Recuerdos

¡Qué tiempos aquellos!

19 - febrero - 2007

RECUERDOS

Te he visto y mi corazón se ha parado por unos segundos. No sé si es cierto que una mirada intensa se siente a distancia, pero tú has vuelto la cabeza hacia donde yo estaba y he visto aparecer en tu cara un gesto de reconocimiento y sorpresa seguido de una sonrisa.

Estás pendiente de que cambie el semáforo para cruzar y venir a saludarme. Yo estoy allí de pié, en la entrada del banco esperando a mi hermana. Y empiezo a recordar.

Recuerdo aquel primer beso nuestro que fue casi por broma, la corriente que sentimos, la sensación de que no iba a quedar en aquello. Nuestras citas. Nuestras caricias. Nuestra primera vez. Y nuestros juegos, sobre todo recuerdo nuestros juegos.

Recuerdo aquella fiesta que montaste en tu casa aprovechando que te habían dejado solo. El pedo que llevábamos, la música estridente y el intento de polvo que tuvimos en la habitación de tus padres. No se te levantaba del todo a causa del alcohol, querías follarme y no podías. Yo no podía dejar de reírme allí tirada en la cama en sujetador y con la falda levantada, sin bragas y sin pudor. Tu amigo entró de repente y tuvimos los tres unos segundos de cordura, pero duraron poco. Se te empezó a poner dura al verle allí parado mirándome, y más aún al ver que yo no me tapaba y seguía con mis risas. Me follaste, vaya si me follaste, fue toda una revelación correrme así mientras él nos miraba y se masturbaba. Desde ese día todo fue un juego.

Recuerdo cuando paseábamos y me retirabas parte de la ropa para dejar al aire mis tetas, a veces sólo una, otras veces las dos, y caminábamos así por la calle como si nada. Mucha gente ni se daba cuenta, algunos miraban con deseo y descaro, entonces tú me sobabas las tetas. No aguantaba yo mucho tiempo ese juego, sentía una enorme vergüenza mezclada con una intensa excitación. La mayor parte de las veces acabábamos follando en algún parque o en el baño de nuestro bar.

¡Nuestro bar!, otro recuerdo. Era donde quedábamos, donde pasábamos muchas tardes, solos o con amigos. Recuerdo aquella vez que descalcé mis pies y empecé a acariciarte con ellos por debajo de la mesa. Sabía que el dueño estaba allí tras la barra y podía vernos, en parte lo hice para que nos viese. Después de pasar un buen rato sobando tu paquete con mis pies la tenías tan dura que te arriesgaste a sacártela del pantalón. Entre tu mano y mis pies conseguiste correrte. Él nos miraba. Fuimos al baño de mujeres, casi seguido él entró en el de caballeros, estaban puerta frente a puerta, dejamos ambas abiertas. Tú me masturbabas a mí mientras él se masturbaba mirándonos. ¡Cuantas veces follamos en aquellos baños!

Recuerdo aquella vez que me acompañaste de compras. Un probador con cortinas. Tú fuera esperando a que me probase los mil trapos que había cogido. Había otro hombre allí en tu misma situación y te apeteció jugar. Empezaste a entreabrir la cortina como por descuido y aquel tipo no perdió la oportunidad de mirar cuando me vio desnudándome, yo me di cuenta a través del espejo y me quité más ropa de la que de verdad necesitaba desprenderme, movía mi cuerpo al ritmo de la música que sonaba en la tienda, me acariciaba las tetas y metía mi mano bajo mis bragas enseñando pero sin enseñar. El bulto que se apreciaba en su pantalón me animó a darme la vuelta y mirarle directamente, con descaro, mientras me desnudaba del todo. El final fue brusco cuando su mujer salió del probador y tú cerraste la cortina. Follamos allí mismo, mordiéndonos la boca para no gritar.

Ya estás a tres pasos nada más. Nos damos dos besos y un abrazo. Has cambiado, estás más hecho, más hombre. Han pasado diez años desde que nos vimos por última vez.

Estas guapísima - me dices

Tú sigues tan mentiroso - contesto. Y nos reímos, nos reímos como antes, nada ha cambiado.

Me dijeron que no vivías ya aquí.

Es cierto, estoy de vistita para ver a la familia y esas cosas.

Le podrás dedicar una tarde a los viejos amigos ¿no?

Hoy llevo prisa pero estaré aquí toda la semana.

¿Quedamos mañana para comer? - me sueltas así de sopetón.

Sí, vale. - debería haber dudado un poco más, pero me ha salido casi sin pensar.

Me das la dirección de un restaurante y fijamos la hora. Intercambiamos los teléfonos. Mi hermana llega, la saludas. Nos despedimos.

Mientras camino por la calle sigo con mis recuerdos. Disimuladamente desabrocho un botón más de mi blusa y pienso: ¡Qué tiempos aquellos!

Un relato de Erótika Lectura .

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