Rebeca y su marido acuden a casa de Alfredo (2/2)
Llega un nuevo invitado a casa de Alfredo, los cuatro van a pasar una velada bien entretenida.
Este relato es la continuación de “Rebeca y su marido acude a casa de Alfredo (1/2)”, es aconsejable leer antes los textos anteriores.
Mientras yo obedecía la última orden que acababa de darme nuestro anfitrión ellos se sentaron en los sofás a beberse sus cervezas y empezaron a hablar de sus preferencias sexuales. Barría a lametones en una postura de lo más incómoda la mesa sobre la que había estado prácticamente todo el tiempo que llevaba en aquella casa cuando sonó el timbre de la casa, pude ver en un reloj colocado en el mueble del televisor que eran las 19:45.
- Debe ser Jan, me he tomado la libertad de invitarlo para que podáis agradecerle las clases que les ha dado a vuestros hijos esta tarde después de comer -dijo Alfredo al tiempo que se levantaba para abrir la puerta-.
- Menos mal que piensas en todo y…en todos -contestó mi marido- Jajajajaja -rieron ambos mientras Jan traspasaba la puerta-.
- Veo que lo estáis pasando genial ¿llego tarde a la fiesta? -dijo el reción entrado Jan-.
- No te preocupes, hasta ahora sólo nos hemos follado su boca un par de veces y le hemos azotado un poquito… -dijo el anfitrión mirando mi culo rojo y en pompa, ya que yo seguía lamiendo la mesa con las dificultades que me propiciaba la cadenita que me había puesto uniendo mi cuello y mi culo-.
- Ya veo que tiene el culo resplandeciente, si parece una bombilla de esas que son de color rojo y que dan calor.
- Jajajajaja -explotaron los tres en una risa que se contagiaban los unos a los otros-.
- Perra, deja la mesa y dale la bienbenida como se merece a nuestro amigo Jan.
Una vez más realicé una mamada sin manos, enguyéndome la polla entera una y otra vez. El recién llegado enseguida capturó mi cabeza y la dirigía conforme sus preferéncias, estacándome su pollón -no se que toman estos esquiadores, ni si todos la tendrán igual de grande, pero los dos que yo había podido ver hasta el momento calzaban un buen miembro viril, bien largo y grueso- hasta lo más profundo de mi boca y me dejaba en esa posición hasta que casi se saltaban mis ojos de las cuencas por falta de aire. Depués de hacer esta maniobra al menos media docena de veces me sacó la polla de la boca y empujó mi cabeza bajo de sus piernas para que le chupara los huevos, unos minutos más tarde hundió mi cara entre sus nalgas, no hacía falta que me dijera nada tenía muy claro qué debía hacer. También me quedó claro que Alfredo y Jan habían compartido a más de una perra como yo hasta la fecha.
- Veo que ya la has anillado ¡no has tardado nada cabrón! - le dijo Jan a Alfredo y empezaron a reirse los tres - Será cuestión de comprobar si están bien puestos, no vaya a ser que se vuelvan a su ciudad y una vez allí se den cuenta de que hay algún fallo - siguió diciendo con una sonrisa maliciosa en sus labios.-
- Tienes toda la razón Jan, habrá que probarlos -respondió el anfitrión-.
- La verdad es que estoy bastante intrigado y empiezo a estar algo impaciente por ver cómo puedo y debo utilizar el regalo que le has hecho a mi mujer -dijo Javier.
- Bueno, regalo, regalo…no se si se podrá llamar, porque pienso cobrarme en espécias hasta el último céntimo que he invertido en ella durante los días que estéis aquí.
- Por supuesto, no hay ningún problema siempre que yo sea informado y a ser posible también pueda participar -respondió solícito mi marido-.
- Por eso no te preocupes, a mí no me gustaría ser un cuernudo, así que procuro que mis iguales no lo sean tampoco.
- Venga va, dejad de hablar tanto y pongámonos a la faena -dijo impaciente Jan-.
Alfredo abrió un nuevo cajón del que empezó a sacar como pequeños pesos con un gancho en la parte superior y una arandela en la inferior, pronto descubriría para qué eran.
Yo seguía a cuatro patas, con mi cuello y culos enganchados entre sí, empezaba a sentir moléstias por mantenr siempre esa postura, pero pronto me olvidaría de ellas. Colocó uno de esos pequeños pesos en cada uno de mis cinco aros, tenían algo de peso pero pronto me acostumbré al tirón que producian sobre mis pezones, labios y clítoris y no me producían dolor, sino una sensación estimulante que hizo que mi coño volviera a mojarse de forma abundante. Alfredo le dió cinco cuentas más a Javier para que las colocara a continuación de las que él había puesto, la molestia se intensificó pero sin llegar a ser dolorosa. Jan cogió otras cinco y me las colocó. Empezaba a molestarme ya en los pezones y en el clítoris.
- Muy bien perrita, ahora voy a quitarte la cadena de detrás, vamos a follarte ese culito y no queremos que nadie salga mal herido -mientras él hacía los que me había dicho, Jan me colgaba tres cuentas más de cada pezón.
- Ahora tienes que ser buena y mantener la postura, si alguna oímos el sonido del metal sobre el cristal de la mesa serás duramente castigada.
Miré las ristras de cuentas que salían de mis pezones y vi que prácticamete llegaban a la mesa, debería mantener bien extendidos mis brazos para evitar que tocaran el cristal, me di cuenta de que pasaba lo mismo con las que tenía en la zona de mi coño, casi tocaban ya la mesa, pensé que me costaría trabajo evitar que ninguna de mis nuevas cadenas tocaran la superfície prohibida. Estaba en mis cabilaciones de puta perra cuando noté la primera penetración en mi culo:
- Chicos, esto es genial, tenéis que probarlo. Está calentito y bien mojadito y entra de maravilla - dijo Jan, que parecía el más impaciente de los tres, mientras entraba y salía de mi culo una y otra vez.
- No te corras ¡eh, cabrón! no me apetece hacer el donuts relleno. Además, la leche se la hemos de dar a la perra, va a ser su cena de hoy: solo leche recién extraída, ni alimentos sólidos ni complementos de ninguna clase -le dijo Alfredo mientras le empujaba para poder quedarse él con mi culo-.
Empezó a follarme, dentro-fuera, dentro-fuera, mientras Javier y Jan estaban enfrente frotándose cada uno su verga, esperando su turno.
- Javier, te toca probar elculo de tu perrita -le dijo Alfredo a mi marido-.
Mi marido entró por mi puerta de atrás, hasta el fondo, sin ningún tipo de miramientos me clavó su verga hasta que sus huevos me tocaron las nalgas, me penetraba fuerte una y otra vez…
- Uff, que bueno -dijo Javier- me encanta el culo que se le está quedando a mi perra, a partir de ahora pienso disfrutarlo mucho más. Alfredo, que tal si le folláis la boca, seguro que tiene hambre.
- Sí, tienes razón, ya es hora de cenar. Jan, ven aquí conmigo, vamos a follarle la boca los dos juntos.
Ambos se arrimaron a mi y empezaron a introducir sus pollas de forma alternativa, primero Alfredo, después Jan así sucesivamente unas cuantas veces hasta que Alfredo le cogió la polla a Jan y me las introdujo las dos juntas.
- Ohh, que gusto da la boca de esta perra, ya entiendo porqué has querido disfrutarla al máximo desde el principio -le comentó Jan a Alfredo.
Mientras me comía las pollas de mi médico y el monitor de mis hijos mi marido continuaba follándome el culo de una forma intensa y ruda.
- Perra, ahora, mientras nosotros nos corremos en tu boca tienes permiso para correrte, espero que disfrutes…jajajaja.
Siguieron follándome los tres y dos o tres minutos después amos se corrían en mi boca, el sentir esos chorros de leche caliente bajando por mi garganta a la vez que era penetrada por el culo incansablemente por mi marido hizo que me corriera…
- ¡Mirad chicos, la muy perra se ha corrido! ¡Te ha hecho caso! Jajajajaja -dijo mi marido-.
Yo estaba limpiando la polla de Alfredo mientras Jan esperaba su turno a su lado, hizo que le lamiera también los huevos y su culo, cuando acabé Jan comentó:
- Javier ¿quieres follarte su boca y correrte en ella mientras yo le doy por culo? Después ya me limpiará la polla.
- Es muy buena idea, ¡tengo unas ganas enormes de correrme!
- Jajajaja -rieron los tres mientras cambiavan sus posiciones: Jan en mi culo, Javier en mi boca i Alfredo sentado en el sofá contemplando toda la escena.
Empezaron de nuevo las embestidas, Jan i Javier se acompasaron y ambos entraban en mis cavidades a la vez, poco después Javier se corrió en mi boca lo que produjo la misma reacción en mi cuerpo y volví a correrme.
- ¿Pero que estás haciendo perra? ¿Quien te ha dado permiso para correrte otra vez? ¿Aún no te ha quedado claro que somos nosotros quienes decidimos cuando has de correrte? Esto merece un castigo, ya te había avisado antes y no me gusta decir las cosas más de una vez.
Alfredo se levantó y se dirigió al cajón de donde había sacado la fusta y la vara, escogió ésta última:
- Van ha ser cuatro varazos: glúteos, pezones, abdomen y clítoris. Te azotaremos los tres, puesto que nos estás haciendo perder el tiempo a todos. Ponte sobre tus rodillas y con las manos entrecruzadas detrás de la cabeza ¡perra!
Dicho esto me incorporé y me coloqué en la postura que me había pedido mi anfitrión. Enseguida blandió la vara sobre mis nalgas, pezones, abdomen y clítoris, fueron cuatro golpes rápidos, fuertes y certeros. A continuación, sin mediar palabra, le pasó la vara a mi marido, quien tampoco tardó nada en darme el primer varazo en las nalgas, cuando tocó los pezones tuvo que hacerlo tres veces para acertar sobre mis pezones, continuó con el abdomen y acabó en el clítoris, le pasó la vara a Jan quien descargo sus cuatro varazos de forma milimétrica en cada una de las zonas establecidas.
- Alfredo, la perrita ya ha cenado y ha recibido su castigo ¿qué tal si cenamos nostoros ahora? -preguntó Jan-.
- Sí, María nos ha dejado la cena preparada, cenaremos en la mesa de la cocina. Voy a quitarle los pesitos de las anillas para que la perra descanse mientras cenamos, después de cenar le propinaremos el castigo de las dos veces que han tocado la mesa. -Respondió María-
- ¿Dos? Me habían parecido más: las dos veces que se ha corrido han tocado las tres cadenas del coño sobre la mesa y cuando hemos hecho el cambio entre Jan y yo le ha tocado una de las cadenas que lleva en las tetas, a mi me salen siete -explicó Javier-.
- Así que siete… pues para que tengamos lo mismo para todos que sean nueve. Después de cenar decidiremos cómo lo haremos.
Tomó la correa que llevaba atada a mi collar, me llevó hasta la cocina y la ató en una de las patas de la mesa, antes de abandonar el salón pude ver que eran las 21:00 horas.
- Siéntate perrita, ahora vamos a cenar, tú quédate ahí sentadita mientras acabamos de preparar la mesa y la cena. Cuando nos sentemos pasas bajo la mesa y nos vas chupando las pollas.
Intenté descansar durante los pocos minutos que tardaron en preparalo todo y sentarse en la mesa. En ese momento me coloqué bajo la mesa y empecé a chupar primero la polla de mi anfritión, después la de mi marido y por último la de Jan, cuando acababa con éste volvía a empezar, creo que hice la rueda completa al menos cinco veces. Después de cenar volvimos al salón:
- Bueno, ahora toca darle su castigo por no aguantar lo suficiente las cadenas en su sitio -dijo Jan-.
- ¿Qué os parece si le damos tres palmadas cada uno? Pero de las fuertes, dejándole nuestras manos marcadas en su lindo trasero, me apetece muchísimo sentir su piel bajo mi mano -comentó mi marido-.
- Sí, está bien, nueve palmadas me parecen un buen castigo para esta perrita -respondió Alfredo-.
A continuación pasaron los tres por mis posaderas para dejarme sus tres palmas marcadas en mis nalgas. El culo me escocía, sólo con rozarme suavemente esa zona se me erizaba la piel de todo el cuerpo.
- Bueno, mientras reposamos la cena mirando la tele, la perrita que nos la vaya mamando o si alguno quiere follarle el culito mientras se come la polla de otro…estáis en vuestra casa, haced lo que queráis -comentó Alfredo mientras tomaba asiento en una de las puntas del sofá y cogía el mando de la tele para encenderla-.
- Alfredo ¿puedo ponerle la cadena de las mamadas? -preguntó Jan.
- Oh, sí, claro, por supuesto. Ya sabes dónde está. -respondió. Como se dió cuenta de que mi marido no sabía de qué estaban hablando prosiguió - Jan llama la cadena de las mamadas a una cadenilla que une los dos pezones y si la colocas sobre tu polla mientras ella está mamando le tira de los pezones hacia arriba, haciendo que sienta una molestia persistente en esa zona y la mame más rápido para acabar antes, lo que pasa es que nosotros llevamos un buen entrenamiento y no nos corremos así como así, con lo que disfrutamos bastante…jajajaja
Mientras Alfredo le explicaba ésto a mi marido, Jan ya me había puesto la cadenita en las arandelas de mis pezones.
- Ahora sé buena y ves a mamársela a Jan, que tiene muchas ganas de follarte esa boquita -me dijo Alfredo-.
A cuatro patas me dirigí a la otra punta del sofá, donde Jan había tomado asiento, él colocó la cadena en la parte superior del tronco de su polla y noté cómo estiraban de mis pezones las anillas que me había puesto María esa tarde. No era un dolor intenso, pero era una molestia constante y no muy agradable para mi, pero mi coño no pensaba igual y empezó a encharcarse otra vez.
- ¡Ostia…eres una perra muy puta! -dijo mi marido- estás toda mojada otra vez. ¿Jan, te importa si la enculo mientras te la come?
- Ya sabes que no, además…es tu perra, haz lo que quieras. -respondió Jan-.
Mi marido pasó su polla por mi coño para mojársela y me la hundió hasta el fondo por el culo. No se el tiempo que pasó, me pareció una eternidad, hasta que Alfredo ordenó:
- Javier, siéntate ahí, vas a follarte a tu perra por el coño, Jan ¿tú qué quieres, boca o culo?
- Culo, de boca ya he tenido ahora -respondió Jan guiñando un ojo-.
Javier ya estaba sentado en el sofá, con su polla bien erecta, Jan me acercó hasta él y me pidió que me sentara sobre la polla de mi marido, él se colocó a mis espaldas y me penetró el culo, cuando ambos estaban bien asentados en mis agujeros, Alfredo tomó la cadena de mis pechos, se la colocó sobre la polla y me la metió hasta el fondo de mi garganta. Cada uno me follaba uno de mis agujeros, he de decir que me sentía llena -obviamente- y plena, desconocía que me gustara tanto estar llena de pollas por todos mis orificios, estaba disfrutando mucho cuando oí la voz de Alfredo:
- No te corras puta, aún no ha llegado el momento. Has de contenerte o no serán suficientes 12 varazos como antes.
Me sentía extasiada, húmeda y llena. Tenía ganas de correreme y me costaba concentrarme en evitarlo por estar intentando satifacer el hambre de estos tres hombres que me estaban penetrando.
- Será hora de cambiar de agujerito, ¿no? -preguntó Jan.
- No se si a Javier le parecerá bien que nos follemos el coñito de su perra -respondió Alfredo.
- Hoy estamos compartiendo una experiencia inolvidable para mi, no tengo inconveniente en que os la folléis por el culo, por la boca o por el coño -respondió mi marido.
- Pues venga, hagamos un cambio -dijo Jan- de paso pondremos la bolita en sus labios.
Alfredo se dirigió al cajón del que habían sacado los pesitos y la cadenilla que ahora llevaba uniendo mis pezones y sacó otra cadena mucho más pequeña con una bola en el centro, me la colocó utilizando las anillas de mis labios y la bola quedó justo a la altura del clítoris.
- A ver perra, esta bolita va a darte más placer, vamos a comprobar la resistencia que tienes, ya sabes que no puedes correrte hasta que te lo diga alguno de nosotros -me aleccionó Jan-.
Seguidamente Alfredo me acomodó sobre su polla, Javier me penetró el culo y Jan empezó a follarme la boca dejándome sin respiración durante un tiempo que cada vez me parecía más largo. La bolita que me habían puesto me rozaba el clítoris en cada embestida del médico, me estaba volviendo loca de placer pero debía contenerme si no quería que volvieran a azotarme ni se la de veces con la vara. No se los minutos que pasamos así hasta que se produjo un nuevo cambio; ahora cavalgaba sobre Jan, me enculaba Javier y me comía la polla de Alfredo. Un rato después Alfredo volvió a hablar:
- Perra, colócate en el suelo sobre tus rodillas, con las manos entrelazadas a tu espalda y prepárate a recibir nuestra lefa sobre tu cara.
En cuanto Javier abandonó mi culo, me levanté dejando al descubierto la polla erecta y húmeda de Jan para tomar la posición que me había indicado. Ellos se acercaron a mi y con unos pocos movimientos de sus manos empezaron a tirarme su leche sobre la cara y en la boca.
- Bien perra, mientras nos preparamos una copa puedes ir recogiendo toda la leche de tu cara y te la vas tomando, cuando volvamos a mirarte debes tener la cara bien limpita -me dijo Jan-, que no quede ni una gota de semen en tu cuerpo.
Los tres tomaron rumbo a la cocina, tardaron unos minutos en volver y para cuando lo hicieron yo ya me había limpiado la cara y la parte superior de mis senos, como no sabía cómo debía esperarlos me quedé en la misma posición en que me habían dejado: de rodillas con las manos entrelazadas a mi espalda. Se sentaron en el sofá con sus copas en las manos, se miraron entre ellos -supongo que alguna cosa habrían acordado en la cocina- y Javier habló:
- Ahora puedes correrte perra.
Me sorprendí a mi misma corriéndome con un orgasmo increíble, emanaron jugos de mi coño como si hubieran abierto un grifo en mi interior, los pezones se me pusieron duros y bien erguidos, el clítoris sobre salía de mis labios…estaba muy, muy cachonda.
- ¡Joder qué corrida se ha pegado la perra! -soltó mi marido-.
- Sí, me ha dejado el suelo hecho un desastre -dijo nuestro anfitrión-.
- Pues que lo limpie con su lengua -apuntilló Jan-.
- Por supuesto, esto no puede quedarse así, es un peligro podemos resbalar y no tengo ningunas ganas de tener que atenderos a alguno de vosotros o a mí mismo. Perra lame el suelo, con los brazos cruzados en tu espalda para ver cómo se bambolean tus tetas y tener una buena vista de tus agujeritos.
Ni se el tiempo que estuve lamiendo el suelo, la verdad es que había dejado un charco enorme después de mi corrida. Cuando acabé vi que ellos también habían vaciado sus copas.
- Chicos yo me voy ya -dijo Jan- mañana tengo un día completito en las pistas. Javier si quieres puedo estar un rato más con tus hijos, la verdad es que he disfrutado mucho con vuestro agradecimiento y ahora me siento en deuda.
- Oh, muchas gracias Jan, no tienes el porqué -respondió Javier.
- Si te parece bien les preguntaré cuando esten comiendo si quieren quedarse una hora conmigo después de la comida, entre las 14:00 y las 15:30 tengo libre.
- Está bien, se lo comentaré en la hora del desayuno. Muchas gracias por tu ofrecimiento.
Mientras hablaban Jan se había vestido y poco después abandonó la casa rumbo a la suya.
- Verdaderamente ya es bastante tarde y la perrita parece agotada. Podemos hacernos media copita más mientras ella pasa la fregona por el salón y se da una ducha, no quedaría bien que fuérais por la calle con las pintas que lleva la perra -comentó Alfredo-.
- Me parece una buena idea -respondió Javier- prestas atención hasta en el más pequeño detalle.
- Cuando acabes de fregar el salón te diriges a cuatro patas a la ducha y cuando acabes vienes a la cocina a cuatro patas, en esta casa no tienes permitido andar sobre tus pies si no es para fregar.
Dicho esto el médico sacó un cubo con agua jabonosa y la fregona, me indicó dónde estaba el baño que podía utilizar y ambos desaparecieron rumbo a la cocina. Fregué el suelo de todo el salón, me dirigí al baño, me duché y volví a cuatro patas a la cocina, al pasar por el salón de nuevo pude ver que el reloj marcaba las 22:50, llevábamos allí poco más de cuatro horas y había perdido la cuenta de los azotes, mamadas, enculadas y folladas que había recibido. Notaba mi cuerpo exhausto.
En cuanto entré en la cocina ambos se incorporaron y salieron al salón, Alfredo me había vuelto a coger de la correa que no me había quitado en toda la velada.
- Muy bien perra, has dejado el salón estupendo. Ya puedes vestirte e irte con tu dueño -comentó Alfredo-.
- Espera un momento, antes de irnos deberás hacerle una mamadita de despedida a nuestro anfitrión, así tal vez vuelva a invitarnos otro día -me ordenó mi dueño-.
Procedí a realizarle una mamada como la primera, chupándole bien la polla y pasando a lamerle los huevos a continuación y su ano para finalizar.
- Muchas gracias perrita, me ha gustado tanto que voy a darte un poquito más de leche antes de que te vayas. Abre bien la boca, te voy a dejar la lefa sobre tu lengua y quiero que te la vayas enguyendo poco a poco, saboreándola y disfrutándola.
Mientras mi marido se iba vistiendo. Cuando acabé de tragarme la última gota de su semen, le limpié bien el prepucio, succionando levemente para acabar de extraer lo poco que pudiera quedar dentro.
- Ahora ¡vístete perra! No olvides volver a llenarte el culito con el plug, te lo deja muy hermoso -me ordenó mi marido-.
Ellos empezaron a despedirse:
- Ha sido un placer -dijo Alfredo tendiéndole la mano a Javier-.
- El placer ha sido mío -respondio mi dueño.
- Mañana por la mañana, a las 7:45 estaré en el baño público del hotel para que me hagas la mamada matutina, después ya podrás desayunar con tu familia. A las 11:30 te espero en la cafeteria de las pistas para tomarnos un cortado -se despidió Alfredo guiñándome un ojo-
Javier y yo abandonamos la casa y nos encaminamos al hotel.
- Te has portado muy bien perrita, estoy más que contento de los descubrimientos que hemos hecho hoy. Cuando lleguemos a la habitación te lavarás los dientes y esperarás a que entre yo para que te dé tu última dosis de leche de hoy, así te irás a dormir con un buen sabor de boca.
CONTINUARÁ…