Rebeca

¿Alguna vez has mirado a una tia y con los ojos te ha dicho "si te follo te mato"?..

Escribir un relato sobre sexo para una Web se me hace extrañísimo. Lo cierto, es que hasta la fecha solo había escrito este tipo de cosas en mi diario, cuando comienzas a recapacitar sobre cosas que te han pasado, y te pones tan cachondo que necesitas dejar constancia o expresarlo de algún modo.

La historia que a continuación os cuento es real, es algo que simplemente me apetecía contar a alguien...

Mi amiga rebeca siempre me había excitado en sobremanera. Nos conocimos hace unos 3 años, cuando yo todavía estaba en segundo de carrera. Por aquel entonces, solía acudir a la facultad de matemáticas para estudiar (o al menos, hacer como que lo hacia, siempre he sido lo que se llama "un estudiante de secano"). El día que otra chica de la facultad, Laura, me la presento a duras penas conseguí quitarle los ojos de encima: deportista, su cuerpo era terso, femenino y modelado a base de horas de gimnasio, melena negra hasta la cintura, piel blanca y suave, labios tan finos y perfilados que parecían dibujados con un escarpelo, sus pechos, si no excesivamente grandes, si eran excepcionalmente redondeados y prietos. El culo era tema aparte: no recordaba haber visto muchos iguales, según mi criterio y el de otros tantos amigos babeantes, era perfecto. Pero hay algo que todavía me resultaba peor. Sus ojos. Esos ojos verdes. ¿No os ha pasado que os presenten a una tía, la mires a los ojos y fuese como si te estuviese diciendo: "yo te puedo follar hasta matarte"? a mi hasta entonces, no me había pasado. Pero me pasó.

Con el tiempo, Laura y Rebeca acabaron introduciéndose en nuestro grupo de amigos. Salíamos juntos los fines de semana y ese tipo de cosas. Curiosamente (y supongo que debido a la profunda excitación sexual que en mi causaba Rebeca) acabe trabando mucha amistad con Laura, de la que me hice muy amigo. Con Rebeca, si, me llevaba. Pero era... diferente.

Era gracioso. Creo que en el fondo hicimos una especie de tregua porque laura se había hecho amigo de los dos. Y no era que yo le gustase a ella o algo así, simplemente omitimos la posibilidad de enrollarnos en nuestras habituales salidas nocturnas, aunque ya me habría gustado a mí...

El caso es que, para colmo de males, Rebeca acabo convirtiéndose en mi homónimo femenino en el grupo. Entre mis amigos, siempre he tenido fama de mujeriego y de ser difícil de enganchar para una relación seria, por mis continuos escarceos amorosos los fines de semana. Bien, pues ella actuaba igual; claro que una tía que actúa así generalmente no esta muy bien considerada. A mí me parece una tontería: ¿es una puta por hacer lo que yo hago?

Una noche salimos todos, fue al final del los exámenes. Estábamos contentos por haber acabado con el tedio académico Hicimos la ruta habitual de bares de copas; a un par de mis amigos la euforia post exámenes en combinación con la bebida los dejó fuera de combate antes de que empezase la juerga. Como suele pasar en este tipo de situaciones, beber demasiado hace que la marcha se acabe prematuramente, todos querían irse a casa. Y may oí una voz. Aun recuerdo la pregunta:

  • Jose, todos se van. ¿Nos quedamos y vamos para la disco?

Pfff claro, era ella. Y estaba para matarla a polvos. Como para decirle que no.

Al final se animo un colega mas, y yo me estaba cagando en sus muelas, porque con el delante lo tendría mucho mas difícil para conseguir algo con Rebeca. Fuimos a una discoteca de ambiente, muy popular en la zona. Conforme entramos, ella empezó a bailar contorneándose, desplazando sus manos sobre sus caderas y muslos, es algo característico en ella, baila como una autentica guarra, lo cual, sinceramente, me ponía muy cachondo.

Nos habíamos posicionado en una tarima, cerca de un altavoz. El sitio estaba lleno, había que hacer malabarismos para dar un paso a un lado y no pisar a alguien. Hacia mucho calor. Me sentía ligeramente turbado por la bebida. Recuerdo estar despistado cuando ella se acerco, y se puso a bailar de espaldas delante de mi, creo que no concientemente. Empecé a sentir que mi entrepierna se calentaba y mi pene luchaba contra mis calzoncillos. Había mucha gente alrededor, ni siquiera conseguí localizar a mi colega en las proximidades, lo cierto es que la sensación era opresiva. Más calor. De repente, ella dio un paso atrás, y entonces choco contra mi, su espalda contra mi pecho, mi pene erecto contra su culo. Giro la cabeza y me sonrió, como para pedirme disculpas. Pero yo no quería disculpas. Me pegue un poco mas y, casi inconscientemente, puse una mano en su cadera. La apreté suavemente contra mí, rozando el ingente bulto de mi pantalón contra la línea divisoria de sus nalgas ceñidas a su falda de raso ajustada. Ella se sobresalto ligeramente, pero tan solo consiguió que mi mano se desplazase sobre su cintura hasta su ombligo desnudo. Olía su perfume, dulce y penetrante, no puede resistirlo y la bese en el cuello. Ella no parecía reaccionar, creo que la sorprendió verme atacarla de esa forma. Yo no aguantaba más. La giré, nos miramos a los ojos y la bese, introduciendo mi lengua en su boca calida y caliente. Ella me correspondió moviendo su lengua de forma tímida, me sorprendió un poco su falta de decisión.

Mis manos comenzaron a desplazarse sobre su cuerpo. Llevaba demasiado tiempo deseando hacer esto, solo quería sentir el calor de su cuerpo desnudo. Ambas impacientes recorrieron su espalda desde la nuca hasta sus glúteos, los cuales apreté con fuerza hacia mí, mientras apretaba mi pene contra ella. Note que se le entrecorto la respiración...estaba excitada! desplacé una de mis manos disimuladamente, hasta tocar suavemente su entrepierna. Ella había empezado a tocarme también, cada vez con mayor ansiedad, aunque con nerviosismo, seguramente azorada por el espectáculo que debíamos estar dando y lo sorpresivo de mi acometida. La mano subió lentamente hasta que roce sus bragas. Con mi dedo suavemente palpe la separación entre los dos labios vaginales, mediando simplemente la pequeña pieza de lencería, húmeda y caliente. Me hizo perder la razón.

La cogí por la mano, y atravesé la discoteca avanzando con celeridad. Ella me seguía mientras me dirigía a toda velocidad al servicio de caballeros. Abrí la puerta para encontrarme una larga fila de urinarios, en uno de los cuales se encontraba un sujeto que miro con cara de sorprendido al verme entrar allí con Rebeca de la mano. Me dirigí rápidamente hacia uno de los habitáculos con váter, abriendo la puerta con una mano mientras con la otra empujaba a mi atónita acompañante al interior. Privados de miradas ajenas, mis manos comenzaron a desplazarse deseosas sobre su cuerpo, una desabrochó el sujetador mientras que la otra se introdujo bajo su falda para arrancarle las bragas. Metí la mano, palpando ahora sus húmedos labios vaginales sin obstáculo alguno. Ella había metido la mano en mi entrepierna y prácticamente había desabrochado por completo la bragueta de mis vaqueros. De un movimiento rápido, le baje las bragas hasta la altura de las rodillas. La empuje contra la pared, sujetándola por las nalgas. Mis calzoncillos deformados por el bulto que parecía ir a estallar en mi entrepierna estaban acabando con mi paciencia, los baje hasta los tobillos junto con los pantalones vaqueros, mis manos parecían pedirme que no las separase del contacto de aquellas nalgas redondeadas y prietas. Mi lengua se deslizaba de sus pezones, deliciosamente erectos, a su cuello y aquellos labios finos pero suaves y carnosos. Ella parecía un poco zozobrada, a pesar de ser promiscua, ni mucho menos era la clase de chica q se deja hacer eso a la primera de cambio, por aquel entonces había tenido relaciones sexuales en contadas ocasiones. Era una especie de "si, pero no". Y yo lo estaba notando. Y eso me estaba excitando todavía más. Quería sentir mi pene contra esos labios húmedos, sentir como mi miembro se empapaba poco a poco con sus jugos.

Coloque mi pene erecto entre sus piernas, rozando su vagina, como si ella estuviese sentada sobre el, pero sin penetrarla, la rocé suavemente, moviendo mis caderas adelante y atrás, frotando la punta contra su entrada empapada. Me disponía a entrar. De repente ella se sobresalto levemente, algo pasaba. Me miro a los ojos y me dijo: -¿tienes preservativo?- su gesto era una mezcla de profunda excitación y el recordatorio de una clase de educación sexual en el colegio. Entonces, sin mediar palabra, introduje mi pene en ella, hasta la mitad. Su cabeza se inclino atrás mientras dejaba escapar un gemido de placer que resonó en el lavabo masculino. Su vagina estaba increíblemente prieta y húmeda, la presión de sus labios sobre mi pene en la primera envestida era increíble.

-Ahhh cabron- dijo, en clara referencia al hecho de que la había penetrado sin esperar su consentimiento. Como respuesta a su apreciación, retire ligeramente mi aparato, pero sin sacar el glande de los labios mayores, para en esta ocasión, introducírselo entero con un movimiento vigoroso. Ella arqueó su espalda y gimió, incapaz de resistirse. La sujetaba por las nalgas, apoyada contra la pared mientras la mantenía en suspensión, penetrándola cada vez con mas fuerza. Su vagina ahora chorreaba y mi pene entraba y salía como una espada que hubiese encontrado la vaina que le correspondía. El calor era insoportable y la excitación no me dejaba siquiera pensar con un mínimo de claridad Cada embestida hacia que sus pechos se bamboleasen rítmicamente al son de sus gemidos. Me estaba follando a pelo a una hembra a la que deseaba profundamente, y de repente tuve algo claro: quería montarla por detrás.

Sin mediar palabra, la deje apoyar los pies en el suelo. Parecía un poco sorprendida de que la dejase de empalar con frenetismo, a lo que conteste girándola por un brazo, de forma que quedo a mi vista su espalda delicada, sus caderas redondeadas y, por supuesto, su perfecto culo.pegue mi torso a su espalda, inclinándome ligeramente hacia delante para indicarle que hiciese lo mismo, mi aliento se rompía en el dique de su nuca. De repente, me incorporé e introduje mi miembro en con fuerza en su vagina húmeda. Gimió de placer. Mis manos se apoyaron a ambos lados de sus caderas, y empecé a penetrarla como a una perra en celo, de una forma absolutamente animal y ruda. Sus gemidos dieron paso a una respiración entrecortada que se fusiono con la mía. Empujaba con fuerza su culo hacia mi cuando la embestía, de forma que sus nalgas y sus pechos se agitaban violentamente cada vez que la ensartaba. Estaba llegando al orgasmo, deseaba descargar mi semen dentro de ella y que lo sintiera, rebosarla. En el ultimo momento, saque el pene y eyaculé sobre su espalda, parecía que estuviese en la playa y me hubiese pedido que le untase crema protectora. Ella parecía extenuada, me miro y me dedico una sonrisa picara. Le había gustado. Y yo había echado el polvo más animal que recuerdo. Después hubo alguno mas...pero eso es otra historia...