Recién casadas (3)

Por una mala broma del destino, Andrea y Paulina terminan casadas y viviendo juntas en Los Ángeles ¿podrán enamorarse?

Capítulo 3

Me levanté muy temprano para darme una ducha sin jabón ni shampoo, pues no tenía y la verdad sólo quería refrescarme. Cuando salí de la habitación Andrea ya estaba en la sala, vestía unos jeans y una blusa rosa pastel, el cabello suelto se le mira muy bien.

—Buen día, esposa— la saludé jugando mientras me sentaba a su lado en el sofá.

—Buenos días, esposa— me respondió mientras bloqueaba su teléfono y lo dejaba en la mesita de centro.

—¿tienes hambre?— yo moría de hambre, como siempre al despertar.

—Sí, podría comer. ¿Qué tal dormiste?—

—Fue una noche larga, pensando en todo lo que ha sucedido en estos días—.

—También lo fue para mí, quiero que sepas que en el momento que quieras me puedo ir de aquí, no estás obligada a estar conmigo, al final, es algo que hicimos un poco inconscientes—.

—Lo sé, pero me gustaría conocerte, si me casé contigo fue por algo ¿no crees?—

—Por borracha—

—No— reí —quiero descubrir ese algo—.

—Bueno, hagámoslo— me sonrió y otra vez sus enormes ojos se posaron sobre los míos, tenía una mirada penetrante, sin duda esas ventanas al alma eran hermosas.

—¿vamos a desayunar?— pregunté levantándome.

—Vamos— se levantó tras de mí.

Nos subimos al coche, yo iba conduciendo, buscamos un centro comercial y empezamos a echar cosas al carrito de las compras.

—Elige lo que te guste, en la semana vamos viendo qué preparamos y si coincidimos en algo, ¿vale?—

—Vale, igual quiero un poquito de ropa porque si me apresuré en hacer la maleta, casi no traigo ropa interior—.

—Puedes andar sin ella— le guiñé el ojo.

—Claro que no— me dijo entre risas —anda, vamos a la ropa—

Elegimos ropa cada una por su lado, tomé un conjunto de ropa interior y fui a enseñárselo.

—¿será que mi esposa quiere modelarme esto esta noche?—

—Jajajaja, ya quisieras, pero no— ambas sonreímos y dejé arrumbado el conjunto.

Llegamos a la caja y ella insistió en pagar, la dejé para no tener nuestra primer pelea, de ahí nos fuimos a comer pues habíamos desayunado apenas unos bowls de fruta. Elegimos un lugar de pizza, Delicioso Pizza, una verdadera delicia en comida italiana, llegamos ahí por las mismas recomendaciones de internet, ninguna tenía idea de qué hacer o a dónde ir en Los Ángeles. Mientras comíamos me estuvo contando de su familia en México, que por ser homofóbicos decidió alejarse de ellos —sin suegra bruja— pensé. Por mi parte le conté que mi familia vivía en Australia desde hacía unos años, sólo mi hermana menor y yo nos quedamos en California por lo que mi círculo era muy reducido. Me contó que cuando estudiaba fotografía conoció a sus mejores amigos que conservaba hasta la fecha, a los cuales no le había avisado que se había casado y mucho menos que se había mudado a Los Ángeles, por mi parte mi hermana y Gabo lo sabían, algunos otros colegas aún no, pero tenía el plan de invitarles pronto.

Quedamos de acuerdo en que ella trabajaría desde casa saldría sólo cuando tuviera evento o sesiones de fotos, por mi parte estaría en el trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde, así que sólo nos veríamos en las tardes y los fines de semana, a ella pareció muy bien pues en la mañana debía estar conectada a sus clases de arquitectura, me ofrecí a ayudarle en lo que necesitase pues yo era muy buena para armar maquetas, cortar materiales diversos y claro podía ayudarle con todo lo que necesitara impreso.

Nos fuimos al apartamento y bajamos las cosas de la despensa y la ropa, acomodamos cada quien lo que compró de artículos personales y después nos reunimos en la cocina para acomodar la comida y toda la despensa que habíamos comprado. Quedamos en que la siguiente semana me tocaría pagar lo que necesitáramos.

—¿hoy dormirás conmigo?— le pregunté divertida, esperaba su negativa, sabía que se ponía nerviosa cuando decía cosas como esa.

—Hoy tampoco tendrás suerte—

—Hey, eso no es justo, no hemos tenido noche de bodas— me quedé viéndola mientras picaba fruta y la preparaba con limón y chamo.

—Creo que no la tendremos pronto, linda esposa, espero lo puedas resistir— pasó muy cerca de mí y se dirigió a la sala.

Instintivamente la seguí con un tenedor en la mano.

—¿será que me invitas de tu snack?—

—Pues ya traes el tenedor— me respondió jugando.

—Gracias, que linda y amable esposa tengo—.

Terminamos de comer la fruta y cada una se fue a dormir a su habitación, el siguiente día sería complicado pues era el primero en la compañía, llevaba ya unos meses trabajando para ellos pero de manera no presencial, y el hecho de ir a una oficina me estresaba un poco. Sinceramente dormí muy mal, me levanté de la cama a eso de las siete de la mañana para darme un baño más decente, ahora sí con lo básico para llevarlo a cabo. Saliendo me preparé un poco de café y tomé un croissant de los que habíamos llevado un día antes, quise despedirme de Andrea pero la verdad me dio vergüenza tocar su puerta tan temprano, apenas eran las ocho de la mañana, así que dejé una nota en su puerta.

-Me fui a trabajar esposa mía, que tengas bonito día-

Sabía que jugaba con fuego al hacer ese tipo de bromas con ella, pero quién se espera estar casada de la noche a la mañana y más aún, con alguien que no conoces. Al llegar a la compañía me recibió el gerente, me explicó que sería la coordinadora del área de diseño y me preguntó si estaba cómoda con el horario y el trabajo en la oficina. Le comenté que era complicado ya que hacía dos años que trabajaba desde casa para ellos y no estaba acostumbrada, además estaba recién casada -me aproveché de ello-, é me ofreció que trabajara tres días de manera presencial y dos desde casa, que lo eligiera cuáles, acepté de inmediato y le dije que le tendría una respuesta al siguiente día.

Me fui a mi cubículo y empecé a instalarme, mudé la información básica de mi laptop al computador de escritorio que tenía ahí, al mediodía salí a comprarme el almuerzo, tenía cuarenta y cinco minutos para ello así que lo disfruté al máximo, regresé y continué trabajando; a la hora de la salida me dirigí a un lugar para sacar copias de las llaves, pedí dos juegos de las del apartamento y dos del coche, quería que Andrea tuviera sus propias llaves y se sintiera con toda la confianza de entrar y salir de casa, así como de utilizar el coche.

Al llegar a casa Andrea tenía su computadora en la mesa del comedor, como nota mental pensé en comprar un escritorio, a ambas nos vendría bien. Mi nueva esposa tenía preparada ya la comida, fui hasta la cocina donde la encontré tratando de abrir una botella de vino.

—¿Te ayudo?— me recargué en el marco de la puerta.

—¡Ay! Me asustaste, sí, por favor—. Me pasó la botella y el sacacorchos.

—Ten— le di cuando la tuve ya destapada.

—Gracias ¿qué tal tu día?— tomó dos copas y dos platos para llevarlos a la mesa.

—Bien, para ser mi primer día después de mucho sin estar en una oficina, estuvo bien. ¿Qué crees?—

—¿ya recordaste nuestra boda?— rió.

—Mmmm… no. Aún no, pero estuve hablando con mi jefe y le comenté que estaba recién casada y que no podía dejar tanto tiempo sola a mi pobre esposa, así que me dejó hacer dos días de home office—

—¿le contaste también cómo obtuviste tu nueva esposa?— parecía divertida.

—Mmmm… no… es que de hecho ni yo lo sé bien— ambas reímos.

Nos dirigimos a la mesa y Andrea colocó los platos y me sirvió espaguetti y un corte de pescado a la plancha, por mi parte serví ambas copas de vino y nos dispusimos a comer.

—¿qué días te gustaría que tomara para estar en casa?— le pregunté a media comida.

—¿en serio quieres hablar de ello?—

—¿qué tiene de malo?—

—Pau, ¿qué estamos haciendo?—

—¿comiendo?—

—Hablo en serio— traté de ponerme seria como ella — Apenas y nos conocemos, cometí la locura de venirme a vivir contigo pero no sé que onda…—

—A ver Andrea, yo sé que las condiciones en que nos casamos no fueron las mejores, y entiendo que no nos conocemos, pero si hubo atracción en un momento y si decidimos casarnos fue por algo; dame la oportunidad de conocerte— le supliqué mientras enredaba de espaguetti en el tenedor.

—Va— respondió a secas

—¿es todo?—

—Pues no, no es todo, vamos a ver qué pasa, me gustas, eres una chica increíble, físicamente eres muy atractiva y tienes un sentido del humor muy sarcástico, pero no me pidas que te ame en tres días—

—Lo entiendo, tampoco yo podría jurarte amor en este tiempo, sólo digo que podemos tratar de ver qué pasa, si no funciona, nos divorciamos—.

—Me late—

—Entonces ¿qué días te gustaría que estuviera aquí?—

—Pues los viernes no tengo clases, así que estaría súper cool—.

—¿martes y viernes te late?—

—Sí— dio un sorbo al vino.

Terminamos de comer y le propuse ir de compras, tomé el freeway y conduje hasta Burbank para encontrar un Ikea, entramos y ambas estábamos vueltas locas con todo lo que había. Elegí un restirador para mí y le propuse a Andrea elegir un escritorio, me dijo que lo haría pero que también usaría mi restirador, no tuve objeción a ello, simplemente reímos. De regreso a casa eran apenas unas doce millas, ella eligió la música y ambas íbamos cantando, fue un trayecto corto que disfruté mucho a su lado, entre risas subimos al apartamento y comenzamos a armar el restirador primero.

—A ver mi arquee, quiero ver tus dotes de la profesión—

—¡oyeee! Jajaja— ambas reímos —que estudie arquitectura no quiere decir que sepa armar muebles por obra y gracia De Dios—

—Achinga, ¿entonces que hacen los arquis?— me aventó un trozo de unicel que venía en la caja, por suerte lo esquivé.

—Ya pintamonitos, ayúdame a armarlo, lee el instructivo—

—Eso es un golpe bajo Andrea— fingí indignación. —Pega palitos— ambas reímos.

Terminamos de armar el restirador y quedamos en que el escritorio sería hasta el día siguiente pues ambas estábamos cansadas, me fui a dormir mientras ella se quedó un rato en la sala con su computadora, era tan extraño todo, tan simple, tan fluidamente la plática y ala vez tan compleja toda nuestra situación. Entré rápido en un sueño ligero.