Recién casada aprende a mamarla
Una joven recién casada no sabe hacer una felación y pide a una íntima amiga a que le enseña, ella, lo hace sin dudarlo, después, tendrá que "estrenarse" por su cuenta...
Siempre pasaba igual, todas las mañanas se levantaba cabreado, aunque estaba encoñado con su preciosa esposa que todo lo tenía, buenas tetas, era guapa, una vagina que si hubiera querido se hubiera follado al más pintado, pero sólo, se la guardó para el, fue ella la que le enseñó a cocinar y le ayudaba con sus estudios y por ella se iba sacando la carrera de arquitectura, porque encima tenía una mente maravillosa, pero... no sabía hacerle una buena mamada en su polla, y evidentemente, eso es lo que más mosqueaba a Goyo, que su esposa, con la que llevaba casado seis meses de nada, no supiese manejar sus labios y su lengua para satisfacer sus más bajos instintos sexuales.
Todo en la vida les iba bien, su relación de novios fue excepcional, la más bonita para ella, hacían el amor maravillosamente casi a diario, cuando no era en el coche, era en un lugar apartado, como aquélla noche que se marcharon a la playa a pasar el fin de semana, a lo loco.
Era jueves, a los veinte años se tiene una fuerza y un descontrol total y absoluto en todos los sentidos, en un momento en que rodaban con su vehículo por la ciudad, a Goyo se le ocurrió salirse un poco y tomar dirección a una de las muchas playas que tenían cerca de su localidad.
Jacqueline: ¿Dónde me llevas amor?
Goyo: No sé, se me ha ocurrido hacer una majaradería, nos vamos a pasar el día en la playa, y esta noche te voy a echar un polvazo de los de siempre.
Realmente follaba como nadie, eso volvía loca a Jacqueline, que se dejaba hacer todo lo que el quisiera.
Jacqueline: Pero ¿así sin ropas ni nada para cubrir nuestras intimidades? Recuerda que no llevamos bañadores, sólo hay una toalla y la sombrilla.
Goyo: ¿Para qué queremos más? Nos bañaremos en pelotas, vamos a ir a una playa nudista.
A Jacqueline le entró la risa floja, nunca había tenido una experiencia así y se empezó a poner muy caliente, tan caliente que una vez que estaban metidos en carretera se puso a besar a su futuro marido por todos lados, particularmente en el cuello, cosa que lo enloquecía...
De repente, lanzó sus manos hacia la entrepierna, de una manera particularmente rápida tenía el miembro de su novio entre sus manos y empezó a pajearle, eso le encantaba, y sabía que podía durar haciéndole una paja todo el viaje, aunque no era muy diestra, eso no le importaba a Goyo, porque disfrutaba de la manipulación.
Goyo: Ufff, cuidado a ver si... vamos a tener un accidente... pero no te detengas... sabes que me encanta.
Jacqueline: Mmm... claro que lo sé, por eso te lo hago..., si me tocaras mi coñito..., sabrías lo feliz que me hace estar siempre a tu lado...
A continuación se levantó un poco su propia falda, lo justo para que con su diestra Goyo pudiera palpar el contenido que escondía dicha tela, con pericia y mientras sentía su pene a toda pastilla rozando casi el volante de la erección que tenía y la paja que agradecía a Jacqueline que le hiciera, llegó a la siempre depilada vagina y sus dedos casi resbalan directamente al interior, al sentir lo lubricada que estaba, aunque no sabía como había hecho, para deshacerse de sus bragas, pero eso no importaba, estaba disfrutando de una buena paja y ahora le estaba metiendo el dedo a su entregada novia.
El trayecto hacia la playa duraría un par de horas, pero no quería detenerse a echar un polvo, sabía que el encanto se perdería, así que dejó que Jacqueline siguiera operando en su polla, de vez en cuando le salía una gota lubricante que permitía seguir haciendo subir y bajar la piel sobre su glande, aunque llegó un momento en que la tremenda erección no permitía salir casi nada de lubricante y se secaba la cabeza de su miembro, pero para eso estaba ella, que sabía bien lo que tenía que hacer por consejos suyos.
Jacqueline: Uy, parece que se ha vaciado el depósito de lubricante, mmm... voy a tener que utilizar las reservas.
Su voz de tontita que sabía poner para volverlo loco lo llevaba al límite y sabía lo qué venía después, se acomodó en su asiento y se dejó hacer.
La chica acercó sus labios, besó el miembro, paseó la lengua, lo humedeció y sin parar de pajearle se lo metió entero en la boca, y lo sacaba de nuevo, ya brillante de nuevo continuaba con su paja, y esa era la acción que realizaba para que no se secase el miembro, así iba todo el camino, mientras Goyo, para que no perdiera fuerza el coño de su novia también manipulaba en cuanto la carretera se lo permitía el clítoris de ella, que en más de una ocasión sintió que se iba a correr de un momento a otro.
Estaban en plena acción pajillera, Goyo sabía que no se terminaría ahí el día, que esperaba grandes cosas, y ella sabía complacerlo.
Jacqueline: Goyo... amor... no te pares... no quiero que te pares... es que... me voy a correr...
Goyo no le hizo caso, faltaba poco para llegar al destino y había que tener cierta compostura al llegar, tenía que aparentar que todo estaba normal y nada había pasado, pero Jacqueline no paraba de pajearle, mientras sentía el dedo de su novio manipular cada vez más lento su explosivo clítoris.
Después tuvo un poco de piedad, aparcó en el arcén, donde sabía que no pararía nadie, dejó las luces de avería conectadas y continuó con su manipulación, el dedo no podía llegar más profundo, pero sabía dónde tenía que dejarlo y girarlo, Jacqueline se estaba volviendo loca del todo, dejó la paja para abrazar a su novio, sabía que se iba a correr...
Jacqueline: No... no quiero que dejes lo que estás haciendo... por nada en el mundo... no quiero... aaah, aaah, aaah...
Empujaba su cuerpo para sentir ese dedo que la traspasaba bien adentro, pero Goyo conocía bien el cuerpo y sabía dónde tenía el punto G, ella se derretía por momentos, se derrumbaba y el no se paraba, una leve sonrisa se dibujaba en su rostro, aunque no estaba complacido del todo porque esta, una de sus interminables pajas no había acabado, cosa que le gustaba también, pero estaba totalmente satisfecho por la cara que le veía a Jacqueline, se le ponía cara de viciosa cuando estaba a punto de correrse y ese era uno de esos momentos.
Giró con sus dedos, el que tenía dentro del sexo de ella y el que acariciaba su clítoris, al unísono, cada vez a más velocidad, sentía el calor de la vagina, de todo su interior, se resbalaba a toda velocidad y sentía que la joven se movía frenética, se iba a correr, se iba a correr y lo sabía.
Sin detenerse un momento ella acercó su mano a su entrepierna, atrapando la de Goyo, sus muslos también hicieron lo mismo, el orgasmo fue tan fortuito que casi se comienza a dormir del gusto que recibió en ese instante.
Descansaron un momento, iban a llegar en poco tiempo, la playa nudista estaba cerca, las locuras también, mientras duró el descanso Jacqueline pudo dormir, y la polla de Goyo relajarse, ahora podrían hacer una entrada triunfal e iniciaron el camino.
El día en la playa transcurrió como todos los días que uno va a la playa, un ratito de sol, un ratito de sombra, y entre tantos ratitos de una cosa y otra, un poco de relax, a su alrededor solamente se veían miembros de todas las medidas y posiciones, tanto en erección como en estado fláccido, así como cuerpos femeninos con sus pezones erectos y chicas que mostraban lo caliente que se encontraban mientras se insinuaban de diferente manera, “qué poca vergüenza tiene la gente”, fue uno de los pensamientos que le transmitió Jacqueline a Goyo, que estaba a tope, pero sin aparentar erección alguna.
De otros lugares del sitio, más recónditos, se escuchaban gemidos, la gente follaba a plena luz del día, o se masturbaban o se daban por el culo, había de todo, y así transcurría el día en esa calita tan particular y que tanto gustaba a Goyo.
Llegada la noche, y tras un largo día de playa, sol y... sexo visual, Goyo pareció cobrar nuevamente vida, se despertó en mitad de un sueño, tenía el miembro totalmente tieso, despertó a Jacqueline y la animó a que se subiera, cosa que no dudó pues sabía bien lo que le gustaba hacer eso.
Goyo: Jacki, mira con qué premio te voy a obsequiar esta noche a la luz de la Luna...
Rozando su culo con su polla tremendamente dura, sintió como ella se restregaba contra el, echó una mano hacia atrás y palpó lo que se esperaba.
Jacqueline: Esto no es para desaprovecharlo cariño.
Se dio la vuelta mientras Goyo esperaba tumbado y... se montó a horcajadas sobre su novio, en principio le hizo sufrir un poco pues rozaba la punta del pene con sus labios vaginales.
Goyo: Qué mala eres, es que ¿no quieres follar?
Jacqueline: Jajaja, siii, pero antes, quiero hacerte sufrir un poco, no quiero ponértelo tan fácil.
Entre risas, rozaba la punta de la polla que Goyo intentaba hacer entrar dando pequeños empujoncitos, alzándose con sus piernas y no conseguía.
Cuando por fin se decidió, lentamente se fue sentando sobre el tremendo miembro que iba a traspasarla, la carne desaparecía en lo que parecía un “alto horno”, estaba caliente como ella sola y Goyo sentía que casi le quemaba.
La penetración fue total y absoluta, Jacqueline se volvía loca cuando follaba, no paraba de gemir a unos decibelios que eran prohibitivos, la gente de alrededor se despertaba, algunas parejas encendieron linternas, en otros puntos se intuía más sexo, pero lo que más importaba en ese momento era esta pareja tan jovial y desvergonzada, después de cabalgar a su novio durante unos minutos, no pudo aguantar mucho tiempo Goyo al verse en ese lugar y con tantos espectadores, la corrida fue tremenda, la de ella también, se sintió totalmente llena, el pene de Goyo, bastante grueso la tenía completamente colmada.
Después de ambos orgasmos, durmieron hasta el amanecer, muy temprano se marcharon de nuevo a su lugar de vivienda, ninguno de sus familiares sabían nada, solo sospechaban que habían pasado la noche juntos pero que volverían a altas horas de la madrugada. Regresaron a sus casas y la vida volvió a ser la de siempre.
Pasaron así un par de frenéticos años antes de casarse y empezar con los problemas, aunque se llevaban bien, lo único que fallaba era que Jacqueline no terminaba de aprender a hacer las mamadas que tanto ansiaba Goyo que le hicieran, unas mamadas íntegras y completas, donde sus chorros seminales acabaran llegando al fondo de su estómago.
Uno de los fines de semana que tenían para disfrutar de la cama plenamente, pues no se tenían que levantar temprano, Goyo despertó con una tremenda erección, empezaron a hacer un sesenta y nueve donde ella empezó a mamarle la polla y el a lamerle el coño.
La experta lengua del joven sabía por donde tenía que meterse, sabía que los labios estaban ansiosos por ser “paseados” por tan larga lengua, ella deliraba al sentir ese “gusano” que rondaba tan ricamente su vagina mojada, recorría su clítoris, despacio se introducía dentro de ella, se salía para al poco tiempo sentirlo en su ojete, tampoco se salvaba el culito del ensalivado, incluso en ocasiones lo traspasaba, sentir la lengua dentro en el final de su tripa también le encantaba, mientras los dedos de Goyo no paraban de trabajar entre sus paredes vaginales, entraban y salían a distintas velocidades, las mismas con las que ella se encontraba en la gloria, salía de un agujero para meterse en otro, abría los labios para llegar donde antes se encontraba el precinto que toda joven tiene antes de ser desvirgada, lamía, chupaba y hasta de vez en cuando mordía todos los puntos sensibles que se encuentran en tan maravilloso lugar.
Después de un largo rato en el que Jacqueline había tenido dos orgasmos, a Goyo se le empezó a bajar la erección, pues la felación que le estaba practicando no era la mejor. Como siempre pasaba, lo que ocurría hoy es que al tenerla floja no podía terminar de correrse dentro de ella, como en otras ocasiones.
Quería terminar con esos momentos y se puso un poco furioso, porque veía como Jacqueline había disfrutado completamente del sexo mientras el se había quedado con las ganas.
Se sentó en la cama, con las piernas al aire, obligó a su amada esposa a poner la cabeza entre sus muslos y a que le mamase el miembro, siguiendo sus instrucciones, tuvo una pequeña erección, pero los dientes de Jacqueline estaban lastimando partes de la porción de carne, el brusco movimiento hizo que se abriese una pequeña brecha por donde sangró, así que lo dejó por imposible, y dejó a la joven esposa con lágrimas en los ojos mientras le reprochó el que no supiera hacerle una buena felación, sin terminar de reconocer que casi la había violado.
Así pasó el tiempo, y empezó a venir tarde todas las noches del viernes, aunque el fin de semana fuera un apoteósico tiempo de sexo pero no de volver a hacer sesenta y nueve en ningún momento, cosa que echaba de menos Jacqueline, las lamidas a su alegre coñito.
Un buen día, se enteró por una amiga que había visto salir en más de una ocasión el vehículo de su esposo de un lugar apartado, al que todo el mundo conocía como “el polvero”, uno de los que hay que cada ciudad de todas los países del mundo, lugar donde la prostitución es lo que prima.
Ya le extrañaba ver a su marido con una actitud tan relajada y nada agresiva las mañanas de los sábados hacía mucho tiempo, parece ser que rondaba las prostitutas del lugar.
Decidió pagarle con la misma moneda, aunque lo que pretendía más bien era aprender a hacer mamadas para satisfacer a su insatisfecho esposo en ese sentido.
No sabía como quitarse esa idea de la cabeza y le contó a la amiga el porqué pensaba que su esposo estaba acudiendo a esas citas tan putas.
La amiga le insinuó que ella sí que sabía como hacerlo, que tomarían al primer chico que encontrase y le mostraría como hacerlo.
Sucedió una noche de viernes, que, como controlaba la hora de llegada de su esposo, quedó en ir con su amiga, de discoteca, le cedería una llave de su piso, la amiga se enrollaría con un chico, tenía experiencia, sobre todo cuando le picaba en su centro más sensible, lo llevaría a la casa, y lo dejaría satisfecho con una buena mamada, esperando que su amiga lo viera todo y así se pusiese manos a la obra.
Y eso hicieron, tras entregar la llave y aconsejarle que se metiese en el armario, se enrollaron con un chico, que pensaba que se iba a montar un trío, después pusieron dirección a casa de la amiga, haciendo parada en la supuesta casa de Jacqueline, que era la siguiente, pero, claro está que el joven no lo supiese, después de que entrara y se situase en el sitio previsto, la amiga, que se había enrollado con el tipo en el coche, terminó por entrar con el en su casa sin saber que la otra estaba dispuesta a verlo todo y empezó a trabajarse a la caliente víctima.
En medio del salón, se desnudó de manera sensual, y fue desnudando al chico de la misma forma, cuando por fin lo tumbó en el sofá, se puso sus dedos en su clítoris y empezó a masajeárselo, eso estaba poniendo frenética a la presa y también a Jacqueline que empezó a menearse los dedos por su propio clítoris.
El conejillo de indias se puso tenso, la polla le iba a explotar y la comedora de pollas se puso manos a la obra, tras liberar el duro miembro, que estaba mirando al cielo, comenzó por besar los bajos del tronco, y lamía sus testículos, que por cierto, no tenían pelos, mientras tanto, pajeaba liberando el glande delicadamente, en una ocasión que el glande estaba despellejado, la experta lengua lamió por la zona que se encontraba el frenillo, lamía rápidamente, lo mismo que sus dedos por su clítoris la estaban haciendo temblar, temblaba el noviete casual y también temblaba Jacqueline, que además empezaba a respirar desacompasadamente con sus caricias.
La amiga empezó a metérselo en la boca, lo lamía un poco, y a continuación lo sorbía, como si quisiera sacarle hasta el último soplo de vida, eso le encantaba al dueño del miembro, jamás lo habían tratado de esa manera, Jacqueline no perdía vista de nada de todo lo que sucedía y estaba encantada, además de satisfecha por lo que estaba sintiendo en sus bajos.
De pronto lo abandona y se dirige a sus testículos nuevamente, se los mete en la boca, primero uno, después el otro, mientras tanto manoseaba el pene erecto, lo pajeaba y eso era enloquecedor, tanto que expelía alguna que otra gota preseminal que servía también para lubricar lo que parecía reseco, su mano resbalaba suavemente y con cierta pauta cuando soltaba un brillito por lo lubricado que estaba.
Cuando ya creía que estaba preparado el dueño y señor al que se estaba lentamente comiendo y pensaba que Jacqueline lo veía perfectamente, decidió ir a por todas, engulló el pene enhiesto, no dejó a la vista ni un centímetro de carne, el hombre puso sus manos en la nuca de la chica e intentó llevar la iniciativa pero no pudo más que dejarse hacer, ella sabía bien como menear su cabeza, como hacer aparecer y desaparecer el miembro dentro de su boca, lo hacía como por arte de magia, a Jacqueline no le cabía en la cabeza que tanta carne pudiera ser tragada sin atragantarse, porque ella no podía hacerlo, por mucho que lo había intentado, y por eso su esposo estaba mosqueado, además de que le cansaba realizar dicha tarea felatoria.
Un rato después de llevar mamando del cipote que se tragaba agarró las manos del macho y se las puso en la cabeza, de esa manera quería indicarle a Jacqueline que no era malo que el hombre al que se comía, impusiera una marcha agradable al trabajo que realizaba tan placentero, como podía ser su esposo u “otro”.
Lo que no esperaba era que una vez la tenía agarrada, el joven empezara a menear sus caderas un poco más bruscamente y se empezara a follar a la amiga por la boca, la polla le llegaba un poco más adentro de la cuenta, le produjo un poco de tos que pudo controlar, eso le erizó un poco el vello a Jacqueline, que no perdía vista de nada, y seguía observando y acariciándose, mientras sentía que el orgasmo se acercaba.
La amiga sabía que se iba a correr de un momento a otro por la velocidad que estaba tomando la acción, el, de golpe, tiró del cabello de ella hacia atrás despegándola de su miembro, dejando que solamente paseara la lengua por debajo de su glande, que no se separaba del mismo, comenzó a pajearse muy rápidamente, se iba a correr y lo iba a hacer en su boca, cosa inimaginable para Jacqueline, que siempre había visto algo asqueroso en eso, pero seguía mirando, respirando fuerte, casi llegando al orgasmo, la puerta del armario se abrió un poco sin hacer ruido, aunque las palabras de la amiga animando a que se corriera el hombre evitaban que se escuchara otro sonido.
El hombre sentía que los chorros estaban a punto de salir disparados, apuntó mientras se pajeaba violentamente y cuando el primero salió, taponó la boca con su pene haciendo que el resto de semen cayera dentro de la boca que tanto lo había mamado hacía pocos segundos, se corrió largamente, unas hebras salieron por la comisura de los labios de la amiga, de todo lo que había soltado allí dentro, esta miró hacia el armario, del que se había abierto bruscamente la puerta y sonido un sollozo de placer orgásmico, el hombre no se percató del asunto, pero Jacqueline disfrutó tremendamente del espectáculo que le estaban ofreciendo y la lección que estaba recibiendo.
Lo que sucedió a continuación fue tremendamente increíble, le dijo a la amiga de Jacqueline que tenía que marcharse, que había dejado sola a una persona y tenía que volver con ella, antes de que se diese cuenta.
Evidentemente también le había sido infiel a su pareja, pero se lo había pasado como nunca, y como detalle, dejó unos cuantos billetes de 20 en la mesa, como tributo por el trabajo bien realizado.
Cuando se quedaron a solas, intercambiaron palabras las amigas y se rieron un poco tras ver el dinero ganado por ese trabajo que en principio iba a ser gratuito, pero parece ser que el hombre quedó muy satisfecho y por eso le pagó.
A partir de ahí, Jacqueline sólo tenía que empezar a practicar... pero no sabía bien con quién...