Rebeca en las pistas de esquí

Este relato es el primero de nuestra protagonista Rebeca, a la cual un viaje en familia a la nieve le va a cambiar la vida.

Hola a todos. Escribo estas líneas porque necesito contar lo que me sucedió en la última estancia que tuvimos en la estación de esquí y no tengo a nadie con quien hablar sin sentirme juzgada de una manera negativa. No se ni por dónde empezar, aunque imagino que hacerlo por el principio ayudará.

Soy Rebeca, madre de dos niños de 13 y 15 años y esposa de Javier. Estudié derecho y ejercí la abogacía en un despacho de nombe en nuestra ciudad, allí conocí a mi marido y cuando me quedé embarazada de nuestro primer hijo decidí -sí, yo decidí sin que nadie me coaccionara ni me obligara. Tal vez ayude a entender mi motivación el hecho de que no me gustaba el trabajo que hacía, estudié derecho porque mis padres me obligaron- dejar el trabajo y volcarme en el cuidado de nuestro hijo y de nuestro hogar.

Me gusta hacer ejercicio y he practicado algunos deportes (padel, voley, balonmano, atletismo, baloncesto, natación, esqui…) aunque debido al estado de algunas de mis articulaciones del tren inferior no debo practicar ciertos deportes, como por ejemplo el esquí.

Las últimas vacaciones escolares de Navidad decidimos ir a esquiar toda la familia, bueno todos no puesto que yo no iba a poder calzarme los esquís así que mientras los demás estarían disfrutando en las pistas yo me quedaría en la cafetería leyendo libros en mi iPad. No me mal interpretéis, era un plan que me satisfacía (aunque las sillas de la cafetería no eran las más cómodas del mundo) porque adoro la lectura aunque no suelo tener tiempo para ella.

El primer día que llegamos a las pistas bien temprano les acompañé por si necesitaban algo de ayuda y en cuanto empezaron a esquiar yo me fui a la cafetería de las pistas, estuve leyendo tranquilamente un par de horas. A la hora del almuerzo la cafetería empezó a llenarse y me entretuve observando a los esquiadores -era lo que más abundaba, de chichas habían pocas- y no sé porqué empecé a imaginármelos con algo menos de ropa. Entre todos ellos destacaban los trabajadores de las pistas: monitores, mantenimiento, staff… si me hubieran pedido que elijiera a uno, la verdad es que no sé con cual me habría quedado. Estaba yo en mi mundo cuando alguien carraspeó a mi lado:

  • Ejem,ejem! Buenos días, le importaría que me sentase con usted, tengo unos minutos libres y esta todo ocupado.
  • Sí, no hay ningún problema, tome asiento. - conseguí decir. A mi lado tenía al tío más bueno de todo el recinto. Mediria sus casi dos metros, de complexión fuerte, con el pelo castaño y rizado atado en una coleta, sus ojos verde oliva tenían una mirada intensa, su boca formava una sonrisa pícara, se le formaban uno hoyuelos en los laterales…Simplemente: PER-FEC-TO.
  • Hola, soy Alfredo.
  • Ho-ho-hola, soy Rebeca.
  • Hola Rebeca, soy el médico de las pistas, muchas gracias por dejarme un hueco, hoy esto está imposible.

Empezamos a hablar del clima, del estado de las pistas y acabamos hablando sobre mi durante unos minutos hasta que él me hizo la pregunta:

  • ¿Cómo es que si te gusta practicar deporte no estás esquiando con tu familia?
  • Porque estuve lesionada hace unas semanas y no he considerado oportuno ponerme a esquiar, no vaya a ser que me haga daño y me tengan que volver a dar la baja médica o lo que sería peor, me tuvieran que volver a operar.
  • ¿En qué parte te hiciste la lesión? ¿Tobillos, rodillas…?
  • En la rodilla. Hace bastantes años ya me operaron porque me rompí el ligamento cruzado anterior, el menisco y el ligamento lateral interno. La operación y la recuperación fueron bien y volví a practicar deporte sin problemas, pero ahora con poco que hago tengo molestias en ambas rodillas.
  • Si quieres luego puedes pasarte por la consulta, entiendo bastante de rodillas -es una lesión bastante frecuente aquí- y puedo valorar como están tus ligamentos y meniscos.
  • No es mala idea, siempre está bien tener una segunda opinión.

Cuando ya casi Alfredo estaba acabando su almuerzo llegó mi marido para descansar un poco y entrar en calor.

  • Hola cariño, él es Alfredo, el médico de las pistas. Se ha sentado conmigo porque no había más sillas vacías así, de paso, también me ha dado un poco de conversación.
  • Hola, encantado. -Se saludaron ambos cordialmente estrechándose las manos-.
  • Bueno, yo me voy ya a la consulta. Ya te pasarás cuando quieras. -Se despidió Alfredo-.

Al irse mi marido me interrogó con la mirada y le expliqué la conversación que habíamos tenido a cerca de mis rodillas. A Javier también le pareció una buena idea y me acompañó hasta la puerta de la consulta aprovechando que él se iba de nuevo a esquiar un rato más.

Entré en la consulta, Alfredo estaba mirando la pantalla de su ordenador y al verme esbozó una sonrisa. Me pidió que me sentara sobre la camilla y me pidió toda la información sobre mis lesiones. Una vez tomó todos los datos se acercó a mi y me pidió que me quitara los pantalones y me recostara en la camilla para poder explorar mejor mis rodillas. Estuvo unos minutos realizando diferentes pruebas y movimientos, preguntando si había molestia aquí o allá- Cuando pensaba que ya estaba acabando empezó a subir su mano izquierda por el interior de mi muslo izquierdo de una forma muy suave y pausada haciendo que la piel se me erizara con su tacto, después hizo lo mismo en la otra pierna y noté cómo me excitaba y empezaba a mojar mis braguitas. Él también lo notó y puso su boca sobre la mancha, cada vez más evidente, que se había hecho en la tela a causa de la gran cantidad de jugos que segregaba mi coño.

-Mmmmm, me encanta ver que gustan mis masajes. Bueno, hecha la exploración tengo una mala noticia y otra buena: la mala es que no te aconsejo que vuelvas a esquiar, corres serio peligro de romperte aún más tus meniscos, sobre todo los internos. La buena es que puedes arrodillarte sin ningún problema y sin ningún peligro para tus articulaciones.

Mi cara debía ser un poema porque no entendía qué quería decirme con lo de arrodillarme. Él se dio cuenta y añadió:

  • Arrodíllate junto a la camilla.

Sin entender nada aún le hice caso. Una vez estuve arrodillada se colocó delante de mi, se bajó la bragueta y sacó su polla…Madre mía, ¡y qué polla! bien grande, gruesa, erecta…vamos ¡perfecta!

  • Ahora vas a hacerme una mamada, como pago a la exploración que te he hecho. Espero que seas una buena chica y te entregues a fondo en ello, de lo contrario tendré que cobrate mis honorarios. Ah, se me olvidaba, no puedes tocarme con tus manos, solo me interesa tu boca.

Aún sin creerme lo que me estaba sucediendo empecé a chupar, primero me entretuve con el glande el cual estaba bien rojo, brillante, hinchado…mmm, todo un espectáculo para alguien que está acostumbrada a ver siempre el mismo (ehh, y no me quejo de la polla de mi marido, que buen placer me proporciona). Seguí lamiendo el tronco, haciendo mayor hincapié en el frenillo y ya por fin me metí el pene en la boca..,bufff, casi ocupaba por completo el espacio que dejan mis labios abiertos totalmente. Empecé a meterla y a sacarla muy despacio,a juzgar por sus suspiros diría que e gustaba. Cuando llevábamos unos minutos así, el cogió mi cabeza y empezó a follarme duro la boca, noté cómo un chorro de mis jugos me empapaban aún más mis ya mojadas bragas. Me metía la verga hasta la garganta, dejándome sin respiración durante unos segundos, una y otra vez, alargando cada vez más el tiempo de su polla alojada en mi laringe sin dejarme respirar. Al principio me provocó algunas náuseas, pero pasados los primeros instantes mi cuerpo empezó a acostumbrarse y ya no las sentí, lo que Alfredo aprovechó para metérmela más honda y durante más tiempo. En su última embestida se corrió copiosamente en mi garganta, notaba cómo su leche bajaba por mi esófago dejando un rastro caliente a su paso. Al finalizar sacó su polla, se la miró y me ordenó: chupamela bien y déjamela bien limpia perra. Por supuesto, obedecí sin rechistar.

Al acabar de limpiarle su verga oímos unos toques en la puerta, Alfredo preguntó quien era y mi marido respondió desde el otro lado de la puerta. Alfredo, aún sin acabar de guardarse la polla abrió la puerta y le hizo entrar.

  • Hola Javier, le he hecho la explocarión a tu mujer. No debe volver a esquiar, por el bien de sus rodilas, pero sí que puede hacer trabajos arrodillada, así que me he cobrado la consulta.

Mi marido no daba crédito, yo estaba arrodillada en el suelo, sin pantalones y con la cabeza baja, me estaba muriendo de verguenza. Alfredo continuó sin ningún tapujo:

  • Me viene perfecto que hayas llegado, si no le habría pedido a Rebeca que te hiciera venir. He pensado en hacerle un examen más exhaustivo, pero para ello prefiero que estés presente.

Javier aún no era capaz de articular palabra.

  • Tal y como me ha hecho la mamada tu mujer me ha demostrado que no era ni la primera ni la segunda vez que se comía una polla, así que entiendo que la tienes bien acostumbrada a que te la mame. La verdad es que la perra lo ha hecho muy bien, se ha tomado toda la leche, sin dejar ni una gota.

En ese momento mi marido reaccionó:

  • ¿Cómo que se ha tomado toda la leche? A mí me cuesta un huevo que se trague unas pocas gotas.
  • ¿No me digas? Hay un truco para eso, te has de correr en el fondo de su boca, aguantándole la cabeza bien pegada a tus cojones, así si quiere seguir respirando no tiene otra opción que tragarse tu lefa. Bueno, a lo que íbamos…cuando he comprobado lo bien que la chupa se me ha ocurrido que igual también te has corrido en su puerta trasera…-dijo Alfredo mirando de forma interrogativa a mi marido.
  • Ehhh, pues sí, alguna que otra vez me la he follado por el culo. La verdad es que nos ha gustado bastante, aunque en alguna ocasión no hemos podido hacerlo porque le molestaba.
  • Bien, pues he pensado que los días que estéis aqui podemos pasar unas tardes bien entretenidas. ¿Tenéis la cena incluida en el hotel?
  • Sí, claro -respondió Javier.
  • Pues te explico mi plan y a ver qué te parece: como la perra no puede esquiar, cuando acabéis de comer que se baje al hotel y se limpie el culo con el bulbo para la limpieza anal que le voy a regalar. Después que se vaya a la farmacia del pueblo y se compre el suplemento alimentario que le voy a rectar, de modo que mientras estéis aqui no será necesario que tome alimentos sólidos, así siempre tendremos su culito bien limpio. Este suplemento lo puede utilizar como sustituto de la alimentación hasta 3 meses al año, pueden ser seguidos o alternos. Y esta tarde, una vez hayáis bajado tus chavales y tu de las pistas y os hayàis aseado, os los podéis dejar en el hotel y venir a mi casa con la escusa de que os vais a tomar unas cervezas con un amigo ¿qué te parece el plan?
  • Realmente me encanta, has hecho que se me ponga dura sólo de imaginarme a la perra de mi mujer con dos pollas echándole leche por toda su cara y dejándole la boca bien llena…

En esas que el teléfono de mi marido sonó, él lo atendió:

  • ¿Sí? … Sí, ya es la hora de comer, acudid al comedor de abajo, la mamá y yo ahora entraremos. Vale, hasta ahora. Mis hijos, que preguntan si vamos a comer ya o qué.

Alfredo se miró el reloj - Vaya, si ya es la una y media, yo también debería aprovechar para comer, después de la hora de la comida es cuando más accidentes hay, la gente ya ha rodado más, se siente más segura y se atreve a ir más rápido o a realizar algunos saltos…

  • Pues puedes venir con nosotros si queres, le respondió mi marido.
  • Muy bien, pues hecho, nos vamos a comer todos juntos. En ese momento Alfredo se giró hacia mi -desde el momento en que habían empezado a hablar entre ellos es como si yo hubiera desaparecido de la consulta- Perra, levantate y vistete. Ahora compórtate como una madre y esposa abnegada.

Mi marido y Alfredo salieron juntos de la conslta, dejándome a solas, digeriendo todo lo que había escuhado decir sobre mi y vistiéndome lo más rápido que pude.

La comida transcendió entorno a conversaciones a cerca del nivel de esquí de mis hijos, de lo que eran capaces de hacer y de algunos trucos que les comentó Alfredo para mejorar y evitar caídas tontas. Cuando acabamos y nos fuimos a tomar el café Alfredo llamó a uno de los monitores de esquí:

  • Jan, ¿puedes venir un momento, por favor?

En cuanto Jan llegó hasta donde estábamos nosotros:

  • Jan ¿podrías ir un rato con los chavales y enseñarles los trucos que me dijiste a mi la última vez que esquiamos juntos? Mientras sus padres y yo nos tomaremos un café y ellos no se aburriran sobremanera oyendo nuestras batallitas ¿os apetece chavales?

Los niños estuvieron más que de acuerdo con el plan que les había organizado en un segundo Alfredo para ellos.

Mi marido se levantó para pedir los cafés y salimos a la terraza para aprovechar el solecito que hacía y estar también en un lugar más alejado del resto de la gente para poder seguir hablando sin que nadie se enterara.

  • Muy bien, ya estamos solos otra vez -dijo Alfredo-. En cuanto nos acabemos el café y siempre que tu me lo permitas Javier, me llevaré a la perra a la consulta, le meteré un enema por el culo para asegurarnos que esta tarde está bien limpio y le daré lo que habíamos quedado. Tendrá el tiempo justo de coger el telesilla y bajar al hotel, si se entretiene será una gran cagada…jajajajaja
  • Jajajajaja, sí claro…pero ¿el enema se lo metes tu por el culo? Normalmente en casa se lo hace ella sola. -Le respondió mi marido-.
  • ¿No se lo has puesto tu nunca? No sabes lo que te pierdes. Ven comprobarás lo placentero que es.

Al acabarnos los cafés nos dirigimos de nuevo los tres juntos a la consulta. Nada más entrar Alfredo se dirigió a mi:

  • Perra, desnúdate y dame tus bragas.

Por supuesto, le hice caso sin parar a pensar en nada. Alfredo cogió mis bragas, observó lo mojadas que estaban, se las enseñó a mi marido y me las metió en la boca:

  • Ten perra, para que te vayas familiarizando con tus jugos. Me parece que esta noche te pegarás un buen atracón. Ahora ponte a cuatro patas, apoyando la cabeza en el suelo y manteniendo abiertas tus piernas a la altura de las caderas. Mira Javier, ven y mira este espectáculo: en esta postura el enema es como mejor entra por el recto, y de paso te ofrece una vision espectacular de sus agujeritos…¿no te parece?
  • Hombre, pues visto así…no te digo yo que no. La verdad es que no me lo había planteado nunca. -Le dijo mi marido-.
  • Y si quieres, también tienes una buena oportunidad para pegarle unos cuantos azotes. ¿Te apetece?
  • Sí, por supuesto. Siempre es buen momento para que la perra de mi mujer se vaya con el culo bien rojito. -Acto seguido Plashh, plashh…plassh Empezaron a caerme azotes a pares en cada una de mis nalgas, en una me golpeaba mi marido, en la otra el médico de las pistas de esqui.
  • Muy bien, ya tiene el culito bien rojo, así está mejor que antes, ¿no te parece Alfredo?
  • La verdad es que sí, ahora se ve magnífico. ¡¡Míra el charco que ha hecho en el suelo con lo que le cae del coño!! ¡¡Eres una perra muy puta!! -dijo Alfredo-. Como veo que a tu marido le va a estallar la polla en los pantalones, incorpórate sobre tus rodillas y hazle una buena mamada, porque si no le vacias los huevos igual tiene un accidente esta tarde en las pistas.

A continuación, mi marido se puso enfrente de mi, con los pantalones a medio bajar y su erecta polla delante de mi. Javier hizo lo mismo que había hecho por la mañana Alfredo, cogerme la cabeza y follarme bien duro la boca, llegando con su glande hasta mi epiglotis, haciendo que me entraran arcadas en un principio, pero como ya había sucedido por la mañana, en cuanto mi garganta se acostumbró a tener ese cuerpo extraño alojado en su interior dejaron de sobrevenirme las arcadas cosa que aprovechó mi marido para introducirme aún más su polla y mantenerla por más tiempo dentro. Una vez llegué a tocar su pubis con mis labios no tardó en correrse, igual que había hecho el médico por la mañana, en lo más profundo de mi garganta, de manera que no tenía más remedio que tragarme toda su leche.

En esta ocasión, y antes de que me lo pidieran, mientras sacaba la polla de mi boca, le pasé la lengua por todo el tronco y antes de que abandonara totalmente mi boca le succoné el glande, haciendo que al salir la verga de mi marido estuviera bien limpia, sin un ápice de semen ni más saliva de la necesaria.

Miré a mi marido y le vi una cara de satisfacción que nunca antes le había visto.

  • Muy bien perra, muy bien. Veo que aprendes con rapidez. -Dijo Alfredo-. También he visto que el culito ya lo tienes un poco abierto. Con lo que te dará la farmacéutica cuando vayas, y siempre y cuando sigas sus instrucciones al pie de la letra, esta tarde disfrutaremos mucho los tres. Ahora vete rápido o no llegarás al inhodoro a tiempo perra.
  • Jajajajajaja -empezaron a reirse los dos.

CONTINUARÁ...