura y las caderas de ella, las piernas si estaba sentada… rogaba con los ojos y su boca se encontraba pegada a su piel, pero digamos en su descargo, que Mati nunca era capaz de oponer resistencia y cedía con pasmosa rapidez. Estaba claro que ella podía aguantar su propio deseo, pero no el deseo de Daniel.
Cenaron, y la conversación recayó más en el tema del padre de Daniel de lo que el propio Daniel hubiera querido. Quizá fuera cosa suya, pero Mati estaba guapísima esa noche. Tenía el pelo recién lavado y le olía al champú de rosas que usaba; llevaba pantalones cortos de estar por casa y una vieja camiseta que le resbalaba por un hombro, dejándoselo al descubierto, e iba descalza, como siempre hacía en su casa. Desde luego, ella notaba que su compañero no dejaba de mirarla, y sabía que en esa mirada había un gran cariño, pero también una lujuria muy alta. Él no podía evitarlo, era como estar delante de una tarta deliciosa y que no se te hiciese la boca agua, era imposible. Mati se sentía un poco incómoda e hizo ademán de levantarse para retirar los platos, pero Daniel dejó escapar la pregunta:
-¿Por qué? – dijo solo. Mati ya sabía a qué se refería. Ella agachó la cabeza y contestó en voz baja.
-Daniel… por favor, no te atormentes. De verdad, no es culpa tuya.
-No será quizá culpa mía, pero tengo que saberlo… Hay algo que no me cuentas, siempre me dices que soy muy bueno, y por eso no puedes seguir… ¿tengo que ser un cabrito, te van los tíos malos? – Mati negó con la cabeza. – Entonces, ¿qué es? Dímelo… Mati, tú y yo somos amigos, nos llevamos bien, podemos hablar de todo, tenemos confianza... noto que te gusta estar conmigo, y de vez en cuando, hacemos sexo… no me da la impresión de que yo sea un capricho del que te has hartado, ni de que lo hayas hecho por compasión hacia mí… ¿Qué pasa?
-Paso yo, Daniel. Es culpa mía, no puedo… no te mereces esto. – Mati se dio la vuelta y empezó a meter platos en el lavavajillas. Daniel se sentía lleno de un enfado impotente; hubiera deseado ser alguien más agresivo, dar un grito, un golpe en la mesa… pero no podía. En primera, era una persona desesperantemente pacífica, en segunda, irritarse contra Mati era algo que iba contra cualquier esquema de lógica. Antes preferiría beber lejía, y Mati ya daba la impresión de estarlo pasando bastante mal como para presionarla más aún… pero entonces se le ocurrió que quizá sí sabía por qué no quería ella decírselo, ¿y si se trataba de algo que pudiera herirlo a él en su orgullo….?
-¿Lo hago tan mal….? – preguntó por fin.
-¿El qué?
-El amor. ¿Lo hago tan mal? – Mati se le quedó mirando como si la hablaran en chino.
-¿…a qué viene preguntar esa tontería?
-Bueno, no sé… estamos juntos y nos llevamos bien. Somos buenos amigos, estamos a gusto el uno con el otro, congeniamos… entonces, nos acostamos, y de pronto ya no quieres verme. Y siempre es así, siempre yo soy quien pide, y siempre te pones triste después y sales huyendo… debo de hacerlo fatal. Dime la verdad, Matilde, ¿es que soy egoísta en el sexo? ¿Hago algo que te disgusta… no te dejo bien? ¿No te hago llegar?
Mati pareció a punto de abrazarlo, pero se contuvo, y se sentó junto a él.
-Daniel, tú estás de broma… No eres malo en el sexo, claro que no, eres tan bueno en la cama como fuera de ella, y me gusta tanto cuando tú y yo… - la joven agachó la cabeza, sonrojada y juntó las piernas, como si temiera que algo que hubiera entre ellas pudiera escaparse – A-antes de conocerte, yo había tenido orgasmos sólo cuando me masturbaba, y pensaba que no podía tenerlos con otra persona… que era imposible que yo pudiera combinarme con nadie para gozar, y de pronto te conozco a ti, y resulta que contigo sí puedo… y eso es aún peor y me hizo sentir aún más culpable, porque me lo hacías tan bien y es tan agradable lo que siento contigo… - Mati se agarraba los hombros, evitando la mirada de Daniel, y éste ya no sabía qué pensar. Por un lado, sentía un alivio inmenso al tener la certeza de que ella obtenía placer con él, pero por otro, era un motivo más por el que no entendía por qué ella le rehuía… se levantó y la abrazó. Mati pareció sostener una dura lucha consigo misma, pero finalmente, se levantó. – Ven un momento, y te enseñaré por qué huyo de ti… ¿quieres?
Daniel asintió, mudo, y ella le sentó en el tresillo del saloncito. De debajo del mueble, sacó un álbum de fotos, que no estaba tan sucio como se podía suponer si tenemos en cuenta que estaba en el suelo bajo un sillón.
-Lo guardo ahí, porque es algo que prefiero no ver constantemente… pero al mismo tiempo, tampoco debo olvidar. – Lo abrió. No había muchas fotos, pero en todas se podía ver a Mati con un hombre. Era mayor que ella, así como Daniel, pero era mucho más alto. Tampoco era muy guapo, y tenía también ojos tristes, incluso en una foto en la que se besaban, él tenía expresión de tristeza – A lo mejor, tú piensas que alguien me hizo daño, y por eso no quiero arriesgarme… pero piensas eso, porque eres muy bueno. Él también fue siempre muy bueno… pero yo le hice daño a él. Un daño irreparable.
Daniel la miró a los ojos. En ellos, podía haber cariño hacia el hombre de las fotos, pero no vio en ella la misma expresión de amor que tenía cuando estaba con él… escuchó.
-Cuando lo conocí, le acababa de dejar su segunda esposa – contó Mati – Se fue con otro, igual que la primera. Había tenido hijos con las dos, y las dos se los habían llevado y no querían verle. Me dijo que sus ex mujeres malmetían a sus hijos contra él, y me lo creo… no por nada sino porque nunca me mintió. Pero era cierto a la manera que eran ciertas otras cosas que decía: era cierto para él, y eso bastaba. A mí me gustaba, pero no estaba segura de que fuese… digamos… el hombre de mi vida. Pero no sé porqué, yo de pronto, lo fui todo para él. Absolutamente todo. Me llevó a su casa, me presentó a su familia como "su futura esposa", me trajo a vivir con él… siempre estaba pendiente de mí. Quería mimarme constantemente, hacerme regalos y preguntarme cómo estaba, si aún le quería. Yo me acostumbré muy pronto a él, y fuimos felices. Al menos, yo intentaba hacerle feliz. Noté que le molestaba que hablase con mis otros amigos, y empecé a dejar de hacerlo. Noté que le molestaba que llevase minifaldas, y empecé a dejar de hacerlo. Le molestaba la música que oía, y escuché la suya; le molestaba que pidiese cosas en el sexo, y me limité a satisfacerlo a él… me partía el alma cuando le veía triste y sentía que era culpa mía, que había hecho algo mal… e intentaba ser mejor persona para él. Él se animaba cuando me veía esforzarme, y me agradecía que fuese tan atenta, me suplicaba que por favor, no le abandonase nunca… tres veces, serían demasiado para él.
Daniel escuchaba, cada vez más sorprendido por lo que oía. Estaba entendiendo muchas cosas, pero todavía le faltaba la guinda.
-Todo fue culpa mía… hasta entonces, yo me las había apañado para saber qué le disgustaba y dejar de hacerlo, de modo que él, nunca tuvo que pedirlo. Siempre fue decisión mía. Pero aquello, sí me lo pidió. Y me negué. Me pidió que por favor, por favor, dejase mi trabajo. No podía soportar cómo me miraban los otros compañeros, no podía soportar cuando llegaba a casa y yo no estaba aún, le torturaba saber que los clientes hablaban conmigo, me hacían bromas… tenía miedo constante de que le fuese a dejar por otro. Traté de hacerle entender que tal cosa no iba a suceder, que yo le amaba, pero se enfadó. Me dijo que lo mismo le habían dicho sus ex esposas y le dejaron poco después. Me acusó de infiel y me insultó…. Él no quería hacerlo, pero me levantó la mano, no fue culpa suya, había bebido un poco, y yo me puse muy terca… tuvo razón. Hice mal. Y lo peor, lo hice después… aquello fue imperdonable.
Daniel empezó a experimentar odio, un odio intensísimo contra aquél cerdo que había sido capaz de pegar a Mati, ¿y ella lo disculpaba, y decía que era bueno… que era bueno como él?
-Sabiendo lo celoso que era, sabiendo lo poco que le gustaba que nadie contase sus trapos sucios, yo me desahogué con un compañero del trabajo. Era gay, no era un hombre de quien él tuviera que tener miedo… era mi amigo. Yo le quería…. Sé que estuvo mal, pero era siempre tan amable conmigo… le conté todo lo que había pasado, y él me dijo que un hombre que me sacude, no me podía querer. Yo le dije que no me había sacudido, que sólo había sido un cachetito tonto, ni siquiera un bofetón… él me contestó que no esperase a que me diera el bofetón, porque lo siguiente serían golpes más graves y si eso pasaba, sería él mismo quien lo denunciaría… me dijo que me fuera con él a su casa, y yo no sabía qué hacer, y se lo dije… lo que no sabía, es que él, me estaba escuchando. Estaba en la puerta de la cafetería, oyendo lo que hablábamos… Cuando volví a casa esa noche, me encontré una ambulancia. La madre de José (así se llamaba) estaba allí. Cuando me vio, se lanzó a por mí, me pegó y me insultó, y yo no fui capaz de defenderme, porque tenía razón. Su hijo había dejado una nota en la que me decía que le había engañado y que ojalá fuera feliz, pero que él no podía vivir sin mí. Saltó desde la azotea del edificio y se mató. Yo lo maté. Si hubiera dejado el trabajo a tiempo, nada de eso hubiera sucedido… por eso, no puedo quedarme contigo, Daniel. También a ti te acabaría haciendo daño, y no podría soportar eso otra vez. Soy mala, Daniel, soy muy mala, y tú te mereces a alguien mejor.
Mati permaneció con la cabeza gacha, mirando la foto. Aún en la imagen, Daniel podía ver a una chica que sonreía con tristeza. Con cariño, pero sin amor. En otra de las fotos, ella lo abrazaba y le besaba en la cara, y él la tenía cogida de los brazos… no parecía abrazarla, sólo sujetarla, tenerla presa. Estuvo a punto de dejar hablar a su compasión o a su rabia, pero se contuvo.
-Quizá tengas razón… - musitó – Creo que te portaste mal con él. Debiste haber hecho lo que te pedía, eso te hubiera hecho sentir mejor, y le hubiera hecho sentir mejor también a él, todo eso se hubiera evitado… Y lo hubieras hecho, si le hubieras querido. Pero creo que no le amabas. –Mati le miró, inquisitiva.
-Yo… yo le quería… - se disculpó. – Hice todo lo que pude…
-Pero no fue bastante. Mati, ese hombre, quería tenerte por completo, quería que no salieras, ni hablaras con nadie, ni hicieras nada sin él… y no fuiste capaz de dárselo. ¿Te parece que eso es querer? – se sentía mal consigo mismo por hablarle así, pero era el único modo…
-…No podía dejar mi trabajo… no podía vivir sólo por él… no lo entendía… pero yo quería tener también mi independencia… no quería…
-No querías vivir a través de él. Pero eso, era lo que él deseaba, lo único que en realidad quería, la única cosa que te pidió… qué mala fuiste con él, Mati, él que te quería tanto que no soportaba compartirte, y tú lo único que hiciste fue provocar sus celos hasta tal punto…
-¡Fue él quien saltó, yo no le empujé, lo hizo porque quiso, era un maldito paranoico, veía traición en todas partes….! – Mati había reaccionado, como Daniel esperaba - ¡Quería hacerme su esclava, y me negué! ¡Ni siquiera hubiera querido casarme con él, solamente esperaba el momento para dejarle, pero no me atrevía, porque me daba miedo que hiciera la estupidez que al final hizo…! Dios… yo sólo quería hacerle feliz… sólo quería enamorarme de él y tener a alguien a mi lado… ¿Por qué tuvo que estropearlo con su cobardía? ¿Por qué era incapaz de confiar en mí, si nunca le di motivos para tener celos…? Al principio estuvo bien, lo pasamos bien, yo le quería. Te aseguro que le quería, le adoraba, pero después empezó a ser desconfiado, a ponerse agresivo, a insultarme y decirme constantemente que sabía que le iba a dejar, y te aseguro que me dieron ganas de hacerlo, porque empecé a pensar que era lo que realmente quería él… Empezó a llamarme puta, a decir que todas éramos iguales, menos su madre, todas éramos unas putas… ninguna tenía carácter para aguantar a un hombre, sólo su madre lo había tenido para aguantar a su padre, que era alcohólico y la pegaba, pero ella se quedó con él porque lo quería de verdad. Y si yo le quisiera, aguantaría también, y yo luchaba por aguantar y poner siempre buena cara, porque no quería pensar que mi amor por él no era lo bastante fuerte, que me quería más a mí misma que a él, que era tan egoísta que no era capaz de sacrificarme un poco por él, ni siquiera un poquito, para aguantar sus reproches, sus malas caras, sus discursos llenos de odio, y su sexo insulso. Se ponía encima de mí, acababa y punto. Llegó un momento en que ni siquiera me besaba ya, y yo no tenía ganas ni de escaparme al baño y tocarme, porque estaba demasiado triste, sólo quería que acabara cuanto antes y me dejara dormir, y eso me hacía sentir aún peor, porque al menos, debía decir algo, o soltar un gemido pequeño para que viera que lo había pasado bien. Pero tampoco podía ser muy fuerte, porque eso de que la mujer goce, también era de putas y no le gustaba. Y yo aguantaba eso día y noche, y soportaba sus insultos y sus comparaciones, porque su madre siempre era mejor que yo, siempre era mejor en todo… a ella le llevaba flores, y la llamaba "cariñito", a mí me decía que los cuellos de las camisas no estaban bien planchados y me traía más y más trabajo… "Cásate con tu madre", le dije una vez, y me amenazó. No llegó a pegarme, pero estuvo a punto de hacerlo. Se marchó de casa, no volvió en dos días, no le importó si estaba preocupada o no, no llamó. Quien llamó fue su madre diciendo que no le hiciera infeliz, que su hijo había sufrido mucho y se merecía a alguien que lo hiciera feliz, se merecía a una chica más guapa que yo, más lista y más rica… pero como esas le habían abandonado, sólo quedaba yo, así que debía dar gracias de que su hijo se había fijado en mí, y aguantar y quererle…
Mati tenía la mirada fija en el vacío, había hablado atropelladamente, como si tuviera verdaderas ganas de soltar todo aquello, pero nunca se hubiera dado a sí misma la oportunidad. Cautelosamente, Daniel la rodeó los hombros con el brazo.
-Lo has dicho tú sola. – susurró – Tú misma te has dado cuenta. –Mati, aún con la mirada fija, se llevó las manos a la boca, y empezó a negar con la cabeza, como si estuviera arrepentida, como si se le hubiera escapado sin querer. – Mati, ese hombre no te amaba… por lo que me has contado, creo que no quería a nadie, ni siquiera a sí mismo. Una persona que te chantajea sentimentalmente para que hagas sólo lo que a él se le antoja, y si no se enfada o te pega, no demuestra quererte… y tú hiciste bien en no quererle a él. Tú no hiciste nada malo, ¿me oyes….? – hablaba suavemente, con la voz llena de cariño, intentando que ella le mirase a los ojos – Tú sólo intentaste hacerlo feliz mientras pudiste, y luego, trataste de protegerte… quizá hubiera sido más juicioso que le hubieras abandonado de verdad, pero no quisiste rendirte, no quisiste que pensara que no le querías, aunque fuese cierto que ya no lo hacías…
El cuerpo de Mati se estremeció, sollozando en seco, con los ojos abiertos y el rostro inexpresivo. Finalmente, las lágrimas acudieron a sus ojos, y cayeron de ellos, redondas y brillantes, sin que ella parpadeara. Daniel le besó la cara tiernamente, mojándose los labios de lágrimas saladas.
-Daniel… - la voz de Mati apenas era audible - ¿tú no crees entonces que yo sea mala….?
-No es que no lo crea, es que no lo eres. – Ella se medio volvió para acurrucarse contra el pecho de Daniel, y el álbum de fotos se deslizó por sus piernas y cayó al suelo. Mati ya no lo miró. Se abrazó al hombre que tenía a su lado con un suspiro interminable y alzó la cabeza, buscándole la boca. Daniel la besó tiernamente, pero entonces sintió la lengua de ella pugnando por abrirse paso entre sus labios, y se sorprendió. Era la primera vez que ella pedía – Mati, no… ¿no dijiste que nada de sexo hoy? No tienes que hacerlo si no quieres, si es por agradecimiento, no…
Mati siseó suavemente para silenciarle.
-No sé si tienes razón o no, no sé si fui una mala persona o buena, o una estúpida… pero sí sé que llevo mucho tiempo castigándome y sintiéndome culpable por tener placer contigo, por quererte… si tienes razón, no tiene sentido que me castigue más tiempo… y menos aún, que te castigue a ti por mi culpa. Quiero hacer esto, Daniel… - Mati se sonrojó y no fue capaz de sostenerle la mirada – Contigo es agradable hacerlo, porque tú no te olvidas de mí, tú también me haces feliz, muy feliz cuando… quiero que te sientas tan bien como yo, quiero darte gustito…
Para esas alturas, el corazón de Daniel ya estaba en las 180 pulsaciones por minuto, y se dejó recostar en el sofá, con Mati sobre él, que le desabrochaba la camisa a besos, lamiéndole el pecho entre gemidos de gatita. Temblando como si tuviera fiebres, se descalzó con los pies, y éstos tocaron el álbum que seguía en el suelo. Daniel sonrió, cogió la cara de Mati con las manos, y la besó para que cerrase los ojos, sus manos se metieron entre la ropa de ella, una bajo la camiseta, acariciando la espalda suave, sin sostén, y la otra bajo los shorts… y aprovechando que Mati tenía los ojos cerrados, mandó de una certero talonazo el álbum de nuevo bajo las profundidades del sillón. "Muérete otra vez, indeseable" pensó, casi con triunfo "pero en esta ocasión, sí es ella la que te mata… y yo voy a ayudarla a que te quedes muerto para siempre".
Mati se subió la camiseta hasta el cuello y se recostó contra el pecho de Daniel, ¡qué delicioso calor notar la piel desnuda del otro…! Él le tiró de la camiseta hasta sacársela, y Mati se escurrió por entre sus brazos para desabrochar el pantalón de su compañero, bajar la ropa interior y dejar al descubierto la erección, que al instante se metió en la boca. Daniel respingó del gusto que le invadió el cuerpo y le hubiera gustado decirle a Mati que la quería, que nunca había querido a nadie así… pero el placer era demasiado fuerte para coordinar una frase más compleja que el "sigue… sigue, por favor… sigue…" que logró balbucear.
La joven se reía para sus adentros, feliz por hacer feliz, y llevó una mano al interior de sus pantalones cortos para acariciarse mientras chupaba a Daniel. Él, en medio de la gloria en que se sentía, se dio cuenta de aquello, y se incorporó.
-Espera… - le costó Dios y ayuda, no era fácil renunciar al inmenso gozo que le invadía teniendo el miembro en el interior de la boca calentita de Mati, sintiendo las caricias de su lengua, él a quien antes nunca nadie había hecho una felación, pero era lo que tenía que hacer – Párate, eso no… Ven, ven aquí, para… - Daniel la cogió de las manos y la llevó hasta él, mientras la joven le miraba sorprendida.
-¿Es que te he hecho daño? ¿He hecho algo mal…?
-En parte, sí… Pensar sólo en mí. – Mati pareció extrañada, y él se explicó – Me estabas dando un placer asombroso, tremendo… pero tú no estás aquí sólo para que goce yo. Mati, tienes que dejar de pensar que tu alegría, consiste sola y exclusivamente en darme alegrías a mí, tienes que pensar también en ti misma, en lo que quieres, en lo que te gusta, y hacerlo. No me conviertas en un esclavista… no te lo pienso permitir – sonrió, y metió la mano en los shorts de su novia, que se estremeció de gusto. Daniel metió su dedo corazón entre los labios húmedos y empezó a acariciar el clítoris, mientras Mati, presa del placer, sólo era capaz de gemir y manotear torpemente en busca de su polla, para acariciarla del mismo modo.
-Aay…. Aaaaay…. Mmmmh…. Ay, Daniel… esto me… gusta mucho… - Daniel intentó recordar las veces que lo habían hecho, y se sintió un auténtico torpe, se había dejado llevar por ella de tal modo, que le había dedicado atenciones que desde luego, no eran ni la mitad de lo que ella merecía. En las ocasiones en que se habían dado tiempo, la había acariciado casi solamente por los muslos y las nalgas, y un poco los pechos… pero también había que reconocer que ni siquiera en las veces que "se dieron tiempo", se habían dado mucho tiempo… casi todas las fiestas que habían tenido, habían sido más polvos apresurados que otra cosa, muy satisfactorios, desde luego, ella misma lo había admitido… pero eso, tenía que cambiar. Mati tenía derecho a obtener todo el placer que se merecía, y Daniel se lo iba a dar…. – Daniel, por favor…. Danielitooo… penétrame, te lo ruego… - se lo iba a dar a partir de mañana, palabra.
Daniel estuvo a punto de cambiar de postura y tumbarse sobre ella, pero pensó en lo que había dicho Mati del tipo de sexo que tenía con su ex "se ponía encima de mí…". Y la mayor parte de las veces, también había sido así con él. Mati simplemente se dejaba hacer. Se retorcía de gusto, participaba haciendo caricias, dando besos, espoleándole, moviéndose,… no era ninguna frígida ni comodona… tan sólo parecía pensar que debajo, era su lugar. Era un buen momento para que empezase a tomar las riendas de su propio placer.
-¿No quieres… ponerte tú encima esta vez? – Mati le miró con asombro.
-¿Quieres… quieres que te monte? Pero eso… ¿eso no es hacer el sometido? ¿Seguro que eso te gusta…..?
"¡¿Cuántas estupideces te metió ese gilipollas en la cabeza?!" pensó Daniel. No le gustaba nada decir tacos, pero no tenía otro calificativo…
-Claro que me gusta… porque no estamos hablando de sometimientos, sino de amor y placer… ¿tú te consideras sometida cuando estás debajo?
-No… contigo, no. – Daniel estuvo a punto de contestar un "ya lo ves", pero no hizo falta. Mati sonrió como una niña a la que le ofrecen un juguete nuevo y se apresuró a sentarse sobre su compañero. Lo hizo con cuidado, porque no estaba acostumbrada a esa postura. Lentamente se ensartó, hasta quedarse pegada a la pelvis de su novio. La carita de placer y sorpresa que fue poniendo conforme se fundían, destrozó el corazón de Daniel. "Dios mío, la quiero… la quiero tanto que me duele" pensó confusamente él, mientras sus manos temblaban dirigiéndose a sus muslos, a su cintura. Mati empezó a moverse y Daniel rompió a sudar, jadeando, abrasado de calor y sintiendo el delicioso cosquilleo de placer que le inundaba el cuerpo.
Mati sonreía, con los ojos entornados, moviéndose sobre la polla de su amante como si bailase salsa, meneando las caderas en círculos, disfrutando intensamente de controlar, por primera vez, todas las sensaciones que la colmaban… Agarró las manos de Daniel, que seguían en su cintura, y las llevó a sus pechos, para que los apretara, lo que éste hizo de inmediato, amasándolos, jugueteando con sus pezones… Mati se sentía en la gloria. Como le confesaría más tarde, el placer era tan enloquecedor que no podía parar, no hubiera podido detenerse ni aunque se incendiase la casa… de hecho, cuando Daniel le cosquilleó los pezones y su columna se erizó de gusto, le vino a la cabeza como un tiro un pensamiento: "estamos haciéndolo sin protección", pero ni por esas fue capaz de detenerse, era demasiado agradable para parar ahora… podía ver el rostro de Daniel, las caras de gusto que ponía con cada uno de sus movimientos, su pecho subiendo y bajando a golpes, sus jadeos perfectamente sincronizados con los movimientos de sus caderas… y sus gemidos y las sonrisas que se le escapaban cada vez que ella hacía una bajada profunda…
-Danielitooo… - le volvía loco cuando ella le llamaba por el diminutivo, y más si lo hacía con esa vocecita tan dulce y derrotada – No… no puedo más… no puedo aguantar más….
-¡Pues córrete, hazlo! – Daniel estaba loco de felicidad, y fue él el que empezó a dar caderazos. El estallido de Mati fue instantáneo. La joven chilló y se dobló de gusto, sujetando en sus tetas las manos de su amante, mientras su cuerpo se convulsionaba y se retorcía. La imagen fue tan hermosa y sus propios movimientos le dieron tanto placer, que tampoco él aguantó más y se dejó ir, entre gemidos, gritando el nombre de Mati, notando la deliciosa electricidad que le envolvía y los apretones convulsivos que daba el sexo de ella…
Mati dejó escapar algo a medio camino entre jadeo y sollozo, y se dejó caer sobre él, sudorosa, jadeante y con la cara empapada en lágrimas de felicidad. Esta vez, no sólo por lo bien que lo había pasado, sino por lo feliz que era. Daniel sacó fuerzas de flaqueza para abrazarla y Mati ronroneó…. La verdad es que él tenía un poco de miedo de que la historia se repitiera, de que ella volviese a echarse atrás y quisiera sacarle de casa, o que estuvieran juntos y se escapara… pero Mati dijo la frase que llenó de tranquilidad el corazón de Daniel:
-¿Quieres quedarte a dormir….?
De eso hacía ya… ¿cuánto? Puede que unos tres años ya… sí, dentro de cuatro meses, haría ya tres años. Desde entonces, se habían mudado a casa de Mati, que era algo más grande, vivían juntos y quizá pronto formalizaran las cosas y se casaran, eso aún no lo habían decidido. Tampoco es que hiciera falta… y ella había cambiado tanto desde entonces… ya no era tímida en la cama, sólo fuera de ella. Eso era muy curioso: aún estando solos, él podía hacer un chiste verde, y ella se sonrojaría. Estando en la cama, el que acabaría sonrojado probablemente fuese él. El cigarrillo de Daniel se había terminado, y Mati gimió dulcemente en sueños, despertándose lentamente. Él la sonrió y Mati le acarició el pecho, sonriente.
-Bueno… alguien me dijo que ella batía la nata de las tortitas – sonrió Daniel.
-¿Pero de verdad tienes ganas de hacer tortitas….?
-Hombre… uno, tiene aspiraciones.
-¿Aspiraciones de qué? – preguntó Mati, levantándose de la cama y vistiéndose con los shorts y la camiseta de estar en casa.
-Pues… de gastar después el exceso de azúcar. - ahí estaba. Qué guapísima estaba Mati con su sonrisita de apuro y las chapetas rojas en las mejillas…