Rebeca, mi mejor amiga.
Así perdí mi virginidad.
Rebeca era mi mejor amiga, nos conocíamos desde niños, pero ella había sido más precoz, había estado con varios chicos y en ese momento tenía novio, un chico que estudiaba medicina en la universidad. En cambio yo, a mis casi dieciocho cumpleaños, aún era virgen. A lo más que había llegado era a besar y tocar sin demasiada fortuna, y ella siempre me decía que era por mi timidez, que debería lanzarme, pero cada vez que lo intentaba no me acompañaba la suerte.
Un día, caminando hacia el instituto, me preguntó:
¾¿Has pensado ya en tu regalo?
¾No, nunca lo hago.
¾Pues queda una semana para tu cumpleaños, no me hagas esperar al último día que luego no tengo tiempo para comprar.
¾Lo pensaré estos días y te lo digo.
¾Pero no me pidas otro disco ni otro libro, sé un poco más original que siempre me pides lo mismo.
Dos días después, de regreso del instituto, íbamos caminando y charlando hacia nuestro barrio cuando se me ocurrió la idea.
¾Ya he pensado en mi regalo.
¾Bien, dime, ¿de qué libro o disco se trata esta vez? - Sonrió malvada.
¾He intentado ser más original, como me dijiste.
¾Eso suena bien, venga, sorpréndeme.
Hice unos segundos de silencio, no había pensado en cómo pedírselo.
¾Venga – inquirió ella -, dilo que te escucho.
¾Es que no es un regalo material.
¾Bueno, lo que sea, tú dilo.
Tragué saliva.
¾Verás, es que como tú bien sabes, aún soy virgen.
¾Espera, ¿no estarás pensando en pedirme que me acueste contigo?
¾Bueno...
¾Sabes que tengo novio y que estoy enamorada, no puedo hacer eso.
¾De acuerdo – afirmé resignado -.
¾¿Ves? Eso es lo que no debes hacer, ese el motivo por el que sigues siendo virgen con casi dieciocho años. Debes insistir, no rendirte a la primera, pero no conmigo, sino con las demás.
¾No me gusta ser pesado.
¾Pues es preferible ser pesado a ser virgen, que lo sepas.
Callé y seguimos caminando. Llegamos a la esquina donde nos despedíamos cada día. Ella tomó su calle y yo la mía, en dirección opuesta.
Llegó el día de mi cumpleaños. Recogí a Rebeca en la esquina de siempre a primera hora, me besó, me felicitó y nos encaminamos hacia otro día de clases.
¾Al final no me dijiste qué regalo querías, he tenido que improvisar.
¾Mejor, así esta vez el sorprendido soy yo. ¿Lo tienes ahí?
¾Te lo daré en su debido momento.
Estábamos en clase de latín, sentados en la última fila uno junto al otro, como de costumbre. El profesor explicaba en la pizarra unas conjugaciones y nosotros tomábamos apuntes. De pronto noto una mano que se desliza por mi muslo y se posa sobre mi paquete. Mi primera reacción fue paralizarme unos segundos, no sabía como proceder. Rebeca me miró y sonrió al ver mi reacción y el efecto inmediato que su mano me había provocado, mi polla se puso dura en escasos segundos. Se acercó a mi oreja.
¾Ábrete los pantalones – me dijo al oído.
¾¿Estás loca? - Pregunté.
¾Bueno, si quieres tu regalo debes hacerlo, si no lo perderás – y retiró la mano.
Tenía una erección plena que empujaba el pantalón, porque aunque me resultaba incómodo no podía evitar el morbo propio de la situación. No quería quedarme sin el regalo, pero sacármela en clase era demasiado para mí.
¾¿No puedes esperar a que salgamos? - Le pregunté.
¾No, mi regalo quiero que sea como lo he planeado, si no, para mí, carece de gracia y de sorpresa.
Y tenía razón, ella había pensado algo concreto, y si me negaba sencillamente lo estaba dejando pasar. Recordé sus palabras, cuando me dijo que debería ser más lanzado, así que me hice un poco para atrás en la silla sin hacer ruido y desabroche todos los botones mi pantalón. Después le indiqué que ya estaba preparado con un gesto. Ella sonrió y siguió apuntando en su libreta. Escribió algo y me lo hizo leer: “Sácatela”, rezaba el papel.
Cogí mis bóxer y lo bajé trabándolos en mis pelotas y dejando mi erección al aire. Ella me la miró con cara de sorpresa.
¾Ahora la sorprendida soy yo, no sólo porque te hayas atrevido, que no me lo esperaba por tu timidez, sino porque... – me miró a los ojos - tienes una buena polla – y me la cogió.
Ambos seguíamos haciendo como que nos interesaba la clase, aunque nada más lejos en ese momento. Empezó a hacerme una paja suave, yo hinqué mi mirada en su mano, haciendo como si mirara la libreta.
¾¿Alguien se acuerda de la fecha del examen... Rebeca? - Preguntó el profesor.
Rebeca alzó la mirada hacia él un tanto inquieta, eso sí que no lo esperaba.
¾Claro, el próximo jueves día veinte.
¾Muy bien, gracias Rebeca – Agradeció el profesor y siguió a lo suyo.
Yo estaba completamente colorado, con una tensión que me impedía hacer cualquier cosa. Era la primera vez que una mano ajena me agarraba la polla, y además rodeado de gente que ignoraba lo que estaba pasando.
En la mesa de al lado, separada por un estrecho pasillo, se sentaban Alba y Rosa. Ésta última era la que más próxima estaba a Rebeca y, al mirarla para ver su respuesta al profesor, se percató de lo que me estaba haciendo. Debió gustarle, porque avisó a Rosa y ambas miraban conteniéndose la risa. Rebeca las miró sonriente haciéndoles un gesto de silencio. De pronto me la soltó, se echó hacia atrás y les dejó el campo de visión libre para que me vieran la polla. Ambas se sorprendieron al vérmela e hicieron gestos con sus manos indicando el tamaño, que al parecer les sorprendió bastante. Yo estaba cortado, mirando hacia abajo.
Rebeca les hizo gestos para que me mostraran algo y Alba se giró hacia nosotros, le pidió a Rosa que se hiciera un poco hacia atrás y se subió la falda abriéndose de piernas. Rebeca me pidió que mirara y vi como se hacía las bragas a un lado y me mostraba su adorable coño. Las tres reían para sí. Rosa se chupó un dedo, lo llevó al coño de Alba y empezó a jugar con él. Mi excitación era tal que sabía que tardaría muy poco en eyacular. Rebeca quitó la mano de mi polla, se la acercó a la boca y se escupió en ella. Luego volvió para darme más rápido. Rosa pajeaba a Alba que, en su cara, veía el placer que le estaba proporcionando el dedo de su amiga. Rebeca aceleró el ritmo. Alba y yo cruzamos la mirada mientras nos estaban pajeando. Pude ver al fin su rostro encendido, caliente. Estaba arrebatadora y con la mirada nos íbamos comiendo. Me tensé sintiendo que no iba a aguantar mucho, sentía tal excitación que el orgasmo ya merodeaba cerca. Empecé a eyacular chorros de semen conteniendo mis gemidos. Las tres rieron disimulando al verme gesticular.
¾Silencio por favor – dijo el profesor.
Rebeca quitó la mano y lamió los restos de semen que había en ella mirándome. Después me coloqué bien los pantalones y vi todo el semen en el suelo, pensé que tendría que limpiarlo antes de que alguien se diera cuenta, pero sonó el timbre para salir.
En el patio Rebeca y yo estábamos sentados tomando unos sandwich, cuando se acercaron Alba y Rosa. Se sentaron a nuestro lado.
¾¿Te ha gustado la clase Txuso? - Preguntaron riéndose.
Yo no respondí, estaba muerto de vergüenza.
¾Venga, no seas tan tímido, respóndeles – me dijo Rebeca.
¾Sí, mucho.
Las tres rieron a carcajadas.
¾¿Y mi coñito te gustó? - Quiso saber Alba.
¾Es el primero que veo – contesté.
¾Es que hoy es su cumpleaños – añadió Rebeca -, y le quería hacer un regalo especial, porque el chico quería follarme, pero ya sabéis que tengo novio y, por ahora, le soy fiel.
¾Pues es una pena porque vista su polla... Apetece – añadió Alba.
¾Gracias – dije.
¾Nosotras queremos vértela otra vez Txuso, nos hemos quedado con ganas de tocártela – dijo Rosa.
Sonó el timbre para volver a clase y me incorporé.
¾Oye, ¿y si nos saltamos esta clase? - Propuso Alba.
¾¿Qué estás pensando? - Quiso saber Rebeca.
¾Vamos a los baños, nosotras queremos tocar esa polla.
Rebeca me miró.
¾Parece que es tu día de suerte, ¿qué te parece la propuesta?
¾Por mí está bien – respondí inmediatamente.
¾Vaya con el tímido, que se empieza a soltar – añadió Rebeca.
Esperamos a que la gente entrara en clase y fuimos a los baños. Entramos en el de mujeres y nos colamos los cuatro en el habitáculo más grande.
Alba cerró la puerta tras de sí.
¾Bájate los pantalones – me ordenó Rosa.
Me desabroché el pantalón y lo bajé hasta las rodillas. Sobre el bóxer se notaba que ya estaba casi erecto, la situación en sí me excitaba. Rosa empezó a acariciármela sobre la tela y Alba se colocó delante de mí, se subió la falda hasta la cintura y se quitó las bragas.
¾Mira mi coñito, ¿te gusta?
¾Mucho.
¾No seas tímido, tócalo.
Y llevé mi mano para tocar aquel rico coño, el primer coño que acariciaban mis manos. Estaba empapado y mi mano se deslizaba suavemente. Rosa me bajó el bóxer hasta las rodillas y dejó mi polla ya erecta al aire frente a ellas.
¾¡Joder, qué polla más maja tienes, cabrón! – exclamó.
Al decir esto me la escupió y empezó a agitármela despacio. Alba apoyó su espalda en la pared e hizo hacia delante sus caderas, acercándome el coño, que se tocaba frente a mí. Rosa se sacó las tetas y me puso una mano sobre ellas.
¾¡Joder! Me estáis poniendo cachonda – Informó Rebeca.
¾Pues pajéate nena, y disfruta con nosotros – le sugirió Rosa.
Rebeca bajó la tapadera del inodoro y, con la falda en la cintura y las bragas en las rodillas, comenzó a masturbarse mirándonos.
¾Acerca el coño un poco más Alba – sugirió Rosa.
Alba se acercó y Rosa pasó mi glande por el coño de Alba.
¾¿Te gusta Txusito? - Me preguntó mientras movía mi glande arriba y abajo por la raja de Alba.
¾Me encanta, quiero meterla un poco.
¾Sí – añadió Alba -, métela que quiero sentirla dentro.
Rosa me colocó la polla en la entrada del coño de Alba y empujé sintiendo el calor más agradable que había sentido nunca, cuando mi polla se abría paso en el interior. Me agarré al culo de Alba y empujaba entrando y saliendo de ella.
¾Despacio Txuso – dijo Alba -, quiero que me folles despacio.
Rosa se bajó el pantalón y las bragas y se apoyó contra la pared igual que Alba.
¾Yo también quiero que me la metas – me dijo mientras empezaba a masturbarse.
¾Espera un poco – le respondió Alba, que jadeaba de lo lindo.
De pronto se oyó la puerta, alguien entraba al baño. Los cuatro nos quedamos en silencio, oyendo una canción canturreada por una chica. Oímos como entraba en otro habitáculo y echaba el pestillo. Yo comencé a bombear otra vez a Alba, muy despacio para evitar ruidos. Ella se dejaba, únicamente se tapaba un poco la boca con la mano. Rosa siguió masturbándose despacio y a mi derecha, sentada en el inodoro, Rebeca también seguía tocándose. Todos intentando no ser descubiertos por la invasora de nuestra intimidad.
Pronto oímos el agua de la cisterna caer y la puerta abrirse. Después el agua del grifo y un gemido que se le escapó a Alba. Nos quedamos todos quietos tras el gemido, sonriendo. Al parecer el sonido del agua lo había disimulado y en breve oímos la puerta principal cerrarse.
¾Dame fuerte ahora, Txuso – me ordenó Alba.
Empecé a empujar muy fuerte, poseído por el placer, pero tuve que frenar en seco porque noté que me iba a correr y no quería.
¾¿Qué pasa? - Preguntó Alba.
¾Que me iba a correr y no quiero todavía.
¾Sácala – dijo Rosa.
La saqué para relajarme, concentrado en no correrme porque notaba que si se me paraba una simple mosca en el glande estallaría. Rosa me lamió y mordió los labios, mientras que Alba le metía mano.
¾¡Joder! Estoy cachondísima – dijo Rebeca metiéndose tres dedos.
Rosa apoyó las manos en la cisterna dejando sus tetas a la altura de la cara de Rebeca, y sacando el culo para mí.
¾Métemela – me dijo -, que me toca a mí.
Respiré hondo hasta que se me pasó la sensación de correrme y se la metí, empujándola hasta el fondo y pegándome a su hermoso culo.
¾¡Uf! - Exclamó Rosa -. Qué polla más rica, joder.
Rebeca le chupaba las tetas a Rosa mientras seguía metiéndose los dedos. Alba me agarraba por la espalda pegándome sus tetas y recorriéndome con sus manos. Me acariciaba el pecho por debajo de la camiseta, luego bajó sus manos para apretarme el culo, y después metió una mano entre mis piernas y acariciaba mis pelotas.
Rosa seguía gimiendo, era un placer escucharla.
¾¡Putas! - exclamó Rebeca agitando sus dedos dentro de su coño -. Vais a hacer que me la meta a mi también, me muero de ganas, joder.
¾Tienes que probarla Rebe – le sugirió Rosa.
¾Ya lo creo – añadió Rebeca -. Sácasela Txuso, me toca a mí.
Rosa se apartó y yo me arrodillé ante Rebeca para dejar mi polla a la altura de su coño.
¾Métemela – me dijo -, pero esto no va a cambiar nada, ¿de acuerdo?
¾De acuerdo – respondí.
Así empecé a follarme también a Rebeca, que para mí era un morbo añadido dada la confianza y amistad que nos unía. Ella abrió su boca a la vez que yo deslizaba mi polla dentro de su coño.
¾¡Qué bueno! - Exclamó.
¾Sí – dije -, no creo que dure mucho ya, estoy a punto.
Rosa y alba se colocaron de pie una a cada lado de Rebeca, tocándose sus respectivos coños y con las tetas a mi alcance.
¾Queremos ver como te corres, Txuso – dijo Alba.
Rebeca me detuvo y se puso en pie en medio de las dos, juntaron sus caderas con sus coños hacia delante, hacia mí.
¾Échanos la leche aquí – dijo Rebeca acercándome su coño mientras yo me acababa con la mano.
Empecé a eyacular salpicando los coños de las tres, que recibían el semen como un maná estrellándose en la superficie de sus coños. Terminé de eyacular y me la solté jadeante. Alba se agachó y se metió la polla en la boca, limpiándomela.
La siguiente clase era la última, y la pasamos de bromas entre nosotros, sin prestar atención alguna. Hasta la fecha había sido el cumpleaños, y el día, más feliz de mi vida. Y no sólo eso, sino que gané la amistad suficiente para seguir follando con ellas, había pasado de cero a cien en unos minutos, y en mi vida sexual ya no volvió a reinar la ausencia.