Recuento (01: Mi acercamiento al sexo)

En el primerísimo relato que envié a TR, les narré la atracción sexual que ejercía sobre mí mi suegra. Hoy, seis meses después, ante la falta de respuesta, he optado por dejar hasta ahí esa historia inconclusa, y en su lugar, hacer un recuento, hasta donde lo recuerde, de mis principales anécdotas eróticas. Son verídicas en un 99%... pero ustedes sabrán si me creen o no.

Recuento 01:

Mi acercamiento al sexo

NOTA: Estimados amigos: En el primerísimo relato que envié a TR , les narré la atracción sexual que ejercía sobre mí mi suegra, y las maniobras que había comenzado a hacer para satisfacer mi intención de hacerla mía. Hoy, seis meses después, ante la falta de respuesta de Rebeca (mi suegra), me harté de todo eso, y he seguido mi vida junto con mi esposa, mi familia, mi trabajo y mis amistades, y con un par, o tres, amigas íntimas, con las que suelo contar siempre para completar mi lujuria. Entonces, ante el fracaso con mi suegra, he optado por dejar hasta ahí esa historia inconclusa, y en su lugar, hacer un recuento, hasta donde lo recuerde, de mis principales anécdotas eróticas. Son verídicas en un 99%... pero ustedes sabrán si me creen o no.

A finales de 1976, a mis 12 años, no sabía nada del sexo. Pocas semanas antes de graduarme de la primaria, Patricia , una vecinita de mi misma edad, me robó un beso en la boca en el patio de mi casa. Me enojé mucho con ella, la expulsé, nunca más volví a jugar con ella, y seguí siendo el tonto de siempre. ¿Las mujeres? No existían en mi mundo; prefería mirar en la tele las series aquellas japonesas, de Ultra-Man y Ultra-Siete. (Años después, ya un adulto joven, me topé con Patricia : ¡Por Dios! Estaba hecha una diosa, y yo un simple enclenque al lado suyo; cruzamos un saludo, y nunca más lo volví a ver).

Al año siguiente (1977) entré a la secundaria, a un colegio católico "guiado" por sacerdotes alemanes. Descartando al Director, quien era algo amanerado y jodía por ser "el Director", los restantes curas y los profesores no nos jodían con nada a los compañeros y a mí, salvo cuando nos pillaban fumando –tabaco– en lo alto de unos árboles de mango sembrados al lado de los pasillos de las aulas.

xxx

No más iniciado el curso lectivo, un buen día percibí al momento del recreo, que al pie de uno de aquellos árboles había un murmullo y unas risas contenidas; al acercarme a mirar, me encontré a varios compas que estaban ojeando, todos bien templados ("empalmados"; "a ristre") unas revistillas pornográficas de aquellas alemanas o danesas de los 70’s (¿ "Color Climax" , se llamaban?)… bastante buenas para la época, aunque sólo mostraran peinados afros; moda psicodélica; y viejas peludísimas. De más está decir que hice compañía a los compas, haciéndome el sabedor de lo que miraba, pero preguntándome hacia mis adentros qué diablos eran esos dos pellejos que les colgaba a las mujeres en el lugar donde tengo los güevos ("huevos", "testículos") y por donde les metían las vergas, y cómo harían los fotógrafos el truco ese de que los "actores" masculinos parecía que orinaban leche de vaca, o que le metían sus vergas en el culo a las "actrices". (Fue curioso, esa noche, y muchas más siguientes, me acosté muy templado, pero no acaté nunca a hacer algo al respecto… Como decimos acá en Costa Rica: Nunca se me ocurrió "Ahorcar el Carraco (Pato)" ). Sí, era una bestia en asuntos sexuales. Pero como sea, a los pocos días estaba de aliado de los compas que llevaban al colegio esas revistas, y aprovechándome de eso, en la primera oportunidad que tuve les robé dos hardcore: una de sexo hetero, y otra de lesbianas.

Me encantaba mi botín, pero no sabía qué hacer. Una noche llegaron unos familiares a una fiesta que hacían mis papás en casa, y llego también mi primo Carlos . Este tipo me llevaba como unos diez años (él tendría unos 22), y al rato de estar charlando boberías en un aposento lejano a la fiesta, me atreví a comentarle y enseñarle las revistas. Yo pensé que como a él también le gustó lo que veía, el también se había templado por eso. En algún momento le comenté la exageración esa de los tipos que "orinaban leche", y Carlitos me aclaró el punto, y me señaló que nosotros también podíamos hacerlo. En mi inocencia le pedí que me enseñara… Se sacó la verga, (grande al lado de la mía, pero sí torcida, ¿Fea?), y comenzó a frotarla, lo que se la puso más grande y roja. Llegado ese punto, me dijo que hiciera yo lo mismo. Lo hice. Torpemente comencé a sobármela, y también se me paró. Estando en eso los dos por separado, mi primo Carlitos que dijo que yo lo estaba haciendo mal, por lo que se ofreció a sobármela " para que aprendás ", me dijo. Yo, en mi ignorancia, lo dejé, y ya se imaginan el cuadro: los dos con los pantalones y calzoncillos en el suelo, con las vergas paradas, yo como tonto con los ojos en blanco, y él manipulando los dos penes con frenesí. En eso me dijo que mirara mi pene (luego entendí que mi primo sabía de vergas), y de repente mi miembro expulsó la primera lechita de su vida, y justo cuando para mi extrañeza mi primo comenzó a voltearme (nunca supe, ¿?, para qué) noté que también él comenzaba a eyacular un montón de leche parecida a la dos aquellos "actores" porno. ¡Yo había aprendido a masturbarme al lado de un homosexual, y había podido salvar (como hasta el día de hoy, por dicha), la integridad de mi trasero!

Después de esa experiencia, mi primo Carlitos me insistió en que cuándo volvería él a mi casa para " ensañarme otras cosas ", o iría yo a la de él para que viera unas revistas que me quería prestar… pero nunca aflojé. Mi instinto me dijo que no me resultarían convenientes esas "visitas", por culpa de aquella intención de voltearme cuando nos estábamos masturbando… Meses después Carlos dejó de tocar el punto, y años más tarde supe y entendí que era gay, o al menos bisexual. Mi primo, según mi tía, murió "de un cáncer hepático" (¡Sí claro!) del que nunca se tuvo noticia, y está enterrado desde hace unos 12 años. Carlitos era maricón, sí, pero lo agradecí aquella primera lección de autosatisfacción.

xxx

Desde entonces me hice un fanático de la sobada. Cuando había ocasión, me masturbaba al acostarme; al levantarme; al bañarme; al regresar del colegio; en las tardes. De esos juegos solitarios, eran mi inspiración las revistas aquellas (que luego, mediante trueque, cambié por otras; y así sucesivamente… es decir, me hice un erototraficante); y mi prima Marlene (hermana de Carlitos ), cuyos pies divinos me iniciaron en ese fetichismo; doña Viria (la mamá de un compañero), una putona que con tan sólo mirar te hacía regarte); doña Emilia (la mamá de otro compañero), que tenía las piernas más velludas de todas las mamás); doña Clara (vecina de mi mamá), una regordeta tetona con cara de pocos amigos; y en general, cualquier escoba con enagua que me llamara la atención.

Mis técnicas masturbatorias eran las de siempre: con una media; o un poco de papel higiénico sentado en la cama, una silla, o en la tapa del inodoro; o en la ducha… pero sin jabón. Digo esto último porque una vez, loco como un semental amarrado, me froté tanto con el jabón (jabón-frotada-espuma-jabón-frotada-espuma-…), que una vez que eyaculé se me hizo una ampolla en el prepucio, que me duró mucho en sanar. (Otras técnicas que deseché fueron las de colocar mi vientre suspendido entre mi cama y la de un hermano, de manera tal que pudiera frotar la base del pene en la orilla, para recoger luego en el piso el semen; fue un desastre… porque me desgarré un poco el glande; y otra fue la de tumbarme boca abajo en la cama, frotando el pene contra las sábanas hasta regarme, lo que me resultó fabuloso, porque no tenía que lidiar con una media; me dejaba las dos manos libres para mirar y pasar las páginas de las revistas porno que usaba; además de que simulaba muy bien el intercurso sexual; sin embargo, como el semen manchaba las sábanas aunque lo recogiera en un papel higiénico o una servilleta, opté entonces por colocar sobre éstas alguna camiseta ("t-shirt" o "remera"), sobre la cual me masturbaba, sirviéndome de una vez como receptáculo seminal re-utilizable; no obstante, abandoné este sistema después de que una vez me comencé a masturbar sobre la camiseta, ¡Sin haber notado que estaba llena de hormigas que quién sabe desde cuándo estaban "cosechando" mi semen rancio! Ni les digo la clase de irritación que sufrí por varios días, o a lo que olía esa prenda… Claro, es que en medio de mi erección, fui fiel ejemplo del adagio según el cual: "Cuando la de abajo se para la de arriba no piensa" ¡Ni huele!, agrego.

xxx

En 1980 toqué y chupé el primer par de tetas. Tetotas, más bien. Las de Alejandra , mi primera novia, que vivía a 25 metros de mi casa. Alejandra era hermana de mi compinche de esa época; de mi misma edad; blanca; de cabello negro; con labios delgados; y como buena –y natural– tetona, sin nada de nalgas. Fuimos novios como unos seis meses, hasta que ella tuvo la ocurrencia de pretender "celarme", comenzando a tontear con otro de mis amigos. No aguanté y terminamos, no sin antes haberle podido mal-tocar y mal-chupar ese par de pezones rosados que coronaban sus gigantescas tetas.

La cosa fue que una tarde entre semana y después de recogerla de su colegio, llegamos a su casa, topándonos con la sorpresa de que no había nadie. Todavía con nuestros uniformes puestos, y después de tomar un par de vasos con agua, nos fuimos el sillón principal de la sala de estar. Comenzamos a besarnos, yo a arrimarle el paquete sobre sus enaguas, hasta que por fin logré culminar mi intentona de varias semanas por verle las tetas. Alejandra se abrió un botón… y yo me encargué de abrirle los demás y el sujetador de aquél par de melones. Y se los comencé a mamar como un loco. Y aunque fueron mis primeros chupetazos, creo que se los mamé bien rico, porque muy pronto la tenía jadeando, y en lugar de pezones, con un par de tuerquitas rosadas que venían y se iban, se endurecían y se blandían… En ese trance, me verga estaba que estallaba y comenzó a lanzar el líquido preseminal, y justo cuando estaba proyectando sacármela y comenzar a chupar la primera vagina de mi vida… llegó la mamá.

La inoportuna llegada de mi suegra nos hizo descender de las estrellas en las que estábamos; nos acomodamos rápido, saludé a la puta señora esa, y me despedí. Y no más alcanzando la acera para irme a mi casa, sentí en mis entreñas el terrible dolor de mi primera "congestión testicular", sí, esa suerte de orquitis que te hace sentir un güevo como estrangulado, machacado o prensado; ese cabrón dolor que te hace sentir la urgencia de ir a cagar, y que no hay manera de que se alivie (pues más bien suele ir en aumento), si no es procediendo al único recurso viable: echarse una buena y apurada paja. Me la hice, y fui feliz.

Nunca más pude tener con Alejandra una segunda experiencia, y poco tiempo después terminamos el noviazgo. Muchos años pasaron hasta que me la encontré un día en un centro comercial, con un esposo algo viejo y petulante, tres niños, y a ella obesa

xxx

Después de mi primera novia, continué mi adolescencia típica; fue la época de las primeras cervezas, los primeros cigarrillos; la época de un morbo constante, unas ansias por colocar el pene en algún rincón femenino.

Mi morbo de aquel entonces era, en realidad, muy parecido al que hoy ostento. Por ejemplo, el morbo que me daba doña Lucila . Siempre que había oportunidad, un grupo de amigos y vecinos solíamos ir a jugar baloncesto, como a un kilómetro de nuestro barrio, y al venir de regreso, siempre teníamos que pasar al frente de la casa de doña Lucila . Ella era una viejilla, quizás no tan vieja, pero sí fea, como tostada por el sol, con el pelo siempre desarreglado, que al principio me hizo gracia que las pocas veces que la había mirado, siempre andaba con un pantalón de algodón con el que no disimulaba su culillo enjuto y sus piernas flacas. Sin embargo, incongruentemente, siempre calzaba unas sandalias transparentes, sin tacón, que mostraban unos pies viejos, pero con la intención de verse sexys; es decir, se pintaba de rojo-puta las uñas de los dedos de sus pies, que generalmente estaban despintadas en sus bordes. "Oh vieja esa. Se ve que fue putoncilla hace años" , reía yo para mis adentros.

Sin embargo, en una oportunidad en que sólo veníamos un amigo y yo, al pasar al frente de doña Lucila , sólo por cortesía pretendí saludarla, pero ella, en lugar de atender mi gesto de saludo, fijó su mirada en el bulto de mi verga que apenas se repintaba en mi pantaloncillo deportivo, y con indudable lascivia se remojó el labio superior con la punta de su lengua. De inmediato sufrí una erección que apenas disimulé con mi amigo, y al seguir el paso y voltearme a verla, doña Lucila , sin sonreír siquiera, me miró, y se volvió a lamer su labio superior.

A partir de entonces solí dedicarle a doña Lucila decenas de masturbaciones, y con ella fue con quien inicié mi fantasía (todavía no resuelta correctamente), de practicar el sexo anal… Claro, como doña Lucila era tan fea y vieja, y no daba ganas de besarla, en alguna de mis pajas la imaginé dándome la espalda (para no besarla), y poniéndome el ojete del culo, que en mi fantasía imaginé muy hediondo. Y en ese rincón apestoso se lo metí

En fin, con doña Lucila no pasó nada a más. Aunque cada vez que lograba verme, miraba absorta hacia mis genitales, siempre que traté de abordarla (para ver quién seduciría a quien), o me evadió, o había algún pariente de ella que me hacía replegarme. Una tarde, sí, me atreví a lanzarle un beso callejero, algo vulgar, y la muy loca se giró aparentemente enojada. Poco después comenzó la temporada de lluvias en mi país, guardamos las pelotas de baloncesto, y dejé de pasar al frente de ella. Nunca supe si doña Lucila se murió o si cambió de domicilio, pero ahora le agradezco que las perversiones que pensé hacer con ella, me entretuvieron mucho durante muchas tardes lluviosas de mi adolescencia. (Mi perversión fantasiosa preferida era que doña Lucila nos hacía pasar a todos mis amigos y a mí, nos hacía poner en fila en la sala de su casa, nos hacía sacarnos las verguitas, y ella comenzaba a olfatearnos. La verga más maloliente ganaba, y el premio era poderle oler a ella la vagina ("panocho", "panocha", "mico") y el culo, que para ese momento apestaban… Claro, como yo era el creador de la fantasía, yo siempre ganaba ese premio…, ¡Aunque no habubiera olido jamás una vagina o un culo!).

xxx

Estando en el penúltimo año de la secundaria, la verdad es que no pensaba tener relaciones serías con ninguna joven. Bueno, es que tampoco conseguía muchas. Me dedicaba al deporte, a la masturbación, al cine, y a veces, al estudio.

Un compañero de mi colegio tenía una prima, Ivannia , que aunque no era bonita, como sí se mostró interesada en mí el día que nos conocimos en un baile juvenil (yo no bailaba -ni bailo– nada, pero bueno, en aquella época de la música "disco", cualquier idiota algo hacía en la pista de baile), pues a ella me lancé. Era de piel blanca, cabello largo castaño, con un cuerpazo escultural, un par de años menor que yo, con cara de bobalicona, y vivía en un barrio bajo del Sur de mi ciudad.

A Ivannia estuve haciéndole toqueteos de tetas y nalgas en cuatro oportunidades, y por una extraña predilección de ella, las tres últimas lo hicimos de pie, apoyada ella a una pared, y de una manera tan salvaje, que llegado el momento me regué dentro de mis calzoncillos, y ella lubricó tanto que manchó su enagua con sus flujos.

La verdad es que Ivannia pintaba a que sería una fiera en la cama, y eso, junto con la zona peligrosa donde vivía, hicieron que este servidor, virgen al fin y a cabo, tuviera miedo de continuar con ella. La cuarta y última vez que nos estuvimos besando y tocando por fuera de la ropa, en el cuarto de ella (ambos de pie, como ella quería), después de haber eyaculado en mi ropa, y seguirla manoseando para que ella se viniera también, no más iniciando su orgasmo, la muy bruta no halló nada más sensato que morderme como una perra mi labio inferior, de tal manera que cuando llegaron sus estertores del clímax, yo aullaba del dolor y la sangre que la muy tonta me había provocado.

No recuerdo, la verdad, qué paso después, salvo que nunca más volví a saber de Ivannia ; pero no creo que esa niña de 14 años hubiere llegado con el himen intacto a los 15.

Y ya terminando tanto mi adolescencia (a mis 17½ años), como la secundaria (en el último año de ésta), llegaría a conocer a Yolanda , la guapísima y buena muchacha que me desvirgó… tal como lo narraré en la próxima entrega.

juanctenor