Recién cogido

Un estudiante reprimido y el encuentro del sexo con el hermano de su mejor amiga. También el amor y otras muchas cosas más...

Al amor de mi vida.

Todavía no lo puedo creer. Me miro al espejo y parezco el mismo de siempre. El pelo rubio cortado al ras, los ojos verdes algo separados, la nariz chica, la boca carnosa, el cuello largo. La cara de un muchacho común de 18 años. En mi opinión demasiado común. Sigo teniendo las mismas orejas, la misma nariz imperfecta, el mismo pecho lampiño, los mismos brazos algo musculosos, la misma piel lisa. Mantengo el mismo nombre y apellido y el mismo lunar, cerca del culo. Pero no soy ya el mismo. Esa sonrisa que se duplica en el espejo, es la de un tipo que acaba de coger, que acaba de irse a la cama con el amor de su vida, o sea, que acaba de hacer realidad tantas noches de insomnio. Soy feliz. Si esto no es la felicidad, me pregunto qué cosa es….

Aún lo huelo en mi, huelo su piel, su pelo, su colonia, su desodorante, su propio olor suave y limpio. Todavía siento el calor de su cuerpo sobre el mío, el paso de sus manos por mi espalda y mis nalgas, las caricias tiernas por momentos, urgentes en otros por mi nuca y mis hombros. La presión de sus dedos largos aprisionando y frotando apasionadamente mi pija dura y caliente.

Mi aliento tiene todavía mucho de su aliento, de su saliva y de su leche. Mis manos parecen acariciar en el aire los mechones de su pelo suave, largo y brillante. Siento en mis pies, el frío de los suyos, en mis piernas el roce de sus piernas peludas. En mi lengua aún late la desesperada exigencia de su pija, el peso de su pija, el calor quemante de su pija deshaciéndose en mi boca. Mi boca ha quedado herida de muerte por sus besos, mis mejillas irritadas por su barba dura. Aún retumban en mis oídos sus palabras dulces, sus palabras definitivas de amor, de cariño, de ternura.

Acabo de coger con él y estoy feliz, muy feliz. Aunque de lejos, yo siga pareciéndome a aquel muchacho anticuado y reprimido que era. El chico gay que nunca había hecho nada. El pajero más escondido del planeta. El último vírgen del planeta. Antes, mucho antes….

  • No me gusta esa ropa que tenés puesta, no es moderna y los colores son de viejo, no te sientan, me dijo el primer día que habló conmigo.

  • Ahh si le dije, en éxtasis por el solo hecho de que me dirigiera la palabra, disimulando, tratando inútilmente de restarle importancia.

  • Un pibe joven como vos, debería usar ropa mas clara y mas a la moda. Cuando reflexioné sobre esas palabras me dolieron Me parecieron llenas de desprecio. Nunca me habia importado la moda ni mi aspecto exterior. Yo era un chico estudioso y serio. Lo demás era frívolo, superficial. Vacío. Cosa de gente ociosa y falsa. Y después de todo, me repetía a mi mismo esta pregunta: ¿Quién era ese que me criticaba?

Martín Quesada, ese era. El hermano mayor de mi amiga Lorena. El tipo más desagradable que había conocido. Demasiado soberbio y pagado de si mismo. Demasiado crítico con los demás, demasiado buen mozo, demasiado grande para mi, demasiado sexy, demasiado heterosexual, demasiado……Como dicen los yankies: "too much…"

El tenía 23 años y los cinco años que nos separaban, se advertían en su barba tupida, en su aire superior, y en ese tono despectivo, altanero e irónico que siempre usaba para dirigirse a mi: ese chico tonto amigo de la tonta de su hermana: el chico de gafas, no tan macho como él, aquel chico delicado e intelectual, que leía muchos libros y vestía con ropa anticuada. O sea yo.

  • Sos un "nerd "pibe me dijo un dia. En el habla cotidiana de algunos jóvenes en la Argentina, se había implantado esa palabrita del inglés que aludía a la gente que no era linda, ni atractiva, ni popular, ni "fashion", ni moderna, ni frívola. Y yo era todo eso, un bicho raro en el medio de un jardín con estatuas de carne, de gente hermosa. Yo no iba al gym, no me cortaba el pelo a la moda, estaba blanco todo el año pues huía del sol. Estudiaba, era excelente alumno y pensaba ingresar el año siguiente en la carrera de medicina pero seguía siendo aquel chico "rarito" que lo miraba intrigado cada vez que lo veía. Intrigado, estupefacto, confundido, cada vez que miraba a ese chico mayor que me mataba con su indiferencia.

Porque Martín Quesada era para mi, el ideal, lo que yo inconcientemente hubiera querido ser, era o mejor es, el tipo de mis sueños. A los 16 años, cursando el cuarto año del bachillerato, supe que era gay y que me gustaban los chicos más grandes que yo. Chicos deportivos, peludos y fuertes, varoniles y decididos. Machos extrovertidos y deafiantes. Muchachos con músculos y fuerza, y especialmente gente segura de sí misma. Chicos que conseguirían sexo con solo proponérselo. Chicos que pedían todo a los gritos

En otras palabras, me gustaba todo lo opuesto a mi, y Martín era eso : El objeto de mis fantasías, el motivo principal de mi inseguridad, la imagen de mis noches insomenes, el protagonista de mis pajas mas desesperadas y viciosas, de mis corridas copiosas y decepcionantes, era todo eso, pero tambien alguien que yo sentía que me despreciaba.

Cuando terminé el colegio secundario, no tenía planes para irme de vacaciones ni dinero para hacerlo.. Todos mis ahorros se habían consumido con el viaje de egresados a la hermosa ciudad de San Carlos de Bariloche, en el sur de la Argentina. Un lugar paradisíaco que según dicen es más hermoso que los Alpes suizos.

Con Lorena, mi amiga, fantaseábamos en tomarnos unas semanas en alguna playa desolada del Brasil, quizas una isla, para estar juntos , para descansar y no para tener sexo como podría esperarse de dos adolescentes que siempre estaban juntos. Eramos amigos del alma. Ella no sabía de lo mío pero creo que lo intuía. Yo no era una amenaza… Queriamos prepararnos para estar listos para empezar la Univesidad.

Una tarde conversando sobre las vacaciones, me dijo que le diria a sus padres de invitarme a su casa en una exclusiva playa de la costa atlántica argentina, y a los pocos días me confirmó la invitacion para la última semana de febrero. Durante esa semana, sus padres no estarían, en la casa porque iban al Carnaval de Rio de Janeiro con otros matrimonios amigos y sólo se quedaría Martín.

Cariló que hacía se llama el balnerario exclusivo donde los Quesada tenían su casa, no era precisamente una isla desierta. Y menos con Martín dando vueltas por alli semidesnudo y bronceado. No era un lugar para relajar mis nervios, mi inseguridad, mi sentimiento de inferioridad. Pero si era la alternativa de unos dias de playa y sol. Días de caminatas por la arena, de crepúsculos gloriosos, días para largos paseos entre los árboles gloriosos, siete largas jornadas para recuperar fuerzas y mejorar mi salud.

El mismo día que le dije que le confirmé a Lorena que aceptaba su invitación, me anoté en un gimnasio y comencé sesiones de cama solar para lucir algo mejor físicamente y bronceado. Queria llegar a febrero con el mejor aspecto posible. Comencé a comer como un atleta, una dieta sana y balanceada, para aumentar de peso. Ya no quería ser el ratoncito burlado por el gato depredador. Me iba a parar frente a Martín con un aplomo desconocido. No le permitiría que arruinase mis vacaciones.

Lorena se asombró con el cambio en mi actitud y hasta en mi aspecto, pero si sospechaba algo, no dió señales en ningún sentido. Yo iba al gym cinco veces por semana, corría 12 kilómetros diarios, tomaba suplementos dietéticos permitidos, hacia muchísimas flexiones al levantarme, y me miraba al espejo permanentemente. Te voy a dar anticuado, pensaba, mientras me imaginaba a Martín casi en bolas, caminando descalzo cerca de mí o tomando sol. Exhibiendo su sexualidad ante mis ojos excitados. Mis padres seguramente se preguntaban que había detrás de esta actitud narcisista que se hacía más evidente cada día. ¿Estaría yo saliendo con alguna chica? Me corté el pelo, y hasta me compré alguna ropa a la moda. Todo eso para impresionar. A un chico….

Llegó febrero, hice las valijas y me dirigí a la playa en un moderno omnibus de dos pisos con asientos cama. A a mi lado, en el último asiento, se sentó un chico un par de años mayor, alto , delgado y moreno de largas piernas, brazos y pecho peludos que me excitaron con solo verlo. Vestía unas bermudas y una camisa corta y desabrochada. Viajaba con su hermana y una amiga, que estaban sentadas unos asientos de adelante y dijo llamarse Diego. Estudiaba Biología en la Universidad de La Plata y tenía novia que lo esperaba en Pinamar (una playa cercana a la que yo me dirigía).

Yo no estaba acostumbrado a conversar con extraños, pues era tímido y desconfiado, pero esa noche, no se porqué, me puse a hablar con Diego de muchas cosas. De nuestros estudios, amigos, gustos, amaba la música de Coldplay y era fanático de Madonna, hablamos de novias (fingí que Lorena lo era y que iba a pasar unos días con ella, y el me dijo que buena suerte tenía). Era jugador de hockey de un club del norte del Gran Buenos Aires y afirmaba que iba al gym a diario. Por un momento se me pasó por la cabeza, que si esto fuese una película yankie, yo sería " el nerd" (feo y poco atractivo) y el "el jock", el deportista, atlético y sexy. Pero no, hoy sos otra persona me dije para mi, sos Tomás el nuevo, el que ya no es más un ratóncito asustado. Y hablamos, hablamos, y yo percibía el brillo de sus ojos negros en los míos y me sentía atraido por aquel muchacho, tan abierto y sociable, recién conocido.

Hacía frío en el omnibus, la calefacción no funcionaba y yo no estaba demasiado abrigado. Eran como las dos de la madrugada, cuando cansado de tiritar, Diego se incorporó y del compartimiento de encima del asiento sacó algo que parecía envuelto en unas correas de cuero y que resultó ser una manta de viaje de lana. Se cubrió con ella y bajó su asiento hasta que se convirtió en semi-cama. Yo bajé también mi asiento y cuando iba a decir, buenas noches, tratando de dormir las tres horas y media que restaban para llegar a destino, escuché que el, en voz muy baja me ofrecía compartir la manta. Acepté complacido. Me asombraba la gentileza de ese desconocido. . Como pudimos, levantamos el apoyabrazos que separaba nuestros asientos, estiramos la manta de viaje para tapar lo más posible nuestros cuerpos con frío y en la oscuridad, nuestras manos se encontraron un par de veces, fue apenas un roce y con cierto pudor las retiramos como si hubiéramos tocado alguna cosa sagrada y prohibida.

Aunque nuestros asientos estaban algo separados, yo sentía su presencia, y cuando dejamos de tener frío comencé a sentír su calor tocando mis brazos y mis piernas. Las partes de nuestros cuerpos que cada tanto se rozaban con los movimientos del ómnibus y cada vez que nosotros buscábamos una mejor posición para dormir. Yo fingía dormir pero en realidad, cuando entré en calor bajo la manta tibia que me cubría, noté que mi verga se iba poniendo dura y erecta. La presencia y el contacto del chico, y mis hormonas haciendo trabajo suplementario, habían provocado una calentura que me costaba reprimir. El por su parte tenía los ojos bien cerrados y parecía dormir. Las pestañas negras de sus ojos me parecieron muy bellas lo mismo que su nariz recta y varonil. Su sueño que al principio parecía muy tranquilo y calmo, se hizo mas agitado. Se movía a cada rato. Cambiaba de posición. Sus piernas y brazos se extendían. Parecía quejarse y hablar cosas ininteligibles con su boca carnosa y sensual. Por momentos giraba sobre si mismo y nuestros brazos y piernas se chocaban. Excitado como yo estaba, trataba de separarme, de evitar que esa piel que me quemaba, tocara la mía Pero fue en vano. Pronto los contactos se hicieron mas frecuentes y comencé a pensar que no eran involuntarios, que mi compañero de asiento no estaba soñando, ni yo tampoco, me estaba tocando intencionalmente, pero no hice nada. Ya no traté de separarme. Dejé mi cuerpo donde estaba, sintiendo cada tanto el roce quemante de sus brazos y piernas. Siguió moviéndose y y en algun momento sus brazos se posaron sobre mi pecho y su cabeza giró hacia la mía y casi se apoyó sobre mi cuello. No sabía que hacer. Lo lógico, lo esperado, lo que yo hubiera hecho en otro momento, hubiera sido correrme de lugar, y hacerlo en forma abrupta para despertarlo de su sueño.

Pero esa noche, aquella noche de carnaval de fines de febrero yo me desconocía. Si bien no buscaba el contacto físico con el aquel chico tan hermoso, no lo evitaba. Sus roces se hicieron tan insistentes que, lento como soy me di cuenta que no eran casualidad. Despertate Tomasito me dije, que aquel chico busca tu contacto bajo las sombras y al amparo de la manta de viaje que cubría nuestros cuerpos En un momento su mano buscó la mía y yo, sin mirarlo ni hacer gesto alguno, la dejé apretar mis dedos , mis palmas frías, y nuestros dedos estuvieron juntos por un largo rato y me eso me excitaba enormente. En silencio acarició con su mano mis brazos y mi pecho y calladamente también, devolví las caricias. Yo estaba al palo: o sea mi pija estaba dura, gorda, cachonda y erguida, mientras el levantaba mi remera y tocaba suavemente mi vientre, mi pecho, mis tetillas. Llevó mi mano a su cuerpo y a los tantos, recorrí su pecho cubierto de suaves pelitos, su cuello, su ingle, y por encima de su slip de algodón muy suave, su vello públco, su hermosa pija mojada, sus huevos grandes. Me asombró el tamaño de aquella verga que desde la tela buscaba mi mano, y crecía a pasos agigantados entre mis dedos temblorosos.

En la oscuridad de la autopista y del ómnibus, mientras el resto del pasaje dormía, el recostó su cabeza sobre mi y con los ojos cerrados, seguimos acariciándonos nuestras respectivas pijas y cuando ya no pudimos mas, nos bajamos los slips y alli sentí su mano huesuda y tibia en mi pija excitada y a mi vez, lo toque, y percibi su tersura húmeda y dura, y eso casi me hace acabar. ¡¡¡¡ Que hermoso ese momento!!!! . Con su pija en mis manos y con mi pija en las suyas, comenzamos el vaivén cada vez mas urgente y necesario, hacia arriba y hacia abajo en medio de gemidos ahogados. Ahhhh. Que ganas que ese momento fuese eterno, mientras el como si estuviera dormido, mordía casi sin querer mi mejilla mas próxima a su boca y nuestros fluídos, nuestras leches, pugnaban por salir de nuestras vergas y convertirse en una lluvia de semen. Ay papito que placer

Yo trataba de reprimir un grito. El grito ahogado de tantos años de privación y abandono. El grito de libertad que pugnaba por salir de mi boca ahogada por el llanto, pero el placer del primer verdadero orgasmo de m vida, cubrió todo lo pasado y por un instante sentí algo desconocido, una sensación de paz, un alivio de tanta tensión acumulada. Algo parecido a la felicidad.

Nos secamos con pañuelitos de papel y nos quedamos dormidos, casi abrazados el uno al otro bajo la manta, hasta que llegamos a destino. Primero bajó Diego con su hermana y amiga y me dio una tarjeta con su teléfono en Pinamar y yo le escribi mi dirección en Cariló

.

Al levantarse del asiento nos saludamos con un beso en la mejilla como dos viejos amigos.

Llamame Tomás, así nos vemos

Te llamo, le dije. Me guiño un ojo complice, y ví sus oyuelos enmarcar su sonrisa blanca antes de irse.

Lo vi bajar, alto y delgado con su bolso al hombro, saludarme con un gesto suave y disimulado y volví a sentirme solo, triste y abandonado y a pensar en Cariló.

En la terminal de ómnibus me esperaba Lorena en su auto y me alegró saludarla y notar como me miraba. Estás relindo, me dijo y yo no pude ocultar la sonrisa ni dejar de pensar en las manos de Diego, acariciando mi piel.

Otra cosa fue encontrarme con Martín. Me miró de reojo y me saludó apenas cuando llegamos a su casa. Estaba construída en el medio de un bosque, y me encantó bañarme bajo la misma ducha espaciosa donde seguramente Martín se bañaba a diario. Mi cuarto quedaba en el primer piso, al lado del cuarto de él y por la ventana vi la luna inmensa y un bosque diminito de eucaliptos fragantes. Nada iba a impedirme ser feliz esa corta semana previa a la universidad.

A las tres de la mañana me despertó la música fuerte que venía del cuarto de Martín. Rock pesado, mucho ruido, todo batería y ninguna melodía. Música para el dolor de cabeza , me dije. Tras pensarlo mucho, me levanté y golpée su puerta y el tirado en el suelo me dijo que pasara.

Es una banda heavy, la conocés. Pronunció un nombre que no conocía.

No, desde los Rolling que no escucho nada, respondí.

Me miró y se sonrió por primera vez. Que lindo es, pensé. Estaba acostado en el suelo , su cabeza en un almohadón, en bermudas y sin camiseta, las hermosas piernas musculosas abiertas , los pies grandes y blancos desnudos sobre la alfombra .Las tetillas y el vientre apenas sombreados con un vello suave que a la altura del ombligo se hacia una sola línea de pelo, la senda del amor , "The love trail "le dicen a eso.en inglés.. Yo sólo sabía que Martrín era el tipo más hermoso que habia visto y que no podía sacar los ojos de él. El me miraba como sorprendido, el humo de su cigarrillo le cubría los ojos pero sabía que me estaba mirando y tras una larga pausa intencional me dijo:

A qué viniste

A pedirte que bajaras el volumen de la música , no puedo dormir.

Lo siento. Si querés te puedo acunar, me dijo pícaramente

¿Cómo? Pregunté, entre sorprendido y contento..

Te siento en mi falda y te canto, me dijo riendo. Advertí que estaba algo ebrio.

Gracias, me alcanzará con que bajes el volumen, respondi antes de salir.

Está bien, me contestó acariciandose las piernas mientras yo cerraba la puerta.

Durante el día no nos veíamos, yo iba con Lorena a la playa, y en entre las olas pensaba en él, acariándose los muslos desnudos, las piernas que el sol había acariciado antes con sus rayos y eso me calentaba enormemente. Algunas noches coincidimos para la cena y el me miraba a los ojos como queríéndome decir algo. Yo desviaba la miraba incómodo. Era mi forma de defenderme contra esa atracción fatal que sentía.

Lorena hablaba hasta por los codos pero el, apenas si decía algo y se reía a carcajadas. Era una risa nerviosa, exagerada

Una risa forzada pensé.

Se me ocurrió tambióen que era una risa triste. Había peleado con la novia, me dijo Lorena y yo no pude contener un suspiro.

Dos dias despues de llegar, Diego me vino a buscar con su camioneta y nos fuimos con Lorena y su hermana a Pinamar.

Cuando entramos al vestuario, el tuvo ganas de hacer algo y me hizo pasar r a un pequeño compartimento cerrado y en voz muy baja , me dijo, que me había extrañado. Comenzó a tocarme y yo desesperado hice lo mismo. Nuestros cuerpos desnudos por primera vez, fueron novedad y causa de excitación. Me gustaba, y cuando tocó mi culo y mi pija no pude reprimir un gemido. Sobé su pija dura y sus huevos con mis manos nerviosas. Su boca buscó la mía y su lengua se metió casi hasta mi garganta y yo paladeaba esos besos como un regalo consuelo. Alguién gustaba de mi, pero ese alguién no era quien yo quería. Diego quiso seguir con el juego sexual, pero entró gente y desistimos. Al salir del vestuario supe con toda la seguridad del mundo que los sustitutos de lo que uno quiere no sirven, apenas si acrecientan la agonía, la necesidad, el deseo..

Me dolían los huevos cuando llegué a Cariló y en el porche estaba Martín, acompañado de una botella de cerveza, bebiendo directamente de ella. Lorena le reprochó que estuviera bebiendo tan temprano y yo no dije nada. El estaría sufriendo por su novia, yo sentía la pena de no tener a quien yo quería. Encima con esa calentura, esa pija mia caprichosa que no se bajaba , esa necesidad, el deseo de coger y ser cogido. La soledad infinita del chico que recién descubre su sexualidad , que es tentado permanentemente pero que no puede hallar reciprocidad en el objeto de su pasión.

Tomé una ducha y me dirigía a mi cuarto , cuando Martín abrió la puerta del suyo y me dijo que entrara. Me había sacado los anteojos y le dije que me dejara ir a buscarlos. Veni igual me dijo.

Envuelto en una toalla, sin mis lentes , húmedo aún por la ducha y oliendo a un suave jabón de sándalo , entré a su cuarto descalzo e intrigado.

Cerró la puerta y me preguntó quién era el chico de Pinamar. Le dije que era un amigo. Pero vos sos huesped de esta casa y no tenés derecho a irte cuando querés, me dijo enojado.

Estaba como celoso. Le molestaba que tuviera un amigo. Lo miré por primera vez a los ojos y sentí ganas de callarlo y abrazarlo pero no podía. Mi alma me empujaba a él, pero mis piernas no me respondían. La razón de mi cerebro me detenía.

La luna se escurría entre las cortinas y no supe que hacer cuando el se acercó a mi. Era más alto que yo, y más fuerte, y mas velludo y mejor proporcionado. Que hermoso es pensé, mientras se ponía a veinte centímetros del toallón que rodeaba mi cintura,

Todavía no te diste cuenta boludo (huevón, tonto). Me dijo con los ojos cargados de rabia

No. ¿ De qué cosa me tengo que dar cuenta ?. Lo miré con miedo de lo que el pudiera contestar.

De que estoy loco por vos, boludo. Al decirlo había una emoción en su voz que no le conocía. . Era un grito desgarrado y un susurro a la vez , y también un sollozo. Una declaración de amor, que no por deseada y soñada me sonó a fantasía,

Y vos boludo, le dije timidamente, no te das cuenta que yo tambien ..

Vos también quée…. me dijo mirándome extrañado.

Estoy loco por vos contesté llorando.

.

Puso llave a la puerta y cerró la luz. Mi toallón voló por el aire. El se sacó el slip y desnudos nos tiramos en el suelo abrazados y temblando.

Acercó su cabeza a la mía y me dio un beso diferente a todos. Un beso que devolví con fuerza, como mordiendo su boca, un beso de hombre a hombre. Un beso de mucha lengua, saliva, sangre, entrega, posesión, desgarramiento, desesperación. Un beso que decía no te vayas, quedate conmigo, no me dejes.

El se levantó para entornar la persiana y yo yo lo seguí y me paré atrás de el , y mi cuerpo con piel de gallina toco el suyo más adulto , más hermoso, mas fuerte.

Lo abracé desde atrás y el apoyó su espalda y su culo en mi, como temiendo caerse y le besé los hombros y el cuello y creía morir de la calentura.

Se dio vuelta hacia mi y lo miré a los ojos y me pareció verlo por primera vez. Su mirada también era otra. Nos abrazamos muy fuerte, nos tocamos enloquecidos, nos besamos muchas veces. Su voz me llevó como volando hasta su cama. Sus brazos fuertes me depositaron sobre las sábanas frías. Pude percibir su respiración agitada antes de que mi boca fuera aplastada por la suya contra la almohada y antes que su lengua atravesara mis labios con su saliva salada y ansiosa.

Tomé su cabeza y acaricié sus cabellos tan sedosos y quise pronunciar palabras pero no pude: mi pija erguida , mi culo dilatado, la presión de los latidos de su corazón en mi pecho, su respiración agitada, sus ojos cerrados y desfigurados por la pasión, me dijeron que no era el instante para las palabras y el mordió mis tetillas y yo no pude gritar de dolor y de excitación y de gozo . Lamí sus orejas y su cuello dejándole la marca de mi saliva caliente y apreté con mis dientes su piel fuerte y gruesa. Ambos estabamos transpirados y el levantó mis brazos y como enajenado por el deseo, lamió mis axilas sudorosas pero limpias. Yo besé sus ojos y el acaricio mi espalda, mi culo, la raya de mi culo, mi espalda, mis piernas y comenzó a decirme cosas inesperadamente dulces y tiernas Con un dedo en mis labios callaba mis gemidos y acariciaba excitado su contorno, hasta que introdujo ese dedo en mi boca, el anticipo de algo mas grueso, mas duro y mas caliente. El aperitivo.

Tomó mi pija entre sus dedos, y comenzó a chuparla con pasión y creí morir del placer pues nunca me habían mamado la verga. Ay papito logré decir una y otra vez mientras el subía y bajaba, y se retorcía por el tronco de mi pija loca. Mis gemidos se deben haber escuchado en todo el pueblo, pero no pude ni quise reprimirlos. El comenzó a lamer mis huevos y a ponerlos húmedos y sensibles con su lengua y su barba. Le pedí que no se detuviera, que por favor siguiera chupándome. Asi, si asi hay que me muero, gritaba yo. Y el continuaba enajenado, apretando con sus labios y su lengua mi pija enardecida y enorme para ese intante. Dame tu pija gritaba. Dámela repetía y yo le daba mi verga, se la daba toda, y levantaba mis caderas para ponérsela en su boca como quien coge una vagina abierta de par en par.

El continuó chupándomela para mi deleite y antes que yo me viniera, el levantó mis piernas y las depósito en sus hombros fuertes y musculados y con su lengua dura y mojada comenzó a chuparme el culo , a comerme el orto como decía el , apelando al efecto excitante de las palabras vulgares y soeces . Dame ese culo decía con como susurrando , repitiendo ese mantra que me impulsaba a entregarme por completo por primera vez. Una y otra vez paso su lengua por la entrada de mi culo y en el vaivén húmedo y tibio, sentí el placer enorme de abrirme de par en par. El placer fue tan intenso que acabé como un litro de leche, y mojé mi pecho, su pecho y hasta su mejilla izquierda. Fue como morir dulcemente, como volar por los aires.

Cambiamos de lugar y comencé a mamar su pija, una y otra vez mientras el gemía y respiraba agitado. Chupé la verga de arriba abajo, la mordía despacito, la lamía como un helado de crema, apretaba sus huevos llenos de leche, la metía hasta el fondo de mi garganta hasta que el reflejo me obligaba a sacarla un poco y volvía y el gritaba , se movía , acariciaba mi nuca y mi cabeza hasta que acabó, en mi boca, en mi cara, en mis orejas en mi pelo. Nos quedamos quietos como dormidos , abrazados y rendidos.

Más tarde el se puso un profilactico y untó mi culito virgen con crema que luego tambien pasó por su pija protegida, y ensayó la estocada, la penetración, la entrada, la perforación en mi cuerpo expectante y caliente. Dolió, claro que dolió: fue un dolor intenso, un dolor de puta madre como decía mi abuelo español, un dolor que destruyó a su paso, mis años de dudas y culpas, de represión y encierro. Un dolor sin verguenzas. El dolor de entregarse a otro ser humano, de derribar barreras. El dolor de destruir todos mis prejuicios y mi soledad.

La verga de Martín era un hierro caliente en mis entrañas, que luego de abrir la puerta, se introducía en mi alma sin permiso, sin pasaporte y sin visa. Entraba en mi culo, en mi cuerpo y en mi alma, y al hacerlo, el pasado quedaba atrás y yo sentía que era mi segundo nacimiento. Volvia a nacer.

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Por eso soy ahora un recién nacido o mejor, mucho mejor, un recién cogido, trolo, puto, joto, tragasables, culo roto, comilón o como quieran llamarme. Ahora si, ahora soy feliz.

galansoy

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A todos mis lectores, a quienes me valoran y me hacen llegar tantos mails simpáticos y agradecidos. A quienes me leen siempre y se entusiasman con mis historias, un gran abrazo y mi agradecimiento. g