Recuerdos de adolescencia (II)

La historia entre "el Búfalo" y "el Yondi" continúa. El segundo se va a dar cuenta de que esto le gusta bastante...

El Búfalo seguía a lo suyo, a darle fuerte a su duro y enorme pene, y a jugar con el mío, claro está. Estando de rodillas como estaba frente a mí, no me soltaba el miembro, y se esmeraba porque, aún después de mi corrida, no perdiera dureza. - ¿Qué pasa, que no me la vas a soltar en toda la noche? - pregunté. - No quiero que se te baje, quiero que me partas el culo... Y más con lo gorda que la tienes. Solo el hecho de que lo dijera ya me estaba poniendo cachondo, y poco a poco mi polla iba recuperando toda su firmeza, y aunque yo me sentía reticente a admitir esa cuestión, ella parecía pensar lo contrario. - Lo que no sabía yo era de estos gustos que tienes, pájaro... - Ni yo que me fuera a resultar tan fácil que me dejaras comerte está morcillota que tienes. - y de nuevo le dió un lametón. - Me gustaría probar yo también, ya que estamos en el asunto. - Seguía sin saber que estaba diciendo, pero ya ni me molestaba en controlarme. Dicho esto, caí sobre la hierba, y me puse a su altura: - Túmbate anda, maricón. Que me estás volviendo una puta a mi también está noche. A la décima de segundo estaba boca arriba, con su enorme polla apuntándole a la barriga. Gus la tiene tan larga que le llega la punta hasta bien pasado el ombligo, con unos poderosos y extremadamente peludos huevos. Se sacó las zapatillas y se quitó una pernera del pantalón de modo que esto le permitía abrir sus piernas con mayor libertad. Y enseguida me daría cuenta del motivo. Me recosté a su lado y se la agarré. Esta vez, al haberme corrido ya, me di más cuenta de las sensaciones que me provocaba tener su miembro entre mis dedos: estaba durísima, y sin duda el vaivén de mi mano me permitía algo más de recorrido que en la mía, si bien, como apuntó el ahora pajeado con anterioridad, notaba al agarrar su polla que las puntas de mi pulgar y mi dedo corazón se tocaban más que al pajearme yo mismo. Me lancé a acariciar sus peludos huevos mientras el seguía bufando ante mi masturbación. - No la llevo tan curiosita y depiladita como tú Yondi. - Ni falta que hace, de hecho, ahora verás: Me agache sobre su duro capullo y empecé a lamerlo. Nunca había hecho eso pero ni tan siquiera estaba pensando en como lo tenía que hacer; solo lo hice. Pase mi lengua por su punta, mientras seguía con el ritmo de mi mano, preparando el ataque. Abrí mis labios y me la fui introduciendo en la boca hasta que no me cupo más... Y me faltaba un trozo. Fui subiendo y bajando, acariciando sus huevos a la vez, y dándole lametones desde la base a la punta, de cuando en cuando, sin más experiencia que la de pensar cómo me gustaría que me hicieran eso mismo a mí. Su polla desprendía un olor a macho que me embriagaba, y me pedía más a cada momento. Estaba desatado y no pensaba más que en dejarla reluciente. Estaba disfrutando de comerle la verga a mi amigo. Así era. - Quiero que me la claves. - la voz "del Búf" me sacó de mi "ensoñación de pene", para devolverme a la escena. No me había dado cuenta, pero por lo visto mi amigo debía de llevar un rato horadando su ano con dos o tres dedos a la vez. - ¿Seguro? No pasará como cuando éramos chavales ¿que no entre? - Llevo desde entonces entrenando con las zanahorias de la huerta de Don Delfín, e incluso calabacines... Y alguna que otra polla ya me ha entrado por ahí. Y se dió la vuelta hacia el lado contrario al que yo me encontraba, se irguió ligeramente, para ponerse en cuatro patas ofreciéndome su también peludo culo, coronado en el centro con el dilatado, húmedo y rosado ano que me esperaba. Su polla colgaba dura hacia abajo, completando el mural bfrente a mis ojos. Ya había probado la experiencia anal con mi mujer antes, pero este para nada era un culo similar... Lo sospechoso es que estaba igual de cachondo ante él que ante mi señora esposa. Me acerqué a su retaguardia y pasé mi capullo por la entrada, haciendo círculos, y de paso, haciendo renegar un poco a mí cachondo compañero de andanzas: - ¡Clávamela de una vez, cacho cabrón, que no me aguanto! Y eso hice. Y de un empujón. El gemido fue de todo menos contenido, pero ya nos daba igual. Estábamos follando a lo bestia. Me dediqué a conciencia a ese culo tragón, que tan sorprendido me tenía. Así que tras un rato enculándolo de ese modo, me levanté sobre la posición de rodillas y comencé de nuevo a follarlo, pero esta vez desde cuclillas. De este modo me podía echar más sobre su espalda, mientras el ponía el culo en pompa, y acercaba su rostro al suelo. Era una sensación casi de dominación de mi sobre Gus, pero en el fondo era la situación, la que me dominaba a mi. - Ahora mismo me vas a decir tú que pollas te has metido aquí, Búfalo. Esto no es la primera vez que te pasa, como a mí. - La del Torero entre otras, - acertó a decir. Pero le gusta más que me lo folle yo a él. No me lo podía creer. Llevaba toda la vida con esos dos y resultaba que se llevaban follando el uno al otro desde vete tú a saber cuándo. Y sin invitarme al asunto, con lo que había resultado que me estaba gustando. Y el Torero y yo casados con dos mujeres. Y que mujeres encima... De nuevo los avisos de mi miembro a punto de explotar me trajeron de vuelta a la espalda de mi amigo, al culo de mi amigo. Estaba a punto de correrme, en lo que caí que el no se había corrido aún. - Siéntate a horcajadas sobre mi, que vamos a probar otra cosa. Es una posición que me encanta hacer con "la Lili", mi mujer, porque me permite ver la exuberancia de su pecho, su preciosa cara y su vientre plano, a la vez que el ruido de su culo, chocando al rebotar en mi, me aumentaba la excitación. Esta vez lo quería usar con Gus, pero con el objetivo de poder pajearle al mismo tiempo, hasta que se corriera con mi polla ensartada en su culo. Me obedeció al instante, por lo que enseguida empecé con mi plan. La visión era increíble. Gus subía y bajada a su ritmo sobre mi pene, pero estaba fuera de sí, pues mi mano dándole duro a su verga no era algo que pudiera controlar, lo que le estaba llevando hacia donde ambos íbamos irremediablemente, a corrernos. Aumente un poco la velocidad de mis caderas y la de mi mano: - Me corro Yondi, me corro... - Y yo de nuevo contigo, no aguanto más... Su polla empezó a escupir copiosamente sobre mi pecho, e incluso sobre mi cara, y el olor del semen invadió mi nariz. No aguantaba más y comencé a descargar en su interior. Un grito ahogado se me escapó, mientras temblaba y me agarraba a su culo. Se recostó sobre mi, y empezó a lamer los restos de semen que quedaban por mi rostro. Después me dió un pico. Nos quedamos abrazados un momento, tras el frenesí, hasta que él se levantó, sacando mi verga de su interior. Un hilo de mi flujo masculino le caía por la cara interior del muslo.