Recuento (02: Mis primeras mujeres)
Terminando mi adolescencia (a mis 17½ años), y la secundaria (en el último año de ésta), llegaría a conocer a Yolanda, la guapísima y buena muchacha que me desvirgó.
Recuento 02
Mis primeras mujeres
Terminando mi adolescencia (a mis 17½ años), y la secundaria (en el último año de ésta), llegaría a conocer a Yolanda , la guapísima y buena muchacha que me desvirgó.
Final de la secundaria
Yolanda
Disculpen que me extienda con el relato de Yolanda , pero es que como fue la mujer que me desvirgó, ocupa un lugar muy especial en mi vida
Yolanda y yo nos conocimos cerca de mi casa, no más comenzando enero de 1982. Ella tenía unos 22 años, y yo 17. Era trigueña; con un cabello negro enmarañado, de mi misma estatura, con una buena silueta, tetas pequeñas, ¡Y unas caderas mortales! Sus piecitos no podría ser de otro modo- eran preciosos, sin pintura alguna en las uñitas de sus deditos, pero éstos eran limpios, bien recortados, y al igual que sus plantas sin ninguna resequedad.
Ella estaba visitando durante esas vacaciones a una hermana suya que se había recién mejorado de su primer hijo, y Yolanda (que no estudiaba y era de la zona Sur de mi país) se ofreció a ayudarla en las tareas de la casa.
Yolanda y yo nos tuvimos simpatía desde el primer día en que nos conocimos, una vez que nos topamos ("coincidimos") en una pulpería. Muy pronto, claro, mis hormonas me pusieron en alerta, y comencé a tratar de robarle besos cada vez que nos despedíamos hasta que una tarde-noche de tantas que estuvimos charlando en la acera al frente de su casa, tomó ella la iniciativa y me besó con buenas ganas. Y desde ese momento me entró el deseo de cogérmela, y por la manera en que ella se me restregaba hacia la zona de mi verga, entendí que ella también lo quería ¿Pero cómo hacer si para esa época yo era un simple estudiante de secundaria que no tenía ningún ingreso económico, salvo la mesada mínima que mi padre podía darme, y no tenía la inventiva que más tarde obtuve?
Pues bien, un sábado en la tarde, aprovechando que toda mi familia andaba de paseo relativamente lejos, se me ocurrió llevarme a Yolanda a mi casa, para ahí "apretarnos" (besuquearse y tocarse entre jugando y en serio) con tranquilidad. Ella, con un poco de temor, tuvo a bien entrar a mi casa, y en el sillón principal de la sala de estar comenzamos nuestra faena. Estaba yo en lo mejor de una majada de sus tetillas, y ella chupándome la lengua, cuando escuchamos que mis padres habían llegado en el auto, y mientras la sacaba por la puerta del frente ocultándola de mis padre que estaban entrando por la cochera, alcancé escucharle decir: "Juanc, ¿Cuándo hacemos el amor?" .
Me quedé mudo y no lo respondí, pero de inmediato pensé: "¡Por Dios!". "¿Pero cómo voy a hacerlo si soy virgo y no sé, en realidad, cómo se culea?" . Le di un beso, le dije que luego le diría, y la despedí. (Esa noche me masturbé como un loco pensando en esas caderas tan anchas de Yolanda ).
Como sea, el domingo siguiente fuimos mis padres, mis hermanos y yo, a visitar la casa de unos tíos, y tuve la fortuna de que de milagro estuviera ahí mi primo Beto (que me lleva unos 12 años), y que era conocido como el "primo malo". Le conté a Beto la historia de Yolanda , y para mi sorpresa me hizo un doble ofrecimiento: que a cambio de ayudar en mi desvirgamiento, me prestaría el dinero suficiente para pagar un motel ("hotel de paso"), y sólo un taxi de salida del lugar, pero con la única condición de que él nos llevaría en su auto al motel. (Luego entendería que el muy cabrón de Beto , lo que quería era fisgonear cómo era la primera mujer de mi vida, para burlarse de mí. Pero pobre de él, porque Yolanda , sí, era un mujerón).
Estuve de acuerdo. Le pagaría el préstamo en seis meses (con humildes tractos tomados de mi mesada); me puse de acuerdo con Yolanda (que por increíble que parezca entendió el punto de mis escuálidos ingresos), y quedamos de irnos a pisar ("culear", "follar") el siguiente sábado en la tarde. Mientras tanto, hablé con un conocido ( Carlos) que trabaja en una farmacia, para que me recomendara métodos de anticoncepción, y me ofreció un buen paquete: un trío de condones, y un par de óvulos que tendría que meterle a Yolanda . Ni modo, entendí la teoría pero de la práctica seguía como un bestia. Por eso, me compré seis condones, para practicar con tres cómo era que se ponían en la verga Claro, me resultó un lío.
Llegado por fin el día tan esperado, como a las 3:00 p.m. Beto nos recogió cerca de mi casa, acompañándose el muy cabrón de Giovanni , el compinche suyo de correrías. Yolanda ni habló durante el trayecto de 5 kilómetros hasta el motel, y yo temblaba como conejo. Cuando llegamos al lugar, Yoli y yo nos bajamos, nos despedimos de mis compas (que no podían disimular la lujuria que ella les provocaba), cerré el portón, ellos se fueron, entramos a la habitación, y pagué.
Después de efectuado el pago, y de haber pedido yo un par de gaseosas (¡Qué imbécil! Luego supe que hubieran servido mejor unas cervecitas), comenzamos a besarnos Yolanda y yo, a tocarnos por encima de la ropa y a jadear ambos. Así estuvimos como media hora, hasta que torpemente me arriesgué a irla desnudando poco a poco. Sus tetitas estaban coronadas por un par de pezones color café oscuro, gruesos, generosos. Su cadera, nalgas y muslos no tenían nada de estrías; sus piernas eran regordetas y lindas; sus pies estaban como siempre, divinos y tenía su sexo muy, pero muy peludo, pero estético.
Ante ese panorama, mi verga estaba a punto de explotar. Mientras la besaba y le chupaba los pezones, comencé a desnudarme mientras ella me restregaba el paquete con una mano y con la otra me tiraba de la cabeza hacia ella. Cuando ya estuve en pelotas, rápido me acosté a su lado para ocultar mi delgadez (que aún padezco), y acto seguido ella apagó la luz (y yo de imbécil no dije nada), y siguió besándome.
Como, repito, yo estaba por regarme, recordé que era buena idea "jugar" un poco con el sexo de las mujeres antes de meterla, por lo que comencé a hacerle una masturbación pésima masturbación, debo admitirlo hoy, hasta al punto de que muy pronto le sonaba a Yolanda su panocha con el clásico "chas, chas, chas". Y cuando sentí mi mano empapado con sus jugos, tuve la ocurrencia de comenzar a bajar mis besos por su pecho y su vientre, en dirección a su sexo para mamárselo.
Pero entonces, ¡Oh sorpresa! ¡Me olió a pescado! Sí. Justo cuando comencé a acercarme a la pelambre del panocho de Yolanda , me llegó un olor como a marisco; como a pescado crudo (a "ceviche", ese platillo de Centroamérica y Perú que se hace de carne de pescado cocinada en jugo de limón, que es una delicia, por cierto, cuando se acompaña con una cerveza); como a caldo de mejillones ¡Y me dio miedo y opté por devolverme a la boquita de Yoli ! (Hoy me río de mi ingenuidad, porque la lubricación de las glándulas de Bartolini, las que le dan ese olor característico a la intimidad de las mujeres sanas, que sí, recuerda un poco el olor de los mariscos, yo lo confundí con algún problema en el chocho de mi amiga. ¡Cómo me arrepiento de no haberme devorado el sexo de esa mujercita! Claro, hoy me justifico con el hecho de que jamás había olido una tan vaginita aseada como la de ella).
Pasado mi susto (!), procedí entonces a la ingrata tarea de ponerle a Yolanda el óvulo anticonceptivo, y la más ingrata tarea de ponerme el preservativo. Hice ambas cosas (y debo reconocer la absoluta bondad de Yoli por no haber chistado por nada), le metí la verga ¡Y-me-regué! Ah la puta, sí, me regué con un par de espasmos que hice en cuanto sentí la ternura y el calorcito del huequito de Yolanda . Recuerdo que pegué un grito a lo Tarzán, pero mi pito se vomitó en un instante.
La buena de Yolanda no dijo nada, pero le tuve que confesar que era mi primera vez. Ella sonrió, me ayudó a quitarme el condón, se limpió un poco la humedad del óvulo que le había colocado, se puso el otro, y cuando miró que mi picha ya estaba lista de nuevo (recuerden que yo tenía 17 años), me ayudó con otro condón, nos besamos, le chupé las tetas, le metí la verga otra vez ¡¡¡Y otra vez me regué!!! Sí amigas y amigos, me cagué en todo.
Después de dos regadas en media hora; con el olor a pescadito alegre que inundaba la habitación, con los caldos del óvulo y el lubricante de mis condones; con mi verga hecha una mierda; con Yolanda mal cogida dos veces; y yo muy contento por mi faena Yoli entró al baño a arreglarse, luego lo hice yo, llamé un taxi; crucé los dedos porque me alcanzara el dinero; nos bajamos cerca de su casa; la besé de nuevo; le dije que teníamos que repetirlo y me fui. (Sí, fui una mierda de varón ). En cuanto a mi desvirgamiento, pues en realidad ni me di cuenta de ello, porque a pesar de no ser circuncidado, la verdad es que mi pene estaba intacto
Días después Yolanda no atendió mis llamadas, y más tarde supe que se había ido para su casa. No entendí yo que le pasó a ella, aunque algo me latía al respecto, aunque muy pronto olvidé esa "sensación", y por eso, iniciadas las clases de mi último año en la secundaria, me ufané frente a mis compañeros de clases (con pruebas, es decir, los empaques de los dos óvulos y de los
seis
condones) de mis proezas sexuales, y entré a formar parte del selectísimo grupo de los culeadores del colegio.
Muchos años después me encontré a Yolanda en el centro de la capital de mi país. Ella siempre tan amable me sonrió, preguntó sobre mi vida, y nos separamos. Al alejarnos, giré para mirarla de nuevo, pero esta vez reconociendo para mis adentros la pésima cogida que le di, pero lo bueno que fue para mí su trato tan comprensivo aquella vez Y también reconocí lo endiabladamente fea que estaba: con el pelo corto; el andar de un paquidermo; y tan cuadrada como un ropero. Ah, y que la seguían cuatro hijos más feos que ella en ese entonces
xxx
Vilma
Vilma era puta. Sí, sí, era una puta. No sé si ya se murió, pero era puta. Y con ella sufrí algo muy feo.
Resulta que a mediados del año 1982, mi primo Beto me invitó a un paseo que habían organizado en su trabajo, propiamente a una finca situada bastante lejos de mi ciudad, y tanto, que había que irse en tren Y para allá nos fuimos.
En realidad yo era un mocoso en medio de un montón de adultos, que bailaban, tomaban y disfrutaban del paseo. Yo estaba aburrido como una almeja, por lo que Giovanni (el compinche aquél de Beto ), me llevó un cuarto de botella de aguardiente para que me entretuviera. Claro, me emborraché al igual que la mayoría de los que estaban en el paseo.
Del viaje de regreso no me acuerdo de nada. Beto , Giovanni y yo veníamos hasta el culo de ebrios, tonteando como mozalbetes (bueno, yo sí lo era), y por eso, cuando nos bajamos del tren al llegar a nuestra ciudad, ellos tuvieron la ocurrencia de irnos a tomarnos un último trago a un bar de mala muerte cercano a la estación. Ahí tomamos un par de cervezas, nos comimos unos deliciosos taquitos de queso, y en eso Beto propuso que fuéramos a culear a la "1215". (Los ticos cuarentones como yo, recordarán que hubo en ese entonces en San José un putero ("prostíbulo", "casa de citas") de mala muerte localizado en una casa con el número "1215", frecuentado por tipos de las zonas rurales, que al llegar solos a "la gran ciudad", se les paraba el pico e iban a culear a lugarcillos como ese).
Yo, borracho como estaba, sólo me dejé llevar, pero les advertí a mis acompañantes que no tenía plata. "No importa, entre los dos te pagamos la puta" , dijeron ellos y a culear nos fuimos. Al llegar al putero, la que me atrajo fue una puta que me duplicaba en más mi edad (unos 42 años). De pelo largo y casi rubio; muy entradita en carnes; con cara simpática y mirada maliciosa; se llamaba Vilma , o al menos ese era su nombre de batalla. (Recuerdo su nombre, por este recurso de asociación de ideas: mentalicé que el nombre de esa puta tenía que ver con "Los Picapiedra" ).
El lugar ese y el método, no podían ser más decadentes. Toda la estructura de la casa era de madera. Las putas estaban sentadas en los "sillones" de la "sala de estar". Uno la elegía; se iba donde el rufián; pagaba; te daba un número y a esperar que algún cuartucho se desocupara, mientras hablabas tonteras con la puta electa. Cuando algún cuartucho quedaba libre, la puta saliente gritaba: "La que sigue" , y entonces la damisela de turno te invitaba a entrar. Ya ingresados al antro, sólo había un camón de porquería, un espejo, y un balde con agua fría (que cada puta cambiaba antes de salir), para lavarse las porquerías antes o después de la culeada.
Ese procedimiento lo seguimos Vilma y yo, de manera tal que mientras ella se mal-lavaba el coño, yo me desnudé y comencé a sobarme la verga. Entonces Vilma se acostó a mi lado (claro, con toda la "iluminación" encendida), y de inmediato me pidió permiso "Para chupársela, papi" y cómo no, la autoricé para que me hiciera la primera fellatio de mi vida.
¡Qué puta delicia! La muy puta de Vilma , me chupó la verga como pocas hasta el día de hoy. Como puta clásica, no me dejó que la besara (porque yo quería el morbo de besarla con sabor a mi picha en sus labios), pero me pulió el garrote de una manera experta: se tragaba todo el tallo, y apretando fuerte sus labios, estiraba todo el pellejo de la verga hasta rematar metiéndome la punta de su lengua justo en el canal de mi uretra.
En esas estuvo Vilma por mucho rato, hasta que entonces me hizo colocarme sobre ella para que la penetrara previa colocación de un condón que ella suministró al efecto, pero todo eso sin que yo me diera cuenta (por cierto, ese es un arte que sólo las putas muy expertas, o los travestis, dominan). Esta vez aguanté unos diez espamos y me regué De inmediato, ya evacuados mis güevos, Vilma me hizo levantarme, me sonrió, me mandó a lavarme la picha, y me hizo salir del cuartucho.
Cuando llegué donde Beto y Giovanni , éstos hacía rato me esperaban en la sala de las putas; les conté mi historia con la "Picapiedra", y entonces hicimos mutis. Salimos, nos montamos en el carro de mi primo, y me depositaron al frente de la puerta de mi casa (sí, porque yo no echaba más), y se fueron
Un par de meses después, un buen día me levanté con una picazón increíble en los güevos y en la raíz de mi verga. Antes de ducharme, rascándome como un perro sarnoso, noté unas extrañas "boronas" en mi pene y mis testículos. Mirándolas fijamente, me sorprendió que esas "boronas", ¡¡¡Se movían!!! ¡Qué mierda! Yo era un niño en cosas sexuales, pero eso que se movía en mis genitales no podría ser otra cosa más que más que ¡PIOJOS!
Y sí lo eran. La puta de Vilma , o mejor dicho, Vilma la puta y su camón, me habían contaminado de piojos genitales ¿Qué hacer? Acudí donde Carlos (el de la farmacia de los óvulos para Yolanda ), quien me dio el remedio: depilarme todo mi sexo; rogar a Dios que no contaminara a mi familia; y que todas las noches me pusiera "benzoato de bencilo" para matar a los piojos y sus huevillas.
Una vez asimilada la resaca moral que esa noticia me provocó fuera pelos; mucho linimento nocturno; y a esperar. A la postre los malditos animalitos se murieron, así como sus huevitos; me creció el pelo de la verga y sus acompañantes; y nadie de mi familia resultó afectado.
La puta Vilma esa, me había contaminado ¡Pero qué rico me mamó!
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Kimberly
Kimberly también era puta, y de las callejeras.
Ya graduado de la secundaria y en espera de mi ingreso a la Universidad de Costa Rica, una noche salimos de farra mi buen primo Beto , mi buen Giovanni , y yo.
Nos emborrachamos en un barcillo segundón cercano a la casa de mi pariente, y entonces a los tres se nos paró la pinga ("picha", "verga", "pene", "pico", etc., etc.). (Claro, ¿Cuándo a un varoncito que toma licor, no se le alborota el bajo vientre aunque ya no le sirva para nada?). En el auto de Beto nos fuimos a merodear la zona de putas de la capital, frecuentada como siempre por gringos de la tercera edad, casi siempre ex-marineros, y por viejecillos citadinos, ricachones, en busca de aventura.
Andando, pues, en esa cacería, los tres admiramos a lo largo la silueta de una sirenita Kimberly , a la que abordamos de inmediato. La verdad es que Kimberly parecía estar drogada. ¿Cómo era posible que una perrita tan rica como ella anduviera en la calle con un cuerpecito tan rico? Nunca lo comprendimos. Pero total, estuvo de acuerdo en venirse con los tres a la vez, al motel que eligiéramos, con la condición de que la culeáramos de uno en uno Y así fue.
Beto condujo hasta un motelcillo de mala muerte, donde los cuatro nos bajamos. Una vez ingresados a la habitación, mientras Kimberly se duchaba, los varones nos la sorteamos: Giovanni iría de primero; Beto de segundo y un servidor de tercero (lo que suele ser una mierda, porque nos toca el caldo).
Llegado el momento, Giovanni tardó cogiéndose a Kimberly 10 minutos; el pobre de Beto a lo más 5 minutos; y este servidor duró, por lo menos, 30 minutos no pudiendo asegurarles, hoy día, cómo fue posible eso, salvedad que hago ahora, de que por la excesiva lubricación de su panocha ("chocho"; "vagina"; "mico"; "zorro hediondo"), quizás mi verga sufrió los efectos de la laguna en que se había convertido su sexo o simplemente porque estaba borracho.
A pesar de que no recuerdo, en realidad, nada más significativo de esa puta barata, al menos le agradecí que no me hubiere heredado un insecto Lo mismo que le agradecí a aquellas buenas hembritas que me complacieron en mis años de universidad y que será lo que les narraré a continuación.
juanctenor