Recuerdos (3)

Una belleza haciendo memoria de los traumas en su pasado, que le dan felicidad en el presente...

Recuerdos 3

3ra. parte

El era tan delicado y al mismo tiempo apasionado al poseerla, que cuando la ansiedad de ambos hizo que el equivocase el camino e introdujera su miembro en el ano de ella, haciéndola gritar de dolor, el detuvo su avance por un tiempo pero subyugado por la estrechez del camino descubierto, con movimientos suaves continuo empalándola. A los quince años Diana dejo de practicar la sodomía con los machos humanos, cuyos penes normales eran pequeños frente al miembro de el, no habiendo vuelto a practicarlo con hombre o bestia alguna. Pero su amor por el la llevo a soportar primera y luego gozar las relaciones anales, ya que el tan delicado que incluso no la abotona cuando la sodomiza, conformándose con llenar de abundante semen el recto de su hembra, obligándola después a visitar continuamente al servicio.

Esos detalles hicieron que el amor de Diana hacia el creciera, amor que ella supo correspondido por lo ocurrido. Tenían la rutina de salir a correr los domingos cuando el sol aun no clareaba del todo en el horizonte, llegaban a una zona de abundantes árboles y arbustos donde bastante alejado de viviendas, veredas y carreteras. Libres de miradas indiscretas por el día y la hora, descansaban y después de ejercitarse ella, a veces se enredaban en sus juegos de amor sin llegar a tener coito.

En una oportunidad ella se encontraba ejercitándose y un grupo de perros que venían tras una hembra en celo se ubico frente a ellos interrumpiendo la tranquilidad del lugar. El se inquieto pero permaneció sentado. Diana recuerda que al ver salir del capuchón de su macho la punta rojiza del miembro, que tanto placer le daba se sintió inquieta, pero no lo detuvo al verlo incorporarse y acercarse a la turba de animales llevando medio miembro fuera. El se detuvo y se volvió a mirarla, luego volviéndose a los perros ladró e impuso autoridad a la turba, que se hizo a un lado intimidado por su gran tamaño.

Diana creyó morir de celos al ver que tras ubicarse detrás, el lamió el sexo de la perra, pero se sintió morir de felicidad al verlo dar media vuelta abandonando a la hembra de su especie y retornar adonde ella. El se detuvo a metros de Diana y la miro a los ojos con deseo. Ella entendió lo que su macho le pedía silenciosamente y despojándose del buzo y la trusa, le dio alcance avanzando en cuatro patas.

Ambos quedaron frente a la turba canina y mientras ella observaba al grupo de animales, tras rodearla el la montó y Diana sintió el suave ingreso de su amado en su jugoso sexo. Tras sentir la estocada en la profundidad de sus entrañas, gozo de sus embates percibiendo en la suavidad de sus acometidas, el amor y deseo de su macho, mientras miraba que a escasos metros suyo la perra también era cogida.

Recordó que al sentir la presión del bulbo de su macho, escucho la queja de la perra y supo que ambas eran abotonadas. Ella cerro los ojos disfrutando la dilatación que el bulto le ocasionaba en los labios vaginales y que trasponiéndolos se instalo en su sexo. Abrió los ojos cuando tenía el nudo en sus entrañas y a diferencia de la perra que era brutalmente jalada por el macho que había anudado, Diana disfrutó la amorosa protección e inseminación de el que permaneció sobre ella abrazándola y prodigándole cariño.

Cuando sintió que el miembro en sus entrañas perdía dureza, Diana se resigno a quedar libre, pues pronto la desmontaría, pero transcurridos varios minutos, el no se bajó de su hermosa grupa. Extrañada movió un poco el trasero para hacerlo bajar, pero al quedarse quieta sintió los dudosos embates de el y que haciéndose mas firmes cobraron velocidad mientras Diana sentía en su interior, que el miembro de su macho recobraba su tamaño y dureza hasta hacerse una enorme y quemante piedra, hasta que tuvo que jadear para soportarlo y gimiendo de placer sintió que el bulbo nuevamente se le metió abotonándola.

Luego de llenar el sexo de Diana por segunda vez y desanudarse, el la desmonto. Aun estremecida por las ultimas sensaciones, lo vio rondar con el sexo inflamado un poco alejado de ella y lo creyó satisfecho, pues ella se sentía así. Iba a incorporarse cuando empujándola desde atrás, el volvió a montarla, poseyéndola otra vez hasta anudarla e inseminarla. Tras liberarla la desmontó por un pequeño lapso de tiempo, tras lo cual como una maquina de sexo, la volvió a montar y poseer por cuarta vez, seguidas una tras otra. Ya Diana no soportaba el roce del miembro en las paredes de su vagina pero el la volvió a anudar e inseminar, tras lo cual la libero definitivamente.

Exhausta, con las piernas embarradas de semen y el sexo totalmente maltratado, Diana se tiro de largo sobre el césped a descansar. Hicieron la vuelta a casa lentamente, ella caminaba con las piernas separadas pues el sexo de su amado había cobrado tal dimensión que le inflamó fuertemente el sexo, dificultándole hasta el sentarse, además de lo agotados que quedaron luego del combate sexual. Mas tarde al recrear esa ocasión, Diana comprendió que fueron los humores de la perra en celo que llegaron hasta el y lo mantuvieron activo, por lo cual el la poseyó varias veces.

En otra ocasión, un fin de semana tuvo que aceptar el compromiso para que el sea padrillo. Al imaginarlo montando a otra hembra tuvo celos que a duras penas dominó frente a su amistad. Horas mas tarde al llegar la perra en celo, el no se comporto como un macho canino común, a pesar de tener casi todo el miembro afuera se acostó en el césped indiferente a la perra que lo rodeaba. En vista que la jornada iba a tardar, la dueña de la perra se marcho, para volver cuando se haya producido la cruza.

Diana sabia lo que le sucedía y ni bien quedaron solos los tres, fue donde ellos y acariciándolo trato de guiarlo a donde la perra. Tras incorporarse con gestos suaves el le indico que la deseaba a ella, a Diana se le derritió el sexo pero haciendo un esfuerzo para no ceder, sin dejar de besarlo lo ayudo a montar a la hembra. Ya montado el encontró rápidamente el sexo de la perra y la pistoneó haciéndola gemir, cuando los gestos de dolor de la hembra le indicaron a Diana que el la enganchaba, no soportó verlos y corriendo se refugió en su habitación a llorar. Pasado un buen rato el apareció en el marco de la puerta y se quedo allí sin entrar, con su miembro expuesto y con restos semen

Al verlo Diana se le abalanzo y tras besarlo, sin pensarlo se metió bajo la barriga de el y a punto de lengua dejo su miembro totalmente limpio, luego llamó a la dueña de la perra, que apareció una hora después y se llevo a su mascota. Esa noche a solas ambos, totalmente desnuda y a cuatro patas, Diana se entrego a el y recibió los embates de su amado que la anudó e inseminó. Al quedar libres, con el sexo chorreando su semen se acostó en la cama reteniéndolo a su lado y así acompañada se durmió feliz. Desde luego el no había sido el primero, pero si quien le proporcionaba la felicidad y seguridad que nunca antes había sentido.