Recuerdos de adolescencia (V). Experimentación

El Hondo se encuentra una buena sorpresa en casa. Y acaba conociendo más de si mismo.

El Búfalo meneaba el pil pil del bacalao que estaba cocinando con una maestría increíble, y es que todos sabemos en el pueblo que Gus es un cocinero estupendo. Le encantan los programas de cocina, y él se encarga de casi todo en su casa, haciendo además las labores del campo, puesto que sus padres están ya algo mayores, dedicándose a tiempo completo a ambos: labrador y cuidador.

  • ¡¡ Eso huele a gloria, Bufalete!! - Le dije dándole un cachete en el culo.

  • No me distraigas a ver si no me va a ligar bien y lo echo a perder. - contestó con una risita.

  • Agradece que tenemos al maestro de la cocina hoy con nosotros - intervino Lili - Que vas a "comer" mucho mejor que cualquier día que te cocine yo.

Había hecho el gesto de las comillas con las manos en el aire, para dejarme claro que la tarde que nos esperaba iba a ser de todo, menos la típica sobremesa de miércoles por la tarde, comiendo con un amiguete del pueblo en casa.

  • Bueno Gus, - continuo Lili, con sus ojos brillando, así como se le ponen a ella, cuando tiene especial interés en algo, o cuando está deseando algo con muchas ganas - Me has dicho que cuando llegara mi Yondi me ibas a contar como es eso de follarte a Koke, y como os compinchásteis entre los dos para que mi marido te acabara follando a ti.

El Búfalo casi saca el bacalao de la sartén entre el meneo y el susto. No imponía nada en ese momento. Todo su corpachón, y ese gesto con cierto aire bruto estaban a merced de "la Husky", que lo atravesaba inquisitoria con su mirada azul. Sin esperarlo, él sacó respuesta y consiguió apaciguar los deseos de su entrevistadora:

  • Déjame que termine y ya en la mesa, comiendo os cuento lo que me pidáis, que creo Lili que me has preparado una emboscada cojonuda hoy... Y a ver como salgo de ella.

  • No seas tonto, que si has venido es porque algún interés tendrás tú también. Más allá de comer con tus amigos.

Yo le di un sorbo a la cerveza, como que no fuera conmigo la cosa, pero en mi cabeza solo estaba tratando de elucubrar que nos estaba preparando a los dos mi esposa.

Gus consiguió cambiar de tema, realmente porque ella le dejó, y comenzamos a hablar de trivialidades hasta que la comida estuvo preparada, y nos sentamos por fin a la mesa.

Durante el rato que estuvimos comiendo, todo fue por cauces más o menos normales en lo que a la conversación se refería hasta que, ya terminando el riquísimo plato que nuestro amigo nos había preparado, los nombres de Ali y Koke, esos dos elementos que faltaban en esta historia, aparecieron en la tertulia de manera inconsciente, mentados por mi mismo:

  • Me ha dicho mi hermano que este finde también quieren comer en Valde, en el merendero nuestro, y que Ali, Koke, Fonso y la novia también se vienen.

  • Hablando de ellos - Lili hizo clic - Ya nos estás contando que pasa con Torero, señor Gustavo... ¿Qué rollo os traéis?

  • ¿No nos tomamos un cafelito? Dijo él, sacándonos una carcajada por el nuevo intento de intentar evitar lo inevitable con el chiste.

  • Yo voy haciendo el café, que desde la cocina os oigo bien, pero no te va a dejar escapar, y lo sabes. - le dije yo.

Gustavo empezó a contar, en lo que yo me levantaba de la mesa, con los platos vacíos, para ir a la cocina a dejarlos y preparar los cafés. Cuando estuve apartado de ellos, caí en la cuenta de que mi pene había cogido cierta rigidez, y eso que aún no habíamos hablado de nada comprometedor.

  • Pues es que esto viene ya de largo, - dijo él - desde críos, o bueno, desde adolescentes, cuando empezamos a descubrir lo que nos picaba por ahí abajo, yo me empecé a dar cuenta de que los chicos me atraían mucho más que las chicas, y cuando empecé a masturbarme con estos, más aún. Me fijaba en sus pollas, y con las cosas que llegamos a hacer, pues me di cuenta de que a mi lo que me van son los pitos, y no los chochetes.

  • ¿Qué hacíais exactamente? - le preguntó -

Yo desde la cocina escuche el sonido del silencio, imaginando que nuestro cocinero del día y ahora narrador estaría luchando contra su vergüenza por contarle a sus amigos, lo que ya nos imaginábamos: acerca de su sexualidad.

  • Va Gus, - continuó ella - que no te estoy juzgando, ni me parece mal, además estas con Marcos y conmigo, ¿quién hay más de confianza? además, con las cosas que han pasado en una semana, creo que es mejor que todos pongamos las cartas sobre la mesa.

  • ...Vale. Pues no se lo que te habrá contado Marcos, pero siendo chavales, nos íbamos a las eras, alejados de la gente y nos hacíamos pajas juntos, y unos a otros, e incluso experimentamos la vía anal -Nunca me hubiera imaginado a mi amigo utilizando el término "vía anal"-.  Uno recibía todo, mientras otro lo pajeaba, y otro le metía deditos por el culo. Luego cambiábamos hasta que nos corríamos los tres. Solo que a mi me entraban ganas de comerles la polla también. La cosa cuando empezamos a conocer a chicas fue quedando ahí, pero en ese momento, yo me dí cuenta de que las chicas, como digo, no me atraían mucho.

Yo seguía con los cafés en la cocina, y escuchando todo desde allí. Y lo que era un conato de erección hace un rato, ya se había convertido en tenerla tan dura como el cerrojo de un penal. No sabía cómo iba a disimularlo con el chándal que llevaba, y tenía que llevar los cafés ya hechos al salón. Escuché entonces el ruido de las copas de licor y las botellas, y caí en la cuenta:

  • ¿Llevo hielo? grité.

  • Si, trae, que habrá que tomar un pacharán después del café.

Mientras acababa mi labor, el Búfalo siguió contando:

  • Y con Koke acabé follando hace no mucho, solo un par de años, porque me vio enrollándome con un chaval en Vallacete un sábado que vosotros currabais y no salimos juntos. Me preguntó si era gay, algo bastante obvio en ese momento. Y hablando de por qué no había decidido contároslo a todos, y que estaba el un poco contento... Pues pasó.

Yo aparecí con los cafés en la mano, y con los hielos cogidos por los dedos, en un futil intento de disimular el estado de mi pene. Lo primero que vi, fue la cara de mi mujer, que desbordaba lujuria por el relato de nuestro amigo, y la sonrisita que se le escapó al ver el bulto de mi pantalón.

Con la cara de Gus pasó lo contrario: al irme de la habitación estaba tenso, pero cuando entre de nuevo se le notaba más relajado, como si el hecho de contarlo hubiera sido una losa que se había quitado de encima. El también miro mi entrepierna directamente, esbozando otra sonrisa picarona como la de Lili.

  • Voy a por el mío, que no podía traer todos a la vez. Y no nos has contado como pasó el enrollarte con el torero, y que hicisteis exactamente, y yo quiero saberlo. Me había pasado en una frase al bando de mi mujer, pero viendo que Gus ya se había soltado, quería escucharlo.

Fui y volví a por el café que me faltaba, pero esta vez, ya no tuve ningún pudor en disimular lo que llevaba en los pantalones. Me senté y el siguió contando.

  • Pues como os digo, él estaba un poco borracho, con lo que nos juntamos el estando así, y yo, deprimido porque me había "pillado" y en teoría me tocaba salir del armario. Me comenzó a decir que no pasaba nada, que no tenía que esconderlo, y que todos me apoyaríais, que nadie me iba a dejar de lado por mi condición sexual, todo ello abrazándome, y cogiéndome de la cara. Inevitablemente me vinieron a la cabeza nuestras aventuras por las eras del pueblo. Estábamos ya los dos solos, apartados de la gente por lo que al tenerlo así y diciéndome esas cosas, casi le meto el morro allí mismo. Obviamente me contuve porque Ali es mi amiga del alma, tanto como vosotros, o más puesto que con ella he pasado mucho en la infancia, y no quería quería generarles problemas. Además, vosotros sois mis amigos, y aunque me atraigáis sexualmente, antes va la amistad que satisfacer mis instintos... Hasta la noche de la cena del otro día.

  • ¿Y cómo acabó esa noche con Koke? - pregunté. Ya no tenía ningún reparo en mostrar mi verdadero interés en todo este asunto.

  • Pues nos fuimos a tomar una juntos, y allí ya me dijo que ahora entendía porque a veces no salía, o decía que no salía, y la copa que pidió ya acabo por sobrarle del todo a él también, y acabó, borracho,  sacando de nuevo en el dichoso tema de nuestras visitas a las eras y nuestras pajas.

Empezó a decirme que tenía muy buen recuerdo de eso, y que ahora cuando tiene sexo con Ali, a veces utilizaban dildos anales (los dos). Que habían empezado porque Koke le pidió a ella que le metiera un dedito en el culo, y que a los dos les había gustado tanto que lo han introducido como costumbre.

En ese momento, noté el pie de Lili sobre mi entrepierna. Buscaba excitar, pero sobre todo buscaba comprobar si estaba yo tan cachondo como ella. Así era.

  • ¡Pero todo eso no explica por qué acabasteis los dos follando! - exclamó Lili

  • Voy, voy... - continuó - Es que quiero contároslo bien, que ya veo que os está gustando, cabrones.

  • Como me estaba contando eso de los dildos, obviamente, me puse bastante burro, al pensar en nuestro Koke ensartado por una picha de plástico, y el, entre el pedo y que estaba igual que yo de contármelo, me salto: ¿Tú me darías por el culo?  y me la agarró.

Ahí no pude contenerme, y empecé a gemir. el me bajó la bragueta, y tras descubrirme todo el "pastel" se la llevo a la boca y comenzó a hacerme una mamada de escándalo. No me ha quedado claro aún si es la primera polla que se comía, pero lo hizo tan bien que lo dudo bastante. Estuvo a punto de hacer que me corriera pero al rato, me pidió que le penetrara, y lo hice. Efectivamente ese culo ya se había tragado mucho más que mi polla antes...

Nos reímos a carcajadas los tres, pero definitivamente, tras el relato de Gus, el ambiente había terminado de cambiar por completo, y esa risa era una mezcla de nervios, expectación y lujuria contenida, a la espera del siguiente paso.

  • Y no te apetece chupársela a mi maridito ahora? - espetó Lili, a quien su estado de calentura, parecía hacerle menos timorata que a los dos grandullones que estábamos ahí.

Él no contestó, por lo que ella siguió:

  • Bueno, entonces se la chupo yo, y cuando quieras, ya te unes.

Se levantó entonces de su silla y vino hacia mí. Yo estaba separado de la mesa, por lo que pudo maniobrar perfectamente. Se arrodillo frente a mi silla y busco mi miembro por debajo del pantalón, mientras miraba a nuestro invitado que, sentado a mi derecha ya no podía, ni quería, disimular su erección. Una vez la Husky hubo encontrado su premio, lo sacó del pantalón y me hizo levantar el culo de la silla lo suficiente para poder tirar hacia abajo de la prenda, hasta que me la hubo quitado por completo. Entonces engulló todo mi tronco, de arriba a abajo, con grandes pasadas, mirándonos a ambos para ver como actuábamos. Yo estaba en el cielo, y quería más. Tras las aventuras de estos días con Gus, con Lili y con mi jefe de unidad, ahora tenía la oportunidad de disfrutar de todo a la vez, hombre y mujer, con mi esposa y mi mejor amigo.

Sin dilación empecé a sobar el paquete de Gus, que no dejaba de mirar a Lili y su manera de trabajar. Estaba sediento de polla y yo se lo estaba notando, así que le animé:

  • Vamos Gus, dile a Lili que te deje un poco de caramelo, ¡que se lo va a acabar todo ella!

Parecía que esa era la última barrera que le quedaba por cruzar, y vaya si lo hizo. Se arrodilló junto a mi esposa, y enseguida comenzó a lamer mis huevos, con Lili aun dándole brillo a mi pene. Tras un rato en la gloria, en el que yo, curioso y disfrutón, no dejaba de ver que hacían los dos, recibí una mirada de Lili, que se sacó mi miembro de su boca, y con un gesto se lo ofreció al búfalo. Ella quería verlo mamando mi verga.

Se incorporó y comenzó a desvestirse, no de manera sensual, si no rápidamente. No quería perder ni un segundo de lujuria, y una vez se hubo quitado la camiseta y el sujetador, me besó, mientras seguía aumentando su desnudez también de cintura para abajo.

El Búfalo resoplaba por la nariz sin dejar de mamarme, pero cayó en la cuenta entonces en la desnudez de Lili. La Husky me besaba, con su culazo imponente en pompa, moviendo sus caderas para dejar caer el pantalón.

  • Joder que buena estás, Lili. - espetó nuestro invitado, mientras seguía con la mano sobre mis genitales.

  • ¿No eras gay? - le pregunto ella, incorporándose y mostrándose a el por completo.

  • Eso no quita para que pueda admirar a una mujer como tú.

Yo seguía disfrutando de los trabajos manuales de mi amigo, y de la panorámica que me ofrecía la desnudez de ella, esperando su siguiente paso.

  • Pues ya estás desnudándote tu, a ver si calzas tan bien como se dice. Y mientras lo haces me voy a sentar un rato en la polla de mi marido.

Ella dominaba la situación, nos dominaba a los dos, y eso la excitaba y nos excitaba a ambos a partes iguales. Se sentó entonces sobre mi, introduciéndose todo de un golpe en su interior.

Apoyo su espalda contra mi pecho, dejándose caer hacia atrás, y comenzó a moverse despacio, mientras le apretaba sus preciosas tetas. Gustavo seguía quitándose ropa, hasta que llegado el momento su enorme tronco asomó sobre el slip.

  • Quiero comerme esa polla. - dijo la Husky

  • Si me la come el también, estupendo.

Y así fue, como en un momento Lili se había sentado a horcajadas sobre mi y ambos teníamos la polla enorme de Gus a centímetros de nuestros rostros. Lili la agarro al momento, sobándola desde los huevos al glande.

-Chupa, cabrón.

Yo no me lo pensé. Agarré el pene de Gus y lo engullí. Su duro y largo falo llenó mi boca y comencé a mamar, en el modo en que supuse que le gustaría que me lo hiciesen a mí.

Lili seguía saltando sobre mi pene, y perdí la noción de todo: ahí, en ese momento lo único que quería era más y más. Más excitación, más entrega. La calentura me invadía y yo estaba fuera de mí.

Lili comenzó a gemir más fuerte y aceleró el ritmo del galope, clavándose mi verga tanto como le era posible. Síntoma inequívoco de que se corría. Me clavo las uñas de su mano derecha en el hombro, mientras con la izquierda me arrebataba mi trofeo de la boca, para comenzar a mamársela al Búfalo ella sola.

Estuvo un buen rato así, y mientras Gus y yo, nos mirábamos con lujuria. Una vez se calmó tras el orgasmo, se levantó, sin mediar palabra, y nos arrastró a ambos al centro del salón, tirando de nuestras pollas hacia el centro de la estancia.

  • Túmbate.- me dijo. Y obedecí

Ellos dos se recostaron a mi lado, y nuevamente empezaron a trabajar mi miembro con sus lenguas, solo que esta vez, sus traviesos dedos me hurgaban la retaguardia.

No me planteé nada. Estaba disfrutando al máximo de esta sesión de sexo, junto a mi esposa y uno de mis mejores amigos, y no pretendía parar en ese momento. Aún sabiendo lo que venía, lo quería. Estaba dispuesto.

Un dedo de cada uno ya estaba completamente dentro de mí, en una pelea digna de dos cobras de Birmania, peleando su territorio.

El caso es que mi ano ya no notaba la presión y tensión de cuando empezaron, y esa señal, era lo que Lili estaba esperando para usar a Gus contra mi: ella también veía mis ganas. Me coloqué cuatro y nuestro amigo se colocó tras de mí. Enseguida noté el calor de su glande en mi entrada trasera, pero en el momento en que comenzó a apretar, noté que dos de sus dedos, no eran nada comparado con lo que me estaban metiendo por el culo...

El dolor me invadía, pero era un dolor placentero, y tolerable. Cada embestida aumentaba mi excitación, y la mezcla de dolor y placer se transformaba poco a poco en disfrute únicamente.

Mi amigo el Búfalo me estaba dando por el culo. Y me encantaba.

Los gemidos se me escapaban, ambos resoplábamos, se nos escapaban tacos, disfrutábamos el momento. Lili se acercó y me besó con lujuria, para escabullirse como una serpiente bajo mi, quedándose en una posición que nos permitía lamernos mutuamente los genitales, en un 69.

Su sexo estaba empapado, y a te tanto disfrute, yo no iba a aguantar mucho más.

Gustavo aumentó entonces la velocidad, chocando violentamente contra mis nalgas. Entonces lo noté. Una explosión de calor invadió mi interior en lo que sus gemidos bruscos inundaban la sala. Yo fui tras él. Saberme relleno de su leche me hizo explotar, y eyaculé sobre el rostro de Elisa, que también se frotaba con violencia su clítoris.

Gustavo me desmontó cayendo rendido a un lado, mientras yo tembloroso me desplomaba hacia el contrario, dejando a Lili en el centro.