Recién divorciada

Una sorpresa.

Aunque llevaba años siendo su dentista, nunca pensé en que llegaría un día en el que me tendría tumbada en mi sillón profesional,  desnuda mientras me comía el culo sin parar. Es más para mí, eso era impensable.

La cita mensual, como siempre los viernes a las tres. Lo recibí con ropa de vestir; falda y blusa. Le dije que me esperara que me ponía el uniforme. Llevaba poco de divorciada, supongo que se me notaba en la cara.

Noté que miró piernas de reojo, a mis 38 años y todo me mantengo haciendo ejercicio. Al parecer mi paciente de 55 años se percató.

Andaba sin corpiño, y creo quefue un error, mis pitones se marcaban.

Incapaz de retirar los  ojos de mis pezones erectos que la blusa no pudo disimular, me sentí halagada de que alguien en mi pena admirara mis melones.

A la semana siguiente me dijo:

-¿Quieres saber algo, Paulina?- No lo haía pensado, pero busqué tu facebook y lamento que estés divorciada. Por otra parte me gustaron tus fotos. Me ruboricé y posó su mano sobre las mías: -Siempre me has parecido una mujer bellísima y me cuesta creer que no tengas sin pareja.

Acerquó su boca a la mía y suavemente me besó mientras me decía:

-Te deseo.

Durante unos instantes, dejé que su lengua jugueteara con la mía en el interior de mi boca, tras lo cual, levantándome del sillón, le solté:

-Este es mi trabajo, lo que pase acá, queda acá.

Ni siquiera había cerrado la puerta con seguro cuando me avalancé sobre el y empecé a besarlo con una calentura tal que parecía que ya quería sentir su pene en mi interior. Comprendiendo que para mi era excitante culiar con el, decidió aprovechar la oportunidad y disfrutar de mi. Respondiendo a mi pasión, llevó sus manos hasta mi culo y se puso a magrearlo mientras con su boca intentaba desabrochar los botones demi uniforme.

Sus palabras elevaron mi calentura justo cuando ya había conseguido liberar mis pechos y por eso pegué un gemido al notar un suave mordisco en un pezón mientras su mano se introducía por debajo de mi braga. Con sus dedos recorrió los endurecidos cachetes que formaban mi culo al tiempo que haciéndome fuerte en uno de mis senos, empezaba a mamar.

Mi entrega era tal que comprendió que me gusta el sexo duro y por eso dándome la vuelta, me bajó el tanga, me dió vuelta y con mi trasero ya desnudo, apretó sus dientes contra mi grupa dejando su mordisco bien marcado sobre mi piel.

-      Cabrón, no me dejes marcas. - chillé tan molesta como excitada.

Mi tono lujurioso lo impulsó a darme un par de azotes en cada una de sus ancas mientras me decía:

-      Eres una  putita rica a la que le encantan los hombres rudos, ¿No es verdad?

-      Guardé silencio, descompuesta y más al sentir que metía un dedo lentamente en mi esfínter.

Moviendo mis caderas de un modo sensual, Le informé taxativamente que estaba encantada con la idea que me tomara por atrás y por eso, separando mis dos nalgas con sus manos, hundió su lengua en mi ojete mientras me pedía que me masturbara al mismo tiempo.

-      Ten cuidado, pocas veces me han roto el culo- grité gozando cada uno de los lengüetazos  que me regaló.

Fue entonces cuando chillé:

-      ¡Para! O me vas a convertir en tu puta.

Esa confesión le hizo gracia y por eso me contestó:

-      No te voy a convertir, ya eres mi puta - tras lo cual seguió calentándome ya que teniéndome abierta de piernas, acarició brevemente mi trasero mientras me alzaba en brazos, para acto seguido girarme con un dedo dentro de mi culo hasta sobre el sillón de trabajo donde pensaba  poseerme.

La sorpresa no me dejó reaccionar cuando tirándome sobre el sillón, me cogió del pelo y sin darme tiempo, me ensartó violentamente de un solo empujón. Yo protesté por la violencia de su asalto pero no hice ningún intento de quitarme el mango que llenaba brutalmente mi pandero, al contrario cuando ya llevaba unos segundos siendo sodomizadal e solté:

-      Sigue… ¡cómo me gusta!

Mi entrega le permitió usar su pene para machacar sin pausa mi trasero mientras me agarraba de las tetas para comenzar a cabalgar sobre mi culo mientras se reía de mis sollozos.

-      Eres un cabrón….¡Estoy brutísima!

Llevó su mano hasta mi sexo y mientras su miembro campeaba libremente por mi entrada trasera, me puse a masturbar con una fiereza brutal. Mis gemidos se debían escuchar desde el pasillo y gozando con su pene destrozando mi ojete, me di la vuelta con la cara sudada y sonriendo, le dije:

  • ¿Te gusta encularme?

  • ¿Tú qué crees?- respondió incrementando la velocidad con el que castigaba una y otra vez mi cuerpo.

La facilidad con la que me empalaba debe haberle hecho conocer que había hecho uso de mi culo mas veces de lo que decía y por eso se lanzó en un galope desenfrenado mientras que yo me estremecía debajo de el. La lujuria de ambos era tal que en ese instante comenzó a arrear a su montura con una serie de duros azotes sobre mis nalgas mientras yo no paraba de rogar que no parara.

-      Sigue- chillé. – Dame duro.

-      ¿Te caliento??

-      Sí, y lo sabes. Me dijo que le gustaba verme desnuda y disfrutar de mis pechos mientras separo los pliegues carnosos que escondo entre mis piernas.

El gemido que salió de mi garganta le informó que iba por buen camino y que lo que yo necesitaba era que la estimulara tanto física como verbalmente. Por ello, mordiendo su oreja, dije en voz baja:

-      El cornudo de tu ex marido nunca sabrá valorar a la guarra con la que se casó.

Mi enésimo insulto me molestó y levantándome del sillón me empecé a vestir mientras le decía que se había pasado.  Mi enfado lejos de tranquilizarlo, lo excitó y viendo que quería marcharme, me perseguió hasta la puerta.  Una vez allí, me lanzó contra la pared y aprovechando mi sorpresa, me besó metiendo su lengua hasta el fondo de mi boca mientras me estrujaba el culo con sus manos. La pasión con la que reaccioné, le hizo saber que me excitaba su violencia  y mientras yo intentaba que llevara su pene hasta mi coño, me gritó:

-      Lo quieras o no, te voy a folllar como la puta que eres.

Fue entonces cuando mordiéndole los labios, le contesté:

-      Sí.......soy tu puta.

Envalentonado por el rubor que cubría mis mejillas al confesarlo, me preguntó mientras hundía su verga entre los pliegues de mi sexo:

-      Y las putas ¿Que hacen?

-        Son folladas por su macho- respondí gritando mientras ponía mis dos peras al alcance de su boca.

Siguiendo tanto sus deseos como los míos. Comenzó a moverse con mi pene golpeando la pared de mi vagina mientras me follaba con mi espalda presionando la misma puerta que quize cruzar al huir de la evidencia que era su zorrita. Los aullidos de placer con los que le regalé azuzaron lo pusieron más morboso.

-      ¡Muérdelas! – aullé descompuesta- ¡Hazme chupetón!

"Estas excitada zorrita", dijo mientras intentaba dar cauce a su excitación mamando de mis pechos sin parar al tiempo que con su pene recorría una y otras vez el interior de su vagina. Un renovado chillido por su parte, hizo que sacando la lengua, lamiera mi cara, mis mejillas y mi boca dejando el olor de mi saliva sobre su rostro.

-      Sigue....te deseo. Me pones bruta.

Mis palabras despertaron su lado perverso y deleitándose en mi confesión, me obliguó a abrir la boca. Al hacerlo dejé que sus babas cayeran dentro de mi mientras me sorprendía al notar que su salivazo había mojado aún más mi coño.

-      Dime que soy tu hembra- chillé.

  • A una hembra se la marca- respondió y antes que le respondiera  llevó su boca nuevamente a mi cuello con la intención de dejarte un chupetón.

Se recostó en mi sillón de atención, me puso cachonda y como una posesa me puse a lamerle la polla para que cuando cabalgara mis tetas se movieran para  todos lados botando sobre el mientras me empalaba en su miembro. A los cinco minutos, acoplándome sobre el y usando su verga como silla de montar, la dentista se descontroló.

Mis gritos al saberme culeada por un hombre mayor, así como el modo tan brutal con el que me empalaba, continuamente fijaba en su retina la imagen del vaivén de mis pechos, descojonada le solté:

-      Eres un cabrón.

Sin pedirme opinión, agarró mis dos manos y me ató alpor sobre mi cabeza. Muerta de excitación, pregunté:

-      ¿Qué vas a hacer? -

Sin hacerme caso, esparció la espuma por mi sexo y mientras me acariciaba el clítoris mojado, susurró en mi oido:

  • Te voy a afeitar ese coño peludo que tienes .Para que se vea que lo tienes depilado como una puta.

Exagerando mi reacción, intenté liberarme de mis ataduras mientras. No queriendo que me enfriara me fue dando unos lametazos consoladores sobre cada fracción afeitada, consiguiendo de esa forma que de mi garganta brotaran gemidos de placer.

-      Eres un hijo de puta- berreé ya con una sonrisa- - respondió lamiendo mi coño casi exento de pelos.

Poco a poco, las maniobras sobre mi sexo, hicieron que este se encharcara y sabiéndome indefensa, siguió arrasando con el rubio vello que enmascaraba mi chocho.

-      Te lo voy a dejar como el de una quinceañera- murmuró en mi oreja mientras la mordía.

Mi calentura y la imposibilidad de moverme, hizo que meneando mis caderas le pidiera que me follara pero haciendo oídos sordos a mis deseos, pacientemente terminó de afeitarne el chochoy tomando mi móvil, lo fotografió repetidamente. mientras volvía a penetrarme.

Mi cara fue un indicio del morbo que me daba ser inmortalizada con su aparato en mi interior y por ello comenzó a menearlo sacando y metiéndolo mientras me pellizcaba las tetas. Mi expresión de placer indujo a liberar una de mis manos y voltearme sobre el sillón, tras lo cual, me volvió a atar mientras me decía:

-      ¿Estás preparada para que te dé por culo a pelo?

No respondí y para que entendiera que con mi silencio le daba el permiso que necesitaba, me separó las dos nalgas con sus manos y acercando su glande a su ojete, apuntó y de un solo empellón me lo clavó hasta el fondo. Mi grito se debió de oír hasta la recepción del edificio pero no por ello se compadeció de mi, machacó sin pausa mi culo mientras le pedía que cerrara la ventana

-      Ahora, no. Primero quiero demostrarte que eres mi hembra y que yo soy tu dueño- respondió cogiendo mi melena y forzando mi espalda al tirar de ella.

El dolor y el placer se mezclaron en mi mente mientras temía que en cualquier momento alguien entrara por la puerta, alertado por el volumen de los gritos que emitía. Después reconoci que en esos instantes, todo mi ser combatía la sensación de sentirme feliz al ser usada como hembra. Durante toda mi vida  había luchado por hacerme un hueco y de pronto al experimentar el estar indefensa y sometida a él, había disfrutado como nunca.

Ajeno al discurrir de mis pensamientos, siguió solazándose en mi trasero y llevando sus manos hasta mis hombros, se afianzó a ellos para incrementar el ritmo con el que me sodomizaba. La nueva postura hizo rugiera de placer y dejándome caer sobre el sillón, llegué a mi enésimo orgasmo al mismo tiempo que su pene descargaba su cargamento en el interior de mi culo. Al notar mi explosión en mi interior, moví mis caderas de arriba abajo para ordeñar su miembro mientras yo disfrutaba como la putita despechada que era de cada una de gotas de mi lefa templando su trasero.

Agotado, se deslizó sobre mi y forzando sus labios con mi lengua, jugueteó con la mía mientras con sus manos estrujaba mis tetas. Mi respuesta rápida y pasional le informó que no estaba molesta y que a partir de ese día, sería su dentista, su puta y su hembra.