Recuerdos (6)

Solo y suelto en la capital, son muchas las cosas que viví y que recuerdo gratamente.

Cuando conocí a Carmela, yo tenía diecinueve años y estaba recién casado con mi primera esposa; ella trabajaba en una joyería en Sabana Grande y yo entré a preguntar por una joya para mi esposa; era una mujer tan alta como yo, 1,76 m., blanca de ojos claros y cabello rubio, muy maja; su cuerpo tenía unas formas muy voluptuosas que enseguida me cautivaron; iba vestida con vestido muy ceñido y descotado que dejaba ver el nacimiento de sus hermosos senos hasta muy abajo; tendría unos treinta y seis años muy bien llevados por cierto.

Mientras me mostraba las joyas, le hice saber lo atractiva que era; me estaba mostrando un dige de brillantes con su cadena y yo , audaz como siempre he sido, lo coloqué sobre su pecho justo en la hendidura que formaban sus hermosos senos y lo detallé un rato...; "Se te ve tan bien que provoca regalártela..."; ella aceptó el cumplido con una sonrisa y un notable rubor en su cara, pero dejándome claro que si yo era casado, mejor me mantenía fiel a mi esposa; para mí no era difícil pues estaba muy enamorado, pero de todas formas le dije muy bajo...; "Una mujer como tú convierte en pecador al mas fiel de los hombres!!!..."; pagué la prenda y me marché no sin antes estrechar su mano de una manera muy sugestiva, ella me la sostuvo y cuando salí, volví la mirada y Carmela me estaba contemplando con una mirada muy dulce en sus ojos...

Un año más tarde volví a entrar a la tienda y ella me reconoció de inmediato y salió a atenderme...; "¿Qué vas a llevar esta vez para tu amada...?", "Hoy no vine a llevar nada, vine especialmente a decirte que me divorcié hace un mes...", "Eres un crío muy especial!!, ¿pero eso ya tú lo sabes, verdad...?"; me dijo sonriente y usando un término muy español, como lo era ella. Me despedí y estuve haciendo tiempo hasta que la vi salir; serían como las cinco de la tarde y había empezado a caer una llovizna tenaz sobre la ciudad; Carmela abrió su paraguas y caminó calle abajo; la alcancé y me puse a su lado bajo el paraguas...; "¿Te importa si lo compartimos...?", "definitivamente eres muy especial!!, está bien, compartamos, pero es un poco pequeño y te vas a mojar igual...", le quité el paraguas de la mano y tomándola por la cintura la atraje hacia mí...; "Tal vez me moje igual, pero en ese caso, podremos que usar la secadora que tienes en tu casa...","Demasiado especial..."; Dijo como para sí misma y caminamos un rato en silencio.

"Si quieres podemos compartir una taza de chocolate caliente"; le dije como invitación; Carmela lanzó una carcajada y se detuvo parándose frente a mí, acercó su cara hasta que sus labios estuvieron a milímetros de los míos y me dijo muy insinuante...; "¿Qué otra cosa querrás compartir después...?", "El calor de tu cama, criatura preciosa!!!...", y acerqué mi boca rozando sus labios muy levemente; no me rechazó, se puso a mi lado y dejó que la estrechara contra mi cuerpo, luego dijo muy bajo...; "Vamos, tengo chocolate en casa..., y una cama muy tibia también...".

Tomamos sendas tazas de chocolate humeante mientras fumábamos un par de cigarrillos, había un silencio delicioso; nos mirábamos fijamente detallando nuestros cuerpos y diciéndonos cualquier cantidad de cosas con los ojos, prácticamente nos hicimos el amor con la mirada, de pronto su voz sonó muy grave...; "¿Sabes que soy bastante mayor que tú...?", "Ni yo soy un adolescente, ni tu eres una anciana, así que ¿de que te preocupas...?, tú sabes que me fascinaste desde el día que te vi por primera vez, y desde entonces he pensado siempre en ti..."; le respondí con la misma gravedad en mi voz...; "¿Siempre tienes una respuesta correcta para todo...?"; por toda respuesta me levanté y fui hasta su butaca, la tomé con mis manos sujetando su hermoso rostro y le estampé un beso largo y profundo pero muy tierno, y ella me respondió de la misma forma; abrió su boca dejando que nuestras lenguas se reconocieran sin prisa hasta que nos enfrascamos en feroz lucha y nuestras respiraciones se hicieron rápidas y fuertes; cuando nuestras bocas se separaron, sus ojos brillaban de una forma impresionante...; "Besas como pocos hombres saben hacerlo!!, espero que ames igual porque tengo un año esperando por este momento..., quedé enamorada de ti desde la primera vez que me dijiste lo bella que me veías!!!..., ven, vamos a mi cama, hoy vuelvo a ser una mujer completa!!!...".

Una cosa es describir a Carmela vestida y en su trabajo y otra, muy distinta y bastante difícil, es tratar de hacerlo estando ella sin nada de ropa encima..., su cara era un conjunto de perfección, su piel era dorada y muy tersa, sus carnes firmes y sin nada de grasa, era maja por naturaleza pero no gorda, todo su cuerpo olía a azahar, su vientre sinuoso invitaba a la caricia, las hermosas columnas de sus piernas eran una obra perfecta; sus robustos senos desafiaban la Ley de Gravedad y estaban coronados por un par de aureolas rosadas muy bien definidas en cuyos centros se erigían dos pequeñas columnas de carne super sensible; su trasero ponía a volar la imaginación..., y su sexo, perfectamente acicalado y como pude comprobar luego, tenía un sabor a miel, aún recién bañada, no era un artificio, simplemente sabía a miel de abejas... Su Monte de Venus sobresalía espléndidamente cuando yacía de espaldas.

La primera vez fue algo salvaje..., apenas entramos a su habitación nos enfrascamos en una batalla de besos y caricias mientras nos arrancábamos las ropas mutuamente, como urgidos de la entrega que se aproximaba; nos desnudamos de pie, yo le quité la blusa mientras ella me despojaba de la camisa, inmediatamente me sacó los pantalones al tiempo que yo le quitaba la falda; yo bajé las copas de su brassiere y ella me quitó el calzoncillo; pegué mi boca a uno de sus pezones y luego al otro mientras le sacaba el bikini, terminé de zafar su brassiere y me alejé como a un metro de distancia para admirarla en toda su belleza; nos detallamos unos segundos y Carmela me tendió los brazos.

Me aproximé a ella y se colgó de mi cuello cuando la tomé por las nalgas y la alcé, abrió sus piernas y elevándose cuanto pudo se dejó caer sobre mi erección recibiéndome hasta el último milímetro en su delicioso templo de placer; primero colocó mi lanza justo a la entrada de su hambrienta vagina para luego, mirándome fijo a los ojos, dejarse caer lentamente sobre aquel ansioso ariete y arroparlo por completo entre sus pliegues de tibia y húmeda carne; lanzó un suspiro largo y me ofreció su boca.

Caminé con ella en brazos y me dejé caer sobre la cama y comenzamos el combate; su cuerpo respondía al ritmo y la fuerza de mis embates como si hubiésemos sido amantes desde siempre; su vagina era húmeda y muy caliente, pero sobre todo sumamente estrecha, podía sentir cada pliegue de su piel rozando mi glande y al final de aquel reducto, le deliciosa sensación del cuello de su útero acariciando mi cabeza cuando avanzaba hasta el fondo. Nuestras embestidas eran fuertes y profundas, no tardamos ni cinco minutos y ambos estallamos en un orgasmo desenfrenado; normalmente yo no acabo tan rápido, pero la misma Carmela me lo pidió así...; "Quiero sentir tu rigor y tu pasión en este mismo instante Armando!!!, acaba conmigo mi vida que luego habrá tiempo para todo!!!..."; luego fue muy distinto, Carmela y yo podíamos pasar horas haciendo el amor y prodigándonos cualquier tipo y cantidad de caricias, y solo cuando ella me lo pedía yo le entregaba el torrente de lava que solía arrancarme en cada orgasmo que me provocaba con cualquiera de sus orificios, o bien con sus manos o sobre sus hermosos senos o su rostro.

Realmente fue algo hermoso mientras duró, pero Carmela y yo estábamos conscientes que la diferencia de nuestras edades no permitirían que fuera duradero, sin embargo, estuvimos viéndonos por espacio de dos años que dejaron un recuerdo muy amable en mi memoria...