Recuerdos de adolescencia (III). Confesión.

Yondi le cuenta a su esposa lo ocurrido con la cuadrilla la noche anterior.

Recomiendo leer la parte I y II. Esta parte de la historia es consecuencia de aquellas dos.

Agradezco sus comentarios y valoraciones.


Me desperté en casa de mi madre. Tenía algo de resaca, pero realmente lo que tenía era un lío tremebundo en la cabeza. Me había acostado con mi amiguete; aunque más que acostarnos, lo que habíamos hecho era follar como perros, literalmente, y en el campo. Y se lo tenía que contar a mi esposa.

Me fui desperezando poco a poco hasta que recordé el mundo que pisaba. Aunque había dormido muy poco, ya era más de media mañana. Mi madre en la cocina ya me estaba esperando:

  • La tirasteis larga anoche eh... - Me comentó la mama, aunque era una pregunta de confirmación de esas típicas de madre, más que un comentario.

  • Pues si, me lié hablando con Koke, Fonso, y Gus. Pequeño y el Cachorro se marcharon antes. (A mi hermano lo llamábamos asi en casa, por ser mi hermano menor, por compartir nombre con nuestro difunto padre). Y de casa de ellos salimos, pero Gus y yo seguimos de cháchara hasta bastante mas tarde.

  • Pues me dijiste que me ibas a bajar y cortar la leña, ahora estarás tú para partir leña... - Otra cosa partí anoche, pensé instantáneamente para mí mismo.

  • No te preocupes mama, que me pongo a ello ahora. Desayuno algo, hago leña, como y marcho a Vallacete, que Lili llega a media tarde.

  • Como aprovechas tu cuando te deja de rodríguez la jefa, pájaro. - Me acusó.

  • Con estos cabrones de la cuadrilla, ya sabes mama, hay que ponerse al día, y ya nos conoces.

-  Tu hermano ha subido a revisar algunas fincas, tiene intención de que sulfatéis la semana que viene. - contraatacó, demostrado el compromiso de Pete.

  • Perfecto. Ya concretamos en la comida, que yo solo tengo ocupado mañana y el martes.

Acabé el desayuno y fui a la labor. Estuve dos horas cortando leña, y preparándola para que mi madre la tuviera lista para cuando necesitara. Ya no teníamos mi padre, y tanto Pedro cómo yo habíamos asumido el trabajo de labrar las tierras de la familia, y de atender a nuestra madre, aún joven, pero necesitada de ayuda para ciertas cosas.

En esas dos horas no dejaba de darle vueltas a dos asuntos: Lo que había pasado la noche anterior con el Búfalo, y sobre todo, como iba a abordar este tema con Elisa (Lili), mi mujer.

No es que estuviera experimentando una crisis de sexualidad, pero estaba claro que no podía ocultárselo. Llevábamos juntos casi desde la adolescencia, y de la mano habíamos vivido mucho, tambien permitiéndonos experimentar y aprender mutuamente por separado, (bendita universidad)

jurándonos transparencia, algo que nosotros consideramos lealtad, por encima de una fidelidad sexual.

Casi a mediodía, pasó por delante de mí finca Gus, que venía con su padre. Don Antonio me saludó y siguió, Gus se quedó a charlar.

  • Así que estás tú tan fuerte. Toda la semana gimnasio y deporte, hasta trabajando haces deporte; y te vienes el domingo a hacer leña... ¿Cómo andas?

Era una pregunta de la que perfectamente se podía imaginar la respuesta, pero creo que lo hizo por confirmar.

  • Bien, bien... Dándole vueltas a como contarle a la jefa que ayer le puse uno cuernos...

  • Sabía que se lo ibas a contar, - se entristeció - espero que no me parta la cara, que "la Lili" es mucha Lili, y está fuerte hasta para tí. - río intentando quitarle hierro al asunto.

  • Ya sabes que no nos ocultamos nada. No es que tengamos una relación abierta, ni mucho menos. Pero siempre decimos que si pasa, o pasara algo, lo hablaríamos con naturalidad y veríamos como afrontarlo. Es un problema en si, porque hasta ahora ninguno de los dos habíamos tenido roces físicos con personas de nuestro mismo sexo. Habíamos hablado de si pasaba como actuar, pero todo eran supuestos.

  • Bueno ya me dirás cómo se resuelve... Por preguntar... ¿Lo pasaste bien?

Gus no parecía "el Búfalo" en ese momento. Más bien era un ternero indefenso entrando en un matadero. Pero habría que ver cómo estábamos ruda mi envergadura, mi casi metro noventa y yo... Delante de la Husky (otro mote más, este de Lili, dentro de la cuadrilla).

  • Claro que me divertí, tío. Y no me importa que me enrollara con un hombre. Tengo muy clara mi sexualidad y se diferenciar entre sexo y lujuria, y sexo y amor. De hecho me he tenido que hacer otra paja en la ducha esta mañana nada más levantarme... Y mírame ahora. Se me está poniendo como el mango del hacha solo de volver a pensarlo.

  • Yo no he dormido de pensarlo... Si quieres te la chupo un ratito, y así ya vas vacío a casita...

Negué la propuesta, y le comenté en ese momento que hasta no hablar con Lili, no quería ni oír más del tema, por mucho que sin dudarlo, me lo hubiera vuelto a follar en ese instante.

Durante la comida el tema fue recorrer la conversación de la noche anterior que mi hermano se perdió, unido a como acordaríamos las siguientes semanas en el campo, más sencillas para mí, por los días seguidos libres de que disponía en el cuartel de bomberos donde trabajo.

Llegué a casa pronto, antes de que Lili regresará del fin de semana. Había estado currando, de guardia. Es médico interina en el hospital de la Capi, aunque es oriunda de Aldea de Mora, el pueblo vecino al nuestro.

La Husky, su otro mote, llegó a casa cansada, y tras pasar por la zona de desinfección que tenemos montada anti Covid, entro en casa, con sus ojazos azules, casi blancos, y motivo de su mote "rural" contentos, porque al final estaba en casa.

Como siempre, se acercó a mí, me abrazó y me besó.

  • El que llega último saluda... ¿Cómo estás gordo? ¿Qué tal con los machos?? Me ha jodido no estar, pero faltando Ali y Raquel, me ha molestado menos.

  • Pues igual tan machos no somos... Te tengo que contar, pero primero: ¿bien la guardia?

  • Si, si. Bastante mejor. Parece que hemos pasado el boom. A ver si no la liamos en verano... Pero cuéntame, ¡que me tienes en ascuas!

  • Verás... Resulta que nos pasamos un poco con las birras, y acabamos Gus y yo en la era de atrás de casa de estos, haciéndonos "cochinadas" como cuando teníamos 15 años.

  • ¡No me jodas! - Elisa se moría de la risa - ¿Tú y el Búfalo? ¿En serio? ¿Qué hicisteis, tocaros la pilila el uno al otro? - Pregunto con sorna.

  • No solo eso.

Le fui detallando como Gus me había "perseguido" a orinar dos veces, como me habíamos acabado masturbándonos el uno al otro, como, tras hacerme una felación, acabe por follármelo en mitad del campo... Sin obviar habérsela chupado un rato yo también a él, por supuesto

Su cara le cambió a medida que iba relatando pasando de parecerle gracioso, a cuando termine de contárselo, que estaba totalmente estupefacta.

  • No se ni qué decir, ni que pensar, Marcos. Me has engañado con una persona de tu mismo género. Y encima, un amigo nuestro.

  • Es cierto, no pongo ninguna excusa. - balbuceé - Lo que he querido es cumplir a rajatabla con nuestra manera de actuar, y si a alguno le ocurría, lo contaría. Más aún cuando son 15 años juntos. Entiendo cualquier respuesta tuya, y respetaré todo lo que quieras hacer.

  • ¿Me amas? - utilizábamos esa terminología, por encima del verbo querer.

  • Por supuesto - contesté -. Soy lujurioso, es así. Me conoces, solo que esta vez he pasado de la fantasía al hecho, de tener roces como hemos tenido mil, a hacerlo. Me ha pillado por sorpresa, con un amigo, y en casa, como quien dice. No me plantee negarme. Y he de reconocer que solo me acordé de tí, sexualmente, cuando estaba cabalgando sobre mi, de un modo similar al que lo haces tú.

  • Mira Marcos. Vengo destrozada de la guardia. Me voy a dar una ducha, comer algo, y voy a tratar de dormir. Te agradezco que me lo cuentes, pero déjame asimilarlo sola. Siempre nos hemos llamado inmediatamente ante estos roces, y está vez no lo has hecho.

  • Es cierto. Te preparo la cena mientras te duchas.

La conversación terminó ahí. Me puse a cocinarle algo rápido, y fui al baño, a avisar de que estaba listo.

Justo cuando entré, ella estaba saliendo de la ducha. Su metro sesenta y cuatro, aún mojado, brillaba con la luz del baño. Eli tiene un cuerpo realmente trabajado. Cogió afición por el CrossFit cuando yo me preparaba las oposiciones de bombero, y se había enganchado al deporte que yo utilicé más de preparación, de una manera muy profunda. Ahora es una friki de las cargas, las posiciones y la recomendación del ejercicio a sus pacientes. Pero como ella dice, siempre será healthy, pero lo primero es beauty. Y la estética que le ha dado este deporte era increíble. Todo su cuerpo está bien torneado, con unos músculos firmes, y ligeramente marcados en toda su anatomía. Su abdomen plano asomaba solo un par de abdominales "Y no quiero más" que decía ella. En cuanto a su feminidad, sus atributos de género son más que notables: su cola, como dicen por Latinoamérica, es redondeada, pequeñita y muy tersa, y sus pechos, bastante grandes teniendo en cuenta su tamaño, y coronados por unos pezones rosados, a juego con su piel blanquita. Las facciones suaves y simétricas de su rostro, junto a lo llamativo de sus ojos, siempre han hecho tener muchas miradas sobre ella. Masculinas, y femeninas.

  • Te he dejado la cena en la mesa de la cocina.

  • Gracias. Estoy tratando de afrontar esto sin montar un escándalo, pues has sido sincero, pero entiende que tengo mucho que pensar. Me gustaría que hoy durmieras en la otra habitación, quiero consultar todo con la almohada.

  • Asentí y me fui al salón. Me quedé viendo la tele y mirando el móvil hasta que estimé que podía haberse dormido. Me di una ducha, en la que los recuerdos de mi novedad mamando vergas, y metiéndosela a mi amigo en el culo, volvieron a aparecer. No quise masturbarme. No me atrevía, y no quise correr el riesgo de que Lili entrara, y me pillara con el arma en la mano, después de una discusión así. Me fui a la cama.

Me despertó una sensación de humedad en mi cuello, y el olor del pelo de Lili.

  • Quiero que me folles como a la maricona de Gus.

No sabía ni que hora era, ni donde estaba. El poco sueño de la noche anterior, unido al sueño ligero de esa noche por la discusión me hicieron tardar en reaccionar, en darme cuenta de que era verdad.

  • Vamos cabrón. Espabila. Ya me he hecho dos pajas pensando en lo que hicisteis ayer, y quiero que me folles a mi, que es a quien tienes que follar.

Mi mujer me estaba mordiendo el cuello, y a la vez me estaba meneando el pene con la intención de hacerlo crecer. Y el hecho de decirme esas cosas, con ese tono... Mi soldadito no iba a tardar nada en estar listo para la batalla.

Lili siempre sabía ponerme a tono en un santiamén, y está vez no iba a ser una excepción.

Mi verga reaccionó, y una vez estuvo del todo erguida, ella la engulló, y se colocó sobre mi, acercando su sexo a mí cara, en posición de sesenta y nueve.

Su vagina estaba realmente húmeda, incluida la cara interna de sus muslos, y el pelito en su monte de venus. - no quiero que parezca el coño de una cría - decía siempre, para justificar el triángulo de vello cortito que se dejaba decorando su pubis.

Por el contrario la zona baja, y sus labios mayores lucen pelados, marcados y rosados.

Cuando mi lengua comenzó a trabajar, su clítoris ya asomaba y latía. Se notaba el trabajo anterior de si dueña.

Me agarré con dedicación a su trasero, mientras mi lengua recorría en espirales todo su sexo.

  • Como se la comieras así de bien de bien a este, no me extraña que te ofreciera su culo, - alcanzó a decir -.

  • ¿Es una proposición?

No se me entendió demasiado bien por lo comprometido de mi postura, pero mi compañera lo pilló al vuelo.

  • Es una puta orden, hijo de puta. - dijo en su tono de dominación, que no había abandonado.

Agarré por tanto sus cincuenta y pocos kilos por las caderas y la levanté sobre mí, en el aire, para acostarla a mi lado. La Husky no mostraba sus ojos, pues su cara se pegaba a la almohada, suspirando, pero si levantó su cola como un perrito, mostrándome la entrada que debía tomar.

  • Házmelo como se lo hiciste a ese mariquita cabrón.

Así me dispuse para ello. Me coloqué en cuclillas tras ella, y acerqué mi pene a la entrada de su ano. Nunca lo habíamos hecho por el culo de ese modo. Solo de la manera más tradicional, estando de rodillas yo también.

Dejé caer mi peso con mi miembro martillando la entrada trasera.

  • No puede ser que te lo follaras así.

  • Exactamente así. - contesté, y fui introduciendo poco a poco todo el tronco en su interior.

Se le escapó un grito, y después un bufido. Fui moviéndome poco a poco en su interior, mientras aumentaba la velocidad. Este culito femenino estaba muchísimo más apretado que el culazo masculino que había probado la noche anterior.

  • Me encanta esta manera, desde ahora, por detrás lo haremos así.

Sus palabras me ponían siempre casi tanto como nuestras acciones, y Lili siempre sabía que decirme.

  • Como me digas esas cosas no se si voy a aguantar demasiado...

  • Haz lo que tengas que hacer, pero por favor no te corras... - su tono había cambiado - quiero disfrutarlo tanto como pueda.

No se el motivo concreto por el que había pasado de ser dominadora, agresiva y poderosa, a sumisa y pasiva. Pudo ser el pensamiento de mi noche anterior loca con otro hombre, o el hacerle lo mismo a ella que a él, o la novedad postural... O todo a la vez.

Ella había pasado a masturbarse con sus tres dedos más largos su vagina mientras yo hacía lo posible por no correrme ante la explosión de sensaciones y pensamientos que me saturaban.

En apenas unos segundos, Lili estaba arañando el colchón con la mano que tenía libre, y mordiendo la almohada. Síntoma inequívoco de que había alcanzado su clímax.

Una vez sacó su mano de su vagina, aproveché para hacer el cambio, y pasé de su ano a su vagina, en un momento.

Se lo que le gustaba que siguiera esforzándome aún cuando ella se hubiera corrido, alargaba, según me decía, sus orgasmos.

Y me correspondió, seguía gimiendo mientras yo daba todo lo que tenía dentro. Me iba a correr y ella lo sabía.

En ese momento, tras la corrida que había tenido, recupero si orgullo, y salio de mi.

  • Ahora te vas a joder, y si quieres correrte, te acabas tu mismo. Mañana hablamos.

Con las mismas se levantó, y volvió a nuestra habitación, dejándome con un palmo de narices.