Recuerdos (2)
Una belleza haciendo memoria de los traumas en su pasado, que le dan felicidad en el presente...
Recuerdos 2
2da. parte
El no fue el primer macho ni el primer perro que la conoció, recordaba lo que sintió al verlo en la calle caminando hacia ella. Diana buscaba una dirección cuando lo vio enfrente suyo, al mismo tiempo el también la miró a los ojos directamente mostrando sorpresa. Estaban solos en todo lo largo de la calle y ella no puso reparo en evidenciar el impacto que le causó pero recobrando la compostura paso de largo a su lado, mas al avanzar unos metro se obligo a voltear para observarlo, sentado el la miraba esperándola, al verla volver la cara dio unos ladridos sin agresividad, como saludándola.
Diana se volvió y abandonado su búsqueda paso a su lado sin detenerse, sin necesidad de voltear sabia que el la seguía, sin saber porque tuvo ganas de coquetear y mientras caminaba sin prisa balanceaba exageradamente sus caderas. Al llegar al auto abrió la puerta del copiloto y el se coló sentándose, tras cerrar la puerta, Diana hizo lo mismo en el lado del chofer y manejó ansiosamente con prisa, al llegar se bajaron en el patio y el avanzo con seguridad hacia la casa, el instinto le dicto a ella que había encontrado a su macho.
El había sido bien cuidado pero el tiempo pasado en la calle le dejo huella y requirió de tratamiento veterinario, a los dos meses de estar recibiéndolo ayudado por el cuidado de su amada, había recuperado la salud y aunque todos lo veían como mascota de Diana, entendiendo que debían guardar las apariencias frente a las visitas, se comportaba como tal. Mas al quedar solos, eran unos jóvenes enamorados, jugaban a las escondidas, veían televisión juntos y se perseguían por la casa o también simplemente a modo de beso Diana hacia que el metiera la lengua a su sensual boca y pasaban largo rato unidos por la succión de ella. Así fue desde el principio de sus relaciones con el.
Durante sus labores Diana se percataba del anormal comportamiento del perro, pero ella también había cambiado y se comportaba como una mujer enamorada, tal como lo hacían notar sus conocidos. Esto ultimo la bloqueaba abandonando cualquier análisis, en forma inconsciente se preparaba para el encuentro con el y aunque aun no llegaban a la intimidad, ya su sola presencia la exaltaba.
Llevando ventaja pues sabia de las emociones de Diana por el humor que de ella emanaba, el supo que algo sucedería al verla entrar a la casa. Tal como venían haciéndolo desde que recupero la salud, comenzaron un inocente juego de persecución y continuaron con profundos besos con el ubicada sobre ella, pero en vez de acabar todo allí, aun sobre el piso ella avanzo con ambos codos hacia delante y sin dejar verlo con sus manos recogió su falda exponiendo su trusita blanca, luego recogió ambas piernas y separándolas termino de dejar a vista de su macho, su entrepierna cubierta por la prenda intima húmeda por sus flujos.
El sabia del estado de su amada y sin prisa se acerco, presionó con el hocico la entrepierna y ella suspiro al sentirlo, luego dio una rápida lamida y ella se estremeció, alargando cada vez mas el contacto de su lengua con la trusa y dejando un tiempo entre contactos, lamió la prenda de su amada hasta que súbitamente ella junto los muslos y retorciéndose de costado sobre el piso, entre gemidos profundos acabo de mojar su trusa con fluidos, el apenas pudo retirar la cabeza y no ser atrapado por los hermosos muslos de la joven.
Durante días el juego fue en esa forma pero una tarde hubo una agradable modificación para el, cuando Diana recogió su falda no tenia nada que le cubriera el sexo, el contacto fue directo y la vagina de la joven termino con un mar como si se hubiera derretido. Mas adelante hubo ella hizo otra variación, se coloco delante suyo en cuatro patas y con los muslos juntos recibió en su entrepierna las lamidas de el, al alcanzar el éxtasis ella explosionaba, caía al piso de costado y el se retiraba. Hasta allí llegaban y así fue durante meses.
Pero un fin se semana Diana ingreso a la casa con unas bolsas, se dirigió a su habitación y cerrando la puerta tras ella, lo dejó afuera sentado. Ella sabia que el no se movería de allí y el sabia que la hembra estaba lista para algo mas, pues así se lo hacia saber su humor. Transcurrido un tiempo, se abrió la puerta y colocada en medio de la entrada Diana poso para el dando un pequeño y coqueto giro.
Una mascara con nariz como de perro y orejas sobre la cabeza, le dejaba descubierta la boca. Tenia los senos expuestos y sus pezones hinchados delataban su estado, mientras la desnudez desde el ombligo hasta los muslos, centímetros debajo de donde empezaban sus glúteos, mostraban el hermoso triangulo de vellos pubianos que escondían en su parte baja la fuente de las emanaciones que lo tenían excitado a el haciendo que la punta de su pene asome de su capucha. El resto del cuerpo de Diana lo cubría el disfraz peludo que tenia una pequeña colita parada donde principia de su columna, asemejándola así un gran poodle de cola corta.
Después de franquearle la entrada, Diana cerro la puerta e hicieron el amor por primera vez. Agachándose lentamente se puso en cuatro patas y dándole la espalda avanzo al centro de la habitación quedándose allí. El tomo su tiempo para acercarse a ella, pero al hacerlo Diana lo rodeo caminando en cuatro patas como el, en la segunda vuelta coló la cabeza debajo de el y lamió la punta roja que asomaba del capuchón en su vientre bajo, luego el siguiendo el circulo invisible, avanzo y colocado tras ella lamió la jugosa vagina de su amada, que se agitaba al ritmo que sus caricias linguales recorrerían desde el clítoris al borde del sexo hasta el ano, colándose ligeramente en ambas depresiones del cuerpo de su amada.
El juego de perseguirse y lamerse entre ambos prosiguió hasta que como una verdadera perra, ubicándose debajo de el, Diana comenzó a frotar con su bello y descubierto trasero, el vientre hasta el capuchón del macho, mientras el permanecía quieto y expectante moviendo la cola en señal de gusto. Ella gemía sintiendo rozar en su piel el del cuerpo de el y de pronto el se apartó, ella creyó que el se retiraba e iba a voltear a verlo cuando sintió el peso de las patas en su espalda que seguidamente le envolvieron la cintura. El la había sorprendido, pero ya entregada, ella centro su atención a los picoteos del sexo canino en su trasero, el no acertaba a enfundarle el pene en su vagina, doblando el torso hacia abajo colocó su trasero en pompa exponiendo totalmente su sexo.
Pero desesperado el no atinaba y desmonto a la hembra, ella sabia que regresaría por lo suyo y espero con paciencia. El se le monto nuevamente y para frustración de ambos se repitió lo mismo, fue al tercer intento que la intimidad de ambos seres se unieron. Ella estaba con el trasero en pompa y para ayudar separaba lentamente las piernas disminuyendo la altura de su sexo, cuando sintió la punta ardiente en su entrada vaginal, se le coló y sujetándola, el se pego a sus nalgas metiendo el resto del pene en su caliente gruta.
Era un cuadro extraño, el se veía enorme detrás de ella, pistoneando con el salvajismo animal propio de su especie en estos actos y ella dando gritos cada vez que sentía el empalamiento en su cuerpo. Con ella disfrazada, ambos se veían como perro y perra, entregados en homenaje al ritual de la procreación canina. Mientras el la pistoneaba, ella caminaba en cuatro patas para distraer el dolor que le ocasionaba las dimensiones del miembro que entraba y salia de su vagina, así ambos recorrían la habitación, pero cuando dejo el de pistonear y solo presionaba, ella se detuvo y empezó a gemir de dolor al sentir el bulbo de su amante forzándole el sexo. Cuando sintió que su ser entero se abría para dar paso al enorme intruso, grito con todas sus fuerzas hasta que lo percibió dentro de ella, el intruso avanzó por su estrecho canal vaginal y ella soporto el dolor que le causaba apretando fuertemente los dientes, cuando el intruso traspuso la parte estrecha, ella suspiro de alivio y tomando bocanadas de aire para no desfallecer, lo sintió instalarse en sus entrañas.
Su penuria no acabo allí, una vez que la tuvo sujeta, el se volvió intentando arrastrarla consigo, oponiéndose ella berreó de dolor y no tuvo mas remedio que ceder a su exigencia acompañándolo en su avance, ella percibía la presión del bulbo en su interior cada vez que el avanzaba, en eso estaba cuando se sintió tan profundamente poseída que se derramo lagrimas de felicidad.
Al avanzar quedaron frente al closet y Diana se volvió hacia el mueble viendo sus imágenes en los espejos de las puertas. Salvo el detalle de sus senos descubiertos, ambos eran verdaderos perros unidos por sus cuartos traseros. Diana estaba absorta contemplado la imagen del espejos cuando chorritos intermitentes bañaron sus entrañas haciéndola convulsionar y perdida en el placer de múltiples orgasmos bajo el pecho hasta que su cara quedo sobre el piso. Al terminar de fertilizar a la hembra, el sintió satisfecho su deseo y con un tirón sacó su miembro del cuerpo de Diana, ella cayó de lado y así acostada toco su inflamada vagina que aun continuaba abierta y untando sus dedos en el semen que manaba de su interior, probo su sabor con los ojos cerrados.
Desde entonces el sentimiento que los unía se hizo mas fuerte. Diana recordaba que excepto la primera vez, no había vuelto a jalarla cuando la poseía, ella entendió que lo hizo para fijar su posición dominante al modo de su especie y que al haberla tratado así la reconocía como hembra, cosa que ella supo que pasaría desde que lo vio y que a pesar del dolor que sintió le agradó mucho. Desde entonces cada vez que la abotonaba, permanecía delicadamente sobre ella protegiéndola mientras la fertilizaba.