Recuerdos adolescentes (02: Esteban)

Continuación del relato anterior. Después de disfrutar con Marcos ahora toca el turno de hacerlo con Esteban, una auténtica máquina.

RECUERDOS ADOLESCENTES. CAPÍTULO 2: Esteban

Pasó el verano, en el que yo estuve estudiando como un loco para sacar las dos asignaturas que me separaban de la universidad. No obstante, aproveché también el tiempo, dedicándome a ir a la playa y a salir por las noches con mis amigos, vamos, lo típico. Tras el escarceo con Marcos, que muchas noches llenaba mi mente de fantasías con las que pajearme, me sentía bastante más seguro con respecto a las relaciones entre dos tíos. De hecho, a lo largo de aquel verano, los rollos de una noche no dejaron de abundar, pero eso es otra historia que contaré más adelante. Pese a quemar las noches e intentar estudiar de día, conseguí aprobar las asignaturas que tenía pendientes, sólo estaba en medio la selectividad. Cuando fui a recoger el libro de notas me encontré con Marcos y Esteban en la puerta del instituto, apoyados en sus scooters y sin camiseta. Un verano de entrenamiento había transformado sus cuerpos de forma aún más radical de lo que se adivinaba a lo largo del curso. Traté de actuar de forma casual, saludando con la cabeza al pasar, lo que respondieron con un "hasta luego". Noté una mirada y girándome levemente me percaté de que Marcos no quitaba ojo de mi trasero, comentando algo a Esteban.

-Seguro que estos- dijo Roque, uno de mis compañeros de clase –se están metiendo algo. Esteroides o algo así

-Eso es envidia- respondió Clara, otra compañera –como tu no estas tan cachas

Yo me mantenía en silencio, rumiando la imagen de aquellos cuerpazos luciéndose con los últimos rayos del sol de verano, rememorando aquella noche, tres meses antes en la discoteca.

Decidimos celebrar las notas yéndonos a tomar unos blancos y unas rabas. En cada bar que se cruzaba en nuestro camino entrábamos a tomar algo. Hablábamos a voz en grito, divirtiéndonos, sin pensar en lo que teníamos por delante, a partir del día siguiente estaríamos encerrados preparando la selectividad. Pero hasta el día siguiente faltaba demasiado tiempo. Roque hablaba sin pudor de sus conquistas veraniegas, aunque de lo que había pasado conmigo no dijo nada. Clara nos comentaba que estaba sacando el carné de conducir. No sé quién hablaba de que se quería comprar una moto. Y yo no podía sacarme de la cabeza a Marcos y Esteban. Cuando se acabaron los bares, más bien el dinero, decidimos marcharnos a casa. Como siempre, yo era el último en llegar. Por el camino me pitó una moto, intuí, más que vi, que se trataba de Marcos. Imaginé que iba a la playa. Al poco pitó otra moto mientras me rebasaba. Ese debía ser Esteban. Al llegar a mi portal me lo encontré esperando a alguien. Fingí mi actitud casual y pasé por su lado musitando un hasta luego.

-¿Cómo que hasta luego?- rugió mientras me bloqueaba el paso. Le miré estupefacto.

-Bueno, hola ¿qué tal?

-Te he visto que venías y me he decidido a esperarte.

-¿Para qué?- fingí inocentemente.

Se acercó a mí, sus ojos verdes clavados en los míos. Notaba su aliente.

-Marcos me ha contado lo del otro dia…- nunca pensé que el machito se atreviera a confesar tal cosa- ...y quiero saber si de verdad la chupas tan de puta madre…- quedaba claro el asunto, Marcos sólo había contado la mitad de la historia.

-Y mejor si me dejan hacerlo bien- afirmé seguro de mi mismo.

-¿Te atreves a demostrármelo?

El mundo parecía que se había vuelto loco; hacía unas semanas me había liado con Marcos y ahora su colega me proponía otro tanto. Aquel par de machitos, en realidad eran unos viciosos.

-¿Qué pasa? ¿Te da miedo?

-No, no es eso…- dudé.

-Pues debiera de dártelo- río orgulloso. –Vamos a mi casa- dijo en un tono que no admitía discusión.

Le seguí calle abajo hasta su portal, dejando su moto al lado de mi casa. Subimos a su casa y entramos en el cuarto, la habitación de un fanático del músculo, un desastre de revistas de culturismo, botes de proteínas y, en el centro, una cama deshecha. Me lanzó contra ella sin decir ni una palabra.

-Lo de Marcos sólo ha sido el aperitivo- afirmó desabrochando el botón del pantalón. Su paquete abultaba de forma obscena. –Ahora vas a saber lo que es bueno –con deliberada lentitud fue bajando poco a poco su cremallera, deslizó los pantalones sobre aquellas piernas gruesas como columnas, exhibiendo un calzoncillo que apenas podía contener el paquete que confinaba. Inconscientemente me relamí –A ver qué te parece esto- con un rápido movimiento se bajó el calzoncillo y exhibió su enorme hombría, moviéndolo de arriba a abajo para que pudiera observar mejor sus colosales dimensiones… completamente blando. Se rió de mi cara de estupefacción -¿Por qué no empiezas a usar esa boca y vemos hasta dónde puedes llegar?

Aquél mostrenco tenía las dimensiones que muchas de las pollas que me había comido, pero en aquél caso estaba flácida (más tarde me daría cuenta de que cuando se ponía a tono apenas crecía unos centímetros más, pero aún así, era impresionante). La agarró de la cabeza y la puso en horizontal, debía rondar los diecisiete centímetros. No me lo pensé dos veces y me lancé sobre aquél tremendo pollón que poco a poco iba adquiriendo dureza y creciendo en mi boca. Mi mandíbula no daba más de sí, mi garganta se amoldaba como podía a aquél salchichón, notaba que me ponía colorado del esfuerzo y mis ojos casi se me salían de las órbitas.

-Ostias qué bueno- gimió.

Yo seguí con su ciruelo en mi garganta, lo fui sacando poco a poco para poder respirar hasta que el glande me llenó la boca.

-Enhorabuena,- me felicitó –eres la primera persona que se traga mi sable.- Me agarró del pelo y me lanzó un lapo en toda la cara. –Este es tu premio- afirmó recogiéndolo con su trabuco e introduciéndolo de en mi boca. Con un golpe de cadera de nuevo introdujo su rabazo en mi garganta hasta que sus colonazos de toro golpearon mi barbilla. Comenzó a mover sus caderas con la potencia de un martillo neumático. Yo andaba al borde del delirio, en parte por la falta de oxígeno, en parte por lo excitante de la situación. Notaba su inmenso vergón invadiendo mi garganta, tan salido iba que ni tenía arcadas. Me agarró con fuerza la cabeza para tener mayor control.

-Toma maricón- dijo entrecortadamente, -toma polla de auténtico macho. Te voy a dar tanta leche que no vas a saber qué hacer con ella- gimió como un verdadero animal. –La chupas como un puto profesional- usaba toda su fuerza para follarme la cara. Estaba fuera de control, moviendo sus caderas con la potencia de sus músculos y usando mi cabeza sin ninguna conmiseración. Me agarró del pelo y sacó su manguera de mi boca, masturbándose vigorosamente –Quieres mi leche,- afirmó más que preguntó. –Quieres que me corra en tu puta jeta ¿verdad?- Su primer lecherazo fue a parar directamente a mis labios. Otros seis trallazos cubrieron mi rostro y mi pelo de ardiente leche de macho. La fue esparciendo por mi cara con su sexo, aún entumecido por el prolongado orgasmo. Entonces me di cuenta de que yo también me había corrido sin tocarme, presa de la excitación de aquella follada de cara que me había dado. Los pectorales de Esteban subían y bajaban con su agitada respiración.

-Ha sido la hostia- consiguió articular, mientras dejaba caer todo su peso sobre mi, terminado los dos tirados sobre su cama. Yo estaba en el séptimo cielo, le acababa de pegar una mamada de antología a un semental con un rabazo enorme y el cuerpazo de un dios.

No me había recuperado del primer envite cuando noté que su herramienta volvía a adquirir su grandiosa consistencia.

-¡Cago en dios!- exclamé incrédulo -¿Cómo es posible?

Esteban sonrió con cara canalla mientras se reincorporaba sobre mí y todo mi campo visual se llenaba con su inconmensurable pecho.

-¿Qué creías mariconcete?- preguntó agarrando su enorme miembro por la base, dejando poco lugar a dudas de la dureza de sus veinticuatro centímetros. – ¿No creerías que había tenido bastante?- Sin darme tiempo a reaccionar, me agarró de una pierna y un brazo y me dio la vuelta, dejándome boca abajo sobre su cama. Me agarró con fuerza del pelo y susurró en mi oído –Ahora vas a saber lo que es que te follen- noté la cabeza de su falo enterrándose entre mis nalgas. –Nadie te ha follado jamás como te voy a follar yo- su rabo seguía abriéndose paso dentro de mi. Yo sentía mis entrañas arder, presa de un dolor casi insufrible provocado por la falta de lubricación. –Voy a reventar tu culo de maricón con mi polla, te voy a hacer sentir como toda una puta- poco a poco le sentía más dentro de mí. A pesar del dolor no podía evitar sentirme a mil por las guarradas que me estaba diciendo, estaba completamente a su merced, lo único que quería era sentirle dentro de mí partiéndome el culo, follándome sin piedad, haciendo de mi lo que quisiera –Eso es lo que quieres ¿verdad?- me tiró con fuerza del pelo -¿Verdad?

-Sí- conseguí articular, mi voz traicionándome por la excitación.

-No te he oído bien, putita

-Quiero que me folles. Quiero que me revientes el culo con esa enorme polla. Quiero sentirte tan dentro de mi que termine escupiendo tu lefa- empecé a desbarra por lo cachondo que me sentía.

-Eso es puta, siente el rabo de un hombre de verdad, no de esas mariconas con las que sueles follar- afirmó rotundo alojando los últimos centímetros de su gran polla en mi. Se quedó quieto unos segundos, yo sentía su respiración pesada en mi nuca e intentaba relajar mi esfínter para alojar la enorme masa que lo estaba invadiendo. -¿Estás preparado?- rugió. Antes de que yo pudiera decir nada anunció –Me da igual que no lo estés, porque ahora te vas a enterar.- Poco a poco fue desenterrando su manguera de mi ojete, para volver a introducirla con deliberada lentitud. Poco a poco fue aumentando la velocidad, en un mete y saca frenético en el que su inmenso rabo no dejaba de estimular mi próstata. Yo no podía parar de gemir mientras él no cesaba de decir que me iba a partir en dos, que eso era lo que yo necesitaba. En un momento dado enterró su polla hasta los cojones en mi culo. Se detuvo y la fue sacando poco a poco por completo. Yo me sentía vacío. Entonces me dio la vuelta como si no pesara nada, me levantó las piernas y volvió a clavármela de una sola estocada que hizo que me corriera de nuevo en medio de uno de los orgasmos más increíbles que he tenido nunca, llenando mi vientre de lefa y salpicando su colosal torso.

-Joder, no has podido contenerte ¿eh?- rió –Pues vete preparándote porque yo no he hecho más que empezar- me amenazó clavando aún más dentro su nabo. De vez en cuando lo flexionaba y yo creía que me levantaría de la cama con el único poder de su pollón. Me agarró de los hombros, clavándome los dedos, mientras me seguía taladrando. De vez en cuando cambiaba de ritmo, a veces cortos y potentes movimientos pélvicos, otras largos metisacas, otros combinando una prolongada penetración con un golpe seco de cadera. No parecía que aquello fuera a terminar nunca y, la verdad, yo estaba en el séptimo cielo viendo como el sudor iba cubriendo su inconmensurable cuerpo. Me debió estar follando otros quince minutos antes de sacarla de nuevo y ponerme de lado para seguir penetrándome sin ninguna clase de clemencia. A esas alturas yo ya casi deliraba con el culo completamente dilatado y lleno de un buen salchichón. Entonces la sacó, me puso su enorme nabo frente a la cara y agarrándome del pelo me lleno la cara con su leche. Gemía como un toro. –¡¡¡Toma leche de macho!!!- gritaba -¡¡¡Esto es lo que se merece una puta como tu, la leche de un buen semental!!!- Aquella corrida parecía no tener fin –Así es como se corren los hombres de verdad, no los maricones a los que te tiras.- Afirmó. Yo me dejé caer en la cama, abrumado por la increíble sesión de sexo que acababa de tener.

-¿Sabes?- preguntó, dejándose caer a mi lado –Tirarse a un tío me puede poner casi tan cachondo como hacérmelo con una pava.

-Joder, pues si te pone casi tan cachondo a las pavas las tienes que acojonar- y los dos estallamos en carcajadas.