Recuerdos
Salí de aquel lugar muy confundido, caminaba rápido, pero sentía que mis piernas me temblaban y en todo mi cuerpo el olor del sudor de aquel hombre. De verdad que estaba arrepentido...
Recuerdos.
Salí de aquel lugar muy confundido, caminaba rápido, pero sentía que mis piernas me temblaban y en todo mi cuerpo el olor del sudor de aquel hombre. De verdad que estaba arrepentido de las cosas que habían pasado y de seguro que no volverían a pasar, me decía con insistencia.
Me dirigí a la parada del autobús, era de madrugada y la frecuencia era muy reducida, estaba en lo que propiamente aquí llaman la confronta. La espera del bus se me hacía interminable. Estaba solo en aquella parada, pero después vinieron dos personas más y entonces fue cuando me empecé a preocupar de que el olor a leche que tenía en mi cuerpo me delatara. Por eso me alejé un poco de la parada y me fui a sentar a un banco que estaba solitario y al sentarme de nuevo pude recordar la enculada que me habían dado. Sentía que mi culo estaba trabajado, al sentarme en el banco experimenté aquella sensación extraña, era como si mi culo estuviera abierto y sentía como algo líquido salía de él. Eso me puso aún más nervioso. Necesitaba llegar pronto a mi casa, cualquiera podía darse cuenta que había sido follado y aunque de seguro eran personas que yo no conocía, la idea de encontrarme a esa hora, con esos olores y tan nervioso, con alguien conocido me aterraba.
Al fin llegó el autobús, estaba a esa hora bastante vacío, pero decidí no sentarme. Me coloqué lo mas cercano a la puerta trasera y las tres o cuatro paradas que mediaban entre la casa de Martín y la mía, me parecían una eternidad. Al fin llegué a mi parada, me bajé del autobús y rápido me dirigí a mi casa. A esa hora por suerte mis padres dormían. La idea de bañarme, pronto se me quitó de la cabeza, pues no acostumbraba bañarme a esa hora y lo mejor era ser lo más discreto para no despertar sospechas en mis padres. Sin embargo, sentí unos dolores de estómago muy fuertes, me fui a baño y di de cuerpo. Bueno en realidad expulsé mucho líquido y con un olor que me recordaba constantemente a Martín. Cuando daba de cuerpo, expulsaba muchos gases y de nuevo las piernas me temblaban, recordándome la tremenda follada que me habían dado. Lo único que decidí fue asearme bien e irme rápido a la cama. Cuando me quité la ropa, vi el papelito con el teléfono de Martín y de verdad que no hice nada por guardarlo, pues estaba seguro de que nunca lo volvería a llamar.
Me tiré en la cama, estaba muy cansado, las tetillas las sentía adoloridas y los labios me ardían. La barba de un día sin afeitar de aquel hombre habían dejado una huella en mis labios, que no podía quitarme de la cabeza. Puse mi cabeza en la almohada y comencé a reprochar mi debilidad. Debí haber cortado las cosas a tiempo, pero me faltó la voluntad. Constantemente en mi cabeza entraban ideas de arrepentimiento, pero de pronto, a pesar de que aquel día me había corrido par de veces, sentí como mi polla se empalmaba y en mis sueños estaba de nuevo al lado de Martín. Lo tenía a mi lado y mis manos de nuevo recordaban el placer que había experimentado al acariciar su pecho velludo. La alegría que sentí cuando con entera libertad y por primera vez en mi vida tenía a un hombre así entre mis manos. Tampoco se quitaba de mi mente cuando puse mi cabeza en su pecho y sentí los olores de un macho tan cerca por primera vez en mi vida. Y luego sus caricias y sus besos que empezaron a subirme en un éxtasis que venció todos mis vanos intentos de resistencia.
Cuando por primera vez sentí que besaba mi boca, no sabía que hacer, pero no pude resistirme a que su lengua entrara en mi boca, al principio sentí rechazo por el sabor de su saliva, pero luego al no poder impedir sus besos, comencé a sentir que su saliva entraba en mi boca y que me la tragaba. Mi corazón latía cada vez con más fuerza. Cuando abandonó mis labios, sentí que me ardían pero su boca estaba disfrutando de mi cuello y eso me estaba estremeciendo totalmente. Luego me besó las orejas y su lengua acariciaba totalmente mis orejas. Sentí que me decía algo, pero no atinaba a nada. Me estaba entregando a su pasión y cuando comenzó a chuparme las tetillas aquello fue una locura. Lo tenía sobre mí, sentía su tremenda polla, dura como un palo entre mis piernas. Martín sudaba copiosamente, su sudor mojaba mi cuerpo y estar mojado por su sudor me estaba dando un enorme morbo.
Cuando sentía como su polla entraba entre mis piernas aquello me aterraba, Martín tenía una tremenda polla, grande y gorda y que emitía abundante líquido. Todas mis entrepiernas estaban mojadas por sus líquidos preseminales y su sudor. Pero semejante aparato no estaría nunca dentro de mi culo. Estaba convencido que no podía caber y que me haría daño. Además que si permitía que me cogiera el culo, eso sería un acto sin marcha atrás. Si le dejaba que gozara mi culo como tanto deseaba, me habría convertido en maricón y yo no quería que eso sucediera.
Pero estar bajo el cuerpo de Martín, sentir sus caricias me enloquecía y en ese delirio perdía la cabeza. Entre sus besos y caricias sentí que una de sus piernas trataba de meterse entre las mías. Con todas mis fuerzas traté de oponerme, pero él era un hombre mucho más fuerte que yo, además sabía sacar de las cuerdas de mi cuerpo las mayores excitaciones, sabía que cuando me chupaba las tetillas las fuerzas se me iban del cuerpo. Comenzó a chuparme las tetillas, perdí la cabeza, sentí como una de sus piernas entraba entre las mías y luego esa le abrió paso a la otra. Sentí como con fuerza ahora yo tenía mis piernas abiertas y como su polla tocaba las puertas de mi esfínter. Entonces reaccioné y con fuerza traté de escapar. Pero era imposible, sus fuertes brazos me tenían bien sujeto.
Traté entonces de persuadirlo, le supliqué que no me penetrara. Él me decía que estaba loco por sentir su polla dentro de mis entrañas, pero que de ninguna manera lo haría en contra de mi voluntad. Que estaba dispuesto a esperar el día en que yo decidiera entregarle mi virginidad. Esas palabras me devolvieron el alma al cuerpo. Después de todo yo creía en todo lo que el me decía, pues estaba enamorado de él. Entonces me dijo que estaba a punto de correrse y que dejara que su polla se corriera en la entrada de mi culo. Y yo acepté y comencé a recibir las caricias de la cabeza de su polla en mi ano. Sus besos ahora eran apasionados. Y yo empecé a disfrutar de esas caricias y con el juego mi culo fue cediendo y la cabeza de su polla entrando. Estaba esperando que se corriera en cualquier momento, pero la entrada de la punta de su polla en mi culo me empalmó fuertemente, traté de salir de ese lugar pero me era imposible y con el forcejeo lo único que logré era que su polla entrara unos centímetros más en mi culo. Yo lo sentía, pero Martín me decía que no, que no me había penetrado, que estuviera lo más tranquilo posible, porque mis movimientos solo iban a lograr que a él se le fuera la tranca hasta los mismos cojones. Y me lo dijo en un tono muy serio. También me dijo que nunca me iba a hacer ningún daño.
Así estuvimos por el espacio de un par de minutos. Yo sentía su tranca que estaba bien posicionada de la entrada de mi culo. Ambos sudábamos copiosamente, nos mirábamos a los ojos. Cuando él me dijo bésame en la boca yo lo obedecí y en ese momento, un fuerte movimiento de sus caderas hizo que su polla llegara hasta lo más profundo de mis entrañas. Con fuerza me abracé a aquel macho, mientras sentía como triunfador, restregaba sus huevos en mis nalgas. Me dijo: Estate tranquilo mi amor, para que te acostumbres y olvídate de que te me vas a escapar, porque esta noche vas a saber lo que es follar con un hombre.
Yo le suplicaba que me la sacara, mientras que él no se movía ni un milímetro. Ahora mi corazón parecía que iba a estallar, mientras que mi culo nunca había sentido una sensación tan cerca de rajarse. Tanto le supliqué que me la sacara, que al fin me dijo: Esta bien te la voy a sacar y poco a poco la fue sacando, pero cuando la cabeza estaba a punto de salir de mi culo, de nuevo volvió a entrar y de nuevo volvía a sentir sus huevos en mis nalgas. Yo continuaba pidiéndole que me la sacar, pero allí estuvo detenida en lo más profundo de mis entrañas por unos instantes más y de nuevo ante mis insistencias de que me la sacara volvió a sacarla, pero para volver a entrar y esta vez no se detuvo ni un instante de nuevo volvió a sacarla y entrarla y esto ya era a un ritmo imparable. Mi culo cada vez cedía más fácilmente a sus embestidas. Mis piernas temblaban, Martín me besaba continuamente, mientras continuaba follándome. Cada vez sudábamos más. Llegó el momento en que me entregué a mi macho que me empezó a gozar de lo lindo. Jamás había estado tan empalmado en mi vida. Y pronto empecé a sentir como la leche salía de mis huevos, me estaba corriendo y cuando él se dio cuenta de esto, aumentó el ritmo de sus embestidas violentamente. Sentí miedo y pronto vi como su cuerpo se estremecía y soltaba los chorros calientes de su leche dentro de mi.
Luego, sus músculos volvieron a la relajación, de nuevo sus besos volvieron a ser tiernos y finalmente su polla fue perdiendo vigor y la sacó de mi culo, en medio de un profundo y tierno beso.
Ahora yo estaba muy nervioso, mi cuerpo temblaba y mucho me lamentaba de lo que había pasado. Martín solo me dijo que esto tenía que pasar algún día y que ese día había sido hoy. Que no me preocupara, que eso era un secreto que solo sería de nosotros dos y finalmente, yo medio lloroso me fui vistiendo y finalmente salí rumbo a mi casa.
Pensar en todas estas cosas, acostado en mi cama, hizo que me empalmara y me masturbara pensando en la follada que me había dado aquel macho. Pero después, cuando me corrí, de nuevo volvió en mi la decisión de que esto no volvería a pasar. En esta contradicción pasé muchos días. Me decía que no permitiría que esto volviera a ocurrir y cuando me recordaba de aquello me daba tanto morbo que me masturbaba, pensando en la forma en que me había desvirgado Martín.
Pero a la semana, empecé a cambiar de ideas y salí en busca de aquel papelito que tenía su teléfono, lo busque por todas partes y cuando apareció, inmediatamente lo llamé y a la media hora ya estaba de nuevo en su cama. Y créanme, de nuevo me estuve arrepintiendo, pues por mucho tiempo no aceptaba la idea de que yo fuera homosexual.