RECUERDOS CASI OLVIDADOS (Sexta y Última Parte)

No recuerdo haber tenido con mi padre una situación tan de camaradería como la de hoy.

Esa mañana del martes no salí de casa. Esperaba una llamada de mi madre que me confirmó, antes del mediodía, que todo había ido bien en la operación de la abuela. Me dediqué a limpiar y ordenar la casa, mi madre vendría mañana, y quería evitarle trabajo extra y, al mismo tiempo, que se sintiera orgullosa de mi. Antes de que llegara mi padre me llegó una carta certificada en la que se me comunicaba que me habían concedido una beca para estudiar Formación Profesional en Málaga.

Mi padre llegó ese día de mejor humor. Venía silbando. Yo tenía todo preparado para su baño, la toalla en la banqueta e incluso su ropa limpia en una silla de la cocina. Una vez que estaba desnudo él mismo cogió el jabón y el estropajo, me pidió que lo mojara y él se lavaba solo, aunque le ayudé con la espalda. Su polla esta vez no se empalmó. Cuando ya lo había enjuagado me quitó rápidamente la goma y la apuntó hacia mi.

-¡Al ataque contra el enemigo! ¡Ríndete alimaña o lo pagarás caro!

Yo no tenía fuerzas para enfrentarme a él. Me dio la risa y me puso empapado, creo que me entró agua hasta por la nariz. Resbalé y él se echó encima y me volvió a besar en la boca.

-Jaque mate, camarada.

Entonces me rehice como pude y logré subirme encima de él. Estaba boca abajo y yo encima suya. Mi polla, aunque dentro del mojado pantalón,  rozaba y presionaba su desnudo culo e instintivamente empecé a mover mis caderas y la polla se me hinchó. Mi padre no hizo mucho por zafarse, incluso abrió mas sus piernas y ahora mi polla presionaba directamente en su raja separando sus nalgas en cada envite. No hice nada por evitarlo. Estuve un rato moviendo mi pelvis hasta que me percaté que el agua de la goma iba ya invadiendo el suelo de la cocina.

Me levanté rápidamente y corté el grifo. Cogí el cubo de la fregona y me puse a apañar el agua del suelo de la cocina, cuando hube apañado la mayoría me asomé al patio. Mi padre había recogido la goma y estaba desatascando el sumidero del patio para que corriera el agua. Ni siquiera me llamó la atención que seguía desnudo. Salí.

-Anda, ven, quítate esa ropa y sécate.

Me desnudé, me había bajado la hinchazón de mi nabo, y él mismo me frotó con la toalla para secarme. Luego entramos en la cocina. Nos miramos, empezó a reírse y me contagié de su risa. No recuerdo haber tenido con mi padre una situación tan de camaradería como la de hoy.

-¿Qué hay para comer? Ya me suenan las tripas – dijo mientras colocaba los vasos y cubiertos en la mesa, y se sentó a la misma sin vestirse.

-Todavía tiene que estar caliente, y abrí el horno.

Efectivamente las rodajas de merluza sobre verdura todavía mantenían su calor y al apartar ví que mi padre no se había servido todavía ninguna copa del vino que estaba en la mesa.

Ese día comimos desnudos. Mi padre no tomó vino. Yo estuve toda la comida con el nabo tieso, porque la situación anterior vivida me había provocado un subidón sexual. Cuando necesitaba levantarme lo hacía sin disimular mi erección. Mi padre se percató, me miraba, pero no dijo nada de ello. Tan solo me comentó lo que yo ya sabía del hospital y que mañana tarde iría a recoger a mi madre. Mi abuela se iría con mi tita a Cáceres cuando le dieran el alta unos días hasta que se recuperara bien.

-¿Hoy tienes sueño o te has despertado muy tarde? Dijo al levantarse para ir a su dormitorio.

No esperó a que yo le contestara. Me entretuve en dejar todo recogido y limpio y luego fui a mi habitación por ropa limpia. Antes de ponérmela, me asomé a la de mis padres. Mi padre seguía desnudo, no se le oía respirar, iba a cerrar la puerta cuando me dijo:

-Carmelo, quédate un rato conmigo, no logro dormirme.

Así que me metí en la cama a su lado, él estaba boca arriba con las piernas abiertas y el sexo reposando sobre su ingle izquierda. Yo me dí la vuelta y le dí la espalda.

-¡Papá!

-¿Qué?

-He recibido una carta.

-¿Y bien?

-Me han concedido la beca.

-Hijo eso es maravilloso, es lo que estábamos esperando. Y al decir esto se dio la vuelta y me abrazó por detrás.

-Pero…

¿Pero qué Carmelo? Ya verás la alegría de tu madre. Podrás estudiar una profesión, ya no será la mina la única alternativa a tu vida. Y me abrazó mas fuerte, me besó el cuello y su polla me rozaba ya las nalgas.

-Pero sabes que con la beca no es suficiente, no da para libros, alojamiento, manutención, viajes, en solo tres o cuatro meses la habré gastado y tendréis que poner dinero que no tenéis.

-Por eso no te preocupes, todo se andará, lo importante es que tengas un futuro distinto al que he tenido yo. Y se apretó más a mí.

Las lágrimas se me saltaron y entonces me hizo dar la vuelta y así me abrazó nuevamente, Yo también extendí mis brazos en torno a su cuerpo, ahora estábamos prácticamente pegados y nuestras pollas se rozaban. Mi padre me besaba la cara, los ojos y también la boca. Mi polla creció hasta empalmarse y con la suya debió pasar lo mismo. Ahora rozábamos nuestras pollas duras y a mi, como me pasó antes, me dio por mover mi pelvis.

Mis caderas se movían rítmicamente, mis brazos apretaban el cuerpo de mi padre y mi boca buscaba la suya mientras sentíamos la dureza de nuestros nabos. Bajé una de mis manos y agarré las dos pollas a la vez. Duras y calientes. Babeando precum.

  • Espera Carmelo, -dijo mi padre. Quiero que seas tú el primero.

Se levantó y de un cajón de la cómoda sacó una especie de gel que se aplicó en su culo. Luego antes de tumbarse, se agachó, me agarró la polla y se la metió en la boca. No me lo esperaba. Agarré su cabeza y la apreté contra mi pubis para que se tragase todo mi nabo. Salió tosiendo y con algunas arcadas. Entonces se subió a la cama y se colocó a cuatro patas ofreciéndome el tesoro de su culo. Yo estaba a mil. Separé sus nalgas y un ósculo rosita apareció entre los vellos que le poblaban el culo. Apunté mi polla y la coloqué en su esfínter, pero aunque apretaba no lograba abrirlo y notaba que él se quejaba.

-Espera. Estoy muy cerrado. Tienes que trabajarlo un poco antes de metérmela.

Me acordé de Blas y escupí en su ano dos o tres veces. Luego con mi dedo índice hice presión en su agujero y se lo metí un poco.

-No tan directo. Masajea alrededor. Como si lo estuvieras chupando.

Y entonces decidí chuparlo. Mi cara se pegó a su raja, mi padre se abría todo lo que podía y mi lengua descubrió el sabor de su culo, y no me dio asco, quería comerme todo de mi padre. Después de ensalivarle bien el ano con mi lengua, mi dedo se introdujo mas fácilmente.

-Así Carmelo. Duele y da gusto a la vez.

Lo intenté con otro dedo y ya el ano lo tenía bien trabajado porque, aunque se estremeció un poco, también logré que entraran los dos dedos y los movía circularmente dentro de su recto.

-Métemela ya. Aguantaré lo que sea.

Y agarrándome la polla la coloqué entre sus nalgas nuevamente. Pero esta vez noté como se abría su ano al presionar con mi capullo. Ahora no podía parar, con un movimiento fuerte de cadera se la metí todo lo que pude. Mi padre se derrumbó en la cama. La polla se me salió. Ahora me tumbé encima de él y se la volví a poner sobre su ano. Entró mas fácil de lo que esperaba. Empecé a moverme, cada vez mas rápido. Qué raro es esto del sexo, conforme me movía lo hacía cada vez con mas rudeza, quería follarlo fuerte, que chillara, aunque la almohada mitigaba sus lamentos. No sé si disfrutaba o padecía, lo que yo quería era partirle el culo y regarle todo sus interiores. ¡Qué violento es esto de follar!¡Y qué maravilloso placer!

Me quedé sin fuerzas tras correrme dentro de él. Me dejé caer sobre mi padre todo sudoroso y noté como su culo escupía mi polla. Yo me hubiera quedado así toda la tarde, pero mi padre se movió, decía que tenía que ir al wáter. Cuando volvió yo estaba boca arriba. Se acercó y me besó los labios. Luego salió al patio y sentí la goma nuevamente. Se estaría duchando otra vez. Sé que será muy difícil que esto se repita. Me acordé del relato de Don Ramón. Nunca permitió que nadie lo follara. Y ahora, en unos días que hemos estado solos, hemos estado mas unidos que nunca y he apreciado mas a mi padre que nunca.

Todo pasó como ya sabéis. Volvió mi madre. Terminaron de pasar los últimos días de verano. Mi padre no volvió a beber, por lo menos en casa y se mostraba mas tierno y comprensivo que nunca. Yo notaba a mi madre mas feliz.

A las pocas semanas me llevaron a Málaga. Me quedaría en una habitación de la Señora Micaela, una mujer viuda que era del pueblo y alquilaba habitaciones con derecho también a la cena. Solo éramos dos los inquilinos. En el instituto elegí Mecánica. Quería un día volver al pueblo y montar mi propio taller.

Los primeros días caminaba sin rumbo para conocer la ciudad. Una de las veces entré en un lugar recreativo donde había billares, futbolines y máquinas tragaperras, había gente de mi edad jugando, pero también hombres mas mayores apoyados en la barra y bebiendo. Cuando bajé a los servicios, un hombre canoso y algo grueso bajó tras de mi. Había empezado a mear cuando se puso a mi lado, se abrió su bragueta y empezó a meneársela. Cuando intenté irme, me tapó el acceso y me preguntó que cuánto. Me quedé callado. Empezaba a entender. Entonces sacó tres billetes de su bolsillo y me los metió en el pantalón, se agachó y empezó a chupármela. Mientras me la mamaba él también se masturbaba así agachado. Claro que se me puso dura, pero estaba un poco cortado y mas cuando vi bajar a otro chaval con otro hombre mayor y éste empezó a hacerle una paja al joven.

-¡Qué buen nabo tienes, cabrón! Es la primera vez que te veo por aquí. –Me decía mi acompañante y rápidamente volvía a engullirse mi polla y seguía con el movimiento de su cabeza.

-¡Qué rico estás! Y qué aguante tienes cabrón, ya me duele toda la mandíbula y empezó a meneármela con la mano.

-Avisa cuando sueltes la lefa, no la vayas a desperdiciar.

En ese momento ví como el otro joven se corría, su acompañante se chupó la mano y luego se quedó mirándonos mientras el joven se iba.

-Ya me viene, me corro, me corro – susurré a mi acompañante.

Éste abrió la boca y sacó la lengua, pero mi corrida era demasiado abundante y le chorreaba por las comisuras de la boca y la barba.

-¡Coño, qué tío mas lechero! Con esta cantidad de lefa no contaba. Me has puesto perdido, ¡alcánzame ese rollo de papel!

Volví al salón de juegos y mientras miraba jugar al futbolín, volvió a acercarse a mí.

-¿Cómo te llamas? No te había visto antes por aquí.

Como me quedé callado prestando atención al juego del futbolín, me cogió del brazo.

-¿Qué pasa chaval? ¿Te haces el duro? ¿No sabes que yo puedo conseguirte muchos clientes?

Entonces salí corriendo de allí. Al llegar a la fonda me quité la ropa y me dirigía al cuarto de baño, quería lavarme, entonces vi tres billetes de 100 pesetas en mi bolsillo. Me acordé de Blas, el repartidor de butano.

Volví a los pocos días por la sala de juegos y casi siempre conseguí que algún hombre mayor me pagase por hacerme una paja o mamármela. Creo que ya había cogido fama entre los asiduos y empecé a pedir mas dinero. Pero no me agradaba ese ambiente y hacerlo en los urinarios era muy deprimente.

Uno de mis clientes mayores me había preguntado una vez si no iba por la sauna. Logré enterarme que era un lugar de baños, donde los hombres iban a lavarse, darse masajes y baños de vapor, y donde también se podía ganar dinero, pues muchos hombres también pagaban por tener sexo allí.

Así que un dia me decidí, ya hacía varios días que no iba por la sala de juegos. Al llegar al número 17 de la calle Madreselva tan solo un pequeño cartel decía “SAUNA MASCULINA/BAÑOS”, la puerta estaba cerrada, pero la empujé y se abrió. Accedí a un pequeño rellano con otra puerta cerrada pero había un cartel con las palabras “LLAME AL TIMBRE”. Eso hice y al rato un timbre abrió la puerta. Accedí a otro pequeño rellano donde un joven tras un mostrador se me quedó mirando.

-¿Es la primera vez que vienes?

-Sí, la primera.

-¿Cuántos años tienes?

-Voy a cumplir 18

Creo que no se lo creyó, pero no me pidió el carnet. Luego supe que necesitan que vayan jóvenes para que los maduros vayan por allí.

-¿Qué número?

-??

-De zapato.

  • Un 41

Y me dio unas chanclas y una llave atada a un elástico y con el número 47. Me explicó que era la llave de la taquilla. En la taquilla tenía toallas. Debía desnudarme y guardar mi ropa en la taquilla y vestirme tan solo con una de las toallas en la cintura. Debía ducharme antes de entrar en los baños y no se responsabilizaban de objetos de valor. Si llevaba dinero, un reloj o joyas podía dejarlos allí en custodia. Yo iba asintiendo a todo lo que me decía.

-La tarifa de jóvenes es de 85 ptas.

Yo solo llevaba una moneda de 50 y otras monedas mas pequeñas en el bolsillo. En total 76 pesetas. Las cogió y me dijo

-Me debes 9 para el próximo dia.

Y se dio la vuelta y pude ver como al otro lado de la taquilla era una barra y un cliente con una toalla roja en la cintura le pedía una cerveza.

Mientras me cambiaba en la taquilla aparecieron dos hombres que se asomaron y me miraron, luego decidí inspeccionar ese lugar. Había unos escalones hacia abajo que giraban a la izquierda y una zona de duchas sin puerta, donde un hombre se lavaba en pelotas claro. Me quité mi toalla roja y la colgué y abrí el grifo de una ducha en el otro extremo. Por primera vez vi un expendedor de jabón en la pared, me fijé en lo que hacía mi acompañante para ver cómo se usaba. Luego, un pasillo oscuro, poca luz, gente fumando y tras abrir una puerta noté un subidón de temperatura, era la sauna, un señor de mediana edad estaba sentado y yo me senté enfrente. Eran asientos de madera corrida. Hacía calor, el tipo abrió las piernas y se tensó su toalla con lo que quedó a mi vista sus huevos, me levanté y seguí con la inspección. Llegué a una zona con una pileta muy grande, varios hombres estaban dentro. Todos desnudos. Sus toallas colgaban de varias barras que había en las paredes. Dos se estaban besando. Caminando vi a dos tios agarrados de la mano que cruzaban una puerta casi escondida. Me dirigí allí, era un cuarto oscuro ( todas estas cosas las explico con el lenguaje y la sapiencia de hoy día, allí no sé que era cada espacio y estaba totalmente perdido ), al entrar unas manos me tocaron el culo y otras la polla por encima de la toalla. Me dejé hacer hasta que mis ojos se acostumbraran a esa oscuridad. Había varios tipos, las toallas sobre los hombros y se tocaban y magreaban unos a otros. Uno de ellos se agachó y se metió mi nabo en la boca. Sentí la polla de otro entre mis nalgas y, con la mano, la retiré. Como insistía en refregar su polla por mi culo, acabé saliendo de allí. Estaba agobiado. Había unas duchas nada mas salir y me refresqué bajo ellas.

Seguí con la inspección. Ahora iba por un largo pasillo con puertas que escondían pequeños cubículos, jóvenes pegados a la pared se tocaban sus miembros o los enseñaban al paso de otros hombres. Había mucho ambiente allí. Al final del pasillo desemboqué en una gran habitación son sillones corridos de plástico donde proyectaban una película en una gran pantalla. Era una película pornográfica. Era la primera vez que veía una película de este tipo de las que había oído hablar en el pueblo. En la pantalla una mujer rubia con grandes tetas chupaba una polla enorme, la escena era siempre la misma, pero aun así me senté a mirarla. Luego cambió la escena y un hombre con bigote le chupaba el coño y le introducía el nabo y la follaba. Eran unos primeros planos muy explícitos y yo estaba empalmado. Miro alrededor y veo que hay varios señores, casi todos de mediana edad, alguno con la polla en la mano meneándosela mientras ve la escena. Uno de ellos se sentó a mi lado. No se tapó. Estaba desnudo y empalmado.

-Hola, ¿quieres que pasemos a una cabina?

Como me quedé callado mirándole, siguió hablando.

-Ya entiendo, eres de los que cobran. Claro, si no un joven como tú no iba a liarse con un cuarentón como yo.

Yo no le hubiese echado tantos años. Tenía buen cuerpo. Pelo oscuro y cuidado. La polla corta pero bastante gorda y pelos en su pecho y pubis, pero no demasiados.

-¿Cuánto quieres chaval por follarme?

-¿Cuánto pagó la última vez?

-Demasiado para lo que aguantó. Enséñame la polla.

Retiré mi toalla, y aunque había perdido erección, presentaba un buen tamaño. Mi acompañante la agarró.

-¡Qué linda polla! Hasta 500, mas no puedo pagar.

-Está bien.

Y me cogió de la mano y me llevó a una de las puertas del pasillo. Al entrar cerró. Solo había una cama con una colchoneta grande de plástico y un espejo. Cerró la puerta por dentro. Me quitó mi toalla y junto a la suya la puso en la colchoneta a modo de sábana. Me agarró el culo y cogió mi mano para que le tocara su polla.

-Primero el dinero –dije yo.

-¿No te fias de mí?

-De nadie.

-Vale, ahora vengo, no salgas de aquí.

Y volvió con un billete de 500 pesetas que no supe qué hacer con él y acabé dejándolo en el suelo, bajo la llave de mi taquilla.

Esa fue mi primera experiencia en la sauna, a la que siguieron muchas otras, acabé siendo un auténtico chulo al cabo de pocas semanas. A mis padres les dije que había encontrado trabajo en una perrera los fines de semana, y que con lo que ganaba me daba para pagarme la estancia en Málaga, que no se preocuparan por el dinero, que tenía bastante. Aunque no podría ir al pueblo hasta Navidades.

Es curioso como la historia se repite. Parece que viene uno predestinado a recorrer el mismo camino que alguno de sus padres. En tres años ya tenía el título de mecánico y entré a trabajar en unos importantes talleres de Málaga. Mi propio taller podría esperar.

Acabó mi vida de chapero, aunque seguí teniendo algunas citas sexuales con hombres. Pero nunca, nunca, me dieron por el culo. Que me follaran debía ser un acto de amor, quería que, además de deseo, hubiera cariño. Y yo sabía con QUIEN quería que fuera mi primera vez. Y en una de las visitas a mi pueblo entregué mi culo virgen a la persona que más quería y mas me quería. Y NO FUE LA ÚNICA VEZ.