Realidad o fantasía 2
Resulta que imaginé que te veía el día de hoy y, teniendo eso presente, volvía a ponerme la ropa que te dije me había puesto la vez anterior que tampoco pudimos vernos; el liguero, tanga, pantaleta, short y las medias de red negras debajo de mi ropa normal de oficina.(Ilustrado)
Nos encontrábamos tan a gusto conversando a través del messenger que la plática fue derivando en la posibilidad de que lo platicado se hiciera realidad al día siguiente. Sin embargo como ambos nos encontrábamos en nuestros respetivos trabajos tú tuviste que ausentarte diciéndome que no tardarías. Pero no fue así.
Bueno, como anduviste muy ocupado no me quise quedar con las ganas de contarte algo que imaginé y que solo de pensarlo me excita mucho...espero ocurra lo mismo contigo:
Resulta que imaginé que te veía el día de hoy y, teniendo eso presente, volvía a ponerme la ropa que te dije me había puesto la vez anterior que tampoco pudimos vernos; el liguero, tanga, pantaleta, short y las medias de red negras debajo de mi ropa normal de oficina.
Imaginé que me encontraba trabajando y de repente entraba llamada a mi celular y al ver el número resulta que eras tú. Al contestar me decías que estabas afuera frente a la tienda y que aparte de que ibas a realizar unas compras, me preguntabas si podía salir a verte; emocionada aceptaba y después de tramitar el permiso correspondiente salía del edificio e iba a tu encuentro.
Mientras caminaba iba pensando en lo que habíamos conversado el día anterior, las piernas me temblaban y mi respiración era agitada. No me costaba trabajo encontrarte gracias a la referencia que me diste cuando me llamaste al celular. Me decías que ibas algo rápido pero que deseabas tener un encuentro íntimo conmigo donde se pudiera. Así de directo eras.
Me quedaba en silencio, ordenando las ideas y repasando en mi mente todos los lugares posibles dentro de la tienda o mejor aún, algún hotel del rumbo. Finalmente se me ocurría el lugar más adecuado y aún más emocionaba te pedía que esperaras, que iba a ver cómo estaban los baños de la tienda.
En lo que tú esperabas yo me encaminaba a los baños pensando y deseando que no hubiera mucha gente y que los mismos se prestaran para poder entrar los dos a un mismo cubículo.
Dentro de los baños verificaba el que estaba más hacia al fondo, que estuviera limpio, amplio y que funcionaran los cerrojos; que hubiera algo donde yo pudiera apoyar los pies para levantarlos del suelo de manera que por afuera se viera que solo hubiera una persona de pie. Y lo principal: Verificaba la ubicación de la cámara, porque por cuestiones de seguridad las hay y por cantidades dentro de la tienda.
Todo estaba perfecto. Salía y mientras sentía la adrenalina al tope llegaba a tí. Te pedía que me siguieras y tú te deleitabas mirando las nalgas que tanto te han gustado y que tanto has estado deseando.
Entrábamos, primero yo, atrás tú, me encaminaba presurosa al baño escogido, me escondía detrás de la puerta para dejarte espacio, tú entrabas y presuroso atrancabas bien por dentro. Te recargabas en la puerta respirando profundamente para calmar los nervios. Nuestras miradas de complicidad se encontraban y ambos sonreíamos dejando de pensar en lo tenso del momento.
Me sentaba en el retrete sin levantar la tapa, frente a tí, levantando ambos pies para que solo te vieras tú, de pié.
Sabíamos a lo que íbamos, así que sin más preámbulo, te acercaba a mí y, mirándote coquetamente, llevaba mis manos a tu cinturón para desabrocharlo, tú hacias lo mismo con el broche de tu pantalón, yo bajaba tu cierre y entonces al caer tu pantalón veía que llevabas una trusa tan ajustada que hacía ver tu entrepierna con un bulto enorme.
No esperaba que me invitaras y pegaba mis labios en tu bulto, justo en el lugar donde tu pene ya había descargado una pequeña porción de tus jugos, tu me tomabas de la cabeza y restregabas ese bulto en mis mejillas, en mis labios.
Yo aspiraba tu aroma y comenzaba a llenar de besos tu bulto mientras ponía mis manos sobre tus nalgas atrayéndote con fuerza.
Después de un rato, ya no soportabas más y me detenías de manera que tú mismo liberabas tu delicioso pene. Este brincaba al sentirse libre de la trusa. Al tenerlo frente a mí lo tomaba con mi mano derecha y sin más acercaba mis labios para besar tu punta, ya estabas mojado y todo lo que salía de tu pene lo untaba en mis labios y con la lengua tomaba un poco para sentir tu sabor.
Tú me pedías que comenzara a mamarlo lentamente y yo te complacía.
Comenzaba llenándolo de mi saliva con la lengua y después comenzaba a desaparecerlo dentro de mi boca, con pausas.
Lo acariciaba con la lengua dando vueltas sobre tu carne. Lo levantaba con la mano y entonces besaba y acariciaba tus testículos. Tú me mirabas desde arriba y de nuevo me tomabas por la cabeza y ahora eras tú quien empujaba el pene dentro de mi boca. Yo acomodaba mis labios para cubrir mis dientes y no lastimarte, tú bombeabas mi boca con fuerza. La visión que tenías de tu pene en mi boca te enardecía al grado que te detenías.
Me retirabas y me invitabas a mostrarte el culo. Yo accedía y me levantaba para desabrochar mi pantalón.
Cuando terminaba de desabrochar cinturón y broche del pantalón tú me tomabas de las manos y dándome vuelta me pedías que bajara el short y deleitabas tu vista viendo mi culo aún cubierto por la pantaleta y la tanga.
Pegabas tu pene en mi culo y lo restregabas con fuerza y ansias. Enseguida me pedías que retirara la pantaleta para poder ver la tanga.
Me pedías que modelara mi culo delante de ti sin tener nada encima más que el liguero.
No esperaba que lo pidieras y sabiendo que enloquecerías abría mis nalgas para mostrarte mi ano, el cual ya estaba hambriento de tu pene.
Tú mismo acomodabas nuevamente la tanga y me invitabas a acomodarme en cuatro encima del retrete. Mirabas mi culo cubierto con esa prenda que cientos de veces me habías dicho que te encantaba; acariciabas mis piernas para sentir las medias de red, te aferrabas a los tirantes del liguero y acercabas tu pene cubierto de mi saliva, lo dejabas entre mis nalgas.
Todo mi culo lo acariciabas con tu pene, con tus manos. Metías tus dedos entre mis nalgas y sacabas la tanga descubriendo mi ano. Yo me preparaba para recibirte, me relajaba, sabía lo que se aproximaba, lo deseaba.
Abrías una de mis nalgas con tu mano y acomodabas la punta de tu pene sobre mi ano, mirabas cómo se estremecía al sentir tu caricia. Comenzabas a empujar tu pene sobre el ano, esperando que éste se abriera para que aceptara un poco de tí. Yo te ayudaba con una mano abriendo mi otra nalga, mi ano se abría un poco más y entonces lograbas acomodar un poco de tu punta. Te mantenías en esa posición ayudándote con tu mano para restregar tu punta sobre el ano. Me encantaba esa cosquilla.
Empujabas de nuevo, poco a poco y el ano cedía, tu pene comenzaba a desaparecer dentro de mí. Escuchábamos que había más tipos en los baños contiguos, pero nada importaba, mi culo estaba siendo tuyo al fin.
Tu pene se desplazaba lentamente hasta que lograba quedar todo adentro de mí, yo lo apretaba para que sintieras cómo lo estaba disfrutando, le daba la bienvenida al delicioso intruso.
Te aferrabas nuevamente a los tirantes del liguero y comenzabas a embestirme lentamente.
Soltaba mi nalga y me empinaba levantando más el culo. Mientras me embestías yo apretaba tu miembro como si quisiera exprimirlo. Las embestidas se hacían cada vez más poderosas y profundas, tratábamos de no hacer ni un solo ruido pero a veces se nos escapaba uno que otro gemido placentero. Te detenía por ratos para controlar tu ya próxima eyaculación. Mientras hacías eso aprovechabas para acariciar mis nalgas; recorrías con tus dedos los pliegues del liguero y de la tanga, dibujabas los rombos de las medias.
Comenzabas a embestirme de nuevo y de pronto comenzaba a sentir espasmos en tu pene, anunciabas tu venida; yo sentía que tu pene crecía un poco más y se volvía más duro y grueso. Tu pene recorría con entera libertad todo el conducto anal proporcionándome una deliciosa caricia. Haciéndome gemir sin control.
De repente enterrabas todo el miembro, todo lo tenía dentro de mí, sentía tu cuerpo pegado al mío y tu pene descargando una gran cantidad de semen; lo sentía delicioso, cálido y tibio golpeando las paredes del recto. Tu pene palpitaba descargando hasta la última gota.
Así nos quedábamos un rato, descansando, mientras afuera se escuchaba que el baño estaba lleno de tipos. Uno que otro se iba hasta donde estábamos tratando de entrar. Tú como podías hacías escuchar tu voz diciéndoles que estaba ocupado.
Sentía como tu pene comenzaba a disminuir en dureza y tamaño; mientras acariciabas mis nalgas me agradecías el placer y la dicha de haber tenido por fin mi culo, por haberlo reservado para tí.
Como podías te separabas de mí y mirabas tu pene bañado con restos de tu propio semen. Las piernas me temblaban y las tenía un poco acalambradas por la posición pero me ayudabas a sentarme de nuevo en el retrete.
Tomabas papel y limpiabas tu pene mientras yo esperaba que te alistaras para salir del baño, esa era otra situación delicada porque nadie tendría que sospechar que estabas con otra persona.
Te arreglabas la ropa y como no escuchábamos ruido alguno salías apresuradamente cerrando la puerta tras de tí, yo corría el cerrojo y me sentaba tranquila, reponiendo mis fuerzas para poder salir.
Sentía mi ano un poco adolorido y tomaba un poco de papel para limpiarlo, pero antes de hacerlo me ganaba la curiosidad y llevaba un dedo para tocarlo, cuando lo retiraba descubría que había un poco de tu semen.
Después de limpiarme arreglaba mi ropa y respirando profundamente salía con toda la tranquilidad del mundo. Caminaba y sentía la sensación de tu pene en mi ano. Era un dolor leve, un cosquilleo excitante.
Tú me estabas esperando afuera y después de conversar un rato te retirabas y yo regresaba a la oficina.