Recordando las normas
Los minutos pasaban y comenzaban a dormírsele las piernas, las rodillas le dolían y se moría de frío. La ventana estaba abierta para que se fuese el humo de los cigarrillos y ella tenía la piel erizada. Lo miró, planteándose si ya se le habría pasado el cabreo. Tecleaba algo en el portátil mientras daba pequeños sorbos al whisky. No la había mirado ni una sola vez.
Alejandra estaba paralizada. Parada allí de pie, en mitad de una concurrida calle comercial, sentía que todos los ojos se clavaban en ella. Estaba experimentando esa sensación de irrealidad que nos sobreviene a todos cuando algo negativo ocurre de forma súbita, inesperada, atenazante. Esa sensación de estar viéndonos desde fuera, mientras el entorno empieza a girar.
Trató de respirar hondo y recapitular los últimos minutos, tratando de comprender...
*** Se encontraba en una tienda, su novio deambulaba mirando los distintos artilugios a la venta. Ella estaba cansada, el estrecho vestido que llevaba le apretaba, estaba incómoda y se veía obligada a reducir al minimo sus movimientos para no enseñar por error más piel de la debida. Se arrepintió de haber elegido ese atuendo. Las piernas, tras tantas horas de pie, sufrían un leve hormigueo. Quería irse a casa ya.
Su novio comenzó a hablar sobre una réplica a escala de un antiguo Ford Mustang que se encontraba en un estante. Ella lo ignoró esperando que la falta de interés la ayudara a salir antes de aquel lugar.
Él continuo hablando, la instó a agacharse para verlo más de cerca.
A ella se le crispaban los nervios, apenas podía andar tranquila con esa ropa, no iba a agacharse. -“ Mira nena ven, es como el que tengo en el salón pero el modelo anterior… ”, él seguía insistiendo -“V en mira, acercate aquí ”. Resoplando y con los ojos en blanco ella se agachó, sujetando su falda, a la altura del coche - “ Joder que pesado ¿no ves que no veo sin las gafas y no puedo agacharme? Que si que muy bonito, precioso! ”.
De pronto él se levantó y salió de la tienda. Ella lo siguió creyendo haber conseguido al final su objetivo y deseando el momento de llegar a casa.
Cuando salió a la calle, él se giró de golpe hacia ella poniéndole su dedo índice a un palmo de la cara y mirándola con desprecio -“¡ Como vuelvas a hablarme así en público te parto la boca! ”.
Ella no reaccionó. Notó como empezaba a detenerse el tiempo y un nudo le subía por el estómago. Un hombre que esperaba en frente con una sillita de niño se quedó mirando fijamente la escena. Ella rezó para que no interviniera. Se moría de vergüenza, en parte por haber fallado a su hombre pero en mayor medida por la enorme sensación de humillación pública que estaba sintiendo. Hacía mucho que no la trataba así, y esa parte de él la asustaba. ***
Al fin consiguió salir de su burbuja mental, la gente andaba por la calle sin reparar en ella, ni siquiera el señor de la sillita la miraba ya. El tiempo volvió a ponerse en marcha y ella trató de enfocar la situación lo más rápido posible: sabía que debía pedir perdón de inmediato para evitar males mayores, pero su orgullo y su rabia no le permitían articular palabra. Antes de poder decidir nada él la agarró por la trabilla para cinturón que tenía su vestido y tiró de ella con furia, haciéndola caminar tras de él.
Cuando llegaron al portal el nudo de su estómago no se había movido. Él no le había dirigido la palabra en todo el camino, parecía que le asqueaba su sola presencia, y ella solo deseaba entrar en casa, encerrarse en el baño y ahogar esa incómoda sensación en una bañera caliente.
Subieron las escaleras. Vio como él abría la puerta y entraba en el piso. Se dispuso a entrar, con la mirada clavada ya en el baño, cuando él le cortó el paso. –“ Desnúdate ”. Otra vez paraba el tiempo. Miró a su alrededor, al rellano y se preguntó atónita si aquello iría en serio.
-“ ¿Co…como..? ” –“ Que te desnudes, ya ”. Ella seguía inmóvil. Era un bloque pequeño y muchos de los pisos se encontraban vacíos pero no podía arriesgarse, no. –“ ¡No vas a cruzar esta puta puerta hasta que estés desnuda como la perra que eres! ”. Su tono de voz se elevaba y se podían notar las venas latiendo en su cuello.
Odiaba verlo así, hacía años que no se dirigía a ella de esa forma y sabía que no esperaba nada bueno.
Se rindió, bajando la cabeza deslizó los tirantes por sus brazos y dejó caer el vestido. Desabrochó su sujetador, notando como las mejillas comenzaban a arderle, e introduciendo los pulgares en su inmaculado y casi infantil tanga blanco, lo deslizó por sus muslos hasta llegar al suelo.
Sintiendo sus ojos clavados en su cuerpo desnudo, recogió la ropa del suelo y le rogó con la mirada que la dejase pasar.
Él no se movió, la miraba desafiante. Alejandra trataba de cubrirse con el montón de ropa sintiéndose cada vez más pequeña y asumiendo que aquello solo acababa de empezar... Al fin él le dio la espalda y comenzó a caminar hacia su despacho. -“ Ponte unas medias de liga y unos zapatos de tacón y ven aquí ”...
-“ Prepárame una copa y arrodíllate sin molestar ” Dijo, señalando el espacio de suelo entre el minibar y el escritorio donde estaba sentado. “ No quiero ni notar que estas aquí ”. Ella comenzó a servir el whisky; en otra ocasión esta situación la tendría muy excitada pero el tono de dureza y frialdad con que la hablaba le hacía sentir que no era nada para él. Le sirvió la copa y se arrodilló en silencio, intentando no respirar. A estas alturas solo quería complacerlo y que la devolviese su lugar como su nena.
Los minutos pasaban y comenzaban a dormírsele las piernas, las rodillas le dolían y se moría de frío. La ventana estaba abierta para que se fuese el humo de los cigarrillos y ella tenía la piel erizada. Lo miró, planteándose si ya se le habría pasado el cabreo. Tecleaba algo en el portátil mientras daba pequeños sorbos al whisky. No la había mirado ni una sola vez.
-“ ¿Puedo cerrar la ventana..? ” Se armó de valor. Él dirigió su mirada hacia ella lentamente. La fulminó durante unos instantes sin abrir la boca. -“ Te…tengo mucho frío” .Él permanecía quieto, observándola impasible. De pronto la agarro del pelo y arrastrándola hacia si, sacó un hielo de su vaso y comenzó a pasárselo por toda la columna vertebral.
Ella se retorcía chillando y él continuaba restregando el hielo por sus hombros, su cara, sus pechos, sin soltarla del pelo. De pronto llevó su mano a su entrepierna e introdujo el hielo en su vagina, cubriendo el orificio para que no pudiera sacarlo. La chica chillaba y apretaba las piernas instintivamente sin dejar de retorcerse.
-“ ¡Para por favor! ¡¡¡para!!! ¿por qué me haces esto? ”. Sin responder a sus súplicas, soltó su pelo y cogió del escritorio dos pequeñas pinzas de metal que utilizaba para sujetar post-its. Agarró la primera y pinzó su pezón izquierdo, cortándole la respiración. Acto seguido hizo lo mismo con el derecho y sacó la mano de su entrepierna, viendo como el hielo bajaba por sus muslos a la vez que las lágrimas por su cara.
-“ Hago esto para que aprendas. No puedo tener una puta desobediente y respondona que me falte al respeto en público. Eres mía.. ”. Comenzó a dar toquecitos con su dedo índice a las pinzas, maltratando sus pezones a voluntad. -“ Y lo que tú hagas es un reflejo de mí. Tengo que domarte, enseñarte disciplina ”. Paso dos dedos por su vulva, el calor y la humedad le impregnaron y ella emitió un gemido ahogado -“Pensé que ya lo habías aprendido hace tiempo, pero si esta vez que hacerte daño no me va a temblar el pulso ”. Tiró de las dos pinzas al tiempo que ella daba un grito desgarrador.
Ignorando sus llantos y manejándola como a una muñeca la puso de pie frente a la silla donde estaba sentado, dándole la espalda. La agarró por las caderas y la condujo hasta la enorme erección que salía de sus vaqueros palpitando de deseo. Ella gimió al notarla dentro. Una oleada de placer invadió todo su cuerpo, sus pezones ardían pero era una mezcla deliciosa de sensaciones.
Comenzó a moverse lentamente, empalándose con aquel miembro ferreo una y otra vez. Aún sin desearlo, estaba disfrutando y quería hacerle disfrutar a él, pero el cuerpo le fallaba. –“ No puedo… no me sujetan las piernas… ” se excusó entre gemidos. Él jadeaba a sus espaldas, con las manos enlazadas tras la cabeza, sin la menor intención de ayudarla a mantener la posición. -“ NO PARES ” sentenció.
Ella siguió moviéndose, subía y bajaba, notaba su coño chorreando y sus piernas tensándose al máximo. De pronto las rodillas le fallaron y se desplomó sobre el escritorio. “ Venga, vuelve a clavártela, vamos! ” Sus exigencias caían en saco roto pues Alejandra, a pesar de sus esfuerzos por recuperar el ritmo de la follada, no podía apenas mantenerse erguida.
“¿ No piensas hacer ni una cosa bien ?” Él enfureció al verse privado del placer. La empujó contra la mesa y empezó a orinar el suelo de baldosa, para acto seguido, agarrar a la chica por la nuca y tirarla al suelo, estrellando su cara contra el caliente charco de orina.
-“ Para por favor, lo siento!! Lo he intentado,de verdad! No podía! ” Él dirigió su pie hacia la cabeza de Alejandra y apretó con la suela de su bota la mejilla de la chica, impidiéndole separar la cara del suelo. -“ Por favor no me hagas esto, perdóname! He aprendido la lección ”.
–“ Pon el culo en pompa y cállate ya, eso haberlo pensado antes ”. Llorando, con el cuerpo sudado, sucio y dolorido vio como él sacaba el cinturón de sus vaqueros y lo doblada por la mitad agarrándolo con decisión. Antes de poder decir nada, un correazo la golpeo en los muslos, justo debajo del culo, alcanzando también su inflamada y excitada vulva.
Los golpes se sucedían, cayendo en el mismo sitio una y otra vez. El dolor era lacerante y le hacía marearse por momentos. Lloraba, pero se sentía expuesta, vulnerable y eso le encantaba. Sentía el estallido del cuero en sus muslos, en su raja, la bota sobre su cara, la orina… se sentía al borde del orgasmo y él seguía castigando su piel.
De pronto notó como algo se abría paso en su interior, provocando contracciones de placer en su vagina. Sintió como él agarraba sus tetas mientras comenzaba a follarla brutalmente a cuatro patas.
Las embestidas llegaban hasta el fondo, la carne llenaba por completo su estrecha y humedad cavidad, el placer en el bajo vientre amenzaba con estallar de un momento a otro. -“¿ Qué te pasa zorrita? ¿te pone que te maltrate ?” ella gemía sin control mientras él jadeaba a sus espaldas -“ Te encanta que te destroce el coño, eres una perra y necesitas a tu dueño ” “Necesitas que te dome ” “ Venga, ladra para tu amo perra ” el ritmo subió y ella no aguantaba más, su cuerpo empezó a convulsionar y su espalda se arqueó mientras gritaba de placer. Sintió como él se derramaba en ella al tiempo que su vagina se contraía apretándolo sin control.
Cayó al suelo tratando de respirar mientras veía como él se alejaba por el pasillo.
Cuando consiguió recuperar el aliento, al fin sabía bien qué decir. “Lo siento”.