Recuerdos de adolescencia

Resubo mi primer relato, ya corregido. Una cena con los viejos amigos del pueblo, recordando los juegos y experimentos de antaño...

Suelo ir al pueblo bastante, aunque tras casarme, me fui a vivir a la capital de la provincia, y acabo yendo menos de lo que me gustaría. Es un pueblo pequeño, perdido en el centro de la Mancha, y con algo menos de 500 habitantes, y sin mucho que hacer en invierno, a excepción de la labor del campo, sustento principal de sus habitantes. Pero es mi tierra, y para mí no hay mejor sitio en el mundo. Desde que nací, me he criado jugando por sus calles a futbol, con los chicos y chicas de mi edad, y aunque casi todos hemos ido emigrando a "la capi" seguimos juntándonos cuando podemos y pasando tiempo juntos.

Esta vez nos había costado más tiempo del habitual, con la crisis del Covid, y en concreto a mí, por mis compromisos. Llegaba tarde además, eso sí, a mesa puesta. Cuando entré en casa de Koke, mi hermano Pedro, “Pete” para los colegas, (como veréis todos, chicos y chicas, tenemos mote en la cuadrilla) estaba charlando en la puerta con Fonso, ambos echando un cigarro. Fonso, me recibió con ovación socarrona, ya que lo cierto es que, aunque me encantaba ¨subir¨ como decimos nosotros, desde que me casé hace 5 años, me he prodigado menos que antes de la boda. Y aunque agradecía mi presencia, también me estaba dejando caer algo de malestar.

Una vez en casa, saludé al resto: Gus, que tiene un año menos que yo, es un tipo fornido, curtido por su labor en el campo y con la cara algo más arrugada que lo que correspondería a un chaval de 34 años, por algo le llamamos “Búfalo”. Es un amigo de toda la vida, y un tipo muy agradable, con el que siempre suelo acabar hablando de fútbol, chicas y deporte. Vamos, los temas que nos unen a todos. Aunque con el tiempo y las diferentes maneras de afrontar la vida, nos hemos ido separando; eso si, cada tarde con ellos era como que no hubiera pasado un día sin vernos. También el contacto por móvil, ayudaba.

Su hermano José “Cachorro” es prácticamente igual a él, solo que es tres años más joven que todos los demás. Los otros que quedaban, hermanos entre sí, eran Jorge y Alfonso, o Koke y Fonso, o “Torero” y “Tallo” ... Ellos ponían esta vez la casa donde nos juntábamos.

La noche transcurrió como muchas, entre anécdotas de los partidos, de las borracheras de fiesta en los pueblos de alrededor y sus chicas, y de las historias del pueblo y el campo, el principal sustento de los que quedaban viviendo ahí. En la tercera cerveza, y después de cenar, me levanté para ir al baño, pero como estaba ocupado, salí a la calle, a una era muy grande a unos 50 metros de la casa. Gus me siguió, metidos ambos en la conversación que teníamos.

-       Aún me acuerdo del partido de semifinales de hace 10 años contra los Morados, fue nuestra mejor temporada, sin duda.

-       Y menudo partido hiciste, le contesté.

En ese momento ambos habíamos sacado nuestros respectivos miembros al aire de la templada noche, y comenzábamos a orinar. Noté que me miraba el aparato, así que inconscientemente, yo hice lo mismo con el suyo. Juraría que la tenía un poco morcillona, o al menos con algo más del grosor del habitual. En ese momento no es que recordara el tamaño y la forma exacta de la polla “del Buf”, pero nos habíamos visto desnudos mil veces en las duchas de los partidos, y aunque siempre habíamos dicho que calzaba grande, no recordaba que gastara en reposo ese tamaño; me acordaría. Nos miramos, mientras los chorros se iban acabando, y en ese momento, cambio la conversación de fútbol, a la de los miembros.

-       Ostia “Yondi”, (de los tractores John Deere, ese es mi mote, por mi corpulencia y por ser un poco bruto) - tanta cerveza y sin levantarnos, se me ha puesto algo morcillona- dijo con naturalidad.

-       Joder con el Búfalo, ya te veo, ya... - Y mi miembro respondió con un respingo a la visión del suyo.

-       Vamos a entrar para adentro, - dije - que aún no andamos lo suficientemente cocidos como para andar comparándonos las chorras.

Así que, en ese momento, guardamos el material y nos fuimos a la sobremesa con los demás.

Seguimos la noche con nuestras historias, esta vez como era obvio, también incluyendo el tema de moda, el Covid. Seguimos cerveza a cerveza, y algunos fueron desfilando para casa. Mi hermano Pedro fue el primero, y al rato, le siguió el Cachorro, el hermano de Gus. Por lo que nos quedamos hablando con los otros dos hermanos, Torero y Tallo, en su casa hasta la madrugada.

-       Chavales, - dijo Fonso - yo me subo ya a dormir, que mañana quiero hacer algo de labor de las opos, y ya me va a costar levantar.

-       Si te marchas a la cama, ya nos vamos nosotros también que no nos vamos a quedar aquí los tres gritando y diciendo chorradas como siempre, - le contestó el Búfalo.

Koke respondió con cortesía que no molestábamos, pero, aun así, decidimos marchar. De camino a casa, nada más salir Gus y yo seguíamos en la conversación cuando me di cuenta de que, de nuevo me orinaba y ya no era plan de volver.

-       Ostia tío, no me he acordado de mear al salir, y tengo las cervezas desbordando.

-       Yo también - contestó - vamos a la era de antes, no vamos a mear en mitad del pueblo. Bueno, la de antes, y la de cuando éramos unos críos. ¿Te acuerdas de cuando veníamos a hacernos pajas los dos aquí?

-       Los dos, y el Torerín también, aunque el venía menos.

-       Me acuerdo del día que quisimos probar a darnos por el culo, pero no hubo manera...

-       No hubo manera... Pero bien que mientras uno le metía uno o dos dedos, el otro hacia la paja... Y así cambiábamos. Para mi que Koke se lo pasaba la mar de bien.

En ese momento ya estábamos los dos con la polla en la mano con el pretexto de mear, pero ciertamente, ambos la teníamos más dura que un poste de telégrafos, Gus no me paraba de mirar fijamente mientras íbamos evacuando la birra.

-       No recordaba que calzaras tan gordo, Marcos. – Me dijo

-       Nos conocemos de hace mucho y no te voy a mentir, entre el alcohol y recordar aquellos años, se me ha puesto un poco dura… Y gracias por el cumplido, pero tu siempre has sido el del pollón en el grupo.

Cuando me quise dar cuenta, Gus empezó a masturbarse. No había acabado de mear, pero él ya le estaba dando gusto a esa vergota, con su dura mano curtida de trabajar en el campo. No tenía claro si era por el alcohol, pero sin saber porque lo miraba fijamente y ante tal visión, acabe de empalmarme yo también.

-       ¿Quieres que recordemos años mozos, Yondi? Podemos hacérnosla el uno al otro como entonces.

Y sin tiempo para la respuesta, ya estaba poniendo su manaza sobre mi polla, dura hasta reventar.

-       Espera – lo paré – vamos a acercarnos hasta la entrada de la bodega de Marcial, así podemos bajarnos los pantalones. – No me creía lo que decía, pero no tenía ninguna intención de frenarme, y por lo visto, Gus tampoco.

Avanzamos en la negrura cruzando la era, y llegamos a la entrada de una bodega, resguardada del aire, y con poca exposición a miradas externas, aunque, en un pueblo tan pequeño, y a esas horas de la madrugada, era prácticamente imposible que nadie pasara por allí.

Gus tenía el pantalón por los tobillos y su enorme y peluda polla estaba relucía frente a mí, mirándome. Inmediatamente me los bajé yo también y me puse a su altura. Me comía el deseo, y también la duda. De nuevo me agarró el pedazo, comenzando a masturbarme.  Agarré su polla y le copié, empezando poco a poco, como queriendo hacerme el remilgado, o queriendo esconder las ganas que tenia de hacer lo que estábamos haciendo; pero a los pocos segundos, ambos estábamos frente a frente, machacándonosla mutuamente con todo el vigor que podíamos.

Entonces Gus se acercó aún más a mí, y juntando ambos penes, empezó a masturbarlos los dos a la vez, con ambas manos, con nuestros pechos y caras a muy pocos centímetros de distancia. Estaba a punto de correrme y se lo dije:

-       Ostia tío, como sigas por ahí, me voy a ir en nada.

-       No te preocupes que ahora arreglo eso.

En un santiamén estaba de rodillas, con la cara frente a mi durísima polla.

-       No sabes las ganas que tenia de comértela, y de que me rompas el culo. - Y acto seguido, engulló todo lo que le cupo en la boca.

Me la chupaba con una dedicación increíble, y la verdad, no entendía como un tío supuestamente heterosexual me pudiera estar regalando esa mamada. Pensé momentáneamente en esa circunstancia, y en que mi colega de la infancia, me acababa de decir que quería que me lo enculase… Pero no pude dedicarle muchos más pensamientos, porque la mamada que me estaba regalando, era antológica.

Iba comiéndome todo el mástil, y de cuando en cuando, bajaba por mis huevos y los lamía, los metía en su boca… Sus dedos y sus manos se paseaban por mis caderas y mi culo, hasta que su diestra paso bajo mis bolas y entre mis piernas, se acercó a mi ano. Rondó un rato por la zona hasta que llegó a mi agujero. Lo pulsó como un botoncito, pero yo no podía, ni quería, decir nada que lo frenara. Estaba a punto de correrme.

-       Me voy a correr como un caballo -le avisé.

-       Pues adelante – acertó a decir el mamador- y de nuevo volvió a engullir mi miembro.

Fue aumentando la intensidad, y en un momento se la sacó, colocó su boca frente al capullo y comenzó a pajearme de nuevo. No pude aguantar más. Comencé a dar espasmos y mi leche empezó a caer en su cara y en su boca. Mientras, tragaba y recogía los restos de su rostro con su mano izquierda, ya había comenzado a masturbarse de nuevo…

Espero que guste. Si tiene buena acogida iré publicando más.