Recuerdo de mi primer amor (1)
Relato introductorio de esta peculiar historia... Dedicada a aquellos que hemos perdido a un gran amor... Razones hay muchas, pero todos compartimos el mismo sentimiento.
Recuerdo de mi primer amor (1)
”Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces, este es el perfume del alma y mi alma esta a salvo allí, ya que el recuerdo, es del único paraíso del cual no puedo ser expulsado”–Este relato tiene dedicatoria especial al primer amor de mi corta vida, Gracias por tan lindos recuerdos donde quiera que estés “A.GM”.
Con cariño, Alberto.
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Iba en un viaje de regreso a mi ciudad natal mientras posaba mi mirada sobre las grandes hectáreas de terreno arenoso que había al lado de la autopista para despejar mi mente. Me encontraba sentado en la ultima fila de asientos del autobús, porque me gustaba la privacidad que tenia allí ya que la demás gente que abordaba el transporte procuraba tomar los primeros lugares para evitar la fatiga de caminar de más, y estar cerca de la puerta de salida para cuando el autobús llegara a su destino poder salir como animales aventándose unos contra otros. Me gustaba evitar eso, además que con el paso de los años mi carácter se forjo de tal manera que me convertí en un ser frio y antipático que disfrutaba de su soledad.
Reconocía ya algunas de las fábricas y lugares que me indicaban que faltaba poco para llegar a mi destino; El bus giro de pronto en una glorieta para adentrarse en el último tramo de autopista que daba hacia la entrada de mi ya urbanizada ciudad.
El camino estaba justo como lo recordaba de pequeño, cuando regresaba con papá de su trabajo y me gustaba observar por la ventanilla la angosta carretera de dos carriles, cubierta por inmensos arboles a los costados que impedían pasar la luz del sol dando el efecto de estar dentro de un túnel.
No podía evitar sonreír mientras papá me acariciaba la cabeza y me decía que en unos cuantos años me enseñaría a conducir y podría pasar por allí cuentas veces quisiera, claro, cosa que nunca sucedió ya que años mas tarde las cosas con mi familia dieron un giro de 360 grados y lo único que recibía de su parte era odio y desprecio, lo que ocasionó que me apartaran de crecer junto a ellos y de todo lo que mas amaba en esa ciudad.
No pude evitar que una lagrima rodara por mi mejilla, haciendo que en una fracción de segundos pasara mi mano sobre ella evitando a toda costa que siguiera su recorrido y con ello tragarme mis emociones, cosa que con el paso del tiempo hacia casi automáticamente.
Había jurado estúpidamente regresar a ese lugar bajo dos inquebrantables situaciones, para regresar y ser feliz al lado de Emilio, mi primer y único gran amor… ó regresar echó cenizas en una pequeña vasija de cerámica esperando terminar en la basura o en el inodoro de lo que alguna vez llame hogar.
Irónicamente regresaba por ambas razones aunque no como las esperaba, estaba allí para estar con Emilio, pero no para abrazarlo, besarlo y ser felices por siempre, sino para darle el último adiós a mí amado en el anticuado cementerio de mi irreconocible ciudad.
A pesar de que en el fondo estaba muerto junto con Emi, mi frialdad y dureza eran los únicos motores que me impulsaban a estar allí, además de un sentimiento inmenso de culpa por no haber podido despedirme de él.
Llegue unas horas antes del entierro, traía unas cuantas maletas con ropa para un par de días, así que no me preocupe por buscar un motel de inmediato. Lo haría después de salir de allí.
Fui al lugar destinado en el que yacería el frio cuerpo de Emi y me senté a un costado de ese oscuro agujero de tres metros mientras mi mente me decía que el que debería de estar allí era yo, un ser el cual vivía sin ningún motivo en particular, sin sueños ni aspiraciones. Que bajo esa fachada de tipo duro y fuerte, se escondía un cobarde que ni con su propia vida había podido terminar a pesar de haberlo intentado en varias ocasiones.
Según yo, no me costaría nada hacerlo ya que me daba igual vivir, pero no era cierto, recuerdo el escalofrió que me dio cuando le quite el seguro al revolver con el que pretendía volarme los sesos y ese repentino e involuntario temblor que se apoderaba de mi cuerpo cada vez que me encontraba en una situación difícil.
Me imaginaba a mi mismo en ese profundo agujero, siendo enterrado mientras veía a Emilio desde mi posición, llorando mi partida pero con su determinada voluntad para hacer frente a los problemas y salir adelante sobre cualquier dificultad. Lo admiraba por ello, pero las cosas no eran así, era yo quien seguía viviendo mi miserable existencia y Emilio el que había partido dejándome una nueva amargura en mi alargada lista de golpes que han marcado mi vida devastadoramente.
Tenía ya 6 años de no verlo. Creí que el tiempo había hecho olvidarme por completo de él, pero la noticia de su muerte trajo a mi cabeza todos esos lindos recuerdos que pasamos antes de que me separaran de su lado.
Recuerdo muy bien el día que me entere de su deceso, tenia poco menos de una hora que había llegado a mi apartamento, me disponía a echarme un rato en el sofá para leer un poco, pero algo cambio mi repetitiva rutina esa noche…
El teléfono comenzó a sonar haciéndome brincar del susto, nadie solía llamarme y solamente mi familia y mis amigos mas cercanos tenían ese numero, pero estos últimos solían contactarme por medio del celular y dudaba mucho que alguien de mi familia se dignara a hablarme y mucho menos a esa hora.
Decidí ignorar la llamada ya que como de costumbre no tenia ganas de charlar con nadie y seguramente, sería alguien que se había equivocado de número; Timbro insistentemente hasta que el sonido de la contestadora hizo fijar mi mirada en su dirección. Comencé a escuchar una leve pero agitada respiración y de pronto, una peculiar voz femenina hizo sobresaltarme y llamar mi atención por completo.
- Hola Marcelo, habla Sofía… La hermana de Emilio. Lamento molestarte pero tengo una terrible noticia que darte, mi hermano se encontraba muy grave de salud e insistía mucho en verte pero… Lamentablemente falleció hace algunas horas. Seria muy importante para la familia y sobretodo para respetar la ultima voluntad de mi hermano que asistieras a su entierro… sé que es muy precipitado pero jamás pude dar contigo y hasta ahora, con la tragedia, tus padres accedieron a darme tu numero y así pude localizarte. Creo que todos sabíamos que eran los mejores amigos y aunque ya han pasado algunos años desde que te marchaste, Emilio nunca dejo de quererte ni perdió las esperanzas de volver a verte. Espero puedas asistir, hazlo por el, por favor… Bueno, Marcelo, perdón por ser así de directa pero ya me conoces, no es fácil perder a alguien como Emi, pero creo que es de familia eso de afrontar las cosas sobre cualquier adversidad… Espero logres escuchar mi mensaje a tiempo y puedas venir lo antes posible, me despido y perdón de nueva cuenta por darte la noticia así. ¡Cuídate mucho!... Adiós…
Mi mente se puso en blanco y quede en shock desde que escuche la frase “ Lamentablemente falleció hace algunas horas ”… después de eso, mi mente no logró escuchar el resto del mensaje con claridad … ¡Que estupidez acaba de decir Sofía! –Pensaba. Por favor, Estamos hablando de Emilio, ese chico alto, fuerte, con energía y buena actitud para hacer toda clase de cosas… ¡No!… ¡Claro que no!... ¡Él no puede haber muerto!... Era imposible y yo no me resignaba a creerlo.
Ese insoportable temblor que tanto odiaba se apodero de mi cuerpo repentinamente. Con el corazón colgando de un hilo, corrí hacia la contestadora y comencé a presionar los botones desesperadamente, intentando reproducir la cinta una vez más. Esto tenía que ser una broma… ¡Eso es, una broma de muy mal gusto!
Mientras escuchaba nuevamente el mensaje, por más que intentaba prestarle atención, me resultaba imposible hacerlo. “ Lamentablemente falleció hace algunas horas ”… Esa maldita frase me hacia desconectarme por completo del mundo. La voz de Sofía no parecía la de alguien que estuviera jugando, sino todo lo contrario. Aunque sus palabras eran claras y concretas, había algo en ellas que no me agradaban… “Sinceridad”…
Mi mente se repetía una y otra vez que ese mensaje era para otro Marcelo. Algún Marcelo de otra ciudad, incluso de otro país, pero no era para mí. Ese Marcelo en algún lugar muy muy lejos de aquí… que también conocía a alguien llamado Emilio… pero que definitivamente no podía ser yo.
Aunque suelo ser muy centrado en todos los aspectos, esto… esto era demasiado para mi. Mi mente estaba inestable y me hacia pensar incoherencias, no aceptaba que mi Emilio estuviera muerto; Pase largo rato escuchando una y otra vez la cinta… pues aun no lo podía creer. Después de un rato supe que lo había asimilado, cuando mis emociones se desbordaron y rompieron mi fría barrera e inevitablemente comencé a llorar desconsoladamente, cosa que había jurado no volver a hacer jamás.
Arroje con todas mis fuerzas la contestadora directamente a la pared haciéndola volar en mil pedazos frente a mis ojos y no lo pensé dos veces, cuando ya estaba empacando algo de ropa desesperadamente y llamando de vuelta a Sofía para confirmar mi asistencia al entierro.
La tristeza desapareció de pronto y el odio tomó su lugar. Por una parte estaba molesto conmigo por haber olvidado la promesa que me había hecho años atrás, en la cual juré que algún día regresaría para estar con Emilio… aunque ahora ya era demasiado tarde y mis padres eran los culpables de haberme alejado de su lado y ahora eran ellos los que ayudaron a Sofía a contactarme…
-¡¡HIJOS DE PUTA!! – Gritaba como loco mientras me jalaba con fuerza los cabellos
Me llenaba de dolor y tristeza el saber que los culpables de todo esto eran los miembros de mi familia… después de haberme alejado de ellos, de mis amigos y de Emilio ¿Ahora les remuerde la conciencia y quieren hacer lo correcto cuando se enteran de su muerte?... Ahora que el murió… se interesan tanto por mi que le dan a Sofía mi numero para que me diga que mi gran amor ha muerto… ¿No les basto con alejarme de el?... ¡¡Carajo!!
-Te amo Marce… ¡Recuérdalo siempre!... solo serán algunos días en lo que a tus padres se les pasa el coraje… ¡Ya veras! –Fueron las palabras con las que Emilio intentaba mitigar la agonía que sentía.
Había logrado escaparme un momento de casa. Mi padre estaba en su trabajo y mi madre había salido a comprar algunas cosas para la despensa, por eso aproveche para salir y estar un momento con Emi. Tenia varias semanas que mis padres no me dejaban asistir al colegio, ni mucho menos salir a la calle.
Necesitaba verlo, necesitaba un abrazo de él, una caricia de afecto… con una simple mirada de ternura que irradiaban sus ojos pardos me conformaba… Pues desde hacia todo ese tiempo, mis padres ni me dirigían la palabra… Ni se dignaban a mirarme con desprecio… ¡Ni para eso vales la pena!... me dijo mi padre en una ocasión. Me sentía solo, sin vida y como una basura de ser humano.
Mis padres querían que estuviera en mi cuarto y no saliera de allí… Solo esperaban con ansias el día en que el chofer del internado en el cual estaban por arraigarme, viniera por mí lo más pronto posible para llevarme lejos… para deshacerse de mí al fin.
Yo era un donnadie en ese “hogar”, a ciertas horas del día escuchaba como dejaban caer una bandeja frente a mi cuarto, en la cual había algo de comida y agua, que seguramente me daba alguno de mis hermanos, ya que en ese tiempo, eran mas pequeños y se podría decir que aun no me aborrecían… como lo hacen el día de hoy.
Era el único contacto que podía tener con ellos… era como si no existiera. Los gritos e insultos también habían cesado, pero eso era peor. Imploraba aunque fuera una grosería por parte de mi padre… o una mirada de desprecio por parte de madre… pero nada de eso llegaba. El ser ignorado por tu propia familia, la cual amas y alguna vez te sentiste amado por ellos… es de las peores cosas que he sentido en mi vida, pero… “Ni para eso vales la pena” fueron las ultimas palabras que escuche por parte de ellos, ni para merecer su odio valía la pena y esa era la verdad…
Habían transcurrido pocos días desde el día de Navidad… en el cual tampoco fui invitado. El escuchar el sonido de la vajilla cara contra el cristal del comedor me partía el corazón… Los días de navidad yo era el encargado de acomodar la mesa para la cena, mientras ese olor a pavo ahumado provenía de la cocina esperando a ser cortado y servido con una ensalada verde. Me gustaba cerrar mis ojos y quedarme calladito para poder escuchar la charla de mi familia y sus risas provocadas por lo bien que la estaban pasando, para así sentirme parte de ese momento… ocupar mi lugar que permanecía vacío, comer ese delicioso pavo que cocinaba mama y sentir la brisa fresca que emanaba del ventanal de la casa… me gusta sentir eso, aunque fuera solo en mi imaginación…
-No llores, Marce… por favor, no me gusta verte así… el llanto opaca tus bonitos ojos –Decía Emilio sonriendo mientras secaba mis lagrimas con sus dedos –Yo no me olvidare de ti jamás y tu vas a regresar pronto… ya lo veras.
-¿Me lo prometes? –Dije con inocencia mientras me dejaba envolver por los brazos de Emilio, los cuales me sostenían con dulzura.
-¡Te lo juro por mi propia vida!… Te esperaré el tiempo que sea necesario, tú y yo volveremos a estar juntos –Sentenció con firmeza en su voz sin que esta se quebrace ni por un segundo, me miro fijamente a los ojos y me besó por ultima vez…
El mundo de gente, sollozos y música fúnebre me hizo aterrizar de mis pensamientos y me incorpore lo más rápido que pude, pues aun seguía sentado al costado de la fosa.
Me alejé unos cuantos metros para observar todo desde una distancia considerable, pero sin llamar la atención de mi presencia, aunque daba igual, dudaba mucho que alguien se acordara de mi rostro después de tanto tiempo. Una inconfundible voz me sorprendió por la espalda haciendo que me girara para ver a una muy diferente Sofía. Los años le habían sentado bien, se veía muy linda a pesar de estar vestida completamente de negro y con los ojos enrojecidos por haber llorado hace poco.
-Que gusto que hayas venido Marce, es muy importante para la familia contar con tu presencia en estos momentos .
- Bueno, ya te había dicho que vendría, además hago esto por Emilio, no por ustedes, así que no esperen que diga unas palabras o algo así, me resulta muy duro volver a la ciudad y no quiero encontrarme con mi familia o que se enteren que estuve aquí, espero me comprendas.
-Me parece bien Marcelo… tendrás tus motivos y los respeto. Estoy segura de que Emi esta feliz de que estés aquí… Donde quiera que este mi hermanito ahora –Decía Sofía esbozando una sonrisa y mirando al cielo.
Todos en esa pequeña ciudad sabían que Emilio y yo éramos los mejores amigos… lo que no sabían era que había algo mas entre nosotros… un amor tan grande que por lo anticuada y conservadora que era la gente de allí… teníamos que mantenerlo en secreto, aunque no me importaba pues estar con el, aunque fuera a escondidas, me hacia completamente feliz.
-Yo también espero eso Sofía... –Dije torpemente pues no sabia que contestar, nunca he sido bueno con las palabras y menos para consolar a otros.
-Vale Marce, ya va comenzar la ceremonia, ¿No piensas acercarte? –Inquirió ella con sus nostálgicos ojos pardos viéndome fijamente.
-No… Prefiero hacerlo cuando no haya tanta gente. Desde este punto puedo observar todo con claridad, creo que ustedes como su familia tienen más derecho que yo –Argumente sutilmente, además… no quería que nadie me viera llorar.
-Disculpa Sofía… No quiero ser inoportuno pero, quería preguntarte algo… –Dije con la voz temblorosa, delatando así mis intenciones.
-Cáncer, Marcelo… Él falleció de cáncer –Replicó Sofía mientras caminaba a paso lento hacia sus familiares y sin regresar su mirada hacia mi.
¡Estúpido! –Me reproche de inmediato.
Sofía había contestando a mi pregunta sin siquiera habérsela formulado, aunque era bastante obvio con el tono de voz que use para dirigirme a ella. Me sentí como un completo idiota pero ya no podía disculparme, pues esta ya se encontraba al lado de su madre.
Me encontraba a unos siete metros de la fosa donde descansaría el inerte cuerpo de Emilio cuando de pronto, un gran nudo se hizo presente en mi garganta y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas al ver ese gran ataúd de madera dirigirse hacia nosotros.
Fue una imagen muy dura para mí ver al padre y a los dos hermanos menores de Emilio, cargando en sus hombros la caja que contenía los restos de este con mucho dolor en sus rostros. Otro joven que rondaría mi edad, era el cuarto integrante que cargaba con el sufrimiento y el dolor de las personas que nos encontrábamos allí en sus fuertes hombros.
Fueron unos largos y agonizantes 45 minutos los que duro la ceremonia. El ataúd de Emilio se lleno de flores, cartas, dibujos y un sinfín de cosas de todos los asistentes, desde siempre fue un chico admirable y con gran carisma, lo que le hacia muy querido por muchísimas personas de todas las edades.
Poco a poco los asistentes fueron marchándose después de haber rellenado por completo la fosa con esa desagradable tierra oscura de cementerio, hasta que solo quedaron allí uno que otro chico y los familiares más cercanos de Emilio, quienes ya se disponían a partir también.
Aproveche entonces ese momento para acercarme y poder darle mi ultimo adiós, pero los padres de Emilio se percataron de mi presencia y me vieron asombrados e intentaron acercarse a mi, pero afortunadamente Sofía los detuvo dándome así la privacidad que tanto anhelaba en esos momentos…
Me acerque y me situé en el mismo lugar, al costado de la fosa como lo había hecho la primera vez que estuve allí. El sitio no lucía muy diferente a pesar de tener flores hermosas, globos y coloridos mensajes por todos lados.
La fría y pálida piedra que llevaba gravado el epitafio de Emilio, hacían darle esa misma impresión de tristeza y melancolía al lugar. Me costaba muchísimo “despedirme” de el… Sabia que lo podía hacer desde mis pensamientos, pero nada se me venia a la cabeza.
Me sentía en un torbellino de emociones y después de largo rato observando fijamente su nombre grabado en la lapida, comencé a llorar desgarradoramente. Lloraba de frustración, dolor, odio, rencor y por un sinfín de cosas mas aparte de la partida de mi amado, también por el distanciamiento que habíamos tenido y el profundo odio que le tenía a mi familia, por ser los únicos testigos de nuestro amor y a la vez, los causantes de toda esta mierda.
Creo que después de tanto tiempo haciéndome el fuerte y contener mis emociones, ya no sabia como controlarme cuando estas me superaban. Comencé desesperadamente a enterrar mis manos en la tierra intentando sacar el cuerpo inerte de Emilio, quería liberarlo de ese oscuro lugar y tenerlo una vez más conmigo… Una ultima vez para abrazarlo y besarlo… ¡Solamente eso quería!
Sentía las miradas incrédulas de las pocas personas que aun había por los alrededores observándome con lastima como gritaba y arrojaba grandes cantidades de tierra con mis puños de un lado para otro, pero nadie me detenía…
Por suerte alguien se apiado de mí, y me tomo con firmeza del abdomen para apartarme de allí, mientras pataleaba y gritaba porque me soltara, pero eso nunca sucedió.
Deja de hacer eso… solo te estas haciendo daño –Exclamo el chico que junto con el padre y los hermanos de Emilio, ayudo a cargar el ataúd de este, mientras me apartaba lejos de allí y me sostenía con fuerza.
Después y sin decir ninguna palabra, me abrazo repentinamente con una dulzura que no puedo describir, pero que inmediatamente me hizo sacar todo aquello que sentía, me desahogué inconsolablemente en su pecho y después de un rato me aparto de él poniendo sus manos en mis hombros.
-Ya es suficiente amigo, es bueno sacar nuestro dolor, pero también hay que ser fuertes ¿Vale? –Me decía mientras me miraba con sus penetrantes ojos verdes como esmeraldas.
-Tienes razón… Muchas gracias
-No, no agradezcas… ¿Cómo te llamas eh? – Pregunto gentilmente tratando de tranquilizarme.
- Soy Marcelo –Conteste a secas mientras miraba hacia otro lado.
-Un placer Marcelo, yo soy Rodrigo… Yo también era amigo de Emi, ese chico era muy querido por todos y aunque me duele mucho su partida… algunos debemos hacernos los fuertes por los demás… aunque por dentro estemos igual o peor que ellos –Decía cabeceando levemente en dirección a un grupo pequeño de chicos y chicas quienes lloraban desconsoladamente.
Unos firmes pasos que se acercaban detrás de nosotros llamaron nuestra atención de inmediato, me sorprendí al ver que se trataba de Julieta, la madre de Emilio, quien me miraba fijamente y me saludaba con una diminuta sonrisa entre sus labios.
-Bueno Marcelo te daré algo de privacidad, creo que quiere hablar contigo –Explico Rodrigo mientras veía a la Sra. Julieta –Si necesitas algo, lo que sea, solo dímelo ¿Vale?... Sofía sabe como localizarme –Finalizo mientras me palmeaba el hombro y se marchaba a paso lento.
-Vale, gracias Rodrigo –Le grite a media voz mientras lo veía alejarse y pasar justo al lado de la madre de Emilio, ambos se despidieron cordialmente y se dijeron unas cuantas palabras que no pude escuchar, pero si me percate que ambos sonreían.
Después cada uno siguió su camino. La madre de Emi no tardo en llegar hasta donde me encontraba y se dirigió a mí de una forma muy serena, aunque en el entierro la había visto totalmente devastada.
-¡Marcelo!... Gracias por tomarte el tiempo de venir a despedirte de mi hijo, eras muy importante para el y me da gusto que estés aquí –Explicó con un tono maternal.
-Hola señora… no agradezca, en verdad, yo se lo debía a Emilio… Lo hice con mucho cariño –Conteste un tanto apenado por todo el drama que había causado antes.
-Y bien, dime… ¿Piensas quedarte unos días en la ciudad?
-No señora, solamente por esta noche, tenia pensado quedarme un par de días, pero creo que no hace falta que lo haga.
-No se diga más… Ya mande a mis hijos a traer tus maletas, si quieres puedes quedarte en casa. Emilio dejo algo para ti y quisiera dártelo personalmente.
-No, enserio no hace falta, me quedare en un motel y pues mañana puedo pasar por su casa antes de marcharme…
-Insisto Marcelo, te vez muy agotado y en el estado en el que estabas hace unos momentos no puedo permitirte que estés solo, por favor, acepta la invitación de esta vieja, si no me dejarías muy preocupada.
-Esta bien, solo porque usted me lo pide… pero solo será una noche, ustedes pasan por un momento difícil y no quiero incomodarlos en lo absoluto.
Julieta sonrió como aliviada y me tomo del brazo para caminar lentamente hacia la salida del cementerio, donde ya nos esperaban su esposo y sus hijos con mis maletas que había dejado olvidadas por lo mal que me había puesto.
El trayecto a su casa fue incomodo, admiraba la inquebrantable fortaleza que tenían como familia e individuos, pero estaba seguro que el fondo cada uno guardaba en silencio su dolor intentando seguir con sus vidas, era rara su actitud pero siempre habían sido así, por lo cual ya no me sorprendía mucho.
Al llegar todos estábamos muy cansados, así que me asignaron en la habitación de huéspedes y cada uno se fue a su respectiva habitación a descansar. Yo me eche en la cama y me quede viendo al techo, mientras podía respirar una extraña pero familiar sensación en el aire, creo que aun quedaba algo de Emilio en la casa y eso me hacia sentirlo cerca de mi.
Pasaron unas horas y aun escuchaba ruidos en la casa, seguramente nadie podía dormir y no era para menos. De pronto alguien llamó a la puerta sutilmente, haciéndome incorporarme y caminar hacia allí.
-Perdón por molestarte Marce, pero no podía dormir… Además, quería entregarte lo que Emilio dejo para ti…
-No se preocupe señora, no podía conciliar el sueño de todas formas… ¿Qué es lo que dejo Emilio para mi? –Pregunte intrigado.
-Bueno… No se como decírtelo, es mejor que lo veas por ti mismo, sígueme por favor –Decía la señora caminando por el largo pasillo de la casa.
Me guio por todas las habitaciones, hasta llegar a una en especial, en la cual se detuvo y se giro hacia mi con un dulce semblante en su rostro.
-Esta es la habitación de mi querido Emi, anda, entra, tu regalo esta allí dentro…
Me quede un rato tragando saliva, mientras comenzaba a sudar repentinamente, tome la perilla de la puerta y la gire despacio mientras empujaba hacia dentro con suavidad, me sentí extraño, se sentía una energía muy fuerte en la habitación y era el único lugar de la casa que no lucia… triste, sino todo contrario. Reconfortaba el solo hecho de verle, entramos y me pidió que me sentara en la cama mientras ella buscaba algo entre uno de los cajones del closet, del cual, saco de allí una cajita de tamaño mediano y me la entrego sin muchos rodeos.
-Bueno, te dejo solo para que le des un vistazo... ¡Buenas noches! –Decía Julieta mientras salía de la habitación y cerraba la puerta tras su espalda suavemente.
Quite cuidadosamente la tapa de la caja y me quede extrañado al ver su contenido. Había tres cosas dentro de ella… Una especia de libro, mas bien un diario ya que tenia una pequeña cerradura y un candado de esos pequeños con combinación, también había una hermosa cadena de plata con gruesos eslabones y un trozo de papel doblado cuidadosamente por la mitad…
Tome la cadena dejándola deslizarse sobre mis dedos y la lleve hacia mis orificios nasales, tenia impregnado el aroma de Emilio en ella, lo cual me hizo llevarla hacia mi pecho y presionarla con fuerza sobre este mientras cerraba mis ojos…
Después de un rato me la puse rodeando mi delgado cuello con ella y tome el trozo de papel, mientras me disponía a abrirlo suavemente… intrigado por saber que había escrito en el...
Continuara…
Bueno esta es la parte introductoria de la historia espero no confundirlos, como verán no describo mucho a los personajes ni cuento la historia de su pasado en su totalidad, ya que en el próximo capitulo hare todo eso de una forma media peculiar. Les invito a comentar para saber si les agrada y pues resolver sus preguntas si es que las hay… un fuerte abrazo de mi parte, que estén muy bien… y prometo un final feliz a todo esto. A y disculpen por volver a subirlo… tuve una incongruencia con el nombre de un personaje y lo quise corregir… espero ya quede mas claro. Saludos.
-Inexperto18