Rebeca y el chico del hotel
En las aburridas vacaciones familiares, mi cuñada Rebeca se encarga de dejarme con un recuerdo que no olvidaré en mucho tiempo.
No había cosa más aburrida y tediosa para mi, que el viaje familiar que cada año hacíamos con mis suegros y las familias de mis 2 cuñadas. Al menos no tenía que desembolsar nada, pues mis suegros pagaban todo en el tenor de que la familia siguiera unida, pero la realidad es que el asinamiento en una misma habitación y la agenda de maestra de escuela que mi suegra nos ponía durante toda la semana no le caían bien a nadie.
Este año fue en Cancún, en un gran hotel donde te podías perder por horas sin que nadie te encontrara, así que teníamos que turnarnos para cuidar a los 6 niños que en total teníamos mientras alguna de las parejas podía salir a comer solos o dar una vuelta en la playa. La primera tarde nos tocó a mi esposa y a mi cuidarlos, así que fuimos a dejar a los más pequeños en el club infantil, y nos fuimos con los 3 grandes a la piscina destinada para niños.
En medio del bullicio mi hijo me preguntó que donde había baños, así que ambos nos despegamos del grupo para ir a buscarlos. Justo cuando los encontramos, me pareció ver a Rebeca, mi cuñada menor, conversando con un tipo en uno de los pasillos que conectaban los edificios, así que le indiqué a mi hijo donde estaba el baño y me regresé sigilosamente para encontrarme con que tenía razón, y mi cuñada estaba muy sonriente platicando con un chico rubio, seguramente extranjero, mucho menor que ella y de cuerpo curtido por el ejercicio.
¡Vaya pues con mi cuñadita! Pensé, no se anda perdiendo el tiempo. Cabe mencionar que Rebe tiene 35 años y es la única divorciada de la familia. Siempre sospeché que no era como se presentaba, pero dado que mi suegra es una de esas señoras chapadas a la antigua, Rebe guarda las apariencias y se deja ver como una sufrida madre divorciada de vida aburrida. Si eso fuera realidad, pensé muchas veces, no estaría todo el tiempo a dieta para mantener el peso, se compraría ropa atractiva y se pintaría tanto, así que ese día puse especial interés en qué estaba sucediendo entre mi cuñada y el chico.
¿Y a dónde te fuiste? Le preguntó mi suegra a Rebe durante la cena, a lo que ella contestó que había ido a dar una larga caminata por la playa y por eso había tardado. Intenté por todos los medios que no se me notara, pero sabía perfectamente que no había dado ninguna caminata por la playa, así que al día siguiente le puse “marca personal” a Rebe hasta que la escuché decirle a sus padres que iría a correr a la playa. De inmediato busqué a mi esposa mientras planeaba una excusa y terminé diciéndole que se me habían acabado los cigarrillos e iría a buscar donde comprar.
Rebe me llevaba un par de minutos de ventaja y el hotel era enorme, así que mi primer reacción fue ir hacia el mismo lugar donde los había encontrado un día antes. Me escondí tras la misma pared del baño y me encontré con Rebe parada en el mismo pasillo mirando su reloj, mientras a lo lejos pude ver que el chico venía caminando con mucha calma a su encuentro.
Vaya sorpresa que me llevé cuando el chico además de con una gran sonrisa, la saludó como si la conociera de años y le dio un abrazo donde aprovechó para acariciar de arriba abajo los brazos y espalda de mi cuñada. – Esto se va a poner bueno, pensé – Así que buscando esquinas para esconderme durante todo el camino, los seguí mientras ellos caminaban uno al lado del otro hacia uno de los edificios contiguos.
Durante todo el trayecto no pude más que pensar en cómo y en qué momento Rebe había hecho ese trato, si es que lo había, si apenas estábamos en el segundo día de viaje. Logré pasar desapercibido todo el camino, hasta que los vi entrar por el área de patio o balcón de una de las habitaciones del primer piso. El tipo entró en la habitación mientras Rebeca se quedó sentada en una de las sillas de jardín, notablemente nerviosa, pues constantemente miraba hacia todos lados. Luego el tipo salió con dos cervezas en la mano, y luego de darle una a mi cuñada, se sentó en la silla de un lado a conversar.
Pasaron al menos 10 minutos y yo ya estaba cansado de estar escondido detrás de un árbol, pero justo cuando estaba a punto de irme pensando que aquello era una amistad inocente, el chico se enderezó en la silla, dejó la cerveza en el piso, y puso una de sus manos sobre la pierna de Rebe mientras le decía algo con su rostro muy cerca del de ella. Pude ver como Rebe se estremeció al principio y puso su mano sobre la de él como queriendo evitar que el chico la fuera a mover hacia donde no debía. En varias ocasiones movió su cabeza en signo de negación mientras el chico le hablaba, y al cabo de unos segundos, Rebeca miró fijamente hacia el otro lado, pensativa, como si estuviera tomando una importante decisión.
El chico se puso de pie y entró a la habitación. Rebeca se quedó sentada unos segundos, y luego de ponerse de pie y mirar hacia todos lados, fue detrás de su amigo rubio.
Mi curiosidad estaba satisfecha, pero mi morbo no. Salí como rayo de atrás del árbol y comencé a buscar cómo y donde podía mirar lo que sucedía dentro de aquel departamento de primer piso, hasta que mientras me acercaba, vi que había una rendija entre las cortinas de la puerta trasera donde podía ver hacia dentro. Rezando porque no volvieran a salir, me metí en el patio donde se habían tomado la cerveza y busqué acomodo para ver hacia el interior.
Ni un minuto habían desaprovechado. De pie frente al televisor encendido los encontré abrazándose y besándose con desesperación. Las manos del chico mucho más inquietas que las de mi cuñada, pues en pocos segundos las vi pasearse de su cabello hacia su espalda y de su espalda hacia sus nalgas, a las cuales les dio una repasada y apretada que hasta envidia me dio. Rebe intentaba llevar las cosas con más calma, pues mantenía sus manos en el pecho del chico como esperando un momento en que se sobrepasara y empujarlo hacia atrás, pero ni siquiera los juguetones agarrones del chico la hicieron tomar esa decisión.
En un segundo el chico giró el cuerpo de mi cuñada para que le quedara de espaldas y empezar a besarle el cuello. Tremendo susto me pegó, pues mi cuñada quedó de frente a mi y si ponía atención podía verme espiando afuera, pero estaba demasiado concentrada en disfrutar el momento con sus ojos cerrados y la boca abierta. El chico le besaba el cuello y los oídos mientras le daba tremendos arrimones; sus manos se paseaban por los brazos de mi cuñada y por su abdomen, para luego subir lentamente y tomar sus tetas cada una con una mano para sobarlas y apretarlas a placer por encima de una ajustada blusa de ejercicio.
No podía quitar la vista de la expresión de mi cuñada, aquella abnegada mujer llena de sufrimiento por su divorcio se había transformado por completo y estaba disfrutando del manoseo de un chico extranjero al menos 10 años menos que ella, que pare ese momento, ya le había levantado la blusa para dejarle las tetas al aire. - La genética, pensé, pues las tetas de Rebe eran muy similares a las de mi esposa -.
Pude ver como las manos de Rebe se fueron hacia atrás de su cuerpo hasta que las perdí de vista, pero entendí perfectamente en donde estaban. Una de ellas subía y bajaba suavemente, seguramente masajeando el paquete del chico por encima del pantalón. Cuando le abrieron el camino, el chico soltó una de las tetas de mi cuñada y comenzó a bajar la mano hasta que logró meterla por debajo de la likra de ejercicio que se había puesto para “salir a correr”.
El cuerpo de mi cuñada se arqueaba de placer mientras solo se podía ver la mano del chico moviéndose dentro de su ropa. Pronto mi cuñada le soltó el paquete y puso ambas manos sobre la del chico para indicarle la intensidad de los movimientos durante un largo rato. Debo confesar que no esperé que el chico fuera tan complaciente con ella, a su edad, yo hubiera ido directo al sexo con una señora como como mi cuñada.
De pronto Rebe hizo que la soltara y se giró de frente a el mientras le decía algo. Se bajó las likras hasta media pierna, y muy lentamente se fue poniendo de rodillas en el piso. Buen espectáculo tuve yo, pues siempre había pensado que mi cuñada tenía un buen culo, así que ver su blancas nalgas al aire fue palomear una de mis fantasías.
Rebe se quedó un momento viendo el bulto que la cosa del chico hacía en la ropa – Lo único que pude pensar en ese instante fue en que su ex esposo difícilmente tenía algo de ese tamaño, o al menos por lo que se podía ver desde lejos – Cuando terminó de admirar el panorama, mi cuñada comenzó a desabrocharle y bajarle lentamente la ropa al chico hasta que despejó las sospechas que tuve. Frente a mi cuñada quedó una tremenda verga bien endurecida. – Maldito desgraciado, pensé – y después de acariciarla de la punta a la base, acercó su rostro para darle una de esas lamidas que son como para probar: Desde la base de las bolas, hasta terminar con un pequeño beso en la punta. Carajo si me tenían excitado, yo mismo ya tenía mi cosa bien dura en el patio del departamento intentando que la gente pensara que estaba tomando el sol y no espiando.
Rebeca bajó una de sus manos para ponerla entre sus piernas y tocarse mientras con la otra sostenía el pene del chico, lo acariciaba, y lo acomodaba para apuntarlo hacia su boca y pegarle lamidas y chupetones antes de introducirlo lo más adentro que pudo para comenzar a propinarle un oral que hizo que el chico buscara de donde detenerse para que las piernas no le fallaran. Yo estaba que me reventaba, quería entrar y ser yo el que estuviera tocándole la entrepierna a Rebe en vez de que tuviera que hacerlo sola, pero en vez de eso tuve que aguantarme y ver como mi cuñada daba una deliciosa mamada con una habilidad muy superior a lo que mi esposa tiene.
Por la expresión y los movimientos del chico supongo que estuvo a punto de descargarle la leche, pero cuando Rebe se dio cuenta, de inmediato se lo sacó de la boca y comenzó a ponerse de pie mientras le decía algo a su amiguito nuevo. Se sacó la likra y la dejó en el piso mientras se encaminaba hacia uno de los sillones de la sala, en el cual se sentó y flexionando sus piernas las abrió dejándole el panorama pleno al chico… y de pasada a mi.
Ni tardo ni perezoso el chico se fue sobre ella. Recargando sus brazos en el respaldo del sillón se inclinó para embestirla de frente. Mi cuñada le ayudó con su mano a ensartar el pene en el lugar preciso, y luego vi como sus manos apretaron las nalgas del chico con gran fuerza al sentir que la penetraba a fondo por primera vez.
Aquel espectáculo fue un subir y bajar de emociones para mi. Escuchar hasta afuera los gemidos de esa niña que años atrás yo le ayudaba con las tareas de la universidad, ver como se le entregaba de esa forma a un chico mucho menor que ella por puro placer, ver como sus tetas rebotaban en cada bombeada que el chico le daba y verla aferrarse del sillón en señal ya fuera de dolor o de placer; me hacía por momentos pensar en su exmarido, que es mi amigo, y por momentos en ser yo mismo el que se la estuviera cogiendo de esa manera.
El chico cumplió con creces. Aguantó un buen rato dándole de frente y luego la puso de perrito contra el sillón, haciéndola gemir aun más duro y que sus flácidas tetas de dos hijos rebotaran de un lado a otro. Así le dio todavía unos minutos más, hasta que intempestivamente se salió de ella y continuó masturbándose solo para no acabar en su interior. Mi cuñada también hizo su trabajo, pues al darse cuenta se sentó en el sillón de frente a él y terminó de masturbarlo hasta que el tipo comenzó a descargar chorros de leche que Rebeca tuvo que esquivar para que no le cayeran encima.
Al final del cuento Rebeca se puso de pie, y con una sonrisa en la boca le dijo algo al chico y le dio un tremendo beso en la boca que él le respondió como todo un caballero.
Todavía con una erección a tope me salí del patio y caminé entre los edificios esperando que nadie la notara. Pensé en detenerme en el baño para descargar con mi propia mano toda la calentura que llevaba encima, pero en ese momento me marcó mi mujer para preguntarme en donde estaba, así que le respondí que había dado un paseo por el hotel pero que ya iba de regreso.
Diez minutos después de que yo había llegado a la habitación entró Rebeca, saludó, y mientras caminaba hacia el baño le iba diciendo a uno de sus hijos que se daría un baño pues había sudado mucho corriendo en la playa.