Recuerdos (1)
Una belleza haciendo memoria de los traumas de su pasado, que le dan felicidad en el presente...
Recuerdos 1
1ra. Parte
Con el vaso de vino en la mano y la mirada fija en los leños ardientes de la chimenea, Diana repasaba las imágenes de su vida, mientras acariciaba la cabeza del danés que tenia en su regazo desnudo, en tanto sus torneadas piernas soportaba el cuerpo del enorme perrazo. Como siempre que el alcohol le obnubilaba la mente, el mismo recuerdo la invadía. Veía a su padre que alcoholizado golpeaba a su madre. A sus ocho años aterrorizada lo vio todo desde su escondite en el desván bajo la escalera, como después de arrancarle la ropa, su padre violó a su madre dejándola sobre la escalera y luego trastabillando salió de casa.
Lo extraño era que a pesar del espanto que sintió, siempre que evocaba ese recuerdo, involuntariamente sentía ganas de hacer el amor. Recordaba el cosquilleo que sintió en su entrepierna a pesar de lo aterrada que estaba mientras contemplaba oculta bajo la escalera, la enorme cosa de su padre introduciéndose con violencia en el hoyo oculto por los pelos, que su madre tenia entre los muslos.
Recordaba como al crecer el cosquilleo, metió una mano bajo su bombacha y se toco su cosa, la sensación increíble y el cosquilleo que se hizo humedad, cuando vio que la cosa de su padre en una arremetida, se introdujo en el ano de su madre haciéndola gritar y retorcerse de dolor. Recordaba con detalle la enorme cosa de su padre, pues a solo centímetros de el, lo vio entrar y salir del ano materno hasta quedar instalado por un tiempo que a Diana le pareció eterno. Al ver salir la cosa de su padre, notablemente disminuido en tamaño y grosor, también vio el ano de su madre convertido en un gran hoyo rojizo, del que pasados unos segundos escurrió un liquido blancuzco que le goteó en la cara a ella, luego de lo cual Diana se aparto al tiempo que otras gotas del liquido, esta vez mezclado con sangre y heces, caía al piso del escondite.
Recordaba que cuando se limpio la carita con la mano, el liquido impregno sus manos y aun hoy no puede entender por que llevo sus dedos a la boca, recordaba el sabor salado y el olor a cloro del liquido blancuzco, recordaba que no le supo mal e iba a continuar en su degustación, cuando el ruido de su madre dirigiéndose al servicio, la saco de su descubrimiento.
Recordaba que mientras su madre se aseó, salió del baño y fue a su recamara, ella continuo escondida. Al escucharla sollozar, se armo de valor y fue a la recamara materna, encontrándola acostada boca abajo totalmente desnuda, sollozando mientras aplicaba nata de leche en su inflamado esfínter, pues carecía de medicamentos apropiados en su humilde y apartada vivienda.
Recordaba que aproximándose a su madre, le acarició el hermoso trasero notando que se consolaba con sus caricias y que al frotarle su maltratado ano, su madre gimió de dolor. Diana bebe un trago mientras recuerda que en su desesperación por calmar el dolor materno, se le ocurrió lamerle el ano, que al principio su madre trato de impedirlo hasta que termino cediendo a las caricias linguales que ella le proporcionaba con infinita ternura. Fue el inicio de la relación incestuosa con su madre.
Los recuerdos la habían excitado mas aun y sentía su concha derretírsele, dejó la copa sobre la mesa de centro tendiéndose en el piso hasta alcanzar con sus carnosos labios en la entrada de la funda que guardaba el miembro canino. Frotando diestramente la capucha del animal con una mano y con la otra el pecho y el estomago de macho canino, hizo que pronto asome la conocida punta rojiza, al verla asomando casi un centímetro, aplico sus preciosos labios al pene perruno, entre succiones y lamidas lo hizo salir mas. Estaba concentrada en ello estaba cuando de pronto el perrazo se incorporo en sus cuatro patas y mirando ha hacia el piso en dirección a ella se puso a gemir. Se entendían bien, sin necesidad de palabras Diana sabia lo que el perro deseaba y el sabia lo que Diana quería.
Sin demora ella se coloco de cuatro patas delante de el, tras verla y olisquearla, el acerco su hocico a la entrepierna femenina y comenzó a lamer los jugos que brotaban del ardiente sexo femenino. Entre hondos suspiros de placer en cada lamida, la hembra humana iba separando las piernas hasta que poniendo el culo en pompa quedar en posición para ser tomada, como una poderosa doncella lista para el sacrificio sexual. Comprendiendo el que su hembra estaba lista, con un rápido movimiento subió las patas delanteras en la espalda de la hermosa mujer y abrazo su cintura. Sin desesperación pegó el vientre a las nalgas de Diana, al tiempo que moviéndose buscaba la ardiente funda femenina para envainar su creciente espada de fuego.
Siempre los primeros intentos eran frustrantes para ambos y el optaba por desmontarla, pero Diana había aprendido a tener paciencia y manteniendo la calma lo esperaba sin moverse del lugar ni cambiar de posición. Nuevamente el enorme perrazo montó a la hembra pero al no poder unirse a ella, volvió a desmontarla, en esa oportunidad fue al cuarto intento que su pene encontró la húmeda vagina de Diana y la empalo de un golpe.
Ella se sobresalto al sentirlo entrar violentamente en su cuerpo, obligándola a gemir de dolor, pero fue cosa de instantes, pronto su rapidísimo pistoneo la hizo estremecer de placer al tiempo que ella percibía claramente que el miembro viril del animal cobraba dimensiones enormes en su interior, hasta repletando su interior frotaba las paredes de su vagina, llevándola a un lugar mas allá de su conciencia. Cuando detuvo su movimiento de mete y saca, Diana sintió la fuerza que hacia su macho para colar en su sexo el enorme bulbo basal de su pene. Conforme ingresaba el bulbo a su cuerpo, Diana se sintió morir de placer y con los ojos en blanco emitió apagados sonidos guturales que cesaron cuando su sexo se lo tragó todo pues mientras le invadía sus entrañas hubo de boquear esforzadamente para respirar y no ser presa de la desesperación.
Después de ligar la vagina de la mujer con el nudo de su pene, extrañamente el perro no se volvía, sino que permanecía sobre ella abrazándola y con la cabezota depositada sobre la espalda de ella como prodigándole amor, llenaba de semen la matriz de Diana que se convulsionaba debajo de el al sentir los chorros de liquido caliente en sus entrañas. Quien los veía percibía claramente el cariño entre ellos, tal era la pasión y ternura con que se amaban, que trasponían la barrera que separaba sus especies y convertidos en macho y hembra, totalmente entregados y unidos formaban un solo ser.
Aunque no era mucho el tiempo que permanecían unidos, Diana se sentía hembra realizada cuando estaba sujeta por el. Al quedar libres, ella se derrumbaba y acercándosele, con delicadeza y ternura, el lamía el sexo de su amada hasta limpiarla dejándola relajada, luego cual ella correspondía diciéndole entre otras cosas, que lo quería, que el era su macho, su amor e intercalando sus frases, sujetaba la cabeza del animal y abriendo su boquita totalmente, a modo de beso la pegaba al hocico del perro, conocedor de la rutina el introducía su rasposa y gran lengua en las profundidades de la boca femenina.