RECUERDOS CASI OLVIDADOS (Tercera parte)

Entró en la cocina con la toalla sobre los hombros y sin preocuparse de taparse sus genitales.

En ese momento, escuché la voz de D. Ramón.

-Carmelo, ¿qué estás haciendo aquí?

-Estoy buscando a mi padre, contesté y en ese momento distinguí de donde venía la voz de D. Ramón.

Estaba desnudo, aunque no lo veía enteramente, detrás de un hombre que me miraba fijamente, doblado sobre una mesa. D. Ramón estaba detrás y sus manos lo agarraban de la cintura y otro hombre, que era mucho mas joven completaba la escena. Este joven era el repartidor del butano y le llamaban Blas, aunque no era del pueblo. El que estaba casi a cuatro patas no dejaba de mirarme y me dijo:

-Hola Carmelo, tengo una herida en el trasero y D. Ramón se ha ofrecido a darme una cremita.

Al momento reconocí al padre de mi amigo Jesús. Ví que el mas joven se subió el pantalón que lo tenía bajado y D. Ramón me dijo:

-Aquí no está,  Carmelo, ¡no sé por qué lo buscas aquí!

-Porque le dije que usted lo quería ver y al no estar en casa ni trabajando me imaginé que podría haber venido para acá –mentí.

-Pues no está ni ha venido hace mucho por aquí, vuélvete a tu casa, anda.

-¿Puedo descansar aquí un ratito?. Hace mucho calor.

-Deja al chaval, Ramón, que se siente por ahí y procura terminar con tu amigo, que yo estoy esperando, dijo el joven butanero.

-Pues tu turno, Blas, yo ya le echaré la cremita en otro momento.

Y cogió su mandil y se lo puso antes de venir a mi lado. Pude ver que era la única ropa que llevaba. El joven volvió a bajarse el pantalón y se colocó tras el padre de mi amigo que, al ratito empezó otra vez a jadear. Ahora se movía toda la mesa con los arrechuchos que le daba el joven.

Don Ramón se sentó a mi lado. Me preguntó si quería un refresco. Le dije que un poco de agua. Al ir hacia el grifo de la barra lo vi totalmente desnudo por detrás. Me quedé mirando su culo gordo y blanco mientras el joven susurraba…

-Toma cabrón, te voy a partir, ¿te gusta que te folle? Mi polla es mas grande que la de Ramón, te va a salir por la boca so mariconazo. Toma, ¿te gusta?

El padre de mi amigo Jesús solo gemía diciendo…

-Sí, si, sigue, sigue, más, mas fuerte, sigue, sigue, así, dame más….

-¿Tú ya sabes que están haciendo verdad Carmelo? –me dijo Don Ramón mientras me daba un vaso de agua.

-Sí, están follando.

-Eso es, a veces los hombres necesitamos darnos gusto el uno al otro sin las mujeres, pero eso no está bien visto, no hay que contar nada de lo que veas aquí.

-Yo no diré nada.

-¿A tu padre tampoco?

-Claro que no, se enfadaría mucho si supiera que estoy aquí.

-No tienes calor con ese polo y ese pantalón. Si quieres te lo puedes quitar mientras descansas. Mira yo no llevo ropa por el calor que hace y estoy mejor así.

Y se quitó el mandil y pude verle la polla que todavía estaba tiesa. Era grande y venosa, con muchas pecas. La cabeza rosita era bien gorda, parecía un champiñón. Tenía mas pelos en los huevos que en el pubis. Me quedé mirándolo y él se dio cuenta y se estiró en la silla para que lo viera bien. Tenía unos pechos redondos algo caidos, la barriga presentaba un ombligo como salido hacia fuera y con sus manos se levantaba los huevos llenos de pelos canos. En la polla sus pelos eran blanquecinos y ralos y me maravillaba que su polla no dejaba de cimbrearse.

-Si quieres la puedes tocar, esos no van a decir nada, cuando acaben quedarán sin fuerzas y se dormirán en sus sillas.

-Viéndole el pene en erección, por un momento intenté imaginar cómo sería el de mi padre cuando lo tuviera erecto, Don Ramón notó que dudaba, entonces me agarró la mano para llevarla a su polla, pero nada mas tocarla la retiré rápidamente, pensé que mi padre podía enterarse, así que dije que me tenía que ir.

-Pero déjame por lo menos que te haga lo mismo que le hice a tu padre.

Al nombrar a mi padre volví a dudar, tenía curiosidad por saberlo, y D. Ramón, además, no estaba dispuesto a dejarme ir.

-¿Qué fue lo que le hiciste?

-Ven para acá y no tengas miedo, te va a gustar y no es nada malo, ya se lo hice antes a tu padre.

Me puse de pie frente a él y me dejé hacer. Me desabrochó el pantalón y me lo bajó al mismo tiempo que me bajó el calzoncillo. Yo estaba bastante nervioso, pero eso no impedía que tuviera una buena erección por lo que allí había visto.

-Vaya, no está nada mal para alguien de tu edad. Y veo que se levanta rápidamente, bendita juventud que siempre está preparada para el sexo.

Y agarrándome por los huevos y la base de mi polla, tiró un poco mas de mi hasta que estuve al alcance de su boca. El calor tibio que sentí cuando la engulló me hizo temblar. Oía su lengua chapoteando contra mi polla y sentía un inmenso placer. Durante un buen rato chupó y chupó mi polla mientras yo permanecía inmóvil, pero en un momento siento que me viene como ganas de orinar y sé que estoy a punto de correrme, Don Ramón me mira porque yo empiezo a jadear y a mover mis caderas y, entonces, acelera el ritmo de su mamada. Ahora sé que no hay marcha atrás, que no puedo parar, necesito soltar la leche y, sin avisar a D. Ramón, me corro con un pequeño grito y no sé cuantos chorros descargo en su garganta, porque Don Ramón traga y no hace ningún intento de retirarse de mi polla. Ahora sin fuerza, me dejo caer en la silla, pero D. Ramón se arrodilla junto a mi para seguir chupando mi nabo. Lo tengo tan sensible que me duele solo con que me rocen sus labios, pero él sigue chupando y chupando hasta que quedo flojo y rendido en la silla.

Cuando abro los ojos el joven está a mi lado. Todavía desnudo. Con una polla bien larga que seguro que también ha soltado su semen. D. Ramón me mira. Su polla sigue erecta y se la agarra el padre de mi amigo.

-Ahora Evaristo, espera un poco, ahora te echo la cremita en tu culito. Descuida, que necesito yo también descargar.

Y mirándome me dice:

-Pues ya sabes lo que hicimos tu padre y yo para pasarlo tan bien hace algunas semanas. Dale recuerdos y dile que cuando quiera podemos repetir.

Y me subí el pantalón y, sin abrochármelo del todo, salí a la calle. El sol seguía apretando y, tan solo me crucé con dos hombres que entraron en la Cantina antes de llegar a mi casa. Parece que papá y mamá seguían con su siesta. Miré a su habitación por la puerta entreabierta. Allí estaba mi padre, levemente roncando solo vestido con sus calzoncillos durmiendo de lado. Mi madre, con una ligera combinación, dormía a su lado. Salí y me dirigí a mi cuarto, y seguía nervioso. Creo que pensaba que, de algún modo, mi padre se enteraría de lo que me había hecho Don Ramón.

El verano seguía implacable con su calor. En el pueblo, quitando un pequeño arroyo que pasaba cerca del cementerio, no había donde darse un baño. Y ahora estaba seco. Gracias a la goma que teníamos en el patio podía refrescarme, pero los días eran largos y, en vacaciones, no había mucho que hacer.

Por la Cantina no volví a ir, ni mi padre me dijo nada nuevo, seguía con su rutina de trabajo, vino, ducha, vino, siesta, vino, salir al Casino donde tomaría mas vino, cena, vino y buenas noches. Lo veía porque le gustaba que, a la hora de las comidas, estuviera en casa, pero apenas hablábamos.

Unos días después, llegaba yo para la hora de la cena y mi madre vino a abrazarse a mi casi llorando. Mi padre estaba con ella. Por lo visto habían ingresado en la capital de la provincia a mi abuela, tenía algo de corazón. Mi padre había pedido el dia de mañana libre para ir todos a verla y mi madre había preparado una maleta con ropa suya pues se quedaba allí a cuidarla. Son dos hermanas, pero mi tita Leonor vive en Cáceres y tiene dos niños chicos, por lo que mi madre estaría con ella mientras estuviera en el hospital.

-Pórtate bien, no hagas enfadar a tu padre y cuídalo. A ti se te da muy bien la cocina y podrás apañarte para ti y tu padre. Recuerda comprarle vino y hay dinero en el cajón de mi máquina de coser para que puedas comprar lo que necesitéis. Ya he hablado con Antonia la vecina, para que ella os eche una mano y ella se encargará de lavar y planchar la ropa, sobre todo la del trabajo de tu padre, que vaya siempre limpio. Gracias que nos ha cogido contigo de vacaciones.

Me dio pena ver a mi abuela con esos tubos en su muñeca y nariz, pero ella decía que se encontraba bien y que allí estaba atendida. Volvimos tarde al pueblo, hice una tortilla para cenar mi padre y yo y él se fue rápido a la cama, llevándose la botella medio llena.

Cuando desperté oí ruidos en la cocina, me extrañó que mi padre no hubiese ido a trabajar, pero no, era nuestra querida vecina Antonia fregando los cacharros de la cena y poniendo una olla con caldo para dejármela. Antes de irse recogió toda la ropa del cesto que está en el cuartillo.

-Y cada día la ropa sucia de tu padre y la tuya me la vas echando ahí, ya me encargo yo. Y no hagas nada que haga enfadar a tu padre, por Dios, no quiero ni pensarlo.

Mi padre llegó sobre las tres sucio y sudado como siempre, se sentó a beber y esta vez se paso echándose vasos de vino que bebía rápidamente, pero yo no me atreví a decirle nada.

-Carmelo tendrás que ayudarme a lavarme, tu madre no está.

Y salimos al patio, se quitó el mono azul y se quedó en calzoncillos, me ordenó que lo mojara con la goma y luego que lo enjabonara bien hasta quitarle toda la suciedad del cuerpo.

Se agarró a uno de los extremos del tendedero que está en el patio y empecé a mojarlo.

-Más fuerte. Tapona con tus dedos la goma, para que el chorro salga mas fuerte.

Y eso hice. Él no se movía, seguía agarrado con ambas manos y los ojos semicerrados. Yo lo mojaba bien, y con tanta agua, ya se le pegaba el calzoncillo a sus nalgas y se le notaba el contorno de la polla descansando a la izquierda. Debido a que estaban muy mojados, los calzoncillos le pesaban mas y se le bajaron un poco, ahora echaba agua sobre sus piernas, por detrás, y no paraba de fijarme en la raja que asomaba de su culo, y el principio de sus nalgas mucho mas blancas que el resto de su cuerpo.

-Bueno vale ya. Ahora a enjabonarme. Entra en el cuartillo y coge el jabón y el estropajo de cuerda. Rasca y aprieta bien, para que salga toda la mugre que llevo encima.

Empecé por su espalda, hombros velludos y fuertes mucho mas anchos que sus caderas. Bajaba hasta sus caderas y volvía a subir.

-Mas fuerte. Sin miedo. Y más abajo que el culo también lo necesita.

Y diciendo esto con una mano se bajó el calzoncillo por detrás hasta debajo de sus nalgas.

Yo empecé entonces a hacer los recorridos por su espalda mucho mas amplios, desde la zona de los omóplatos hasta la región lumbar, subía y bajaba y, de vez en cuando, mojaba el estropajo en un cubo y lo volvía a refregar por el jabón antes de llevarlo a su espalda. Ahora me atreví con sus nalgas, las refregaba fuertemente, pero no me atrevía a darle cerca del pliegue, o raja, como le llamamos.

-Déjame a mí.

Y me quitó el estropajo se agachó levemente y se pasó el estropajo por la raja del culo tres o cuatro veces.

-Ahora sigue con las piernas por detrás.

Eso hice. El calzoncillo seguía por debajo de sus nalgas y la vista se me iba a su culo, cuya raja era oscura por la cantidad de vellos que tenía. Pero no distinguí su ojete.

  • Y ahora sigue por delante, yo estoy un poco mareado para agacharme tanto.

Y al situarme frente a él se me fue la vista a su entrepierna. Indudablemente estaba empalmado, su pene lo cubría el calzoncillo mojado pero dejaba ver todo su pubis, lleno de pelos rizados muy negros. Su gran erección hacía que el calzoncillo no se le hubiese bajado ya hasta los tobillos.

-Vamos hijo, me dijo, date prisa y sigue frotando fuerte.

Así que le froté brazos y pecho. Con tanto pelo no sabía si estaba lavándolo bien, en las pasadas de mi mano sobre su vientre, llegaba hasta su pubis y volvía a subir a sus pezones, pequeños y muy claritos en la maraña negra de su pecho. Bajé a sus piernas y su erección la tenía ahora en primer plano. Como la tela estaba mojada y el pene lo tenía empalmado, se le notaba perfectamente el capullo pegado a la tela. Yo no sabía si seguir, había terminado con sus piernas y pies.

-Siéntame y me lavas ahora la cabeza. Déjame el estropajo.

Y mientras fui por una banqueta al cuartillo se refregó sus huevos y entrepierna sin quitarse su slip. Yo lo miraba esperando que acabara. Pude verle parte del tronco del nabo, era mas grueso que los que había visto hasta ahora, o eso me pareció a mi. Se dio la vuelta y se bajó el calzoncillo para lavarse la polla. Ahora se sentó, ya totalmente desnudo y con sus manos tapaba sus partes, empresa harto difícil. Con la goma lo enjuagué concienzudamente y luego le lavé la cabeza. A pesar de tener sus piernas casi cerradas y taparse con las manos, podía verle el miembro. Su uretra apuntaba al ombligo y seguía dura y descapullada.

-Tráeme la toalla y ya te puedes ir. Ahora voy a comer algo.

A través del visillo de la cocina, mientras calentaba el caldo y estallaba en él dos huevos, ví como se secaba. Entró en la cocina con la toalla sobre los hombros y sin preocuparse de taparse sus genitales. Había perdido algo de dureza su polla que, no obstante, miraba hacia el frente por encima de dos huevos colgones. Se sentó así.

-¿Papá, no va a ir usted a vestirse?¿Le traigo aquí la ropa?

-Sírveme una taza de caldo, estoy bien así.

Tuvo que soplar el caldo varias veces para tomárselo y luego se fue a su habitación con la toalla sobre los hombros y descalzo.

Terminaba ya de recoger la cocina lo mejor que pude cuando mi padre se asomó y dijo que iba con unos amigos, que vendría a la hora de siempre para cenar. Sin pensármelo, salí tras él sin que me viese. El calor era insoportable. Mi padre llevaba una camisa suelta por encima del pantalón y no había cogido su sombrero. Yo iba bastante lejos porque no había mucho sitio donde ocultarme. Un poco mas adelante, tres calles mas allá, ví como mi padre entró en la Cantina. Estuve un buen rato esperando a ver si salía, pero, al final, me fui a casa.