Rebeca y su marido acuden a casa de Alfredo (1/2)

Rebeca acude con su marido a casa del médico, aceptando así la invitación que éste les había hecho.

Este relato es la continuación de “Rebeca visita la farmacia del pueblo”, es aconsejable leer antes los textos anteriores.

Al poco de llegar a la habitación lo hicieron también mi marido y mis hijos. Yo ya me había duchado y vestido, para evitar que nadie viera las nuevas novedades de mi cuerpo. Mientras los “niños” se duchaban y cambiaban mi marido me preguntó:

  • ¿Has hecho lo que te ha dicho el médico?
  • Sí, he utilizado lo que me ha dado y me he duchado después.
  • ¿Has ido a la farmacia?
  • Sí, allí me ha atendido la mujer de Alfredo
  • ¡No me jodas! ¿Está casado?
  • Pues sí, pero he de decirte que son tal para cual. Ahora cuando se bajen los niños te explico mi visita a la farmacia del pueblo y la atención que he recibido de la farmacéutica.

Unos minutos después los niños aparecieron duchados y cambiados:

  • Papá, mamá esperamos que no os importe, hemos conocido a un grupo de gente de nuestras edades y también se hospedan en este hotel. Hemos quedado para cenar todos juntos.
  • Sí, no hay ningún problema -respondió mi marido-. A decir verdad, nosotros también hemos conocido a gente y hemos quedado a tomar unas cervezas, igual se nos hace tarde y no venimos a cenar.
  • Tranquilos -dijo nuestro hijo menor- cuando estemos cansados nos acostaremos y vosotros ya llegaréis cuando queráis. Mañana nos levantaremos pronto para aprovechar al máximo las pistas. Hoy nos lo hemos pasado genial.
  • Esta bien hijos, en todo caso nos vemos mañana por la mañana para desayunar.
  • Ok, pasadlo bien -se despidieron nuestros hijos antes de abandonar la habitación.

  • Bien, ya estamos solos. Desnúdate y cuéntame tu visita a la farmacia.

Obedecí como llevaba haciéndolo todo el día, la cara de mi marido al ver los pircings era una mezcla de excitación, lujuria y deseo con una mezcla de incredulidad.

  • ¿Qué llevas puesto?
  • Pues lo que ha considerado oportuno nuestro médico, bueno, más o menos.

Le conté que la farmacéutica había recibido órdenes de perforarme los pezones y el clítoris, pero ella había considerado oportuno perforarme los labios vaginales también.

  • ¿Y cómo te sientes? ¿Te duele?
  • La verdad es que no, me ha puesto una crema que és anestésico local y después me ha dado otra para evitar que se infecten y ayudar en la cicatrización. Me noto muy caliente, tengo los pezones siempre erguidos y rozándose con la ropa, igual me pasa con el clítoris…
  • Vaya, vaya…esta faceta tan perra de tí la desconocía, pero confieso que me encanta. Se me ha puesto durísima solo de entrar en la consulta, verte de rodillas y a él con la polla aún fuera de sus pantalones, enseguida he imaginado lo que había pasado. Menos mal que después de comer me has dado un alivio, sino hubiesen podido utilizar mi polla para enganchar las vallas que delimitan los laterales de las pistas.

Me ruboricé con las palabras de mi marido. Por algunas prácticas que habíamos hecho en el pasado intuía que le gustaba que fuera una perra salida, pero no imaginaba que le gustara tanto compartirme con otros.

  • A ver, gírate y enséñame tu culito. -Cuando vio que lo llevaba lleno…- Ah, veo que también te ha llenado el culo tu nueva amiga -dijo rodando el plug denro de mi culo y dando pequeños tirones-. Me gusta verte así, cuando lleguemos a casa nos iremos de compras, vas a cambiar tu armario y a partir de ahora solo quiero que lleves faldas, para poder tener mejor acceso a todo esto -conforme acabó su frase tiró del plug y lo sacó-Ufff, es el más grande que te he visto nunca puesto, ¡me encanta! Ponte a cuatro patas y coloca tu cabeza contra el suelo, muéstrame bien ese culito de puta perra que tienes.

A lo que tuvo a vistas lo que pedía empezó a emitir una serie de sonidos que me indicaban lo mucho que le estaba gustando lo que veía y, sin esperármelo sentí cómo su mano derecha azotaba de una forma fuerte y seca mi nalga derecha, noté un escozor que no había sentido nunca, no tuve tiempo de asimilarlo cuando noté otro idéntico en mi nalga izquierda, una oleada de calor invadió mi cuerpo y mi coño empezó a segregar copiosas cantidades de jugos…

  • Ummm perra, veo que te gusta lo que te hago -y sin más dilación me soltó cuatro azotes más en cada nalga- Ahora vístete, hemos de irnos a casa de Alfredo. Recuerda que no debes ponerte ropa interior.

Unos minutos más tarde cruzábamos el hall del hotel hacia la salida, él me rozaba deliberadamente mi culo enrojecido. Me había dejado sus dedos marcados en todas y cada una de las palmadas que me había dado, los pantalones estaban siendo una sensual tortura para la piel irritada de mis cachetes.

De camino a casa de nuestro anfitrión nos fumamos un cigarro cada uno, en pocos minutos estábamos ante la puerta que nos había indicado, pulsamos el timbre, eran las 18:30 en punto, la hora exacta a la que habíamos quedado. Alfredo salió a recibirnos, se dirigió a Javier:

  • Bienvenido a mi casa, pasa -dijo a la vez que se echaba hacia un lado y nos permitía el paso- Perra, desnúdate y ponte a cuatro patas. -como ya habréis imaginado obedecí al instante- Umm, muy bien, veo que Javier te ha dado unas palmaditas -dijo agachándose para atarme un collar con una arandela delante y otra detrás, de la arandela delantera ató la correa que utilizó para llevarme hasta el comedor como si fuera una verdadera perra.

Llegamos a una estancia amplia y bien acondicionada, estaba a una temperatura muy agradable -y eso que yo estaba totalmente desnuda-. Había un par de sofás enormes, podían albergar cada uno a seis personas perfectaente y sin que se tocaran. En el centro había una mesa baja pero muy ámplia. Antes de llegar a la zona de sofás Alfredo se bajó la cremallera y se secó la polla:

  • Hazme una mamada de bienbenida perra. Javier, si quieres puedes sentarte en el sofá, sobre la mesa te he dejado una cerveza bien fría.

Me entregué a fondo para hacerle la mamada, colocándome sobre mis dos rodillas y dejando mis manos en mi espalda. Me metí su verga hasta el fondo, como me había enseñado él por la mañana y el emitía pequeños suspiros de placer.

  • Está bien perra, ahora chúpame los cojones -me dijo mientras alzaba su polla sobre mi cara y empujaba mi cabeza aún más entre su entrepierna.

Estuve chupando y lamiendo sus huevos durante unos minutos: le pasaba la lengua por el contorno de cada uno de ellos y después me lo metia en la boca para succionar suavemente tan preciada parte de la anatomía para los hombres.

  • Muy bien, ahora lámeme el culo. -Después de meter mi cara entre sus nalgas y hundir mi lengua por su ano durante al menos cinco minutos…- Para perra, ahora hacle lo mismo a Javier. Aún no te has ganado la leche, para eso aún te queda un ratito.

Me dirigí a cuatro patas hasta donde estaba mi marido, él se puso en pie y me facilitó su polla.

  • Menos mal que he retirado la alfompra, de lo contrario ahora estaría llena de tus fluidos puta perra babosa.
  • Jajajajaja -rieron los dos al unísono.

Después de realizarle a Javier lo mismo que le había hecho a Alfredo éste me dijo:

  • Ahora súbete sobre esta mesa, tengo ganas de empezar a utilizar esos pircings que te ha puesto María. -Me subí solícita a la mesa baja que me había indicado- Ummmm, pero ¿qué tenemos aquí? María te ha puesto pircings también en los labios, le tengo dicho que se ciña únicamente a lo que le pido, pero bueno, ya que están los utilizaremos también. Antes de seguir ¿A o B perra?

Lo miré sin entender muy bien de qué iba la pregunta y respondí

  • A
  • Muy bien, respuesta incorrecta, seran A y B. Las perras no hablan, ¿aún no lo has aprendido? A son azotes con la fusta, uno por cada cigarro que te has fumado. Esta mañana he podido contar media docena, imagino que esta tarde no habrás tenido tiempo de fumar tanto así que te cuento cuatro más: en total seran 10 azotes con la fusta. He notado que hacías bastate olor a tabaco al llegar a casa, así que eso son 5 varazos, por entrar el olor del tabaco a mi casa. Javier, para tí seran solo 3 tú no tienes culpa de que tu mujer te incite a fumar, pero debes aprender a decir que no.

Seguidamente abrió el cajón de los que estaban bajo del televisor de __ pulgadas y sacó una fusta, no tardé ni dos segundos en notar el bocado de la fusta sobre mi piel, me moví y se me escapó un ligero gemido de dolor:

  • ¡Estate quierta perra! No quiero que te muevas y aún menos quiero oirte. Puedes llorar si quieres, pero sin emitir ni un sonido lastimero ni moverte un milímetro. Espero que lo hayas entendido perra -esta frase acabó con otro golpe de la fusta sobre mi, esta vez no me moví ni gemí- Veo que sí que me has oído, ahora falta ver si eres capaz de aguantar otras ocho haciéndome caso.

El siguiente fustazo fué en uno de mis pechos, noté un escozor que subía desde mi pezón por el seno hasta el cuello haciendo que cada vez estuviera más y más caliente. El número cuatro atizó sobre mi clítoris y el cinco sobre mi otro pezón. Del sexto al décimo se repitieron en los mismos lugares y en el mismo orden que los cinco primeros.

  • Muy bien perra, veo que has aguantado y sin derramar una lágrima. Cada vez me gustas más. Toma, un último de regalo por lo bien que lo has hecho -mientras pronunciaba las últimas palabras de su frase la fusta se posó de nuevo en mi clítoris, haciendo que me corriera profusamente- Vaya, vaya, la perra se ha corrido sin el consentimiento de su dueño. Esta vez lo voy a dejar pasar, se que no estás entrenada aún, espero que en estos días logre hacer que te corras cuando yo te lo exija, no cuando tu cuerpo te lo pida perra.

Alfredo se volvió a encaminar hacia el cajón, miré a Javier, estaba sentado sobre el sofá mirando la escena como quien mira una pelicula porno, pero mucho más “enganchado”. Su polla asomaba por el agujero de la bragueta, bien erecta, rosada y húmeda. Me entraron unas ganas enormes de comérmela enterita, pero sabía que no podría hacerlo hasta que el médico me lo dijera. Agaché de nuevo la cabeza a la espra.

  • Bien perrita, ahora tocan los cuatro varazos. Para recibirlos quiero que te pongas sobre tus rodillas, con el culo alto y las manos cruzadas detrás de tu cabeza. Te voy a azotar en nalgas, pezones, abdomen y clítoris. Como antes, espero que no te muevas y que no emitas ningún sonido -hice cálculos y me salían seis azotes, no cinco, pero como entenderéis no hice comentario alguno-.

¡Zas! El primero como bien me había anunciado fue en las nalgas, en las dos a la vez, estaba recuperándome del escozor cuando noté el segundo sobre ambos pezones, el tercero en el abdomen y los dos últimos en el coño.

  • La lección de azotes la estas cogiendo bien perra, vas a resultar más lista de lo que pensaba. Javier, ahora te toca a ti, aunque si te parece bien se los voy a propinar a la perra que me está gustando sobremanera cómo los está aceptando.
  • Alfredo, tú tienes el mando ahora mismo, tú decides qué y cómo lo quieres hacer -respondió Javier-.
  • Muy bien, te voy a dar uno a ti en las nalgas, para que aprendas a decir que no cuando la perra te invite a fumar. Los otros se los propiciarás tú mismo a tu perrita, que también debes aprender y ¿qué mejor momento que este? Quítate los pantalones y ponte de espaldas a mí.

Mi marido obedeció sin dilaciones, no estaban en mi campo visual así que no pude ver el momento en que era azotado ni la reacción que tuvo.

  • Javier, toma la vara, ahora vas a azotar con un golpe seco a tu zorra en las nalgas, mira debes poner así la vara para que golpee ambas a la vez. ¡Pruébalo!

¡Zas! Otro azote en mi maltrecho culo.

  • Bien, ha sido un buen golpe. - Dijo Alfredo- Ahora sobre sus pezones, debes apuntar bien, es una zona bastante más pequeña que las nalgas…

¡Zas! El golpe lo sentí sobre mis senos, no sobre los pezones

  • Has fallado, eso al principio pasa, vas a estar dándole varazos hasta que haciertes en los pezones.

¡Zas! ¡zas! ¡zas! Me notaba las tetas hirviendo y algo doloridas ¡ZAS!

  • ¡Acerté! Por fin acerté en los pezones de mi perra.
  • Muy bien Javier, vamos a dejar que nos las chupe un poquito, se ha portado bien y se lo merece. Pero aún nole des tu leche.  Antes vamos a colocarla bien para que se las coma agusto.

Del mismo cajón sacó una cadena algo más fina y más corta que la que llevaba colgada aún en la anilla de mi collar.

  • ¿Qué es eso? Oí que le preguntaba mi marido.
  • Es un enganche para que adopte una posición óptima para comerse las pollas y/o ser enculada. Ahora lo verás. Ponte a cuatro patas perra.

Noté cómo Alfredo enganchaba la cadena en la anilla trasera de mi collar, me quitaba el plug del culo y encanchaba algo como con un garfio en la parte superior de mi ano.

  • Ves, ahora si baja la cabeza le tirará de culo y le molestará, por lo que siempre la tendrá en alto y nuestras vergas entraran bien fácil en su garganta. También hace que tenga arqueada la espalda y sus tetas sobresalgan entre sus brazos y, además, le deja el culo bien en pompa para que sea penetrado sin dificultades ¿a que está bella la perra en esta postura?
  • Verdaderamente está bellísima, está genial ¡me gusta!

Ambos se pusieron ante mí y empezaron a alternarse para que les chupara las pollas. Alfredo era quien dirigía las mamadas. Una de las veces cogió ambas pollas con su mano para juntarlas y me dijo

  • ¡Abre bien la boca perra! -en cuanto acabó la frase me estocó ambas pollas hasta lo más profundo de mi garganta, me tuvo así lo que me parecieron unos interminables segundos, las sacó y repitió la maniobra cuatro veces más.- Está bien, ya has comido suficiente polla por el momento. ¿Otra cerverza Javier? Yo estoy seco.
  • Sí, a mí también me apetece.

Alfredo le hizo un gesto para que lo siguiera y me quedé a solas sobre la mesa con el cuello enganchado a mi culo. ¿Quién me lo hubiera dicho a mí tan solo 24 horas antes? Mi coño, para variar, no dejaba de segregar sus jugos.

Unos minutos después volvieron los dos con sus cervezas en la mano, Alfredo miró el charco que había entre mis rodillas…

  • La perra también tendrá sed ¡con la de líquidos que está perdiendo!
  • Jajajajajaja, rieron los dos a costa del comentario sagaz de Alfredo.
  • Vamos a poner en práctica la economía circular que tan de moda está. La cerveza que me he tomado mientras os esperaba ya ha hecho su efecto y me estoy meando. -Se colocó delante de mi cara- Abre la boca perra y ves tragando tal y como va entrando mi orina en tu boca, mi mujer me ha dicho que sabes hacerlo. -Acto seguido empezó a orinar en mi boca, obedecí-. Ahora límpiame la puntita como a mí me gusta perra. ¿Javier, tú no tienes ganas de mear?
  • Pues la verdad es que llevo un rato pensando en preguntarte por dónde tienes el baño, pero veo que no me va hacer falta -dijo Javier aproximándose a mi cara. Puso su polla sobre mi labio inferior y comenzó a miccionar. En cuanto acabó - ¡Ahh! ¡Qué agusto me he quedado! No sabía que también bebías orín ¡puta perra! Venga, ¡límpiame bien la polla perra!
  • Veo que tú también aprendes rápido Javier -apuntilló Alfredo.
  • Jajajajaja -rieron ambos con ganas.
  • Ahora, perra, chupa lo que has dejado en la mesa y déjala tal y como estaba.

CONTINUARÁ