Recuerdos (5)

Cuando los hechos pasados iluminan el presente.

Recuerdos

1ra. Parte

Con el vaso de vino en la mano y la mirada fija en los leños ardientes de la chimenea, Diana repasaba las imágenes de su vida, mientras acariciaba la cabeza del danés que tenia en su regazo desnudo, en tanto sus torneadas piernas soportaba el cuerpo del enorme perrazo. Como siempre que el alcohol le obnubilaba la mente, el mismo recuerdo la invadía. Veía a su padre que alcoholizado golpeaba a su madre. A sus diez años aterrorizada lo vio todo desde su escondite en el desván bajo la escalera, como después de arrancarle la ropa, su padre violó a su madre dejándola sobre la escalera y luego trastabillando salió de casa.

Lo extraño era que a pesar del espanto que sintió, siempre que evocaba ese recuerdo, involuntariamente sentía ganas de hacer el amor. Recordaba el cosquilleo que sintió en su entrepierna a pesar de lo aterrada que estaba mientras contemplaba oculta bajo la escalera, la enorme cosa de su padre introduciéndose con violencia en el hoyo oculto por los pelos, que su madre tenia entre los muslos.

Recordaba como al crecer el cosquilleo, metió una mano bajo su bombacha y se toco su cosa, la sensación increíble y el cosquilleo que se hizo humedad, cuando vio que la cosa de su padre en una arremetida, se introdujo en el ano de su madre haciéndola gritar y retorcerse de dolor. Recordaba con detalle la enorme cosa de su padre, pues a solo centímetros de el, lo vio entrar y salir del ano materno hasta quedar instalado por un tiempo que a Diana le pareció eterno. Al ver salir la cosa de su padre, notablemente disminuido en tamaño y grosor, también vio el ano de su madre convertido en un gran hoyo rojizo, del que pasados unos segundos escurrió un liquido blancuzco que le goteó en la cara a ella, luego de lo cual Diana se aparto al tiempo que otras gotas del liquido, esta vez mezclado con sangre y heces, caía al piso del escondite.

Recordaba que cuando se limpio la carita con la mano, el liquido impregno sus manos y aun hoy no puede entender por que llevo sus dedos a la boca, recordaba el sabor salado y el olor a cloro del liquido blancuzco, recordaba que no le supo mal e iba a continuar en su degustación, cuando el ruido de su madre dirigiéndose al servicio, la saco de su descubrimiento.

Recordaba que mientras su madre se aseó, salió del baño y fue a su recamara, ella continuo escondida. Al escucharla sollozar, se armo de valor y fue a la recamara materna, encontrándola acostada boca abajo totalmente desnuda, sollozando mientras aplicaba nata de leche en su inflamado esfínter, pues carecía de medicamentos apropiados en su humilde y apartada vivienda.

Recordaba que aproximándose a su madre, le acarició el hermoso trasero notando que se consolaba con sus caricias y que al frotarle su maltratado ano, su madre gimió de dolor. Diana bebe un trago mientras recuerda que en su desesperación por calmar el dolor materno, se le ocurrió lamerle el ano, que al principio su madre trato de impedirlo hasta que termino cediendo a las caricias linguales que ella le proporcionaba con infinita ternura. Fue el inicio de la relación incestuosa con su madre.

Los recuerdos la habían excitado mas aun y sentía su concha derretírsele, dejó la copa sobre la mesa de centro tendiéndose en el piso hasta alcanzar con sus carnosos labios en la entrada de la funda que guardaba el miembro canino. Frotando diestramente la capucha del animal con una mano y con la otra el pecho y el estomago de macho canino, hizo que pronto asome la conocida punta rojiza, al verla asomando casi un centímetro, aplico sus preciosos labios al pene perruno, entre succiones y lamidas lo hizo salir mas. Estaba concentrada en ello estaba cuando de pronto el perrazo se incorporo en sus cuatro patas y mirando ha hacia el piso en dirección a ella se puso a gemir. Se entendían bien, sin necesidad de palabras Diana sabia lo que el perro deseaba y el sabia lo que Diana quería.

Sin demora ella se coloco de cuatro patas delante de el, que tras verla y olisquearla acerco su hocico a la entrepierna para lamer los jugos que manaban del ardiente sexo de Diana. Dando hondos suspiros de placer al sentir la lengua de su amado, la hembra separaba las piernas y poniendo el culo en pompa quedó en posición de ser tomada, colocada como una doncella para el sacrificio sexual. Comprendiendo que la hembra estaba lista, con un rápido movimiento el subió sus patas delanteras a la espalda de la hermosa mujer abrazando su cintura. Moviéndose tranquilamente buscó la conocida funda femenina para envainar su quemante espada. Siempre los primeros intentos eran frustrantes para ambos y el optaba por desmontarla, pero Diana había aprendido a tener paciencia y manteniendo la calma lo esperaba sin moverse del lugar ni cambiar de posición. Nuevamente el enorme perrazo montó a Diana pero al no poder unirse a ella volvió a desmontarla. Recién en el cuarto intento su pene encontró la húmeda gruta y empalándola de un golpe pegó su vientre a las hermosas nalgas de Diana.

Al sentirlo entrar violentamente a su cuerpo ella se sobresalto y gimió de dolor pero fue cosa de instantes, pronto el rápido pistoneo la hizo estremecer de placer y al tiempo que percibía en su interior las enormes dimensiones que iba cobrando el miembro viril del animal sentía el roce y la presión en las paredes de su vagina, hasta que repletándola la llevó a un lugar mas allá de su conciencia.

Cuando el detuvo sus movimientos de mete y saca, Diana percibió la fuerza que su macho hacia. Al tiempo de jalar fuertemente por la cintura a su hembra, empujaba para colarle en el sexo el enorme bulbo basal de su pene, ella sintió morir de placer cuando el bulbo la forzaba y como siempre, en acto reflejo con los ojos en blanco emitió apagados sonidos guturales que cesó cuando su sexo se tragó el bulbo, pues cuando el invasor recorrió sus entrañas ella hubo de boquear esforzadamente para respirar y no ser presa de la desesperación.

Después de ligar la vagina de la mujer con el nudo de su pene, extrañamente el perro no se volvía, sino que permanecía sobre ella abrazándola con la cabezota depositada sobre la espalda de ella como prodigándole amor, llenando de semen la matriz de Diana que se convulsionaba debajo de el al sentir los chorros de liquido caliente bañando sus entrañas. Quien los veía percibía el cariño entre ellos, tal era la pasión y ternura con que se amaban, que trasponían la barrera natural que separaba sus especies y se convertían en macho y hembra, plenamente entregados y unidos formando un solo ser.

No era mucho el tiempo que permanecían unidos y aunque de rato en rato gemía, Diana se sentía realizada como hembra cuando además de llenarle su interior, el la tenia anudada. Al quedar libres ella se derrumbaba, entonces acercándosele el la lamía con delicadeza y ternura hasta limpiar a su amada dejándola relajada. Ella le correspondía hablándole, diciendo entre otras cosas lo mucho que lo quería, que el era su macho, su amor. Intercalando sus frases sujetaba la cabeza del animal y a modo de beso abriendo su boquita totalmente la pegaba al hocico del perro. Conocedor de la rutina el introducía su rasposa y gran lengua en las profundidades de la boca femenina.

2da. parte

El no fue el primer macho ni el primer perro que la conoció, recordaba lo que sintió al verlo en la calle caminando hacia ella. Diana buscaba una dirección cuando lo vio enfrente suyo, al mismo tiempo el también la miró a los ojos directamente mostrando sorpresa. Estaban solos a todo lo largo de la calle y ella no puso reparo en evidenciar el impacto que le causó pero recobrando la compostura paso de largo a su lado, mas al avanzar unos metro se obligo a voltear para observarlo, sentado el la miraba esperándola, al verla volver la cara le ladró sin agresividad, como saludándola.

Diana se volvió y abandonado su búsqueda paso a su lado sin detenerse, sin necesidad de voltear sabia que el la seguía, sin saber porque tuvo ganas de coquetear y mientras caminaba sin prisa balanceaba exageradamente sus caderas. Al llegar al auto abrió la puerta del copiloto y el se coló sentándose. Tras ocupar el lado del chofer, Diana manejó ansiosamente y con prisa, al llegar se bajaron en el patio y el avanzo con seguridad hacia la casa, el instinto le dicto a ella que había encontrado a su macho.

El había sido bien cuidado pero el tiempo pasado en la calle le dejo huella y requirió de tratamiento veterinario, a los dos meses de estar recibiéndolo ayudado por el cuidado de su amada, había recuperado la salud y aunque todos lo veían como mascota de Diana, entendiendo que debían guardar las apariencias frente a las visitas, se comportaba como tal. Mas al quedar solos, eran unos jóvenes enamorados, jugaban a las escondidas, veían televisión juntos y se perseguían por la casa o también simplemente a modo de beso Diana hacia que el metiera la lengua a su sensual boca y pasaban largo rato unidos por la succión de ella. Así fue desde el principio sus relaciones con el.

Durante sus labores Diana se percataba del anormal comportamiento del perro, ella también había cambiado y se comportaba como mujer enamorada, como lo hacían notar sus conocidos. Esto ultimo la bloqueaba y abandonando cualquier raciocinio, de forma inconsciente se preparaba para el encuentro con el, aun no llegaban a la intimidad pero su sola presencia la exaltaba.

Llevando ventaja pues sabia de las emociones de Diana por el humor que de ella emanaba, el supo que algo sucedería al verla entrar a la casa. Tal como venían haciéndolo desde que recupero la salud, comenzaron un inocente juego de persecución y continuaron con profundos besos con el ubicada sobre ella, pero en vez de acabar todo allí, aun sobre el piso ella avanzo con ambos codos hacia delante y sin dejar verlo con sus manos recogió su falda exponiendo su trusita blanca, luego recogió ambas piernas y separándolas termino de dejar a vista de su macho, su entrepierna cubierta por la prenda intima húmeda de sus flujos.

El sabia del estado de su amada y sin prisa se acerco, presionó con el hocico la entrepierna y ella suspiro al sentirlo, luego dio una rápida lamida y ella se estremeció, alargando cada vez mas el contacto de su lengua con la trusa dejando un tiempo entre contactos, lamió la prenda de su amada hasta que súbitamente ella junto los muslos, el apenas pudo retirar la cabeza a tiempo y no quedó atrapado entre los hermosos muslos, se quedo mirando mientras entre gemidos profundos retorciéndose de costado sobre el piso, Diana acabo de mojar su trusa con fluidos.

Durante días el juego fue de esa forma pero una tarde el inicio tuvo para el una agradable modificación, cuando Diana recogió su falda no tenia nada que le cubriera el sexo, el contacto fue directo y la vagina de la joven termino hecha un mar como si se hubiera derretido. Mas adelante hubo ella introdujo otra variación, se coloco delante suyo en cuatro patas y con los muslos juntos recibió en su entrepierna las lamidas de el, al alcanzar ella el éxtasis explosionaba cayendo de costado, entonces el se retiraba. Durante meses el juego llegó hasta allí.

Un fin se semana Diana ingreso a la casa con unas bolsas, el la siguió cuando se dirigió a su habitación pero cerrando la puerta, ella lo dejó afuera. Diana sabia que el no se movería y el sabia que la hembra estaba lista para algo mas, pues así se lo hacia saber su humor. Transcurrido un tiempo se abrió la puerta, Diana apareció en medio de la entrada y posando para el dio un pequeño y coqueto giro.

Una mascara con nariz como de perro y orejas sobre la cabeza, le dejaba descubierta la boca. Sus generosos senos descubiertos asomaban por dos grandes agujeros en el pecho del disfraz y sus pezones hinchados delataban su estado, mientras la desnudez desde el ombligo hasta los muslos, centímetros debajo de sus glúteos, mostraba el hermoso triangulo de vellos púbicos que escondían en su parte baja, la fuente de las emanaciones que tenían excitado al macho, haciendo que la punta de su pene asome del capuchón. El resto de las piernas de Diana lo cubría el disfraz peludo que tenia una pequeña colita parada en su espalda, al principiar su columna, asemejándose a un gran poodle de cola corta. Después de franquearle la entrada a su habitación, Diana cerro la puerta e hicieron el amor por primera vez.

Lentamente ella fue agachándose hasta quedar en cuatro patas y dándole la espalda avanzo al centro de la habitación quedándose quieta a la espera de la reacción de su amado. El se tomo su tiempo para acercarse a ella, al hacerlo Diana salió de su inmovilidad y lo rodeo caminando en cuatro patas. El también giró y entre los dos caminaban siguiendo un circulo invisible. En la segunda vuelta el se detuvo a su lado y mientras movía la cola totalmente parada, como una perra ella coló la cabeza bajo el vientre del macho y por unos instantes lamió la punta roja que asomaba del capuchón. Pasado unos instantes el avanzó rodeándola y colocado atrás de ella, lamió la jugosa vagina de su amada.

Al sentir sus caricias Diana que estaba inmóvil, se agitó al ritmo de las lamidas de su amado que le recorrían desde su clítoris hasta el ano, colándosele ligeramente en ambas depresiones de su cuerpo. El juego de perseguirse y lamerse mutuamente prosiguió hasta que como una perra, ella comenzó a empujarlo con su hermoso trasero desnudo, luego tras retroceder lentamente hasta colocarse debajo de el, lo provocó frotando el vientre de su amado con la piel de sus caderas.

El permaneció quieto y expectante mientras ella le frotaba el vientre con su trasero, pero Diana retrocedió mas y cuando la húmeda punta del miembro de su amado subió por entre sus nalgas alcanzándole la espalda, ella se paralizo. Al sentir la humedad del miembro de su macho en su piel desnuda, a Diana le recorrió una corriente que la hizo estremecer y que trepando su columna le llego hasta el cerebro.

Pasado el primer contacto, ya ubicada frotó con descaro pero suavemente su bello trasero contra el vientre de su amado, mientras quieto y expectante con las orejas paradas, el movía la cola en señal de excitación y gusto, ella gemía al sentir en su piel descubierta el roce del miembro de su amado. De pronto el se apartó, ella pensó que se retiraba e iba a voltear a verlo cuando sintió el peso de las patas en su espalda que seguidamente le envolvieron la cintura.

Era lo que ella esperaba pero la había sorprendido, totalmente entregada, la hembra centro su atención a los picoteos del sexo del macho en su trasero. El no acertaba a enfundarle el pene en su vagina, doblando el torso hacia abajo ella colocó su trasero en pompa, exponiendo aun mas su inflamada vulva para facilitar el ingreso de su amado a su juvenil cuerpo. El no atinaba y desesperado desmonto a la hembra, ella sabia que el regresaría y espero con paciencia. La monto de nuevo empero para frustración de ambos se repitió lo mismo.

Cada vez que la montaba ella colocaba el trasero en pompa, a la tercera vez para ayudar, ella iba separando lentamente las piernas disminuyendo la altura de su sexo cuando la intimidad de ambos seres se unieron. La ardiente barra del macho se coló en la húmeda entrada vaginal de la hembra y tras sujetarla, el metió el resto de su pene en la caliente gruta hasta pegar su vientre a las hermosas nalgas de Diana.

El se veía enorme moviéndose con el salvajismo propio de su especie en estos actos y ella aparecía menuda debajo de el, gritando cada vez que su cuerpo era empalado por el enorme miembro de su amado. Con ella disfrazada, ambos parecían perro y perra entregados al ritual de la procreación canina. Mientras la pistoneaba, ella avanzó en cuatro patas para escapar al dolor que le ocasionaba las dimensiones del miembro que entraba y salía de su vagina, teniéndolo a el sujeto a su cintura casi sobre ella.

Cuando cesó de pistonear y solo presionaba, ella detuvo su marcha sollozando al sentir el bulbo de su amado forzándole mas aun el sexo. El no cejo en su empeño y Diana sintió que su ser entero se abrió al paso del enorme intruso y gritó con todas sus fuerzas. Cuando el enorme intruso avanzó por su estrecho canal vaginal le ocasiono mas dolor aun, que soporto apretando fuertemente los dientes. Al trasponer su estrecho canal, ella suspiro de alivio hondamente y mientras tomaba aire para no desfallecer, lo sintió crecer en sus entrañas.

El sacrificio para la hembra no acabo allí, una vez que logro meter su bulbo en la vagina de la hembra asegurándola, el se volvió y trato de avanzar. Ella berreó de dolor e intentó oponerse a los deseos de su macho pero fue inútil, el dolor se lo impidió y tuvo que ceder, retrocediendo lo acompañó en su paseo. Cuando perdía el paso retrazándose, el bulbo de su macho la jalaba estirando los tejidos de su sexo ocasionándole un dolor que la hacia gritar. Con su miembro atorado dentro de ella, el la llevó consigo sujeta como rehén.

Preocupada por mantener el paso Diana se sintió dominada por el macho al ser literalmente arrastrada por el, entonces un extraño sentimiento que partió del centro de su cuerpo, desde algún punto de su dilatada matriz, la invadió, sintió que le pertenecía a el, que el perro era su dueño y que ella era una posesión de su amado, comenzó a llorar de felicidad pues le calo como el miembro de su amado hasta la profundidad de su ser.

Habían quedado frente al closet, Diana se volvió hacia el mueble y con los ojos húmedos vio sus imágenes en los espejos de las puertas. Salvo el detalle de sus senos descubiertos y la desnudez de sus glúteos, eran dos auténticos perros unidos por los cuartos traseros. Desde que la anudo, Diana sentía chorritos intermitentes en sus entrañas y estando absorta en la imagen del espejo una gran inyección de liquido en su interior la hizo perderse en el orgasmo, rendida por las convulsiones bajo el pecho hasta quedar con la mejilla en el piso.

Al terminar de fertilizar a su hembra, satisfecho su deseo su miembro perdió dureza y el comenzó a tirar hacia delante para sacarlo del cuerpo de su amada. Diana resintió el miembro de su macho que era enorme aun y gritó de dolor mientras a duras penas, ahora de salida, el bulbo recorrió su canal vaginal abriéndola otra vez. Con el sonido del destape de una champaña el miembro salió de la vagina de la hembra y quedaron libres, ella cayó sobre su costado y el se acostó a su lado.

Ella vio a su amado sorprendiéndose por el tamaño de su miembro, se le hizo increíble haberlo albergado y entendió por que a pesar de su experiencia sexual lo había resentido. Pasados varios minutos aun se sentía abierta y tocó su inflamada vulva comprobando que tenía un hoyo en ella, luego untó sus dedos en el semen que manaba de su interior y lo saboreó con los ojos cerrados. A partir de esa primera vez, el sentimiento que los unía se fortaleció en ambos.

Diana recordaba que excepto la primera vez, no la había vuelto a arrastrar después de abotonarla, así comprendió que lo hizo para fijar su posición dominante al modo de los perros y que al tratarla así la reconoció como hembra de su especie, su hembra, cosa que supo que pasaría desde que lo vio. A pesar del dolor, entendió que precisamente mediante ese acto fue que sus sentimientos se le aclararon. Desde entonces cada vez que la abotonaba permanecía delicadamente sobre ella protegiéndola mientras la fertilizaba.

3ra. parte

A los quince años Diana dejo de practicar la sodomía con los hombres, cuyos penes normales eran pequeños frente al miembro de el, no habiendo vuelto a practicarla con hombre o bestia alguna. El era tan apasionado al poseerla que una oportunidad en que reglando Diana y facilitado por la humedad de la sangre, por la ansiedad de ambos al equivocar el camino, el le introdujo su miembro por el ano haciéndola gritar. Debido a su sensibilidad al hacerla suya, el detuvo su avance un tiempo pero subyugado por la estrechez del camino descubierto, con movimientos suaves continuo empalando el recto de la hembra hasta introducir el inmenso tronco de su miembro y logro que su bulbo basal chocara contra el ano de ella.

El orificio anal de Diana no era virgen, pero sintió que el se lo estrenaba, solo su amor hacia el la llevo a soportarlo y quedo tan mal que casi una semana anduvo adolorida. Cada vez que tenían relaciones anales, el lo hacia con delicadeza casi humana y no la abotonaba al sodomizarla, conformándose con llenar de semen el recto de su amada, que por su abundancia a pesar que al forzar el orificio anal escapaba del cuerpo de la hembra, le repletaba las tripas a Diana obligándola a visitar muy seguido los servicios higiénicos.

Pero a pesar de que ya lo gozaba, le era incomodo a Diana tener relaciones anales, recordó con satisfacción el día que puso en practica el consejo de una amistad. Una tarde se preparo para que ser sodomizada, embadurnando su ano con un lubricante especial. Cuando sintió en su esfínter el golpe del bulbo basal, ella sujeto las patas traseras de su macho inmovilizándolo y resuelta empujo su bello trasero contra el.

Con ayuda del lubricante, en lenta agonía el bulbo forzó su ano y se le introdujo, ella soltó las patas de su amado y berreando de dolor con lagrimas en los ojos, sintió avanzar el enorme invasor por su recto. A causa de la estrechez quedaron abotonados durante bastante tiempo. Esa oportunidad el resentimiento le duro casi un mes a Diana, pero desde entonces el ano se le dilataba tanto, que cuando la sodomiza, su esfínter acoge sin dificultad el miembro de su amado con todo y bulbo, gozándolo plenamente.

Eso hizo que el amor de Diana hacia el creciera, amor que supo correspondido luego. Tenían la rutina de correr los domingos cuando el sol aun no clareaba en el horizonte, llegando a una zona de abundantes árboles y arbustos bastante alejado de viviendas, veredas y carreteras. Libres de miradas indiscretas por el día y la hora, descansaban y después de terminar ella sus ejercicios, a veces se enredaban en juegos de amor sin llegar al coito.

En una oportunidad ella se encontraba ejercitándose y un grupo de perros que venían tras una hembra en celo se ubico frente a ellos interrumpiendo su tranquilidad. El se inquieto pero permaneció sentado. Diana recuerda que al ver salir del capuchón de su macho la punta rojiza del miembro, que tanto placer le daba se sintió inquieta, pero no lo detuvo al verlo incorporarse y acercarse a la turba de animales llevando medio miembro fuera. El se detuvo y se volvió a mirarla, pero volviéndose a los perros ladró e impuso su autoridad a la turba, que le cedió el paso intimidado por su gran tamaño.

Diana sintió morir de celos al ver que tras ubicarse detrás, lamió el sexo de la perra, pero revivió de felicidad al verlo dar media vuelta abandonando a la hembra de su especie y retornar con ella. Se detuvo a metros de Diana y la miro a los ojos con deseo. Ella entendió lo que su macho le pedía silenciosamente y despojándose del pantalón del buzo y la trusa, le dio alcance avanzando en cuatro patas.

Quedaron frente a la turba canina y mientras ella observaba al grupo de animales, el la rodeó y la montó, Diana sintió el delicado ingreso de su amado en su jugoso sexo. Tras sentir la estocada en la profundidad de sus entrañas, gozo sus embates percibiendo en la creciente velocidad de sus acometidas, la excitación de su macho, mientras a escasos metros suyo la perra también era cogida.

Recordaba que al sentir la presión del bulbo de su macho, escucho los quejidos de la perra y supo que ambas estaban siendo abotonadas. Se sintió hembra y sobreexcitada cerro los ojos disfrutando la dilatación que el bulto ocasionaba en su sexo y que trasponiéndole los labios vaginales, se instalo en su cuerpo. Abrió los ojos cuando ya tenía el bulbo en sus entrañas y a diferencia de la perra que era brutalmente llevada por el macho que la tenía anudada, ella disfrutó el placer que su amado le prodigaba con amor y cariño, que mientras la inseminaba siguió sobre ella dándole amorosa protección.

Cuando sintió en sus entrañas que el miembro perdía dureza, Diana se resigno a quedar libre, pues pronto la desmontaría, pero transcurridos varios minutos, el no se bajó de su hermosa grupa. Extrañada movió un poco el trasero y al quedarse quieta, sintió dudosos embates de el. Poco a poco su pistoneo fue cobrando velocidad y se hizo firme, mientras sin moverse y expectante, Diana sentía en su interior que el miembro de su macho volvía a cobrar dimensión y dureza hasta hacerse una enorme y quemante piedra, tras un tiempo en que tuvo que jadear para soportarlo, gimió de placer al ser nuevamente abotonada.

Luego de llenar el sexo de Diana por segunda vez y desanudarse, el la desmonto. Aun estremecida por las ultimas sensaciones, lo vio rondar con el sexo inflamado un poco alejado de ella y lo creyó satisfecho, pues ella se sentía así. Iba a incorporarse cuando empujándola desde atrás, el volvió a montarla, poseyéndola nuevamente hasta anudarla e inseminarla. La había poseído seguidamente varias veces y ya Diana no soportaba el roce del miembro en las paredes de su inflamada vagina pero tras liberarla la desmontó por un pequeño lapso de tiempo, tras lo cual como maquina de sexo la volvió a montar y poseer una cuarta vez, volviendo a anudarla e inseminarla, tras lo cual la libero definitivamente.

Exhausta, con el sexo maltratado y las piernas pegajosas con semen, Diana se tiro de largo sobre el césped a descansar. El regreso a casa lo hicieron lentamente, a ella las piernas le temblaban y caminaba separándolas escaldada por el continuado roce del sexo de su amado que había cobrado dimensiones enormes inflamándole fuertemente la vagina y que le dificultaba hasta el sentarse, añadido a lo agotados que quedaron luego del combate sexual. Mas tarde mientras aplicaba compresas de hielo a su maltrecho sexo, Diana comprendió que fue el humor de la perra en celo que al llegar a el lo mantuvieron activo, disparando su potencia sexual por lo cual el la poseyó varias veces.

En otra ocasión, un fin de semana tuvo que aceptar el compromiso para que el sea padrillo. Al imaginarlo montando a otra hembra tuvo celos que a duras penas dominó frente a su amistad. Horas mas tarde al llegar la perra en celo, el no se comporto como un macho canino común, a pesar de tener casi todo el miembro afuera se acostó en el césped indiferente a la perra que lo rodeaba. En vista que la jornada iba a tardar, la dueña de la perra se marcho, para volver cuando se haya producido la cruza.

Diana sabia lo que le sucedía y ni bien quedaron solos los tres, fue donde el y acariciándolo lo guió a donde la perra. Tras incorporarse con gestos suaves el le indico que la deseaba a ella, a Diana se le derritió el sexo pero haciendo un esfuerzo para no ceder, sin dejar de besarlo lo ayudo a montar a la hembra. Ya montado sobre la perra, el encontró rápidamente su sexo y la pistoneó haciéndola gemir, cuando los gestos de dolor de la hembra le indicaron a Diana que el la estaba anudando, no soportó verlos y corriendo se refugió en su habitación a llorar. Tras un tiempo, el apareció en el marco de la puerta y se quedo allí sin entrar, con su miembro expuesto cubierto por restos de fluidos.

Al verlo Diana se le abalanzo y tras besarlo, sin pensarlo metió la cabeza bajo la barriga de el y usando diestramente la lengua, limpio totalmente su miembro. Luego llamó a la dueña de la perra que apareció una hora después y se llevo a su mascota. A solas ambos esa noche, desnuda y a cuatro patas Diana se entrego a el con todo su amor, recibiendo los embates de su amado que la anudó e inseminó. Al quedar libres, chorreando semen del sexo, ella se acostó en la cama reteniéndolo a su lado y se quedo dormida feliz. El no había sido su primer macho pero era el ser a quien ella amaba y el por su parte le procuraba una felicidad que nunca antes Diana había conocido.

4ta Parte.

Por cosas del destino quien la hizo mujer, el primer pene que la penetro desvirgándola, fue el de su propio padre. La noche que bajo los efectos del alcohol, el violo a su madre desvirgándole su ano, salió de casa y después permanecer quien sabe donde, en un momento que según testigos, orinaba apoyado en un poste, un auto conducido por un magnate ebrio derrapó de la pista, golpeó el poste y a su padre, lanzándolo seis metros dejándolo en el pavimento al borde de la muerte.

Diana y su madre se enteraron por que la policía las visito la tarde del día siguiente. El causante del accidente asumió los gastos, la indemnización hizo que ella, su madre y su padre quedaran con el futuro económico resuelto, además de pagar la educación de Diana y darle una pensión al margen de su familia, le obsequio una casa para su familia y otra a Diana en las afueras, asegurándola en un buen puesto de una de sus tantas compañías.

Su padre sobrevivió pero ambos brazos le quedaron tan destrozados que solo quedo amputarlos para evitar la gangrena, de la rodilla para abajo ambas piernas estaban tan dañadas que no podía sostenerse en ellas y se las dejaron solo por estética, producto del golpe en la cabeza quedo ciego, con los oídos dañados, el cerebro sufrió trauma y prácticamente era un vegetal aislado del mundo. Sus demás funciones corporales quedaron intactas pero era totalmente dependiente.

En el tiempo que su padre paso internado en la clínica, la relación lésbica e incestuosa con su madre se consolidó. Ya recuperado y rehabilitado, su padre fue llevado a la nueva casa que el magnate les había dado, donde ya residían. Su madre se dedico a atender las necesidades de su maltrecho padre, al asear sus genitales descubrió que por algún extraño motivo al frotarlo su miembro se endurecía y erecta, manteniéndolo.

Al principio solo lo masturbaba pero al verlo eyacular, el deseo la llevo a examinar el fluido, confirmando que no podía procrear pues su liquido era azopermico como lo dijeron en la clínica. El golpe en los genitales le daño el deposito espermático esterilizándolo. Con esta seguridad, montándose sobre el, su madre misma se insertaba el miembro de su padre en su sexo hambriento y gozaba de su dureza hasta que el eyaculaba en las entrañas femeninas bañándolas con su inútil fluido.

Así vivieron tres años desde el accidente de su padre, su madre manteniendo relaciones con Diana y el cuerpo de su padre. Diana aprendió mucho de sexo aunque a los trece años aun era virgen. Una tarde su madre le enseño a masturbar a su padre y de ahí a chuparlo fue solo decisión. A poco haber aprendido esos menesteres se volvió experta, recordaba que una noche después de poner firme el miembro de su padre, vio a su madre cabalgarlo y que salvo la firmeza de su pene, el enfermo no hacia gesto alguno.

Recordó que al ver gozar a su madre ensartada por el pene de su padre, su mente se le aclaro y de golpe entendió que la vaga inquietud que tenia luego de sus encuentros con su madre, se debía a la insatisfacción pues en su inconsciente su cuerpo le pedía ser penetrada, convirtiéndose en obsesión el conocer el miembro de su padre y así calmar la inquietud de su sexo adolescente.

Una tarde su madre vio a Diana masturbarse con una película donde una joven era poseída por un señor de edad, al conversar con ella supo del deseo de su hija por ser penetrada por un miembro y que Diana deseaba que el de su padre fuese el primero. Al principio su madre se negó rotundamente pero ante la insistencia de ella, le dijo que lo pensaría. Desde ese momento Diana la importunó constantemente hasta que una tarde al volver de la escuela, al remover el asunto recibió el consentimiento de su madre.

Tras hacer desvestir a Diana, su madre se dedico a preparar a su padre y cuando el miembro viril quedo firmemente erecto, la madre lo unto con vaselina. Diana subió a la cama y se paro en ella con el cuerpo de su padre entre sus piernas. Se acuclillo hasta quedar en posición de rana con la punta del pene sujeto en su sexo virgen, subiendo y bajando lentamente, mientras gemía de dolor conforme entraba en su cuerpo, ella misma se clavó en la cabeza del pene.

El agudo dolor en sus entrañas la desanimo de seguir y se puso de pie, intercambió opinión con su madre y ella le coloco su propia trusa en la boca. Diana se acuclillo nuevamente, sujetó en la entrada de su sexo la punta del miembro y tras apoyar una mano en el hombro materno, se dejo caer con todo su peso sobre el pene paterno, soltando un grito dejó caer de la boca la ropa interior.

El pene la penetro totalmente, ella quedó sentada sobre el pubis paterno berreando de dolor. Sintió que el intruso partiéndola en dos le llegó al cerebro, permaneció quieta sin atreverse a mover un músculo mientras las lagrimas mojaban su infantil y angelical rostro contraído de dolor. Al rato percibía hasta la mas mínima protuberancia del intruso que le llenaba el, ayudada por su madre comenzó un lento sube y baja sobre el cuerpo de su padre.

Lo hizo durante un tiempo y ya próxima al orgasmo, presiono fuertemente su estrecha vagina contra el pene de su padre, vencida por el placer entre convulsiones cayo hacia delante y permaneció aplastando sus pequeños senos sobre el pecho velludo, mientras en involuntarias contracciones nerviosas alrededor del miembro paterno, su desvirgada vagina lo bañaba con abundante néctar sexual.

Nunca antes Diana había experimentado un orgasmo así, al recuperarse de la euforia el dolor sentido era cosa del pasado. Acostada aun sobre el pecho paterno percibió dentro de ella, el pene de su padre que la sofocaba con sus dimensiones y que empujando su desflorado sexo, duro y firme pugnaba como si tuviera un resorte, por recuperar su verticalidad natural. Obligada por el miembro que tenía atravesado se sentó y el garrote le llegó hasta lo profundo de sus entrañas haciéndola gemir de placer y dolor.

Nuevamente excitada, esta vez sin el dolor del desvirgamiento, cabalgó a su padre sin ayuda. Al inicio lo hizo lentamente gozando el roce en sus paredes vaginales, cuando el intruso salía de su cuerpo y jadeando de placer al clavarse ella misma en el miembro. Al ingresar a su sexo, ella tenía la sensación que su ser se abría al paso del respetable intruso, pero presa del deseo lo engullía totalmente con la vagina.

Cada movimiento le ocasionaba placer, pero tratando de dominarse aceleró el sube y baja sobre su padre, cuando el liquido caliente bañó sus entrañas sintió un cosquilleo en su matriz y no pudo contenerse mas, derrumbándose estrecho nuevamente los senos en el pecho de su padre y tras las convulsiones del orgasmo, quedo despatarrada sobre el, bañando el cuerpo de su padre con los líquidos que fluían de su sexo.

Pasado un rato, tomándola con ternura su madre la saco de encima del cuerpo de su padre y depositándola boca arriba en su propia cama, le separó con delicadeza sus piernitas. A su vista quedo la rosa abierta del sexo de Diana. Ella acercó sus labios y sin prisa, bebió el liquido blancuzco manchado de sangre que manaba del interior de Diana hasta dejarla limpia, después de lo cual la arropo y la hizo descansar.

Tras perder la virginidad, a Diana se le hizo costumbre tener sexo y por el tiempo entre sus quehaceres y estudios, generalmente por las noches o tras descansar el almuerzo, sola o con su madre, gozaba del cuerpo de su padre hasta tres veces por semana, siendo sorprendida por su madre varias veces en plena cabalgata. A veces su madre participaba con ella. Algunas veces su madre se ensartaba por el ano el sexo de su padre, pero Diana conservaba la virginidad de su ano.

5ta. parte

No necesitaban juguetes para satisfacer sus deseos, para ello Diana y su madre tenían el cuerpo de su padre, haciéndose expertas en obtener satisfacción del sexo del inválido. Poco a poco el comportamiento sexual de su madre fue cambiando, lo primero fue sexo sórdido con su padre, montando vigilancia llegó a seguir el ritmo de orina de su padre y sacando provecho sexual de ello, comenzó practicas sexuales con el orines paterno, bebiéndolo o recibiéndolo en su sexo.

Otro cambio fue cuando una tarde al retornar de la escuela, vio a su madre en la sala conversando con una desconocida, pronto la desconocida se convirtió en compañera sexual de ambas, el siguiente fue incluir a un señor de edad, amigo de su madre, en los juegos sexuales con el cual Diana tuvo su primer encuentro sexual con un hombre propiamente dicho, haciéndolo con placer. Para beneplácito de su madre, su amigo trajo a un joven amigo suyo, era muy impetuoso y enloquecía de placer a ambas.

Aunque Diana era una amante experta no había probado el sexo anal, siendo virgen por ahí. Faltando diez meses para cumplir quince años, una noche que con su madre disfrutaban en una orgía con los dos amigos, perdió la ultima virginidad de su cuerpo adolescente contra su voluntad. Montada sobre el mas joven de los amantes, con el pene de el moviéndose en su interior al borde del orgasmo, el joven la abrazo sujetándola fuertemente e inmovilizándola contra su pecho.

Así atrapada sintió las manos del mas viejo sujetarle las caderas, al inicio no supo que pasaba, pero el dolor que sintió por la presión del pene en su minúsculo orificio anal la hizo reaccionar y grito, pero el amigo de su madre no se detuvo, Diana no podía hacer nada pues la fuerza del joven sobrepasaba sus débiles intentos de zafarse para evitar ser sodomizada y doblemente penetrada.

Ella recordaba el dolor que sintió y los gritos que dio cuando el miembro del señor forzando su esfínter, se lo abrió introduciéndose en su recto. Le partió el alma y poco a poco los movimientos del joven dentro de su vagina, alejaron un poco el dolor. Al rato el pene del señor se hinchó en su interior aun mas y llorando ella sintió que le inundó las tripas. Tras deshacer el trío, ambos la dejaron abandonada sobre la cama, con el ano desbocado y fluyéndole semen, para seguidamente tomar a su madre. Diana continuo sollozando, mas por la violación que por el dolor, pues le revivió amargos recuerdos del comportamiento de su padre. Alcanzó a ver entrar y salir al mismo tiempo del cuerpo de su madre, los miembros de los dos hombres, mientras enloquecida de placer su progenitora se movía dando suspiros y gemidos.

Después de ello no le era agradable participar con los amantes de su madre en los juegos y se alejó, buscando la manera de independizarse. La oportunidad se le presento al intimar con el magnate causante del accidente de su padre y tener sexo con el. Este le obsequio una vivienda convirtiéndola en su amante niña. El cuarentón era soltero y mañoso en el sexo, de mentalidad abierta tenía sexo de todo tipo y la hizo su alumna.

Vivian juntos en la casa que el le había obsequiado pero ella iba a la escuela pues a pesar de todo deseaba sobresalir. A veces cuando lista para salir estaba preparando el desayuno, el se levantaba, entonces ella le hacia una mamada, luego tras abrazarla por detrás se untaba el pene de algún lubricante de la cocina, mantequilla, aceite, etc. la inclinaba a noventa grados, levantaba su falda escolar, le bajaba la truza y la empalmaba. Si estaba menstruando la tomaba por el ano sino por donde se le antojara. Siempre después de haberla hecho alcanzar un orgasmo por lo menos, acababa dentro de ella que veces sin tiempo para asearse, solo se colocaba una toalla y salía, muchas veces estuvo en clase con el semen fluyéndole del cuerpo.

Su madre la visitaba de vez en cuando y aunque sus relaciones habían cambiado, la quería mucho. La recibía y conversaban sobre sus actividades. Fue por su madre que Diana se enteró de la zoofilia, pues ella había comenzado a incluir animales en su sesiones de sexo. Despertada su curiosidad, esa noche al volver su protector, le dijo sobre la conversación con su madre, el solo la escucho sin decir nada.

Dos días después llegó con unas cintas de video y sin explicarle el contenido, la obligo a sentarse para verlas juntos. Conforme avanzo la cinta ella la vio con mas interés y excitada metió la mano a su trusa para descaradamente masturbarse, llegando al momento cumbre cuando en la película el perro se vuelve y ambos se quedan unidos, allí Diana estallo en liquido. Cuando animal y humana se despegaron, ella vio salir de la babeante vagina de la mujer el enorme miembro del macho y se admiró del tamaño, fue a partir de ese momento que se le hizo obsesión tener relaciones con un perro.

Para su protector fue sencillo conseguir al animal adecuado y pronto le llevó un hermoso labrador. Diana recordaba que al verlo el animal le pareció poca cosa, pero siguió las indicaciones de su maestro, el animal se acostumbró a ella y fue cuestión de semanas que el día en que el perro la montaría llegó.

Al retornar de la escuela ese día, vio que su protector había preparado todo desde cámaras de video estratégicamente ubicadas hasta un disfraz que ella habría de usar. Nada mas llegar ella la hizo desnudar y colocarse el disfraz de perro que le dejaba de la cintura hacia abajo hasta arriba de los muslos, totalmente descubierto, semejándola a Diana con una gran poodle. Ella estaba tan excitada que tenía la vagina húmeda.

De aquella primera vez lo sucedido antes que el perro la monte, lo recordaba vagamente como en sueños, solo tenía claro lo sucedido desde el momento que el perro la penetró estando a cuatro patas hasta que la desmonto, fue por los videos que pudo explicarse como llego a esa situación.

Al inicio sintió que el perro le coló en la vagina algo muy caliente, fino y pequeño que por momentos le llegaba profundamente. Pero sucedió que el perro no mantuvo la posición y se bajó de la grupa de Diana, haciéndolo varias veces. Instruida por su maestro Diana no se movió de su lugar ni varió de posición, hasta que finalmente el perro sujeto firmemente a su cintura, se mantuvo tras de ella metiendo y sacando su pene velozmente de la cavidad sexual de Diana, haciéndola gemir de placer y dolor.

Nunca antes Diana había sido poseída de la forma en que lo hizo el perro, lo percibía entrar y salir velozmente de su cuerpo, dándole un placer increíble y cada vez que lo hacia el miembro del perro cobraba una grosor mayor. Al rato cuando le ingresaba al sexo, el pene del animal se lo colmaba haciéndola jadear, el pene del perro siguió creciendo y le dio la sensación que realmente era la primera vez que la penetraban.

Todo le sucedió a la vez, placer mezclado con dolor, satisfacción y angustia, y otras cosas mas, todo un mundo de sensaciones que no pudo asimilar y terminaron por embotarle los sentidos. Estaba estremeciéndose por las continuas corrientes de placer que la atravesaban, cuando el perro jalándola fuertemente presionó sus labios vaginales, pugnando por colarle algo mas grande aun en su abierto sexo.

Atontada trató de entender que sucedía pero no tuvo tiempo, el esfuerzo del animal dio resultado y forzando los labios vaginales de la chiquilla, termino por colarle su bulbo basal en la vagina. Al mismo tiempo que pego un grito, Diana dio un pequeño salto hacia delante. Sin soltarla el perro continuo prendido a su grupa empujando aquello dentro del cuerpo de la adolescente que berreaba de dolor.

Fue cuando vio aproximarse a su maestro, pensó que la ayudaría a zafarse del animal pero sorpresa de ella, el hombre le metió a su pequeña boca su pene totalmente duro. Mientras el bulbo del perro recorría su canal vaginal haciéndola sollozar de dolor, hasta instalarse en sus entrañas, obligada mantuvo la boca abierta para que la estaca ardiente de su maestro entraba y salía de su hermosa cavidad bucal.

No tardaron los machos en vaciar su esperma en el cuerpo de Diana, su maestro lo hizo en su boca y el perro lo hizo en su sexo. Después tirando hacia delante acompañado de un sonido como destape de champaña, el animal arrancó su crecido miembro de la vagina de la chiquilla haciéndola gritar nuevamente, Diana se derrumbo sobre la colcha y quedo acostada con la mirada extraviada, en tanto el semen de su maestro le escurría de la boca y el semen del perro manaba de su dilatado sexo.

Fue así que a los quince años a pesar de lo incomodo de la primera vez, a Diana le gusto mucho el sexo con el animal y se aficiono a la zoofilia, alternándola con las sesiones sexuales de su maestro, dejando de lado el sexo anal. Aunque pocos fueron días felices para ella durante los cuales fue muy dichosa, que fueron interrumpidos por la trágica muerte de sus dos machos. Con pena evoco el día que su protector falleció, el iba conduciendo por la carretera al borde del mar cuando una roca que se desprendió del talud, lo golpeo matándolo, sin control alguno en la siguiente curva el auto siguió de frente cayendo al abismo, muriendo también la mascota con la cual se inicio en la zoofilia.

En su testamento su maestro dejo parte de sus bienes a la adolescente, que de la noche a la mañana se vio con una solvencia adecuada para el mundo sexual que su protector le había mostrado y que su cuerpo joven y hambriento demandaba. Con los recursos a su alcance durante pequeñas temporadas entre sus estudios y en sus vacaciones veraniegas, viajaba a lugares previamente contactados para ese fin.

Esos eran sitios especializados en proveer sexo de todo tipo, en ellos Diana satisfacía con libertad sus deseos de sexo canino, la primera vez que asistió a uno de ellos, con sorpresa vio la cantidad de mujeres y hombres que practicaban dicha forma de sexo. Allí aprendió desde técnicas para seducir a un perro hasta la forma de hacer el amor con ellos, llegando a participar en orgías donde hombres y mujeres eran poseídos por inmensos perros especialmente entrenados.

Practico diversas formas de sexo con perros, pero desde la vez que estando a horcajadas sobre un gran dálmata con la vagina atravesada por la inmensa herramienta sexual del animal y que un participante la sodomizó, disimulando su disgusto no volvió a aceptar la participación de otros machos que no fueran perros, aunque lo soporto bien. Se entrego al sexo zoofílico y lo hizo en las mas diversas posiciones, practicando desde la del misionero hasta algo cercano a entregarse piernas al hombro, llegando incluso a encerrarse con varios machos que aislados sin sexo por un tiempo estuvieron sometidos a olores de hembras en celo.

Esa oportunidad como si fuera ella una hembra de su especie, riñeron brevemente por ser el que la monte primero. El macho alfa proclamo su victoria tomándola la poseyó hasta abotonarla, al liberarla el lugar encima de las caderas de Diana fue ocupado por el animal que quedo en segundo lugar. Para el placer de Diana, fue poseída por todos los machos que en forma ordenada ocuparon su hermoso trasero, tomándola por donde su cuerpo cobijara sus penes, repitiendo el plato varios de ellos hasta que satisfechos la dejaron de lado con el cuerpo arañado y resumiendo semen de sus dos orificios, siendo esa la ultima vez que fue sodomizada, volviendo a tener sexo anal cuando lo encontró a el.

Ella estaba acostumbrada a las dimensiones de los miembros de los perros y gozando con placer de ellos, en una palabra era una perra consumada. Su trajinado sexo atestiguaba un conocimiento del pene canino que ella aceptaba y entre sonrisas afirmaba que si los colocaban uno tras otro, eran muchos los metros que su vagina había saboreado. Estaba convencida que tal vez por su experiencia sexual, fue que se enamoró de el con solo verlo, llegando a convertirse en lo que actualmente es, una real perrita que disfruta el cariño y placer que su macho canino le prodiga, quedando atrás sus traumas y soledad cuando en la intimidad de su hogar, ella le entrega con amor su cuerpo y correspondiéndole, el la toma montándola con pasión y cariño hasta satisfacer ambos sus deseos de amor.